Ponencia
presentada en el V Encuentro de Genealogía Gran Canaria,
organizado
por Genealogías Canarias, celebrado en la Real Sociedad Económica de
Amigos del País de Gran Canaria, el 15 de noviembre de 2018.
Después de una
quincena de años dedicados a
la genealogía familiar, abordamos este trabajo sobre los prisioneros franceses que llegaron a la isla de La Palma en 1810, y con especial atención a los veinticinco que se casaron en dicha isla. Hace unos seis años comenzamos indagando sobre los orígenes del apellido Garnier de San Andrés y Sauces, y a continuación ampliamos la búsqueda a otros franceses que se casaron en la isla. Por entonces, muy pocos investigadores habían estudiado acerca de los prisioneros franceses llegados a Canarias: Teófilo Geisendorff Des-Gouttes, Leopoldo de la Rosa Olivera y Pilar Cabrera Pombrol, pero recientemente se han editado las investigaciones de Jaime Pérez García, Francisco Fajardo Espínola y Cristina López Trejo Díaz, Lourdes Márquez Carmona, a pesar de lo cual nos han animado a publicar esta ponencia que con una orientación genealógica, pretende conocer la vida de dichos prisioneros y su descendencia.
la genealogía familiar, abordamos este trabajo sobre los prisioneros franceses que llegaron a la isla de La Palma en 1810, y con especial atención a los veinticinco que se casaron en dicha isla. Hace unos seis años comenzamos indagando sobre los orígenes del apellido Garnier de San Andrés y Sauces, y a continuación ampliamos la búsqueda a otros franceses que se casaron en la isla. Por entonces, muy pocos investigadores habían estudiado acerca de los prisioneros franceses llegados a Canarias: Teófilo Geisendorff Des-Gouttes, Leopoldo de la Rosa Olivera y Pilar Cabrera Pombrol, pero recientemente se han editado las investigaciones de Jaime Pérez García, Francisco Fajardo Espínola y Cristina López Trejo Díaz, Lourdes Márquez Carmona, a pesar de lo cual nos han animado a publicar esta ponencia que con una orientación genealógica, pretende conocer la vida de dichos prisioneros y su descendencia.
Desde un
principio hemos tenido curiosidad en el devenir de estos prisioneros, averiguar
sobre sus vidas y en especial su descendencia, y en este último aspecto nos
hemos centrado en los dos prisioneros residentes en Los Sauces, animados por la
expectación creada entre sus familiares. El haber encontrado la partida de
bautismo de Simón Garnieren Is-sur-Tille, departamento de Côte d´Or, Borgoña,
Francia y realizar (el cuatro de agosto de 2014) un pequeño homenaje al soldado
Simón Garnier, depositando unas flores con las banderas francesa y española, en
el Monumento a los Muertos por la Patria de Is sur Tille, ha sido el broche de oro de este trabajo.
En estos
últimos años hemos encontrado dos partidas de bautismo más, de Philipe
Montpellier y Jean Joseph Bedos, que como en el caso anterior demuestran la
fidelidad de los datos aportados en los expedientes de soltería. Otra cosa es
que coincidan los nombres pronunciados por un francés y escritos por un español.
La consulta de
los libros sacramentales de La Palma, los
expedientes de soltería, los listados aportados por Leopoldo de la Rosa e
igualmente la lista de los prisioneros de La Palma, nos han permitido confrontar
los datos de dichas fuentes. Pero, debido al idioma francés original que
desconocían los amanuenses, y teniendo en cuenta que una parte de los
prisioneros no sabían escribir, supuso encontrarnos a veces con un galimatías
de nombres imposible de resolver.
1.1.
Los prisioneros franceses: antecedentes
Cuando
estallaron las hostilidades entre España y Francia, después de los sucesos del
2 de mayo de 1808 en Madrid, la escuadra francesa se encontraba en Cádiz unida
a la española (realmente eran los restos de ambas, tras la derrota en la
batalla de Trafalgar). En ese momento
estaba de capitán general de Andalucía Francisco Solano que no era partidario
de enfrentarse a los franceses. El pueblo de Cádiz ante la pasividad de sus
gobernantes, se sublevó, derribaron a cañonazos las puertas de la residencia de
Solano y finalmente el 30 de mayo lo mataron. Este fue sustituido por el
gobernador de la plaza, Tomás de Morla, y se estableció en Cádiz una Junta
dependiente de la Suprema de Sevilla, que juró fidelidad a Fernando vii, declarando la guerra a Napoleón,
mientras tanto se entablaron negociaciones con la escuadra inglesa que
bloqueaba el puerto. La escuadra francesa, intentó ganar tiempo en espera de la
llegada de sus tropas, e introdujo sus barcos en el canal de la Carraca, Morla,
temiendo un final trágico como el de Solano, bombardeó la escuadra francesa
desde las baterías del Trocadero, en la que sería conocida como la Batalla de
la Poza de Santa Isabel. Finalmente el 14 de junio, el general Rosilly, que
mandaba la escuadra francesa, se rindió ante la española.
