AÑO GENEALÓGICO FRANCISCO FERNÁNDEZ DE BETHENCOURT
Ponencia presentada en el III Encuentro de Genealogía Gran Canaria,
celebrado en Las Palmas de Gran Canaria, los días 15-17 noviembre de 2016,
Publicado en Ponencias del III Encuentro de Genealogía Gran Canaria, nº 3 (2016)
Depósito Legal: 368-2015
Entendiendo la toponimia como ciencia de naturaleza
pluridisciplinaria, más allá de su contenido lingüístico, es en sí misma un
instrumento útil para la geografía y geología, biología (antropología, zoología
y botánica), historia, sociología y etnografía, y una interminable nómina de
ciencias entre las que hemos de destacar la genealogía,
que es
nuestro objetivo. Pero no es exclusivamente su naturaleza pluridisciplinar la que debe ocuparnos, sino también su naturaleza interdisciplinar, por las relaciones que en ambos sentidos se establecen.
nuestro objetivo. Pero no es exclusivamente su naturaleza pluridisciplinar la que debe ocuparnos, sino también su naturaleza interdisciplinar, por las relaciones que en ambos sentidos se establecen.
Veamos primero de los paralelismos etimológicos atendiendo a
las definiciones que nos aporta el DRAE. De
la voz ‘toponimia’ recoge dos
acepciones:
1. f. Conjunto de los
nombres propios de lugar de un país o de una región.
2. f. Lingüística.
Rama de la onomástica que estudia el
origen de los nombres propios de lugar, así como el significado de sus étimos.
No ofreciendo dudas interpretativas la primera acepción,
profundicemos algo más en la segunda, pues el sentido lingüístico la sitúa como
rama de la ‘onomástica’, de la que el mismo diccionario define
el sustantivo con dos acepciones:
2. f. Ciencia que trata de la
catalogación y estudio de los nombres propios.
3. f. Conjunto de nombres propios de un
lugar o de un país.
También la antes mencionada voz ‘étimo’ la recoge como: 1. m. Raíz o vocablo de que procede otro.
En esa naturaleza interdisciplinar que existe entre Toponimia y Genealogía, título de
nuestra ponencia, veamos lo que el DRAE
recoge para la segunda, tomando por su relación las siguientes acepciones:
1. f. Serie de
progenitores y ascendientes de una persona.
2. f. Escrito que
contiene la genealogía de una persona.
5. f. Disciplina que
estudia la genealogía de las personas.
6. f. Origen y
precedentes de algo.
Queda claro que alude a personas, de su origen y
precedentes, de sus progenitores y ascendentes, y es en ese contexto en el que
hemos de estudiar la toponimia de Gran Canaria, isla estudiada y en particular
a la que nos referiremos en todo momento.
De forma más amplia, recurrimos a la mayor definición dada
por uno de los grandes filólogos españoles, quien al estudiar la toponimia de
Cataluña nos dice en su lengua vernácula, cita que traduce el profesor Joan
Tort (Departament de Geografia Física. Universitat de Barcelona) como:
“El estudio de los nombres de lugar es una de las cosas que
más ha desvelado la curiosidad de los eruditos e incluso la del pueblo en
general. Es natural que sea así. Estos nombres se aplican a la heredad de la
que somos propietarios, o a la montaña que limita nuestro horizonte, o al río
de donde extraemos el agua para el riego, o al pueblo o la ciudad que nos ha
visto nacer y que amamos por encima de cualquier otra, o a la comarca, el país
o el estado donde está enmarcada nuestra vida colectiva.
¿Puede pensarse que el hombre, que desde que tiene uso de
razón se pregunta el porqué de todas las cosas que ve y que siente, no se
preguntaría sobre el porqué de estos nombres que todo el mundo tiene
continuamente en los labios?” (COROMINES,
1965, I, p. 7).
Hemos de destacar de su larga definición contextual su
primer pensamiento “Estos nombres se
aplican a la heredad de la que somos propietarios…”, pues así comenzamos a
centrarnos en los antro-topónimos que guardan estrecha relación con los
estudios genealógicos.
Barranquillo de Juan Inglés |
“Los topónimos de este grupo: nombres, apellidos, apodos,
etc., normalmente hacen referencia en su origen al propietario del espacio al
que se refiere. Otras veces proceden de las cualidades de las personas que
residen en un lugar, de su profesión, categoría social. También se refieren a
hechos más o menos trascendentes, que han ocurrido y que perviven en la memoria
colectiva, lo mismo que los lugares con una función al servicio de la
colectividad. Todo ellos han pervivido mucho más allá del momento en que se
originó el nombre” (AFONSO PÉREZ, 1996, p. 75).
Conocida esta definición y función de los antro-topónimos,
parece obligado conocer que generalmente la toponimia se inscribe en una doble
dimensión: la del tiempo, o ‘memoria
toponímica’; y la del espacio o ‘función
toponímica’, dado que tiempo y espacio fueron dimensiones muy importantes
para la creación de los antro-topónimos por la memoria colectiva de los
lugareños, de la cual la dimensión del tiempo nos permite aproximarnos al marco
de su creación y función.
