viernes, 11 de enero de 2019

LOS "AFORTUNADOS" PRISIONEROS FRANCESES DE LA ISLA DE LA PALMA

MARCELO RODRÍGUEZ FUERTES

Ponencia presentada en el V Encuentro de Genealogía Gran Canaria, 
organizado por Genealogías Canarias, celebrado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, el 15 de noviembre de 2018.

Después de una quincena de años dedicados a
la genealogía familiar, abordamos este trabajo sobre los prisioneros franceses que llegaron a la isla de La Palma en  1810, y con especial atención a los veinticinco que se casaron en dicha isla. Hace unos seis años comenzamos indagando sobre los orígenes del apellido Garnier de San Andrés y Sauces, y a continuación ampliamos la búsqueda a otros franceses que se casaron en la isla. Por entonces, muy pocos investigadores habían estudiado acerca de los prisioneros franceses llegados a Canarias: Teófilo Geisendorff Des-Gouttes,  Leopoldo de la Rosa Olivera y Pilar Cabrera Pombrol, pero recientemente se han editado las investigaciones de Jaime Pérez García, Francisco Fajardo Espínola y Cristina López Trejo Díaz, Lourdes Márquez Carmona, a pesar de lo cual nos han animado a publicar esta ponencia que con una orientación genealógica, pretende conocer la vida de dichos prisioneros y su descendencia.
Desde un principio hemos tenido curiosidad en el devenir de estos prisioneros, averiguar sobre sus vidas y en especial su descendencia, y en este último aspecto nos hemos centrado en los dos prisioneros residentes en Los Sauces, animados por la expectación creada entre sus familiares. El haber encontrado la partida de bautismo de Simón Garnieren Is-sur-Tille, departamento de Côte d´Or, Borgoña, Francia y realizar (el cuatro de agosto de 2014) un pequeño homenaje al soldado Simón Garnier, depositando unas flores con las banderas francesa y española, en el Monumento a los Muertos por la Patria de Is sur Tille,  ha sido el broche de oro de este trabajo.
En estos últimos años hemos encontrado dos partidas de bautismo más, de Philipe Montpellier y Jean Joseph Bedos, que como en el caso anterior demuestran la fidelidad de los datos aportados en los expedientes de soltería. Otra cosa es que coincidan los nombres pronunciados por un francés y escritos por un español.
La consulta de los libros sacramentales  de La Palma, los expedientes de soltería, los listados aportados por Leopoldo de la Rosa e igualmente la lista de los prisioneros de La Palma, nos han permitido confrontar los datos de dichas fuentes. Pero, debido al idioma francés original que desconocían los amanuenses, y teniendo en cuenta que una parte de los prisioneros no sabían escribir, supuso encontrarnos a veces con un galimatías de nombres imposible de resolver. 

