martes, 22 de noviembre de 2022

HISTORIA Y GENEALOGÍA: UNA SAGA DE MAREANTES CANARIOS

JAVIER SUÁREZ BETANCOR

cuentatugenealogia@gmail.com

Ponencia presentada en el IX ENCUENTRO DE GENEALOGÍA GRAN CANARIA, organizado por Genealogías Canarias y la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria, 17 de noviembre de 2022.

 

DE LA CUEVA PINTADA A EL SAGRARIO

Entré en la Genealogía por la cueva Pintada de Gáldar[1]. Esa cavidad única cuyas representaciones geométricas continúan siendo un misterio[2]. Crecí con el relato sobre la propiedad familiar de esa Cueva. Se afirmaba que formó parte del área de juegos de mi abuela materna y de sus hermanos, que bajar a esa estancia subterránea era parte de sus aventuras infantiles. Otras veces el detalle giraba hacia la figura de mi tío bisabuelo Francisco Montesdeoca. Sobre su interés y desvelo por ceder sin lucro el cuidado de su querida Cueva a la Administración Pública, con tal de que se garantizara su conservación.

Pero no había ninguna certeza documental de todo esto. Así que siempre tuve la duda sobre el alcance y veracidad de estos relatos. Por eso, cuando tuve oportunidad comencé a indagar y, por fin, tras el confinamiento -que de alguna manera nos transformó a todos- traté de averiguar cuánto de cierto había en esa oralidad y, en su caso, documentarlo.

Comencé por la figura cercana de FRANCISCO MONTESDEOCA SUÁREZ quien, probablemente, adquirió su sensibilidad por el mundo aborigen como resultado de las frecuentes visitas que acudían a ver su cueva Pintada. Personajes del ámbito de la arqueología, turistas y toda suerte de interesados en las costumbres canarias. Esa sensibilidad quedó corroborada en 1934 cuando, como mecánico de mister Leacock y durante unos trabajos de canalización en El Agujero, descubrieron la necrópolis de La Guancha (Túmulo del Agujero) dando aviso al Museo Canario. Por su participación el Museo Canario recompensó a mi tío con la entrega de los IV tomos de la "Historia General de Canarias" de Viera y Clavijo, "casi los primeros que salieron hechos en la imprenta «La Provincia», de la Calle Colón, 5"[3], y una colección de fotografías del descubrimiento. Estas fotos, tras dormitar en un cajón durante unos 80 años, vieron la luz gracias a su bisnieto Mario Gironés[4]. Por su parte David J. Leacock, propietario de la finca donde se descubrió el túmulo, fue nombrado Socio Protector del Museo, tras la entrega de los restos aparecidos.


Pero el compromiso de Francisco Montesdeoca Suárez con nuestro legado aborigen y su generosidad quedaron sobre todo patentes cuando altruistamente cedió su estimable propiedad al Ayuntamiento de Gáldar[5]. El reconocimiento público de esa acción memorable es una tarea que nuestra sociedad tiene pendiente porque, por ejemplo, entre la documentación que ofrece al público el propio "Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada" no aparece ninguna referencia a su nombre. Y no es mérito de desdeñar el haber custodiado primero y el habernos regalado a todos después semejante tesoro cultural.

El siguiente peldaño de mi investigación me llevó a mi tatarabuelo ISIDRO MONTESDEOCA VIZCAÍNO. Nacido en 1851, aparece repetidas veces en el Boletín Oficial de Canarias como cabeza de familia, mayor contribuyente o por capacidades (saber leer y escribir) en las listas de candidatos al juicio por Jurado o por el derecho de sufragio para compromisario en las elecciones de Senadores. Concejal electo del Ayuntamiento de Gáldar por mayoría de votos también fue Presidente de la Junta Municipal de Repartimientos. De oficio carretero -hoy diríamos transportista e incluso logista- durante unos años emigró a Cuba. De su estancia en La Habana se conserva un retrato que le hizo el afamado Alfredo Sainz, fotógrafo y fabricante de botones, establecido en el número 69 de la calle Reina. En la imagen aparece con su mirada firme auscultando un hipotético horizonte y luciendo un colosal mostacho enrollado hacia sus extremos para sustentar unas puntas contrarias a la gravedad. Sobre su relación con la Cueva Pintada, Amaranto Martínez de Escobar escribe en la "Memoria Reglamentaria del año 1892, del Museo Canario, página 377: "Estuve en la célebre cueva pintada que se halla en el llamado Huerto Nuevo de D. Isidro Montesdeoca Vizcaíno. Sus rojas pinturas se presentan aún vivas y sus dibujos asemejan á los de las pintaderas en la variedad de sus formas. Aquellos triángulos y aquellos círculos concéntricos dan derecho á creer algo en la escritura simbólica por medio de jeroglíficos".

Por muchos detalles que sería prolijo explicar ahora, la figura de don Isidro me cautivó. Así que quise saber más sobre él, los MONTESDEOCA y los VIZCAÍNO. Al hacerlo, pronto me topé con los: GUZMÁN, QUINTANA, SAAVEDRA, MUJICA, CABRAL... Y, a su vez, a lomos de las genealogías del Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme y de los impagables trabajos presentados en este mismo foro, llegué sin mayor dificultad a entroncar por varias ramas, como otros muchos grancanarios de extracción galdense[6], con la familia SEMIDÁN y, también, con los: MIRANDA, TAPIA, ARJONA, ZURITA, TREJO... Es decir, el paisanaje clásico y cierto de la Conquista. Pongo de ejemplo la línea genealógica que une a los MONTESDEOCA con LOS SEMIDÁN, a través de los GUZMÁN. De esta misma índole hallé otras sucesiones.

Pero esa es otra historia que dejaremos para un futuro relato. Porque la facilidad de prosperar en la genealogía de la endogámica Gáldar me acabaría alejando de la Cueva Pintada, y pronto me alejaría también del noroeste de la Isla para hacerme llegar a Las Palmas de Gran Canaria. Fue cuando el veneno del papel antiguo hizo presa en mi. Ese olor penetrante "a añejo" que tienen los libros sacramentales, esas caligrafías exquisitas frente a otros indescifrables garabatos. Pero, sobre todo, por la posibilidad de atar cabos, de completar una rama familiar menos conocida. De "hacer hablar" a un medio escrito impensado e ignoto para mi hasta esas fechas. Así fue como llegué a El Sagrario, esa parroquia hoy desaparecida, eclipsada por la Catedral[7] y de la que su homóloga de san Agustín -santuario de Santa Rita- acabó heredando sus manuscritos y la sucesión ordinal de sus libros[8].


CUALIDADES TANGIBLES E INTANGIBLES DE LOS OBJETOS ANTIGUOS

Los objetos antiguos encierran siempre un misterio agazapado tras la barrera del tiempo. Una verdad intangible. Su valor no se obtiene por el quién o el cómo, sino por el cuándo fueron forjados. Objetos que nos trasladan al pasado. Máquinas del tiempo que forman un túnel por el cual podemos asomarnos a otras épocas. A esa categoría precisa y evocadora pertenecen los Libros Sacramentales[9]. Bautismos, matrimonios y defunciones registrados para su conocimiento futuro. La botella cuyo mensaje interior nos permite hoy día dar luz a nuestra prosapia. La estela que dando nombres a quienes nos precedieron los ha salvado del inexorable olvido.

En contra de lo que algunos aseguran, de estos volúmenes no se obtiene una simple nómina de parentescos. Hay algo que individualiza a los nombres que en ellos aparecen porque estos están tan unidos como separados por la hilatura del tiempo. Padres de padres y abuelos de abuelos enlazados por la sangre, pero distantes por abismos generacionales.  Y es esa distinción la que nos permite erigir para cada uno de ellos una personalidad única y diferenciada si atendemos a las circunstancias que les tocó vivir.


Esa última afirmación tan orteguiana ha sido asumida de siempre por las ciencias de la Historia. Estas explican los hechos como respuesta a las circunstancias de su momento histórico y en base a los valores de la sociedad descrita. Se sirven para ello de las fuentes como acceso heurístico que permite comprender la realidad pasada[10]. Esa técnica auscultativa también constituye la herramienta fundamental del novelista y del ensayista histórico. Hoy día sabemos que esos factores ambientales que nos modelan son capaces incluso de modificar nuestro ADN, no sólo de manera perdurable sino transmisible[11].

Repare quien se adentre en su propia investigación genealógica que, de paso, encontraráun raudal de información aneja que le trasladará a escenarios en principio impensables. En ellos verá envueltos a sus ancestros en guerras, templos, corsarios, oficios, celemines, incendios, reyes, navíos, presidios, pecados, levas, testamentos, excomulgados, padrinos, acequias, ajusticiados, renacidos... pormenores que habrán sido la sazón de su existencia y la enjundia de su vidas. Verán, como yo he visto, su humanidad, su tráfago cotidiano y llegarán a percibir incluso el aroma de su intimidad. Y muchas veces no los sentirán muertos. Los verán vivos en el paisaje. En la cantidad de vestigios que se nos aparecen cotidianamente atestiguando su paso.  Por eso conviene traer aquí, a la memoria, las palabras de Bernardo de Chartres, aquel prestigioso escolástico del siglo XII, quien dijo: "Quasi nanos gigantum humeris insidentes" (Nosotros somos como enanos aupados a hombros de gigantes). O casi mejor, expresado de modo poético por Birago Diop[12], ese senegalés que tanto amó y defendió la tradición oral:

Aquéllos que han muerto no se han ido nunca.

Están en la sombra que se alumbra

Y en la sombra que se espesa,

Los muertos no están bajo la tierra

Están en el árbol que se estremece,

Están en la madera que gime,

Están en el agua que corre,

Están en el agua que duerme,

Están en la cabaña, están en la multitud

Los muertos no están muertos.

 

EL MAYOR LOGRO DOCUMENTAL DE LA HISTORIA DE CANARIAS

Si hablé de entrada de las cualidades intangibles de los Libros Sacramentales ahora quiero destacar su contraparte: su fin práctico y concreto. Su carácter censal, su composición colectiva y su contenido "universal", al tratar de inscribir a la totalidad de la población. Por último, en el contexto moral de la época, su intención de evitar abusos al dejar registradas, y por tanto ser contrastables, las filiaciones familiares. Una manera de defender a la infancia, momento en el que todos somos extremadamente vulnerables. Aunque no siempre conseguido dada, irónicamente, la cantidad de expósitos registrados.

Entrada la Edad Moderna la Iglesia ya fue capaz de acometer un proyecto en extremo ambicioso. Con su sólido establecimiento territorial, su férrea implantación social y con una formación suficiente del clero pudo decretar en su Concilio de Trento, "Tenga el párroco un libro en que escriba los nombres de los contrayentes y de los testigos, el día y lugar en que se contrajo el Matrimonio, y guarde él mismo cuidadosamente este libro"[13]. Extendido a otros volúmenes formados por los bautismos y al poco otros por las defunciones, no es que la medida fuera novedosa, lo novedoso fue que su institución se hacía con mandato universal. Tengamos en cuenta que ya en Canarias, desde 1497, el obispo Diego de Muros, poniendo en práctica las reformas emprendidas por el Cardenal Cisneros, había ordenado a los párrocos y en especial a los mayordomos de fábrica la confección de los libros sacramentales. Lo hizo con tal énfasis que el incumplimiento de su orden de formar un libro bautismal tenía como consecuencia la excomunión del propio cura-párroco. Tal rigor fue justificado por las impresiones que el prelado tuvo a su llegada a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria en la que, "algunos niños se criaban sin padres, ni parientes, ignorándose de quienes eran hijos y si estaban o no bautizados, a la vez que se desconocía la edad de los mismos y si eran legítimos o no"[14].

Documentalmente, la formación de los libros sacramentales supone el mayor logro colectivo de la Historia de Canarias. Esa inmensa obra manuscrita es reflejo del celo de miles de eclesiásticos. La suma de un esfuerzo de más de cinco siglos. Como otros ya han dicho, no sólo recogen en sus partidas y notas marginales una relación de nombres con interés genealógico u ofrecen datos de interés demográfico, sino que contienen un conjunto aleatorio de información sobre oficios, costumbres, epidemias, precios, festividades... que no tiene parangón en ningún otro soporte. También su importancia estriba en que por su propio intento de abarcar a todas las almas acabaron siendo la única huella escrita del tránsito terrenal de miles y miles de ellas.

Como registro es bien simple. La búsqueda genealógica consiste en ir saltando hacia atrás en el tiempo de libro en libro. Del matrimonio de los hijos al matrimonio de los padres, luego al de los abuelos... y así hasta llegar al final de las partidas. Pero claro, en la práctica, la tarea está sujeta a muchísimas vicisitudes y a otros tantos imponderables: cambios de residencia, empleo de apellidos distintos, filiaciones desconocidas, rotos en el documento, desaparición del libro... Y es aquí donde para avanzar interviene todo el arsenal de fondos de estos archivos con los expedientes de matrimonios, los de soltería, las dispensas, los censos, testamentos, capellanías[15]... hasta, si se quiere llegar lejos,  hacerse necesaria la participación de un especialista.

 

DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA A EL TERRERO

Como ya dije, el éxito en la búsqueda de mis familiares en Gáldar y el conocimiento de los rudimentos de la técnica genealógica me permitieron preguntarme por el origen de mi apellido SUÁREZ. Eso significaba ir a los registros de la Capital porque, hasta donde sabía, todos mis parientes paternos cercanos en el tiempo eran o habían sido naturales de Las Palmas de Gran Canaria.

Un árbol genealógico es una progresión geométrica en la que los componentes de cada generación se van duplicando al ir retrocediendo en el tiempo. De esta manera, pasadas las generaciones más cercanas, puede ser inabarcable el hallar a nuestros ancestros. Así que situado en ese punto sólo cabía una cuestión, ¿quiénes eran mis parientes?

Salvo en el caso de linajes conspicuos, los recuerdos familiares raramente sobreviven a los tatarabuelos. Y aún entonces los datos son escasos e imprecisos. El propio lenguaje no pasa de ahí. No hay una palabra para designar relaciones más allá de los abuelos de nuestros abuelos: los tatarabuelos. Como no la hay hacia adelante para nombrar a descendientes tras los hijos de los bisnietos: los tataranietos. Algo muy similar ocurre con las disposiciones matrimoniales recogidas en el derecho civil y en el canónico.[16] Ambas nos marcan fronteras en la parentela. Para estas dos jurisdicciones existe nulidad o prohibición de contraer nupcias entre todos los descendientes y ascendientes en la línea recta. En la línea colateral, para la Iglesia es igualmente nulo hasta el cuarto grado de consanguinidad, mientras que en el derecho Civil la prohibición de contraer dicho vínculo se sitúa en el tercer grado. En cuanto al derecho a heredar, otra limitación civil es que los herederos legales no pueden sobrepasar el cuarto grado. En el orden fisiológico, la genética es algo más generosa a la hora de establecer parentescos pero, aún así, "a partir de la sexta generación (64 ancestros) hacia atrás las probabilidades de no portar suficientes genes de un antepasado determinado son bastante altas"[17]. Vemos, por tanto, que si estrictamente los parientes responden a un "vínculo por consanguinidad, afinidad, adopción, matrimonio u otra relación estable de afectividad análoga a esta"... el parentesco, propiamente dicho, se extingue de manera legal o genética en unas pocas generaciones. Por fortuna, agotada la voz "parientes", nos quedan aún varios vocablos útiles para referirnos a los familiares que nos precedieron en el tiempo, Podemos llamarles: ascendientes, antepasados, ancestros... Y estos lo serán, a su vez, por la línea recta o colateral.


 

LA PAREJA FUNDACIONAL 

Aclaradas así las cosas, de entrada, puse el énfasis en la línea recta, la de los agnados, marcados en azul en el cuadro generacional. Esto me permitió con relativo esfuerzo llegar al matrimonio "fundacional" de los SUÁREZ. Apenas tuve que retroceder 275 años. Sucedió este enlace el día 2 de mayo de 1746, en la parroquia de El Sagrario, a finales del reinado de Felipe V, primero de los borbones en España. Precedidas las amonestaciones que disponía el Santo Concilio de Trento de las que no resultó impedimento alguno, MARCOS LORENZO, natural de Sanlúcar de Barrameda, casó con IGNACIA BETANCURT Y AZEDO, natural de Las Palmas de Gran Canaria, vecina en El Terrero.

III. MARCOS LORENZO GÓMEZ[64], hombre de mar, residente en Las Palmas de Gran Canaria desde hacía 5 años, fue declarado persona libre para el matrimonio. El hecho quedó reflejado mediante despacho del Sr. Provisor y Vicario General del Obispado. Nacido el 13 de octubre de 1718, fue bautizado, un jueves, 19 días después. Recibió óleo y crisma en la Parroquia de Nuestra Señora de la O. Templo en el que dos siglos antes, el 6 de septiembre de 1522, los 18 supervivientes de la nao Victoria, con su comandante Elcano al frente, agradecieron a la virgen de La Antigua, que allí se venera, su regreso, tras haber logrado su tan penosa como grandiosa hazaña y haber recorrido "según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas y dimos la vuelta al mundo entero, yendo siempre de este a oeste"[18] (80.333,25 Kms.).

Hijo de BENITO GÓMEZ y de ISABEL DE LOS REYES, vecinos de Sanlúcar de Barrameda, MARCOS era, a su vez, nieto de ayamontinos por los cuatro costados. De GREGORIO GÓMEZ y BEATRÍZ MAGRO por línea paterna y, por línea materna, de GASPAR DE LOS REYES y JUANA DE SAN JUAN. Estas familias cubrían los extremos españoles del arco costero que forma el Golfo de Cádiz. Por su situación en la desembocadura del Guadalquivir y como antepuerto de Sevilla, capital de la Carrera de Indias durante el siglo XVI y buena parte del XVII, Sanlúcar de Barrameda gozaba de formar parte del epicentro de la aventura atlántica, como también sucedía en el caso de Ayamonte. Cuna de marinos y expertos pilotos, este territorio, desde los albores de la Conquista, como veremos más adelante, nutrió de navegantes a las Islas.

