lunes, 18 de diciembre de 2023

MAS QUE OCHO APELLIDOS CANARIOS

MIGUEL RODRÍGUEZ DÍAZ DE QUINTANA

Ponencia presentada en el X ENCUENTRO DE GENEALOGÍA GRAN CANARIA. Homenaje a Carlos Gaviño de Franchy, organizado por Genealogías Canarias y Real Sociedad Económica del País de Gran Canaria, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria del 14 al 16 de noviembre de 2023.


El interés de conocer nuestros ancestros cada vez es más numeroso. Díganlo, si no, las extensas páginas de internet, en donde miles y miles de usuarios preguntan por los orígenes o procedencias de sus apellidos que, dicho sea de paso, cuando la pregunta es relativa a un linaje canario, las respuestas a veces son verdaderos disparates. Un ejemplo, lo tenemos con nuestro característico y popular apellido Monagas. Hay textos que dicen que procede del irlandés Monogan.



Hay que advertir al lector, que la heráldica isleña es extensísima, y de detenernos en la historia de todos y cada uno de ellos sería una labor agotadora. Por lo que convendría puntualizar aquellos que por su extensión y singularidad merecen la pena comentar.

No vamos a profundizar en la historia del nacimiento de los linajes, pero conviene que de manera breve digamos que antes no solía haber apellidos sino puramente el nombre propio. Y fue hacia el siglo siete cuando se empieza a dar a los hijos el sufijo de ez, que significa, “hijo de”.

Así de este sufijo que era para dar la forma de la palabra derivada, de un Rodrigo, fue Rodriguez, de Gonzalo, González, de Fernando, Fernández, de Alvaro, Álvarez, de Benito, Benítez, de Domingo, Domínguez, de Ramiro,

Ramírez, de Sancho, Sánchez, de Jimeno, Jiménez, y así de todos los extensos linajes terminados en zeta que, por lógica, son los más abundantes del repertorio castellano.

Luego vinieron las referencias. Si una familia vivía en el entorno de un castillo, pues se apellidaban así. Precisamente nuestra distinguida familia canaria del Castillo, condecorada con un título del reino, era García de linaje, pero fueron anexionando al patronímico esta indicación.  Así vemos que los que estaban cerca de un río, fueron del Rio, los de una Torre, Torres, los de una rivera, Rivero, los de un bosque o un árbol, del Bosque, del Álamo, Manzano, Palmero; cercanos a un molino, Molina. Prácticamente, de casi todas las palabras que tiene el diccionario de la Real Academia Española figuran en la heráldica nacional: Barriga, Conejo, Palacio, Calvo, Feo, Bello, Hermoso, Araña, Niño, Viejo, Nieto, Gallo, Ganso, Cordero, Vaca, Herrero, Casado, Zapatero y un larguísimo etcétera.

En nuestro caso concreto, en nuestra popular heráldica isleña, se entremezclan una serie de diferentes antecedentes. Jugaron un papel primordial las devociones y advocaciones religiosas. De ahí que todas nuestras vírgenes figuran como apellidos: Del Pino, del Rosario, Concepción, de las Nieves, Guadalupe. Igual sucede con los santos de los que proceden muchos apellidos, como Santiago, Felipe, Lorenzo, Jorge, Juan, Luis, San Ginés, Mateo. Marcelo, El nombre propio de muchos padres o cabezas de familias también van a originar en nuestras islas muchísimos y actuales apellidos.

Otras de las características de nuestra heráldica, fueron las referencias geográficas o procedencias de otros lugares o países que resultaban más identificables a las familias.

Por último hay que incluir el papel fundamental que jugaron los motes, alias, apodos y nombretes en nuestro extenso, peculiar y genuino  diccionario heráldico insular. Precisamente el médico analista don Juan Díaz Rodríguez, preparaba con entusiasmo un libro de esta serie de sobrenombres, pero lamentablemente por su fallecimiento se quedó sin publicar. 

