Ponencia presentada en el I Encuentro de Genealogía Gran Canaria,
celebrado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria,
celebrado los días 19-21 de noviembre de 2014.
Publicada en Ponencias del I Encuentro de Genealogía Gran Canaria, nº 1 (2015), p 18-50. Edit. RSEAPGC y Genealogías Canarias.
Depósito Legal: GC 368-2015
Publicada en Ponencias del I Encuentro de Genealogía Gran Canaria, nº 1 (2015), p 18-50. Edit. RSEAPGC y Genealogías Canarias.
Depósito Legal: GC 368-2015
1. JUDAÍSMO Y SOCIEDAD Y POLÍTICA
ESPAÑOLA EN EL SIGLO XV
A. POLÍTICA
ANTIJUDÍA EN LA ESPAÑA DE LOS REYES CATÓLICOS
En
Granada a treinta y uno de marzo de 1492, se decretó por los Reyes Católicos,
la
expulsión de todos los judíos y moros que todavía permanecieran en los reinos de su gobierno[1]. Y aunque este conjunto normativo no indica expresamente nada sobre la conversión sí lo hará otro de medidas más extremas de cinco de septiembre de 1499[2], dirigido a toda España y con penas de muerte a quien, descubierto como no bautizado todavía, no hiciera propósito de convertirse. Quedaba claro que quien no se adhiriera a la fe cristiana, la que desde entonces sería la única en dichos reinos, quedaba fuera del orden legal y, por tanto, de lo social, político, económico, etc. El contenido de esta norma estaría vigente a lo largo de todo el siglo XVI. Incluso se endureció en su segunda mitad con la Reforma de Lutero a raíz de la cual se llevaría a cabo una política más inquisitiva hacia todo lo que difería de la fe oficial y única de la Corona. Lo lógico a raíz de esto es pensar que una caracterización judía, por prohibida y, por eficacia política, habría desaparecido durante toda esta centuria. Ya no cabría hablar de judíos desde 1492 en los reinos de España. Ser súbdito en España era incompatible con ser judío.
expulsión de todos los judíos y moros que todavía permanecieran en los reinos de su gobierno[1]. Y aunque este conjunto normativo no indica expresamente nada sobre la conversión sí lo hará otro de medidas más extremas de cinco de septiembre de 1499[2], dirigido a toda España y con penas de muerte a quien, descubierto como no bautizado todavía, no hiciera propósito de convertirse. Quedaba claro que quien no se adhiriera a la fe cristiana, la que desde entonces sería la única en dichos reinos, quedaba fuera del orden legal y, por tanto, de lo social, político, económico, etc. El contenido de esta norma estaría vigente a lo largo de todo el siglo XVI. Incluso se endureció en su segunda mitad con la Reforma de Lutero a raíz de la cual se llevaría a cabo una política más inquisitiva hacia todo lo que difería de la fe oficial y única de la Corona. Lo lógico a raíz de esto es pensar que una caracterización judía, por prohibida y, por eficacia política, habría desaparecido durante toda esta centuria. Ya no cabría hablar de judíos desde 1492 en los reinos de España. Ser súbdito en España era incompatible con ser judío.
De
la lectura del título del presente trabajo se nos antojaría que éste versará
sobre grupos clandestinos al margen de la legalidad, un entramado social
paralelo al oficial. Judíos que permanecieron como tales a pesar de su
supresión legal. Pero nada más lejos de esto.
B. SUPERVIVENCIA
JUDÍA
Hagamos
una aproximación al significado de judío en un contexto interno. El colectivo
judío tenía y tiene una expresión, y una institución al mismo tiempo, que le
permitía tener presente siempre lo que le era más característico y propio:
Zikarón, la memoria. Nos lo recuerda un texto de la fuente más antigua judía,
el libro de los Tehilim, más conocido entre el público cristiano
hispanohablante como “de los Salmos”, concretamente el que se contiene en el
número 137:
Junto
a los canales de Babilonia, sentados
llorábamos HACIENDO
MEMORIA de Sión
De
los sauces de sus orillas colgamos nuestras cítaras
Allí
nuestros cautivadores, nos pedían cantar;
quienes nos oprimían, que
nos alegráramos
“Cantadnos alguno de los cantos de Sión”
¿Cómo cantar en tierra extranjera los cantos del
Señor?
Si
no HAGO MEMORIA de ti, Jerusalén
que se me paralice la mano
derecha,
que
se me pegue la lengua al paladar,
si no HAGO MEMORIA de
ti;
Si no pongo a Jerusalén como cumbre de mis alegrías
Hacer memoria no era simplemente recordar, era volver a hacer presente una y otra vez elementos que se remontaban a la oscuridad de los tiempos y que desde entonces permanecían vivos en la cotidianeidad del mundo judío conformando su peculiaridad, su distinción. Se hacía memoria, en unos días determinados e intitulados de esta forma: en la Pascua, en el Sábado, en el Día de la Expiación, etc. O más modernamente vemos como se ha ampliado esta lista de días de la memoria con los que se refieren a la Independencia de Israel o al Holocausto.
Con
esta expresión queremos manifestar la permanencia de lo judío, su supervivencia
a través de la historia. Tenemos más ejemplos.
Cuando
introducimos el término judío lo entendemos de igual manera que lo hace un
testimonio tan antiguo como las cartas de Saulo de Tarso, san Pablo en su
mención canónica eclesial. En la Primera Carta a los Corintios se refiere a la
comunidad cristiana como una novedad en la que se complementa lo griego con lo
judío que permanece en su seno. Otra voluntad de permanencia de lo judío a
pesar de que quien habla, el propio Saulo de Tarso, ya es cristiano lo
encontramos en su carta a los Gálatas[3].
Vemos
un uso que no simplemente identifica lo judío con lo religioso, sino como algo
más sustancial a la persona. En este sentido, en otros testigos como es el
conjunto de los evangelios sinópticos (según san Mateo, san Marcos y san Lucas)
se usa el término judío para aludir de una forma genérica a los habitantes de
Judea. Sólo en los escritos del Nuevo Testamento más tardíos como es el caso
del evangelio según san Juan se cambia el sentido para referirse de esta forma
a lo que es distinto y opuesto a ser miembro de la Iglesia, a los cristiano[4].
Por tanto, originariamente judío era quien procedía de la región de Judea cuya
capital era Jerusalén, y por extensión, quien fuera israelita. En este
sentido
lo vamos a usar en este trabajo.
Arco de Tito, asalto a Jerusalén |
Otra
razón más damos para apoyar este uso. Y nos la da precisamente la Inquisición, quien
con más ahínco porfió para hacer desaparecer lo judío. En este punto, partimos
de la premisa de que los conversos que permanecieron en el territorio hispano
después de su conversión forzosa, seguían portando este marcador específico. Y
con diversa suerte según su adaptación a la nueva realidad de coacción y
fuerza. El hecho de ser judío permaneció. Son varias las referencias que lo
manifiestan: la continua sospecha sobre los conversos y su inmediata descendencia
materializada en las humillantes comparecencias obligatorias ante alguna
autoridad inquisitorial para manifestar su identidad, genealogía y otros
particulares sobre su vida; la permanente atención de los impertinentes que
podían delatar o denunciar a quien ya tuviera fama o sospecha de ser converso o
inmediato descendiente en un proceso donde se presumía la culpabilidad (si no
existiera la marca judío no se podía obrar así); el afirmar la existencia y
correspondiente acusación y condena a los miembros de una sinagoga en La Palma
y otra en Gran Canaria, si no existiera lo judío en quienes ya eran conversos
haría que aquélla asociación no tuviera fundamento (lo judío sería una mera
representación falta de calado[5]);
o las limpiezas de sangre como requisito sine
qua non podía ingresar un candidato a diversos cargos u oficios donde el
hecho de haber tenido un antepasado judío hacía que esta características se
prolongara de tal manera hasta el pretendiente que lo incapacitaba, aunque hubieran
transcurrido generaciones o algún siglo que otro.