 1. El marco  histórico.

1.1. Los prisioneros franceses: antecedentes
Cuando estallaron las hostilidades entre España y Francia, después de los sucesos del 2 de mayo de 1808 en Madrid, la escuadra francesa se encontraba en Cádiz unida a la española (realmente eran los restos de ambas, tras la derrota en la batalla de Trafalgar).  En ese momento estaba de capitán general de Andalucía Francisco Solano que no era partidario de enfrentarse a los franceses. El pueblo de Cádiz ante la pasividad de sus gobernantes, se sublevó, derribaron a cañonazos las puertas de la residencia de Solano y finalmente el 30 de mayo lo mataron. Este fue sustituido por el gobernador de la plaza, Tomás de Morla, y se estableció en Cádiz una Junta dependiente de la Suprema de Sevilla, que juró fidelidad a Fernando vii, declarando la guerra a Napoleón, mientras tanto se entablaron negociaciones con la escuadra inglesa que bloqueaba el puerto. La escuadra francesa, intentó ganar tiempo en espera de la llegada de sus tropas, e introdujo sus barcos en el canal de la Carraca, Morla, temiendo un final trágico como el de Solano, bombardeó la escuadra francesa desde las baterías del Trocadero, en la que sería conocida como la Batalla de la Poza de Santa Isabel. Finalmente el 14 de junio, el general Rosilly, que mandaba la escuadra francesa, se rindió ante la española.
Paralelamente, el 19 de julio de 1808, tiene lugar la Batalla de Bailén  (fue la primera derrota en batalla campal del ejército napoleónico) que enfrentó a los veintiún mil soldados franceses al mando del general Dupont, con el más numeroso ejército español (unos veintisiete mil) a las órdenes del general Castaños. Tras la derrota del ejército galo, aproximadamente diecisiete mil seiscientos soldados franceses depusieron las armas ese día y aunque las condiciones de la rendición fueron clementes, incluyendo la repatriación de las tropas francesas a Francia, sin embargo, estas condiciones no se cumplieron nunca y aunque el general Dupont y sus oficiales fueron enviados a Francia, el grueso del ejército francés fue hecho prisionero y trasladado a Cádiz.Esa enorme cantidad de prisioneros franceses procedentes de las batallas de La Poza de Santa Isabel y Bailén, fueron recluidos inicialmente en las poblaciones de la Bahía de Cádiz: Rota, Puerto de Santa María y San Fernando para pasar finalmente a los Pontones[1] de Cádiz, prisiones flotantes, donde durante dos años (1808-1810) sufrirían un verdadero calvario. La malnutrición, la falta de higiene y sobre todo el hacinamiento en los pontones (se llegó a recluir hasta 800 franceses en una embarcación de solo 65 metros de eslora por 15 de manga y varios puentes), fueron las causas principales del contagio de enfermedades como la disentería y el escorbuto, llegando a producirse hasta 20 defunciones diarias. Precisamente, el riesgo de contagio de enfermedades a la población de Cádiz fue lo que propició la distribución de los prisioneros franceses por Inglaterra, Portugal, Baleares y Canarias.

General Morla
El 29 de junio, el general Morla, gobernador de la plaza de Cádiz, se dirige al comandante general de las islas Canarias, Fernando Cagigal para que colabore en la custodia de los numerosos prisioneros franceses, preguntándole cuántos puede acoger. La detención de Cagigal y el nombramiento de O´Donnell como nuevo comandante general de las islas Canarias,retrasa la respuesta hasta el 10 de julio, admitiendo recibir 1200 prisioneros.

Después de numerosas vicisitudes, el 11 de mayo de 1809, llega a Santa Cruz de Tenerife, un convoy con 1484 prisioneros franceses. La Junta Suprema de Canarias, establece, ese mismo día, que se trasladara  los prisioneros a Candelaria.
El primero de junio se enviaron cuatrocientos noventa y seis franceses a Gran Canaria y al día siguiente se distribuyeron los restantes por toda la isla de Tenerife. Sería exagerado decir que la orden de la Junta Suprema de distribuir los prisioneros por los diferentes pueblos de la isla de Tenerife fue recibida con entusiasmo, así en Icod, la Junta escucha una queja de doña Antonia Cáceres, al tener que ceder su casa para alojar a los franceses. En Los Realejos, los vecinos de las clases menos favorecidas que se ven obligados a vigilar a los prisioneros, sin poder ir a trabajar, para simplificar el problema, sencillamente proponían…. matar a los presos.
El 25 de mayo de 1810 llegaría a Santa Cruz de Tenerife, una segunda expedición con ochocientos prisioneros franceses, de los cuales se enviaron a La Palma doscientos, llegando a dicha isla el día 29 de junio de 1810. Entre ambas expediciones llegarían a Canarias, procedentes de la escuadra francesa rendida en Cádiz, y de las batallas de Bailén y de la Poza de Santa Isabel, dos mil doscientos ochenta y cuatro prisioneros.  
En un principio se pensó en recluir, a los doscientos
Casa propiedad de Dña. Mencía Vandale
prisioneros enviados a La Palma,  en el pago de Argual, en Los Llanos, por su buen clima, abundancia de agua, presencia de soldados para custodiarlos y además tener un cirujano allí domiciliado, pero al final fueron recluidos en unas casas propiedad de doña Mencía Vandale, en la calle San José de Santa Cruz de La Palma, «por tener agua dentro, sufrir menos guardias, y hallarse en una altura que las ventila el aire para evitar contagios y otros perjuicios»[2].  Allí se dispuso una guardia de soldados de milicias, mandados por un oficial.
Sin embargo, el abastecimiento de agua a los prisioneros es uno de los problemas que se presentan a las autoridades palmeras[3], «por robarla los dueños de las huertas situadas por arriba de la prisión y por hallarse deteriorados y arruinados los acueductos y canales que conducen las aguas desde la Madre a esta ciudad para el abasto público».
Además surge otro problema consecuencia de la llegada de ocho prisioneros  enfermos de escorbuto, el gobernador militar de La Palma se dirigió a la Junta de Beneficencia para que estos fueran tratados en el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores, dependiente del cabildo. La Junta de Beneficencia se negó a tal pretensión al considerar: «los gravísimos e invencibles inconvenientes que esto trae consigo, así considerando por la incapacidad y disposición de esta casa, método en que se sirve y asiste a los enfermos, roce de mujeres, etc.». No obstante la Junta acordó[4] asistir provisionalmente a los enfermos,
D. Manuel Díaz Hernández, párroco
nombrando al sacerdote don Manuel Díaz, miembro de la Junta, como encargado de actuar en este asunto, librando la cantidad de cien pesos corrientes, para lo más urgente.