Paralelamente,
el 19 de julio de 1808, tiene lugar la Batalla de Bailén (fue la primera derrota en batalla campal del
ejército napoleónico) que enfrentó a los veintiún mil soldados franceses al
mando del general Dupont, con el más numeroso ejército español (unos
veintisiete mil) a las órdenes del general Castaños. Tras la derrota del
ejército galo, aproximadamente diecisiete mil seiscientos soldados franceses
depusieron las armas ese día y aunque las condiciones de la rendición fueron
clementes, incluyendo la repatriación de las tropas francesas a Francia, sin
embargo, estas condiciones no se cumplieron nunca y aunque el general Dupont y
sus oficiales fueron enviados a Francia, el grueso del ejército francés fue
hecho prisionero y trasladado a Cádiz.Esa enorme cantidad de prisioneros
franceses procedentes de las batallas de La Poza de Santa Isabel y Bailén,
fueron recluidos inicialmente en las poblaciones de la Bahía de Cádiz: Rota,
Puerto de Santa María y San Fernando para pasar finalmente a los Pontones[1] de
Cádiz, prisiones flotantes, donde durante dos años (1808-1810) sufrirían un
verdadero calvario. La malnutrición, la falta de higiene y sobre todo el
hacinamiento en los pontones (se llegó a recluir hasta 800 franceses en una
embarcación de solo 65 metros de eslora por 15 de manga y varios puentes),
fueron las causas principales del contagio de enfermedades como la disentería y
el escorbuto, llegando a producirse hasta 20 defunciones diarias. Precisamente,
el riesgo de contagio de enfermedades a la población de Cádiz fue lo que
propició la distribución de los prisioneros franceses por Inglaterra, Portugal,
Baleares y Canarias.
El 29 de junio, el general Morla, gobernador de
la plaza de Cádiz, se dirige al comandante general de las islas Canarias, Fernando
Cagigal para que colabore en la custodia de los numerosos prisioneros franceses,
preguntándole cuántos puede acoger. La detención de Cagigal y el nombramiento
de O´Donnell como nuevo comandante general de las islas Canarias,retrasa la respuesta hasta el 10 de
julio, admitiendo recibir 1200 prisioneros.
General Morla |
Después de
numerosas vicisitudes, el 11 de mayo de 1809, llega a Santa Cruz de Tenerife,
un convoy con 1484 prisioneros franceses. La Junta Suprema de Canarias, establece,
ese mismo día, que se trasladara los
prisioneros a Candelaria.
El primero de
junio se enviaron cuatrocientos noventa y seis franceses a Gran Canaria y al
día siguiente se distribuyeron los restantes por toda la isla de Tenerife.
Sería exagerado decir que la orden de la Junta Suprema de distribuir los
prisioneros por los diferentes pueblos de la isla de Tenerife fue recibida con
entusiasmo, así en Icod, la Junta escucha una queja de doña Antonia Cáceres, al
tener que ceder su casa para alojar a los franceses. En Los Realejos, los
vecinos de las clases menos favorecidas que se ven obligados a vigilar a los
prisioneros, sin poder ir a trabajar, para simplificar el problema,
sencillamente proponían…. matar a los presos.
El 25 de mayo
de 1810 llegaría a Santa Cruz de Tenerife, una segunda expedición con
ochocientos prisioneros franceses, de los cuales se enviaron a La Palma
doscientos, llegando a dicha isla el día 29 de junio de 1810. Entre ambas
expediciones llegarían a Canarias, procedentes de la escuadra francesa rendida
en Cádiz, y de las batallas de Bailén y de la Poza de Santa Isabel, dos mil
doscientos ochenta y cuatro prisioneros.
En un principio
se pensó en recluir, a los doscientos
prisioneros enviados a La Palma, en el pago de Argual, en Los Llanos, por su
buen clima, abundancia de agua, presencia de soldados para custodiarlos y
además tener un cirujano allí domiciliado, pero al final fueron recluidos en
unas casas propiedad de doña Mencía Vandale, en la calle San José de Santa Cruz
de La Palma, «por tener agua dentro,
sufrir menos guardias, y hallarse en una altura que las ventila el aire para
evitar contagios y otros perjuicios»[2]. Allí se dispuso una guardia de soldados de
milicias, mandados por un oficial.