Al referirnos a un espacio territorial delimitado por el mar
y a un tiempo determinado como ocurre con la isla de Gran Canaria, reglas que pueden
ser aplicadas a las restantes islas, hay que tener en cuenta la preexistencia
del grupo étnico aborigen, unos bautizados-sometidos y otros alzados, y la
arribada del grupo étnico de los conquistadores y colonizadores-pobladores,
este último con mayores variables étnicas que hemos de definir como europeos
dado que concurrieron diferentes lugares de procedencia y distintas lenguas, a
los que se sumaron los esclavos y libertos de origen africano, de donde puede
deducirse que arribaron a la isla multitud de etnias, y donde la mayoritaria de
procedencia ibérica, es donde cohabitaban diferentes reinos además del entonces
no superado poder feudal de la nobleza, a los que habría que sumar los judeo-conversos,
que eludieron su expulsión.
Fácilmente se entenderá que el gran mestizaje étnico tuvo
singular importancia, precisamente porque ello complica en mayor manera y tamaño
el estudio de la genealogía, que obtiene en su investigación una buena ayuda en
los expedientes de pureza de sangre. Pero el colectivo que lo alcanza, por esas
causas apuntadas es minoritario, y obliga en su investigación al recurso de los
Libros parroquiales de bautismo y matrimonio, fuentes que han de tomarse con
exquisitez por las dificultades añadidas de la elección de apellidos, ello sumado
a la dificultad de su accesibilidad y lectura caligráfica del castellano
antiguo y la propia caligrafía de quien realizó la anotación.
Es por ello que para la genealogía cobra especial apoyo
investigador la toponimia, y en particular el estudio de los antro-topónimos.
Todos los colectivos humanos de todos los tiempos, han practicado sistemas para
delimitar de algún modo su
territorio, para establecer su relación de propiedad y pertenencia, para
señalar los límites de un derecho privativo, pieza fundamental del Antiguo
Régimen que propició y obligó a la endogamia.
Dada la concurrencia de muchos antro-topónimos que tienen su
origen en los apellidos, saben bien ustedes, que hasta el siglo XIX se podía
dar el caso de hermanos y hermanas que tuvieran apellidos diferentes aun siendo
hijos del mismo padre y de la misma madre. Esto era así porque en esas familias
se extendió la costumbre de escoger sus apellidos para cada cual, hija o hijo.
También conocen ya que los apellidos patronímicos son los
que proceden de nombres propios. Los más frecuentes en Canarias son los
terminados en ‘EZ’ (de España) o ‘ES’ (de Portugal), exclusivos de las
genealogías ibéricas que tienen su procedencia en los Visigodos. ‘EZ’ y ‘ES’
significan ‘hijo de’. Por ejemplo, ‘Pérez’ (Pér-ez) es ‘Hijo de Pero’ que en la
actualidad es Pedro. Y creo no equivocarme que es esa su interpretación.
Y en muchos casos en las islas encontramos los apellidos
toponímicos, los que hacen referencia al lugar donde se había nacido. Eran muy
habituales entre los conquistadores o nuevos colonos-pobladores en Canarias, ya
que para crearlos era necesario que quien los llevara saliera de su lugar de
origen, se trasladara a otra población y coincidiera en el nuevo lugar con
alguien que se llamara igual.
A partir de estas premisas previas, conozcamos de los tiempos
toponímicos.
PRIMER TIEMPO TOPONÍMICO
Este sistema surge desde que el conquistador se convierte en
colonizador -poblador de tierras y aguas en pago de sus salarios de conquista, y
ello se hace por los regidores recogiendo la data en los Libros de Repartimientos,
o después por los Reformadores de los
mismos, muchos de ellos desaparecidos por el expolio del corso holandés vice-almirante Pieter van der Does en 1599 y la destrucción de archivos por el incendio del Ayuntamiento y Audiencia de la Ciudad Real de Las Palmas en 1842.
mismos, muchos de ellos desaparecidos por el expolio del corso holandés vice-almirante Pieter van der Does en 1599 y la destrucción de archivos por el incendio del Ayuntamiento y Audiencia de la Ciudad Real de Las Palmas en 1842.
Una primera aproximación a los repartimientos conocidos en
la isla nos la aportó el Comisario de Patrimonio Sebastián JIMÉNEZ SÁNCHEZ (1940): Primeros repartimientos de tierras y aguas en Gran Canaria. Más
detallada y completa es las transcripción realizada de los repartimientos
correspondientes al período entre 1511-1558, realizada por los profesores Manuela
RONQUILLO RUBIO y Eduardo AZNAR VALLEJO (1998): Repartimientos de Gran Canaria; y la más reciente publicación del
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE LAS PALMAS (2015): Datas de Gran Canaria. Documentos para su estudio.
La última publicación incluye el amplio trabajo del profesor
Pedro C. QUINTANA ANDRÉS, “Estudio Preliminar”, que en las páginas 17 y 18
detalla el Reparto de tierras en Gran
Canaria efectuados en la gobernación de Pedro de Vera, resumiendo de las
distintas bibliografías utilizadas.
Por ellos sabemos que desde el primer momento, sometido el
pueblo aborigen, se inicia el proceso de reconocer con tierras y aguas a los
nuevos colonos-pobladores. Primero, los delegados nombrados por la Corona para
efectuar los repartimientos de tierras y aguas calcularon el caudal de agua
necesario para irrigar, en un determinado espacio temporal (medio día o jornal
de un regador), una parcela de cañaveral. Se obtuvo así un módulo de
repartimiento de tierra de regadío, la fanega, irrigada con su correspondiente
caudal de agua, la azada de agua, y siguiendo al efecto una frecuencia de riego
denominada dula.