Seguramente se podría considerar “afortunados a los prisioneros franceses por el nombramiento del “cura Díaz” como responsable de su cuidado, que aprendió su idioma para poder relacionarse con los detenidos y confeccionó un listado de los 200 prisioneros que se conserva actualmente entre los fondos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Palma. Don Manuel, además de párroco de la iglesia de El Salvador, era pintor, escultor, músico, de ideología liberal, y gran orador. Había destacado en defensa de la “Vacuna” que llegó a La Palma en 1804, e incluso se dice que inoculó a los niños con sus propias manos, seguramente estos hechos debieron pesar en su designación por parte de la Junta de Beneficencia como responsable de los prisioneros.
Los prisioneros disfrutaban de régimen abierto, debiendo regresar a prisión por la noche, excepto aquellos que trabajaban para algún palmero que podían dormir en casa de sus amos. Debido a este régimen abierto, varios prisioneros crean algunos problemas, como relata el regidor Juan Nepomuceno Massieu y Salgado[5]: «la misma víspera de Pascua a la noche se encontraron borrachos a varios prisioneros franceses por las calles» y cree que estos excesos no son cometidos por los que están acomodados pues sus amos velan por ellos.
El mismo regidor, Juan Nepomuceno: «hace presente a la Sala haber llegado a su noticia que un prisionero francés ha vendido carne de burro por vaca, y aún se le ha dicho que otro ha vendido carne de perro por carnero»[6].
A partir del mes de abril de 1811, los cautivos empezaron a licenciarse y a trabajar para algún ciudadano palmero, la mayoría como sirvientes, otros ejerciendo el oficio que practicaban en su país de origen, teniendo conocimiento de sesenta y un prisioneros que se licencian hasta septiembre de 1811 (ver lista en el Apéndice), sirva como ejemplo el relato de José María de Franchy Alfaro y Poggio que en su diario de efemérides de La Palma nos dice: «aquí entramos a servir y se llama Santiago María (Jacob Marieux) y empesó a dormir el 27 de junio pues ya desde mayo estaba trabajando y sirviendo en casa, este año de 1811 el 7 de julio lo despidieron»[7]. En dicho periodo  tres prisioneros son remitidos a Santa Cruz de Tenerife, seguramente por cometer algún delito o falta grave[8].
Según lo pactado el ayuntamiento sólo tenía que aportar el alojamiento, corriendo la manutención a cargo del comandante general de esta provincia, y como quiera que este no cumplió lo prometido, fue el cabildo el que lo hizo, hasta agotar sus fondos. 