Como anécdota les cuento que podía haber sido el último apellido de nuestro heráldica el apodo de Espuela. Este distintivo lo llevaba un importante agricultor de Moya, don Manuel Hernández, que acudía a misa los domingos a San Juan de Arucas, en donde se veía con su prometida, Dolores Suárez. Como venía a caballo y con espuelas, al entrar en el templo, el ruido del metal sobre el pavimento delataba su presencia. Muchos años después, un nieto de Don Manuel, orgulloso del nombrete de su abuelo, quiso anexionar Espuela a su linaje de pila para convertirlo en un apellido compuesto. Pero sucedió, que una de las hijas del agricultor y tía por tanto del peticionario, se lo prohibió tajantemente pues consideraba que era más bien un desprestigio.

Y entremos ahora, pero de manera estricta, en los antecedentes de los principales y extendidos apellidos que pueden presumir de ser netamente canarios. Concretamente nos vamos a ceñir a los más conocidos aquí en Gran Canaria. 

De la A a la Z y por orden cronológico, nos encontramos con la primera serie: Alejandro, Apolinario, Artiles y Armas. La mayoría proceden del nombre propio del cabeza de familia. Alejandro Hernández, vecino de Telde, fue dando a sus hijos de segundo nombre el de Alejandro, y así nació este popular linaje teldense. Lo mismo ocurrió con los Apolinario. Don Apolinario Hernández, un chasnero de Vilaflor de Tenerife, casado luego en Teror y asentado en Santa Brígida. En principio eran conocidos como los Polinarios, hasta que ya residentes aquí, en la capital, anularon el apellido de la varonía y ya se significaron definitivamente con el patronímico paterno hasta el presente.

De Artiles diremos que estuve más de 30 años indagando datos sobre él. Sabía que había procedido de Flandes, pero allí no existe ni se conoce el linaje. Por más que preguntaba a instituciones genealógicas de aquel estado, nadie sabía responder, hasta que hace unos años, al celebrarse unas jornadas históricas antiguas, un flamenco residente en Tenerife me trajo la gran noticia. Lo que un Paco es para un Francisco, un Pepe para un José y un Iñaki para un Ignacio, Artile, sin la ese final añadida en Canarias, era el gentilicio del nombre de Arnoldo. Así era el nombre del flamenco establecido en Agüimes, y así se llamó uno de sus hijos bautizados en Telde. Según siguieron informando, el apellido de familia era el de Westerling, que casualmente llegaría posteriormente también a Canarias por otra diferente y noble línea.


En cuanto al apellido de Armas, que es uno de los linajes más antiguos de las islas, se origina de un cargo administrativo de la época, como eran los reyes de armas, una especie de cronistas. De Juan Negrín, que se dice era un rebautizado aborigen gomero, disfrutó el cargo del primer rey de armas, siguió su hijo como Juan II rey de Armas, y al llegar al nieto como Juan III rey de armas, el cargo se convirtió en uno de los más populares y extendidos apellidos por todas las islas, y en América, sobre todo en Cuba, de cuyo línea caribeña precisamente procede hoy una de las más admiradas estrellas de Hollywood. Termino con la A diciendo que fuera de nuestras islas se conoce el apellido Arucas, sobre todo de canarios establecidos en Montevideo. Y también podríamos decir que la forma fonética del apellido Arencibia se bautizó en Canarias, pues su forma original es Arancibia, que en Euskera, de donde procede, significa “vado de espinos”.

Llegamos a la B, y tenemos, entre otros, a Barbuzano, Baute, Bencomo, Batista, Berriel, también podemos incluir el distinguido Bravo de Laguna y no digamos el de Bethencourt y sus docenas de variantes. Aquí ya tenemos tres de procedencia autóctona e indígenas. El de Barbuzano, se dice que es relativo al nombre de un robusto árbol de gran talla que el apellido se origina de su sobrenombre, mientras que Baute y Bencomo son de clara voz aborigen. De los guanches tinerfeños.


Del apellido Batista podemos decir que forma parte de esa larga serie de linajes, que por las características fonéticas empleadas por nuestros abuelos, por los escribanos, por nuestra manera de hablar, quedaron deformados de su original y por lo tanto se convierten en propios de las islas. Batista es corrupción de Bautista, como el Cárdenes que se deriva del andaluz Cárdenas.

