sábado, 5 de diciembre de 2020

LOS ESPINO CARVAJAL EN LA ALDEA DE S. NICOLÁS. REVUELTAS, NOTICIAS Y CRÍMENES (1670-1920)

WALTHER SUÁREZ ESPINO

Ponencia presentada en el VII ENCUENTRO DE GENEALOGÍA GRAN CANARIA, organizado por Genealogías Canarias y RSEAPGC, el 18 de noviembre de 2020.

 

RESUMEN

Es prácticamente imposible no hallar sangre de los “semidanes” entre los actuales habitantes de La Aldea. Don Marcos de Carvajal y Guanarteme se instaló junto a su esposa Doña Catalina Mendiola a finales del siglo XVII en esta bella comarca del oeste grancanario. Marcos recibiría el nombre y apellido de su abuelo Don Marcos de Carvajal Quintana y Guanarteme , alcalde que fue de Gáldar y tataranieto de Don Fernando Guanarteme, último rey de la isla.

 

Apenas 20 años después de la llegada de los “Carvajal” a La Aldea el matrimonio de Agaete formado por Manuel de Espino y María Massias, arribaría a esta parroquia.

Ambas estirpes protagonizarían durante siglos los sucesos más violentos en la lucha del pueblo aldeano por liberarse del yugo feudal del marqués de Villanueva del Prado.

 

En 1876 Francisco Segura Carvajal y Crisanto Espino, asesinaron a Diego Remón de la Rosa, Juez y Secretario del ayuntamiento del municipio, que al servicio del Marqués se dirigía a la metrópolis a fin dar ejecución a los expedientes de desahucio sobre mas de 200 familias del pueblo.

100 años antes, los bisabuelos de ambos fueron a presidio por motines y revueltas con el mismo trasfondo histórico….

SUMMARY

Practice, in the actually the currents inhabitants of La Aldea  are descendants of ancestral kings of Gran Canaria island, guanarteme o Semidan family. Mr Marcos Carvajal Guanarteme settled with this wife Mrs. Catalina Mendiola at the end of the 17th century in this beatifull region of western of Gran Canaria. Mr. Marcos Carvajal would receive the name and surname of his grandfather Mr. Marcos Carvajal Quintana Guanarteme, mayor who was Gáldar and great-great-grandson of Mr. Fernando Guanarteme, the last King of the island.

Barely twenty years after of the arrival of the Carvajal to La Aldea, the Agaete couple, formed by Manuel Espino and María Massías, would arrive in this parish.

Both lines would star for centuries in the most violent events in the struggle of the villagers to free themselves from the feudal yoke of the Marquis of Villanueeva del Prado.

In the year 1876 Francisco Segura Carvajal and Crisanto Espino assassinated Diego Remón, Judge and Secretary of the municipality, who at the service of the Marquis was going to the metropolis in order to executed  the eviction files on more the two hundred families of the town.

One hundred years their years earlier, their great-grandparents were imprisoned for riots and revolts with the same historical background…

 

Un gran investigador de nuestro pasado, me decía que mientras esperaba en la consulta del médico para ser atendido, la secretaria iba pronunciando los nombres y apellidos de los pacientes que debían ir entrando. Mentalmente y como entretenimiento, trataba de deducir los orígenes mas probables de los susodichos. Pues bien, algo parecido les pasará a los lectores, si les enumero 10 apellidos que entendidos en su conjunto nos guiarán hasta la Aldea. El apellido Espino, el Carvajal, Valencia, Araujo, Melo, Segura, Ramos, Ramirez, Oliva, Montesdeoca y Suárez, entre otros.

Me acercaré a la intrahistoria y orígenes de dos de esos apellidos, porque entiendo que fueron representativos de 300 años  de la historia de la La Aldea, desde su formación y porque también forman parte de mi familia, Los Carvajal y los Espino.

Ambas líneas de apellidos, formaron alianzas constantes durante generaciones, bien por matrimonio, por razones políticas o por intereses económicos en La Aldea.

Si bien en un principio, a finales del XVII los Espino y los Carvajal se alinearon con el todopoderoso Marqués de Villanueva, dueño de facto de todo lo que se conoce hoy como el municipio de La Aldea de San Nicolás, enseguida entendieron que la opresión que ejercía este sobre sus vecinos les obligaba a replantearse estas relaciones si querían garantizar su independencia, y esta, catalizó en una figura que aunó, como luego veremos, todas las voces del pueblo aldeano, la del sacristán Manuel Araujo y Lomba.

El valle de La Aldea estuvo densamente poblada por canarios, hasta la conquista de la isla.

Luego, tras casi 200 años de semi-despoblamiento, se produjo un efecto llamada sobre la población de Gran Canaria.

En el año 1660.

Gente, en su mayoría del interior y norte de la isla, acudieron al valle cuando el marqués de Nava Grimón, convertido ya en el mayor propietario y poseedor de tierras de la zona, otorgó a los nuevos colonizadores un contrato de enfiteusis, que consistía en ceder a perpetuidad el dominio útil de las tierras mediante el pago anual de una pensión o canon.

Cien años antes, en 1548, Jerónimo Grimón, hijo del conquistador de Tenerife Jorge Grimón, dio comienzo a una política de compra de derechos sobre el suelo de La Aldea. Buena parte de estos terrenos procedían de la familia Lugo.

El tronco de la familia Grimón era originaria de Bélgica. Jorge Grimón prestó servicio como mercenario en la toma de Granada a favor de los Reyes Católicos, incorporando en esas batallas las primeras armas de fuego, las espingardas.

A oídos del Adelantado de Tenerife, llegó lo mortífero que resultaba ese armamento de guerra y el desconcierto que producían el uso de esas armas en un combate a campo abierto.

Alonso Fernández de Lugo, se hizo con sus servicios y  lo sumó a la última fase de la conquista de la isla de los menceyes.

No tardó en cundir el desanimo entre las tropas guanches cuando estas se enfrentaban a las acometidas de las avanzadillas del flamenco.

Según cuentan las crónicas Jorge Grimón también fue el encargado de “dar caza” a los guanches alzados tras la anexión de la isla a favor de los Reyes Católicos.

Como compensación obtuvo grandes repartos de tierras en esa isla.

Como decíamos, el vástago del conquistador, Jerónimo Grimón, ávido de acumular tierras, fijó su interés en la isla de enfrente, en la “Canaria” (Gran Canaria) y adquirió enormes extensiones en el valle de La Aldea, comprándoselas a Pedro Fernández, señorino de Lugo, hermano del adelantado. Sin embargo, en la adquisición de estos fundos, no se especificaron linderos ni extensiones, lo que “a la postre” daría origen a “pleitos interminables” y revueltas que durarían centurias.

La situación geográfica del valle de La Aldea, frente por frente a la isla del Teide, posibilitaba una comunicación fluida y rápida por mar. Y desde allí, desde Tenerife, los Grimón feudalizaban el municipio entero.

En los años siguientes, el gran latifundista fue tejiendo, una red de alianzas matrimoniales y económicas con los estamentos locales. 

Y en la tercera generación, Tomás, el hijo de Jerónimo, se convertiría en regidor perpetuo de Tenerife y dueño absoluto del heredamiento de la Aldea. Y su nieto primogénito, en Tomás de Nava y Grimón primer marqués de Villanueva del Prado.


Sentadas estás bases, la historia de La Aldea lógicamente giró entorno a la propiedad y explotación de las tierras, que por momentos fue violenta, y sacudida, como dice el título de esta ponencia, de crímenes, motines y abusos y cuyos ecos aún hoy resuenan.

Como dijimos antes, muchas familias aldeanas se habían revelado contra esta situación, pero el empuje definitivo en la lucha por recuperar la  tierra vendría de fuera. El sacristán y solchantre Manuel Araujo y Lomba, natural de Tuy, en Galicia, y que se  había establecido en La Aldea sobre 1740, con una posición económica y social privilegiada, unió al pueblo en una batalla que duraría casi dos siglos. Araujo, era conocedor de la cultura ilustrada, de las reformas y proyectos reformistas de los monarcas borbones y a este recóndito lugar llevaría su revolución.