El apellido DE LOS REYES aparece muy vinculado a Ayamonte y, en consecuencia, al mar. Tres DE LOS REYES figuran en la relación de Pilotos y Maestres de la Provincia de Huelva en la Carrera de Indias (1568-1700)[19]. Otro tanto sucede con el apellido GÓMEZ citado en la misma fuente. En 1706, GASPAR DE LOS REYES -que bien pudiera ser el nuestro-, vecino de Ayamonte, era propietario de un barco. Durante la Guerra de Secesión, a causa de las dificultades que esta contienda le ocasionaba, ya que le castigaba con mayor crudeza que a otros marineros hispanos por su situación fronteriza, con el apoyo  del cabildo municipal, solicitó al administrador de la Renta de las Salinas de Sevilla, privilegios en la compra de sal, alegando que:

"por lo rigoroso de la guerra poder gozar de la concesión de los treze reales y veinte y dos maravedís bellón que pagan por el balor de cada fanega de sal... para salar sus pescados en la mar para los que salan en la tierra por causas de estar experimentando del enemigo muchas hostilidades con pérdidas de sus embarcaciones como así  hera notorio"[20].

Por su parte, 1718 -recordamos que fue el año de nacimiento de MARCOS LORENZO- vino cargado de sucesos que afectaron en mayor o menor medida a Gran Canaria. Ese mismo año fue publicado el "Reglamento y Ordenanza de su Majestad de 6 de diciembre de 1718, sobre el comercio de las Islas de Canaria, Tenerife y La Palma a Las Indias". En su virtud, la Corona obligaba a enviar a la isla de Santo Domingo, o a las que el Rey ordenara, a cincuenta familias de cinco personas cada una, a razón de cinco familias por cada cien toneladas de productos de las Islas que fueran transportadas a América. En su defecto, el dueño del Registro debía satisfacer los mil reales en que se estimaba el flete de cada familia[21]. Como sobre los efectos de este Reglamento se han escrito ríos de tinta, nos quedaremos aquí con lo expresado por el catedrático HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, investigador de la migración canaria a América, quien considera un mito el Tributo de Sangre y afirma que: "ningún emigrante fue obligado a trasladarse por la fuerza. Es más, los que lo hicieron fueron personas desarraigadas y pobres sin conexiones en América, que vieron en el pasaje gratis y la concesión de tierras la consecución de su sueño de acceder a ser hacendados"[22].

Ese mismo año de 1718 el sureste de Gran Canaria explotó. Desde hacía siglos los campesinos de Agüimes venían roturando y cultivando tierras en Sardina, Llano del Polvo y Aldea Blanca. Eran tierras de realengo, inicialmente de escaso valor, pero que ellos con su esfuerzo fueron mejorando dotándolas incluso de riego, aprovechando el agua del barranco de Tirajana. Detectadas estas irregularidades en la propiedad, en 1635, un visitador real reafirma la naturaleza pública y realenga de este suelo, a pesar de lo cual los usurpadores continuarán en su posesión. En 1645 se decide que si los ocupantes quieren seguir con su explotación deberán pagar como tributo perpetuo un real anual por cada fanegada detentada. El dinero recaudado se destinaría a las fortificaciones y otros gastos de defensa. Nadie pagó. Así que Francisco Amoreto Manrique, un terrateniente cuya familia se había enriquecido con la industria de la caña de azúcar, vio en esa desidia la ocasión propicia para incrementar sus latifundios en el Sur de la Isla. Para ello solicitó al Consejo de Castilla la subasta pública de aquellas tierras. Dentro de un procedimiento amañado, su oferta no pudo ser igualada por nadie así que, como único postor, las tierras le fueron concedidas. En consecuencia estalló lo que hoy conocemos como el "motín de Agüimes". 

Ahora puede parecernos remoto, pero los grancanarios tenemos una gran tradición de levantiscos y turbulentos. Ante una abusiva presión fiscal, el alza de los precios en momentos carenciales, la defensa de los bienes comunales, la arbitrariedad de los poderes públicos... no se seguía la vía del litigio que solía mostrarse larga e inútil. A cambio, como mecanismos de defensa social se elegía el desorden, el tumulto o el motín. En su inédita tesis doctoral, el historiador SUÁREZ GRIMÓN contabilizó, entre 1718 y 1847, sólo en Gran Canaria, 58 episodios de este tipo. Lo que toca a conflicto por bienio.

"Tienen en Canarias los motines otra característica. En general son blancos, no aparejan derramamiento de sangre y en muy alta proporción no implican severos castigos por parte de la justicia y menos duras represiones, que sirvieran de escarmiento para el futuro, como era corriente en otras latitudes. La causa es doble y me parece clara: la repugnancia que siente el isleño por el derramamiento de sangre y la carencia de fuerzas del orden que repriman a los tumultuados. El hecho de que las fuerzas estuvieran constituidas por unidades de milicias provinciales, e integradas por campesinos, hace que sus jefes sepan muy bien que sería contraproducente y peligroso llegar a un enfrentamiento entre hermanos".[23]

III. IGNACIA BETANCURT Y AZEDO[65] en su matrimonio tiró de alcurnia y usó los apellidos familiares más sonoros que probablemente conocía. Pero, como veremos, aún hubiera podido dar otros de mayor postín. Nacida el 26 de septiembre de 1726, fue bautizada en El Sagrario, en la primera pila de mármol llegada de un taller genovés, en 1531, ubicada en la nave de la Epístola, entre las capillas de la Virgen de Belén y de San Andrés. En ella "fueron bautizadas junto con muchos indígenas casi todas las generaciones surgidas desde 1580 a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII en la ciudad"[24]. Hoy día podemos verla en la Catedral, a la izquierda del altar mayor, entre las capillas de El Santísimo y la de Nuestra Señora de Lantigua.

IGNACIA MICAELA JERÓNIMA[65] era hija de FRANCISCO GONZÁLEZ[130] y MARÍA ALEMÁN[131]. Cosa que supe gracias a la Providencia que quiso un día sentar a mi lado, en el Archivo Diocesano de Las Palmas, a Rafael Rodríguez de Castro. Enfrascado en un documento engorroso lleno de abreviaturas de fórmulas eclesiásticas no tuve más remedio que acudir a sus ojos doctos. Enseguida cayó en la cuenta de la peculiaridad de los apellidos. "Lo miro y te digo algo", murmuró escuetamente. Mi sorpresa fue cuando me respondió con una información detallada que aclaraba el periodo en el que el apellido ACEDO dejó de usarse. De su mano llegué al matrimonio entre PABLO DE MEDINA BETHENCOURT y MARÍA LUCANA DE ORDUÑA, casados en Gáldar, el 5 de febrero de 1680.

A partir de ahí me resultó sencillo seguir la ascendencia de IGNACIA hasta ADÁN DE ACEDO, caballero navarro establecido en Gran Canaria a poco de finalizar la Conquista, siguiendo las indicaciones de Miguel Rodríguez Díaz de Quintana[25], con quien muchos canarios tenemos una deuda, ad eternum, por sus laboriosas genealogías. Los ACEDO recibieron datas de tierras en la costa de Layraga, entre el Palmital de Guía y en el barranco del Aumastel, desde el primer repartimiento hecho en Gran Canaria tras la Conquista[26]. 

Siguiendo las genealogías que aparecen en las citadas Revistas del Instituto Canario de Estudios Históricos "Rey Fernando Guanarteme", IGNACIA BETANCURT[65] acaba, hasta donde puede seguírsele la pista, descendiendo tanto de la familia SEMIDÁN, por el matrimonio entre ADÁN DE ACEDO y CATALINA FERNÁNDEZ GUANARTEME, como de la casa normanda de su apellido y de la familia real indígena de Lanzarote. Pero esa es otra historia que excede a las pretensiones de este trabajo y será contada en otro momento.

Sin embargo, todo este caudal de información no nos resuelve nuestra primordial pesquisa. Así que, por ahora, nos quedamos sin saber el origen del apellido SUÁREZ ya que no pudo surgir espontáneamente. Sí sabemos que del matrimonio entre MARCOS LORENZO GÓMEZ[64] e IGNACIA BETANCUR Y ACEDO[65] nacieron, al menos, cuatro hijos. Francisco de Borjas (sic) del Carmen (04/04/1750), quien debió morir tempranamente; BENITO LORENZO[32] (29/01/1753) que sería el continuador del linaje; un segundo, Francisco de Borja (21/11/1755), por cuya repetición del nombre pensamos en la muerte del primer vástago citado; y Josefa María (28/01/1758). Todos ellos registrados en el Libro 23 de bautismos del Sagrario. Como padres del primero figuran, MARCOS ESPAÑOL e IGNACIA MARÍA y, de los tres siguientes, MARCOS LORENZO e IGNACIA MEDINA. El apellido MEDINA acaba apareciendo entre la prosapia de IGNACIA, tanto por línea paterna como materna, pero el SUÁREZ no. La primera vez que este apellido se declara es en el matrimonio entre BENITO LORENZO y JOSEFA MANUELA[27], hijos respectivos de MARCOS LORENZO y de IGNACIA SUÁREZ y de JOSEF MONTEDOCA (sic) y MANUELA FLORES. También FRANCISCO (DE BORJA) SUÁREZ ESPAÑOL en su casamiento dice ser hijo de MARCOS ESPAÑOL e IGNACIA SUÁREZ[28] y, en adelante, todos los descendientes de la saga usarán el SUÁREZ como primer apellido.

Haremos un inciso para comentar el apelativo ESPAÑOL. Desde aquel primer expediente de soltería a MARCOS LORENZO GÓMEZ[64] se le califica como español, dando idea de su ciudadanía. Pero en otros documentos, como sucede en la partida de bautismo de su primogénito, ese español lo vemos como apellido, MARCOS ESPAÑOL. Tanto es así que el tercero de sus hijos, FRANCISCO DE BORJA en su inscripción de matrimonio aparece como, FRANCISCO SUÁREZ ESPAÑOL. Y por último, en otros documentos (como la partida de bautismo de NICOLÁS FRANCISCO ESTEVAN SUÁREZ[16]) el vocablo aparece como sobrenombre, MARCOS el ESPAÑOL[64]. Así que el término funcionó como indicativo de naturaleza, apellido o mote.

La fórmula común usada en los Libros de Matrimonio para precisar la procedencia de los contrayentes era con indicación del lugar del que eran naturales y del que eran vecinos. Con preferencia del lugar del que eran vecinos dada, probablemente, la dificultad de averiguar lo primero. Vemos algunos ejemplos, del Libro 5º de Matrimonios del Sagrario (1692-1703), de identificación de los individuos pertenecientes a los territorios nacionales: a) natural de Salamanca, España; b) vecinos y naturales de las Montañas de Burgos, España; c) vecinos de la villa de Tabasco, en la Nueva España, Indias de Su Majestad; d) vecinos de la villa de Melgar de Arriba, León, España; e) vecino de esta ciudad y natural de Mérida, Nuevo Reino de Granada. No fue hasta la Constitución Política de la Monarquía Española. Promulgada en Cádiz, el 19 de marzo de 1812, cuando en su artículo 1º , se afirmó que: "La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios"[29].

 

TRAS LA CONQUISTA GRAN CANARIA SE VIRÓ AL MAR

Para la población prehispánica de Gran Canaria el mar era una frontera infranqueable. Desconocedores de la navegación[30], para ellos, las velas avistadas entre el horizonte y la costa podían acarrear tanto una oportunidad de comercio como una desgracia violenta. Pero, a partir del 29 de abril de 1483, el Atlántico se convirtió en el medio de unión con Castilla y también en nexo entre las poblaciones costeras de la Isla: Las Palmas de Gran Canaria, Guía, Gáldar, Agaete... se conectaron empleando puertos y surgideros. El mar se convirtió en medio rápido de comunicación y transporte, salvando así la complicada orografía insular. Sin embargo, la anexión de Castilla no trajo la paz. Ahora pertenecer a una nación europea tenía el reverso de convertirse en el enemigo de otras potencias que pugnaban por el dominio de los mares. Pero vayamos por partes.

Desde la Edad Media, la afamada riqueza piscícola de las costas africanas atrajo a pescadores portugueses y españoles. Estos hacían paso frecuente por las Islas Canarias y no sería incongruente pensar que realizaran desembarcos para proveerse de madera y agua. También el archipiélago era lugar de paso de exploradores como los mallorquines de quienes se afirma que introdujeron la higuera (Ficus carica L.)[31] como parte de sus transacciones con los canarios y que, incluso, llegaron a fundar el primer núcleo urbano europeo en Telde[32]. Pero sería a partir de aquel año bisiesto de 1492, en que sucumbió Granada y surgió América, cuando las costas grancanarias vivirían el ajetreo incesante de navíos camino del Nuevo Mundo, de África y de vuelta a Europa. Toda suerte de velas empujando barcos de guerra, mercantes, pesqueros, de cabotaje, corsarios y hasta los dedicados al infame comercio de esclavos hicieron presencia en el puerto de Las Isletas[33]. También ellos trajeron consigo a los primeros hombres que formarían desde entonces el incipiente núcleo de mareantes grancanarios.


Fueron los marinos portugueses, tanto del continente como de los archipiélagos atlánticos, los que vinieron en mayor número a Canarias. Lo hicieron como asalariados de mercaderes castellanos y andaluces, también formando parte de las tripulaciones que iban camino de las colonias portuguesas, los pescadores que faenaban en el banco africano y los que se enrolaban en expediciones para el comercio de esclavos. Les siguen en cantidad los andaluces, maestres y marinos de las naves dedicadas a la industria azucarera con destino principalmente a los puertos de Cádiz y Sevilla. Llegaron también vascos, vizcaínos, gallegos y algunos catalanes, todos ellos tripulantes de barcos dedicados al comercio[34].

Cuando MARCOS LORENZO[64] arribó a Gran Canaria, en 1741, con 23 años de edad, ya se había escrito buena parte de la historia marítima insular. A principios del mismo siglo, en 1703, la gente de mar había creado espontáneamente la Confraternidad de Mareantes[35], aún sin previo establecimiento de estatutos u ordenanzas civiles y religiosas. Como organización gremial establecieron una serie de cuotas que aportaban los socios al año o por zafra. El dinero recaudado se guardaba en un arca y con él se satisfacían los proyectos comunes. Los religiosos, como la edificación de la ermita de san Telmo y el mantenimiento de su culto, y los sociales: el socorro de inválidos, dotes, entierros y enfermedades, auxilios a cofrades pobres... Los beneficiarios de esta actividad eran unos 2.000 vecinos, "una tercera parte del vecindario" que componía la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, lo cual nos da una idea de la importancia del mar para la urbe y de las actividades de la Confraternidad para su población

Desde el siglo XVI hasta entrado el siglo XX el mundo del mar y en particular la pesca en África no fue capaz de incorporar innovaciones tecnológicas, de evolucionar en cuanto a incrementos significativos de la productividad y, tampoco, en cuanto a la mejora en las condiciones laborales de los pescadores. Desde mitad del siglo XX se produjo la modernización del sector pesquero, al mismo tiempo que la internacionalización del banco piscícola. Consecuentemente, la llegada de las flotas extranjeras supuso un gran auge económico para el Sáhara, pero también para el puerto de la Luz y de Las Palmas de Gran Canaria, en donde las flotas foráneas encontraron todo lo necesario para satisfacer sus necesidades de asistencia, reparación y suministros. En 1975 España abandonó el Sáhara y permitió su ocupación por Marruecos, con lo que la pesca tradicional quedó supeditada a los acuerdos entre ambos países. Finalmente, desde la incorporación de España a la Unión Europea, dichos acuerdos se establecen entre Bruselas y Rabat (VER ANEXO II).

IV. BENITO LORENZO SUÁREZ[32], nacido el 29 de enero de 1753, en Triana, bautizado en El Sagrario, fue llamado así en honor a su abuelo sanluqueño. BENITO vino al mundo el año en el que Fernando VI de España, llamado «el Prudente» o «el Justo» firmó, tras arduas negociaciones un, para él, tranquilizador Concordato, ya que al rey le preocupaban mucho sus relaciones con el Papa[36]. Los concordatos[37] no trataban de temas de fe, sino de cómo ajustar la ciudanía espiritual con la terrenal, y sobre quién y cómo administraba los recursos económicos resultantes. Entre los postulados regios estaban la exigencia del reconocimiento del patronato real y su derecho a las regalías que desde antiguo ostentaba. En definitiva, el Estado trataba de arañar parte de los lucrativos recursos que la Iglesia poseía para hacer frente a su precariedad económica[38]. Así, este acuerdo incluía la concesión por parte de Benedicto XIV al Rey Fernando VI y a sus sucesores de, "la autoridad suprema de la exacción, administración y distribución de los espolios de los obispos y frutos de las vacantes... los espolios eran tanto los muebles, dinero, alhajas, créditos y bienes inmuebles y semovientes que los prelados dejaban a su muerte o traslado, adquiridos con las rentas de la mitra, como las rentas procedentes de los diezmos, obvenciones y demás réditos de igual naturaleza. Y las vacantes eran esas mismas rentas, generadas desde el fallecimiento o traslado del prelado hasta que se preconizaba otro que ostentaba dicho cargo".

Las vidas de los reyes parecen de oropel. Muchas vicisitudes hubieron de darse para que este monarca llegara a reinar. Fernando tenía a dos hermanos por delante y una poderosa enemiga, su madrastra, quien, a su vez, aportaba sus propios candidatos al cetro real. Por eso, al más puro estilo de los cuentos infantiles, Fernando VI sufrió el acoso de Isabel de Farnesio. La mayor parte de los veintidós años en que fue príncipe de Asturias, esta le procuró una especie de "arresto domiciliario". Trataba así la reina de evitar las influencias de los grupos «casticistas» y «contestatarios» de la nobleza castellana y de la corte, que pedían una segunda abdicación de  Felipe V, cuya salud mental estaba visiblemente deteriorada.

SÚBDITOS NO CIUDADANOS. Nos fijamos en las coronas y la mitras para contextualizar los vaivenes a los que los súbditos de entonces estaban sometidos y que acababan repercutiendo en sus vidas cotidianas. Eran tiempos de absolutismo y monopolio espiritual difíciles de valorar y comprender desde una sociedad democrática. En ese entonces no se era ciudadano, por lo que las personas no se consideraban miembros activos del Estado. No sólo era estar sometidos a la voluntad de estos poderes sino, además, a las consecuencias de los forcejeos entre ellos y de sus respectivas luchas e intrigas intestinas.