También
uno de los pioneros de los estudios de judíos en las Islas Canarias, Lucien
Wolf, habla de casos judíos, o de judíos sin más, en el apartado III del
capítulo intitulado “Estudio Preliminar” de su libro sobre judaísmo en Canarias.
Este autor habla de la presencia de judíos, y no de conversos, y cómo los
conocemos debido a la emigración portuguesa durante la conquista o la
colonización posterior dedicados a diversos oficios que enumera. Judíos que
eran compradores de tierras y emprendedores en las nuevas industrias ligadas a
las mismas como la caña, aunque realmente, según otro lenguaje ya estaban
convertidos al cristianismo en cuanto a creencia religiosa se refiere[6].
Finalmente,
desterrar lo judío fue la postura de quienes ostentaban el poder. Su punto de
vista fue el con más fuerza se impuso, en lo legal, lo social, lo político, lo
económico, lo cultural. El relato de la historia también se empapó con
contenido vertido desde esta perspectiva: se hablaba del elemento judío como
expulsado, como eliminado, en mayor medida. A la luz de estos hecho el nacional
de los imperios de España consideró lo judío anulado. Quien permaneció en lo
religioso y en lo étnico como judío pasó al destierro y se le conoce desde
entonces con el apelativo de sefardita (Sefarad es España). En este trabajo
consideramos estos hechos desde otra perspectiva, aquélla que los recursos de
la modernidad nos permite. La mayor parte de las investigaciones realizadas hasta
mitad del siglo XX hablan del judío que no emigró, y recibió el bautizo (igual
que Saulo de Tarso, quien no dice que dejara de ser judío por ser cristiano),
como alguien perseguido, atacado, marginado, discriminado. Los hechos eran
considerados fundamentalmente bajo estas premisas. Y así fue. Pero se olvidan
que la mayoría de ellos a pesar de un contexto adverso permanecieron con
discreción tratando de adaptarse a unas nuevas circunstancias. A pesar de que
todos estos participios agresivos y negativos siempre estuvieron latentes en
una sociedad que ya había sentenciado de antemano contra el mundo judío, lo
predominante fue la adaptación e integración en los parámetros sociales y
religiosos que se habían convertido en exclusivos y únicos para el incipiente
imperio español. Los conversos del judaísmo y sus inmediatos descendientes que personificaban
estos casos llevaron una vida traumática: eran conscientes de su ser judío
forzosamente negado en lo oficial, y también lo eran de que su nación era
España. Y sobre todo, fue titánica su adaptación a la contrariedad para
sobrevivir ante la coacción y el amedrentamiento. Pero al cabo del tiempo lo
consiguieron. Llevaron una vida de mutismo, en la que la mayoría pasó
desapercibida. Con todo lo dicho, va dedicado este trabajo a abrir brecha en la
vida de quienes quedaron, quienes se convirtieron a la fuerza, de aquéllos que
contuvieron en sí un marcador judío que en los dos siglos siguientes a los
decretos de expulsión merecerán la atención de la represión oficial. De
aquellos que no son algo lejano en el tiempo y en el espacio con respecto a
nosotros. Aquellos judíos conversos formaron familias, tuvieron descendencia.
Con el tiempo la represión y la discriminación se fue diluyendo. Pero la vida
que ellos portaban continuó. Hasta el punto que podemos decir que este grupo
judío es hoy fundamento de la población que compone el país, está presente en
ella como generación que les ha sucedido. Un elemento judío permanece en la
población española actual como componente suyo esencial. Lo judío a pesar de la
expulsión sobrevivió.
C. ANTECEDENTES DEL
ANTIJUDAÍSMO
Volviendo
a la realidad antisemita de finales del siglo XV, los historiadores muestran su
conformidad a que lo decretado en la expulsión de 1492 ya se venía gestando
desde años atrás. No fue un acto puntual y aislado fruto de un planteamiento
político repentino y caprichoso. Las medidas en contra de moros y judíos son
frecuentes y extremas a lo largo de todo el convulso siglo XV, más radicales y
generales a medida que éste avanzaba. En las Cortes de Toledo de 1480 se trató de
zanjar de forma definitiva la cuestión de separar a judíos y moros en barrios
determinados, juderías y morerías, dando un plazo de dos años para su
ejecución. En dichos territorios se permitía la edificación de la
correspondiente sinagoga o mezquita. Era una medida que más o menos se había
establecido con anterioridad a dichas cortes, pero con la poca estabilidad del
reino a finales de la monarquía castellana de Juan II y Enrique V no se había
llevado a efecto.
La
mayoría de los historiadores están conformes en señalar como punto de inflexión
en las políticas antijudías, la crisis en Castilla en la segunda mitad del
siglo XIV. Como caldo de cultivo previo estaba el recuerdo de la alianza judía
con los musulmanes en su ya antiguo avance por la Península Ibérica, la
concepción teológico-social de considerar al pueblo hebreo como deicida y la
hasta entonces cotidiana dedicación de este colectivo a tareas de financiación y
recaudación (prestamistas y recaudadores de los distintos impuestos para la
institución a quienes pertenecían, bien la Corona, bien los nobles, o incluso
la Iglesia). Junto a esto se produjeron entonces una serie de circunstancias
que confluyeron fatalmente: una serie de malas cosechas desembocó en hambrunas,
la propagación de la peste, derrumbe en consecuencia de todo el sistema
comercial y productivo, falta de recursos, y la guerra civil sucesoria entre
Pedro I, favorecedor de los judíos quienes de forma más significativa le
apoyaban financieramente, y Enrique de Trastamara, quien resultará vencedor, el
cual para seguir una política de posicionamiento contraria a su rival muestra
su desagrado ante lo judío. La chispa más grave estallará en 1391 en Écija encabezada
por su arcediano quien se lanzará a una auténtica cacería y linchamiento de
judíos, desde donde se extenderá primero por otras ciudades andaluzas y
finalmente por todo el reino. El siguiente hito al que antes hacíamos
referencia vendrá por la reina Catalina de Lancaster, quien hará de regente
durante la minoría de Juan II, y quien aprobará las Leyes de Ayllón de 1412 que
establecían los barrios apartes y otras medidas represivas.
Una
cuestión estrechamente ligada a estas políticas antijudías es la del rechazo
social generalizado que en más de una ocasión y en diversos lugares del país se
materializó en auténticos levantamientos populares, con o sin aliento de la
autoridad local, en contra de
los judíos. Lugares tan distantes como Valmaseda
en Vizcaya, Toledo, Sevilla, etc.[7],
por citar lugares interiores al Reino de Castilla, fueron testigos de brutales
persecuciones populares durante la segunda mitad del siglo XV. E incluso en la
corona de Aragón tenemos como ejemplo las traumáticas disoluciones de las
aljamas de Zaragoza o Albarracín en 1486[8].
Para entonces ya estaba generalizada una brutal animadversión hacia los judíos
que se venía gestando desde mucho antes, y de lo que no faltaban ejemplos
incluso en siglos anteriores.
Joaquín Turina. Expulsión de los judíos de Sevilla |
Y
en más de una ocasión estos linchamientos eran refrendados, bien con las
sentencias de los tribunales que apoyaban más las razones para sus decisiones
en el honor y nobleza del cristiano viejo frente a las reclamaciones de quien
ni siquiera lo era, o bien por decretos locales como la propia expulsión de los
judíos de los obispados de Sevilla y Córdoba por norma del primero de enero de
1483[9].
Las
quejas de los cristianos viejos eran numerosas: decían que quienes conservaban
su fe judía en dichos barrios trataban de forzar a apostatar a conversos,
incitaban y encubrían falsas conversiones, y se unían corporativamente para
sacar provecho económico de cualquier ocasión con negocios engañosos o abusando
de posición al cobrar intereses.