Dado que en los primeros años de cautiverio el Comandante general de Canarias había autorizado algunos matrimonios entre mujeres canarias y dichos prisioneros, con fecha de 8 de junio de 1812, el Provisor y Vicario General del Obispado de Canarias pide instrucciones al Consejo del Reino, para conducirse en la determinación de los expedientes que tiene pendientes en su juzgado, con motivo de solicitar contraer matrimonio con naturales de Las Islas Canarias, por parte de los prisioneros confinados en ellas.
A su vez, el Consejo del Reino, el 22 de junio de
1812  pide al Consejo de Estado su dictamen, alegando este las dificultades que tienen los prisioneros para acreditar que son católicos y solteros dada la falta de comunicación con sus lugares de origen debido a la guerra con Francia,
no siendo suficiente el testimonio de unos a otros, que son los argumentos esgrimidos por el Provisor, pero además añade de su propia cosecha la Comisión del Consejo de Estado: «es imposible justificar, de un modo que satisfaga el buen juicio, ni cual sea la creencia religiosa de aquellos prisioneros, gente colecticia de la mayor parte de las naciones de Europa donde, o se profesan o se toleran las muchas sectas del cristianismo, y otras religiones; ni los permisos de sus respectivos padres, ni su libertad de estado, o conyugal».  Y posteriormente añade: «mañana vendría un canje, y las mujeres quedarían perdidas y abandonadas, y si subsistiesen en el país, infectas las familias de ideas y opiniones y otros vicios que a la causa pública pudieran ser muy perjudiciales….. Porque el actual gobierno francés, ya desde los principios de su revolución se propuso introducir y extender por todas partes, si fuese posible, su color de felicidad y otras voces tan dulces y lisonjeras como esta, sus máximas destructoras de los gobiernos legítimos, y en lugar de estos subrogar su dominación y su imperio…. Llegase a esto: que los franceses pusieron más de una vez sus miras en dominar las Canarias: de lo cual dan testimonio nuestras crónicas y las suyas. Y la experiencia de que cosas al parecer pequeñas y sin consecuencia, suelen venir a ser ocasión de  grandes males, debieron detener al Comandante general y moverle a reusar la licencia, que, sin reparar en los inconvenientes que podría haber, y sin consultar al Gobierno, concedió a los prisioneros de aquella nación para enlazarse con naturales de aquel país: licencia que allí podría ser más que en otra provincia perjudicial al Estado por la consideración insinuada».
 «Por donde entiende la Comisión: que el Provisor no debe acceder a dar las licencias que aquellos u otros prisioneros solicitan, o soliciten en adelante; y que fue para circunspección en el Comandante general autorizar con la suya tales enlaces, que se deben evitar. El Consejo, siendo servido, lo podría así consultar a la Regencia, o como fuere más acertado. Cádiz 27 de julio de 1812». Suponemos que el Gobierno aceptó el dictamen del Consejo de Estado y prohibió los matrimonios entre mujeres canarias y los prisioneros franceses hasta que se firmó la Paz y fueron repatriados la mayoría de los reos en 1814[9].

Suerte tuvieron las autoridades locales, que todos los prisioneros tuvieran su profesión, arte u oficio, pues después de pasar muchas penalidades, y antes de que pasaran hambre los reos, las autoridades decidieron ponerlos en libertad, teniendo a la ciudad y los pueblos de la isla por cárcel. Se les vio tan entregados al trabajo, y tanta fue la protección que se les dispensó en el país, y en tanta estima se tuvieron sus industrias, que una vez firmada la paz con Francia en 1814, y puestos en libertad para retornar a su tierra, la mayoría decidió permanecer en La Palma, su segunda patria, en donde crearon honesta y honradamente sus familias, de las cuales hoy descienden algunos estimados paisanos nuestros.
Entre los oficios de los prisioneros, que se casan en La Palma,
Oficios de los prisioneros franceses
podemos destacar el de latonero, que practicaban Alberto Delcourt y José Bossio, ambos compraron casa en la Calle Real, Delcourt envió a su hijo a estudiar medicina a la Sorbona, ejerciendo de médico en La Laguna, el hijo de Bossio estudió derecho y después de un corto periodo de tiempo ejerciendo en La Palma se trasladó a Cuba. Louis Lovison y Pedro Salel trabajan de panaderos en Los Llanos de Aridane y figuran en un censo como únicos extranjeros….

