Ponencia
presentada en el I Encuentro de Genealogía Gran Canaria,
celebrado
en la Real Sociedad Económica de Amigos del País
de
Gran Canaria, el 21 de noviembre de 2014.
Publicada en Ponencias del I Encuentro de Genealogía Gran Canaria, nº 1 (2015), p 115-122. Edit. RSEAPGC y Genealogías Canarias.
Depósito Legal: GC 368-2015.
Publicada en Ponencias del I Encuentro de Genealogía Gran Canaria, nº 1 (2015), p 115-122. Edit. RSEAPGC y Genealogías Canarias.
Depósito Legal: GC 368-2015.
Es
conocida como la Virgen del Pino, nombre que ha llegado a ser tan
popular en la isla de tal manera que muchas jóvenes llevan este
apelativo cristiano.
ELIZABETH
MURRAY. Recuerdos
de Gran Canaria y Tenerife
(1859).
Apareció
sobre la copa de un pino en un día de bendición para esta comarca.
Proviene de ahí su segundo nombre, que llevan muchas mujeres
canarias, y que fuera del país no tiene significado. Nuestras
innumerables Pinos testifican la extendida devoción a la patrona de
Gran Canaria
FRANCISCO
GONZÁLEZ DÍAZ. Teror
(1918).
INTRODUCCIÓN
Una
de las formas más usuales de poner de manifiesto el afecto por una
determinada
imagen o devoción, ha sido la de añadir al nombre del
vástago, el del santo o santa, advocación de María o de Jesús,
objeto de veneración. Así, apelativos como el de «de Candelaria»
o «del Cristo» en la isla de Tenerife, el de «los Reyes» en el
Hierro o de «Guadalupe» en la Gomera, se han unido desde tiempo
inmemorial al nombre de infinidad de niños y niñas. En Gran
Canaria, y particularmente en Teror, el sobrenombre «del Pino»
también llegó a popularizarse hasta cotas importantes, siendo
incontables los párvulos cristianados de esta manera, manifestando
con ello, el especial fervor que sus progenitores profesaron a su
Patrona. Conocer los orígenes de este apelativo, así como la forma
y el contexto histórico en que se produjo su mayor difusión, será
el objetivo de nuestra ponencia.
Como
ya indicó en su momento el profesor Vicente Suárez Grimón,
refiriéndose a la advocación de Ntra. Sra. del Pino de Teror,
generalmente, la historia de esta devoción se ha analizado o
considerado desde un punto de vista teleológico, es decir,
contemplando su pasado en función de lo que ha sucedido después,
dando lugar a considerar que «como la devoción y culto a la imagen
del Pino es el que es, lo lógico es pensar que siempre ha sido
así»1.
Efectivamente, los acontecimientos nos han ido mostrando lo
equivocado de esta última afirmación, pues el progresivo aumento
del culto y posterior conversión en Patrona de la Diócesis
Canariense de la imagen de la Virgen del Pino ―al igual que ha
sucedido con cualquier otra devoción o patrona insular― ha sido
fruto, en este caso, de un proceso iniciado en las primeras décadas
del siglo XVI, momento en que se gesta el relato sobre su aparición
milagrosa. Y prosigue en el siglo XVII, durante el cual la imagen
adquiere el estatus de patrona insular, hasta alcanzar mayores cotas
de popularidad y magnificencia en la decimoctava centuria.
Lo
dicho hasta el momento es de aplicación a la costumbre aún vigente
de añadir al primer nombre de los niños y niñas bautizados, o
anotados en el Registro Civil de Teror, el apelativo «del Pino»
como signo de homenaje y consideración a la Patrona de la Diócesis
de Canarias. La postura tradicional nos llevaría a concluir que se
trata de un hábito que siempre ha permanecido presente entre los
terorenses, e incluso, podríamos pensar que en otros tiempos pudo
haber estado mucho más extendido que en la actualidad. Sin embargo,
a pesar de lo popular y frecuente que resulta ―o resultaba hasta
hace poco tiempo― el empleo de este apelativo cristiano, su
existencia siglos atrás no fue, ni de lejos, lo generalizada y añeja
que cabría esperar.