Unos
año más tarde, en medio de esta situación de animadversión y odio hacia lo
judío, es cuando los Reyes Católicos por decreto dado en Córdoba, el
veintinueve de abril de 1485, mientras miran hacia Granada, ordenan la entrega
de una serie de cantidades a todas las aljamas del país para sostener la guerra
inminente contra el último reino no cristiano de la península. Por eso se nos
antoja que la oportunidad de tanta radicalidad para la expulsión en 1492 no
podía venir, sino por la contribución del mundo judío a los empréstitos que la
Corona requirió primero para afianzar a Isabel en el trono, como después para
culminar la conquista de Granada. Una vez conseguido los dos objetivos y
acercarse una paz y estabilidad para la Corona, llegaba el momento de hacer
también las devoluciones que en tanta cantidad y con tanto tiempo de necesidad
financiera arrojaban unas cantidades descomunales para un reino con una
economía por hacer. Que mejor manera de ahorrar en devolución que eliminar al
acreedor. Y que mejor manera de quedar bien con el acreedor que pagarle. La
paradoja se resolvió distinguiendo: el acreedor eliminado era el judío, de
quien se percibió incluso la ventaja de haber vendido en almoneda sus
posesiones antes de salir del reino; mientras el acreedor cristiano gozó de
posición privilegiada para cobrarse de los repartos y concesiones reales.
La
situación de los judíos no podía ser más desalentadora. Las conversiones fueron
numerosas. Obligadas por semejante coacción y amedrentamiento. Fue un siglo
duro y difícil. Si lo narrado hasta ahora versa sobre quienes permanecían
judíos, quienes se convertían no lo tenían tampoco fácil. Con la instauración
del Santo Oficio de la Inquisición en los reinos de España por la bula de Sixto
IV Exigit sincerae devotionis de 1478,
que tenía competencia sobre la fe cristiana solamente, los conversos serán los
continuadores de animadversiones y sospechas. Y, no lo olvidemos, el hecho de
ser considerados conversos implicaba además la presencia de lo judío.
D. PLAN DE ESTE
TRABAJO
En
el libro publicado recientemente en unión a Luis García Correa y Gómez titulado
Población de Agüimes durante los cien
primeros años del señorío (1481-1580) hacemos una detallada descripción de
las familias que poblaron este antiguo Señorío y Cámara de los obispos de
Canarias. En él nos centramos solamente en quiénes formaron la población
originaria de este territorio alcanzando la condición de vecinos. Entre ellas
se trata la de Pedro Castellanos, judío converso, y su mujer Guiomar de Baeza,
ampliando más generaciones, aunque desde otra perspectiva.
Esta
publicación previa es la que nos sirve de trampolín para continuar con esta
ponencia. Ahora entran en juego datos inéditos; las fuentes documentales
cambian de peso en la balanza, pues ahora no son tanto los documentos de la
escribanía del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de Gran Canaria, o
los registros Eclesiásticos de la parroquia de San Sebastián de la actual villa
de Agüimes, sino el archivo de la Inquisición custodiado en el Museo Canario.
El
haber puesto en el centro del estudio a este matrimonio se debe, no sólo a que
él fue el primer judío converso que se estableció en Agüimes como vecino, sino
que fue el único que desde entonces mantuvo junto a su mujer una estabilidad
residencial y sucesoria en dicho lugar. A partir de Pedro Castellanos se entrecruzarán
otras familias, unas vecinas de la villa, otras estantes, que nos describirán
un conjunto de relaciones de auténtica adaptación en la contrariedad.
Los
relatos intercalados introducirán alusiones a quienes descendieran de forma
inmediata de judíos y tuvieran alguna vinculación con Agüimes. En estas piezas
menores encontramos a Francisca de Hervás, hija del converso Hernando de
Bachicao, vecina de Agüimes tras casar con el natural de esta población, Juan
Martín Bilbao; o a Alonso de Espino, nieto materno de Gómez de Ocaña, converso,
quien pasará a vivir a la villa y cámara episcopal al casar con la agüimense
María de Mirabal[10];
o Ana Bristol, bisnieta del hijo de converso Diego de Aguilar, segunda mujer
que fue de Andrés Hernández, perteneciente a una de las familias de Agüimes de
origen indígena. Junto al desfile de los que fueron vecinos de la villa
encontraremos a quienes fueron estantes en el señorío principalmente dedicados
al cultivo de la caña y a la manufactura del azúcar. En esta tarea destaca la
familia de Martín de Alemán junto al que nos encontramos una cierta tradición
de contacto con las islas, pues su padre, García de Córdoba, ya había
permanecido algún tiempo en ellas en algún momento anterior.
Además
de la publicación mencionada, hay otro trabajo algo anterior que se complementa
muy bien con lo que aquí se trata. Es la obra citada en la bibliografía de Luis
Alberto Anaya Hernández, Judeoconversos e inquisición en las Islas Canarias
(1402-1605). En ella se trata con una perspectiva general y muy completa la
incidencia entre este grupo social, étnico y religioso, y la Inquisición. Su
contenido es básico y fundamental para comprender el conjunto de los hechos de
la historia local de Canarias en dicho intervalo de años y, sobre todo, los
elementos esenciales que caracterizaban aquella sociedad.
La
técnica para mostrar esta vinculación familiar es la genealogía. De ella se
quiere resaltar su facilidad para contemplar el elemento personal en su
amplitud social de un momento determinado. La genealogía funciona como un mapa
de la población de un determinado momento. No son datos fríos y sin más, sino
que contextualizados desde una perspectiva determinada permite una percepción
dinámica y amplia. Así es capaz de comprender en sí la complejidad de un
entramado que de otra manera sería difícil de exponer. Y sobre la genealogía se
vuelca el conjunto de datos históricos recibidos de diversas instancias. No es
una genealogía para justificar sólo méritos o realce personal, sino que busca
mostrar el entramado social desde un punto de vista concreto que en el momento
en que se trata, la primera mitad del siglo XVI, tiene al individuo en el
ámbito de la unidad familiar como referencia.
2. FAMILIAS JUDÍAS
EN AGÜIMES
A. PEDRO CASTELLANOS Y GUIOMAR DE BAEZA
Llama
poderosamente la atención del expediente de limpieza de sangre de Félix Espino
Peraza de Ayala, hecha entre los años de 1646 y 1647, el gran detalle con el
que se procedió en la indagación de
aquellos ascendientes sobre los que había una mínima sospecha de haber sido
conversos. Se trata de unas pesquisas sobre individuos que habían vivido como
mínimo cien años antes, algunos de ellos incluso podrían tener su nacimiento a
comienzos del siglo XV. No bastaba con la línea ascendente estricta, sino que
en cuanto se localizaba a alguien que fuera de inmediata conversión se indagaba
sobre toda su parentela más inmediata. Este documento no tiene desperdicio y
ofrece lo exhaustivo del tribunal de la Inquisición a la hora de examinar a sus
candidatos. Al mismo tiempo nos permite conocer los itinerarios propios de las
familias conversas, sus profesiones y algo de sus relaciones en su contexto
específico de estar condicionadas por el marcador judío al que hemos aludido
anteriormente en su matiz de converso.
Un
dato recurrente que aparece en las distintas testificaciones que se hicieron a
propósito del citado expediente de limpieza de sangre es el de identificar de
forma necesaria un apellido con la condición judía o conversa de quien lo ostentaba:
los apellidos judíos. Casi llegando a la mitad del siglo XVII que es cuando
solicita Félix Espino Peraza de Ayala entrar en la Inquisición, los
inquisidores envían mandato a los correspondientes del tribunal en las villas
de Villanueva del Arzobispo y Cazorla, en el Obispado de Jaén, para que
indaguen sobre Pedro Castellanos y Guiomar de Baeza que habían nacido en 1465.
Los testigos hablan de cómo casi doscientos años después hay memoria de
apellidos que necesariamente habrían de presumirse correspondían a judíos o
conversos. Tales eran en aquellos lugares los de Castellanos, Díaz, Toledo, del
Puerto o Baeza. Sin embargo, para mayor precisión a la hora de entender una
afirmación así habría que matizar su carácter unívoco y dejar un margen de
relatividad que permita comprender mejor qué se quería decir cuando se afirmaba
que tal o cual apellido “se reputaba de judíos” o de “era tenido de conversos”.