Don Manuel Araujo y Lomba había sido dirigente del motín de 1777 y será el principal catalizador del Pleito de La Aldea, para lo cual invirtió capitales que nunca llegó a recuperar. El celebre Sacristán había sido encarcelado en 1773 tras el tumulto popular de 1772; en 1779 impulsó nuevamente el pleito de La Aldea contra el marquesado de Villanueva, a quien le acusaba de robar las tierras a los aldeanos. De Don Manuel Araujo y Lomba, descienden “los Araujo” de La Aldea.

Manuel Araujo, que contrajo matrimonio con una viuda aldeana, supuso un apoyo y punto de inflexión en ambas familias, los Carvajal y los Espino, que les llevaría a una lucha sin cuartel desde el punto de vista jurídico y de amotinamientos que se darían desde mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XX.

Los Espino y los Carvajal y sus descendientes compartieron presidio en dos centurias diferentes. Fueron condenados incluso a la pena capital e indultados por diversos monarcas. Sin embargo con el paso de los años, su ascendencia económica, social y política se fue minando y ya a finales del siglo XIX fueron solo manos ejecutoras de un crimen que cambió para siempre el pleito aldeano, el del asesinato de su secretario y juez municipal Diego Remón. 

El tres veces centenario pleito de La Aldea, concluyó con el célebre decreto ley de 15 de marzo de 1927, quizás el de la primera reforma agraria que se legisló en España, una disposición estatal mediante la cual se expropiaba a los titulares de la finca en litigio o gran Hacienda de La Aldea de San Nicolás y a su vez se vendían sus tierras y aguas inseparablemente a los colonos para que por fin las disfrutaran.

Tras esta introducción, y centrándonos ya en los “Carvajales” y en los  “Espino de La Aldea…volvamos atrás de nuevo, al comienzo…

“Corría el año 1556, y el gobernador de Gran Canaria, Hernando de Manrique, sin guardar orden ni tela de juicio, hizo sentencia por el cual declaró a Don Bernardino de Carvajal y Guanarteme  traidor y a todos los que de su linaje descendiesen hasta la cuarta generación, y juntamente con esto mandó que las casas de su morada fuesen asoladas y puestas por tierra, y puestas en ella, un mármol como casas de traidores que hubieran cometido crimen lesa Majestatis contra las personas de Estado de Nuestro Rey y Señor”.

Aún hoy, en el lugar se recuerda con una cruz en piedra, el histórico suceso acaecido hace casi 500 años, la Cruz de Pineda, en el que Bernardino de Carvajal da muerte a Hernando de Pineda, sobrino del conquistador Jerónimo de Pineda.

La historia dice, que Hernando, al fallecer su tío se trasladó a esta isla para administrar los enormes bienes que poseía su tía política, Doña María de Bethencourt. Tras celebrar enlace con Mariana Díaz de la Mota, su prestigio personal fue en aumento y alcanzó pronto el título de capitán de las milicias de Gáldar, maestre de campo y Alcalde de la Real Villa.

Doña María de Bethencourt, la afligida viuda mantenía con sus familiares Maciot de Bethencourt y Bernardino de Carvajal una gran rivalidad por razón de la posesión de numerosos bienes y derechos.

Pronto estas circunstancias tensionaron el ambiente y Hernando de Pineda ordenó presuntamente acabar con el primogénito de Bernardino al que le dió muerte. Bernardino juró venganza y el 16 de febrero de 1556 mientras regresaban de la toma de posesión del gobernador de la isla se encontraron en el lugar hoy conocido como Cruz de Pineda, no hizo falta más y Bernardino dio cumplida venganza a la muerte de su vástago. Miguel de Trejo.

El día 20 de mayo de 1682 fallecía en La Aldea de San Nicolás, Doña Catalina Mendiola Cabral, (recibiría el nombre de Catalina Mendiola por su abuela paterna casada en 1615 con Melchor Cabral) fue hija de una de las familias mas notables del norte de Gran Canaria, la formada por Don Bernardino Cabral y Doña Margarita Rodríguez Ramos. 

Solo, doce años antes,  Doña Catalina, había contraído matrimonio en Santa María de Guía con Don Marcos de Carvajal y Guanarteme, bautizado en 1647 en la “Ciudad de los Caballeros de Gáldar”.

A Marcos se le impondría, como era tradición, el nombre y apellido de su abuelo, Don Marcos de Carvajal Quintana y Guanarteme, Alcalde que fue de Gáldar y alférez de milicias, bisnieto de la princesa Doña Margarita Fernández de Guanarteme, y por tanto tataranieto de Tenesor Semidán, Don Fernando Guanarteme, último Rey de Gran Canaria. 

El bautizo de Don Marcos de Carvajal y Quintana, se encuentra recogido en el libro primero de bautismo de Gáldar, folio 70 y dice tal cual “Don Marcos, hijo de Alonso de Carvajal y de Antonia Palomares fue bautizado en esta parroquia del Señor Santiago de Gáldar a diez y seis del mes de abril de 1647, fue su padrino Juan de Quintana “el Mozo”, vino a la pila de 30 días nacidos por el licenciado Gaspar Villar.”

Don Marcos de Carvajal y Guanarteme, hubiese pertenecido a esa cuarta generación en portar el infame calificativo de “traidor al Rey y al Estado” si no fuese porque tal injusticia la revocara el Gobernador  y juez de residencia, de la “Canaria” Don Pedro Mexía, un siglo antes, en favor de su bisabuelo Don Bernardino de Carvajal y Guanarteme.

El carácter aguerrido de los Carvajal, les acompañará durante generaciones. Actuarían de facto contra los abusos, pero sin medir el alcance de las mismas, lo que les acarrearía en no pocas ocasiones persecuciones y condenas. Eso si, serían anuladas, a posteriori, una vez entabladas las vías legales o solicitadas las medidas de “Gracia”.

Don Marcos de Carvajal y Guanarteme y Doña Catalina Mendiola contrajeron matrimonio el 26 de abril de 1670 en Santa María de Guía, villa norteña de Gran Canaria, donde nacerían dos de sus vástagos, Bernardino y Mateo junto a los cuales trasladarían su residencia familiar a La Aldea de San Nicolás. Mateo sería el gran transmisor del apellido Carvajal en esa parroquia.

El joven matrimonio debía contar con terrenos derivados de la dote o de herencia o bien ocupar un puesto de administración de los bienes del marqués. 


Apenas 20 años después de le llegada de “los Carvajal” a La Aldea,  arribó a esta población el matrimonio de Agaete formado por Manuel de Espino y María Massías. Esta rama, a la que yo denomino “falsos Espino” porque no tienen su principio en Don Hernando de Espino, traen origen de Juan de Espino que recibe dicho apellido por su tía política Francisca Espino, eso si, nieta esta del Judeo converso Hernando de Espino, conquistador o primer poblador de la Canaria según las fuentes. Así contrariamente a lo que se suele pensar los “Espino de la Aldea” nada o poco tienen que ver con los del resto de la isla.

Juan de Espino, natural de Aguimes había nacido sobre el año 1570 y descendía de las primeras familias que poblaron esa parroquia del sudeste grancanario. En el magnifico libro “Población de Aguimes, en los 100 primeros años del Señorío” (1481-1580) de Rafael Manuel Rodríguez de Castro y Luis García Correa, se describe de manera muy pormenorizada la ascendencia de Juan.

Sobre la descendencia de Juan de Espino que terminarían  arribando poco mas de un siglo después a la aldea, el paso fue de dos generaciones en Telde, con Margarita Ortiz Espino y su hijo Gregorio de Espino y una posterior y a continuación en Agaete en la que Manuel de Espino junto a su esposa se trasladaría a la Aldea. 

Llegados a este punto, y antes de proseguir quisiera hacer un inciso sobre un Marcos de Carvajal que tuvo presencia en La Aldea con anterioridad a la llegada de Marcos de Carvajal y Catalina Mendiola. 