Casa propiedad de Dña. Mencía Vandale |
Sin embargo,
el abastecimiento de agua a los prisioneros es uno de los problemas que se
presentan a las autoridades palmeras[3], «por robarla los dueños de las huertas
situadas por arriba de la prisión y por hallarse deteriorados y arruinados los
acueductos y canales que conducen las aguas desde la Madre a esta ciudad para
el abasto público».
Además surge
otro problema consecuencia de la llegada de ocho prisioneros enfermos de escorbuto, el gobernador militar
de La Palma se dirigió a la Junta de Beneficencia para que estos fueran tratados
en el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores, dependiente del cabildo. La
Junta de Beneficencia se negó a tal pretensión al considerar: «los gravísimos e invencibles inconvenientes
que esto trae consigo, así considerando por la incapacidad y disposición de
esta casa, método en que se sirve y asiste a los enfermos, roce de mujeres, etc.».
No obstante la Junta acordó[4]
asistir provisionalmente a los enfermos,
nombrando al sacerdote don Manuel
Díaz, miembro de la Junta, como encargado de actuar en este asunto, librando la
cantidad de cien pesos corrientes, para lo más urgente.
D. Manuel Díaz Hernández, párroco |
Seguramente se
podría considerar “afortunados”
a los prisioneros franceses por el nombramiento del “cura Díaz” como responsable
de su cuidado, que aprendió su idioma para poder relacionarse con los detenidos
y confeccionó un listado de los 200 prisioneros que se conserva actualmente
entre los fondos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Palma.
Don Manuel, además de párroco de la iglesia de El Salvador, era pintor, escultor,
músico, de ideología liberal, y gran orador. Había destacado en defensa de la
“Vacuna” que llegó a La Palma en 1804, e incluso se dice que inoculó a los
niños con sus propias manos, seguramente estos hechos debieron pesar en su
designación por parte de la Junta de Beneficencia como responsable de los
prisioneros.
Los
prisioneros disfrutaban de régimen abierto, debiendo regresar a prisión por la
noche, excepto aquellos que trabajaban para algún palmero que podían dormir en casa
de sus amos. Debido a este régimen abierto, varios prisioneros crean algunos
problemas, como relata el regidor Juan Nepomuceno Massieu y Salgado[5]: «la misma víspera de Pascua a la noche se
encontraron borrachos a varios prisioneros franceses por las calles» y cree
que estos excesos no son cometidos por los que están acomodados pues sus amos
velan por ellos.
El mismo regidor,
Juan Nepomuceno: «hace presente a la Sala
haber llegado a su noticia que un prisionero francés ha vendido carne de burro
por vaca, y aún se le ha dicho que otro ha vendido carne de perro por carnero»[6].
A partir del
mes de abril de 1811, los cautivos empezaron a licenciarse y a trabajar para
algún ciudadano palmero, la mayoría como sirvientes, otros ejerciendo el oficio
que practicaban en su país de origen, teniendo conocimiento de sesenta y un
prisioneros que se licencian hasta septiembre de 1811 (ver lista en el Apéndice),
sirva como ejemplo el relato de José María de Franchy Alfaro y Poggio que en su
diario de efemérides de La Palma nos dice: «aquí
entramos a servir y se llama Santiago María (Jacob Marieux) y empesó a dormir el 27 de junio pues ya
desde mayo estaba trabajando y sirviendo en casa, este año de 1811 el 7 de
julio lo despidieron»[7]. En dicho periodo tres prisioneros son remitidos a Santa Cruz de
Tenerife, seguramente por cometer algún delito o falta grave[8].
Según lo
pactado el ayuntamiento sólo tenía que aportar el alojamiento, corriendo la manutención
a cargo del comandante general de esta provincia, y como quiera que este no cumplió
lo prometido, fue el cabildo el que lo hizo, hasta agotar sus fondos.
Dado que en los primeros años de cautiverio el Comandante general de Canarias había autorizado algunos matrimonios entre mujeres canarias y dichos prisioneros, con fecha de 8 de junio de 1812, el Provisor y Vicario General del Obispado de Canarias pide instrucciones al Consejo del Reino, para conducirse en la determinación de los expedientes que tiene pendientes en su juzgado, con motivo de solicitar contraer matrimonio con naturales de Las Islas Canarias, por parte de los prisioneros confinados en ellas.