Con estas reglas, los delegados regios distribuyeron las
tierras destinadas al regadío entre los conquistadores y nuevos colonos,
atendiendo a su rango y participación en el proceso de conquista y
colonización. Así, en el caso de Gran Canaria, los peones fueron agraciados con
la peonía de regadío, equivalente a cinco fanegas o una suerte, con cinco
azadas de agua; los caballeros conquistadores recibieron el doble que los
peones; y, finalmente, se premiaba con más tierra y agua a los mayores
inversores en la economía azucarera, es decir, a quienes construyeran un
ingenio de moler cañas. Se deduce entonces que los principales beneficiarios de
las tierras de regadío fueron la minoría de grandes conquistadores y los
genoveses, agentes financieros del proceso de conquista y colonización.
De alguna manera, por interés personal se ocultaba el
verdadero perfil social o distinción del peticionario, recurriendo a señalar un
oficio menor para así alcanzar la data, por el tamaño y acumulación de tierras
iremos conociendo de los grandes patrimonios de las familias genealógicas.
Ya el legislador por Cédula Real de 1480 buscó, desde el
primer repartimiento, impulsar el asentamiento estable en la isla, y así, los
repartimientos a colonizadores venían
condicionados por causas de incumplimiento a tal fin: la obligatoriedad de poner en explotación las tierras recibidas y el carácter de merced de las concesiones regias; el abandono del asentamiento por retorno a los lugares de origen o por marcha a tierras más lejanas; el incumplimiento de la exigencia familiar, por soltería o por multiplicación de residencia; etc., y se limitaba la inversión máxima de los extranjeros, aunque siempre hubo fórmulas o favores para alcanzarla.
condicionados por causas de incumplimiento a tal fin: la obligatoriedad de poner en explotación las tierras recibidas y el carácter de merced de las concesiones regias; el abandono del asentamiento por retorno a los lugares de origen o por marcha a tierras más lejanas; el incumplimiento de la exigencia familiar, por soltería o por multiplicación de residencia; etc., y se limitaba la inversión máxima de los extranjeros, aunque siempre hubo fórmulas o favores para alcanzarla.
De esta manera, conocemos de los apellidos que se
establecieron en la isla, como punto de partida aunque tuvieran anterior
historia genealógica fuera de ella, que no atribuimos a la generalidad de los
arribados, pues muchos se enrolaron en la conquista para quedar liberados de su
castigo en prisión.
Al describir las suertes de tierra repartidas, conocemos del
beneficiado, del lugar, de los linderos con otros beneficiados, y de alguna
manera comienzan a convertirse sus nombres, apellidos o cargos en topónimos que
llegan a nuestros días, y que clasificamos como antro-topónimos.
También conoceremos de los repartimientos, de sus
reclamaciones como pagos de salarios de conquista o de pleitos por tierras, a
través de los Documentos de los Archivos del Sello, del Archivo de Simancas, de
los Archivos de Protocolos de Sevilla y otros más, entre los que tenemos que
incluir los del Archivo Histórico Diocesano y el Archivo Histórico Nacional. De
ellos tenemos libros, artículos y ponencias con información suficiente para
conocer de aquellos que nos eran desconocidos o escasamente documentados.
Investigadores que a nivel individual o colectivamente han construido una buena
fuente bibliográfica de los documentos canarios en estos archivos: Eduardo AZNAR VALLEJO, Juan Manuel BELLO LEÓN, Francisco CABALLERO
MUJICA, Alejandro CIORANESCU, Mª. Dolores DOMINGO ACEBRÓN, Isabel
FUENTES REBOLLO, Emelina MARTÍN ACOSTA, Mª Luisa MARTÍNEZ DE SALINAS ALONSO, Francisco
MORALES PADRÓN, Natalia PALENZUELA DOMÍNGUEZ y
Ana VIÑA BRITO.
Y como no todos fueron objeto de divergencias que se
trasladaban a la Corona, serán los documentos notariales los que adquieren un
valor importante como fuente bibliográfica, con investigadores, además de los
antes nombrados, como Buenaventura BONNET REVERÓN, Manuel LOBO CABRERA, Guillermo
CAMACHO Y PÉREZ GALDÓS, Pedro A. DEL
CASTILLO RUIZ DE'VERGARA, Santiago CAZORLA LEÓN, Agustín MILLARES TORRES, Carlos
PLATERO FERNÁNDEZ, Pedro C. QUINTANA ANDRÉS, Antonio RUMEU DE ARMAS, Antonio SANTANA SANTANA, Elías SERRA RAFOLS y Vicente
J. SUÁREZ GRIMÓN´, entre otros muchos que se pierden en mi memoria, y sin
olvidar la callada labor investigadora en esta materia de los Cronistas
Oficiales en sus ámbitos respectivos.
En muchos casos estos antro-topónimos nos han obligado a
consultar otros dos autores fundamentales, con toda lógica muy recurridos por
los genealogistas, como lo son José A. CEBRIÁN LATASA y Tomás TABARES DE NAVA
que han compendiado e ilustrado de los conquistadores y sus descendencia el
primero, y, de importantes árboles genealógicos el segundo. Y es obligado
mencionar a quien los genealogistas homenajean este año: el académico Francisco
FERNÁNDEZ BETHENCOURT.