“Unos pocos años antes, en 1640, otro Marcos de Carvajal, muy probablemente descendiente de la segunda línea de la familia Carvajal de Extremadura avecindada en Gran Canaria, perdió parte de la posesión de sus tierras en la Aldea por un litigio a favor del Marqués de Villanueva, en virtud de sentencia dictada por la Real Audiencia de Canarias en 1644. Está resolución, dió comienzo a  un periodo de conflictividad social que duró casi tres siglos, al que se le denominó “Pleito de la Aldea”.”

 

Retomando la línea argumental donde la dejamos; Marcos de Carvajal  y Catalina Mendiola se trasladaron junto a sus hijos a esta bella pero alejada comarca de la metrópolis, perpetuando el apellido Carvajal en la Aldea de San Nicolás hasta bien entrado el siglo XX.

Sería Mateo, el hijo nacido en la villa de Guia el año de 1673 quien perpetuará la estirpe de los “Semidanes” en La Aldea de San Nicolás, contrayendo en 1697 matrimonio con Francisca de Vera Melo en la parroquia de Tejeda (recordemos que la Aldea no será parroquia hasta 1742 y los casamiento deben hacerse en esta parroquia del interior de la isla o en la ermita de La Aldea y anotarse el matrimonio en Tejeda) enlace que fue inscrito en el libro 2º folio 1º vuelto de esa iglesia:

“En este lugar de Texeda en 5 días del mes de mayo de 1697, el párroco Lucas Espinoza párroco de Texeda asistido de  Fray Salvador, agustino, casé in facie ecclesiae y velé a Mateo de Carabajal (Carvajal) y Mindiola hijo de Marcos de Carvajal y Catarina Mendiola (vecinos de La Aldea de San Nicolás), con Francisca de  Vera Melo, hija de Melchor de Vera y Leonor Ramos, (vecinos estos de La Aldea de San Nicolás), sus testigos fueron Sebastián Herrera (Sacristán), Antonio Sarmiento y Esteban. Fray Marcos, capellán de La Aldea certificó que no había impedimentos para esta boda”.

Mateo de Carvajal, heredaría el espíritu de sus mayores en las luchas contra los abusos de los poderosos, dejando tras de si una descendencia a la que impregnó su cariño por esta tierra como iremos viendo.

Mateo, fue alcalde de La Aldea en el año 1700 y tuvo junto a su esposa, una descendencia bastante prolífica: María, Nicolás, Catalina, Leonor, Juan (otro Juan), José, Antonia y a otra María en 1720.

Su esposa Francisca de Vera Melo, estaba bien posicionada tanto social como económicamente. Procedía de la familia Melo, (instalados en la zona y procedentes de Agaete desde 1653) propietaria del enorme cortijo de Tocodomán en La Aldea, el otro gran latifundio junto al del marquesado y con el que rivalizaba.

Los hijos de este matrimonio, ayudarían a fijar el apellido Carvajal en la Aldea; así, Nicolás con su dos hijos, Maria del Carmen y Gregorio; José, con Francisco, Antonio y Mateo; pero quien lo perpetuaría con su gran descendencia sería la hermana de los anteriores, Leonor de Vera Melo Carvajal, bautizada en la parroquia de Tejeda, como consta en el libro segundo, folio 118 vuelto de bautizos de dicha parroquia.   

Leonor de Vera y Carvajal contrajo matrimonio con José Espino Cubas, en La Aldea de San Nicolás el año de 1734, pero constaría anotado en el libro 3 de matrimonios folio 34 de la parroquia de Tejeda, según se recoge literalmente: 

“En el lugar de San Nicolás de Tolentino en 3 días del mes de abril de 1734, Pedro de Ortega y Almeida, cura párroco de Arucas, con autorización, casé in facie ecclesiae y velé a José Espino hijo de Manuel Rosario Espino y María de Cubas Macías, con Leonor Vera, hija de Mateo de Carvajal y Francisca Vera, sus padrinos fueron Cristóbal Espino y Antonio Ortega”.

Como iremos viendo, esta alianza entre los “Carvajal” y los “Espino” se seguiría dando durante siglos, no solo para formar vínculos matrimoniales, sino también para hacer frente a un enemigo común, el marquesado de Villanueva del Prado, llegando al punto de compartir presidios en centurias diferentes por hechos relacionado con el Pleito de La Aldea.

Este matrimonio tuvo al menos 7 hijos entre los años 1736 y 1752 algunos de los cuales constaron inscritos en la parroquia de Tejeda y otros en la de la recién creada de La Aldea.

Esta descendencia, adoptaría en su relaciones con los demás, el apellido Espino, otra veces el Carvajal e incluso el apellido Melo, pero por sus venas correrá como por casi todos los habitantes actuales de La Aldea la sangre del Guanarteme…

Fue, Mateo de Carvajal, bautizado el 11 de julio de 1736, el segundo hijo de la pareja.

Mateo que contrajo matrimonio en La Aldea con Úrsula Rodríguez, en el año 1767, fue una figura fundamental dentro del reinicio del “pleito”. Los siguientes pasajes fueron extraído de los libros “La Historia de La Aldea de San Nicolás” y “El Pleito de La Aldea: 300 años de lucha por la propiedad de la tierra”, obra del insigne investigador y cronista de La Aldea de San Nicolás, Francisco Suárez Moreno  donde podemos leer lo siguiente:

El suboficial de milicias Mateo de Carvajal fue durante casi 20 años un destacado dirigente aldeano en la lucha contra el marqués.

Su familia procedía de los primeros colonizadores de La Aldea y aparece implicada en los primeros pleitos y amotinamientos contra Grimón.

Matheo descendía de un hidalgo de Gáldar establecido en La Aldea a mediados del siglo XVII. Ocupo los cargos municipales de síndico, fiel de hecho y diputado de los vecinos para agenciar el “Pleito”, aunque al principio de este lo encontramos aliado con el marqués, cambiando de actitud después de 1783. A la muerte de Antonio Valencia, Manuel Araujo y otros, se convirtió en el primer paladín de la causa. Disfrutaba dentro del Mayorazgo un cercado en La Marciega (El Prado) entregado personalmente por el VI Marqués, Alonso de Nava, en la visita que este realizó a la Aldea, en el mes de julio de 1782, tras quitárselo a la parroquia, probablemente en pago a los servicios que en aquel momento prestaba a la “Casa” como repartidor del agua de las acequias y sobretodo por su fidelidad en un momento difícil como lo era el inicio del pleito. Había comprado derechos de posesión de una finca situada en los Cercadillos, dentro del mayorazgo y la había ampliado sobre el barranco principal. Al igual que Antonio Valencia , Mateo Carvajal, aparece después de la presencia en La Aldea del administrador Fulgencio Melo en todas las acciones litigiosas contra la “Casa”; firmando poderes notariales; en el tumulto de 1786, que terminó confiándolo en el penal de Ceuta y, por ultimo se sitúa en los años 1789-1797 como agente principal del Pleito.

La desobediencia a la Sentencia del Tribunal de Real Audiencia de Canarias en relación con el titulo de propiedad que justificaba a esta a favor del Marqués supuso la pena de 6 años de reclusión para el alcalde de La Aldea, Antonio Ramos y de 4 años, para el síndico Mateo de Carvajal, 4 años de presidio también para el apoderado del común Cristóbal Espino y para Juan Vicente Araujo y de destierro para el sacristán Manuel Araujo y Lomba.

El confinamiento en el penal de Ceuta, donde iban los condenados a cadena perpetua y los presos políticos, no dejaron maniatados al alcalde y al síndico, ya que redactaron el 15 de octubre de 1787 un extenso memorial dirigidos al Rey, donde explicaban su situación como representantes del pueblo, la de sus familias y la de sus vecinos en su lucha contra el marqués de Villanueva del Prado, pidiendo en definitiva un indulto real. En efecto, este memorial, fue estudiado en la Sala de Gobierno del Consejo de Castilla, el 13 de octubre de 1788 y el 10 de noviembre siguiente, una real orden no solo indulta a estos presos, sino que apoya el reinicio del pleito contra el marqués de Villanueva del Prado e insta al fiscal que coadyuvara en el interés del pueblo en todo lo probable y justo. En consecuencia, los indultados regresaron a canarias con el correspondiente salvoconducto y con la Real orden de 10 de noviembre de 1788.