Dado que en los primeros años de cautiverio el Comandante general de Canarias había autorizado algunos matrimonios entre mujeres canarias y dichos prisioneros, con fecha de 8 de junio de 1812, el Provisor y Vicario General del Obispado de Canarias pide instrucciones al Consejo del Reino, para conducirse en la determinación de los expedientes que tiene pendientes en su juzgado, con motivo de solicitar contraer matrimonio con naturales de Las Islas Canarias, por parte de los prisioneros confinados en ellas.
A su vez,
el Consejo del Reino, el 22 de junio de
1812 pide al Consejo de Estado su dictamen,
alegando este las dificultades que tienen los prisioneros para acreditar que
son católicos y solteros dada la falta de comunicación con sus lugares de
origen debido a la guerra con Francia,
no siendo suficiente el testimonio de unos a otros, que son los argumentos esgrimidos por el Provisor, pero además añade de su propia cosecha la Comisión del Consejo de Estado: «es imposible justificar, de un modo que satisfaga el buen juicio, ni cual sea la creencia religiosa de aquellos prisioneros, gente colecticia de la mayor parte de las naciones de Europa donde, o se profesan o se toleran las muchas sectas del cristianismo, y otras religiones; ni los permisos de sus respectivos padres, ni su libertad de estado, o conyugal». Y posteriormente añade: «mañana vendría un canje, y las mujeres quedarían perdidas y abandonadas, y si subsistiesen en el país, infectas las familias de ideas y opiniones y otros vicios que a la causa pública pudieran ser muy perjudiciales….. Porque el actual gobierno francés, ya desde los principios de su revolución se propuso introducir y extender por todas partes, si fuese posible, su color de felicidad y otras voces tan dulces y lisonjeras como esta, sus máximas destructoras de los gobiernos legítimos, y en lugar de estos subrogar su dominación y su imperio…. Llegase a esto: que los franceses pusieron más de una vez sus miras en dominar las Canarias: de lo cual dan testimonio nuestras crónicas y las suyas. Y la experiencia de que cosas al parecer pequeñas y sin consecuencia, suelen venir a ser ocasión de grandes males, debieron detener al Comandante general y moverle a reusar la licencia, que, sin reparar en los inconvenientes que podría haber, y sin consultar al Gobierno, concedió a los prisioneros de aquella nación para enlazarse con naturales de aquel país: licencia que allí podría ser más que en otra provincia perjudicial al Estado por la consideración insinuada».
no siendo suficiente el testimonio de unos a otros, que son los argumentos esgrimidos por el Provisor, pero además añade de su propia cosecha la Comisión del Consejo de Estado: «es imposible justificar, de un modo que satisfaga el buen juicio, ni cual sea la creencia religiosa de aquellos prisioneros, gente colecticia de la mayor parte de las naciones de Europa donde, o se profesan o se toleran las muchas sectas del cristianismo, y otras religiones; ni los permisos de sus respectivos padres, ni su libertad de estado, o conyugal». Y posteriormente añade: «mañana vendría un canje, y las mujeres quedarían perdidas y abandonadas, y si subsistiesen en el país, infectas las familias de ideas y opiniones y otros vicios que a la causa pública pudieran ser muy perjudiciales….. Porque el actual gobierno francés, ya desde los principios de su revolución se propuso introducir y extender por todas partes, si fuese posible, su color de felicidad y otras voces tan dulces y lisonjeras como esta, sus máximas destructoras de los gobiernos legítimos, y en lugar de estos subrogar su dominación y su imperio…. Llegase a esto: que los franceses pusieron más de una vez sus miras en dominar las Canarias: de lo cual dan testimonio nuestras crónicas y las suyas. Y la experiencia de que cosas al parecer pequeñas y sin consecuencia, suelen venir a ser ocasión de grandes males, debieron detener al Comandante general y moverle a reusar la licencia, que, sin reparar en los inconvenientes que podría haber, y sin consultar al Gobierno, concedió a los prisioneros de aquella nación para enlazarse con naturales de aquel país: licencia que allí podría ser más que en otra provincia perjudicial al Estado por la consideración insinuada».
«Por
donde entiende la Comisión: que el Provisor no debe acceder a dar las licencias
que aquellos u otros prisioneros solicitan, o soliciten en adelante; y que fue
para circunspección en el Comandante general autorizar con la suya tales
enlaces, que se deben evitar. El Consejo, siendo servido, lo podría así
consultar a la Regencia, o como fuere más acertado. Cádiz 27 de julio de 1812». Suponemos que el Gobierno aceptó el
dictamen del Consejo de Estado y prohibió los matrimonios entre mujeres
canarias y los prisioneros franceses hasta que se firmó la Paz y fueron
repatriados la mayoría de los reos en 1814[9].