Tanto Berriel como Bethencourt son originarios de Francia, pero curiosamente, de este último, se dice que es el único apellido del mundo que siendo el mismo se escribe y pronuncia de 22 maneras diferentes: Betancor, Betencur, con la H intercalada, sin ella, con la t final, con V. Y además el histórico linaje está extinguido en Francia y hoy todos los que se timbran con él proceden indiscutiblemente de nuestras islas, o de América, a donde llegaron procedentes del Archipiélago.

Le Canarien

El distinguido linaje Bravo de Laguna lo formó un escribano zamorano apellidado Bravo a secas, que se establece en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, y que al trasladarse poco después y definitivamente a Gran Canaria se le empezó a conocer también por su procedencia tinerfeña, como podía haber sido Bravo de La Orotava, o Bravo de Tacoronte.

De la C nos viene a la memoria el de Calero, Curbelo, Calixto, Casimiro y Calderín. La etimología del primero está relacionada con la profesión que muchos canarios desempeñaban en los laboriosos e imprescindibles trabajos para obtener la cal, que se sacaba de los fragmentos rocosos de nuestras montañas, un producto que se hacía necesario en la construcción.



Mientras que los Curbelo proceden de la isla más pequeña del archipiélago de Azores, llamada Corvo. llamada así por los abundantes cuervos marinos que la rodeaban. De 1583 procede la presencia de los Corvelos portugueses en Lanzarote y Fuerteventura que con el tiempo  fueron dando la pronunciación y ortografía que en la actualidad conocemos. Por lo tanto, su voz es genuina canaria. Hay, sin embargo, autores que acreditan que es italiano, y que procede de Antonino Crivelo, contratado por el infante don Henrique para montar unos ingenios de azúcar, y luego sus hijos fueron los que le dieron la forma actual. Calixto y Casimiro son nombres propios que la descendencia lo adoptaron como apellidos. Y Calderin, originariamente Calderine, procedente de Génova, se popularizó más tarde en Telde.

De la Ch conocemos a tres: Chil, Chinea y el de la curiosa y atrevida pronunciación, Chocho. Chil forma parte del apodo que recibió una familia apellidada Hernández en Santa Brígida. Sobre los alias o sobrenombres al paso del tiempo resulta muy difícil conocer los motivos que causaron la designación. Vemos que era tan abundante el apellido Hernández, se dice que es el segundo más extendido de España, que se buscaban referencias para poder mejor identificar unas familias de las otras. Los Chil o Chile, que era como en realidad se les empezó a conocer, posiblemente sea por la relación con huertos de ese pimiento pequeño, muy picante y apreciado que abunda por nuestros campos. Lo cierto es que anularon el apellido familiar y ya en Telde se empiezan a conocer por Chil.

Sobre Chinea, que abunda más en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, se dice que es relativo a la corrupción del nombre de una princesa gomera, en cuya isla es muy popular.

En cuanto al feo linaje Chocho, que al final solo quedó entre Fuerteventura y Gran Canaria en familias muy conocidas, tiene un origen curioso. Procede de la Orotava, y se dice que su original era Cocho, y de procedencia genovesa. De la isla vecina pasó a Fuerteventura en donde se le dio el cambio, y de ahí a nuestra Isla. Hoy las nuevas generaciones que lo llevan en primer apellido lo están sustituyendo por otros linajes de su misma familia, pues se acogen a la ley del Notariado del Ministerio de Justicia que dice que todo aquel que tenga un apellido ridículo, malsonante, o que al casar con el segundo sea motivo de burlas, como aquella señora llamada Dolores Fuerte de Barriga o Margarita Pérez Gil pueden sustituirlo.

Llegamos a la D. Aquí la preposición de ha jugado un importante papel a la hora de la formación de muchos apellidos. Se suele hoy decir que la de en los linajes es un signo de distinción, pero no, antes todos la llevaban: De Herrera, de Medina, de León, de Armas, que era como la marca de la procedencia familiar de la que veníamos. Y en este caso que estudiamos la mencionada de se fue fusionando a muchos apellidos. Así tenemos nuestros genuinos linajes Dávila, Deniz, Dévora, Dieppa, Dorta, Doreste y Dumpierrez. porque de Ávila, fue Davila, de Évora, Dévora, de Horta, Dorta y de Umpierrez, que también se conoce así, Dumpierrez.