En el penal de Ceuta cumplirían condena 100 años después tres aldeanos por el asesinato del secretario y juez del Ayuntamiento de La Aldea, mano ejecutora del marquesado. Si bien en un principio fueron condenados a muerte, varios indultos reales conmutarían esa pena. Curiosamente, dos de ellos serian bisnietos,  uno de Mateo de Carvajal, y el otro de Cristóbal Espino. 

El matrimonio formado por Mateo de Carvajal Cubas Espino y Úrsula Rodríguez, engendró al menos a seis hijos que fueron inscritos en el libro 2 de bautismos de La Aldea.

Sería Nicolás, quien recogería el testigo de su padre en la lucha del pueblo aldeano contra la “Casa de Nava”.

Llevaba el “pleito” unos años parado  y la muerte de líderes como el capitán de milicias Antonio Valencia y el sacristán e ideólogo Manuel Araujo o del propio Mateo de Carvajal, necesitaba de un impulso, y este llegó en el año de 1808 a través de la figura de su hijo Nicolás de Carvajal, quien influenciado desde su niñez  por el carácter combativo de su padre en la lucha a favor del pueblo aldeano contra la “Casa de Nava” lideraría el famoso motín de 1808.

Nicolás de Carvajal, junto a Cristóbal Llarena, Perera y otros, se adentraron en las propiedades del marqués y las tomaron, violentando la vivienda principal con rotura del escudo de esta e iniciaron el reparto de las tierras, de los granos y de las aguas del latifundio. Secundaron y protegieron la acción, el alcalde, el jefe de milicias local y el párroco.

La maniobra pudiera parecer temeraria, pero los aldeanos tenían a su favor a la Real Audiencia y al Cabildo Permanente, que aprobó tácitamente la acción de los aldeanos contra el marqués de Villanueva, de naturaleza y vecindad en Tenerife, con quien mantenía una agria disputa de influencias.

Sin embargo la llama de este levantamiento y la ocupación de tierras, se extendió a los municipios de Moya, Firgas y Teror, usurpando sus gentes los terrenos baldíos de Doramas.

Ante esos hechos, la Real Audiencia insto a los amotinados a abandonar las ocupaciones y regresar al camino judicial del pleito, prometiendo inmunidad a los amotinados si así lo hacían y asegurándoles imparcialidad y justicia.

Los dirigentes aldeanos, acataron la decisión y “el pleito” recibiría un nuevo impulso, los amotinados de los demás pueblos fueron condenados.

Sin embargo, el “pleito judicial” se volvió a parar en 1814, para reanudarse en 1817 con una gran decepción para los colonos, puesto que la Audiencia vuelve a fallar a favor del marqués confirmando la posesión y la propiedad de las tierras en litigio.

“Contra de todo pronóstico” esta sentencia lejos de producir un nuevo levantamiento vecinal lleva a un periodo de tranquilidad social de 60 años, muy probablemente por la emigración a América y cierta prosperidad económica. Sea por lo que fuere la vuelta a la conflictividad, cual volcán durmiente, retorna en el año de 1868.

A pesar de la aparente paz vivida, en la memoria del pueblo, siempre se dio por hecho que el marqués se había apropiado ilegalmente de estas tierras por las que venía exigiendo un canon perpetuo a sus poseedores.

En 1837 se creó el juzgado municipal de San Nicolás dependiente del principal de Guía, lo que supondría un nuevo instrumento al servicio del marquesado, pasando a controlar por la vía judicial directa cualquier desviación de los arrendatarios, ya que al frente del mismo se situaría una persona de confianza de la “Casa Nueva”.

Esta circunstancia y la inscripción de “La Hacienda Aldea de San Nicolás” en el recién creado Registro de la propiedad de Guía a favor del marqués, sería el caldo de cultivo para la llegada del momento más turbulento de la azarosa historia de la comarca.

Al aumento de los desahucios sobre los medianeros a partir de 1872 por supuestas extralimitaciones  y desobediencias, le siguieron sabotajes  e incendios contras las propiedades del noble.

La presión aumentó en los meses siguientes y muchos de los contratos vigentes desde siglos atrás fueron transformados en otros mas onerosos para los arrendatarios, la tensión se percibía por todos los rincones del municipio.

Tampoco ayudó la toma de posesión del nuevo alcalde, Marcial Melián y Chiappi, socio y administrador del marqués. Marcial Melián, creó una administración municipal afín, seis de los ochos miembros de la corporación eran criados suyos. Y para rematar el control sobre todo el valle, dispuso que el nuevo secretario y juez municipal lo ocuparía Diego Remón de la Rosa, de 42 años, con conocimientos de organización administrativa y vecino de Santa Cruz de Tenerife.

Diego Remón se trasladó junto a su familia a la Aldea, y ofreció al pueblo de manera desinteresada sus conocimientos en medicina.

Sin embargo, como bien recoge Francisco Suárez Moreno en sus libros, su función dentro de la administración local iba dirigida a una mayor presión recaudatoria, cuyo impago el mismo judicializaba.

Nunca antes los tres poderes del estado habían confluido en una sola persona para someter a un pueblo que ya tenia conciencia de tal.

Para más “inri”, el cobro de las contribuciones (impuestos) de las que se nutría el estado quedaba ahora en manos del ayuntamiento quien determinaba la cuantía de cada arrendatario. Por supuesto estas aumentaron con la nueva gestión.

Los aldeanos se opusieron al pago de este impuesto así como de otros propios de la Hacienda local. La desobediencia fiscal fue absoluta…

La tensión crecía por momentos, los ánimos estaban muy encrespados, por lo que Diego Remón solicitó el auxilio de la fuerza pública para el cobro de la contribución y sus embargos, así como para notificar una cantidad ingente de desahucios a los medianeros, hasta 165 procedimientos que afectaban a otras tantas familias. 

El 19 de marzo de 1876 el alcalde y el secretario programaron su salida de La Aldea para llevar al Juzgado de Guía todos los expedientes de embargos, desahucio y ejecuciones.

El alcalde salva milagrosamente la vida, al anticipar su salida, pero el Juez y secretario del ayuntamiento no tuvo tanta suerte. Crisanto Espino, Alejandro Jorge y Francisco Segura Carvajal, le dieron muerte con arma de fuego en el viejo camino de Tirma que conducía al pueblo de Agaete.

Francisco Segura Carvajal, era bisnieto de Mateo de Carvajal y nieto de Vicente de Carvajal, hermano de Nicolás, cabecilla del motín de 1808, que como vimos tuvieron un papel principal en la lucha por las libertades y derechos de los aldeanos.

De la mano, se encontraba Crisanto Espino, bisnieto de Cristóbal Espino, preso en el penal de Ceuta junto a Mateo de Carvajal por coliderar la revuelta en el tumulto de 1786.

Caprichos del destino, los bisnietos de ambos dirigentes coprotagonizarían el suceso más sangriento del eterno “Pleito” con la muerte del secretario. La diferencia es que ahora serían mano ejecutora y no ideólogos o letrados como sus ancestros.

Condenados a muerte en un primer momento, consiguen gracias a la presión social de todo el pueblo canario, que la pena se conmutara por la de cadena perpetua.  Cumplirían en el presidio de la fortaleza del Hacho en Ceuta, donde se recluía a los convictos más peligrosos del país y donde estuvieron también  sus bisabuelos. 

Tras casi 30 años de trabajos forzados en el penal, el rey Alfonso XIII les concede la libertad, Alejandro Jorge fallecería en el peñón.