LA IMPOSICIÓN DE NOMBRES EN LA PARROQUIA DE TEROR (1605-1630)
Al igual que hoy, durante el
Antiguo Régimen, las posibilidades u opciones de elegir un nombre
con el que designar a la criatura recién nacida, eran variadas. En
ocasiones, el neófito era distinguido con el mismo nombre de sus
progenitores o padrinos de bautizo. En otras, eran los nombres de los
abuelos, tíos o cualquier otro familiar allegado, los que inspiraban
la elección. Asimismo, la designación del párvulo podía estar
sujeta a la moda o un momento histórico concreto, ya que también
solía recurrirse a los nombres de los príncipes, reyes o papas
gobernantes. No obstante, fue la coincidencia del alumbramiento con
el santoral, o la presencia de la imagen titular de una parroquia o
localidad, el recurso más empleado a la hora de designar al
cristianado2.
Por lo que respecta a Teror, el estudio de los nombres asignados a
los infantes bautizados en la parroquia, nos es posible gracias a la
consulta de los correspondientes tomos de bautismo, cuyo primer
volumen conservado data del año 1605. De esta manera y tomando como
muestra un periodo de veinticinco años (1605-1630), podemos
certificar lo expuesto más arriba, pues fueron los nombres de la
Sagrada Familia, así como los de santos y santas, apóstoles,
evangelistas y miembros destacados de la Iglesia, los que más se
repiten. Concretamente y por lo que respecta a las niñas, la
nominación más frecuente fue la de María, seguida a gran distancia
por la de Catalina, Juana, Ana e Isabel. Entre los varones el nombre
más utilizado fue el de Juan, por delante del de Francisco,
Bartolomé, Diego, Sebastián y Salvador. Los nombres compuestos, en
especial aquellos que hacen referencia a alguna de muchas
advocaciones con que se venera a la Virgen María, no se registran
hasta bien avanzados los años setenta del siglo XVII3.
EL
APELATIVO «DEL PINO»
En
el caso concreto del apelativo «del Pino», la primera anotación
tiene fecha del 29 de marzo de 1673, tratándose de una esclava negra
adulta, a la que se le asignó el nombre de María del Pino, tal como
reza en su partida de bautizo:
sientos y setenta y tres años, yo Luis Fernández de Vega, cura
deste dicho lugar. Batisé, puse óleo y chrisma a María del Pino,
negra bosal esclaba de doña María Pestana, abiéndola antes
catequisado y instruido en la fe y dotrina christiana. Fue su padrino
el lisensiado don Blas Rodrígues, clérigo de menores órdenes y por
berdá lo firmé. Luis Fernández de Vega
(rúbrica)4.
Por
su parte, la imposición de este sobrenombre a una recién nacida no
se produjo hasta el 17 de septiembre de 1679, mientras que el primer
niño en recibir tal apelativo fue Juan del Pino, bautizado el 11 de
septiembre de 1703. De esta manera, el caso de la esclava y de la
niña, constituyen los dos únicos ejemplos constatados durante el
siglo XVII. Se trata de una cifra realmente pobre, sobre todo si
tenemos en cuenta que en el momento en que se registra el epíteto
aludido, la imagen del Pino ya hacia tiempo que había adquirido el
rango de Patrona de Gran Canaria, a raíz de su primera bajada o
visita a la capital de la isla, en 1607, tal como ha señalado Suárez
Grimón. No obstante, también conviene aclarar que en Teror el uso
de nombres compuestos ―aunque como dijimos, comienzan a anotarse en
el último tercio del Seiscientos― no se generaliza hasta bien
avanzados los años treinta del siglo XVIII, por lo que el hallazgo
de tal denominación resulta en sí mismo bastante inusual. Sin
embargo, conviene aclarar que el registro del apelativo «del Pino»,
aunque anotado por primera vez en 1679, ya era empleado y conocido en
el lugar, por lo que quizá, más que en una difusión en el uso de
los nombres compuestos, tendríamos que pensar en una generalización
progresiva a la hora de anotarlos y llevarlos al papel. De hecho, en
las mismas actas bautismales no es raro que los progenitores figuren
inscritos con nombres compuestos, incluidos aquellos que hacen
mención expresa a la imagen titular de la parroquia o a alguna otra
advocación mariana. Así, ya en 1624 tenemos registrado el caso de
Juan del Pino, padre de Cristóbal. En 1701 a Juan Pérez del Pino,
padre de Manuel. En 1703 a Eugenia del Pino, madre de la párvula Mª
de los Ángeles. Así como a María del Pino, madre de Josefa, que en
1704 figura anotada como vecina de Fuerteventura y residente en
Teror. Lo mismo habría que señalar con respecto a las actas
matrimoniales, pues en éstas también resulta frecuente el registro
de nombres compuestos, constando en 1657 el enlace nupcial entre Luis
Ramos y María Ana del Pino. Sea como fuere, debemos concluir que la
presencia del epíteto «del Pino» fue, además de tardía, bastante
rara durante todo el siglo XVII, y como tendremos ocasión de
comprobar, durante buena parte de la siguiente centuria.
