Es indudable el actual raigambre con que cuenta hoy en la isla la
prolífica familia Doreste, alcanzada después de no pocas vicisitudes a través
de su peregrinar por estas tierras. No se discute en la actualidad su origen
italiano (Miguel Rodríguez Díaz de Quintana
, José
Luis Doreste Miranda
), ni
tampoco que su primer asentamiento lo encontramos entorno a la ciudad de Telde
como demuestra las distintas partidas de nacimiento aportadas para establecer
su genealogía (Jesús Emiliano Rodríguez Calleja y Alfredo Jesús Viera Ortega
), otra
cosa son las distintas versiones dadas sobre su originario estatus y condición,
algunas mas pretensiosas presentándolos como notables comerciantes con
destacada participación en la creación del régimen económico que se estableció
después de la conquista a base de una floreciente actividad ultramarina
relacionados con Cristóbal García del Castillo, como otros extranjeros de
origen genovés, portugués, flamenco etc. Esta última versión parece venir
basada en una tradición oral que, desde luego, coincide con otras en lo que
respecta a su transalpino origen, al parecer florentino y no genovés
y en óbitos ocurridos en las travesías, y que
deben considerarse como deformaciones de una realidad seguramente ya perdida
(La Provincia, Diario de Las Palmas sin autor sobre Víctor Doreste Grande
).
Algunos miembros de la familia manifestaron
en su día tener pruebas documentales sobre su origen noble, patronazgo de
capillas, títulos de ejecutorias de hidalguía, establecimiento de mayorazgo y
un largo etc. (comunicación personal de Tomás Doreste Sánchez
), que se
ilustra en el trabajo con escudo de armas del que desconocemos su procedencia
cierta; por
nuestra parte no pondremos en duda su veracidad, dado que algunos
de sus miembro pudieron alcanzar relevancia dentro de la sociedad acomodada
insular y, sin duda, establecer puntuales vinculaciones con la aristocracia a
través de su historia (aquí hay que hacer constar tales vinculaciones: Doreste de
los Ríos, Doreste Bonello, Navarro Doreste, Mª del Pino Rodríguez Doreste
). No es
nuestra intención apostar por este camino, se nos antoja más convincente su
modesto pero no desdeñable quehacer primigenio centrado en la caña de azúcar o
viticultura, posteriormente la pesca, si consideramos tanto su origen como la
época de llegada y el lugar de asentamiento con la actividad económica por
entonces predominante. Parece también más que
probable su sucesivos entronques con el elemento aborigen y portugués,
contando desde luego con el peninsular, hasta llegar a constituir su progenie
el prototipo canario que caracteriza
a
la mayoría de las familias de esta tierra con antigua ascendencia.
No nos deja de sorprender que el apellido se
haya conservado en nuestra isla después de casi cinco siglos, si no pensamos en
una acendrada tradición de reminiscencias matriarcales, como explican algunos
autores como Miguel Rodríguez y Díaz de Quintana, y otras fuentes, y mantenido
durante varias generaciones por el recuerdo de la indudable calidad de unos
parientes dejados allende los mares. No fueron tampoco ajenos a la forzosa
emigración en los tiempos de Antiguo Régimen, y más modernamente, al existir
constancia de su establecimiento en Hispanoamérica avalada por su arraigo y
decidida participación ciudadana en aquellos países. Con posterioridad, la
ininterrumpida descendencia masculina aseguró de manera permanente el apellido
por nuestros lares como la resultante de una indudable
integración que, una vez instalados en la
capital, comienzan a destacar en distintas actividades y entrelazarse con una
incipiente burguesía urbana que comenzaba a despuntar al socaire de una pujante
bonanza mercantil, que comienzan a destacar en la vida insular a partir del
siglo XVIII, con
cierta notabilidad
(aquí tenemos que comenzar con los Doreste Pereyra
, Doreste
Romero
, etc.).
Así, los encontramos participando en todas aquellos foros, sociedades
culturales e instancias institucionales (Gabinete Literario, Colegio de San
Agustín, Teatro, Música, Obras Portuarias [de la Torre Doreste
]) de
carácter abierto y reivindicativas, que entonces proliferaban, con el
denominador común del engrandecimiento de la isla
y en contraposición al aislamiento
y a la asfixiante hegemonía de la única capitalidad
(Divisionistas
).
En la presente genealogía se anota cuidadosamente cuantas actuaciones, méritos
y cualidades, amén de sucesos curiosos, de muchos de sus miembros, parentescos,
y eventos en los que se significaron sin menoscabo ni desprecio a otros
individuos del mismo tronco, que han
llegado hasta nuestros días, y recogidas del acervo bibliográfico con el que
hemos podido contar hasta el momento, no dándolas por cerradas a nuevas
informaciones que, sin duda, irán surgiendo.
En la actualidad, este grupo humano de parientes en un origen, parece no
tener conciencia de tal, dado que se ha producido su lógica desvinculación en
este sentido por imperativos de la modernidad, pero si conscientes de formar
parte del engranaje de ciudadanos volcados en las distintas actividades de
estas islas. Valga este trabajo para intentar reagruparlo aunque sea de manera
nominal. Y, por último, reconocer y agradecer al genealogista Miguel Rodríguez
Díaz de Quintana como artífice y restaurador de la memoria de esta familia de
la que es un verdadero devoto. Se trata entonces de la reseña de ciertos individuos
relacionados con el pensamiento, jurisprudencia, letras, ciencias, arte y
periodismo, con su ascendencia y tronco, conexiones y parentesco, por tanto no
es continuado y por último dado lo difícil de la elección del personaje,
advertimos, remedando la socorrida frase de “no
están todos los que son…” , pero si son todos lo que están.