Este trágico suceso aceleró el final del eterno pleito de la aldea. El marqués de Nava Grimón, acuciado por las deudas, traspasa la extensa propiedad junto a sus medianeros a la familia Pérez Galdós en la que el celebre escritor interviene de manera activa. Sin embargo los nuevos propietarios y en contra de lo que se podía pensar el cambio de “manos” de nobleza a burguesía urbana no alteraría la política de desahucios y caciquismo llevada a cabo en el pasado.

Una nueva rebelión se gestaría en el año 1911, enardecidos desde el púlpito por el cura Juan León Llarena (de naturaleza aldeana) el cual pronunciaría la famosa frase “antes saldrá el sol por la noche; antes nacerá por el mar y se pondrá por la cumbre que La Aldea dejara de ser de los aldeanos”.

A partir de ese momento, los colonos constituidos, dejarían de entregar las rentas de su trabajo a los Pérez Galdós.

Pronto, esta alta burguesía, comprendió, que la explotación de la Hacienda de la Aldea no iba a ser nada pacífica por lo que acceden a vender las distintas parcelas a sus legítimos poseedores. El cura León entiende que es un acuerdo bueno para el pueblo y algunos acceden pero la mayoría, seguía defendiendo la interpretación dada por sus antepasados durante generaciones, de que no existía título que legitimara tal derecho. El pueblo no iba a admitir un arreglo en que la propiedad impusiera las condiciones, aparentemente muy ventajosas.

El cura León Llarena se lamentaba de la falta de arreglo. Los Pérez Galdós se cansan del pulso al que fueron sometidos por los aldeanos, por lo que el clérigo y un socio capitalista proponen comprársela ellos mismos al idéntico precio que pagaron, 500.000 ptas., consumándose así la venta.

Los nuevos propietarios ofrecen ahora las tierras por 650000 ptas,  y advierten que si el mismo no es aceptado reemprenderían los desahucios. Así, el cura León Llarena, pasó de ser incitador contra los Pérez Galdós a sustituto de los mismos en la propiedad discutida, abandonando la lucha social que el mismo había promovido e intentando sacar provecho económico a costa de sus vecinos.

Con el presbítero al frente, los desahucios se sucedieron y los aldeanos nuevamente obstaculizaron los mismos.

Se pidió auxilio a la gobernación para poder llevar a cabo los desahucios y lanzamientos y una compañía de 50 hombres a caballo de la guardia civil fuertemente armada se instaló en el valle para proteger a los propietarios en las ejecuciones judiciales.

El cura miraba por sus intereses y defendía su acción tachando de “revolucionarios comunistas” a los colonos.

Con lo que no contaba el antiguo párroco aldeano es con la nueva estrategia que acababan de acometer descendientes de los Araujo y los Melo.

Se trataba de una acción combinada y “escaldados” por la justicia durante siglos, ahora apuntaban también al ejecutivo, al gobierno de la nación. Eufemiano Araujo se personó en el Tribunal Supremo y su hermano Salvador Araujo se desplazó a Madrid para presionar sobre la causa, pidiendo citas hasta ser atendido por el dictador y nuevo presidente de la nación el general  Miguel Primo de Rivera.

El general no entendió la causa como un elemento subversivo comunista, y vio en su intervención la posibilidad de dar prestigio a su gobierno, interviniendo en cuestiones socio agrarias que afectaban a un pueblo de humildes campesinos que se encontraba lejano y aislado.

Miguel Primo de Rivera se comprometió personalmente a resolver de una vez por todas un conflicto que duraba ya varios siglos, sería una resolución “manu militare” obedezco y mando y la sombra de la expropiación planeaba sobre toda la Hacienda.

El 14 de febrero de 1927, se dio un hecho histórico en las islas,  a bordo del correíllo de la palma y escoltado por un buque de guerra el ministro de Gracia y Justicia, Don Galo Ponte, hizo acto de presencia en la playa de La Aldea y a lomos de un camello, se desplazó hasta la plaza del pueblo presto a escuchar a las partes y poner fin al litigio. Ahora la solución quedaría en manos del ejecutivo español y no habrían más recursos ni pleitos. 

Sin embargo, pese al éxito de la empresa, había por ultimo que convencer al ministro, por lo que se encomendó al  abogado Juan Bautista Melo (Último y honorable portador del apellido Melo en la isla, quien hubo de preparar el discurso definitivo). Fue todo una sorpresa, un niño de corta edad memorizó y ejecutó perfectamente el relato preparado por el letrado. Con voz alta, clara, serena y seria resumió el acontecer de 300 años de La Aldea.

La oratoria conmovió al mas duro de los presentes, al propio ministro las lagrimas le corrían por sus rojizas mejillas y alzó la voz para decir “ Pueblo de San Nicolás, me ha bastado recorrer el camino desde la playa hasta esta plaza y oír y ver lo que he oído y visto para comprender que la grave cuestión afecta a todo el vecindario, voy a presidir las ultimas conferencias para tratar de llegar a un acuerdo entre propietarios y colonos, y si no llegamos a el, el gobierno decidirá lo procedente…pero quiero desde luego hacer publico que cualquiera que sea el acuerdo no tendrá por consecuencia de que el honrado vecindario de San Nicolás tenga que emigrar, ni siquiera de que sea privado de sus medios de sustento.”

Ante la imposibilidad de expropiar bienes privados para fines sociales (solo eran posible expropiar los bienes reales o de los municipios), el gobierno de la nación, en sesión reunida el 6 de marzo de 1927 acordó la compra por el estado de la finca en litigio por 505.000 ptas. (su tasación era de al menos 40 millones que era lo que exigían al final los propietarios) así como de todas las aguas que las regaban.

El propio dictador a la salida del consejo manifestó complacido “hemos resuelto definitivamente el pleito de la aldea”.

El decreto ley de 15 de marzo de 1927 fue recibido en La Aldea con júbilo. El estado, compraba los derechos de las aguas de la cuenca de la Aldea y traspasaba por un justiprecio tierra y agua a los colonos que la habían poseído históricamente. Las numerosas fincas se inscribieron en el registro de propiedad de Guia en 1928 y el pleito había llegado ahora si, a su final.

El estado como legítimo propietario transmitía las tierras junto a sus aguas, a aquellas familias que durante muchas generaciones las habían trabajado.

450 años después de la conquista, esta parte del territorio volvía a estar en manos de descendientes del Guanarteme de Gáldar, de quien diría que es imposible a día de hoy no encontrar un tronco común en los aldeanos por lo que no corra sangre de los semidanes.

De aquella lucha, nos queda el apellido Araujo, Espino, Valencia, y otros a los que aquí no he podido dedicarles tiempo. También lamentamos la desaparición de los Carvajal y los Melo, en los que predominaban nacimientos de la rama femenina con la consiguiente pérdida de su trasmisión….

Por último animar a la lectura del bello libro “El pleito de La Aldea, 300 años de lucha por la propiedad de la tierra” del escritor y cronista del municipio Don Francisco Suárez Moreno, en el cual me he apoyado en este artículo. También agradecer al Archivo Histórico Diocesano y al Histórico Provincial la ayuda prestada, así como a otros compañeros investigadores, sin cuya ayuda este artículo no hubiese salido a la luz…

 

A fin de completar la ponencia que habría de celebrarse en la Real Sociedad Económica Amigos del País de Gran Canaria, con sede en Vegueta en Las Palmas de Gran Canaria el 18 de noviembre de 2020 me gustaría a continuación pormenorizar la línea ascendente de los “Espino de La Aldea” partiendo de  mi propia familia, la cual se desgajó a mediados del siglo XIX del tronco aldeano.

1º) JUAN ESPINO DÍAZ.  Mi bisabuelo, nació el 9 de noviembre de 1883 en los Palmitales de Guía y fue bautizado el día 15 del mismo mes. Hijo legítimo de Mamerto Guillén y María Díaz Bolaños. Sus abuelos paternos fueron José Espino y María Guillén y los maternos Baltazar Díaz y Josefa Bolaños. Su padrino fue Isidoro Castellano.