Así,
los primeros veintinueve años del siglo XVIII siguen la misma pauta
que en épocas anteriores, pues sólo serán tres los niños
bautizados de esta manera: María del Pino (18 de agosto de 1707)
hija de Lucía, esclava del capitán don Juan de Quintana y
Montesdeoca y de padre desconocido. El ejemplo ya visto de Juan del
Pino (11 de septiembre de 1703) y María del Pino, bautizada el 8 de
agosto de 1723. Ya en 1730 son tres los ejemplos: Francisca del Pino
(30 de julio de 1730), Francisca del Pino (14 de septiembre de 1730)
y Josefa del Pino (15 de octubre de 1730). A partir de esa fecha, el
promedio de niños y niñas a los que se les añade este sobrenombre
apenas crece, oscilando entre uno (1731, 1733, 1739 y 1741) y cuatro
individuos por año (1744 y 1749) no hallándose ningún caso durante
los años 1732, 1734, 1735, 1742, 1746 y 1750. Por lo tanto, como
podemos observar, hasta la primera mitad del siglo XVIII el uso del
apelativo «del Pino» puede calificarse como de poco común o
frecuente, por no decir excepcional, llegando a constituir en el
mejor de los casos tan sólo un 4% del total de los nombres
registrados. Esta situación permanecerá invariable durante los años
1751 a 1759, momento a partir del cual su uso se elevará de manera
exponencial.
Efectivamente,
a partir 1760 comenzamos a observar un cambio significativo en la
cantidad de párvulos a los que se les añade el sobrenombre «del
Pino». En 1760 y 1761 el aumento es aún moderado, pues el número
de recién nacidos a los que se asigna este apelativo asciende a
siete y ocho respectivamente. Sin embargo, en 1762 ya registramos
trece ejemplos, que aumentan a veinte en 1763, y vuelven a bajar a
doce en 1764. En 1765 la cantidad se eleva a treinta y seis, y en
1766 a veinte y ocho, convirtiéndose el bienio 1767-1768 en el de
mayor crecimiento en el número de casos, pues ya fueron cincuenta y
nueve los niños registrados en ambos años, llegando a constituir el
47,5% y 54,6 % de los nombres anotados durante ese periodo.
La
de «María del Pino» (junto con otras variables como la Mª Ana del
Pino, Mª Micaela del Pino o Mª del Pino de las Mercedes) fue la
nominación preferida por los terorenses que aplicaron este nombre al
de sus hijas. Entre 1725-1775 fue elegido en la gran mayoría de
ocasiones, constituyendo el 74,1 % del total de niñas bautizadas con
nombres compuestos alusivos a advocaciones marianas. Seguida a gran
distancia por el de «Josefa del Pino» (y sus variables Josefa
Antonia del Pino, Josefa Catalina del Pino, Josefa Lucana del Pino o
Josefa María del Pino). Entre los niños fue el nombre de «José
del Pino» (y variables como la de José del Pino de Santo Domingo,
José Antonio del Pino o José Manuel del Pino) con un 48,1 % el más
frecuente.