APELLIDOS JUDÍOS
Sin
embargo, la concepción de unos apellidos necesaria y exclusivamente judíos
habría que descartarla o al menos, relativizarla considerablemente. Cuando en
dicho expediente de limpieza de sangre se habla en las dos rondas de testigos
llevadas a cabo en las poblaciones de Cazorla y Villanueva del Arzobispo con
vecinos de las mismas para deponer si conocían determinadas personas con los
apellidos del pretendiente con sospecha de haber sido de conversos, éstos
deponen que efectivamente los había. De aquí se podría concluir de forma
general que todos los de estos apellidos en todo lugar y tiempo tenían a
alguien judío en su origen. Nada más lejos de la realidad. Si en 1606 en Teror
preguntáramos a sus vecinos en que reputación tienen a los de apellido Castellanos
dirían que eran cristianos viejos “limpios de toda mala sangre”, y dirían con
razón, y lo dijeron realmente, pues no podría ser de otra manera, en las
probanzas para ser miembro de la Santa Inquisición del canónigo natural de dicho
lugar, Baltasar Hernández Castellanos[11].
Para identificar un apellido como de converso o judío habrá que acudir a un
soporte que nos garantice con certeza suficiente que así era, y esto no puede
venir más que de las pruebas documentales que se obtengan para cada caso.
El
cuadro genealógico de la familia judeoconversa de Pedro Castellano se divide en
dos etapas. Una primera parte en la que se hará una breve alusión a quienes les
precedieron y que vivieron principalmente en el entonces adelantamiento de
Cazorla, para a continuación pasar a quienes se avecindaron en Agüimes.
Línea Paterna
1. Pedro Fernández
Castellanos
casado con Mayor de Toledo, fueron
vecinos de Cazorla, judíos conversos. Los dos son ya difuntos en el año de
1525. Ambos fueron procesados por la Inquisición en Cazorla. A él le dieron por
libre, mientras ella fue reconciliada[13]. Tuvieron
por hijo único a:
1.1. Juan
Castellanos
casado, sobre 1465, según la estimación de sus dos hijos reseñados, con Argenta Díaz, hija de Diego del Puerto de quien se hablará en
el siguiente apartado. Judíos conversos ambos cónyuges. Juan Castellanos era
hijo único de Pedro y Mayor tal como declara Pedro Castellanos en 1525. Había
fallecido sobre 1516. Fue vecino de Cazorla. La Inquisición lo procesó y fue
reconciliado en Villanueva del Arzobispo. De ambos fueron hijos:
1.1.1. Pedro
Castellanos
casado con Guiomar de Baeza, hija de
Luis de Valenzuela, llamado Guinjón,
escudero de profesión, e Isabel Yánez,
naturales y vecinos de Baeza. Tal como indica el propio Santo Oficio eran
cristianos viejos. Pedro y Guiomar se trasladarán hasta Agüimes y por ello los
trataremos en el cuerpo de texto que vertebra este trabajo.
1.1.2. Catalina
Ruíz, nacida
sobre 1570, casó con Tristán de Ortega
y fueron vecinos de Villanueva del Arzobispo. Catalina era cuatro años menor
que Pedro, era como él conversa y fue su única hermana.
Línea materna
1. Diego del Puerto y Leonor Rodríguez de Córdoba. Diego del Puerto tenía el oficio de
mercader. Judíos conversos tanto uno como otro. Diego fue reconciliado en un
auto celebrado en Cazorla. Si su hija la estimamos casada sobre 1465, habría
que retrotraer su nacimiento hasta más o menos 1445, lo que nos da un límite ad quem para el año de celebración del
matrimonio de Diego y Leonor. Fueron padres de
1.1. Argenta Díaz quien con su marido, Juan Castellanos originan la línea de
Pedro Castellano, nuestro poblador de Gran Canaria. Después de estar en
Villanueva del Arzobispo pasó a la ciudad de Baeza, donde vivía en 1495. El
treinta de julio de dicho año, después de que fuera reconciliada en auto
celebrado en Cazorla volvió a comparecer ante el inquisidor para declarar algún
detalle que al momento de dicho proceso no hizo. Eran actos propios de judíos
que hacía su marido, Juan Castellanos, y le obligaba hacer a ella. Argenta
había fallecido hacia 1512 en Cazorla donde pasó sus últimos días.
1.2. García del
Puerto casado
con Blanca Alonso, hija de Alonso
González y Leonor González, todos ellos judíos conversos. Reseño los hermanos
de Blanca por haber tenido todos ellos grave conflicto con la Inquisición: Hernando
de Santisteban, Diego de Cazorla, Gonzalo de Santisteban y Martín de
Santisteban. De ellos Hernando y Martín fueron relajados, es decir, condenados
a morir quemados en la ciudad de Úbeda; Gonzalo y Diego, por otro lado, fueron
reconciliados. García del Puerto había sido vecino de Cazorla. Murió en la
guerra de Nápoles. Blanca por su parte, fallecería sobre 1531 y en vida había
sido reconciliada por la Inquisición. El dicho Alonso González fue mayordomo
del Conde.de Villar, y escribano del cabildo de Cazorla. Fue condenado después
de muerto por la Inquisición. García y Blanca fueron padres de:
1.2.1. Leonor
González del Puerto,
soltera.
1.2.2. Hernando del
Puerto, quien
murió en la guerra de Nápoles con su padre.
1.2.3. Alonso del
Puerto a quien
mataron en la guerra de Granada.
1.2.4. Francisca
del Puerto
nacida sobre 1511. Había casado sobre 1526 con Pedro de Caravaca. Los cuales
tuvieron por hijos a: Marina (nacida sobre 1527; Rodrigo (quien nacería en
torno a 1529); Luisa (nacida alrededor de 1532); y Leonor (por el año de 1533).
Francisca del Puerto y su hermana, Catalina del Puerto, fueron localizadas como
sobrinas de Argenta Díaz en las diligencias hechas por la Inquisición en
Córdoba a pedimento de la de Canarias en el repetido expediente de Félix Espino
Peraza de Ayala. El nueve de abril de 1647, en la audiencia que la Inquisición
celebró en la tarde, solicitan que se coteje la genealogía del pretendiente con
la de las dichas hermanas que allí se custodiaba. Y así fue. En el segundo
libro de Genealogías de Villanueva del Arzobispo y Cazorla aparece con fecha de
veinte de junio de 1536, la declaración de Francisca del Puerto, casada
entonces desde hacía unos nueve años, vecina de Villanueva del Arzobispo junto
a la puerta nueva, de unos veinticinco años de edad. Nunca había sido
penitenciada ni reconciliada por la Inquisición. Dice además que no conoció a
su padre, pues había marchado como soldado cuando ésta era todavía niña. Pedro
de Caravaca y Francisca del Puerto tuvieron sucesión.
1.2.5. Juan del
Puerto, quien
casó, y fue mercader en Baeza donde se avecindó.
1.2.6. Catalina del
Puerto, nacida
sobre 1513 y casó con Rodrigo de Caravaca. Compareció ante la Inquisición el
mismo día y lugar que su hermana Francisca. Allí declara que su marido era
cristiano viejo, mientras que ella era hija de judío. Tanto Catalina como sus
hermanos fueron bautizados como cristianos al poco de nacer. Y de Rodrigo y
Catalina fueron hijos: Luis, Bartolomé, Juan, Cristóbal y Catalina.
1.3. Rodrigo del
Puerto, quien
fue escudero y también había muerto en las guerras de Italia. No fue
reconciliado ni penitenciado.
b)
Vecindad en Agüimes y descendencia.
Pedro
Castellanos era
natural de Villanueva del Arzobispo, villa del Adelantamiento de Cazorla, en el
Obispado de Jaén. De su declaración por ante el Santo Oficio de la Inquisición
realizada el veintisiete de noviembre de 1525 sabemos que nació sobre el año de
1465. Su mujer, Guiomar de Baeza, nació aproximadamente el mismo año en la
localidad del mismo nombre que su apellido. No sabemos el lugar ni el año de
casamiento, nada dice la documentación que hemos consultado. Se podría presumir
una fecha aproximada, entre los años de 1492 y 1495, partiendo de la estimación
del nacimiento de sus dos hijas. En todo caso éstas habían nacido antes de que
el matrimonio se estableciera en la isla de Gran Canaria.