Suerte tuvieron las
autoridades locales, que todos los prisioneros tuvieran su profesión, arte u
oficio, pues después de pasar muchas penalidades, y antes de que pasaran hambre
los reos, las autoridades decidieron ponerlos en libertad, teniendo a la ciudad
y los pueblos de la isla por cárcel. Se les vio tan entregados al trabajo, y
tanta fue la protección que se les dispensó en el país, y en tanta estima se
tuvieron sus industrias, que una vez firmada la paz con Francia en 1814, y
puestos en libertad para retornar a su tierra, la mayoría decidió permanecer en
La Palma, su segunda patria, en donde crearon honesta y honradamente sus familias,
de las cuales hoy descienden algunos estimados paisanos nuestros.
Entre los oficios de los
prisioneros, que se casan en La Palma,
podemos destacar el de latonero, que
practicaban Alberto Delcourt y José Bossio, ambos compraron casa en la Calle
Real, Delcourt envió a su hijo a estudiar medicina a la Sorbona, ejerciendo de
médico en La Laguna, el hijo de Bossio estudió derecho y después de un corto
periodo de tiempo ejerciendo en La Palma se trasladó a Cuba. Louis Lovison y
Pedro Salel trabajan de panaderos en Los Llanos de Aridane y figuran en un
censo como únicos extranjeros….
Oficios de los prisioneros franceses |
En
el pueblo de Los Llanos con fecha 15 de marzo de 1819 el Sr Alcalde Real don
Manuel Pérez Wangüemert solicita lista de los ciudadanos extranjeros que se hallan
en este pueblo y sus distritos que solamente hay dos Pedro Salel de 32 años
natural de Uzeis, en la provincia de Languedoc de nación francesa, llegó a esta
isla el 29-6-1809, de profesión panadero, casado en este pueblo y otro llamado
Luisón Segundo, de Callianiti provincia de Piamonte, de nación italiana, casado
en este pueblo y de profesión panader. Juran conservar la religión católica y
guardar fidelidad a ella y al Rey nuestro señor y quieren ser sus vasallos
sujetándose a las leyes y prácticas de estos Reynos, renunciando a todo fuero
de extranjería y a toda relación, unión y dependencia del país en que nacieron
y prometen no usar de la protección de él, ni de su embajador, ministro o
cónsul, todo bajo pena de galeras, presidio o expulsión absoluta de estos
Reynos y confiscación de sus bienes, firman Manuel Pérez Wangüemert alcalde,
Lorenzo de Justa, fiel de fecha, José Medina, cartulario.
1.2. Vicisitudes de los prisioneros
franceses en Canarias
Se sabe que ya
se habían producido fugas cuando estaban prisioneros en los pontones de Cádiz.
En Canarias están documentadas cinco evasiones, aunque pudieron ser más, con un
total de doscientos cincuenta y seis presos evadidos.
A finales de
1809, cuatro prisioneros franceses intentaron apoderarse del barco de Gabazo,
que pertenecía a la matrícula de Tenerife.
El 4 de
febrero de 1810, quince prisioneros se evadieron en el bergantín inglés Endeavour,
desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife, rumbo a Gran Canaria, anclando en
Arguineguín para hacer aguada y tomaron rumbo a Senegal, donde fueron
capturados por una fragata inglesa y enviados a Londres.
En el puerto
de San Marcos de Icod, en 1812, doce reclusos franceses, capturaron a la
tripulación de un bergantín inglés, pero al desconocer la maniobra de salida
del puerto se frustró la fuga inmediatamente.
El día 14 de
octubre de 1814 se fugan en Mazo[10],
La Palma, por la Caleta de El Palo, en una barca de pesca, los prisioneros:
Pedro Martin, Armand Lussac, Pedro Amalbert, y Bernard Tissier, para pasar luego
al bergantín Antenor que salió de Santa Cruz de La Palma rumbo a La Habana.
Partida de bautismo de Simon Garnier en Is sur Tille (Borgoña) |
Tres
plagas,
se produjeron durante el periodo de cautividad de los prisioneros de guerra
franceses en Canarias: la fiebre amarilla, la langosta y el hambre.