Todos ellos no estarían acercando al que he definido como el
primer tiempo de la ‘memoria toponímica’,
en particular de los antro-topónimos, el de los Repartimientos, y en algunos de
ellos tenemos testimonios genealógicos donde los hijos y hermanos reconocen a
sus padres, al heredar sus derechos de tierras y aguas, pues muchos Libros de
Bautismo de los primeros tiempos de las primigenias ermitas acabaron en cenizas
por el incendio del corso holandés.
También nos permite conocer de la costumbre de entonces,
cuando se daban homónimos que se distinguían con los apodos de ‘el viejo’ y ‘el mozo’, con clara alusión a padre e
hijo, y cuando no había
parentesco de sangre, se recurría a la adición del apellido toponímico, por el
lugar de procedencia como ya se ha dicho.
Barranco de Azuaje |
Veamos un ejemplo en (ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE LAS PALMAS, 2015, p. 85):
“Bartolomé Martínez de Çorita e Alonso
/ de Çorita, el moço, e Martín de Chaves.
En diez e ocho días del mes de agosto, de mill e quinientos e ocho años,
estando juntos en cabildo en la posada
del señor gobernador Lope de Sosa, el señor Pedro de Peralta, su
teniente, e García de Lerena, e Batista de [Riberol,
e el bachiller Pedro de Valdés, regidores, e Francisco de Mercado, personero, e
en presençia de mi, Juan de] Ariñez,
escriuano mayor del conçejo de esta ysla, se presentó una petiçión de Bartolomé
Martínez de Çorita e de Alonso de Çorita, el moço, e de Martín de Chaves, hijos
de Alonso de Çorita, el viejo, por la qual dixeron que en Tintiniguada, ençima
de las tierras que fueron dadas a Gómez Arias, hierno de Xaraquemada, e tierras
de Manuel Ramos, hay obra de ciento e cincuenta hanegas en sembradura, de
helechares e otros montes; pidieron a los dichos señores les hiziese merçed
dellas para desmontarlas e aprovecharlas para ellos …”
SEGUNDO TIEMPO TOPONÍMICO
Dejando atrás los tiempos de la conquista y poblamiento de
la isla, avanzando en las fechas de los propios protocolos notariales nos
adentramos en el Antiguo Régimen de la propiedad, la que nos permitirá conocer
cómo los bienes se vinculaban entre sí constituyendo simples vínculos,
patronatos o mayorazgos, sin olvidar las capellanías. Es el segundo tiempo, el
del Antiguo Régimen, cuando los bienes pasan al heredero señalado por el
testador, en muchos obligándolo al mantenimiento del apellido, lo que supone
una gran ayuda en el estudio genealógico. Serán los protocolos de la
constitución de vínculos, patronatos y mayorazgos por legajos testamentarios de
escribanos y notarios los que nos permitirán conocer de la genealogía, aparente
y exclusivamente vinculada al descendiente heredero, cuya principal pista es el
bien raíz que es conocido por el antro-topónimo.
Pero como decimos, es aparente que sólo conocemos del
heredero, y no es así por las costumbres de esos tiempos, no abandonaban al
resto de los hijos, que son mencionados en sus testamentos, manifestando los
bienes no vinculados dados en dotes a sus hijas para su casamiento de donde
conocemos de la endogamia practicada, o las congruas concedidas a sus hijos
para el ejercicio de su profesión eclesiástica, o las capellanías de sangre
constituidas nombrando capellanes a sus descendientes a cambio de misas
perpetuas, o las obras pías concedidas al convento que dio amparo a sus hijos o
hijas que hicieron el voto de pobreza.
Y la pista esencial que nos puede conducir a ello son
precisamente los antro-topónimos, uniendo en muchos casos los hagio-topónimos,
relacionados con las capellanías y la obligación de sostener la ermita
construida o prometida en la búsqueda de su prestigio social.
“Las referencias a la vida ultraterrena y antagónicos
también tienen su lugar en la toponimia, lo mismo que las fundaciones, como
capellanías y tierras donadas a la Iglesia, además del papel desarrollado por
los cargos eclesiásticos. Todas estas variantes multiplican el número de voces
con este origen” (AFONSO PÉREZ, 1996, p. 91).
Hemos de destacar de forma especial en esta materia la
importante tesis doctoral del mencionado profesor Vicente J. SUÁREZ GRIMÓN: La
propiedad pública, vinculada y eclesiástica en Gran Canaria en el tránsito del
Antiguo al Nuevo Régimen (1987), y las
diferentes ponencias y artículos desarrolladas para la misma, en especial “Propios
y realengos en Gran Canaria en el siglo XVIII” (1978). En mi trabajo
investigador ha sido muy importante disponer de esta información para la
toponimia en general, y de forma particular para relacionar el antro-topónimo
con una familia genealógica en concreto.
En una sociedad agraria dependiente del
patrón propietario de las tierras, tanto por relación de jornalero, colono de
tierras o medianero, la referencia obligada a la propiedad de las tierras
adquiere y sustenta la construcción de un antro-topónimo, que pervivirá a lo
largo de nuestra historia moderna en la sucesión dentro de la familia.