Juan era vecino del Junquillo en Guía, cuando contrae matrimonio a los 24 años de edad con María del Carmen Castellano Felipe, de 20 años y vecina del Palmital, hija a su vez de Bartolomé Castellano Moreno y María del Carmen Felipe Almeida. El enlace tuvo lugar en la parroquia de Nuestra Señora de Guía el 19 de agosto de 1908, siendo testigos del enlace Manuel García Jiménez y Vicente Aguiar.

 La vinculación de la familia con el Palmital viene de muy atrás, tendríamos que remontarnos a la época de la conquista, pero eso es algo que luego trataremos.

Juan tuvo como hermanas a Leandra Guillén Díaz, a María Guillén Díaz, a Manuel Espino Díaz y a Teresa Espino Díaz. Todos los hermanos procedían de los mismos padres, pero se apellidaban de manera distinta y ello fue así porque, cuando

2º) MAMERTO GUILLÉN nace es bautizado solamente con el apellido de su madre, “Guillén”, por María del Carmen Guillén Sosa, ya que el padre del recién nacido aún no había contraído matrimonio con su madre.

Recibe este nombre por haber nacido el 11 de mayo, que en el santoral está dedicado a San Mamerto de Vienne.

Mamerto, figura en su partida de bautismo, fechada el 12 de mayo de 1855 en Guía, como hijo natural de María del Carmen Guillén y padre no conocido, vecina esta de Guía en el pago del Junquillo (Montaña Alta) y nieto de José Antonio Guillén y Juliana Sosa Padrón.

Sin embargo, he de aclarar que en esa época los hijos fuera del matrimonio constaban de esta manera en los sacramentos bautismales, aunque fuera público y notorio quien era el padre. Mamerto contrae matrimonio el 8 de enero de 1877 en Guía con María Díaz Bolaños en Montaña Alta, estando difunta su madre y constando aún como hijo de padre desconocido.

Mamerto es hijo de

3º) JOSÉ MARÍA DE LOS DOLORES ESPINO SÁNCHEZ, bautizado el 25 de marzo de 1826 en La Aldea. José, contrajo matrimonio diez años antes del nacimiento de nuestro ancestro Mamerto con la majorera María Candelaria Rodríguez Cabrera, en la Iglesia parroquial de Guía, en Montaña Alta. Con su primera esposa tuvo al menos una hija, llamada María Dolores nacida el 4 de enero 1854, esto es, un año antes de que naciera Mamerto.

Por entonces los padres de José, los aldeanos Tomás Agustín Espino Mendiola y Bárbara María Sánchez, se habían trasladado al pago de Montaña Alta con sus hijos, tal y como se desprende de la partida de matrimonio de José “en 21 de abril de 1845, José María de los Dolores hijo legítimo de Agustín Espino y Bárbara Sánchez naturales de la Aldea de San Nicolás y vecinos de esta villa en Montaña Alta”.

En 1855, como ya dijimos tuvo como hijo a Mamerto pero no pudo darle su apellido porque no había contraído matrimonio aún con María del Carmen Guillén Sosa, probablemente porque todavía no era viudo. Cuando su primera esposa fallece celebra esponsales con la madre de Mamerto el 23 de abril de 1856 en Guía a las 8 de la mañana por palabras de presente, esto es, 11 meses después del nacimiento de su vástago.

Pues bien, es después del nacimiento de Juan Espino, cuando el apellido Espino ingresa en nuestra familia.

Tenemos que decir en honor a la verdad que el apellido Espino no casaba en las parroquias de Guía ni de Moya, su existencia era residual. 

La defunción de José, a día de hoy, sigue envuelta en el misterio, es muy probable que partiera hacia América y allí falleciera, tal y como reflejan muchas de las partidas de bautismo de sus nietos, que señalaban que el abuelo paterno, José Espino, se encontraba ausente en América. Fuentes orales de la familia situaban su óbito en una cornada de una “bestia”, pero en este punto pudo haber una confusión con la muerte de un Castellano, la del célebre Juan “el indiano” que si falleció de aquella manera.

A modo de teoría, me gustaría proponer la siguiente:

En primer lugar, debemos tener en cuenta que José María Espino, casó dos veces en Montaña Alta, bautizó una hija en La Aldea en 1854 de su primera esposa y a nuestro ancestro al año siguiente en Santa María de Guía, enviuda y casa con la madre de Mamerto. El 30 de diciembre de 1858, el matrimonio bautiza a su segundo hijo (tercero de José María), es este caso una niña a la que dan por nombre Dominga Dolores y que es bautizada en La Aldea, siendo bastante probable que el matrimonio ya se hubiese establecido en San Nicolás de Tolentino, porque el nacimiento de la pequeña es solo diez días antes del bautismo, y porque acudió como madrina de la misma su tía materna, María José Guillén (que ya lo fue de Mamerto en el suyo).

Y después de sucedido esto, el apellido Espino desaparece de los altos de Guía (por no decir en toda Moya y Guía), hasta que mi bisabuelo Juan Espino lo retoma en su bautizo (no así sus hermanas mayores Leandra y María).

Pienso que lo que pudo ocurrir es que poco después del nacimiento de su segunda hija en 1858, parte hacia América sin arreglar el expediente eclesiástico de reconocimiento de paternidad del primero de sus hijos nacido antes de las nupcias. Una vez que regresa de América y en su testamento o por escribanía publica formalizaría un reconocimiento de paternidad en el mismo año que nace mi bisabuelo, esto es en 1883.

¿Pero qué vinculación tendría con Montaña Alta los padres de José como para trasladarse con toda su familia desde La Aldea?. Seguramente tendríamos que mirar a su madre, Bárbara Sánchez, hija de Josefa Almeida que, aunque nacida en La Aldea en 1756, su apellido es de prevalencia en los altos de Guía y de Moya. O pudiera ser que durante el conflicto social de 1847 hubo un efecto llamada en la zona, ya que los vecinos de los altos de Guía se adentraban a roturar terrenos en la Montaña de Doramas, tierras realengas pertenecientes al Estado y ocuparlas para si.

Lo cierto es que se tratan de tiempos muy difíciles, las plagas de cigarras de 1812, la hambruna de 1847 o la epidemia de cólera morbo de 1851 con mas de quinientos muertos en la comarca en tan solo un mes, obligaron a los Espino como a tantas otras familias a buscar permanentemente un lugar donde se diesen las condiciones para cuidar de su familia.  

Para no extendernos más en elucubraciones, si quisiera llamar la atención en un hecho notorio en el que estuvo relacionado la familia de José Espino, en concreto su sobrino.

En un principio dude si incluirla o no en estos “apuntes”, pero estoy seguro que les resultará interesante conocer unos acontecimientos que generaron ríos de tintas en los ámbitos jurídicos y sociales de finales del siglo XIX, en el marco del celebérrimo pleito de La Aldea y en el que tuvo un papel fundamental un personaje que aún hoy es leyenda en ese municipio, se trata de la figura de “Cho Santos” tal y como se le conocía. 

Su nombre era Crisanto Espino, primo hermano de Mamerto.

Bibiana Espino, hermana de José Espino (ese mismo nombre recibió una de las hermanas de mi abuelo Pablo, que había nacido en 1912 y que falleció de niña), dió a luz a un varón como madre soltera el 14 de diciembre 1848 en La Aldea al que le puso por nombre Crisanto. Santos, como fue conocido, era seis años mayor que Mamerto, mi tatarabuelo, con el que con total seguridad compartiría juegos en Montaña Alta de Guía, primero siendo aún niño, y después en la Aldea en el Pago de los Cardones donde se había trasladado junto a sus padres desde la Villa de Guía.

Como antes ya vimos, en el año de 1876 la Casa de Nava-Grimón empezó a realizar los desahucios masivos contra los medianeros perpetuos de La Aldea, el pueblo conspiró para atentar contra el cacique de turno, el Marqués de Villanueva del Prado que controlaba todo a través de sus administradores, incluida la Alcaldía y la Justicia.