IV. JOSEFA MANUELA MONTESDEOCA FLORES[33] nació en Las Palmas de Gran Canaria, el 25 de enero de 1756, también en el barrio de Triana. Era hija de JOSÉ ANTONIO MONTESDEOCA[66], de 42 años, natural de Arucas, mareante y vecino de Triana. El parto de JOSÉ ANTONIO, que se produjo el 12 de julio de 1713, tuvo que ser complicado, bien por ser prematuro o por cualquier otra circunstancia que hizo temer por su vida. Su abuelo materno, JUAN GONZÁLEZ MAÑERO, le echó agua por necesidad. En la doctrina cristiana el Bautismo es el primero y principal sacramento del perdón de los pecados. Jesús anunció: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará" (Mc 16, 15-16). Sin bautismo, por tanto, no hay salvación por lo que, «en caso de necesidad, toda persona puede bautizar, con tal que tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia, y que derrame agua sobre la cabeza del candidato diciendo: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (1284)[39]». Estos conocimientos de PRIMEROS AUXILIOS ESPIRITUALES eran muy comunes entonces. Una prueba del peligro mortal que suponía un parto para madre e hijo. Hablaremos de ello un poco más adelante.

Estos MONTESDEOCA de Triana son descendientes del matrimonio formado por DIEGO MONTESDEOCA y MARGARITA RORIGUEZ TRAVIESO, casados hacia 1570, en Arucas. Es decir, la misma ascendencia o tronco común con aquel ISIDRO MONTESDEOCA VIZCAINO que cité al inicio. Con estos primeros MONTESDEOCA mudados, como hemos visto, de Arucas a la Ciudad, enlazo por línea paterna y con los mudados a Gáldar, por línea materna. Existe una tercera línea de MONTESDEOCA que comentaremos al llegar a la VI generación con los ascendientes de MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ CÁRDENES[9].

El abuelo materno de JOSEFA MANUELA[33], JOSÉ DE FLORES[134] casado con la teldense, PETRONILA DE ANAYA[135], en El Sagrario, un 3 de noviembre de 1700, a las 5 de la tarde,  tuvo que ser "declarado por hombre libre de que necesito por haber hecho larga ausencia desta Ysla", tal y como consta en su partida de matrimonio. Él era hijo de PEDRO DE FLORES[268], soldado de Presidio, ya difunto el día de la boda de su hijo, y de MARÍA GUEVARA o VERGARA. También el abuelo de JOSÉ DE FLORES, un tal JUAN DE FLORES, fue soldado. 

Recordemos que el presidio era una guarnición militar encargada de defender el territorio en nombre del Rey. Los soldados eran veteranos profesionales sumidos, por lo general, entre una vida ociosa y una escasez de recursos por los frecuentes retrasos en el recibo de sus soldadas. Las "guarniciones se situaban en los núcleos urbanos, bien en los campamentos militares o en las propias fortalezas existentes en el lugar, aunque en Gran Canaria, dada la poca volumetría de sus defensas, los soldados campaban por la ciudad y sus aledaños"[40]. Por el tiempo del servicio de JUAN DE FLORES como soldado llegó a Canarias, en 1662, el capital general don Jerónimo de Benavente Quiñones "quien durante su período en Canarias decretó dos levas de infantería canaria: para la guerra de Extremadura y para el frente de Flandes, en 1664... Precisamente, Gerónimo de Benavente decretó el reclutamiento de una compañía canaria para la campaña portuguesa de 1663, con su yerno Diego de Alvarado-Bracamonte (futuro I marqués de La Breña) como maestre de campo y su hijo Gabriel como capitán, que terminó con el desafortunado desenlace de Estremoz, donde las tropas españolas saquearon en su retirada su propio bagaje y Juan José de Austria, jefe de las tropas españolas, fue destituido"[41]. Sobre las peculiaridades de la defensa de las Islas Canarias, y especialmente su financiación durante el siglo XVIII, podemos consultar el trabajo de SOLBES FERRI, doctor en Historia, Profesor Titular de Universidad del Área de Historia e Instituciones Económicas del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria[42].

En 1778, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Canaria (RSEAPC) puso todo su tesón en establecer en Gran Canaria la pesca de ballena[43], "que miran las naciones como un manantial de riqueza y por cuyo logro no perdonan afanes ni peligros". Averiguando que en la costa de Arguineguín, durante la primavera, se veían muchos de estos cetáceos, la Sociedad acordó fijar carteles ofreciendo 300 reales, al primero que cazara una ballena con arpón y la sacase a tierra. Además del efectivo, se podía quedar el cazador con el beneficio de todo el producto que del mamífero se obtuviera. A la llamada compareció JOSÉ FLORES, el Locero, ya ducho en arponar toninas, nombre que en Canarias damos al delfín mular.  Con gran resolución y tras varios intentos logró JOSÉ FLORES dar caza a dos ballenatos y herir gravemente a la madre de uno de ellos que lo defendía[44]. Desde la Ciudad se despacharon barcos con pipas, tinas, calderas, embudos, etc.. para el aprovechamiento de los animales. Tras nombrar al intrépido ballenero socio de merito de la Sociedad y libre de contribución, por mediación del conde de Floridablanca se dio parte del éxito al Rey Carlos III. La ballena herida apareció encallada días más tarde en las playas de Abona, en Tenerife, pero a pesar de las reclamaciones de la Sociedad sobre su propiedad el Comandante General, marqués de Tavalosos, argumentó que, "no adquiere el dominio aquel que persigue al pez, al ave o a la fiera, sino el que lo aprehende y ocupa; así que como bienes mostrencos pertenecía la ballena de Güímar a la Real Hacienda". Esta frustración y las contingencias de la guerra con Inglaterra por los años de 1780 y 1781 acabaron con la prometedora empresa para bien de los cetáceos[45].

También tenía la RSEAPC, entre los encargos de su aprobación, el fomento de las pesca de la sama y el tasarte.  Así que, en 1778, la Junta "examinó muy bien si había alguna cosa que hacer en beneficio suyo". Pero revisando qué hacer sobre esta industria del salado consideró la Sociedad que, "no quedaba nada que adelantar en la expresada pesca por hallarse en el estado posible de perfección"[46]

V. NICOLÁS FRANCISCO SUÁREZ FLORES[16], nacido el 19 de diciembre de 1775 y bautizado en El Sagrario casó, en primeras nupcias, el 27 de marzo de 1796, con LUCÍA MARÍA GONZÁLEZ DEL RÍO, pero su enlace duró muy poco, apenas dos años. Posteriormente hallamos su segundo matrimonio con MARÍA CABRERA MORALES[17], el 29/07/1798. Según nos enseñan los Libros Sacramentales eran frecuentes los matrimonios en los que uno de los contrayentes era viudo.

En las Islas Canarias sabemos de periodos extraordinarios en los que hambrunas, guerras, catástrofes naturales, epidemias y pandemias causaron grandes mortandades. Pero, de ordinario, la muerte tenía sus fieles aliados en la pobreza, en las deficientes condiciones de higiene favorecedoras de infecciones, en el bajo nivel de la medicina de entonces y en la falta de control sanitario. Bajo estas circunstancias no es casual, por tanto, que la mortalidad de las mujeres en edad de mayor fertilidad, entre 20 y 39 años, fuera superior a la de los hombres, teniendo como causa principal las enfermedades puerperales y los accidentes en el parto[47]. Por si fuera poco, las parteras, además de una reducida capacitación, tenían una baja consideración social por estar su oficio ligado al tabú de la sangre y la menstruación[48]. Estos datos se ven refrendados por el alto número de viudos que contraen matrimonio comparado con el de viudas que es notoriamente inferior.

Había partos en los que se vivían momentos tan dramáticos que sólo quedaba recurrir a la magia o la fe. En algunos casos una fe tan desmedida que era sinónimo de superstición. Así conocemos relatos espeluznantes como el caso de una vecina de Las Palmas de Gran Canaria, Josefa Oliva, quien "angustiada por un mal parto, «sin que pudiese salir la criatura, que sólo manifestaba la cabeza, padeciendo esta dificultad tres días de dolores», pidió con gran fe que se le llevase un rosario de la lega grancanaria Catalina de San Mateo. Le llevaron una cruz, «alpunto que la recibió se desató la criatura». A ésta la creyeron muerta, por lo que sólo cuidaron de su madre. Una criada le arrojó un colchón grande que tenía un quintal de lana, pero, a pesar de ello «la hallaron viva y sollozando». Los presentes lo «atribuyeron a milagro de la Sierva de Dios y reconocen que deben a sus intercesiones la vida que goza hasta hoy»".[49]

El Ilustrado Juan Antonio Urtusáustegui (1731-1794), Teniente Coronel del Regimiento de Milicias de La Orotava y Gobernador de las Armas de la isla del Hierro, nos dejó, recogido en su "Diario de viaje a la isla de El Hierro en 1779", este impactante testimonio: «A proporción que se desgracian en esta isla mucho número de paridas, creo que más proviene de la barbarie con que las tratan y la crueldad de las parteras. Baste decir, para prueba, el caso que casi fui testigo luego que desembarqué: hicieron mil sacrificios a una infeliz que estaba de parto, la tuvieron más de dos días suspendida de una cuerda, de que no la quitaron por más que clamaba, la dejaban morir en el suelo, y por turno, para aliviarse, se sucedían cinco despiadadas matronas, hasta que expiró en medio de estos tormentos; pero nada es en comparación del sucedido en el año antecedente con otra miserable que padecía un parto muy difícil; y viendo estas bárbaras que se tardaba en salir de él, toma la más resuelta un cuchillo y con grande tranquilidad de ánimo la abrió perfectamente la operación cesárea. Me estremezco y admiro que no se haya aplicado el castigo a semejantes asesinatos que no son ocultos».[50]

No nos resistimos a reproducir un tercer caso quizás por su final feliz entre tanta amargura: "María Francisca de Aguiar, mujer de José de Olavarrieta, vecina de La Orotava, en 1714, estando próxima al parto, «se le minó la criatura en el vientre el día 22 de octubre y estuvo en esta fatiga hasta el día 25, tres días naturales. Hiciéronle muchas diligencias para que echara la criatura, aplicáronle muchos remedios los médicos y viendo que no surtían efecto, y ella estaba ya quebrada las fuerzas naturales, la desahuciaban, y que dispusiera su alma y entierro, aplicáronle muchos remedios espirituales, ungiéronle con el aceite de Nuestra Señora de Loreto y diéronle a beber algunas reliquias de santos y viendo que ya estaba en agonías de muerte, se acordó una hermana de la enferma que tenía un poco de aceite de la lámpara de Nuestra Señora de la Caridad y dijo la partera que le ungiera con él el vientre, de improviso arrojó la criatura ya corrupta, sin haber lugar para hacer la segunda cruz y quedó libre del riesgo con admiración de todos»"[51].

NICOLÁS SUÁREZ[16] fue coetáneo de dos hitos señalados en la Historia de nuestras Islas. Por un lado, la fundación de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Canaria, escasamente dos meses después de su nacimiento, el 4 de febrero de 1776, y de la que fuera su principal impulsor el Obispo fray Juan Bautista Servera, franciscano descalzo, natural de Gata de Gorgos, Alicante, de quien Viera dijo que "los monstruos que más aborrecía eran la ignorancia y la laxitud"[52].

Por otra parte, la publicación de la extraordinaria obra, "Noticias de la historia general de las Islas de Canaria", cuyos cuatro tomos vieron la luz entre 1772 y 1783. Obra del venerado historiador, literato y naturalista, "gloria de las letras canarias", José de Viera y Clavijo, sobre quien, por lo mucho y tan bueno que decir de él, no caben aquí las palabras. Así que remitimos al Diccionario Biográfico electrónico (DB~e) de la Real Academia de la Historia para conocer su persona y su obra[53]


Un lustro antes del nacimiento de NICOLÁS SUÁREZ, en 1770, un ingeniero militar de nombre Francisco de Gozar, al tiempo en Sevilla, pero anteriormente destinado en Canarias, elaboró un mapa del Archipiélago, junto a una descripción de cada una de las siete islas. El documento, entre otros comentarios, nos da noticia de la preponderancia y exclusividad de los mareantes grancanarios en la pesca en Berbería, con respecto a otros pescadores isleños:

"La pesca de los tinerfeños es corta, no por falta de pescado en la mar pero bien por la poca destreza de los pescadores... De la pesca de los canarios en el contorno de su isla se puede decir lo mismo que se ha dicho de la que hacen los tenerifeños; pero a más de esta tienen otra muy lucrativa, que consiguen en las inmediaciones del cabo Non, donde son mayores los peces, en muchísima cantidad, y los isleños más prácticos en el modo de coger aquellos con anzuelos y cebo proporcionados; allí van varios de sus barcos, cada uno con la prevención de sal necesaria para salarlos a medida que los van sacando, hasta completar su carga, lo que por lo regular logran en seis o siete días de ocupación"[54].

MARÍA CABRERA MORALES[17]

vino al mundo un 8 de febrero de 1778. Su ascendencia la hallamos repleta de antepasados vinculados al mar que aparecen con el título de mareantes en los Libros Sacramentales. Entre otros, desciende de los MORALES de la isla de El Hierro, de los TORRES, los MELIÁN y de los significados ROMERO. Durante tres generaciones La familia de MARÍA CABRERA dejó de usar el ROMERO en favor del CABRERA. Hay que remontarse a su bisabuelo, GREGORIO ROMERO, para recuperar el apellido. Al tiempo de la boda de una de sus hijas, GREGORIO ROMERO se encontraba ausente en Indias. Era el año de 1729 y este dato nos puede dar idea de su empleo como tripulante en las naves que se dirigían al Nuevo Continente. A esos ROMERO de Triana perteneció el corsario SIMÓN ROMERO, también conocido como ALI ARRÁEZ.

ALÍ ARRÁEZ ROMERO fue un renegado. Había nacido en Las Palmas de Gran Canaria y fue bautizado con el nombre de SIMÓN ROMERO. Hacia 1655 fue capturado por corsarios berberiscos mientras pescaba en África. Tenía alrededor de 15 años, con lo cual es fácil deducir que llevaba ya tiempo ejerciendo el duro oficio de mareante. Fue vendido en Argel y destinado al corso. La nueva ocupación parece que no se le dio mal ya que en pocos años pudo comprar su libertad. Para prosperar también tuvo que acogerse a una nueva fe. No creemos que sus conocimientos teológicos fueran altos, por lo que su renuncia no tendría un componente metafísico. Sí suponemos, por contra, que sabía mucho de amarguras y de los caprichos del destino. En cualquier caso el juicio a su alma ya estará hecho doblemente: por el Dios del que abjuró y por el Dios que adoptó.

De su vida mundana sí sabemos más cosas. Medró primero hasta alcanzar el grado de contramaestre y mandó fabricar un gran navío[55] con el que ejercer el corso. En su tripulación contaba con otros canarios renegados, entre ellos sus primos Eusebio y Pedro. Extendió su actividad no sólo a aguas canarias sino también al Mediterráneo, desde Italia a Gibraltar y a la costa atlántica portuguesa hasta Galicia. Su excepcional carrera le llevó a ostentar el título de General de galeras argelinas y a ser embajador ante el sultán turco, de quien se dice que le obsequió con lujosos presentes. Nunca olvidó SIMÓN a los suyos. Rescató directamente o ayudó económicamente a su padre y hermanos y extendió su generosidad a otros canarios cautivos o no. Una curiosidad en torno a su figura y talante fue la relación epistolar que SIMÓN ROMERO sostuvo con el obispo RABADÁN, a quien el corsario envió una valiosa sortija y unos almohadones de aquellos que él mismo había recibido del sultán turco. Estos objetos nunca alcanzarían su destino, pues la Justicia Real de Cádiz los embargó[56]

El episcopado de Bartolomé García Ximénez de Rabadán[57] duró 25 años, siendo el  segundo más largo de la Diócesis de Canarias. Onubense de nacimiento, estudió y fue catedrático de Salamanca. Su vida estuvo llena de peripecias de rasgos novelescos. En sus viajes pastorales fue alcanzado por varias tempestades en el mar de las que milagrosamente salió ileso. De camino a ocupar la Silla Episcopal de Canarias su nave sobrepasó las Islas acabando primero en Puerto Rico. Desde allí fue a Santo Domingo donde embarcó, de nuevo, rumbo a Canarias. Pero ahora una terrible tormenta dejó su barco a la deriva en medio del Atlántico. Fueron auxiliados por un navío inglés y su capitán le exigió una suculenta recompensa por llevarlo a su destino. Así, tras 178 días de viaje, llegaba débil y extenuado a su destino. Un día de Todos los Santos fue envenenado con huevos rellenos de solimán (un sublimado corrosivo de cloro y mercurio) que no le ocasionaron la muerte, pero sí le dejaron secuelas de por vida. El inductor fue "un eclesiástico malvado, a quien por delitos tenía preso". Su propensión a las aventuras continuó aún después de muerto. Enterrado en el santuario de la Virgen de la Candelaria, en Tenerife, un fuerte temporal de lluvia y viento derrumbó el templo arrastrando para siempre los restos mortales del Obispo al mar[58].

La noche de boda de NICOLÁS SUÁREZ[16], y  MARÍA CABRERA[17]  -recordemos que fue el 29/07/1798- no hubo fuegos de artificio. A cambio, los cielos de Canarias se hallaban iluminados. "A las nueve y media de la noche del día 3 de junio de 1798 rompió por las faldas de las Cañadas entre los picos de los Corrales, el Guanche y el Guajara, y en la llamada montaña de Chahorra, un formidable volcán que dividido en tres bocas arrojaba cenizas, piedras y lava en medio de atronadoras detonaciones"[59]. Fue un volcán inocuo para los intereses humanos. No destruyó pueblos ni sembrados. Discurrió por laderas improductivas formando negros malpaíses. Sus bocas modelaron lo que se conoce como Narices del Teide. Duró su furia 90 días hasta finalizar un señalado "día del Pino", convirtiéndose en la erupción histórica más larga de la que se tiene noticia[60].


VI. JUAN MANUEL DEL CARMEN SUAREZ CABRERA[8] vino al mundo en Las Palmas de Gran Canaria, el 16 de julio de 1804. Seis meses atrás, habían regresado a la Ciudad aquellos siete niños quienes acompañados de sus padres, el cirujano Agustín Collado, un practicante y el escribano mayor sirvieron de "recipientes vivos" para transportar hasta Gran Canaria la vacuna de la viruela. Fueron a Tenerife a recibir el fluido vacuna de manos de los expedicionarios liderados por Francisco Xavier de Balmis y Berenguer (1753-1819)[61].