Hago un inciso con el apellido Doreste porque durante mucho tiempo la familia mantenía la tradición que procedía de Florencia, pero no, vino de Portugal con el patronímico de Oreste, que es un popular nombre de pila. Establecidos desde viejos tiempos en Telde, los de Oreste, terminaron por exhibir el apellido que hoy todos conocemos.

Mientras que otro de los apellidos más extendidos en las islas es el de Déniz, que también arranca de un nombre propio portugués, de Dionisio, que al paso de los tiempos tomó esta conocida denominación. Había una opinión antigua que decía que los Déniz venían de Niza, porque en francés se pronuncia Nis que con la citada proposición, lo cuadraba. 

Sobre Dieppa, procedente de la época bethencuriana, se deriva de la ciudad francesa con este nombre, de la que debía de proceder uno de los intervinientes en aquella conquista y que luego sería padrino de pila de algún aborigen.

Saltamos a la letra F. en la que podemos incluir a los Fabelo, Fe, o de la F, Fumero y Franqui. Sobre el primero, también de voz lusitana, se dice que podría haberse formado de Rabelo y por esa mala transcripción que han sufrido muchos linajes en nuestra historia se transformó en Fabelo. Pero también se dice que podría derivarse de Falero que unos nos dicen que es relativo a una pieza ornamental que se le ponía a los arneses de las caballerías. Pero hay otros tratadistas que aseguran que procede del cargo de aquellos que vigilaban los faros en nuestras costas. Sea como sea, su etimología es propia de las islas.

De la Fe, es otro de los tantos apellidos que proceden de advocaciones religiosas. Tuvo su cuna de nacimiento  en Moya, donde curiosamente se ha mantenido desde entonces muy presente en la villa norteña. Actualmente nuestro primo y colega, Eugenio Egea investiga sobre su formación y antecedentes.

De Fumero, muy presente en Tenerife, se dice que procede de un mote originado en la villa chasnera de Vilaflor.

En cuanto a Franquis es la pronunciación italiana de Franchy, por lo tanto la exhibición insular lo hace genuinamente nuestro.

Pasamos a la G, solo tenemos apuntado el de Guanche, Gopar y Guadalupe, que debió de originarse el primero de algún corpulento isleño que mereció, bien por su canariedad o aspecto este popular sobrenombre. Gopar nos llegó con los franceses de Juan de Bethencourt, pero en el vecino país es desconocido, y Guadalupe se extendió en Lanzarote por ser la virgen titular de la Villa de Teguise. En principio servía para timbrar a los niños y niñas expósitos.

En la H posiblemente se puede incluir el de Hormiga, que se dice puede derivarse del Formiga portugués. Con los apellidos extendidos por todos los rincones de las islas se acredita, una vez más, la gran influencia lusitana en nuestra archipiélago, tanto es así, que la primera calle rotulada de Vegueta se llamó calle de los portugueses.

De la I, solo tenemos el  Izquier y el Infante,  derivado el primero del antiguo Gesquier, un antiguo y noble linaje procedente de Brujas y que hoy es prácticamente desconocido. En cambio el Infante canario tiene unas características curiosas. El hijo y heredero del último Rey de la Isla de El Hierro tomó en el bautismo el nombre de Alonso, y los europeos y residentes lo apodaron el Infante, posiblemente por su procedencia regia. Y, como solía suceder, sus descendientes lo tomaron luego como apellido.

De la letra I saltamos a la L, siendo el más destacado en este grupo el popular Lantigua, también apellido devocional que se motiva por el gran fervor que en siglos pasados disfrutaba la virgen de la Antigua de la Catedral de Santa Ana. Era tanta la devoción a esta imagen, que sin serlo se llegó a venerar como la verdadera patrona insular, y su nombre se imponía de segunda filiación tanto a niñas como a niños, por lo que se fue arrastrando el sobrenombre como apellido. En Tenerife también procedió otro apellido mariano, el de Luz, que es relativo a una virgen muy popular en la vecina isla.