La fiebre
amarilla llegó a Santa Cruz de Tenerife el 11 de septiembre de 1810, en barcos
procedentes de Cádiz. Durante la epidemia, los prisioneros franceses tuvieron
un comportamiento ejemplar, guardando las casas de gente que había huido hacia
el interior de la isla, cuidando a los enfermos, y llevando al cementerio a los
fallecidos. Grande y hermosa recompensa a la hospitalidad recibida según el
escritor canario Domingo J. Navarro. Debido a estas obras de misericordia
fallecieron doscientos prisioneros franceses. Ni la isla de La Palma, ni
tampoco las islas menores se vieron afectadas por la fiebre amarilla.
¿Podríamos considerar afortunados a los prisioneros
franceses de la isla de La Palma y de las islas menores, por no afectar la
fiebre amarilla a las mismas? Seguramente no se trata de suerte, sino de la
eficaz labor de las autoridades sanitarias impidiendo la llegada de barcos procedentes
de las islas “mayores”.
En el verano
de 1812, arribó a Canarias una plaga de cigarra, ayudando los prisioneros
franceses en las labores de erradicación de la langosta.
Como consecuencia
de los dos años de fiebre amarilla, y la posterior llegada de la langosta, a continuación llegó "el hambre",
el pueblo se nutría de raíces, arroz y harina de cazabe traída de África.
Durante estas fechas, patriotas de Santa Cruz de Tenerife que con gran
desprendimiento pusieron sus caudales a disposición del Municipio, evitaron una
catástrofe mayor, destacando el alférez mayor del cabildo que compró de su
bolsillo dos mil fanegas de trigo, vendiéndolo luego por debajo del precio de
costo[11].
Sin embargo,
el pueblo de Tenerife estaba enfurecido ante el pago de medio diezmo que
instituyó la Junta Suprema para sufragar la guerra con Francia, y en La
Orotava, lugar de residencia de los nobles descendientes de los antiguos
conquistadores, da lugar a que la plebe se rebele contra esta clase alta que el
vulgo denomina «caballeros», siendo la víctima propiciatoria un maestro de
baile de origen francés monsieur Pierre ó mosiu Perico, que es detenido. El
pueblo sublevado baja al Puerto de la Cruz, y allí serían sus víctimas el
comerciante Joseph Bressnan, y el músico Louis-Bertrand Broual que fueron
asesinados por la plebe. Cuando en 1812 fueron juzgados los sublevados,
condenados a penas de cinco, ocho, ó diez años, muchos habían fallecido y otros
liberados. Para la opinión pública supuso una gran decepción el no ver ahorcado
a ninguno de estos bandidos, de lo cual se queja amargamente Geisendorf[12].
1.3.
La repatriación
El 24 de abril
de 1814, los Borbones volvían al trono de Francia y Luis xvii desembarcaba en Calais. Por el
convenio de Madrid, de 25 de mayo de 1814, se aprueba la repatriación de los
prisioneros franceses confinados en Portugal, Canarias y Baleares. De los 2284
franceses llegados en 1809 (mil cuatrocientos ochenta y cuatro) y 1810
(ochocientos), doscientos cincuenta y seis se evadieron, quinientos veinticuatro
fallecieron (en una proporción similar a la población canaria), quinientos
diecisiete se quedaron en las islas y tan solo novecientos ochenta y siete
fueron repatriados.
de las canarias»[14]. Entre
los quinientos diecisiete prisioneros que fijaron su residencia en Canarias,
cuarenta y dos solicitaron en el Obispado de Canarias[15]. Estos
juramentos de soltería, necesarios para contraer matrimonio, fueron recopilados
por el prestigioso historiador tinerfeño Leopoldo de la Rosa Olivera[16],
que nos aporta tres listas, la de los solicitantes de los expedientes de
soltería, la de los testigos prisioneros franceses de dichos expedientes de
soltería y la Matrícula de extranjeros del Ayuntamiento de La Laguna.
2. Los
prisioneros de La Palma
Partida de enterramiento de Simon Garnier en los Sauces |
Para orgullo
del pueblo canario, de los dos mil doscientos ochenta y cuatro prisioneros enviados
a nuestro archipiélago, fallecieron quinientos veinticuatro (23%) por las tres plagas y causas naturales, en
igual proporción que fue mermada la población autóctona.
Sin embargo,
de los trece mil deportados a Baleares sólo sobrevivieron tres mil
quinientos (73% de mortalidad), tras ser abandonados prácticamente en la isla
desierta de Cabrera.