Canarias fue la primera escala de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna[62]. A bordo de la corbeta María Pita primero y del navío Magallanes después, tras pasar por Puerto Rico, Nueva Granada, Cuba, Nueva España, Perú, Filipinas... e incluso territorios "enemigos" como la Isla británica de Santa Elena, consiguieron vacunar a más de medio millón de personas en cuatro continentes. Tan novedosa y extraordinaria fue esta expedición que el propio descubridor de la vacuna, el inglés Edwar Jenner, dijo: "No me imagino que en los anales de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como este" (EDWARD JENNER, 1806).

En Gran Canaria hubo viruelas en 1693-1694, 1712, 1741, 1780 y 1787[63]. A pesar de la frecuencia, mortandad y secuelas que la temida enfermedad conllevaba, la expedición de Balmis tuvo sus detractores. Los "antivacunas" de la época aterraban a los padres de los niños diciendo que la Real Expedición se los llevaría lejos del Archipiélago. Hubo de intervenir el Comandante General para disipar los bulos y el obispo, Manuel Verdugo Albiturría[64], gratificar generosamente a los progenitores para hacer posible la expedición a Tenerife[65].  Al regreso de la excursión a Gran Canaria, el 2 de enero de 1804, fueron recibidos por la autoridades, en donde llaman Molino de Viento, y al llegar a la puerta de Triana, sonaron quince salvas de cañón procedentes de las fortificaciones de la Ciudad y de una goleta fondeada en el puerto. Era tanto el gentío que no se podía caminar por las calles, mientras, desde un balcón, una orquesta animó durante toda la ceremonia. En 2016 se estrenó una película que narra la aventura de Balmis. Se tituló "22 ángeles". De nuestros siete ángeles no queda memoria pública alguna.

VI. MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ CÁRDENES[9] le llevaba algo más de dos años a su esposo JUAN MANUEL SUÁREZ[8]. Nacida el 2 de marzo de 1802, la pareja casó un 29 de mayo de 1826, en la parroquia de El Sagrario. El apellido RODRÍGUEZ nos lleva hasta el matrimonio formado por el tinerfeño JUAN LORENZO[288] casado, en segundas nupcias, el 8 de septiembre de 1687, con CECILIA RODRÍGUEZ[289], en la parroquia de Arucas. Vecinos de Firgas, él era hijo de JUAN PÉREZ LORENZO y de MARÍA FRANCISCA, naturales de Garachico, Tenerife, y ella era hija legítima de BARTOLOMÉ RODRIGUEZ e ISABEL DE LA CONCEPCIÓN , vecinos del lugar de Firgas.

En realidad los casó fray Andrés Suárez, de los dominicos u Orden de Predicadores, en el desaparecido convento de San Juan de Ortega, Firgas, con "licencia para casares urgentes" otorgada por el titular de la parroquia de San Juan Bautista, el bachiller Juan Mateo de Castro.

 

La fundación del convento de San Juan de Ortega data de 1613. Estaba situado en el lugar de la antigua ermita de San Juan de Ortega fundada por el conquistador Tomás Rodríguez de Palenzuela. El convento contaba en 1730 con diez religiosos y en 1830 con dos. Fue clausurado temporalmente durante el Trienio Liberal (1820-1823) y los frailes fueron destinados al convento dominico de Santa Cruz de Tenerife. Definitivamente el monasterio fue suprimido por los decretos de exclaustración de 1835, convirtiéndose la iglesia en parroquia[66].

El bachiller Juan Mateo de Castro [1621-1693], natural de Arucas, se cita como un párroco fuera de lo común y lo era. Preocupado no sólo por el orden y el estilo a la hora de registrar los sacramentos que administra, introduce en sus textos información a modo de cronista convirtiéndose, en cierto modo, en historiador. Sus datos son un aporte esencial para el
conocimiento de la vida cotidiana de las parroquias de Arucas y Moya durante la segunda mitad del s. XVII. Además, con su "estilo ameno y atrayente hace que te introduzcas y, en no pocas ocasiones, te trasladas imaginativamente al momento en el que se reflejó la anotación que se está transcribiendo". Pero el que se tiene por el aspecto más llamativo de sus anotaciones es cuando en ellas hace referencia al signo zodiacal del nacido con comentarios tan singulares como: Isabel... "nacio en el signo de Escorpión el cual es cassa nocturna goso de Marte cayda de la luna y tristeza de Venus".[67] Bachiller en Derecho Canónico por la Universidad de Sevilla, a Juan Mateo de Castro se le supone autor de una amplia producción literaria, aunque en su mayor parte perdida. Entre esas pérdidas está su: "Memorias del bachiller José Mateo de Castro sobre la conquista de Canarias y costumbres de los antiguos moradores" que hoy nos hubiera gustado mucho ojear. Fue el bachiller DE CASTRO heredero de una gran fortuna. Sus muchas propiedades incluían hasta 12 esclavas negras, madres de hijos de padres no reconocidos[68]. Como los hijos heredaban la condición de sus madres no interesaba el reconocimiento paterno. Así aumentaba el número de esclavos. Choca aquí la moral de nuestros tiempos con la de aquellos. Porque si ahora la esclavitud nos parece inconcebible, su posesión por un clérigo nos parece deleznable. Pero lo cierto es que en esa época la esclavitud era común y aceptada. Los obispos protestaban contra los abusos, pero no pedían su erradicación[69].

Traemos a colación esta reflexión moral para que veamos lo complejo que supone observar un momento histórico desde el presente. Y es que la moral es esencialmente histórica, de manera que, las normas que se alcanzan en un tiempo no solamente se suceden por otras, sino que las últimas desplazan a las anteriores[70]. Así que para acercarnos a nuestros parientes se requiere un alto grado de empatía, tanto como del conocimiento del contexto social en que les tocó vivir.

Los CÁRDENES llegaron a la Ciudad desde Teror, previo paso, durante dos generaciones, por el municipio de San Lorenzo. En su elenco de familias terorenses en el nobiliario de Canarias, Rodríguez Díaz de Quintana nos habla del complicadísimo origen del apellido CÁRDENES, trasformación propia que los canarios hicimos del original CÁRDENAS, motivo por el que el genealogista afirma que sólo existen en estas Islas. Procedentes de Sevilla, "los orígenes terorenses de los CÁRDENES se mezclan con aborígenes de las dos islas principales e inteligentes y emprendedores sujetos de color del vecino continente africano"[71].

El árbol genealógico de MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ[9] nos lleva también de vuelta, por tercera vez, a los MONTESDEOCA de Arucas, a aquellos DIEGO MONTESDEOCA y MARGARITA RODRÍGUEZ TRAVIESO que ya antes citamos. Esto es prueba del carácter endogámico de la sociedad insular[72]. Una endogamia consecuente con el habitar en una isla, pero también por vivir en pueblos -en barrios en el caso urbano- con un doble aislamiento por mandato de la orografía o de la casta social.[73] Vimos que la Iglesia trataba de evitar estos matrimonios consanguíneos, pero era fácil saltarse las reglas. Bien alegando ellas la pobreza o el no tener dote para casarse con otros que no fueran parientes (Pro Indotata), por la angustia del lugar (Ob angustiam locí seu locorum), cuando los parientes se habían conocido carnalmente (Ób infamiam cum copula), o cuando, aún sin conocerse carnalmente, habían tenido mucho trato y comunicación de manera que la gente murmuraba, quedando la mujer infamada sin poderse casar con otro (Ob infamiam sine copula). También se dispensaba por otras varias razones o, simplemente, por aplicación de la Dispensa sin causa (Excertis rationalibus causis) en cuyo caso la tarifa era mayor[74].

Por último, MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ[9] también desciende de los ROMANO, entre quienes destacamos a GASPAR ROMANO, casado con FRANCISCA GUERRA, en Arucas, en 1635, cuando Firgas dependía aún de la parroquia de San Juan Bautista de Arucas. Curiosamente Firgas recorrió el camino inverso al común de los municipios. En su proceso de independencia, primero consiguió la autonomía civil en 1835 y tuvo que esperar a 1844 para alcanzar la religiosa[75].

Sabemos que GASPAR ROMANO fue acequiero, muy probablemente de la Heredad de Arucas y Firgas[76], organización que data del año 1502. La red de acequias de esta comunidad de regantes alcanzó una longitud de unos 70 kilómetros, cubriendo la totalidad del regadío de ambos municipios y extendiéndose hasta la costa de Lairaga, Tenoya y San Andrés.

El trabajo de acequiero era muy duro. A los horarios intempestivos había que añadir la inexistencia de días descanso. Consistía este oficio, como nos indica el DRAE, en regir el uso de las acequias al tiempo que cuidarlas. Sus funciones eran el orden, cuidado, supervisión, monda o limpieza y partición de las aguas entre los regantes de la correspondiente Heredad. El agua se repartía por turnos denominados dulas, que eran cantidades proporcionales al volumen o gruesa de agua que en un momento dado discurría por la acequia o canal. Con esta base se conformó en Gran Canaria una medida denominada azada. Esta aún corresponde al volumen de agua acumulado en 12 horas, pero, según la zona, el caudal puede variar entre 9 y 12 litros por segundo.

Sobre el agua en Gran Canaria podríamos entretenernos hablando horas[77]. No será el caso,  pero serían horas muy amenas. Desde las penurias por la escasez de este líquido que nos señalan los "Baladeros" y "La Rama", como rituales de los primeros canarios que imploraban el agua ante las sequías, a la abundancia de las "más de siete mil famosas fuentes" por las que "despide Gran Canaria cristal puro", de Bartolomé Cairasco de Figueroa[78]. La cantidad de presas, de canales, de minas, de pozos, de estanques, de maretas, de molinos, de lavaderos, de cantoneras... y la nervadura de acequias que entretejen todo nuestro territorio son muestra de la extensa, íntima y secular relación de los grancanarios con el agua.

El primer tercio del siglo XIX en el que nacieron y formaron familia JUAN MANUEL SUAREZ[8] y MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ[9] fue extraordinariamente violento en Europa. Un Napoleón "desatado" convulsionó el continente y afectó de paso a Canarias. Las Islas durante todo ese periodo estarían condicionadas, permanentemente, por los conflictos del Estado español con la propia Francia y con las otras potencias emergentes como Inglaterra, Holanda y Estados Unidos que acabarían desplazando a España como potencia de primer orden[79]

Para un lego se hace muy difícil separar la amalgama de guerras de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX en la que se vio envuelta España. Las guerras Anglo-españolas, las Guerras napoleónicas y sus distintas coaliciones, la Guerra de la Independencia Española, los primeros incidentes del proceso de independencia de la América hispana... condicionaron la economía de las Islas y, en consecuencia, el desarrollo de la vida política, social y cultural[80]. Con la distorsión de los hechos producto de la distancia y el consecuente vacío de poder, las diferencias de criterios entre las islas mayores aumentaron, tanto por la ubicación de algunas instituciones, como por el modo de obtener recursos para financiar las guerras y por el envío de contingentes militares a la Península[81]. La bibliografía puede ayudar a quien desee profundizar en ello. Nosotros, sin intención de frivolizar, nos quedamos con una curiosa consecuencia de la guerra de la Independencia: el contingente de prisioneros franceses llegados a Gran Canaria y su integración en la sociedad de la época, tema que fue tratado en este mismo espacio por Cristina López-Trejo y al cual remitimos por su interés[82]

VII. FRANCISCO RAFAEL SUÁREZ RODRÍGUEZ[4]. Con mi bisabuelo empieza el relato oral de la familia e incluso las imágenes fotográficas. De entrada sabemos su nombre, o mejor dicho, como le llamaban cotidianamente: PANCHO, designación hipocorística del nombre FRANCISCO muy común en España. También en Méjico de donde conocemos al famoso Pancho Villa, en realidad un seudónimo de José Doroteo Arango Arámbula. 

De mi bisabuelo PANCHO se dice que era de carácter seco y algo hosco. Negó la palabra a su hijo PEDRO, mi abuelo, por haberse casado sin su consentimiento estando él, en ese momento de la boda, embarcado en la Costa. Se sabe que además de marinero fue armador como así consta en la inscripción de embarcaciones, lista 1ª de la Capital, folio 436, que más adelante veremos.

Nacido un 15 de octubre de 1839, de él se conserva una fotografía en la que aparece con gesto serio y mirada atravesada. FRANCISCO SUÁREZ fue el último bautizado de la familia en la parroquia de El Sagrario. Por lo que sabemos, con él comienza el éxodo familiar que desde Triana les condujo hasta el Risco de San Nicolás, para acabar en el Puerto de la Luz en las siguientes generaciones. Esa migración, como adelante veremos, corresponde con el desplazamiento que sufrieron los marinos palmenses bajo la presión económica que trajo el florecimiento comercial de Triana y luego con la construcción del Puerto de la Luz, por el traslado de las actividades marítimas desde San Telmo, hasta el nuevo Puerto.

VII. MARÍA CANDELARIA CABRERA PÉREZ[5]. Nacida el 15 de septiembre de 1841, bautizada en la parroquia de San Francisco, fue de oficio costurera, según consta en su partida de matrimonio. Tradicionalmente en el sector de la pesca de litoral el papel de la mujer ha sido activo, encargándose del arreglo, jareado y venta del género salado o fresco. Pero en la pesca en África era distinto pues el pescado llegaba ya salado y la venta se hacía al mayor. Por eso la ocupación de la mujer en este sector era escasa o nula. Sin embargo, en el sector secundario, en la mitad del siglo XIX, las mujeres habían adquirido mayor peso por la presencia de las hilanderas, bordadoras y costureras[83]. Muchas veces el oficio de costurera era ejercido por las solteras como forma de contribución al sostenimiento del hogar, ya que los hombres a pesar de sus continuas y prolongadas ausencias no aportaban los suficientes recursos a las familias. Finalmente tanto si el taller era familiar como si el trabajo era por cuenta ajena, al desposarse, las mujeres abandonaban el oficio aunque, a la postre, las habilidades adquiridas venían muy bien en el nuevo hogar[84].

Los orígenes familiares de MARIA CANDELARIA[5] nos remiten a la isla de Fuerteventura. Hasta donde alcanzamos, este apellido CABRERA proviene del enlace entre MANUEL DIEPA[80] y AGUSTINA CABRERA[81] celebrado en Pájara, Fuerteventura, en 1734. Él era, a su vez, hijo de JUAN DIEPA[160]  y de MARÍA CERDEÑA[161], casados en Betancuria, en 1691. Ella lo era de JUAN CABRERA[162] y de MARÍA CABRERA[163], sin que tengamos noticia de cuando se produjo este último matrimonio. El apellido DIEPA es de origen normando, probablemente tomado de algún conquistador no identificado procedente de la ciudad marítima de Dieppe, en la Costa del Alabastro, en el Canal de la Mancha. Lo que sí es seguro es que, de acuerdo al padrón de 2011, este apellido es casi exclusivo de la provincia de Las Palmas, en donde se asienta el 96% de quienes lo ostentan en la actualidad[85].

Permítaseme aquí una breve digresión. Nuestra época ha venido marcada por los optimistas eslóganes turísticos, por el paquete vacacional y el todo incluido. El folclore nos ha amenizado con el  idílico "jardín siempre en flor", que son nuestras Islas y con las "líricas piedras lunares" que nos simbolizan. Por contra, todos sabemos la sucesión de crisis que hemos vivido y estamos viviendo. Todas las generaciones hemos sufrido vaivenes. Pero muchas veces el carácter sensacionalista de la Historia nos habla más del sufrimiento que de las alegrías pasadas. Bien es cierto que la producción historiográfica tiende a rebuscar en los sucesos que mayor impacto causaron en las distintas sociedades, como es igual de cierto que lo hace porque estos episodios son los que mayor documentación generaron. En consecuencia, al repasar cualquier momento precedente nos pueden parecer las vidas pasadas más cargadas de sufrimientos que de alegrías. No es frecuente encontrar relatos de la vida cotidiana de nuestro ancestros sino, más bien, de las desgracias que jalonaron sus vidas. Ese es de nuevo el caso de este matrimonio entre FRANCISCO SUÁREZ[4] y CANDELARIA CABRERA[5] y los acontecimientos que les tocó vivir.

Durante la infancia de la pareja sucedió, en la Isla, la gran hambruna de finales de 1846 y de todo 1847. Sus causas fueron, primero, la llegada de una plaga de la voraz langosta africana que, en 1844, arrasó la vegetación y, particularmente, los cultivos agrícolas. Le siguieron años de sequía hasta 1847 y, de remate, concurrió una enfermedad agrícola que se cebó en la papa, alimento básico para el sustento de las familias[86]. En ese "año del hambre" se vieron afectados todos, pero especialmente los más pobres, quienes para subsistir tuvieron que recurrir -según el relato popular- a comer pencas de tunera y tomar infusiones de afrecho. El resultado se saldó con miles de muertos. Pero como reza el adagio: "Las desgracias nunca vienen solas".

Y a estas desgracias les sobrevino otra aún peor de manos del "Cólera morbo de 1851"[87]. Comenzó la epidemia en el barrio de San José, el 24 de mayo, y pronto se extendió por toda la Ciudad y por la Isla. Veamos parte del sobrecogedor relato que hace MILLARES TORRES[88]:

"En cinco días, del 10 al 15, el mal llegó a su más elevado período de desarrollo; los carros no eran suficientes a la conducción de los cadáveres, y las zanjas abiertas para recibirlos no bastaban a su enterramiento. Los vecinos que a la fuerza, eran requeridos para prestar este triste servicio, caían muertos y eran sepultados en los mismos hoyos que habían abierto. Llegó día en que las defunciones pasaron de 180, habiendo cadáveres que sólo revelaban su presencia por el fétido olor de su descomposición, infelices que habían muerto solos y sin amparo, ocultos en el rincón de alguna casa, oyendo los gritos de espanto de los que huían, para caer a su vez en los caminos, y expirar entre espantosas convulsiones"...

"Duró la epidemia dos meses, desapareciendo casi por completo en agosto, después de dejar tras de sí 6,000 víctimas, un número infinito de huérfanos, destruido el comercio, arruinadas la agricultura y la industria, y condenada la isla a arrastrar por muchos años una existencia trabajosa y estéril".