Su establecimiento en Agüimes hay
que situarlo en torno a 1504 y, en todo caso, después del comienzo de la nueva
centuria, pues en dicha declaración inquisitorial dice que lleva unos veinte
años en la isla.
A Pedro Castellanos lo
encontramos ejerciendo el cargo de mayordomo de la iglesia de San Sebastián de
la Villa de Agüimes, tal como lo menciona el Libro de fábrica de la parroquia
de éste lugar en el asiento fechado el cuatro de mayo de 1506 referente a la
visita pastoral realizada por el obispo Diego de Muros. La alusión que recoge
este documento es toda una declaración de excelencia social: “el honorable
Castellanos”. En
dicho asiento se aprueban las cuentas de su gestión y se
indica también que llevaba dos años ejerciendo el cargo y que desde esa fecha
cesaba, pasando a ocupar su puesto como nuevo mayordomo Pedro Méndez, vecino de
Agüimes, a quien se le entregan los bienes de la Iglesia con el correspondiente
inventario[14]. Sin
embargo, a pesar de tal apelativo recogido en el acta de dicha visita pastoral,
no deja de ser sospechoso que cese sin más en un tiempo tan breve, por acto
directo del obispo y señor del término de Agüimes, y justo un año después de
que llegara el primer inquisidor para las islas, Bartolomé López de Tribaldos.
Sobre todo cuando estaba prevista la inhabilitación para determinados cargos u
oficios a los hijos y nietos de quien fuera procesado por la Inquisición[15].
Pª S. Sebastián, Agüimes, actualmente |
Tenemos noticia que Pedro
Castellanos y Guiomar de Baeza recibieron dos extensos heredamientos, un
conjunto considerable de tierras. Uno en Temisas que comprendía desde el valle
de este nombre hasta llegar a la frontera de la comarca de las Tirajanas, sin
precisar ninguna medida de superficie. Como veremos más adelante, una idea de
las dimensiones de este heredamiento la aporta la venta que hace Bartolomé
Peloz, nieto de Pedro Castellanos, de un total de cincuenta fanegadas (unas
veinticinco hectáreas). Téngase en cuenta que esta es la parte que le tocó
después de repartir el total entre las dos hijas inmediatas, y a su vez, entre
sus hermanos. Y el otro en la zona que ya se conocía como El Carrizal donde
tenía el señor del lugar, el obispo, un edificio, la “Casa del Carrizal”, cuya
memoria llega hasta hoy. Según las leyes canónicas específicas de Agüimes, que
había matizado el obispo para su señorío, la consolidación de un heredamiento
se alcanzaba, al cabo de nueve años. Transcurrido este tiempo no cabría, según
se estipulaba en una de estas normas, ninguna inspección por dos testigos de si
estaban las tierras trabajadas y había edificación y, por tanto, no podía
recuperarlas el obispo si no se cumplía dicha condición[16]. Pedro
Castellanos y Guiomar de Baeza cumplían con todos estos requisitos y no tenían
por tanto problema para acceder a la propiedad de la tierra lo que permitía dar
una considerable estabilidad económica a la familia.
Si bien el acceso a la propiedad
fue el normal de cualquier poblador llama la atención que al cabo de unos nueve
años de haber recibido heredamiento, el jueves veintinueve de junio de 1514, se
traslada Pedro Castellanos hasta la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria para
comparecer ante el escribano público de la isla, Pedro Ortiz. Entonces eleva a
escritura pública la venta que hace al que será su yerno, Honorato Peloz, de una
buena parte del heredamiento. Junto a dichas tierras, en la misma operación se
incluye también una porción del heredamiento de El Carrizal con el agua que le
correspondía, así como nueve caballos, un mulo y cuatro esclavos negros, tres
varones y una mujer, todo ello por un valor de 6.000 doblas de oro[17].
Por
la cita del escribano, Pedro Ortiz, llegamos a una familia vinculada con
Agüimes por el negocio azucarero. Pedro Ortiz era casado con Beatriz de Alemán,
sobrina de Martín Alemán[19],
quien tuvo cierto protagonismo con la industria azucarera del señorío de Agüimes.
Su familia queda como sigue.
1. García de
Córdoba, natural de Lepe, en Huelva, vivió casado con Isabel de Alemán. Ambos fueron reconciliados en dicho lugar. Al
conocer las edades de todos sus hijos podemos estimar su matrimonio algo antes
del primer nacimiento como término ad quem, sobre 1475. Esto nos hace, a su
vez, girar la horquilla de su nacimiento en el año 1455, como límite máximo. Eran
difuntos en 1521. García de Córdoba fue el primero de la familia en entrar en
contacto con las islas. Ejerció de escribano en la avanzada que en la costa
africana dirigió el gobernador Alonso Fajardo denominada Santa Cruz del Mar
Pequeña. Así consta en el requerimiento que hace a García, Francisco de Segura,
escribano de Sevilla, a petición de Pedro de Vargas, quien actúa en nombre de
los peones y marinos que intervinieron en su construcción y puesta a punto
hasta acabarla y entregarla al gobernador siguiente, Lope Sánchez de
Valenzuela. Se encuentra en la isla de Gran Canaria en 1500, cuando su hijo
mayor Juan recibe poder en Sevilla, el trece de julio de ese año[20].
Fueron sus hijos
1.1. Constanza de Alemán, nacida aproximadamente en 1476, mujer de Domingo
Fernández Farfán, vecinos de Sevilla.
1.2. Blanca Alemán, nacida sobre 1477, mujer de Francisco Baca, mercader, vecinos de la
villa de Medina Sidonia.
1.3. Leonor de Alemán, mujer de Juan de Gibraleón, difunto en 1521,
vecinos que fueron de Sevilla en la collación de Santiago. Fueron sus hijos:
1.3.1. Martín Alemán vecino de Gran Canaria, pero no de la villa de Agüimes, quien hace
declaración de su genealogía ante la Inquisición de Canarias el veinte de
septiembre de 1525[21].
1.3.2. García de Gibraleón quien también fue estante en Agüimes después e
arrendar a Alonso de Matos el ingenio de Aguatona. Alonso de Matos era una
segunda generación dedicada a la manufactura azucarera con menos fortuna que su
padre y homónimo. El contrato de arrendamiento está fechado el quince de
febrero de 1524 en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria[22].
1.3.3. Beatriz de Alemán, mujer de Pedro Ortiz, escribano de la isla de Gran
Canaria[23].
1.4. Juana Fernández, quien falleció siendo moza doncella.
1.5. Juan de Alemán, el mozo, nacido sobre 1481, vecino de Sevilla en la collación de San
Salvador. Está para partir a Gran Canaria en el verano de 1500, pues el trece
de julio de dicho año recibe poder por ante la escribanía de Sevilla para
actuar de forma delegada en dicha isla. Pero el ocho de febrero de 1509 ya está
de vuelta en Sevilla, donde interviene en unión de su cuñada Beatriz de Toledo
en una reclamación que han de hacer a su cuñado, Juan de Gibraleón, por una
compañía en la que hubo diferencias. Y allí sigue en 1529 cuando actúa en
diversos negocios recogidos en la escribanía de Sevilla en compañía de su
hermano, Martín, quien suele residir con más estabilidad entonces en Gran
Canaria[24].