Y para acabar con la L, queremos señalar que también podríamos incluir en nuestro diccionario la composición del apellido Lang Lenton, de procedencia inglesa, pues eran simplemente Lenton de varonía a secas y mister Jorge Guillermo Lenton, que fue el que se establece en nuestra ciudad en 1898, anexionó el Lang de una de sus abuelas al linaje. El motivo fue porque al casarse con una isleña católica, doña Margarita Rodrigo-Vallabriga y Brito, al extranjero anglicano le convenía bautizarse. Así lo hizo en la pila de San Telmo, y como en nuestra legislación, tanto civil como eclesiástica tenemos que tener dos apellidos y él tenía uno solo, pues lo organizó de esta manera. Al querer inscribirlo el cura en los libros sacramentales iba a poner don Jorge Lenton Lang, pero al nuevo cristiano no le sonaba bien y le indicó al sacerdote que le diera la vuelta. Así es que todos los Lang Lenton que veamos por el mundo proceden de Gran Canaria,

De la M. Aquí tenemos varios:  Marrero, Monagas, Macario, Mauricio, Marcelo, Melian, Marichal y Melero.

De Marrero, procedente de Portugal, hay dos versiones. Unos dicen que arranca de un tal Gil, maharrero de oficio, que era el nombre que se les daba a los herreros que fabricaban las maharras, pero otros dicen que el oficio del portugues era el de marrero, una especie de agrimensor o medidor de tierras. Lo cierto es que en Portugal no existe como apellido, y aquí en todas las islas es uno de los más extendidos y singulares.

De Monagas no se ha sabido con exactitud su significado. Sabemos que era el nombre de una heredad de Valleseco perteneciente a una familia apellidada Hernández de Teror, y que para identificarla de las otras tantas que abundaban en la villa mariana, a estos vecinos se les llamaban los Hernández de Monagas. Y como ha ocurrido con otros tantos apellidos, terminaron anulando el linaje para significarse por aquella referencia geográfica. Hay quien llegó a decir que monagas era una abundante hierba que crecía en aquel barranco donde estaba enclavada la hacienda de esta familia. Hoy el apellido es muy popular en Venezuela, incluso en donde hay un estado con este nombre, que se hermanó con Valleseco, ya que destacaron en aquella República dos hermanos que fueron presidentes de la nación y a quien se les atribuyen la abolición de la esclavitud.


Macario, procedió de un nombre propio. De un Macario Domínguez que era un galdense avecindado en Telde donde lo empezaron a señalar por su onomástica y así lo siguieron llevando sus descendientes hasta llegar a incluirlo en uno de los linajes caraterísticos de la ciudad de los faycanes. Lo mismo ocurrió con los Marcelo y Mauricio, que de simples nombres de pila proceden estos apellidos en nuestra isla.

En cuanto a Melero, pertenece a la línea de las profesiones, como calero. Así se designaban a los que se dedicaban al cultivo de la miel en la extensísima industria existente desde los primeros siglos de nuestra historia. Aunque hay que advertir que al ser una profesión tan extendida existen ramas con este mismo apellido en otras provincias españolas.

De esta letra destacan Melián y Marichal que arrancan, una vez más, de la época normanda que capitaneó el barón Juan de Bethencourt. Marichal, traducido es mariscal, mientras que Melián, los historiadores lo relacionan y traducen como fortaleza o refugio y también con la expresión de cuatro soles, tal vez por aquello que en su escudo de armas lleva tres medias lunas.


De la N, tenemos al antes mencionado de Negrín, que según parece es de procedencia italiana y que aquí lo usamos con cierta deformación.

Posiblemente de la O tengamos el más genuino apellido aborigen de Gran Canaria, que es el de Oramas, originado por nuestro invicto caudillo Doramas, tan celebrado en nuestra historia, y que hoy está mucho más extendido en Tenerife y en América, especialmente en la isla de Cuba.

Con la P destacan Penichet, Peñate y Perdomo. El primero, que una vez más su familia y varonía eran de apellido Hernández, procedieron de la ciudad portuguesa de Peniche, que en la Matanza de Tenerife, donde primero se asentaron, van a ser más conocidos por el lugar de procedencia.  Estos Penichet llegaron a escalar puestos muy altas en la magistratura nacional, y muchas isleños con esta filiación se establecieron en América, concretamente destacó la avecindada en Cuba, que curiosamente se asentaron en el poblado también llamado de Matanzas,  unas tierras llamadas así porque fue el lugar  donde se había perpetrado la mayor masacre de indígenas cometida en la historia cubana.