Si una epidemia de esa magnitud deja pocas opciones de huir de ella en tierra, en el mar resulta imposible. Así le ocurrió al barco de pesca "Rosario" que zarpó un 30 de mayo a faenar en la costa de África y regresó a principios de julio con 6 tripulantes menos. Sin agua y sin víveres en vano buscó puerto donde abrigarse y "se le vio cual flotante sepulcro, andar errante por estos mares, inspirando una dolorosa compasión". Igual suerte corrieron otros barcos de pesca. La goleta "Federico", en la que en pocos días murieron 19 de sus tripulantes, el bergantín "Gabriel" y la también goleta "Esmeralda". Los supervivientes tuvieron que esperar meses hasta que la Junta de Sanidad, con la ciudad ya libre de contagio, les permitiera desembarcar. Esta es sólo una prueba más de las condiciones extremas que tenían que soportar nuestros hombres de mar y que detallaremos más adelante.

VIII. PEDRO SUÁREZ CABRERA[2]. Por la cercanía en el tiempo, con mi abuelo no sólo se aviva el recuerdo familiar sino que ya se hallan noticias suyas en las hemerotecas. Para reunir su filiación y la de su esposa, CORNELIA FERRERA DÍAZ[3] hay que peregrinar por tres parroquias capitalinas: San Francisco, San Bernardo y Santo Domingo.  

PEDRO SUÁREZ[2] vivió siempre del mar, pero en tierra. Cambió el tradicional empleo familiar de marino por el de carpintero de ribera y calafate. Aprendió su oficio en los astilleros de San Telmo que el Gremio de Mareantes había contribuido significativamente a hacer realidad. Puestos en funcionamiento en 1812, supuso el mayor acicate industrial que jamás había tenido Gran Canaria, lejanos ya los ingenios azucareros. Fueron tiempos de esplendor y de esa empresa surgieron, entre 1820 y 1882, casi 300 barcos: fragatas, bergantines, goletas, pailebotes, balandras y otras embarcaciones menores[89]. No fue extraño que los jóvenes quisieran aprender los distintos oficios que ofrecían los nuevos astilleros. El mar seguía siendo tan riguroso como siempre, mientras que ahora había oportunidades en tierra. Esa sería la motivación de mi abuelo.

No es que en Gran Canaria no existieran construcciones navales con anterioridad. Ya desde los siglos XVI y XVII hay constancia de la trascendencia que tuvo esta actividad en la Isla, que fue determinante para la creación de una flota pesquera insular y para atender a las demandas del comercio interno. También para ofrecer sus servicios de reparaciones a los barcos de tránsito al continente americano. En ese entonces los constructores estaban instalados en las caletas, además de en la Capital, en Gáldar, La Aldea y Gando, en razón de la cercanía a las fuentes de madera necesaria para su actividad. Eran industrias pequeñas que no necesitaban ni grandes instalaciones ni grandes inversiones. Pero a finales del siglo XVIII este modelo comenzó a decaer, sobre todo por la escasez de madera al quedar los bosques grancanarios exhaustos[90]

Arriba comenté el agrio affaire que sostuvieron mi bisabuelo PANCHO[4] y su hijo PEDRO[2], mi abuelo paterno, a resultas de haberse casado este último sin permiso del primero. Pues bien, el enfado no debió durar mucho porque, si este ocurrió hacia mediados del año 1899, en agosto de 1901 se registra el bote "Rafaela", del que era dueño FRANCISCO SUÁREZ RODRÍGUEZ[4] y constructor PEDRO SUÁREZ[2]. El casco de madera medía 6,70 metros de eslora, 1.90 metros de manga y 0,75 metros de puntal. Su peso fue de 1,81 toneladas y su valor de 300 pesetas[91].

Ítem más, traemos aquí un claro ejemplo de lo que a veces se edulcora en "los papeles" y lo que nos aporta de clarificador la tradición oral. También puede ocurrir a la inversa. Padecía PEDRO SUÁREZ[2] de vegetaciones, que vienen a ser, según el DRAE, una hipertrofia de las amígdalas faríngea y nasal y, sobre todo, de los folículos linfáticos de la parte posterior de las fosas nasales. Cierto cirujano animoso decidió intervenir y librarle de las molestias respiratorias que le afectaban. Algo debió salir mal pues mi abuelo murió de la hemorragia que le sobrevino tras la intervención. El mortal sangrado es una consecuencia de esta intervención, pero claro, no es lo mismo certificar la causa de la muerte debida a una hemorragia cerebral, que una hemorragia consecuente a la extirpación de las adenoides o vegetaciones. Curiosamente, entre los pocos documentos que se conservan de mi abuelo está su certificado de defunción, firmado por Ignacio Pérez-Galdós Ciria, abogado, Juez municipal y encargado del Registro Civil del distrito de Triana de Las Palmas, sobrino de don Benito.

La muerte le sobrevino a PEDRO SUÁREZ CABRERA en su domicilio de la calle A, del barrio de la Isleta, a las doce de la mañana, el 14 de enero de 1932. Por esa época estaba lejos el debate sobre la "protección de datos". Los periodistas, ávidos de noticias con las que rellenar sus diarios y también convencidos de ejercer una labor social, daban cuenta pública de la vida y la muerte. Los datos los obtenían de los propios Registros Públicos, de las Casas de Socorro... Entre una miscelánea de información, dos días más tarde del fatídico desenlace, aparecía la lacónica noticia del óbito bajo el encabezado de, "Registro Civil"[92].

VIII. CORNELIA MARÍA DEL CARMEN FERRERA DÍAZ[3]. Nacida el 16 de septiembre de 1875, fue bautizada en la parroquia de San Bernardo, con sede en la marinera ermita de San


Telmo. Como hemos seguido hasta ahora la línea de los agnados, le corresponde a CORNELIA la línea por cognación, lo que supone otra tanta cantidad de ascendientes. Pero aunque también su línea familiar tenga mucho que ver con el mar es imposible aquí hablar con detalle de ella. Nos centraremos en sus dos apellidos: FERRERA y DÍAZ y, por último, veremos su entronque con los CARVAJAL GUANARTEME.

El apellido FERRERA puede seguirse hasta saber de los padres de SEBASTIÁN LÓPEZ FERRERA[48] casado en El Sagrario, el 13/07/1780, con JOAQUINA DE SANTA ANA[49]. En su partida de matrimonio él declara como progenitores a BALTASAR LÓPEZ[96] y a MARÍA FERRERA[97]. En ese mismo documento se dice que, tanto los contrayentes como sus padres eran todos vecinos de la Ciudad. Sin embargo, la inscripción del bautismo del hijo del matrimonio, SEBASTIÁN FERRERA SANTANA[24], que continua la línea, verificado en El Sagrario, de sus abuelos, BALTASAR LÓPEZ[96] y MARÍA FERRERA[97], afirma que eran naturales de San Lorenzo[93]. Pero, de momento, no hemos encontrado en ninguna de dichas parroquias la partida de matrimonio que permitiría continuar conociendo la ascendencia. SEBASTIÁN MARÍA DE LAS ANGUSTIAS FERRERA[24] es otro caso de bautizo sub conditione "por haverle hechado agua por necesidad la Matrona Catharina Dabila". No sería raro que la aparición del MARÍA DE LAS ANGUSTIAS en el nombre del neonato tuviera que ver con los momentos de ansiedad y aprieto sufridos en el parto.

JOAQUINA DE SANTA ANA[49] o SANCTANA (sic) nacida el 15 de marzo de 1765, fue expósita en la cuna del Señor San Martín. Su padrino fue Cristóbal de Flores, clérigo de primera tonsura, según reza en su partida de bautismo. En realidad, la Cuna era denominada "de Santa Ana". Había sido fundada en 1647 y se ubicaba en el antiguo Hospital de San Martín, edificio contiguo a la Catedral de Canarias.[94] Desde su creación cuidaban de los infantes los curas de El Sagrario, por turnos semestrales, y contaban como recursos para la crianza con algunas partidas de la mitra episcopal y capitular, de la fábrica de la Iglesia y de lo que se ofrecía el Viernes Santo.

Cuentan que una misteriosa mujer indicó a Juan Rejón el lugar idóneo donde establecer su campamento. Fue en la ribera del Guiniguada, núcleo fundacional de la actual urbe. Dado el consejo, la mágica mujer desapareció para estupor de los presentes. El conquistador quiso ver en la extraña figura femenina a la propia Santa Ana, Madre de María Santísima, descendida del Cielo para ayudarles. Así que por tal visión y por ser devoto de ella, mandó Rejón construir en el lugar una iglesia bajo su advocación. Desde entonces quedó fijado el topónimo Santa Ana. De ese episodio surge, a la larga, la denominación de la Cuna y, por extensión, de los expuestos en ella a quienes acabó dándoseles por apellido el SANTA ANA o SANTANA, siendo este el origen del apellido en la Isla. Nuestra JOAQUINA ANNA (sic), que en este contexto es oportuno señalar que reunía los nombres de los progenitores de la Virgen María, perteneció a las últimas generaciones que ocuparon el antiguo orfanato pues, unos veinte años después de su nacimiento, tanto el Hospital como la Cuna de Expósitos, cambiaron su ubicación[95].

Ser ilegítimo era un estigma, más en las sociedades de esos siglos en los que se les consideraba hijos del pecado. Aún así existían distintas clases de ilegitimidad: 1.- Cuando ambos padres eran desconocidos o no declarados por ser padres casados, miembros de la Iglesia o porque alguno de los progenitores fuera esclavo. 2.- Los de madre conocida y padre desconocido. Hijos de solteras o viudas que mantenían relaciones con hombres casados a los que servían en tareas domésticas, o mujeres envueltas en el mundo de la prostitución. 3.- Los casos de padre conocido y madre desconocida son menos.  Mujeres casadas o viudas que ocultan el escándalo o amas que mantenían relaciones con sus sirvientes. 4.- Hijos de los que ambos padres son conocidos pero, por lo general, solteros y así se inscriben como hijo naturales. 5.- Hijos de esclavas que, como vimos, no interesaba declarar al padre pues los niños heredaban la condición de esclavo como su madre[96].

Procedente de Cádiz, el apellido DÍAZ cierra el periplo perfecto que comenzamos en Sanlúcar de Barrameda. Si partimos con MARCOS LORENZO GÓMEZ[64] e IGNACIA SUÁREZ[65] ahora terminamos con el matrimonio formado por FRANCISCO ROQUE DÍAZ[112] y JUANA


GÓMEZ[113] que, además, pertenecen todos a la misma generación. A estos últimos los conocemos por lo declarado en la partida de matrimonio de su hijo FRANCISCO JAVIER DÍAZ[56] quien casó en aquella ocasión ya viudo de RAFAELA DE NORIA.

ISABEL HIDALGO[57] era tataranieta de SEBASTIÁN DE AVILA BALBOA[458] y de MARGARITA DURÁN[459], vecinos de Agüimes, casados en 1664. Entre marzo y abril de 1685 muere el matrimonio y dos de sus hijas por causas desconocidas, y sin que sus muertes se puedan relacionar con un episodio concreto de mortandad de la época. Lo que sí puede conocerse es su linaje hasta HERNÁN GONZÁLEZ, indígena de Tenerife, nacido hacia el año 1470[97] y padre de los también indígenas ALONSO DE ÁVILA y MARÍA HERNÁNDEZ. Esto lo sabemos porque un nieto de estos últimos, Juan Rico, en 1586, era aspirante a portero del Santo Oficio en Las Palmas de Gran Canaria, para lo cual promovió expediente demostrativo de su limpieza de sangre.

Siguiendo a su abuela, JERÓNIMA ROMERO CHERINO[13], el linaje de CORNELIA FERRERA DÍAZ[3] nos lleva a unos ROMERO de Teguise, Lanzarote, a los que, hacia 1700, se les pierde la pista, entre otros motivos por un voraz incendio del que ahora hablaremos. Y a otros CHERINO, de Garachico, Tenerife, que hacia la misma fecha se ocultan por igual de nuestras pesquisas.

Sabemos que en 1909 un voraz incendio destruyó el templo y archivos de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe, en Teguise, mutilando con severidad su historia. Sin embargo, pudimos saber de los ROMERO gracias a la generosidad de Octavio Alexis Betancor Díaz, tenaz investigador, que nos aportó datos obtenidos por el estudio de los Protocolos Notariales.

JERÓNIMO CHERINO[54] según se desprende de sus dos partidas de matrimonio casó, al menos, tres veces. En 1769, viudo de Ana Guerra, se desposó con María Ramos y, en 1771, lo hizo con nuestra ANTONIA JOSEFA RODRÍGUEZ[55] , siendo, a la sazón, viudo de María Antonia la Portada. Sus padres fueron JUAN FRANCISCO CHERINOS e ISABEL TRIJILLO CARVAJAL, casados en 1719, en El Sagrario. Entronca así esta línea con los CARVAJAL de Gran Canaria que alcanza a VASCO DE CARVAJAL, hijo de MARTÍN GONZÁLEZ DE CARVAJAL y
sobrino de ALONSO GONZÁLEZ DE CARVAJAL, hidalgo cacereño, de quien desciende una primera rama de los CARVAJAL en las Islas[98].

A los 15 años, VASCO DE CARVAJAL en 1508, se estableció en Gran Canaria casándose, en Gáldar, con LUCÍA FERNÁNDEZ GUANARTEME, hija de ANTÓN GUANARTEME[99], hijo de TENESOR SEMIDÁN. En esta segunda rama de los CARVAJAL destacaron algunos miembros en la judicatura y en la Iglesia. Uno de ellos, el capitán BLAS DE CARVAJAL, sargento mayor y regidor perpetuo de Gran Canaria levantó, en 1706, una información de su nobleza e hidalguía que le fue confirmada. En el Museo Canario se conserva una lápida de FRANCISCO JOSÉ DE CARVAJAL, hijo de BLAS DE CARVAJAL, en la que aparecen los escudos que corresponderían a sus cuatro abuelos[100].

 

EL ÉXODO

Desde su fundación la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria quedó partida en dos. Al sur, el "ameno y deleitable" barrio de Vegueta y, al norte, el popular de Triana. Este segundo barrio creció al abrigo del convento de San Francisco y, desde sus inicios, el trazado de sus calles fue rectilíneo. La primera imagen que tenemos de esta distribución es un tanto tardía. Hacia el año 1590, Leonardo Torriani, ingeniero militar, por mandato de Felipe II levantó el primer plano conocido de la Ciudad. En ella previó unas sólidas defensas para la incipiente urbe. Ninguna de las obras se hizo. Pero la prueba irrefutable de la necesidad de mejorar la fortificación llegó antes de que pasara una década.  En el mes de julio de 1599, se presentó la armada más potente que jamás se había visto arribar a nuestras costas. 76 buques de guerra con más de 12.000 hombres a bordo, al mando del almirante holandés,  Pieter van der Does asaltaron la Ciudad. Los apenas 5.000 habitantes se vieron obligados a retirarse hasta los caseríos de Las Vegas y bosque del Lentiscal. 4.000 holandeses se adentraron pretendiendo apresar y someter a los huidos para cobrar su rescate. El conocimiento del terreno de los canarios les hizo elegir muy bien el punto desde el que acosar y contraatacar al enemigo. La vegetación, el calor y la estrechez del lugar contribuyeron a generar tal incomodidad entre los foráneos que acabaron huyendo despavoridos rumbo a sus naves. Tras quemar la Ciudad levaron anclas rumbo a La Gomera para continuar allí sus fechorías[101].

Ambos lados de la ciudad, desde sus comienzos, se comunicaron por puentes ejecutados con distintos materiales. La característica común fue su fragilidad. Sometidos al albur de los elementos y la voracidad de la carcoma, existen referencias de sus sucesivas construcciones y arrasamientos. La grieta que dividía la Ciudad, el poderoso barranco Guiniguada, sin que pudiera preverse, con inexorable irregularidad, bramaba arrasando todo a su paso. Curiosamente, pese a ser esta vía vertebradora fundamental para la población, hubo que esperar a 1815 para contar con una obra de fábrica capaz de resistir esas riadas del Guiniguada[102]. En cualquier caso, la gente de postín, funcionarios y clero ocupaba el mediodía urbano, mientras que sirvientes y menestrales lo hacían al lado opuesto. Entre este último grupo estaban los mareantes y pescadores, faenando unos en Berbería y otros en el litoral. Unos en la pesca del salado y otros del pescado fresco. Siempre tuvo la urbe vocación marinera. Mientras otras poblaciones insulares buscaban un seguro y discreto asentamiento al interior, Las Palmas de Gran Canaria asumía el riesgo de vivir a la orilla del mar.

Los navíos propios o en tránsito tenían que permanecer fondeados frente a la ribera urbana, tanto en la rada de La Luz como en el fondeadero de Las Comedurías, este último situado al norte de la Caleta de Santa Telmo, por cuya playa se producían, siempre que el tiempo lo permitiera, las operaciones de carga y descarga, así como el embarque y desembarque de marineros y pasaje. En el entorno de San Telmo se situaba el epicentro marinero. Allí tenía sede la Confraternidad de Mareantes fundada hacia 1520 por armadores y marineros. Desde los orígenes de la Ciudad Real de Las Palmas la gente del mar ocupó ese tramo de la costa como residencia. Hasta comienzos del siglo XIX, desde la derruida puerta del murallón de Triana se podía ver "la doble curvatura que con miserables casuchas de marineros formaba la calle de Triana hasta la esquina de La Matula"[103].

Aunque proyectado hacía más de dos décadas, no fue hasta 1811 cuando se inició la construcción del primer muelle que tuvo la Ciudad. Fue ubicado al norte en la pequeña punta que remataba la caleta de San Telmo, en donde se levantaba la torre defensiva de Santa Ana. En esta obra concurrieron todos los males posibles: la mala elección del lugar continuamente batido por el oleaje, la deficiencias técnicas del proyecto y la falta de recursos. Entre estas vicisitudes discurrió buena parte del siglo hasta que, en 1875, el Ministerio de Fomento prohibió todo tipo de operaciones, no sólo de embarque de pasajeros sino, incluso, de fondeo de naves por las corrientes y los frecuentes embates del mar. Después de un siglo se cumplía el dicho: "lo que mal empieza mal acaba", con las consiguientes pérdidas económicas, los baldíos esfuerzos y la frustración de todos.