Dando por descontado que sólo los procesos
de desamortización teóricamente permitirían poner en explotación las tierras
“en manos muertas”, en muchos casos con rendimientos inferiores a los óptimos
que condicionaba la reforma agraria, la vinculación de los bienes nos aportará
como única ventaja conocer de los descendientes sucesores por los que fue
pasando su tenencia y disfrute, que nos aporta buena luz en el conocimiento
genealógico.
Y ello gracias al conocimiento del propietario de las
abundantes tierras, por el que la memoria colectiva de los lugareños creó el
topónimo, ya clasificado como antro-topónimo identificador del antropónimo, y
en otros casos llegamos incluso a conocer del grupo étnico al que pertenece, de
su género, gentilicio, mote, oficio u origen de procedencia.
Así tenemos que multitud de ellos en la isla responden a
tales fundamentos, del primero y segundo tiempo toponímico, donde se cruzan
descendientes de la etnia aborigen preexistente con la etnia arribada, y en la
que se nos cuelan algunos antro-topónimos más modernos que deliberadamente no
hemos querido excluir de esta amplia relación:
Antropónimos: ábalos,
agustinas, albiturria, anchieta, andújar, aragómez, arbelos, argüello, ariñez,
arnao, bachicao, barahona, barbosa, barrial, bartolo, bascamao, becerril,
berlanga, bernardino, betancora, biliandra, bracamonte, buenaventura, calva,
camacho, cambalud, caraballas, caraballos, carnedagua, carreñas, carrión,
castillos, catela, catelas, catrillo, cerpa, clemente, coruña, corvo, chirino,
domínguez, doñana, doramas, galeote, galindo, garcía, giles, góngora, gonzalo,
guriete, herrera, jacomar, jerez, josé, leones, lópez, lorenzo, lucena, luis,
macarios, madrid, maldonadas, marente, marmolejo, marreras, marteles, martín,
martínez, mateos, matías, matos, mederas, megía, melchora, menas, merina,
merino, millares, miller, mirabal, mirabala, mirele, mirón, monagas, monroy,
montemayor, montesdeoca, monteverde, monzones, morales, morón, moya, mujica,
navarros, negrin, nicolases, ojeda, pacheca, padilla, padillas, padrón,
padrones, paulino, pavón, pavonas, pineda, pinedas, ponce, quintanas,
quintanilla, ramírez, riquiánez, rivero, riveros, rornán, rosadas, rosales,
rosiana, ruanas, rugallo, salvago, sanabria, sánchez, sardina, sardo, schamann,
siberia, siberio, silva, solís, soria, tarifa, tenorio, trompeta, troya,
troyanas, trujillas, trujillo, valerón, vargas, velázquez, vélez, vergara,
vicentes, vicentillos, villarona, zambrano, zamora, zárate, zurbarán, etc.
También nos encontramos otros antro-topónimos que nos
informan de etnias, gentilicios, motes, oficios, y lugares de origen, que
conociendo de los propietarios de las tierras nos permitiría aventurar de otras
particularidades que no son recogidas en los protocolos notariales. Así
tenemos:
Etnias: berbería,
fula, meleguinas, morena, morenitos, moreno, morenos, moriscas, morisco,
moriscos, negra, etc.
Gentilicios: canario,
castellana, castellano, castellanos, catalán, filipina, gallego, gomera,
gomerito, gomero, lombarda, vizcaína, etc.
Mote: babilones, cano,
corcova, corcovada, corcovado, manco, tanasio, tuertos, etc.
Oficio: albarderos,
alfaques, alguacilejo, amadores, bachilleras, boticaria, canónigo, capellán,
capitán, cardenal, carnicero, carpinteras, cazadores, cerera, clero, coronel,
cura, curato, deán, doctoral, espartero, fraile, frailes, herrero, molinera,
molineras, monjas, pagador, vaquero, zapatero, etc.
Origen: canarias,
inglés, majoreras, mondragón, portuguesas, portugueses, sevilla, vasco, etc.
Podría estimarse que estos atributos pueden ensombrecer la
investigación, pero nos serán de inmensa ayuda, pues ya conocemos de casos de
deficiente transcripción o de errores caligráficos en la mención de los
apellidos en los registros parroquiales. Les ilustro con un simple ejemplo.
El amigo y Cronista Oficial de la Aldea Francisco SUÁREZ
MORENO (2008) escribió el
artículo titulado “Carmita Díaz (1894-1983). Semblanza de una partera”, que incluía el siguiente párrafo con datos tomados de Libros de Bautismo (8-10) de la Parroquia de San Nicolás de Tolentino:
artículo titulado “Carmita Díaz (1894-1983). Semblanza de una partera”, que incluía el siguiente párrafo con datos tomados de Libros de Bautismo (8-10) de la Parroquia de San Nicolás de Tolentino:
“El 20 de febrero de 1894 nacía en La Aldea de San Nicolás,
en el hogar formado por Pedro Díaz Afonso y Fermina Suárez Gourié, la niña
Carmen Celedonia Díaz Suárez. Es el comienzo de una larga historia familiar. Su
abuela, Josefa Nieves Gourié, era natural de Arucas, de la conocida familia de
propietarios y se casó en La Aldea con Juan Suárez González.”