En el pueblo de Los Llanos con fecha 15 de marzo de 1819 el Sr Alcalde Real don Manuel Pérez Wangüemert solicita lista de los ciudadanos extranjeros que se hallan en este pueblo y sus distritos que solamente hay dos Pedro Salel de 32 años natural de Uzeis, en la provincia de Languedoc de nación francesa, llegó a esta isla el 29-6-1809, de profesión panadero, casado en este pueblo y otro llamado Luisón Segundo, de Callianiti provincia de Piamonte, de nación italiana, casado en este pueblo y de profesión panader. Juran conservar la religión católica y guardar fidelidad a ella y al Rey nuestro señor y quieren ser sus vasallos sujetándose a las leyes y prácticas de estos Reynos, renunciando a todo fuero de extranjería y a toda relación, unión y dependencia del país en que nacieron y prometen no usar de la protección de él, ni de su embajador, ministro o cónsul, todo bajo pena de galeras, presidio o expulsión absoluta de estos Reynos y confiscación de sus bienes, firman Manuel Pérez Wangüemert alcalde, Lorenzo de Justa, fiel de fecha, José Medina, cartulario.


1.2. Vicisitudes de los prisioneros franceses en Canarias

Se sabe que ya se habían producido fugas cuando estaban prisioneros en los pontones de Cádiz. En Canarias están documentadas cinco evasiones, aunque pudieron ser más, con un total de doscientos cincuenta y seis presos evadidos.

A finales de 1809, cuatro prisioneros franceses intentaron apoderarse del barco de Gabazo, que pertenecía a la matrícula de Tenerife.

El 4 de febrero de 1810, quince prisioneros se evadieron en el bergantín inglés Endeavour, desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife, rumbo a Gran Canaria, anclando en Arguineguín para hacer aguada y tomaron rumbo a Senegal, donde fueron capturados por una fragata inglesa y enviados a Londres.

En el puerto de San Marcos de Icod, en 1812, doce reclusos franceses, capturaron a la tripulación de un bergantín inglés, pero al desconocer la maniobra de salida del puerto se frustró la fuga inmediatamente.
El día 14 de octubre de 1814 se fugan en Mazo[10], La Palma, por la Caleta de El Palo, en una barca de pesca, los prisioneros: Pedro Martin, Armand Lussac, Pedro Amalbert, y Bernard Tissier, para pasar luego al bergantín Antenor que salió de Santa Cruz de La Palma rumbo a La Habana.
Partida de bautismo de Simon Garnier en Is sur Tille (Borgoña)
Tres prisioneros de guerra franceses evadidos de las islas Canarias fueron capturados en Grainville y dirigidos a Caen (noviembre de 1814).
Tres plagas, se produjeron durante el periodo de cautividad de los prisioneros de guerra franceses en Canarias: la fiebre amarilla, la langosta y el hambre.
La fiebre amarilla llegó a Santa Cruz de Tenerife el 11 de septiembre de 1810, en barcos procedentes de Cádiz. Durante la epidemia, los prisioneros franceses tuvieron un comportamiento ejemplar, guardando las casas de gente que había huido hacia el interior de la isla, cuidando a los enfermos, y llevando al cementerio a los fallecidos. Grande y hermosa recompensa a la hospitalidad recibida según el escritor canario Domingo J. Navarro. Debido a estas obras de misericordia fallecieron doscientos prisioneros franceses. Ni la isla de La Palma, ni tampoco las islas menores se vieron afectadas por la fiebre amarilla. ¿Podríamos considerar afortunados a los prisioneros franceses de la isla de La Palma y de las islas menores, por no afectar la fiebre amarilla a las mismas? Seguramente no se trata de suerte, sino de la eficaz labor de las autoridades sanitarias impidiendo la llegada de barcos procedentes de las islas “mayores”.
En el verano de 1812, arribó a Canarias una plaga de cigarra, ayudando los prisioneros franceses en las labores de erradicación de la langosta.
Como consecuencia de los dos años de fiebre amarilla, y la posterior llegada de la langosta,  a continuación llegó "el hambre", el pueblo se nutría de raíces, arroz y harina de cazabe traída de África. Durante estas fechas, patriotas de Santa Cruz de Tenerife que con gran desprendimiento pusieron sus caudales a disposición del Municipio, evitaron una catástrofe mayor, destacando el alférez mayor del cabildo que compró de su bolsillo dos mil fanegas de trigo, vendiéndolo luego por debajo del precio de costo[11].
Sin embargo, el pueblo de Tenerife estaba enfurecido ante el pago de medio diezmo que instituyó la Junta Suprema para sufragar la guerra con Francia, y en La Orotava, lugar de residencia de los nobles descendientes de los antiguos conquistadores, da lugar a que la plebe se rebele contra esta clase alta que el vulgo denomina «caballeros», siendo la víctima propiciatoria un maestro de baile de origen francés monsieur Pierre ó mosiu Perico, que es detenido. El pueblo sublevado baja al Puerto de la Cruz, y allí serían sus víctimas el comerciante Joseph Bressnan, y el músico Louis-Bertrand Broual que fueron asesinados por la plebe. Cuando en 1812 fueron juzgados los sublevados, condenados a penas de cinco, ocho, ó diez años, muchos habían fallecido y otros liberados. Para la opinión pública supuso una gran decepción el no ver ahorcado a ninguno de estos bandidos, de lo cual se queja amargamente Geisendorf[12].