Vimos que la primera persona de nuestra saga que vivió en Triana fue IGNACIA SUÁREZ[65]. En concreto en el Terrero, lugar situado en el extremo del barrio que linda con la ribera del Guiniguada. Allí debió establecerse también el primer matrimonio, pues su hijo, BENITO SUÁREZ[32], consta como nacido en Triana. Y así todas las generaciones hasta la VII, por el orden que traemos, en que sus integrantes nacen o viven en el Risco de San Nicolás, siguiendo un éxodo que se había iniciado con anterioridad en toda la urbe. En la medida en que la Ciudad se modernizaba y la burguesía prosperaba, Triana se revalorizó y, en consecuencia, los pobladores con menos recursos fueron empujados hacia los Riscos, junto a los trabajadores recién llegados del interior. Hacia 1835, las profesiones mayoritarias del Risco de San Nicolás eran la de marinero (18%), seguida por la de jornalero (14%) y luego por la de labrador (8%)[104].

Esta colonización de las laderas prosperó porque nadie quería perder el resguardo que ofrecía vivir intramuros de las defensas de la Ciudad. Pero a cambio, el nuevo asentamiento formado por edificios, pero también por muchas chozas y cuevas no se presentaba como un lugar sano en el que vivir. Gregorio Chil y Naranjo conocía muy bien esas malas condiciones al exponerse sus habitantes a factores ambientales negativos. Eran laderas expuestas a los rigores del sol y al viento, de material sedimentario, suelos muy pobres en los que no crece la vegetación. Así lo expresó, de una manera rotunda, el reputado galeno: “todos los médicos que han ejercido durante muchos años en ella [la ciudad], saben que… mientras que los barrios de San José y San Nicolás son mal sanos puesto que las afecciones son más intensas y numerosas y las epidemias se han cebado con preferencia, los barrios de San Lázaro y especialmente el de San Juan son al contrario más saludables[105].

A mitad de la ladera del Risco de San Nicolás, delimitada por la estrecha callejuela Girasol, se halla el lugar denominado popularmente como "El Barco".  Las viviendas aún conservan el aire marinero que le impregnaron los pescadores y los trabajadores de los astilleros de San Telmo que allí vivieron. Hasta hace bien poco se conservaba aún en la memoria colectiva el recuerdo de las mujeres que subían a la Atalaya, la parte más alta del Risco, para saludar con sus pañuelos a sus maridos que regresaban del mar, tras largos periodos embarcados[106].

Poco duraron los SUÁREZ  en el Risco de San Nicolás. Apenas dos generaciones. A finales del siglo XIX comenzaron las obras del Puerto de La Luz. Tras poco más de 19 años de trabajos, en 1902 se hizo la entrega oficial del flamante nuevo puerto. Este constituyó un grandioso proyecto de ingeniería, sin precedentes en las Islas Canarias y fue posible gracias a la financiación del Estado. La construcción del Puerto coincidió con la expansión del capitalismo en el mundo y un ciclo de crecimiento en Europa y Estados Unidos. También concurrieron el auge del colonialismo en África y la emigración europea hacia América del Sur que, al convertirse en escala obligada, benefició al nuevo Puerto. Además, la obra sirvió de acicate para la modernización de la Isla: "el cable telegráfico de comunicación con la Península (1883), los primeros vapores o correíllos para la comunicación interinsular (1887), el tranvía a vapor (1890), el teléfono (1891), el alumbrado eléctrico (1899) y el tranvía eléctrico (1910). Cuando alboreaba el siglo XX aparecen los primeros automóviles en las calles de la ciudad y el transporte de las jardineras guaguas"[107].

Desde sus inicios en 1883, la obra del Puerto reclamó puestos de trabajo de todas las clases. Los propios de la obra y los que crecieron a su alrededor. De manera que el proyecto se convirtió en foco económico y social en las Islas. Hasta entonces, en Gran Canaria el empleo giraba en torno a la agricultura, la pesca y, en menor medida, la construcción. Ahora la oferta era diversa. Los suministros a buques, la estiba y desestiba, el mantenimiento, el transporte, la vigilancia, el tráfico interior de buques, astilleros y varaderos, el personal administrativo, el personal técnico... No fue raro que al reclamo acudieran miles de persona no sólo de los barrios populares de la capital sino de toda la isla, e incluso, muchos venidos de Lanzarote y de Fuerteventura. En su mayoría jóvenes, su llegada fue ingente a partir de 1890. De Las Palmas de Gran Canaria llegaron 657 matrimonios, de los cuáles la mayoría pertenecían a la parroquia de San Bernardo (527). Del resto de la Isla llegaron 319 entre los que destacan, Telde (109), Gáldar (52), Arucas (47) y Agaete (36). De Lanzarote 136, Haría (66) y Arrecife (37). Y de Fuerteventura 40[108].

El ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, por medio de su arquitecto, Laureano Arroyo había proyectado un Plan de Ensanche (1890) con la sana idea de ordenar el crecimiento urbano. Pero la presión fue desmesurada. Los bordes previstos pronto fueron superados. La calle número 6 (hoy Tecén), que delimitaba el proyecto al norte, "perdió su posición de límite desde la primera década del siglo y comenzó la ocupación libre y «laberíntica» con las calles 7, 8, 9 y 10 y sus transversales, oblicuas, quebradas". El boom demográfico fue tal que en 1910 el nuevo barrio tenía 10.000 habitantes, De los que 1.500 o 2.000 vivían en chozas. Sin alcantarillado, ni electricidad, ni agua corriente no fue raro que se le considerara el barrio más moderno y, al mismo tiempo, el más infecto de la Ciudad[109]. Con el tiempo todas estas dificultades se fueron solventando, pero esa extraordinaria experiencia colectiva de convivencia forjó una identidad de barrio. Una cohesión y un orgullo de pertenencia al lugar y al grupo que aún pervive[110].


 

FIN DE LA SAGA

Con seguridad, mis abuelos paternos llegaron al Puerto de la Luz después de su boda en 1899. Con el fin de la Confraternidad de Mareantes y la venta de los astilleros de San Telmo se zanjó una época. El surgimiento del nuevo enclave portuario obligó a desplazarse a los carpinteros de ribera a donde estaba ahora el empleo. Mi abuelo fue uno de ellos. Así que el matrimonio se estableció en la calle A. Calle que luego pasó a llamarse Lazareto y que, hoy día, se denomina Veintidós de Mayo de 1986, en recuerdo del día de la trágica muerte, en acto de servicio, de cuatro bomberos de la Ciudad.

Tuvo la pareja doce hijos. Menos la primogénita, los otros once fueron bautizados en la parroquia de la Luz, que se había segregado de la de San Bernardo en 1900. La casa familiar sirvió de improvisado taller de producción de estopa a base de cardar cabos viejos, dándoles una segunda vida. En la industria participaban las mujeres. Era el modo de contribuir a sacar adelante semejante prole.

De los tres varones supervivientes, el mayor PEDRO SUÁREZ  FERRERA siguió el oficio de su padre y fue de aquellos carpinteros de ribera -como también mi primo Pedro Vázquez Suárez- que construyeron la ballena Moby Dick[111] para la película de John Huston, entre los años 1954 y 1955. PEDRO SUÁREZ FERRERA fue toda su vida carpintero. Nacido en 1901 trabajó hasta su retiro en la Compañía Carbonera de Las Palmas, filial de la empresa Miller. Murió en 1974. Mi primo Pedro Vázquez no quiso seguir la tradición. Había aprendido el oficio por unos sólidos argumentos: “Tu abuelo fue carpintero de ribera, tu tío es carpintero de ribera y tú tienes que ser carpintero de ribera”, le dijo su padre Francisco. Anduvo entre cuadernas desde los 19 a los 33 años, pero desde que pudo lo dejó, porque, "sinceramente, los trabajos de carpintería de ribera son pesados". Su argumento final frente al de su padre fue: "Yo no digo que no me gustase, pero aprendí el oficio a la fuerza” [112].

Mi padre JUAN SUÁREZ FERRERA[1] (1920/2001) tuvo iguales razones para romper con el duro empleo. Contaba que ver a mi abuelo metido hasta las rodillas en el agua barrenando tablones le echó para atrás. Con 18 años lo llevaron a la Guerra y le robaron siete años de su vida. A la vuelta sacó la cartilla de navegación[113] y se inscribió en la "bolsa del mar" anhelando embarque. Pero un día un camión paró junto al grupo que esperaba por un trabajo a la entrada del Muelle. Los jóvenes tenían un sitio habitual en donde aguardar el empleo ocasional, pero esta vez era fijo. Le preguntaron a uno de ellos que si quería trabajar de peón en la Fosforera. Dijo que sí, pero no tenía allí su carnet de excombatiente. ¿Tú lo tienes Ferrera?, le preguntaron. "Sí", dijo mi padre. "Pues vamos, sube al camión". Así que se quedó en tierra y allí prosperó hasta su jubilación. Cambió el mar por la Fosforera Canariense, empresa con nombre de planta, pero que tenía en su escudo un timón, porque allí se fabricaba el tabaco "Rumbo". El mar tampoco dejaba de estar presente.


 

EL ÚLTIMO MARINO

FRANCISCO SUÁREZ FERRERA (1917-1942), mi tío, cerró el rol de la marinería familiar. Él sí optó por el mar. Según el historial de navegación mercante de su cartilla, entre 1935 y 1936, estuvo embarcado en el "Capitán Pírez", un velero dedicado al cabotaje entre las


Islas. Le correspondía servir por la Marina, pero la Guerra Civil se libraba principalmente en tierra. El 5 de agosto de 1937 embarcó con la Brigada Estratégica de Canarias, en el batallón 290, y estuvo de campaña hasta el día 2 de julio de 1939, en que regresó a la Isla con el Batallón de "Flechas Verdes". Llegó de la guerra enfermo y al poco murió de tuberculosis, a los 22 años. Por la contagiosidad de su enfermedad quemaron sus cosas y de él quedaron un par de fotos y unos pocos papeles. Le llevaron a una guerra que seguro que ni entendió ni compartió. Pero prevalecieron su fortaleza y su disciplina, la educación rigurosa que tuvo y, por eso, cumplió todas las órdenes que le fueron dadas, hasta el punto que en su cartilla militar podemos leer: A don FRANCISCO SUÁREZ FERRERA, por el Excmo. Sr. General Comandante del Cuerpo de Tropas Voluntarias, Gastore Gambara, le fue concedida la CRUZ AL MÉRITO DE GUERRA. Gastore Gambara (1890-1962) fue un general italiano que estuvo en todos los fregados que pudo: en la I Guerra Mundial, en Abisinia, en la Guerra Civil española y en la II Guerra Mundial, en la que destacó por la sanguinaria represión sobre partisanos y civiles en la Yugoslavia ocupada. Juzgado por crímenes de guerra, pasó un breve periodo en la cárcel hasta que fue liberado.

No sabemos cuáles fueron los "actos o servicios «muy destacados» que tengan extraordinaria eficacia para el desarrollo del combate o batalla", que hicieron merecedor a FRANCISCO SUÁREZ de dicha recompensa. Él nunca los dijo y la familia nunca los supo. Los excombatientes preferían olvidar. Tampoco el Ejército guarda su expediente, al menos en los archivos específicos en los que hemos preguntado. Lo que sí podemos asegurar es que con FRANCISCO SUÁREZ finalizó la SAGA DE MAREANTES que habían iniciado MARCOS LORENZO[64] e IGNACIA SUÁREZ[65] con su matrimonio en 1746.

 

 

 

ANEXO I. LOS COSTEROS

Interviene de nuevo el mar con sus caprichos en nuestro relato... En 1827, la familia Dugour, de origen francés, iba rumbo a América, pero en la costa africana su nave zozobró. Rescatados, los náufragos son conducidos a Tenerife, en donde acaban instalándose. Para nuestra suerte aquí quedó José Desiré Dugour, periodista y escritor, autodidacta con vocación de etnógrafo. Con su mirada lúcida y penetrante, Dugour nos dejó una "instantánea", una descripción precisa, de nuestros costeros. No se preocupó por los aspectos económicos de su actividad, sino por su riguroso modo de vida y por su peculiar forma de expresarse. Volcó su testimonio en un artículo publicado en dos números de "La Aurora"[114]. Veamos parte de su descripción:

"En nuestras Islas hay tambien una clase marítima, tipo escepcional de las demas clases, que nace, vive y muere, por decirlo asi en medio de las olas del Atlántico. Hombre sobrio, activo y laborioso, pero pobre y estéril como las arenas del Africa en cuya costa pasa la mayor parte de su vida. No le denominan pescador, á pesar de ser esta su continua ocupacion; llámanle costero, nombre distintivo, epíteto que encierra toda su vida, todo su porvenir. Marinero inteligente, diestro pescador, salador seguro, todo lo hace por costumbre, por instinto, por esperiencia. Adquiere con su continuo aislamiento una voz brusca y desabrida; su aspecto es conforme á su profecion. Barba poblada, pies descalzos, cicatrices y golpes en las manos y rostro, piel lustrosa y agrietada por efectos del salitre y del ambiente del mar. Una camisa y calzon de lana burda, un gorro de forma cónica y una faja de indefinible color, son el complemento de su vestuario. Un puñado de gofio de maiz y algun pescado, hé ahí su sustento; ni apetece mas, ni otra cosa le gusta. Su lenguage, especie de murmullo cuando habla sosegado y especie de bramido cuando la cólera le domina, es siempre ininteligible. El idioma castellano mezclado con términos estrambóticos y cuya clave posee él solo, forma tambien parte de su escepcionalismo. Tal es el ente singular que será hoy objeto de nuestras observaciones".

Como insinuamos sobre la infancia de ALI ROMERO, Dugour nos resume cómo eran los duros comienzos de un aprendiz de costero:

"Lanzados desde niños en los peligros y rigores de semejante profesión, sufren sin quejarse todos los maltratos, todas las injusticias de la tripulación. El muchacho costero es la resignación personificada; los más severos castigos responden a sus lágrimas y el más cruel sarcasmo a su dolor: verdadero juguete de tantas voluntades, debe obedecer sin replicar. Su tierna edad, sus débiles fuerzas han de soportar todos los trabajos, todas las intemperies; a la primera voz, a la menor señal, ligero como la ardilla, sube a aferrar un velacho; tan pronto desenreda la drisa encaramado sobre el pico de popa, como se ocupa en salar la pesca de aquel día; encargado de todos los oficios menudos del servicio de abordo los desempeña todos con viveza y tino; y a pesar de esto, raro es el día que en su cuerpo no se descubre algún cardenal, efecto de la férula embreada del mandador o de la brutalidad de algún marinero.

Con esta vida amarga y martirizada, adquiere el muchacho costero una insensibilidad y resignación extremadas. Solo, sin protección, sin apoyo, se conforma gradualmente a su triste destino, y únicamente aspira a que los años muden su suerte, es decir, a que pueda pasar de esclavo a señor, de víctima a verdugo, de muchacho a hombre. Entonces cesa el martirio, preside la igualdad a su destino, y devuelve, tal vez con usura, los golpes y baldones que un tiempo recibiera, a los infelices sucesores de su pasada dependencia".

Culmina Dugour su trabajo con un relato en el que Cayetano de los Reyes narra la muerte de su hijo en África a manos de un moro. En el texto reproduce el peculiar habla de los costeros:

«Yo me llamo Cayetano de lor Reyes de la matricola é Canaria, dende tamañito me metieron costero, y aunque voy á cumplir lor sesenta, estaria contento sin la jamargura que ha pasao – Ah! Señoo, caa vez que me acueldo!.. habrá 18 años deso, y es como si fuera ora... Yo tenia un jijo; válganor Dió! y qué güeno! costero tamien como su paire: naide como él salaba un peje ni jembelgaba una mayol. Una ocasion que estabamo aqui pescando, ¡fuelte pesca estaba, Señóo! caigado jasta la bolda el balco, nor díbamo al otro dia. Catay que el enemigo tienta al patron saitar en tierra pa jacer leña... la verdá en lor veintidor dias que estuvimo jaquí pescando no habiamor visto moro nenguno: aparejamor la lancha y lor doce hombres que dibamor drento, saitamo jen tierra; caa uno fué por su camino y yo y mi jijo cojimor po el marisco que hay detrar de aquel peñon que dende aqui se vé. Prencipiamo á cojer leña, que habia muncha; cuando catai que uigo un sirvido y alcuentro á mi jijo Pedro garrado con un moro como un tlinquete..."

Otro excelente cronista del mundo del mar canario fue José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883), quien nos dejó referencias fundamentales sobre su tiempo. Preocupado por el desconocimiento de nuestra historia a la que entendía como punto de partida, el polígrafo se esmeró en crear las nociones básicas desde las que impulsar el progreso y la búsqueda de la autosuficiencia de las Islas. Entre otros trabajos nos dejó sus "Apuntaciones referentes a la pesca que hacen los isleños canarios en la costa de África" y "Varios incidentes en la pesca de la costa de África". En estas obras encontramos abundantes datos sobre la actividad en este continente. En el primero de los trabajos citados da cuenta de: la antigüedad de la pesca, los derechos de la Corona de España sobre la Costa de África, el número de naves y "tripularios", los contratiempos, el gremio de San Telmo, el equipo y manera de hacer los viajes, una idea sobre sus cuentas, el regreso a las Islas... Por ser imposible abundar más, nos quedamos aquí con su descripción sobre la manera de vestir de los costeros que, además, representa con un dibujo:

"La gente de mar que antes se vestia de un sayal muy burdo, hecho en el pais, de color de abito de fraile capuchino, y unas monterillas de lana blanca listada de azul y muy estrechas, empezó á vestirse de manufacturas inglesas en que se consumia algun paño azul, y mucha bayeta verde y encarnada. Pero por lo que respeta á la manera de alimentarse y hacer la salazon se está como se estaba al tiempo que las Islas se ganaron"[115].

 

ANEXO II. LA PESCA DEL SALADO

Hablando de los lugares de África en los que faenaban los canarios, se sorprendía George Glas (1725-1765), escocés de Dundee, de cómo los españoles pretendían compartir las pesquerías de Terranova teniendo una mucho mejor a sus propias puertas. Mejor, decía él, tanto por las condiciones climáticas, como "todo lo demás" que concurría, para que fueran las mejores pesquerías del universo. Sin embargo, durante siglos, la actividad se limitó a suministrar pescado a los isleños, pero nunca hubo ni la lucidez ni los medios para convertir el salado en un producto de exportación. Criticaba Glas por igual el método que los canarios tenían de curar el pescado, que a diferencia de los franceses que pescaban en los bancos de Terranova y que salaban las capturas por segunda vez, aquí se hacía sólo una, no sobrepasando el género más allá de seis semanas a dos meses de conservación. Pero la ceguera isleña se hacía patente incluso entre los más comprometidos en hallar industrias que mejoraran la economía patria. Vemos en las Actas de la RSEAPC (1777-1790) que, valorando las posibles mejoras para implementar la pesca del salado, "se examinó muy bien si había alguna cosa que hacer" en beneficio de tan preciosa industria, pero resultó que no quedaba "nada que adelantar en la expresada pesca por hallarse en el estado posible de perfección, atendido el modo de usarlo y consumirlo en nuestras islas".