1.6. Martín de Alemán, casado con Beatriz de Toledo, hija de Francisco de
Baeza, mercader, e Isabel de Toledo. Ambos fueron condenados en estatua en
Sevilla por la Inquisición. Fueron vecinos de dicha ciudad en la collación de
San Bartolomé y allí se encuentran entre 1497 y los primeros años del siguiente
siglo. Además de haber estado en la isla de Gran Canaria sobre 1495, le
volvemos a encontrar en solitario en 1503, cuando dio poder a su mujer para que
pudiera cobrar lo que le correspondiera en Sevilla donde permanecía ella. El
mismo poder y sus características hacen ver que está cerca de su arribada a la
isla. Y ella permanece en Sevilla
todavía el ocho de febrero de 1509, cuando usa de dicho poder en nombre de su
marido y en compañía de su cuñado, Juan de Alemán, para dirimir diferencias con
Juan de Gibraleón, ya citado, de una compañía que ambos hermanos habían hecho
con éste.
Del año 1513 parece ser un escrito elaborado por un
tal Pedro Barahona o Antón Astero, en el que se hace un informe de toda persona
y acontecimiento que le corresponda sobre materia escabrosa que pudiera
interesar a la Inquisición. En él consta como el inquisidor Bartolomé López de
Tribaldos mantenía una buena amistad con un judío converso como Martín de
Alemán, en la intención de poner en duda la rectitud de aquél en el ejercicio
de sus funciones.
Beatriz es quien comparece ante el reverendo señor
Juan Díaz de Lobera, el veintiséis de junio de 1521, para declarar bajo
juramento su genealogía. Va en solitario, no le acompaña su marido, pues se
encuentra entonces en la ciudad de Sevilla, en cuyo barrio de san Ildefonso
tiene el domicilio los de su familia. . Y cita a todos los familiares que se
enumeran en esta relación[25].
En 1536 Martín de Alemán ya es difunto. Fueron sus hijos:
1.6.1. Juan de Ayala Alemán, quien es residente también en Agüimes.
1.6.2. Isabel Martín casada con Antonio de Abrego[26].
Desconcierta esta venta: se hace
sobre una extensión considerable de propiedad, la que abarcaba dos
heredamientos completos de los que hacía el señor de Agüimes, obispo de
Canarias, que hasta entonces ha disfrutado Pedro Castellanos; que a pesar de la
enajenación el vendedor seguirá usando y disfrutando de los mismos como si
fuera propietario; se otorga el contrato a su yerno, Honorato Peloz, con pacto
de que la mitad del precio tendrá como destinataria a su otra hija, Mayor
Castellanos, tal como veremos más adelante; y el precio establecido de 6.000
doblas de oro es elevadísimo para ser una transacción entre familiares. Varios
particulares de diversa jurisdicción afectan a este acto: por una parte, la
consolidación de Pedro Castellanos como propietario según la norma de la isla y
la norma eclesiástica ya había sucedido por transcurso de seis y nueve años
respectivamente; afectaba también la prohibición de vender a persona extranjera
lo recibido en tierras como poblador, cuando los dos yernos de Pedro
Castellanos, como nizardos, lo eran; y había cierta inseguridad sobre la
intervención del obispo en concesiones varias como se podrá comprobar a lo
largo del siglo XVI con otros casos de vecinos de Agüimes[27]. Con esta
operación de enajenación se desviaba la propiedad de las competencias que
cabían al consolidante de la misma. Y sobre todo, después de la disposición de
1506 que permitía al vecino de la isla ejercer tanteo y retracto sobre la venta
de repartimiento a extranjero si pagaba el mismo precio. Con un precio así era
difícil quien pudiera interferir alegando cualquier derecho que le amparase.
El veintitrés de septiembre de
1523, Pedro Castellanos, vende una esclava negra de nombre Catalina a Benito
Álvarez, clérigo y cura de Gáldar[28]. Otra más
aparte de las cuatro que ya había vendido a su yerno, Honorato Peloz. Estamos
en años difíciles para la economía insular por varios años en los que la isla
se ve afectada por una epidemia de peste. Para realizar la transacción Pedro
Castellanos ha de trasladarse hasta la escribanía de Guía y allí ha de tratar
con el que es su comprador, uno de los miembros de confianza nada menos que de
la Inquisición[29].
En la visita pastoral realizada a
Agüimes el doce de febrero de 1524, comparece como testigo, junto con su yerno,
Honorato Peloz y otros vecinos de la Villa de Agüimes[30]. Sin
embargo, a pesar de haber demostrada su capacidad administradora como mayordomo
de la parroquia de Agüimes, que suponía administrar los bienes de que se
componía, lo que conllevaba saber leer, escribir y manejar cuentas, habilidad
tan escasa y extraña en la población de entonces, no se volverá a contar con él
para el desempeño de ningún cargo. Sospecha esta que se bien se podría
fundamentar en la ya mencionada inhabilitación para conversos y descendencia.
En
1525 sigue con vida, y ha de trasladarse a Las Palmas de Gran Canaria para
comparecer, el veinticinco de noviembre, ante el Inquisidor de Canarias, Martín
Ximénez, y declarar que era converso, hijo de conversos y los distintos
procesamientos que pudieran tener sus familiares más inmediatos[31]. Sin
embargo, de la documentación reseñada no se desprende cuándo debió producirse
su conversión. Sí se deduce de la misma que para la fatídica fecha de 1492 ya
había recibido el bautizo, incluso se podría retrotraer este término ad quem hasta el año de 1483 cuando se expulsa
a los judíos de los obispados de Sevilla y Córdoba. El hecho de declarar su
genealogía fue efecto del mayor rigor que traía el inquisidor Martín Ximénez,
persona de carácter apasionado, rigorista y violento. Hasta entonces todo lo
tocante a la Inquisición se llevaba con cierta tranquilidad, sin tomar los
temas de su competencia con demasiada rectitud y meticulosidad. De esta manera
en los últimos años del siglo XV y primeros del XVI coinciden varios autores en
señalar la cierta tranquilidad con que vivía la comunidad de procedencia judía
dedicándose a sus tareas cotidianas. Mayor sosiego desde luego que el
acostumbrado en los lugares peninsulares de procedencia. Del rigor del momento es
ejemplo los dos autos de fe celebrados en Las Palmas de Gran Canaria, el 24 de febrero
y el 4 de marzo de 1526, cuando fueron relajados, es decir, condenados a ser
quemados, un total de ocho personas por crímenes relacionados con la práctica
judía. Cuando Pedro Castellanos está en la ciudad declarando ante el Santo
Oficio, en noviembre, los que serán ejecutados están en la prisión inquisitorial
desde hace ya un año, sometidos a las durezas del tribunal que no dudará en
torturarlos para alcanzar un mejor objetivo en el proceso[32]. Este
rigor causará tal conmoción que a finales de 1526 el Inquisidor Martín Ximénez
ha de ser cesado.
En
1529 se recoge en el libro de fábrica de la iglesia parroquial de san Sebastián
de la villa de Agüimes el dato de que en el señorío había una población total
de trece vecinos, es decir, trece familias. Sobre este dato se hizo fundamentar
la publicación previa a este trabajo sobre la población de Agüimes en los cien primeros
años del señorío donde de estos trece vecinos encontramos que tres corresponden
a la familia de Pedro Castellanos.
DESCENDENCIA DE JUAN MARTÍN BILBAO Y FRANCISCA DE HERVÁS
Además
de los tres vecinos enumerados también hay que hacer mención al matrimonio de
Juan Martín Bilbao y Francisca de Hervás, vecinos también de la villa en 1529,
pues ella cuenta con ascendientes judíos inmediatos. Juan Martín Bilbao es hijo Martín Ibáñez de Arístegui y Juana de
Liria, vecinos de Agüimes; nieto paterno de Martín Ibáñez de Arístegui, alcalde
ordinario de la villa de Agüimes por nombramiento de veintiocho de octubre de
1509 y mayordomo de su parroquia de san Sebastián, y Constanza Hernández,
hermana de Ivón Hernández Herrero, e hijos ambos de Bartolomé Hernández
Herrero, padre e hijo en momentos consecutivos fueron alcaldes del lugar y
puerto de Santa Cruz de Tenerife; nieto materno de Felipe de Liria y Juana de
Morales, naturales y vecinos de Lanzarote. Francisca de Hervás, por su parte,
era hija de Hernando de Bachicao, de discutida condición de conquistador,
converso, mercader y regidor de la isla de Gran Canaria, y de su mujer,
Constanza de Hervás; nieta materna de Pedro de Hervás y de mujer cuyo nombre no
consta en ninguno de los documentos o publicaciones que hemos podido consultar[33].