Por ello se convino que la única manera de acabar con aquel despropósito era terminando con la vida del alcalde, del secretario del Ayuntamiento y del Juzgado municipal Don Diego Remón de la Rosa, que se habían vendido a los intereses del Marqués. Uno de los elegidos para tal empresa fue Crisanto, que junto a los Aldeanos Alejandro Jorge y Francisco Segura Carvajal, el 19 de marzo de 1876 emboscaron al secretario del Ayuntamiento y Juez municipal en el paraje conocido desde entonces como barranquillo del secretario, abatiéndolo por el fuego de una escopeta escondida entre horgazos y juncos. Aunque la historia del hecho es mas larga y compleja, rápidamente el pueblo es declarado en un estado parecido al “de sitio” y tomado por varios centenares de soldados que desembarcaron en la playa de la Aldea desde un buque de guerra fondeado frente al municipio.

Después de mucho trabajo de la Justicia, la gente del pueblo se negaba a colaborar con ella y en las citaciones en la que declararon mas de 400 vecinos ante el Juez especial desplazado a la Aldea, la contestación siempre era la misma “y dicen que mataron al Secretario….sí, eso dicen….y a usted quién se lo dijo…pues usted que me lo está diciendo”; lo cierto es que fruto de una casualidad de última hora se descubre la autoría del hecho en el preciso momento en que iban a ser excarcelados los sospechosos; ninguno de los cuales fueron sus autores.

Tres años después, el 11 de junio de 1880 serían condenados a muerte solo los responsables materiales del crimen. Al tiempo, la pena fue conmutada por cadena perpetua un Viernes Santo, por el Rey Alfonso XII, debido a la fuerte presión social que el pueblo canario y sus gobernantes ejercieron, (y ello a pesar de que el Tribunal Supremo que revisó la sentencia se negó a cambiar una sola coma de la dictada en instancia); pero como decimos, la opinión pública, el Colegio de Abogados de las Palmas y el Ministro de Ultramar, el canario León y Castillo, obraron el milagro y los tres condenados fueron trasladados al Presidio de la Fortaleza de Hacho en Ceuta, donde cumplían pena los presos mas peligrosos del país con condenas de perpetuidad, (así como presos políticos independentistas procedentes de las colonias de ultramar).

Tras 27 años en ese penal, sometido a trabajos forzados y engrilletado, Crisanto es nuevamente indultado, esta vez por el S.M Alfonso XIII. Después de ser liberado, nuestro pariente, aún vivió muchos años más, regresó a La Aldea y aunque enfermo de las articulaciones, su yerta figura, que aún aparentaba fortaleza, coronada de un sombrero que descansaba en unos todavía negros y hacinados cabellos, su escopeta adosada a un largo chaquetón traído del penal y con el que se decía había matado al secretario, asustaba a todos. “Cho Santos”, era respetado por los mayores y temido no solo por los niños sino por los más viejos, falleció el Miércoles de Ceniza de 1928 cuando el pleito de La Aldea había finalizado, en el Risco de San Nicolás de las Palmas en la casa de una de sus hijas. (Parcialmente recogido de la obra de Francisco Suarez Moreno).

El lugar donde ocurrió el asesinato del secretario, en Tirma, suele ser visitado por caminantes y excursionistas, llamando mucho la atención el caso.

En una conversación recientemente mantenida con el cronista de La Aldea, Francisco Suárez Moreno, me “vino a manifestar que”: “no sabía que una parte de los Espino de La Aldea marchasen para Guía; aquí quedan los dos nietos (en el mismo lugar de residencia, Los Cardones) de una nieta de Cho Santos, los únicos que quedan de esa rama de los Espino”.  

4º) TOMÁS AGUSTÍN ESPINO MINDIOLA nació el 21 de diciembre de 1790 en La Aldea y fue bautizado el día de Navidad. Sus abuelos maternos fueron el matrimonio formado por Juan de Niz y María Mendiola, el primero era natural de Agaete y la segunda de La Aldea. Su padrino fue Juan de Niz, (hoy apellido Déniz). Agustín casó el 8 de agosto de 1820 en La Aldea con Bárbara María Sánchez, hija de los Aldeanos Antonio Sánchez y Josefa Almeida. Este matrimonio fue dispensado por cuarto grado de consanguinidad, y sirvieron de padrinos José Almeida, Juan Martín y Marcos Rodríguez. En el censo de La Aldea de 1839 se recoge que en el domicilio del barrio de Los Cardones figuraban viviendo Agustín Espino de 42 años, casado con Bárbara Sánchez de 42 años, los hijos de estos: Sebastiana de 17 años, Bibiana (se recoge como Fabiana) de 16 años, “nuestro José” de 13 años e Ignacia de 9.   

 Tomás Agustín es hijo a su vez de   

5º) CRISTÓBAL ESPINO, bautizado el 9 de octubre de 1756 en la parroquia de La Aldea, según consta en el libro primero folio 90 vuelto. Era hijo de Paulino Espino y María de Medina.

Cristóbal contrajo matrimonio con María de las Nieves Mendiola (descendiente de la estirpe de los Mendaña, e hija de Juan Déniz Pancho y Catalina Mendiola) el 15 de abril de 1782, según se recoge en el libro 1º de matrimonios de La Aldea folio 99.

Al igual que su bisnieto Crisanto estuvo preso en el penal de Ceuta por coliderar la revuelta del “tumulto de 3 de agosto de 1786”, en el mismo marco del pleito de La Aldea, en calidad de Apoderado del Común. Los otros condenados fueron el alcalde, el síndico y el jefe de milicias, aunque finalmente fueron indultados por el Rey Carlos III. Es importante aclarar que los cargos de la infraestructura política, administrativa y militar de La Aldea, estaban en manos del grupo de familias de labradores mas ricos, que eran los Espino, los Suarez, los Carvajal, los Araujo, los Ramos, los Cabral y los Viera, que a su vez eran medianeros del Mayorazgo del Marqués y que mantenían una política de alianzas matrimoniales y apadrinamientos, por lo que en los siglos de revueltas siempre liderarían las mismas.

Cristóbal era hijo de:

 6º) PAULINO ESPINO bautizado en Agaete en 1724, aunque nacido en La Aldea, la partida dice literalmente “…en el lugar de Agaete a veinte y nueve de agosto de mil setecientos veinte y cuatro, yo fray Gaspar de Palenzuela de la Orden de San Francisco licenciado parroquial administré la bendición y bauticé a un niño al que le eché agua, el cual vino a la bendición de un año y (…) meses hijo de Matías de Espino y Melchora Ramos”. Casó con María de Medina el 6 de abril de 1752 en La Aldea. Este matrimonio fue dispensado por el Obispo, por consanguinidad de 4º grado. Paulino fue hijo de… 

7º) MATÍAS de ESPINO bautizado en Tejeda el 3 de mayo de 1699 (probablemente natural de La Aldea, pero al carecer aún de parroquia, los nacidos se bautizaban en Tejeda) contrajo matrimonio el 27 de junio de 1719 en el mismo pago cumbrero con Melchora de los Reyes Ramos, siendo sus padrinos, Sebastián Alonso, Bartolomé Segura y Juan Palenzuela. Su hermano el Alférez Gregorio Espino fue alcalde real de La Aldea entre 1745 y 1759 y el hijo de este, Juan Espino lo fue desde el año 1769.

Matías fue hijo de: 

8º) MANUEL DE ESPINO, debió recibir óleo y crisma en Agaete como hijo de Gregorio de Espino y María del Rosario. Sus hermanos, Salvador (1680) y Francisca (1683) constan bautizados en esa parroquia al inicio del libro tres de bautismos, por lo que Manuel debió figurar inscrito en el libro segundo, cuaderno que hoy se encuentra desaparecido. Es curioso el dato que figura en el bautismo de su hermana Francisca, que recoge que esta no pudo ser inscrita como hija de Gregorio de Espino, ya que en ese momento se encontraba ausente, quizás partió a Indias. Manuel de Espino contrajo nupcias en Agaete con María Macías, (Massias), hija de Mateo de Cubas y Simona Macías, de una familia con gran tradición en Agaete.  De Manuel y del siguiente ascendiente, Gregorio de Espino, apenas hay mas datos parroquiales debido a que esos libros de matrimonios de Agaete en los que debieron figurar también se encuentran desaparecidos, por lo que la información obtenida procede de fuentes indirectas y de los bautismos de sus hijos, en uno de los cuales ser recoge que Gregorio Espino procedía de Telde.  Manuel Espino se traslada a La Aldea junto a su esposa y perpetua el apellido en esa comarca.