Por las señas referidas en el párrafo, conocía que hacía referencia
a Alfonso Gourié Álvarez-Conde, del que ya conocía su costumbre de mantener
relaciones amorosas con empleadas de su servicio doméstico, supuse que era una
hija más, a sumar a los siete hijos que tuvo con dos mujeres hermanas, y de los
que reconoció poco antes de su fallecimiento sólo a dos, registrados ambos en
la Capilla del Rosario como cuneros, Rosario y Francisco Gourié Marrero, y así
lo recogí en mi libro sobre la historia de Arucas (Silencios rotos. El
desflorillado de la historia aruquense, 2012, p. 120).
Pero en abril de este año, retomando su artículo el autor,
me preguntó si los Gourié tenían tierras en las Tirajanas, dado que
“… tenemos en 1814 un Guriet que se casa con una de La Aldea
Juana Espino y deja esa descendencia, siendo su padre según consta en el acta
matrimonial natural de Tirajana registro del 5 de noviembre de 1814. Y sobre la
marcha se me encendió el piloto rojo: pues no puede ser de los Gourié ricos de
Arucas.”
Esta nueva derivación en sus investigaciones me llevó al
topónimo de los Llanos de Guriete, al
naciente de La Fortaleza en Santa
Lucía de Tirajana, donde consideré pudo estar vinculado a las propiedades de
los Guriete.
“...Con fecha de 19 de diciembre de 1521, este Juan
Bautista, genovés, hermano o primo de un
brumoso Antón Salvago y de una Isabel Salvago que casó con un Sebastián
Guriete, que por entonces era en Gran Canaria el apellido de una familia de
negros, posiblemente moriscos, o Gutierrez
si es que está incorrectamente transcrito, aparece como vecino de Gran
Canaria, todavía mercader, en una escritura de débitos por vino traído de las
islas de Madeira” (PLATERO FERNÁNDEZ, 1997, pp.
204-205).
Apellido que consolidó en la isla y por aquellos pagos, dado
que tenemos una nueva referencia, en los tumultos de Artenara y Tejeda y se practicaba
la información sumaria contra los usurpadores el 23 de junio de 1819, a la hora
del mediodía la casa fue cercada por unas cuarenta mujeres pretendiendo que se
les entregara las diligencias, y fueron apresadas cinco de ellas. Ello originó que
se
“… volvieron a amotinar las mugeres en crecido número
vestidas de hombres y se dirigieron donde estaban presas las otras cinco
queriendo romper las puertas si no se les entregaba las llaves, y que abriendo,
en efecto, dichas puertas para soltarlas, alzo el garrote Salvador Guriete, de
aquel vecindario, y descargo un fuerte palo a el alcalde hiriendole en la
cabeza” (SUÁREZ
GRIMÓN, 1988, p. 225).
Entenderán de esta narración, que el error de transcripción
o caligrafía nos ha llevado tanto a su autor como a mí, a errar y cuando hemos tratado
de enmendar, nos quedamos en un interrogante hasta tanto encontremos algún dato
genealógico más que nos permita llegar hasta Fermina Suárez Gourié o Guriet/e.
Como habrán podido deducir de este caso, además de
considerar las debilidades que pueden tener los Libros Parroquiales, queda acreditado
cómo por la toponimia se puede llegar a la genealogía, aunque tengamos una
investigación inconclusa, y así sucede en muchos otros casos
TERCER TIEMPO TOPONÍMICO
Hemos de situarlo en la segundo tercio del siglo XIX cuando
las nuevas tendencias liberales inician las leyes de desamortización que van a
tener un notable importancia en la transparencia documental. De una parte, la
primera, porque se hacen públicos los libros de Capellanías custodiados en las
parroquias y se produce la expropiación de los bienes eclesiásticos que dará
término a la interrupción del incumplido censo en pago o “amortización de la
propiedad realenga o de Propios” concedida en data, que dará paso a la
propiedad privada por adquisición en subasta, que proveerán de recursos
económicos al Tesoro Público en quiebra por las guerras de tronos.
Como decíamos, empiezan a conocerse las capellanías que
aportaban censos a las parroquias y eran administradas por los patronos
establecidos por el testador. Es una formula bastante curiosa, donde son
patronos y capellanes los descendientes milicianos los primeros y religiosos
los segundos, que de alguna forma vuelve a atestiguar las costumbre endogámicas
desde un pacto no escrito mientras la parroquia reciba las rentas de las
tierras.
Y de otra parte, la segunda, se retomará la división y
liquidación de vínculos, patronatos y mayorazgos, desvinculando los bienes de
forma tal que los mismos se dividen entre sucesores quienes podrán venderlos
individualmente. Serán estos protocolos los que
volverán a vincular la
toponimia a la genealogía, que se verá favorecida con la creación del registro
civil
Ermita de S. José en Caideros |
Es así como con pruebas documentales tenemos el
testimonio cierto de aquellos que no descuidan su prestigio social, y en tiempos
de persecución inquisitorial, alardean de su fe construyendo capillas o
patentizando su fe cristiana, en unos casos para que se conozca que es converso
y no un hereje, reconociendo también en el culto y los bienes que construye señalado
con el topónimo para su historia:
Advocación: agustín,
andrés, antón, antonio, bartolomé, belén, bernardo, brigida, candelaria,
carmen, catalina, cayetano, clara, concepción, cristina, cristo, cristóbal,
diego, dolores, domingo, elena, felipe, fernando, flora, francisco, gregorio,
inés, isabel, isidro, juan, juana, lucía, maría, milagrosa, sebastián, etc.