Comentamos
la colaboración continua de miembros de esta familia con el Santo Oficio de la
Inquisición. Martín Ibáñez de Arístegui mientras era alcalde de Agüimes,
nombrado por el obispo y señor del lugar, junto al escribano del señorío, Juan
Berriel fueron apresados por el gobernador de la isla en uno de los episodios
conflictivos sobre el señorío de Agüimes. Ante lo que se consideraba un
atropello, el inquisidor de las islas, Bartolomé López de Tribaldos, que
también era Visitador, Provisor y Vicario Episcopal, actuando en consecuencia a
favor de los intereses del obispo y poniéndose del lado de los agüimenses
apresados termina excomulgando a la máxima autoridad insular y a todo su
concejo.
Otro
contacto con la Inquisición venía desde principio de siglo con Diego Iñíguez de
San Martín quien estaba casado con Catalina de Hervás, hija también de Hernando
de Bachicao. Diego era hermano del receptor de la Inquisición Pedro Iñíguez de
San Martín, en cuya compañía vino a las islas,
Finalmente,
Juan Martín Bilbao y Francisca de Hervás tuvieron que convivir en la misma
villa de Agüimes con el fiscal de la Inquisición Juan Fullana. ¿A partir de qué
momento? La secuencia de datos que tenemos es que el 6 de abril de 1527 es la
fecha que se toma como la más antigua de desempeño del cargo de inquisidor de
Canarias para el licenciado Luis de Padilla. Fue quien por más tiempo
permaneció en este cargo, hasta 1563. En ese momento es fiscal Francisco de
Alzola quien al casar en Tenerife con una hija de Pedro de Vergara, con
antecedentes conversos, debe dejar su cargo. Es nombrado en su lugar el
bachiller Martín Nava de Apricano, quien no llega a tomar posesión, y será
sustituido por el vecino de Agüimes, el bachiller Juan Fullana. Unos años más
tarde también viajará a Tenerife para contraer matrimonio. Lo hará con mujer de
probada ascendencia de cristianos viejos y noble linaje, Bárbola Grimón, quien
es dotada en 1532 por ante el escribrano de dicha isla Bartolomé Joven. Este
matrimonio es el que introduce en Ingenio la devoción a la virgen de Candelaria
traída de la isla vecina.
Juan
Martín Bilbao ya es vecino de Agüimes el día primero de febrero de 1516, cuando
celebra contrato de soldada con Pedro de Anaga, natural y vecino de la isla de
Tenerife, para que éste le guarde sus ganados por tiempo de un año[34].
Juan
Martín Bilbao es nombrado mayordomo de la iglesia de San Sebastián de la Villa
de Agüimes el cuatro de septiembre de 1522, en la visita que hace al señorío
episcopal fray Vicente Peraza, obispo de Tierra firme, en sustitución de
Honorato Peloz. En dicha visita se le hace cargo al nuevo mayordomo de un total
de 1.524 maravedíes de unas bulas que había cobrado su padre, Martín Ibáñez de Arístegui
y que todavía no había entregado a la iglesia. Sigue en este cargo en la
siguiente visita realizada el doce de febrero de 1524. Pero ya se le ve
sustituido por su futuro yerno, Juan Vélez de Valdivieso, en la de 1527, en la
que el propio Juan es sólo testigo[35].
En
el mes de julio de 1528, Juan Martín Bilbao, arrienda a Antonio de Soleto, dos
suertes y media de agua que poseía en Agüimes desde el día primero de noviembre
de 1530 hasta el mes de mayo de 1531 por 6.000 maravedíes[36].
Juan
Martín Bilbao todavía vive el primero de mayo de 1546, pues entonces le vemos
como testigo en un documento de la escribanía de Agüimes.
Volviendo
a Francisca de Hervás vemos, como dato curioso, que es nieta materna de Pedro
de Hervás. Éste, con el cargo de alguacil de la Inquisión y en compañía del
comisario del Santo Oficio, fray Francisco de Bovadilla, y un notario fue a la
isla de Tenerife a detener al judío converso Diego de Manzaneque. Era el año de
1501. Allí se encontró con la oposición del adelantado Alonso Fernández de Lugo
quien por medio del Alcalde mayor de la isla, Pedro de Vergara, lo apresó y lo
mandó azotar por considerar que usurpaba cargo y autoridad que ni le
correspondía ni le reconocía. Así lo devolvió para Las Palmas sin cumplir su
objetivo[37].
Fueron
sus dos hijas:
1.
Luisa Bilbao, casada con Juan Vélez
de Valdivieso, el mozo, hijo de Juan Vélez de Valdivieso, el viejo, y María
Mayor[38].
En
el Libro de fábrica de Agüimes aparece Juan Vélez de Valdivieso, el mozo, como
alcalde ordinario de la Villa de Agüimes y mayordomo de la iglesia parroquial
de dicho lugar. Estas referencias las encontramos en la visita pastoral de
treinta de enero de 1527 en las que aparece ejerciendo dichos cargos, sin que
se conserve ninguna diligencia de nombramiento que marque su comienzo. En la
visita pastoral anterior ejerce la mayordomía su suegro, el citado Juan Martín
Bilbao, de lo que ya se ha hecho mención en su apartado. Le volvemos a ver en
las visitas de veintiuno de abril de 1529 en la que se declara que en el señorío
no hay sino unos trece vecinos y se insta a que se fomente el poblamiento del
mismo; en la de veinticinco de julio de 1530 y en la de seis de febrero de
1532, en la que resulta condenado el cura de la parroquia, Toribio García, por
su desidia en la gestión de los bienes y el patrimonio de la Iglesia. Ese año
cesa Juan Vélez como mayordomo y le sustituye Honorato Peloz, quien ejercerá el
cargo por segunda vez. Todavía actúa una vez más en una visita pastoral, pero
ya será como mero testigo, en la de catorce de octubre de 1534[39].
Aclarar que sólo en la primera de las visitas pastorales enunciadas aparece
Juan Vélez de Valdivieso como alcalde de la villa. No se le vuelve a ver a Juan
Vélez de Valdivieso como vecino de Agüimes, por lo que suponemos marcharía a Telde
donde tiene el grueso de su patrimonio.
Por
la secuencia de años de los hijos de Martín Ibáñez de Arístegui y por aparecer
Juan Vélez de Valdivieso con responsabilidades públicas en los años referidos,
deducimos que entre él y su mujer, Luisa Bilbao, había bastante diferencia de
edad. De esta forma, no encontramos fundamento cronológico para ubicar su
matrimonio antes de 1538, cuando la que sería su esposa tendría una edad
suficiente para poder casar.
Juan
Vélez de Valdivieso, el mozo, aparece con vida por última vez desempeñando el
papel de testigo en la confirmación de data de repartimiento que se da a Juan
Montañés, el quince de septiembre de 1557[40].
Unos meses más tarde, Luisa Bilbao ya está casada con Llorente González, pues
éste, en nombre de su mujer, las hermanas de ésta y sus respectivos maridos,
piden confirmación de repartimiento dado a Juan Martín Bilbao, padre de las
tres, quien ya es difunto, el dos de diciembre de 1557.
De
Juan Vélez de Valdivieso y Francisca de Hervás hubo sucesión sobre la que no
entramos por exceder el límite de tiempo de este artículo.
2.
Juana de Hervás, segunda de las
hijas de Juan Martín Bilbao y Francisca de Hervás. Fue mujer que fue de Antonio
de Soleto, ya citado.
Cuando
fallece Juan Martín Bilbao, Juana de Hervás es todavía menor de edad, es decir,
no ha llegado a los veinticinco años, por lo que hubo que nombrarle un tutor,
que lo fue su tío Martín Báñiz de Arístegui.