"En los albores del siglo XIX, la actividad pesquera que los canarios venían ejerciendo entre cabo Bojador y cabo Blanco apenas había variado desde el siglo XVI". Esa incapacidad de mejora, de incorporar innovaciones tecnológicas, de evolucionar en cuanto a incrementos significativos de la productividad y, tampoco, en cuanto a las condiciones laborales de los pescadores continuó hasta 1945[116]

Desde 1885 España colonizó el Sáhara[117]. Controladas las dos orillas, paulatinamente el territorio fue ocupándose teniendo como pivote la actividad pesquera, siendo fundamental el papel de los canarios en la consolidación del enclave. Durante el franquismo se produjo la modernización del sector pesquero, al mismo tiempo que la internacionalización del banco piscícola. Consecuentemente, la llegada de las flotas extranjeras supuso un gran auge económico para el Sáhara, pero también para el puerto de la Luz y de Las Palmas de Gran Canaria, en donde las flotas foráneas encontraron todo lo necesario para satisfacer sus necesidades de asistencia, reparación y suministros. En 1975 España abandonó el Sáhara y permitió su ocupación por Marruecos, con lo que la pesca tradicional quedó supeditada a los acuerdos entre ambos países. Finalmente, desde la incorporación de España a la Unión Europea, dichos acuerdos se establecen entre Bruselas y Rabat[118].

En los relatos que a continuación se exponen, creemos que quedan muy bien expresados algunos detalles y características del "comercio de Canarias en la costa de Berbería". Se trata de extracciones parciales de los textos origínales, a los cuales enlazamos para quien quiera abundar en los demás aspectos de tan interesante tema:

El número de barcos empleado en esta pesca es de treinta; tienen de quince a cincuenta toneladas de capacidad; el más pequeño tiene una tripulación de quince hombres y el mayor de cincuenta. Están construidos en las islas y tripulados por los isleños. Dos de aquéllos pertenecen a La Palma, cuatro a Tenerife y el resto a Canaria. Puerto de la Luz, en aquella isla, es el lugar de donde zarpan hacia la costa.

El método para preparar una barca para la pesca es el siguiente: los dueños proporcionan un barco para el viaje y llevan a bordo la cantidad de sal suficiente para curar el pescado, con pan bastante para la tripulación durante todo el viaje. Cada hombre lleva su propio aparejo, que consiste en unas cuantas liñas, anzuelos, un alambre de cobre, un cuchillo para abrir el pescado y una o dos fuertes cañas de pescar. Si alguien de la tripulación lleva vino, aguardiente, vinagre, pimienta, cebollas, etc., debe ser a sus expensas, pues los dueños no proporcionan sino pan. La cantidad neta correspondiente a la venta del pescado, después de deducir el gasto de la sal y el pan mencionados, se divide en partes, una parte de las cuales se entrega a los propietarios, por sus gastos en equipar el barco; el resto se divide entre la tripulación según sus méritos: un pescador habilidoso consigue una parte; un mozo, un hombre de tierra o alguien no experimentado en la pesca, media parte o un cuarto, de acuerdo con su habilidad. El patrón del barco o el capitán disfruta de la parte igual a la de los pescadores habilidosos, y los dueños le conceden también una parte de las suyas, por su trabajo al cuidar del barco[119].

"... la marina de la isla: la de buques, que desde tiempos remotos se halla en un constante movimiento , del cual ha resultado que en el espacio de 30 meses, se han construido 13 embarcaciones, 3 de las cuales constan de 300 toneladas; habiendo salido del mismo astillero los 19 buques canarios que siguen ahora el cabotage entre todas las islas, los 15 que hacen el tráfico con América, y los 20 que están destinados á la pesca, denominada del salado, sobre la vecina costa de África. Esta industria , que es la primera y mas importante entre todas las producciones canarias, se nace casi esclusivamente por los matriculados de la c. de las Palmas, desde donde se lleva á las demás islas por constituir este art. el principal alimento de sus habitantes. La pesca se hace en toda la estension de las costas comprendidas entre los cabos Bojador y Blanco, cuyos mares recorren aquellos intrépidos marinos, sin otro piloto que su larga esperiencia. Esta industria data desde los primeros años de la conquista. en el siglo XVI, y ha continuado hasta el dia sin notable incremento, limitándose á satisfacer el consumo diario de los isleños , y sin que hasta añorase hayan introducido en su elaboración aquellas mejoras, que pudieran elevar este ramo de comercio á un estado de prosperidad, que rivalizara con la pesca que se hace en Terranova.

Para presentar un cuadro exacto del estado de la pesca en Las Palmas, diremos, que se emplean en hacerla de 20 á 25 bergantines de hasta 50 toneladas, llevando cada uno en los diferentes viages que hacen al año de 45 á 50 hombres. En cada viage emplean dos meses, incluyendo los dias que se invierten en la travesía, y pescan anualmente de 76,000 á 96,000 qq. castellanos, siendo su precio medio en estos últimos años de 30 rs. el quint., cuyo producto líquido libre de todos gastos asciende á 1.500,000 rs. poco mas ó menos, que se divide entre los dueños de los buques v los tripúlanos. El número de matriculados en Las Palmas es en el dia de mas de 2,000 hombres , que se emplean constantemente en la pesca y en la navegación de Ultramar , y cuyo número indica por sí solo el estado floreciente de su marina, única que existe en las Canarias"[120].

Sobre las pesquerías Canario-africanas existe un testimonio directo, riguroso e inigualable del año 1921. Benigno Rodríguez, conservador del museo de Pesca del Ministerio de Marina, recorrió España para formar su obra, "Diccionario de artes de pesca de España y sus posesiones"[121]. Su entusiasmo y la inmediatez de su relato quedan patentes en sus propias palabras, "como yo tenía grandes deseos de conocer estas pesquerías, acepté muy gustoso el consejo (del comandante de Marina de Las Palmas), trasladándome, por tanto, a dicha costa, en la que observé muy detenidamente cuanto allí se hace; pregunté a las personas más viejas en la pesca; vi pescar y pesqué; observé la salazón y salpreso del pescado; la venta, el empaque, las factorías; los artes y aparejos que emplean; los viveros y depósitos; las especies que se pescan y modo de elaborarlas, y, en fin, todo cuanto fué preciso para poder darse una idea exacta del estado actual de esta industria en aquellos lugares, recogiendo de paso todos los datos posibles por las lonjas de venta, por las factorías; por la Administración de puerto franco y otras que cobran derechos; por patrones viejos y antiguos en la pesca y por armadores..." Los datos que aporta el marino son muy extensos y añade una serie de imágenes que completan de manera visual su relato convirtiéndolo en único. Por su interés, extraemos tres fragmentos que describen el jornal de los pescadores, su alimentación a bordo y un comentario sobre los conflictos de los costeros con los saharauis al desembarcar en tierra:

"SUELDO O JORNAL DE LOS PESCADORES.- Por lo general, y salvo ligeras excepciones, los pescadores dedicados a la explotación de los bancos pesqueros del Sahara parten el producto de las utilidades de la manera siguiente: La mitad de lo que se gane es para el dueño del barco, por la embarcación y los artes de pescar, y la otra mitad se la distribuyen a partes iguales entre los tripulantes; pero el amo de la embarcación saca de su parte una soldada para el patrón y otra para el vendedor de la pesca, que es un hombre dedicado a eso en cada barco, y además es de su cuenta todo el entretenimiento y reparación del barco". (págs. 290 y 291)

El pescador canario saca un jornal muy bueno de las pescas; tan bueno, que creo supera a los de España; eso valiéndoles poco, porque, aun pagándoselo a bajo precio por no tener fácil colocación, resulta que los 52.536.400 kilogramos pescados para la venta en 1921 han valido próximamente a los barcos pescadores unos 10.507.280 pesetas, nada más que a 20 y 10 céntimos el kilogramo. De esta suma llevan la mitad los dueños de los 150 barcos, y la otra mitad, o sean 5.253.640 pesetas, se divide entre los 1.924 pescadores
y tocan a cada uno 2.731 pesetas al año, próximamente, que entre doscientos cincuenta y cinco días de pesca, corresponde a cada uno 10 pesetas y media, que es próximamente el doble de lo que ganan los pescadores españoles.

"ALIMENTACIÓN A BORDO. - El pescador canario dedicado a la pesca en las costas del Sahara español come a bordo del pescado que coge, el que más le agrada, y que prepara o arregla de varias maneras: guisado, frito y curado al sol o en salmuera, pues en esto hay personas de todos los gustos; para ese efecto todos los barcos llevan una cocina fija o portátil, aceite, especies, y en vez de pan llevan para comer con el pescado la harina del maíz tostada, que llaman gofio, con la cual forman una especie de pelotas, o a veces tortas delgadas, tan sólo con mezclar esta harina con agua, y esta pasta dura les sirve de pan, que toman con el pescado.

Esta misma alimentación de pescado y gofio es la corriente en todas las Islas Canarias, así que sale baratísima, tanto por el gofio como por la pesca.

Por lo general .cada pescador consume al día cerca de dos kilogramos de pescado, porque lo toman tres veces en cada veinticuatro horas, y casi siempre eligen para eso peces de tamaño pequeño y entre ellos mucho cazón, que estando seco y curado les gusta mucho asado, crudo o cocido, porque le hacen varias tiras a lo largo del pez y así lo curan, a pesar de ser bastante ordinario; pero a ellos les agrada más a veces que la pesca fina, porque lo toman con mucha  frecuencia". (Pág. 291)

CONFLICTOS EN LA COSTA AFRICANA. "Los indígenas, que están con frecuencia por algunos sitios en las orillas de la costa, vigilan constantemente a nuestros pescadores, que tienen necesidad de saltar a tierra a fin de poder halar el arte chinchorro, con el cual pescan la sardina para poder cebar los anzuelos, y entonces les exigen, unas veces el gofio (harina de maíz tostado que llevan a bordo para comer, amasándola con agua), y otras, el dinero.

Me han contado, patrones y personas que me merecen entero crédito, que a la tripulación de un barco le han prohibido desembarcar para pescar sardina, si no entregaban 25 pesetas y un saco de gofio, que gusta mucho a los moros.

Otros casos en que les han exigido todo el dinero que llevaban a bordo, y otros en que detuvieron a los hombres que estaban en tierra, mientras no les llevaron desde a bordo el dinero y los comestibles, teniendo que quedarse solamente con lo preciso para regresar a Canarias y proveerse nuevamente de víveres y dinero. (Pág. 299)

 

EPÍLOGO

Esta es una vista de las obras que en los años 60 del pasado siglo sepultaron la mayor parte del pasado marinero de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Con ellas se creó una barrera de acceso al mar en donde antes estuvo el espacio de relación con él. El principal escenario de todo lo que venimos narrando quedó enterrado en una especie de "fosa común", los marineros desterrados y el perfil secular de la costa perdido para siempre.

Miramos al pasado, giramos la vista al presente y nada es igual, ni las sombras. Debería quedar una profunda huella y no la hallamos. Entre lo que hubo y lo que hay sentimos un abismo, dos escalofriantes opuestos, una paradoja tenaz: de la pesca del salado, principal industria de la Ciudad durante casi cinco siglos, no queda nada. De los hombres que se hacían a la mar, a vela, enfrentándose a los rigores naturales, no queda nada. De aquellos bravos que navegaban desafiando a pabellones extranjeros en guerra con España, no queda nada. De los mareantes que trataban de burlar al corso para evitar sus propios secuestros, no queda nada. De los que erigieron el templo a san Telmo para que les protegiera de la tempestad, no queda nada. De los que sufragaron pilares, muelles y festejos para la urbe, no queda nada.

No queda nada de los que pasaron penurias teniendo por toda dieta gofio y pescado... de los que aprendieron su oficio a golpes y baldones... de los que dieron a España razones para ocupar el estéril desierto africano... de los que se organizaron en confraternidad para ampararse mutuamente en su desamparo... de los que a su riesgo y ventura mataron el hambre de los canarios.

No queda rastro de las playas desde las que embarcaron ni de la arena que pisaron.

No queda rastro de las casas en que vivieron junto al mar, en su ribera.

No queda rastro del lugar donde repararon sus naves, urdieron sus redes y empataron sus anzuelos.

No quedan en el mar los surcos que por siglos hoyaron sus estelas.

No arriban a nuestro puerto bergantines, pailebotes ni goletas con el oro salado en sus bodegas.

No conserva el aire sus murmullos ni sus ininteligibles bramidos.

No guarda el horizonte ninguna de sus velas.

No escribe su memoria el mármol blanco, ni su eco el prolijo callejero.

No quedan de sus naves ni acaso los invisibles pecios que se cobró el mar.

 

Sólo quedan las vidas que impulsaron.

Quedan el recuerdo vago y el sutil gen.

Quedan el mar, el sol y el viento.

Queda en la Ciudad su carácter marinero.

Queda en Gran Canaria el sueño del mar adentro.

------------

El mar es a mi vida

lo que al hambriento el pan;

para saciar mi espíritu

tengo que ver el mar[122].

 

 

 



[1] La cueva del rey guanche de Gáldar. Felipe Verdugo Bartlett. 1886. Museo Militar Regional. S.C. de Tenerife.

[3] MARTÍN, José Luís. "El eco de Canarias". 10-08-1967. p. 12.

[5] MARTÍN, José Luis.  "Recordando a Francisco Montesdeoca". El Eco de Canarias 09/05/1967. p. 9

https://jable.ulpgc.es/jable/el.eco.de.canarias/1969/05/08/0031.htm?palabras=+francisco+montesdeoca+suarez

[7] CANINO ROMERO, Nuria. "La Catedral de Canarias: entre arquitectura y ciudad". p. 38. Nuria Canino Romero. https://oa.upm.es/55918/1/TFG_Canino_Romero_Nuria_2.pdf

[9] Foto tomada del Servicio Diocesano de Archivos Parroquiales de Valencia. 6.1 Alfafara: Capítulos municipales 1632-1658. Foto de la cubierta. https://www.arxparrvalencia.org/menu-principal-c/sala-del-investigador/fotodigitalizaciones/6687.html

[10] FERNÁNDEZ RIQUELME, Sergio. "La Ciencia Histórica. Métodos e ideas para el estudio historiográfico". Infides. Ediciones didácticas. 2009. https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/45522/1/Sergio%20Fern%c3%a1ndez%20Riquelme.%20La%20ciencia%20hist%c3%b3rica.%20Edici%c3%b3n%20digital..pdf

[11] VICENTE CÓRDOBA, Carlos. "Genética y epigenética: yo soy yo y mi circunstancia". (2017) https://eprints.ucm.es/id/eprint/56586/

[13] Concilio de Trento. El sacramento del matrimonio (sesión XXIV. Celebrada el 11 de noviembre de 1563). Decreto de reforma sobre el matrimonio. http://www.intratext.com/IXT/ESL0057/_P1C.HTM

[14] LOBO CABRERA, Manuel. "El primer Libro de Bautismos del Sagrario. Revista Almogaren, nº 34 (2004) 235 - 248. https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/ralmo/id/273/filename/274.pdf

[15] EGEA MOLINA, Eugenio. "Fuentes para el estudio de la Genealogía en la provincia de Las Palmas". 2012. http://geneacanaria.blogspot.com/2012/08/fuentes-para-el-estudio-de-la_29.html

[16] EGEA MOLINA, Eugenio. "Molina de Gran Canaria. Relaciones de parentesco en los siglos XVIII y XIX. 2013. http://geneacanaria.blogspot.com/2013/08/molina-de-gran-canaria-relaciones-de.html

[17] SÁNCHEZ GARCÍA, Florentino. "ADN y Genealogía" 2017. http://geneacanaria.blogspot.com/2017/11/adn-y-genealogia.html

[18] http://sanlucarprimeravueltaalmundo.com/

[19] BORREGO PLA, María del Carmen. "La Casa de Contratación y Huelva: facultación de tripulaciones a Indias hasta 1700". Actas XI Jornadas de Andalucía y América (1992). ACTAS XI JORNADAS DE ANDALUCÍA Y AMÉRICA. 1992. Repositorio Abierto de la Universidad Internacional de Andalucía. https://dspace.unia.es/handle/10334/662

[20] GONZÁLEZ DÍAZ, José Manuel. "La pesca en Ayamonte durante la Edad Moderna". Universidad de Huelva. 2011. pág. 48.

[21] GARCÍA BERNAL, Manuela Cristina. "Los navíos de Permisión tras el Reglamente de 1718: Una valoración cuantitativa (1720-1730)". 1982. V Coloquio de Historia Canario-Americana. Pág. 749 y ss.

https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/coloquios/id/334/filename/200.pdf

[22] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel Vicente. "El mito del Tributo de Sangre en la emigración canaria". Revista Bienmesabe nº 46. 2013. https://www.bienmesabe.org/noticia/2013/Marzo/el-mito-del-tributo-de-sangre-en-la-emigracion-canaria

[23] BÉTHENCOURT MASSIEU, Antonio. "El motín de Agüimes". Ayuntamiento de Agüimes. 1989.

https://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/1451

[24] HERNÁNDEZ PERERA, Jesús. "Las primeras pilas bautismales en Canarias". Revista Almogarén. 9. (92) Págs. 191 - 212. Centro Teológico de Las Palmas. https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/ralmo/id/496/filename/497.pdf

[25] RODRÍGUEZ DÍAZ DE QUINTANA. Miguel. "Los Acedo". Revista del Instituto Canario de Estudios Históricos "Rey Fernando Guanarteme". Tomo V. pág 53. Las Palmas de Gran Canaria. 1988.

[26] RODRÍGUEZ DÍAZ DE QUINTANA. Op. cit. pág 34.