Culto: agonías,
animas, avemaría, campanario, capilla, ermita, etc.
Ermitas terminadas en haciendas vinculadas:
Muchos de los bienes eclesiásticos objeto de
incautación y subastados por el Estado fueron adquiridos por la emergente
burguesía de las islas, que desempeñaban cargos en las milicias o en los oficios
eclesiásticos, en gran medida conocedores de los bienes que se subastaban pues
eran administrados por ellos mismos y de cuyo producto pagaban su censo a la
parroquia como ya se ha dicho. Y en una gran mayoría, nacidos de la endogamia
del Antiguo Régimen que se perpetuaba en ellos para así, de esta forma, el
vínculo de los bienes es sustituido por el vínculo de sangre de la familia que
protegerá practicando la endogamia como ya se ha dicho.
De alguna manera esta realidad de lo acontecido,
impidió la consecución del acceso a la propiedad agraria de aquellos que la
trabajan, y por consiguiente, el esperado éxito de la reforma agraria
pretendida.
Coincide también con los tiempos de la privatización
por subasta de los bienes Propios ya trasladados a los Ayuntamientos por el
Cabildo, cuyos lotes de subasta son definidos por los regidores municipales en
los que están personados los nuevos burgueses y así dominar los remates, desde
su condición de herederos de sangre de los grandes poseedores del Antiguo
Régimen.
Un ejemplo de las sucesiones endogámicas en el control
de los Ayuntamientos en los tiempos de la Desamortización lo encontramos en los
alcaldes de Arucas (Silencios rotos…, 2012, p. 76):
1834 Ponce Ponce, Antonio José
1835 Rodríguez Barbosa, Gregorio Domingo
1836 Ponce Medina, Miguel
1836 González Armas, Vicente
1837 Ponce Ponce, Antonio José
1838 Ponce Medina, Miguel
1839 Rodríguez Barbosa, Gregorio Domingo
1840 Ponce Ponce, Antonio José
1841 González Rodríguez, Francisco
1842 Borges del Manzano, José Antonio
1843 Ponce Ponce, Luis
1844 Rodríguez Barbosa, Gregorio Domingo
1846 Ponce Ponce, Antonio José
1850 Ponce Ponce, Luis
1852 Ponce Marrero, Juan
1857 Ponce Ponce, Luis
1861 Suárez Ponce, Miguel
1863 González Castellano, Bruno
1868 Ponce Ponce, Luis
1869 Ponce Ponce, Luis
1870 Ponce Ponce, Luis
1872 Castellano Ponce, Pedro
Otra variante toponímica es el anonimato de la
propiedad, y así aparecen de este tiempo los socio-topónimos, porque hombres y
mujeres no eran seres solitarios, precisaban vivir en colectividad, en la sociedad
de entonces. Fundaron los sistemas de propiedad de la tierra y del agua que
constituían el Antiguo Régimen, pero por causas no despejadas, parece perderse
la huella de su antiguo propietario, porque aquel hipotecó los bienes para
obviar la vinculación, por el impago de los censos y adjudicación al
prestamista, o porque no afrontó los pagos del remate. Y de ellos quedaron en
la toponimia algunas muestras:
capellanía, data, dehesa, dehesilla, ejido, mayorazgo,
mayordomía, santísimo, tribunal, vinculación, vínculo, etc.
Todos ellos son bienes privados, y como tales encontramos la
huella en los protocolos notariales, donde se hizo constar su antiguo
propietario y los vínculos familiares de quien los heredó, e igual en el caso
de bienes de Propios o realengos, pues era y es norma acostumbrada en las
minutas reflejar en el expositivo de cómo accedió el otorgante a su propiedad,
o en su caso, las causas que motivaron la adjudicación al Estado.