1.3. La repatriación
El 24 de abril de 1814, los Borbones volvían al trono de Francia y Luis xvii desembarcaba en Calais. Por el convenio de Madrid, de 25 de mayo de 1814, se aprueba la repatriación de los prisioneros franceses confinados en Portugal, Canarias y Baleares. De los 2284 franceses llegados en 1809 (mil cuatrocientos ochenta y cuatro) y 1810 (ochocientos), doscientos cincuenta y seis se evadieron, quinientos veinticuatro fallecieron (en una proporción similar a la población canaria), quinientos diecisiete se quedaron en las islas y tan solo novecientos ochenta y siete fueron repatriados.

Partida de enterramiento de Simon Garnier en los Sauces
Para orgullo del pueblo canario, de los dos mil doscientos ochenta y cuatro prisioneros enviados a nuestro archipiélago, fallecieron quinientos veinticuatro (23%)  por las tres plagas y causas naturales, en igual proporción que fue mermada la población autóctona.

Sin embargo, de los trece mil  deportados  a Baleares sólo sobrevivieron tres mil quinientos (73% de mortalidad), tras ser abandonados prácticamente en la isla desierta de Cabrera.

Sin lugar a dudas, los presos más afortunados fueron los enviados a las Islas Canarias, da fe de ello el alto número de prisioneros que se quedaron en las islas para formar familias esposándose con mujeres Canarias[13] 

Con respecto a los quinientos diecisiete prisioneros que permanecieron en Canarias, el Cónsul de Francia dice que, entre ellos no hay ricos comerciantes ni personas pudientes, sino, artesanos, sirvientes, la mayoría pobres y con numerosos hijos.
Por otro lado, Geisendorf dice: «hay que creer que los argumentos persuasivos del Ministro del Rey Francia, no tuvieron efecto sobre aquellos que les había seducido, el dulce clima de las Islas Canarias, o los ojos aún más dulces
de las canarias»[14]. Entre los quinientos diecisiete prisioneros que fijaron su residencia en Canarias, cuarenta y dos solicitaron en el Obispado de Canarias[15]. Estos juramentos de soltería, necesarios para contraer matrimonio, fueron recopilados por el prestigioso historiador tinerfeño  Leopoldo de la Rosa Olivera[16], que nos aporta tres listas, la de los solicitantes de los expedientes de soltería, la de los testigos prisioneros franceses de dichos expedientes de soltería y la Matrícula de extranjeros del Ayuntamiento de La Laguna.
 