[27] L09M_SG_93_v - 04/06/1773

[28] L09M_SGr_211_v - 14/01/1779

[30] "Un debate abierto, ¿navegaban los aborígenes canarios"?. Revista Pellagofio, nº 89. 10/2020. https://pellagofio.es/patrimonio-cultural-de-canarias/arqueologia/debate-abierto-navegaban-los-aborigenes-canarios/

[31] GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Águeda Mª y GRAJAL-MARTÍN, María José. "Higueras de Canarias. Caracterización morfológica de variedades".  Gobierno de Canarias. Instituto Canario de Investigaciones Agrarias. 2011. https://www.icia.es/icia/download/Publicaciones/Higuera.pdf

[32] ALZOLA, José Miguel. "Breve Historia de las Islas Canarias". Real Sociedad Económica de Amigos del País. Telde. 1991. Pág. 59. https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/MDC/id/85618/filename/123062.pdf

[33] WEBB y BERTHELOT. "Historia Natural de las Islas Canarias". Parte Histórica. Vista de la Isleta y del Puerto de la Luz. Pl. 14. 1835.

[34] LOBO CABRERA, Manuel. "El mundo del mar en Gran Canaria del siglo XVI : navíos, marinos, viajes". Anuario de Estudios Atlánticos. Núm 26 (1980), pág. 342 y ss.

https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/aea/id/1750/filename/1751.pdf

[35] BONNET SUÁREZ, Sergio. "La Confraternidad de Mareantes de S. Telmo en Gran Canaria". Revista de El Museo Canario.  Nº. 8, 21-22, 1947, págs. 13-25.

http://www.elmuseocanario.com/images/documentospdf/revistaelmuseo/Revistas/1947_I.pdf

[36] Diccionario Biográfico electrónico (DB~e) de la Real Academia de la Historia.

https://dbe.rah.es/biografias/10095/fernando-vi

[37] VVAA. "Concordatos Españoles". Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado. 2021. https://www.boe.es/biblioteca_juridica/abrir_pdf.php?id=PUB-DH-2021-236

[38] CALVO CRUZ, Mercedes. "La administración de los espolios y las vacantes. El caso de la diócesis de «Canaria» 1753-1851". XIV Coloquio de Historia Canario Americana. 2000. https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/coloquios/id/967/filename/1094.pdf

[39] Catecismo de la Iglesia Católica. Índice General. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html

[40] LOBO CABRERA, Manuel. "Los soldados del presidio de Gran Canaria en el siglo XVI". Cliocanarias, nº 3, Universidad de La Laguna. 2021.  https://riull.ull.es/xmlui/handle/915/27274

[42] SOLBES FERRI, Sergio. "La defensa de las Islas Canarias en el siglo XVIII: modificaciones presupuestarias para su financiación". En accedaCRIS. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. 2012. https://accedacris.ulpgc.es/handle/10553/17967

[43] VIERA Y CLAVIJO, José de. "Extracto de las actas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas : (1777-1790)" Real Sociedad Económica de Amigos del País. Las Palmas de Gran Canarias. 1981. Págs. 111 y ss.  https://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/2399

[46] VIERA Y CLAVIJO, José de. Ibidem. Pág. 108.

[47] MARTÍN RUÍZ, Juan Francisco. "El desarrollo histórico de la población canaria: la evolución del régimen demográfico antiguo (1520-1940). Universidad de la Laguna. https://jfmartin.webs.ull.es/El%20desarrollo.pdf

[48] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel. "Enfermedad y muerte en Canarias en el siglo XVIII. Tomo II. La muerte". Capítulo 6. La muerte de las parturientas y de los niños." Universidad de la Laguna. 2004.

https://www.researchgate.net/publication/311588917_Enfermedad_y_muerte_en_Canarias_en_el_siglo_XVIII_Tomo_2_La_muerte

[49] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel. ib.

[50] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel. ib.

[51] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel. ib.

[52] SANCHEZ RODRÍGUEZ, Julio. "Tercer centenario del nacimiento del Obispo Cervera" (nº 206). 2007.

https://www.juliosanchezrodriguez.com/convertidos/08-07_CentenarioObispoCervera.pdf

[54] CAPEL, Horacio. "Las Islas Canarias en 1770, según un informe del ingeniero militar Francisco Gozar". Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona. 2001. http://www.ub.edu/geocrit/b3w-291.htm

[55] Paleta de pintor de Felipe Verdugo. Detalle.  Felipe Verdugo Bartlet . 1883. Museo Casa Colón. Las Palmas de Gran Canaria.

[56] ANAYA HERNÁNDEZ, Luis Alberto. "Simón Romero, pescador grancanario y gran almirante de la armada argelina". Anuario de Estudios Atlánticos, nº 49. 2003. https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/aea/id/2011/filename/2012.pdf

[57] Retrato del Obispo que se conserva en el altar mayor de la Iglesia de San Francisco. Tenerife.

[58] SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Julio. "La odisea del obispo Rabadán". https://www.juliosanchezrodriguez.com/convertidos/02-97_Rabadan.pdf

[59] MILLARES TORRES, Agustín. "Historia General de las Islas Canarias". Editorial Selecta. La Habana. 1945. págs 389 y 390. https://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/124218

[62] GARCÍA NIETO, Víctor; HERNÁNDEZ, Justo. "La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en Canarias. (9 de diciembre de 1803 - 6 de enero de 1804)". Asclepio-Vol. LVII-2-2005

https://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/download/62/64/65

[63] SANTANA PÉREZ, Juan Manuel. " Enfermedad y marginalidad en Canarias durante el siglo XVIII y primer tercio del XIX". Boletín Millares Carlo, núm. 28. Centro Asociado UNED. Las Palmas de Gran Canaria, 2009. p. 206. https://accedacris.ulpgc.es/handle/10553/20766

[65] GARCÍA NIETO, Víctor; HERNÁNDEZ, Justo. ib.

[66] SUÁREZ GRIMÓN, Vicente J. "Apuntes para la historia de Firgas: el convento de San Juan de Ortega y la fiesta de San Roque". Revista Vegueta, Número O, mayo 1992, (87-94). https://revistavegueta.ulpgc.es/ojs/index.php/revistavegueta/article/view/71/134

[67] RODRIGUEZ CALLEJA, Jesús Emiliano. "Los registros parroquiales del bachiller Don Juan Mateo de Castro (1648-1693)" Revista Almogarén. Número 16. (1995). Págs. 241 - 282. Centro Teológico de Las Palmas. https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/ralmo/id/57/filename/58.pdf

[68] EGEA, Eugenio "Apellidos de antiguos pobladores de Moya". SIGLOS XVI-XVIII (III). http://geneacanaria.blogspot.com/2013/02/eugenio-egea-molina-este-articulo.htmlGENIO EGEA MOLINA

[69] DÍAZ, Ramón. "La esclavitud en Arucas". Publicado en septiembre de 1990 en el nº 4 de La Revista de Arucas. https://arucasblog.blogspot.com/2000/10/la-esclavitud-en-arucas.html

[70] JIMÉNEZ FERRER, Joaquín M. Recensión: "Moral e historia: carácter histórico de la moral".

Adolfo Sánchez Vázquez. https://docplayer.es/23199446-Moral-e-historia-caracter-historico-de-la-moral-adolfo-sanchez-vazquez-n-1915.html

[71] MIGUEL RODRÍGUEZ DÍAZ DE QUINTANA, Miguel. "Las familias terorenses en el Nobiliario de Canarias". Genealogías Canarias. 2016. http://geneacanaria.blogspot.com/2016/09/las-familias-terorenses-en-el.html

[72] RODRÍGUEZ DE CASTRO, Rafael. "Población de Agüimes y consanguinidad hasta el motín de 1720". VII Encuentro de Genealogía Gran Canaria. 2020. http://geneacanaria.blogspot.com/2020/12/poblacion-de-aguimes-y-consanguinidad.html

[73] VEGA VIERA, Víctor. "Consanguinidad y endogamia en el oeste de Gran Canaria, SS. XVIII-XIX: Las estructuras sociales". XII Coloquio de historia canario - americano; Coloquio 12. Tomo 2. 1996. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/53728

[74] MARTÍNEZ DÁVILA, Francisco. "Instrucción sobre los impedimentos más comunes para contraer matrimonio y causas admitidas para dispensarlos según práctica constante de la Dataría apostólica : conforme literalmente á la que remitió de oficio desde Roma en 5 de julio de 1781 el Excmo. Sr. D. José Nicolás de Azára". 1814. Biblioteca del Banco de España. https://repositorio.bde.es/bitstream/123456789/2613/1/fev-av-m-00388_7.pdf

[75] LÓPEZ GARCIA, Juan Sebastián. "Afurgad. Notas históricas de Firgas y 2". Revista Aguayro nº 140. 1982-03. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/63619

[76] ROSALES QUEVEDO, Teodoro. " Historia de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas". Ayuntamiento de Arucas. 1977. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/94314

[77] SUÁREZ MORENO, Francisco. "El agua en Canarias. Historia, estrategias y procedimientos didácticos". InfoNorte Digital. 2009. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/96548

[78] ALONSO, María Rosa. "La obra literaria de Bartolomé Cairasco de Figueroa". Revista de historia; Tomo 18. Año 25. Número 100. 1952 - 10. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/56833

[79] GONZALEZ PÉREZ, Pedro y ABAD RIPOLL, Pedro. "Impacto y consecuencias en Canarias de las guerras del primer tercio del siglo XIX en España y en América". XII  JORNADAS DE HISTORIA MILITAR. Sevilla. 2004. https://amigos25julio.com/

[80] LUXÁN MELÉNDEZ, Santiago de. "En la periferia del conflicto: Canarias durante la lucha contra el francés". XVIII Coloquio Historia canario - americana. 2008. Revista. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/64568

[81] BENITO, Melquiades y LAFORET, Juan José. "La granadera canaria: unidades canarias en la Guerra de la Independencia". Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria. 2009.

https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/97189

[82] LÓPEZ-TREJO DÍAZ, Cristina. "Prisioneros franceses de la guerra de la Independencia: su integración en la sociedad Gran Canaria". I Encuentro de Genealogía Gran Canaria. 2014.

http://geneacanaria.blogspot.com/2015/02/prisioneros-franceses-de-la-guerra-de_4.html#more

[83] PÉREZ GARCÍA, José Miguel et al. "La estructura demográfica de una ciudad preindustrial. Las Palmas en la primera mitad del siglo XIX". III Coloquio de Historia Canario-Americana (1978). Vol. 2, 1980. págs. 513-547. https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/coloquios/id/275/filename/349.pdf

[84] VEGA BERMÚDEZ, Silvia. "El oficio de las costureras: retóricas feministas sobre la cultura material y la corporalidad. Agaete (Gran Canaria)". Universidad de la Laguna. RIULL. 2019. https://riull.ull.es/xmlui/handle/915/12266

[85] EGEA MOLINA, Eugenio. "Apellidos normandos en Canarias. Orígenes y notas descriptivas. Genealogías Canarias. 2012. http://geneacanaria.blogspot.com/2012/10/apellidos-normandos-en-canarias-origen.html

[86] BETANCOR GÓMEZ, María José. "La actividad municipal durante la hambruna de 1847 en Las Palmas de Gran Canaria".  XIV Coloquio de Historia Canario Americana. Págs 1143 y ss. 2000. https://accedacris.ulpgc.es/bitstream/10553/57798/1/Actividad_municipal_durante_hambruna.pdf

[87] Imagen: “Estado que se levanta para tener una noticia de la invacion del Coleramorbo...”. Archivo de El Museo Canario. http://www.elmuseocanario.com/images/documentospdf/piezadelmes/2017/piezajunio2017.pdf

[88] MILLARES TORRES, Agustín. Ibidem págs 460 y ss. https://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/124218

[89] CÁRDENES ACOSTA, Francisco. "Historias de San Telmo y su entorno". Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. 2012. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/97726

[90] LOBO CABRERA, Manuel. "Construcciones y reparaciones navales en Canarias en los siglos XVI y XVII". Anuario de Estudios Atlánticos: Vol. 1 Núm. 31 (1985). Págs. 345 y ss. http://anuariosatlanticos.casadecolon.com/index.php/aea/article/view/489

[92] La Provincia. Sábado, 16 de enero de 1932. Pág. 2.

[93] Pudimos seguir el rastro de aquellos matrimonios referidos a San Lorenzo gracias a la ayuda de Juan Ramón García del Campo Ucedo. Sin su generosidad no hubiéramos podido completar varias líneas familiares.

[94] Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria. "Hospital de San Martín (1481-1799)". Vídeo. 2011. https://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/mdcm/id/780

[95] BOSH MILLARES, Juan. "El Hospital de San Martín (Estudio histórico desde su fundación hasta nuestros días). 1940. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/94140

[96] LOBO, Manuel y SEDILES, María José. Expósitos e ilegítimos en Las Palmas en el siglo XVII Anuario de estudios atlánticos ; Número 34. 1988. Págs. 159 y ss. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/55501

[97] GARCÍA TORRES, Juan R. y HERNÁNDEZ BAUTISTA, Faneque. " Ascendencia Guanche: Alonso de Ávila y María Hernández". Genealogías Canarias. 2016. http://geneacanaria.blogspot.com/2016/10/ascendencia-guanche-alonso-de-avila-y.html

[98] RODRÍGUEZ DÍAZ DE QUINTANA, Miguel. "Doña Margarita Fernández Guanarteme. Revista del Instituto Canario de Estudios Históricos "Rey Fernando Guanarteme". Tomo V. pág 23 y ss. Las Palmas de Gran Canaria. 1988.

[99] GÓMEZ-PAMO GUERRA DEL RIO, Juan Ramón. "Antón Guanarteme ¿Un hijo de D. Fernando"? Revista del Instituto Canario de Estudios Históricos "Rey Fernando Guanarteme". Tomo V. pág. 66 y ss. Las Palmas de Gran Canaria. 1988.

[100] GÓMEZ-PAMO GUERRA DEL RÍO, Juan Ramón. Bibliotecario del Museo Canario.  Revista 7im. Reportajes: "La muerte". 2017.  https://www.revista7im.com/2017/06/reportajes/familia-carvajal-centro-documentacion/

[101] "Trescientos ochenta años del ataque de la armada de Van der Does a Las Palmas". Revista Aguayro ; Número 112. 1979-06. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/63403

[102] GONZÁLEZ  SOSA, Pedro. "El puente de Verdugo o puente de Piedra". 2008. http://temascanarios.blogspot.com/2008/01/el-puente-de-verdugo-o-puente-de-piedra.html

[103] NAVARRO, Domingo José. "Recuerdos de un noventón : memorias de lo que fue la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a principios del siglo y de los usos y costumbres de sus habitantes". Tipografía La Verdad. 1895. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/93650

[104] VVAA. "El "risco" de San Nicolás : un suburbio histórico de Las Palmas de Gran Canaria". Aguayro, Nº. 182. 1989-05. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/68843

[105] DOMÍGUEZ, Josefina y DÍAZ, Ramón. "La segregación social del espacio de la ciudad en el siglo XIX: la

demanda de vivienda en cuevas en Las Palmas de Gran Canaria". XVIII Coloquio Historia canario - americana. 2008. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/64885

[106] ASCANIO, Carmen y AMADOR, María del Pino. "Risco de San Nicolás". Cabildo Insular de Gran Canaria. 1995. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/96987

[107] HERRERA  PIQUÉ, Alfredo ; Autoridad Portuaria de Las Palmas. " Puerto de Las Palmas: 125 años : 1883-2008". Gabinete Literario. 2008. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/96313

[108] MEDINA SANABRIA, Juan. "Isleta/Puerto de la Luz: Raíces". Las Palmas de Gran Canaria. 1996. Págs. 28 y 29.

[109] DOMÍGUEZ, Josefina y DÍAZ, Ramón. Ibidem.

[110] DARIAS RODRÍGUEZ. Lucía. Estudio de la Estrategia de Desarrollo del Barrio Tradicional de la Isleta. La puesta en valor del Patrimonio. TFM. 2016-2017. https://accedacris.ulpgc.es/handle/10553/23013

[111] Escena de la película Moby Dick, de 1956, dirigida por John Houston.

[112] MILLARES, YURI. "La ballena Moby Dick, obra de 14 carpinteros de ribera". Entrevista a Pedro Vázquez Suárez. 03/07/2014. https://pellagofio.es/islenos/historia-oral/la-ballena-moby-dick-obra-de-14-carpinteros-de-ribera/

[113] Imagen de la cartilla de navegación de Juan Suárez Ferrera.

[114] DUGOUR, José Desiré. "Tipos canarios. El costero". La Aurora: semanario de literatura y de arte. Santa Cruz de Tenerife, nºs. 24 y 25, 13 y 20 de febrero 1848, pp. 188-190, 194-195. https://jable.ulpgc.es/buscar

[115] DÍAZ ALAYÓN, Carmen. "El español de Canarias en el siglo XIX: el habla de los costeros. Revista de Filología. nº 25. 2007, pp. 129-141. Universidad de la Laguna. https://riull.ull.es/xmlui/handle/915/14864

[116] MARTÍNEZ MILLÁN, "La flota artesanal canaria en el caladero sahariano: crecimiento sin cambio técnico (1880-1945. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. 2005.

https://accedacris.ulpgc.es/handle/10553/10666

[117] WEBB y BERTHELOT. "Historia Natural de las Islas Canarias". Parte Histórica. Bergantín canario pescando en la Costa de África. P. 59. 1835.

[118] ANDREU MENDIERO, Beatriz. " La importancia de la pesca en la ocupación y colonización del Sáhara Español durante el franquismo y su vinculación con Canarias". Anuario de Estudios Atlánticos (2018), núm. 64. Págs. 1-18.

https://mdc.ulpgc.es/utils/getfile/collection/aea/id/2380/filename/2376.pdf

[119] GLAS, George. "Descripción de las Islas Canarias" págs. 139 y 140.  Biblioteca Virtual Viera y Clavijo. Instituto de Estudios Canarios. 1999. http://www.iecanvieravirtual.org/index.php/catalogo/item/descripcion-de-las-islas-canarias-1764-3o-reimp.html

[120] MADOZ, Pascual. "Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar". TOMO XII. 1849. pág. 621. https://digibug.ugr.es/handle/10481/7680

[121] BENIGNO RODRIGUEZ ·SANTAMARIA, Benigno. Conservador del Museo de Pesca del Ministerio de Marina. "Diccionario de artes de pesca de España y sus posesiones". Tomo I. Madrid. 1923.

[122]TORÓN, Saulo. "El caracol encantado: (verso) 1918-1923". 1926. https://mdc.ulpgc.es/mdcs/s/mdc/item/5749


 

  

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

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