En
ningún caso se trató de un sobrenombre privativo o distintivo de un
determinado estamento social, ya que los grupos menos favorecidos
también hicieron uso de él. El 5 de abril de 1764, se bautiza a
María Micaela del Pino, expósita a la que, según anotación del
párroco don Lázaro Marrero y Montesdeoca «arrojaron por la noche
entre la mucha gente que ocurrió en la venida de Ntra. Señora del
Pino, que avían llevado a la ciudad en rogativa, sobre una piedras,
a la puerta de un vecino deste Lugar; la qual niña al parecer tenía
dos días, y la remití a los venerables curas del Sagrario». Otro
ejemplo lo constituye el anotado el 31 de diciembre de 1767, con el
bautizo de Silvestre del Pino, hijo de Ángela Traviesa y de padre no
conocido.
En todo caso, el apelativo «del
Pino» fue siempre superior al de otros títulos marianos como el de
la Candelaria, del Rosario, la Encarnación o las Nieves, devociones
que también contaron con sus respectivas imágenes y cofradías en
la parroquia terorense. La Virgen de Candelaria, cuyo nombre fue
empleado por el 2,6 % de los infantes bautizados durante los años
1725-1775, contó con su propio altar y cofradía desde al menos el
año 1620, hasta que fue retirada del culto en 1766 bajo el pretexto
de no disponer de un nicho o lugar capaz para acogerla en la nueva
iglesia que estaba a punto de inaugurarse5.
Por su parte, la imagen del Rosario, de gran veneración entre el
vecindario de Teror, inspiró el nombre del 5,4 % de los párvulos,
también contó con su respectivo simulacro, hasta su retirada del
culto en 1793 por el obispo Tavira, así como con su cofradía creada
en 15996.
Asimismo, la imagen de la Encarnación (2,3 %) dispuso de altar
propio y cofradía desde 1608, año en que se cita por primera vez.
Por su parte, la advocación de las Nieves, cuya nominación fue
empleada por el 3,6 % de los párvulos, ya era venerada en su ermita
del barrio de El Palmar desde los primeros años el siglo XVI. Caso
aparte merece la advocación de Ntra. Sra. de la Concepción, que fue
después de la del Pino, la de mayor presencia entre los nombres
registrados (6,5 %), ya que no contó ni con imagen ni con altar
propio en ninguno de los tres recintos sagrados de la parroquia de
Teror.
Principales
advocaciones marianas y su presencia en los nombres de los párvulos
bautizados en la Parroquia de Teror (1725-1775).
Llegados
a este punto conviene preguntarse por qué se produce este aumento
tan significativo de niños a los que se les bautiza con el apelativo
«del Pino», registrado durante los años 1760 a 1767. El párroco
de Teror, don Lázaro Marrero y Montesdeoca, quien rigió la
parroquia durante los años 1750 a 1769, atribuye el origen de esta
tradición al obispo don Francisco Javier Delgado y Venegas, quien
durante su visita a la parroquia en 1766, anima y promueve su uso:
Mui
de notar es la gran devoción deste Ilustrísimo Señor que
verdaderamente en los muchos pasajes que se observaron en sus
obsequiosas acciones, dieron a entender le avía aprisionado su
reverente corazón esta celestial Señora, de tal forma que parece
que jamás se le apartaba de su memoria ni le sazonaba conversación
donde no se nombrare Nuestra Señora del Pino.
Y aún se lastimaba
de ver que todas las niñas que confirmaba y les avían puesto en su
bautismo el nombre de María, no fuera con el epíteto del Pino, como
más de una vez lo manifestó. Y se extendió este reverente
sentimiento en el lugar, de manera que hasta a los hombres se lo
añaden al nombre que eligen quando los bautizan desde que
percibieron esta noticia7.