2. Los prisioneros de La Palma
Hemos encontrado diecisiete prisioneros franceses que se casan en la parroquia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, cinco que lo hacen en los Remedios de Los Llanos de Aridane, uno en San Blas de Mazo, otro en San José de Breña Baja,  y aún nos falta el matrimonio de uno de los prisioneros solicitantes de expedientes de soltería en La Palma. En total veinticinco prisioneros franceses se casan en La Palma.
Los nombres franceses fueron castellanizados, adaptándolos a algún apellido ya existente en Canarias como es el caso de Francisco Borges que pudiera ser François Bon de la lista de prisioneros franceses perteneciente a la Real Sociedad de Amigos del País (atribuida a Manuel Díaz[17], párroco de El Salvador, que aprendió el idioma, para poder impartir la confesión), ese es también el caso de Avigné que en los archivos parroquiales se inscribe como Viña. En otros casos como es el del apellido francés Pommerole se registra como Pombrol. Algo parecido sucede con Simon Grenier,
En Is sur Tille (Borgoña) con los actuales Garnier.
de la lista de prisioneros franceses de La Palma[18], que en el «expediente de soltería» se inscribe como Garñiel, sus hijos como Garaniel, y las siguientes generaciones como Garniel y por último Garnier.

En varias ocasiones los descendientes de los prisioneros franceses han intentado ocultar el motivo de la llegada de estos a las islas, como el caso de Garnier que se nos presenta como víctima de un naufragio, y en el de Delcourt,  un bisnieto[19] suyo dice que viajaba desde Flandes a América, le gustó La Palma y después de hacerle un hijo a Doña Manuela Toledo se casó con ella. Y en el caso de Juan Arzol: "el primer Arzol que llegó a La Palma, envuelto en la leyenda, dicen que fue un pirata.....[20]"
Como habíamos apuntado anteriormente a los prisioneros franceses se les prohíbe casarse con mujeres canarias, hasta que firmada la paz con Francia, se pone en libertad a los que quisieron quedarse en nuestras islas, celebrándose el primer matrimonio en La Palma el 30 de abril de 1815.
DEFUNCIONES

Tres son los prisioneros franceses fallecidos en La Palma en cautividad (1810-1814): Juan Martín, de nación francesa, soltero, fallecido[21] en Santa Cruz de La Palma, el día 18 de noviembre de 1812, “uno de los franceses que vinieron de esta, criado del médico Don José Rodríguez, no se sabe sus padres, ni edad”. Prisionero número 96, soldado de la Quinta Legión.
Junto a Miguel Lamasse, fallecido el día 19 de diciembre de 1810 y Juan Bricón que murió tísico el 19 de agosto 1811, son los únicos prisioneros franceses de los  que tenemos constancia que fallecieron en “cautiverio”, es decir antes de firmarse la paz en 1814.


Conclusiones

Los prisioneros capturados al ejército francés durante la Guerra de la Independencia que, llegaron a La Palma en 1810, mayoritariamente eran franceses, pero también de otras nacionalidades, italianos, alemanes, o flamencos, etc., y al menos unos cuarenta permanecían en La Palma, un año después de la repatriación, al terminar la guerra en 1814.
De la información obtenida en los expedientes de soltería, se deduce que la mayor parte fueron apresados en Bailén y conducidos a los Pontones de Cádiz, pero unos llegaron a la península caminando desde Italia, y otros desde Francia (Bayona), por Vitoria. De los catorce marinos que figuran en la lista de prisioneros no tenemos más documentación, suponiendo que pertenecían a la escuadra francesa rendida en Cádiz, y que abandonaron la isla al firmarse la paz en 1814.