Podría pensarse que las capellanías y las demás figuras del
Antiguo Régimen son pocas y
aportan poca luz a la genealogía y a la toponimia,
pero la realidad es muy distinta y como ejemplo permítanme volvamos al caso de Arucas (El Sultanato y los Jóvenes Turcos. Anales de
la Historia de Arucas, 2015, p. 15):
Arucas, aprox. 1917. FEDAC |
“Para conocer la verdadera dimensión de los bienes
vinculados, con casas, tierras y aguas afectados por las leyes de
desamortización en la jurisdicción de Arucas que despertaban muchas ambiciones
entre sus propios poseedores, patronos, administradores o censatarios,
conozcamos la larga lista de quienes fueron los fundadores de mayorazgos,
capellanías y otros vínculos con bienes en Arucas, por orden cronológico de su
constitución, sin olvidar el oficio que desempeñaban si lo declaraban:
Jerónimo de Pineda (1543); capitán Hernando Padilla y su
mujer Luisa Espino (1562); capitán general Pedro Cerón y Ponce de León y su
mujer Sofía de Santa Gadea (1572); Gregorio Barretos (1647); labrador Domingo López (1648);
María Guerra, viuda de Gregorio Álvarez Travieso (1649); licenciado Luis León
Afonso (1669); maestro de campo Antonio Trujillo (1671); Juliana Pérez, viuda
del capitán Domingo Suárez (1672); capitán Juan González de Niz y su mujer
Justa Sánchez de la Trinidad (1674); María Laso de la Vega, viuda del capitán
Juan Tejutas Cano (1674); capitán Juan Matos y su mujer María González (1680);
bachiller Juan Mateo de Castro (tres, 1680, 1683 y 1688); SÁNCHEZ beneficiado de Gáldar Francisco
Sánchez Tovar y su madre María Sánchez del Rosario (1686); canónigo Juan
González Falcón (1693); Blas Ortega Ortiz (1693); Fernando de Armas Troya y su
mujer Catalina Álvarez de Godoy (1693); capitán Gaspar Álvarez de Godoy y su
mujer Inés González (1697); licenciado Blas González de Niz (dos, 1702 y 1717);
Josefa Castillo Olivares, viuda del maestro de campo Antonio Trujillo Vergara
(1704); Luisa Antonia Trujillo Figueroa, viuda del sargento mayor Alonso
Olivares del Castillo (dos, 1705 y 1726); licenciado Matías Lorenzo Fernández
(1711); bachiller Juan Quintana Rodríguez (1714); presbítero Blas González de
Niz (dos, 1716 y 1717); canónigo Manuel Álvarez de Castro (1717); Bartolomé
Navarro Ortega (1718); Blanca Moreo del Castillo, viuda del sargento mayor
Alonso Muxica Lezcano (1720); Francisco de Niz y su mujer Catalina Rodríguez
(1722); Estebana María Perdomo (1725); licenciado Leandro Curbelo (1728); Ana Vargas Timagada (1734); Beatriz Quintana
(1738);Tomasa Miguel González (1738); capitán Gaspar de Ayala Quintana (1742);
coronel Francisco Manrique Amoreto (1748); Alonso Jordán (1750); maestro
escuela José Álvarez de Castro y Godoy (1753); Ana María Rosales, viuda de
Gregorio González Marrero (1753); presbítero Francisco Ponce Navarro (1759);
Juan González Travieso y su mujer Ana Suárez Fleitas (1763); canónigo Manuel
Massieu Monteverde (1765); Tomasa Henríquez, viuda de Domingo Guerra Travieso
(1767); Petronila Cabrera Vargas (1767); presbítero Gregorio Borges del Manzano
(1770); presbítero Juan González Zambrano (1770); Tomasa Henríquez, viuda de
Domingo Guerra Travieso (1772); presbítero José Antonio González Marrero
(1772); canónigo Vicente Antonio de Armas (1777); y Domingo Hernández Naranjo
Nieto y el Marqués del Buen Suceso Juan Domingo Hernández Naranjo Monasterios
(1788).”
Con esta larga relación de nombres y apellidos con
indicación del año de fundación con protocolo notarial, convendrán conmigo que mucha
información habrá para la genealogía, y también, que aporta mucha información
toponímica.
CONCLUSIONES
De la experiencia acumulada tengo la profunda convicción de
que la toponimia aporta a la genealogía una notable fuente de información, o al
menos de localización de los protocolos para llegar a definir un árbol
genealógico. A la viceversa, por esa misma experiencia, puedo afirmar que la
genealogía me ha permitido conocer a quién o quienes alude el topónimo.
En todo este proceso de investigación, conociendo mucho de
los pequeños lugares de nuestra tierra, primé la excelencia del detalle, método
que me permitió aproximarme a los orígenes del asentamiento y el significado
del topónimo, apoyado documentalmente
para construir el mejor relato de cada lugar, situándolo en el escenario de la
isla, todo ello enmarcado en un buen diseño de comunicación, para dar respuesta
a la curiosidad humana que a todos nos embarga sobre el lugar donde hemos
nacido o crecido.
No de todos ellos habremos obtenido la prueba documental de
la autoría del topónimo, pero como en muchos casos hemos tenido que recurrir a
la lógica filosófica, al silogismo de dos premisas que llevan a una conclusión
certera, como ese vivo refrán castellano: blanco y en botella.
Podría extenderme muchos más, entrar en muchos ejemplos,
pero creo que era más importante conocer de forma estructurada los
acontecimientos de los tiempos toponímicos para entender de ellos, y de porqué
la memoria colectiva creó el topónimo como patrimonio inmaterial, que no es de
nadie en particular y sí de todos. Espero haber complacido las expectativa que
el título pudiera haber despertado, pero no duden que lo he contado con la
pasión que ponemos los que estudiamos la genealogía y la toponimia, empezando
siempre por uno próximo a nuestra propia persona, que termina enganchándonos en
la búsqueda de muchos otros, como decía, sólo por la pasión que en ello
ponemos, buscando descifrar de alguna manera lo que pudo ser el pasado.
Agradezco la atención que me han prestado y, como no, a la
organización del III Encuentro de Genealogía, particularmente a Cristina y
Eugenio, que me ha permitido la posibilidad de contar de las ventajas que el
conocimiento de la toponimia puede aportar al conocimiento de la genealogía, y
viceversa. En algunas de mis entradas he reseñado la fuente bibliográfica del
blog GENEALOGÍAS CANARIAS, pues les sigo y me aporta buena luz a mis
investigaciones, y quede ello como muestra de mi reconocimiento a su dura labor
investigadora. De nuevo, gracias a todos.
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