Sin
lugar a dudas, los presos más afortunados fueron los enviados a las Islas
Canarias, da fe de ello el alto número de prisioneros que se quedaron en las
islas para formar familias esposándose con mujeres Canarias[13]
Con respecto a
los quinientos diecisiete prisioneros que permanecieron en Canarias, el Cónsul
de Francia dice que, entre ellos no hay ricos comerciantes ni personas
pudientes, sino, artesanos, sirvientes, la mayoría pobres y con numerosos
hijos.
Por otro lado,
Geisendorf dice: «hay que creer que los
argumentos persuasivos del Ministro del Rey Francia, no tuvieron efecto sobre
aquellos que les había seducido, el dulce clima de las Islas Canarias, o los
ojos aún más dulces
Hemos encontrado
diecisiete prisioneros franceses que se casan en la parroquia de El Salvador de
Santa Cruz de La Palma, cinco que lo hacen en los Remedios de Los Llanos de
Aridane, uno en San Blas de Mazo, otro en San José de Breña Baja, y aún nos falta el matrimonio de uno de los
prisioneros solicitantes de expedientes de soltería en La Palma. En total
veinticinco prisioneros franceses se casan en La Palma.
Los nombres
franceses fueron castellanizados, adaptándolos a algún apellido ya existente en
Canarias como es el caso de Francisco Borges que pudiera ser François Bon de la
lista de prisioneros franceses perteneciente a la Real Sociedad de Amigos del
País (atribuida a Manuel Díaz[17],
párroco de El Salvador, que aprendió el idioma, para poder impartir la
confesión), ese es también el caso de Avigné que en los archivos parroquiales
se inscribe como Viña. En otros
casos como es el del apellido francés Pommerole se registra como Pombrol. Algo
parecido sucede con Simon Grenier,
de la lista de prisioneros franceses de La
Palma[18],
que en el «expediente de soltería» se inscribe como Garñiel, sus hijos como
Garaniel, y las siguientes generaciones como Garniel y por último Garnier.
En Is sur Tille (Borgoña) con los actuales Garnier. |
En varias
ocasiones los descendientes de los prisioneros franceses han intentado ocultar
el motivo de la llegada de estos a las islas, como el caso de Garnier que se
nos presenta como víctima de un naufragio, y en el de Delcourt, un bisnieto[19]
suyo dice que viajaba desde Flandes a América, le gustó La Palma y después de
hacerle un hijo a Doña Manuela Toledo se casó con ella. Y en el caso de Juan
Arzol: "el primer Arzol que llegó a
La Palma, envuelto en la leyenda, dicen que fue un pirata.....[20]"
Como habíamos
apuntado anteriormente a los prisioneros franceses se les prohíbe casarse con
mujeres canarias, hasta que firmada la paz con Francia, se pone en libertad a
los que quisieron quedarse en nuestras islas, celebrándose el primer matrimonio
en La Palma el 30 de abril de 1815.
DEFUNCIONES
Tres son los
prisioneros franceses fallecidos en La Palma en cautividad (1810-1814): Juan Martín, de nación francesa,
soltero, fallecido[21]
en Santa Cruz de La Palma, el día 18 de noviembre de 1812, “uno de los franceses que vinieron de esta,
criado del médico Don José Rodríguez, no se sabe sus padres, ni edad”.
Prisionero número 96, soldado de la Quinta Legión.
Junto a Miguel
Lamasse, fallecido el día 19 de diciembre de 1810 y Juan Bricón que murió tísico
el 19 de agosto 1811, son los únicos prisioneros franceses de los que tenemos constancia que fallecieron en
“cautiverio”, es decir antes de firmarse la paz en 1814.
Conclusiones
Los
prisioneros capturados al ejército francés durante la Guerra de la Independencia
que, llegaron a La Palma en 1810, mayoritariamente eran franceses, pero también
de otras nacionalidades, italianos, alemanes, o flamencos, etc., y al menos
unos cuarenta permanecían en La Palma, un año después de la repatriación, al
terminar la guerra en 1814.
De la
información obtenida en los expedientes de soltería, se deduce que la mayor
parte fueron apresados en Bailén y conducidos a los Pontones de Cádiz, pero
unos llegaron a la península caminando desde Italia, y otros desde Francia
(Bayona), por Vitoria. De los catorce marinos que figuran en la lista de
prisioneros no tenemos más documentación, suponiendo que pertenecían a la
escuadra francesa rendida en Cádiz, y que abandonaron la isla al firmarse la
paz en 1814.