En
realidad, como tuvimos ocasión de comprobar, se trata de un proceso
de mucho mayor recorrido. De hecho el aumento en el número de
bautizos en los que se añade al nombre principal el apelativo del
Pino es anterior a la visita del obispo Delgado y Venegas,
concretamente a partir del año 1760, aunque con antecedentes en el
siglo XVII, como ya hemos visto. Asimismo, tanto la aparición como
el posterior incremento de la cantidad de niños y niñas a los que
se les suma el epíteto del Pino, tienen lugar en contexto histórico
que no se puede pasar por alto. El bautizo de la esclava María del
Pino (1673) se produce en un momento donde la imagen del Pino ya hace
tiempo que se ha convertido en la Patrona Insular, a raíz de su
primera Bajada a Las Palmas en 1607. Es en el siglo XVII cuando
datamos las primeras referencias sobre su aparición milagrosa
(Cámara y Murga en 1631, Francisco López de Ulloa en 1646 o fray
José de Sosa en 1678), sus primeras manifestaciones pictóricas
(Francisco de Paula en 1690 y Gaspar Pérez 1695) y cuando comienzan
a anotarse sus milagros (Información
de la caída del Pino
en 1684). Por su parte, en el siglo XVIII, y de forma concreta los
años 1760 a 1767, coinciden con los de la construcción de la actual
Basílica del Pino. Precisamente, el año 1767 (el de mayor
crecimiento en el registro del apelativo objeto de estudio) supuso la
culminación a siete años de duros trabajos que dotaron a la Patrona
de Gran Canaria de un templo digno de su categoría, al que se fueron
sumando desde mucho antes, todo tipo de ofrendas, donaciones y
dádivas por parte de todos los sectores de la sociedad, pero
especialmente de las autoridades civiles y eclesiásticas (Cabildo
eclesiástico y el Ayuntamiento o Concejo de la isla) quienes
encontraron en esta devoción un icono capaz de aglutinar y dar
respuesta a las ansias y aflicciones de los grancanarios, así como
el mejor escaparate posible para hacer gala de su poderío
espiritual, político y económico, dando lugar a frecuentes
conflictos de etiqueta y discrepancias por su preeminencia. En este
sentido, la invitación de Delgado y Venegas a hacer uso del
sobrenombre del Pino, al margen de la visión piadosa y afable que se
pueda tener de tal hecho, supuso uno más de los muchos puntos o
capítulos de un programa auspiciado por el grupo dirigente,
interesado en alentar y estimular, aún más si cabe, el sentimiento
popular de veneración hacia la imagen de la Patrona; junto con la
difusión del relato de su aparición portentosa, así como la
proliferación de episodios y narraciones prodigiosas que otorgaron a
la advocación fama de imagen milagrosa e intercesora ante cualquier
tipo de peligro e infortunio personal o colectivo.
Sirva
como prueba de ese padrinazgo ejercido por la aristocracia insular,
el bautizo del párvulo Salvador Antonio Estanislao María del Pino,
anotado el 6 de agosto de 1766. En la ceremonia, cargada de un fuerte
simbolismo (por tratarse del primer infante que recibió las aguas
bautismales en el recién estrenado baptisterio de la actual iglesia)
participaron en calidad de oficiante y padrino, don Estanislao de
Lugo y Viña (tesorero de la Catedral, gobernador, provisor, vicario
general y mayordomo de la parroquia de Teror) y el coronel don
Antonio de la Rocha, ingeniero y director de las obras del actual
templo. De ambos personajes ilustres, tomará el pequeño Salvador
los nombres de Antonio y Estanislao, a los que se añadió el de
María del Pino, en alusión a la imagen titular de la parroquia:
(Al
margen: Salvador
Antonio Stanislao María del Pino. Este fue el primero infante que se
bautizó en el baptisterio de la nueva yglesia). En el Lugar de
Teror, a seis de agosto de mil setecientos sesenta y seis años, yo
el Licenciado don Stanislao de Lugo y Viña, thesorero dignidad en la
Santa Yglesia, governador, provisor y vicario general deste Obispado,
bautizé, puse óleo y chrisma a Salvador Antonio Stanislao María
del Pino, hijo legítimo de Francisco Naranjo y de Sebastiana Suárez,
vecinos de dicho Lugar. Fue su padrino el coronel don Antonio de la
Rocha, y nació dicho bautizado a cinco de dicho mes, y para que
conste lo firmé. Stanislao de Lugo
(rúbrica)8.
En
todo caso, esta labor de impulso y promoción llevada a cabo por
Delgado y Venegas, ya fue iniciada años antes, aunque de forma más
subliminal, y también menos efectiva, a través de la difusión de
ciertos relatos milagrosos atribuidos a la Patrona de Gran Canaria.