Del listado de prisioneros solicitantes de expedientes de soltería elaborada por  Leopoldo de la Rosa Olivera, aún no hemos encontrado los de Juan Pedro Garriga, y Bernardo Viña, pero sin embargo, hallamos seis expedientes que no están en la lista de De la Rosa: Nicolás Bernard, Maturino Martín, Felipe Montpelier, Pablo Sliner, Francisco Borges, y Pedro Pagés.
Por último, de los veinticinco prisioneros hallados en los libros de matrimonios de La Palma, seis no están en la lista de solicitantes de expedientes de soltería, ni se encuentra su expediente en el obispado: Juan Antonio Compagnier, Albert Delcourt, José Bautista Bailly, Pedro Salel, Juan Faure, Bartolomé Rosa. Cabe suponer que si en La Palma hemos detectado expedientes de soltería, que no figuran en el trabajo de Leopoldo de La Rosa, algo parecido puede que ocurra con los de Tenerife, y que sean muchos más de los treinta y uno (de Tenerife) que figuran en la lista de solicitantes de expedientes de soltería, los que realmente se encuentren en el archivo del obispado. Convendría pues revisar la investigación de Leopoldo de la Rosa Olivera, ampliando esta a la provincia de Las Palmas.
Benito López Garnier y familia
Las investigaciones genealógicas podrían parecer egocéntricas, dado que conocer nuestro lugar de procedencia, justificado por la sangre, nos afirma en la pertenencia a un grupo, un pueblo, una sociedad, pero a medida que profundizamos en su estudio nos damos cuenta rápidamente de la diversidad de nuestros orígenes: ninguno de nosotros proviene de un único lugar geográfico ni de una única clase social, y como diría Louis-
Sébastien Mercier[22]: «¡Si el Cielo nos descubriera de golpe, la verdadera filiación de las genealogías humanas, veríamos un espectáculo nuevo y curioso! No habría rey que no contara con un esclavo entre sus parientes, ni un esclavo que no contara con un rey».
La genealogía facilita la comprensión de la diferencia y resulta muy útil en la lucha contra el racismo.



[1] Diccionario Marítimo Español, 1862. Definición de Pontón de depósito: Buque de guerra viejo, por lo general navío o fragata, que amarrado de firme ó en cuatro en los arsenales y en los puertos, sirve de almacén de efectos y aun de depósito de gentes y de prisioneros en tiempos de guerra.
[2]amscp: Libro de acuerdos (sesión de 29 de junio de 1810).
[3]amscp: Libro de acuerdos (sesión de 22 de junio de 1810).
[4]amscp: Junta de Beneficencia, Libro de acuerdos (sesión 3 julio 1810).
[5] amscp: Libro de acuerdos (sesión de 20 de enero de 1814).
[6] amscp: Libro de acuerdos (sesión de 22 de diciembre de 1813).
[7] amll, flm, f-19: José María de Franchy  Alfaro y Poggio (Diario de efemérides de La Palma) 1805-1825, p. 11, paginación 8.
[8]agp, jpg: Prisioneros Franceses, ff. 5-8. Prisioneros remitidos a Santa Cruz de Tenerife: Josef Gaspard (30 de agosto de 1811), Luis Caprario (23 de mayo de 1811), Nicolás Villeminot (23 de mayo de 1811).
[9]ahn.: Sección de Consejos, Legajo 13564,  expediente 1, número 16.
[10]Pérez García (2011),  p. 254.
[11]Bonnet y Reverón (1948), pp. 455-498.
[12]Geisendorf-des-Gouttes (1994), pp. 89-98.
[13]Recordando un olvido, Pontones prisiones de la Bahía de Cádiz. Lourdes Márquez Carmona

[16]Leopoldo de la Rosa Olivera es Doctor en Derecho, profesor de la Universidad de La Laguna y Secretario de la Mancomunidad Provincial Interinsular de Cabildos de Santa Cruz de Tenerife.
[17]rodríguez lópez (1868), p. 44.
[18]agp, rseaplp: Lista de los prisioneros franceses, Q. an venido a la Plaza de S. Cruz de La Palma. A 29 de junio de 1810.
[19]agp, jpg: Testimonio del Sr. Lecuona y Prat, bisnieto de Delcourt, recogido por Don Juan Régulo Pérez y comunicado por carta a Don Jaime Pérez García de Aguiar, con fecha 8-12-1973.
[20]Del Castillo León (2003), pp. 176.
[21]apes: Libro 10 de entierros, f.
[22] Louis-Sébastien Mercier (París, 1740-1814), prolífico escritor, dramaturgo y crítico francés del Prerromanticismo. Autor de Tableaux de Paris.