Del listado de
prisioneros solicitantes de expedientes de soltería elaborada por Leopoldo de la Rosa Olivera, aún no hemos
encontrado los de Juan Pedro Garriga, y Bernardo Viña, pero sin embargo, hallamos
seis expedientes que no están en la lista de De la Rosa: Nicolás Bernard,
Maturino Martín, Felipe Montpelier, Pablo Sliner, Francisco Borges, y Pedro
Pagés.
Por último, de
los veinticinco prisioneros hallados en los libros de matrimonios de La Palma,
seis no están en la lista de solicitantes de expedientes de soltería, ni se
encuentra su expediente en el obispado: Juan Antonio Compagnier, Albert
Delcourt, José Bautista Bailly, Pedro Salel, Juan Faure, Bartolomé Rosa. Cabe
suponer que si en La Palma hemos detectado expedientes de soltería, que no
figuran en el trabajo de Leopoldo de La Rosa, algo parecido puede que ocurra
con los de Tenerife, y que sean muchos más de los treinta y uno (de Tenerife)
que figuran en la lista de solicitantes de expedientes de soltería, los que
realmente se encuentren en el archivo del obispado. Convendría pues revisar la
investigación de Leopoldo de la Rosa Olivera, ampliando esta a la provincia de
Las Palmas.
Benito López Garnier y familia |
Las
investigaciones genealógicas podrían parecer egocéntricas, dado que conocer
nuestro lugar de procedencia, justificado por la sangre, nos afirma en la
pertenencia a un grupo, un pueblo, una sociedad, pero a medida que
profundizamos en su estudio nos damos cuenta rápidamente de la diversidad de
nuestros orígenes: ninguno de nosotros proviene de un único lugar geográfico ni
de una única clase social, y como diría Louis-
Sébastien
Mercier[22]:
«¡Si el Cielo nos descubriera de golpe,
la verdadera filiación de las genealogías humanas, veríamos un espectáculo
nuevo y curioso! No habría rey que no contara con un esclavo entre sus
parientes, ni un esclavo que no contara con un rey».
La genealogía
facilita la comprensión de la diferencia y resulta muy útil en la lucha contra
el racismo.
[1] Diccionario Marítimo Español, 1862. Definición de
Pontón de depósito: Buque de guerra viejo, por lo general navío o fragata,
que amarrado de firme ó en cuatro en los arsenales y en los puertos, sirve de
almacén de efectos y aun de depósito de gentes y de prisioneros en tiempos de
guerra.
[4]amscp: Junta de Beneficencia, Libro de acuerdos
(sesión 3 julio 1810).
[5] amscp: Libro de acuerdos
(sesión de 20 de enero de 1814).
[6] amscp: Libro de acuerdos (sesión
de 22 de diciembre de 1813).
[7] amll, flm, f-19: José María de Franchy
Alfaro y Poggio (Diario de efemérides de La Palma) 1805-1825, p. 11, paginación
8.
[8]agp, jpg: Prisioneros Franceses, ff.
5-8. Prisioneros remitidos a Santa Cruz de Tenerife: Josef Gaspard (30 de
agosto de 1811), Luis Caprario (23 de mayo de 1811), Nicolás Villeminot (23 de
mayo de 1811).
[9]ahn.: Sección de Consejos, Legajo
13564, expediente 1, número 16.
[10]Pérez García (2011), p. 254.
[11]Bonnet y Reverón (1948), pp. 455-498.
[12]Geisendorf-des-Gouttes (1994), pp.
89-98.
[13]Recordando un
olvido, Pontones prisiones de la Bahía de Cádiz. Lourdes Márquez Carmona
[16]Leopoldo
de la Rosa Olivera es Doctor en Derecho, profesor de la Universidad de La
Laguna y Secretario de la Mancomunidad Provincial Interinsular de Cabildos de
Santa Cruz de Tenerife.
[17]rodríguez lópez (1868), p. 44.
[18]agp, rseaplp: Lista de los
prisioneros franceses, Q. an venido a la Plaza de S. Cruz de La Palma. A 29 de
junio de 1810.
[19]agp, jpg: Testimonio del Sr. Lecuona y
Prat, bisnieto de Delcourt, recogido por Don Juan Régulo Pérez y comunicado por
carta a Don Jaime Pérez García de Aguiar, con fecha 8-12-1973.
[20]Del Castillo León (2003), pp. 176.
[21]apes: Libro 10 de entierros,
f.
[22] Louis-Sébastien Mercier (París,
1740-1814), prolífico escritor, dramaturgo y crítico francés del
Prerromanticismo. Autor de Tableaux de Paris.