9º) GREGORIO de ESPINO, fue bautizado en Telde en el año 1642, según consta inscrito en el libro 6 de bautismos folio 17, asiento 92 de esa parroquia de San Juan.

Gregorio, hijo de Diego Falcón con su legítima mujer Margarita Ortiz, nació el 3 de mayo de 1642, fue bautizado en su casa”

Contrajo matrimonio en Agaete con Mª del Rosario, y fue hijo de 

10º) MARGARITA ORTIZ ESPINO,  fue bautizada junto a su hermana gemela llamada Anna y consta inscrita en libro 5 de bautismos de la parroquia de San Juan en Telde: 

“Anna y Margarita, hijas de Juan de Espino y Juana Pérez. Fueron bautizadas en su casa por Isabel partera, fueron traídas a la iglesia en 29 de enero de 1614 años, fueron padrinos de las bendiciones, oleo y crisma Alonso López Cabrera e Inés Fernández, su mujer”. 

Tuvo como hermanos también nacido en Telde a Francisco 1601, Alonso 1604,  Gregorio 1596, Melchora 1599, Juan 1606, Gregorio 1608, Francisco 1611.

Margarita, contrajo matrimonio en el año 1632 con Diego Falcón Lorenzo en el mismo templo de Telde, encontrándose anotado dicho matrimonio en Libro 1º, asiento 469  que dice así:

“En 9 de febrero de 1632 años casé in facie ecclesiae según el concilio a Diego Falcón, hijo de Diego Falcón  y Lucía Díaz, vecinos del lugar de Teror y a Margarita Ortiz, hija de Juan de Espino y Juana Pérez, vecinos de esta ciudad, siendo testigos Sebastián Suárez y Gabriel López , Miguel Calderín Francisco de Zorita y otros muchos en fe de lo cual lo firmé y digo” 

Y por fin llegamos al primero de los Espino, llamado:

11º) JUAN DE ESPINO, nacido en Aguimes en 1570, fue hijo de Alonso Ortiz y Ana Sánchez.

Contrajo matrimonio en Telde en 1593 con Juana Pérez Ortiz (hija de Alonso Rodríguez y Estefanía Zambrana y biznieta de los conquistadores Zambrana y Villalón). Fueron hermanos de Juan: Ana Sánchez, María Ortiz, Alonso Ortiz, Diego Ortiz, Juana Ortiz, Estefanía Sánchez, Sebastiana Sánchez e Isabel Perdomo.

En la sucesión de este matrimonio entre Juan de Espino y Juana Pérez Ortiz que dejaría sucesión en Telde, se encuentra Alonso Falcón de Alarcón quien en sus pruebas para ingresar como familiar del Santo oficio de la Inquisición, da noticia de sus antecesores hasta llegar al matrimonio entre Juan de Espino y Juana Pérez Ortiz, a partir de los cuales ya no recoge mas datos (Archivo Histórico Nacional, Sección Inquisición, legajo 1393, expediente 6).

Juan de Espino es hijo a su vez de

12º) ALONSO ORTIZ y ANA SÁNCHEZ, Alonso Ortiz nació en Telde el 21 de mayo de 1526 y Ana Sánchez en Aguimes en 1537, hija de Mariana Hernández ya establecida en Aguimes en la primera década del siglo XVI. Este matrimonio se celebró a finales del año 1555 en Aguimes, dato que se desprende es en una promesa de dote a favor de este, por parte de la madre de Ana Sánchez. Estas partidas no han podido ser halladas porque los libros sacramentales de Aguimes son posteriores al año de 1600 por lo que estos datos son el resultados de documentos de compraventa, testamentos y demás actos notariales de las escribanías del sur de la isla. 

Este matrimonio es ampliamente tratado en el magnífico libro del insigne investigador y antropólogo Don Rafael Manuel Rodríguez de Castro, titulado “Población de Aguimes en los primeros cien años del señorío”. A esta publicación debo la conclusión de nuestra línea de los “Espino”, ya que se recoge pormenorizadamente quienes fueron sus primeros pobladores con todo lujo de detalles y dedicando un apartado a este matrimonio.

En el libro se recoge que Ana Sánchez (hija de Mariana Hernández) era hermana de Cristóbal Hernández. A su vez, Cristóbal  casaría con Francisca Rodríguez Espino, hija de Alonso de Espino y de María de Mirabal, y nieta del afamado Hernando de Espino, el primer Espino (judeo-converso) que arribo a la isla como conquistador o poblador.

Como se puede apreciar, los padres de Juan de Espino no portan su apellido, ni tan siquiera sus hermanos que utilizan el apellido Perdomo, Sánchez, Ortiz…

¿Cómo es esto posible? Pues bien, la respuesta no es sencilla, pero si es importante quedarse con un detalle. La instauración en el orden de los apellidos tal y como hoy los conocemos es reciente. Antiguamente, era común ver como hermanos solían portar apellidos distintos, así a las niñas se les solía dar el apellido de las madres o incluso de las abuelas y a los varones el de los padres o de los abuelos o de un familiar con relevancia social, y es por ello, que a nuestro primer Espino nacido ya en el siglo XVI se le conoce por el de su tía política, Francisca Rodríguez de Espino por gozar esta probablemente de un estatus superior al de su marido. Por lo tanto, estimados, aquellos que aún portan el apellido Espino, lamento decirles que por sus venas no corre sangre de Espino, pero si formamos parte de las escasísimas familias fundadores de la Villa de Aguimes, que junto a la Iglesia, (propietaria de aquellas tierras tras haberla recibido de manos de la Corona por su relevante ayuda económica en el proceso de la conquista de la isla) dieron lustre a aquel pueblo.

Alonso Ortiz, fue un próspero habitante de Aguimes que junto a otros seis colaboradores comprometieron la cantidad de una dobla de oro por tres vidas para la construcción de una iglesia mayor en Aguimes, ya que la vigente se hacía pequeña para el creciente vecindario. Alonso Ortiz testó el 2 de abril de 1578 cuando ya se encontraba enfermo. Ambos esposos ya constaban fallecidos en 1578 y en su testamento aparte de dejar sus bienes a sus 4 hijos dotó a las ermitas de Aguimes con dinero en metálico.

ALONSO ORTIZ es hijo de 

13º) FRANCISCO HERNÁNDEZ que llegó a Aguimes junto a su hermano Cristóbal Cordero a principios del siglo XVI y del que se desconoce su procedencia, e hijo asimismo de JUANA 0RTIZ, nacida el 16 de octubre de 1503 en Telde, hija de Pedro Perdomo y María Ortiz, muy probablemente descendiente de Arriete Perdomo y de su esposa Margarita de Bethencourt, hija del conquistador normando de Lanzarote y Fuerteventura.

Y hasta aquí el origen de este apellido que porto en segundo orden y que se pierde ya en mis hijos, pero espero no así en su memoria. 

 

FUENTES: 

- Archivo Histórico Diocesano de la Diócesis de Canarias. 

- Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. 

- Archivo Parroquial de La Aldea de San Nicolás.

- GARCÍA CORREA, L. y RODRÍGUEZ DE CASTRO, R. (2014) Población de Aguimes en los primeros cien años del señorío. Edic. propia. 

- SUÁREZ MORENO, F. (1999) La historia de La Aldea de San Nicolás. Edit. Centro de la Cultura Popular Canaria. 

- SUÁREZ MORENO, F. (2001, 1) El pleito de La Aldea: 300 años de lucha por la propiedad de la tierra”. Edit. Cabildo de Gran Canaria.






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