Peñate, que se formó en la Vega de Santa Brígida de una familia también apellidada Hernández, y que debió de originarse de una referencia del lugar donde debía de residir. Peñate viene de algún mote o de alguna derivación de Peña.

El característico y extendido Perdomo tiene una similitud con el apellido Armas, que de igual modo se derivó de un cargo oficial. Enrique de Bethencourt, pariente cercano del barón conquistador, se le conocía con Arriete Prudhomme, que traducido al francés expresa decir hombre prudente, una especie de procurador, o hombre de leyes. Y con el tiempo se formó este característico y popular linaje canario.

 De la R sobresalen Reverón, Régulo, Roque, Reyes y Robayna. El primero es una deformación del apellido genovés Riverol, hoy más extendido en Tenerife. Quiero hacer una mención especial sobre el de Régulo, porque sin estar muy extendido ha sido el único apellido canario autorizada su existencia por el general Francisco Franco que lo aprobó en un Consejo de Ministros para complacer al peticionario, el catedrático palmero, don Juan Régulo Pérez y Pérez. 

Mientras que Roque es otro de la extensa lista de nombres propios convertidos en apellidos y que se encuentra muy extendido en Santa María de Guía, de donde procede y en la isla de Cuba.   

Otro de nuestros populares linajes es el de Reyes. En el antiguo régimen, cuando se bautizaba a un niño o niña con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar se les añadía el de los Reyes, posiblemente como homenaje a los magos de Oriente. Fueron entonces muy populares los Garpar de los Reyes y las Melchora de los Reyes, por cuyos segundos nombres iban a ser más conocidos hasta llegar a originarse este extendido apellido.

En cuanto a Robayna, su origen en nuestro Archipiélago es muy curioso. En la Edad Media había una de las entonces llamadas Encomiendas en Andalucía con este nombre que gobernaba la Orden de San Juan. Al sustituir al gobernador de Gran Canaria Pedro Cerón en 1529, el nuevo mandatario llegó con el título de Licenciado Robayna. No era propiamente su apellido, pero debía de querer significarse por este título que debía de estar muy arraigado en su familia. El Licenciado tuvo un hijo de amores en junio del año siguiente, Juan, apadrinado por el grave inquisidor y Tesorero de la Catedral, Luis de Padilla. De este Juan Silverio de Robayna desciende la gran familia que se desarrollaría primeramente por Fuerteventura y Lanzarote y hoy por todas las islas y en América, Y una vez más, por toda la isla de Cuba, donde linaje es muy popular.

De la S, Santana, Socorro, San Ginés y Sierra. Sobre Santana, que ya arranca de una deformación lingüística, pues su verdadera fonética es Santa Ana, se han comentado diferentes orígenes. Inicialmente se trató de un apellido de advocación derivado de la patrona de la ciudad y del templo catedralicio. En Agüimes hubo una familia en el siglo XVII apellidada Martín que prefirieron sus descendientes distinguirse por Santa Ana. Otro origen arranca de la casa cuna de expósitos de Santa Ana, de criaturas que al no conocerse sus apellidos se les daba el nombre de la institución. Hoy hay que advertir que los que llevan este apellido no todos tienen este último origen, ya que proceden de diferentes situaciones familiares.

0 tenemos que decir que eran Hernández de apellido, se les empieza a conocer entre finales del siglo XVII y principios del XVIII por los zumbados. Durante bastante tiempo exhiben en la documentación de la época juntos el Hernández Zumbado hasta que terminaron prescindiendo del linaje de la baronía. Según el diccionario de la Real Academia, zumbado se emplea para expresar que la persona es poco juiciosa, mote que debió de haber recibido uno de los antepasados de esta hoy singular estirpe, que al paso de los años fue alcanzando ilustre notoriedad, hasta tener sus viviendas la denominación de palacetes. Su última y conocida residencia es donde hoy se encuentra establecida la Orden del Cachorro Canario en la Plaza de Santo Domingo.


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