Entre éstos, el episodio de Mustafá, esclavo de don Blas de
Carvajal Aguilar, quien tras resistirse a ser bautizado, termina por
convertirse bajo la denominación de Juan
del Pino:
Pero
de repente, un día al amaneser, inopinadamente comensó a dar voces
por su amo para que lo bautizase, diciéndole que aquella noche avía
estado con él una Señora muí linda, con que estaba el cuerto muí
resplandeciente. I
le dixo que se bautisase i se pusiese Juan del Pino, porque ella se
llamaba María del Pino. I con efecto le echaron agua i a tres o
quatro días se lo llevó Dios para sí.
Experimentando todos este gran prodigio en la ocasión que esta
Imagen Santísima estaba en esta ciudad por cierta necesidad9.
O
el de la religiosa del convento de Santa Clara que adopta el nombre
de Sor María del Pino, en agradecimiento a la imagen del Niño que
porta la Patrona en sus brazos, quien al parecer ayudó a la monja a
mantenerse firme en su fe tras ser capturada a tierna edad por unos
piratas moros, que intentaron inútilmente seducirla a renegar de su
religión:
Pero
aviendo entrado en la yglecia del lugar de Teror, apenas le
descubrieron la imagen, sin preguntarle comensó a dar boces diciendo
que era aquel el niño que le decía en Berbería se mantubiese en la
fe. Por cuia
reverencia esta muger tomó el ábito en el convento de las
religiosas claras de la ciudad de esta Ysla de Canaria, con el nombre
de Santa María del Pino10.
OTROS
EJEMPLOS
en la parroquia de Teror. Citamos aquí los ejemplos de «María de
las Mercedes» y «Vicente».
Del primero, resulta
bastante significativo que su uso se registre y comience a
popularizar a partir del año 1756, coincidiendo con la segunda
visita a Teror en agosto de
ese mismo año, del obispo fray Valentín
Morán y Estrada, devoto de la advocación de Ntra. Sra. de las
Mercedes, patrona de los frailes mercedarios, orden a la que
pertenecía11.
Po su parte, el nombre de Vicente se
anota por primera vez el 14 de abril de 1727, con el bautizo de
Vicente Manuel,
hijo de Bartolomé Pérez e Isabel Sánchez. Precisamente en torno a
esa fecha se produce la llegada y colocación en la iglesia de Teror
de la imagen del santo valenciano. Es más, durante el periodo
comprendido entre el año 1605 y 1726 no se registra ningún caso.
Entre 1727 y 1741 dieciocho casos. Y entre 1741 y 1754 la cantidad se
eleva a 87 casos, momento en que su imagen es trasladada a Valleseco
y se inaugura su ermita en 174612.
CONCLUSIONES
Los
años comprendidos entre 1760 y 1767 fueron testigo de un aumento
espectacular en la cantidad de niños y niñas bautizados con el
epíteto del Pino. Una generalización, que coincide con los años de
construcción de la actual Basílica del Pino y de mayor esplendor
del culto, y que si bien pudo ser fruto de la propia iniciativa de
los terorenses, se vio alentada y promovida por el obispo Delgado y
Venegas, al igual que hiciera años atrás con el nombre de María de
las Mercedes, el prelado fray Valentín Morán y Estrada, o con el
nombre de Vicente, los promotores de su devoción. En definitiva, una
generalización que refleja lo que Velasco Maillo ha dado en llamar
«apropiación del símbolo», y es que el siglo XVIII y de forma
especial el periodo comprendido entre los años 1760 y 1767, supuso
el clímax de un proceso iniciado mucho tiempo atrás, como fue el de
la creciente importancia que el culto a la imagen del Pino fue
adquiriendo entre los grancanarios de a pie, y especialmente entre
sus clases dirigentes, quienes se apropiaron y acapararon su
devoción. En este sentido, el uso cada vez más frecuente del
apelativo del Pino, es reflejo de una fe y religiosidad popular cada
vez más identificada con su Patrona, pero también de un «programa»
orquestado por los poderosos (a quiénes sería injusto no suponer
también un sentimiento y motivación devota o piadosa en sus
acciones) que apostaron por situar a la advocación de Ntra. Sra. del
Pino en la posición de importancia que llegó a alcanzar durante el
siglo XVIII, calificado por el sacerdote José García Ortega como el
«Siglo de Oro» de la devoción.
Desconocemos
la posterior evolución que el apelativo del Pino tuvo en los años
finales del siglo XVIII así como en los siglos XIX y XX, aunque cabe
suponer que su uso fue en aumento, tal como se desprende de lo
anotado por la británica Elizabeth Murray en su libro Recuerdos
de Gran Canaria y Tenerife (1859)
y por Francisco González Díaz en su libro dedicado a Teror (1918)
quienes llamaron la atención de la popularidad de este epíteto no
sólo en Teror, sino también en toda la isla de Gran Canaria.
NOTAS
1
SUÁREZ GRIMÓN, V. Las
bajadas de la Imagen de Nuestra Señora del Pino a Las Palmas
(1607-1815).
Las Palmas de Gran Canaria: Anroart Ediciones, 2007, pp. 23-28.
2
RODRÍGUEZ CALLEJA, J. E. La
población de Arucas y Moya en el siglo XVII.
Las Palmas de Gran Canaria: Servicio de publicaciones y producción
documental de la U.L.P.G.C., 2002, pp.116-120. Del mismo autor:
«Imposición de nombres en Agüimes durante el siglo XVII», en XV
Coloquio de Historia Canario-Americana.
Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria, 2004, 357-374. Y
RODRÍGUEZ CALLEJA, J. E. y VIERA ORTEGA, A. J. La
población de Telde en el s. XVI.
Las Palmas de Gran Canaria: M. I. Ayuntamiento de Telde-Caja Rural de
Canarias, 2007, pp. 72-79.
3
El 27 de diciembre de 1675 registramos por primera vez el nombre de
María del Carmen. ARCHIVO PARROQUIAL DE TEROR (en adelante A.P.T.).
Libro 2 de Bautizos, f. 119v.). el 5 de agosto de 1703 el de María
de los Ángeles (Libro 3 de Bautizos, f. 97r.). El 10 de diciembre de
1707 el de María de la Concepción (Libro 3 de Bautizos, f. 157v.).
El 16 de abril de 1712 María del Rosario (Libro 3 de Bautizos, f.
225r.). Y el 10 de febrero de 1715 el de Lucía de Candelaria (Libro
3 de Bautizos, f. 263r.) entre otros.
4
A.P.T. Libro 2 de Bautizos, f. 91v.
5
GARCÍA ORTEGA, J. Nuestra
Señora del Pino. Historia del culto a la venerada imagen de la
Patrona de Canarias.
Santa Cruz de Tenerife: Librería y Tipografía Católica, 1936, p.
83. El mandato de Delgado y Venegas ha sido reproducido por SUÁREZ
GRIMÓN, V. y SÁNCHEZ OJEDA, F. J. «Los documentos históricos»,
en El
Pino: Historia, tradición y espiritualidad canaria.
Las Palmas de Gran Canaria: Editorial Prensa Canaria, 2002, p. 642.
6
SUÁREZ GRIMÓN, V. Contribución
al estudio de la historia de la enseñanza en Gran Canaria: La
escuela de patronato de Teror (1790-1936).
Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Iltre. Ayuntamiento de la
Villa de Teror, 1990, pp. 71-77.
7
A.P.T. Libro 1 de Confirmaciones, ff. 274v-275r. El subrayado es
nuestro.
8
A.P.T. Libro 6 de Bautizos, f. 173r.
9
Véase a TRUJILLO YÁNEZ, G.A. Los
milagros de la Virgen del Pino de Teror. Imagen y religiosidad
barroca en Canarias.
Las Palmas de Gran Canaria: Anroart Ediciones, 2012, p. 183. El
subrayado es nuestro.
10
Ídem,
p. 159. El subrayado es nuestro.
11
ALZOLA GONZÁLEZ, J. M. «El manuscrito de Fray Juan de Medinilla»,
en Homenaje
a Don Elías Serra Ráfols.
Universidad de La Laguna, 1970, t. I, pp. 149-166.
12
Valleseco era un pago más de Teror hasta su separación política en
1842 y religiosa en 1846. Sobre el proceso de su emancipación véase
a SUÁREZ GRIMÓN, V. Teror
y la separación de Valleseco. 150 Aniversario.
Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Iltre. Ayuntamiento de
Valleseco, 1992.