Juana
de Hervás otorga poder general por ante la escribanía de la ciudad de Las
Palmas de Gran Canaria, el seis de julio de 1531, a Pedro Moreno, procurador de
las causas de la Real Audiencia de Canarias en calidad de mujer de Antón de
Soleto y por ser hija y
heredera de sus padres difuntos, Juan Martín de Bilbao
y Francisca de Hervás.
Pª N.S. de Candelaria, Ingenio. |
Ante
el mismo escribano y el mismo año, pero ya en veinte de octubre, Antonio de
Soleto arrienda a Pedro Álvarez una heredad de parral que tiene en la ciudad de
Las Palmas que llaman la heredad de Pedro Salinas, con su agua, sus árboles,
durante un año cuyo tiempo empieza a correr el día siguiente de Navidad de 1532
por un precio de 15 doblas anuales[41].
De
ambos fue hija Marina de Soleto, quien contrajo matrimonio con Antón Fullana,
hijo del bachiller Juan Fullana, familiar del Santo Oficio de la Inquisición.
El
hecho de que Honorato Peloz reconozca que debe a su cuñada Mayor Castellanos
parte del precio del heredamiento que había comprado a su suegro, el veintiuno
de septiembre de 1531, nos hace pensar que fue en el verano de dicho año cuando
fallecería. Tendría entonces unos sesenta y seis años de edad y ya estaba viudo
de Guiomar de Baeza.
c) Las hijas de
Pedro Castellanos y Guiomar de Baeza.
1.1.
Catalina Castellanos, nacida como
quedó dicho, sobre el año de 1496, fuera de la isla, tal como aparece en la información
de la Inquisición de 1525. Llegó junto a su hermana y sus padres sobre el año
de 1504, cuando todavía no llegaba a los diez años.
El nueve de noviembre de 1521
Honorato Peloz es nombrado mayordomo de la iglesia de Agüimes en sustitución de
Juan Baez. Recordamos que este cargo también lo había ostentado hasta 1506 su
suegro. Sin embargo, en la siguiente visita pastoral de la que queda registro
en el Libro de fábrica de Agüimes, presidida por segunda vez por un obispo en
persona y que tiene lugar el cuatro de septiembre de 1522, se le releva del
cargo. Esta visita la realiza fray Vicente Peraza, quien se intitula como
obispo de Tierra Firme. En la auditoría de las cuentas se exhorta al nuevo
mayordomo, Juan Martín de Bilbao, a que averigüe lo que debe el comerciante
azucarero Alonso de Matos del agua que ha recibido de la Iglesia. Con un
lenguaje así nos hace sospechar de la poca claridad de la gestión llevada a
cabo por Honorato Peloz, causa quizá de su reemplazo. Sin embargo, no parece
que fuera causa grave lo que motivase el cese, pues le nombra como uno de los
vecinos que hacen de testigos en las dos visitas pastorales siguientes, la de
los inviernos de 1524 -en la que aparece también su suegro, Pedro Castellanos-
y de 1527[42].
Honorato Peloz reconoce el
veintidós de septiembre de 1531 que debe a Mayor Castellanos, viuda de Pedro
Antón Peloz, un resto de 1.500 doblas de un
total de 3.000. Esta cantidad se la debía a
Pedro Castellanos, suegro del deudor y padre de Mayor, por un contrato
celebrado por ante Pedro Ortiz, escribano de la ciudad de Las Palmas de Gran
Canaria, el veintinueve de junio de 1514, por el que le había comprado un
extenso heredamiento en la zona de Temisas al que ya se ha hecho alusión en el
apartado de su suegro[43].
La cantidad total por el heredamiento recordamos que era de 6.000 doblas, de las que 3.000 correspondían a la
herencia de la mujer de Honorato, Catalina Castellanos, por lo que se
descontaban de la deuda. Este reconocimiento tiene como fundamento el hacer
constancia de una situación que podría quedar en vacío por ausencia de uno de
los sujetos implicados. La deuda era inicialmente debida a Pedro Castellanos,
pero en ausencia de éste por fallecimiento hacía falta actualizarla.
Parte de estas tierras las
venderá a Polo Morteo, quien a su vez las entregará como una parte de la
extensa donación patrimonial que realiza a favor de su hijo Juan, cuando
todavía éste tenía cuatro años, el veintiséis de octubre de 1525[44].
No fueron sólo dos de los tres
hermanos Peloz los que acuden a la Villa de Agüimes para hacerse con
propiedades a las que hacer rendir con el entonces rentable cultivo de la caña
de azúcar. Bartolomé Peloz, aparece como colindante de Honorato, su hermano, en
el Carrizal y como comprador de dos suertes de de tierras (diez fanegadas) en
el barranco de Aguatona[45].
Honorato
Peloz y su hermano Pedro Antón Peloz tuvieron un tercer hermano que fue
Bartolomé Peloz regidor de la isla de Gran Canaria. Bartolomé recibe este cargo
por renuncia de su primo Mateo Cairasco. Este parentesco consta de la propia
declaración que éste último realiza en su testamento y codicilo donde aparece
tratando a los hermanos Honorato y Bartolomé Peloz con el mencionado
parentesco. Bartolomé Peloz fue también Receptor del Santo Oficio por renuncia de
su suegro[46].
Dicho Bartolomé Peloz había casado con Bernardina de Peñalosa, hija de Pedro
Hernández de Peñalosa, regidor de Gran Canaria y Receptor del Santo Oficio de
la Inquisición y Catalina de Valera[47].
Este regidor y su esposa fueron los padres de fray Basilio de Peñalosa,
Religioso benedictino, que tanto protagonismo tuvo en la fundación del
Monasterio de San Bernardo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, Ministro
Calificador del Santo Oficio de la Inquisción[48].
Era habitual de las tertulias de su primo Bartolomé Cairasco de Figueroa[49].
Un episodio curioso nos viene relatado en un documento de la escribanía de Las
Palmas de Gran Canaria. En él, fechado el dieciséis de diciembre de 1531,
Catalina de Valera, viuda entonces de Pedro Hernández de Peñalosa, y Bernadina
de Peñalosa, mujer de Bartolomé Peloz, su hija y heredera, dan poder a
Cristóbal de Veragara, para que cobre del chantre e Inquisidor de Canarias, don
Martín Ximénez, lo que se debía a su marido de sus cargos inquisitoriales sobre
los bienes confiscados a personas condenadas por el santo oficio, sobre todo en
una casa en Sevilla de Beatriz de Jaén, mujer de Juan de Alemán, vecina de esta
ciudad andaluza, y 105.000 maravedíes sobre la dote que entregaron a Ana de
Alemán cuando casó con Ruy Díaz, propietario de las salinas de Sanlúcar. Lo
curioso de este relato viene por el hecho de que la condena era por haber
seguido con prácticas judías, cuando la propia Catalina de Valera era nieta de converso[50].
Retomando el hilo del Libro de
fábrica y la secuencia de mayordomos que allí se nombra, volvemos a encontrar a
Honorato Peloz recibiendo dicho cometido por segunda vez. De nuevo el contexto
es de una gestión previa algo dudosa. El martes, seis de febrero de 1532, se
traslada hasta la Villa de Agüimes el canónigo Luis de Padilla, tesorero de la
Catedral de Canarias, como visitador del Obispado por delegación del obispo de
Canarias, Juan de Salamanca. Allí encuentra como párroco a Toribio García y
como mayordomo a Juan Vélez de Valdivieso, quien llevaba unos ocho años en el
cargo. Por la gestión tan descuidada y negligente que habían tenido de los
bienes de la Iglesia, se termina condenando al párroco al pago de 2 doblas. El
mayordomo es rápidamente sustituido por Honorato Peloz. En la siguiente referencia
que se hace en el Libro de fábrica a una visita pastoral, el catorce de octubre
de 1534, aparece ya con el cargo otro nuevo mayordomo, Rodrigo Larios, por lo
que ya había recibido acta de nombramiento y toma de posesión, que no se ha
conservado. Por esto parece que Honorato estuvo únicamente en el cargo en torno
a un año[51].
Catalina Castellanos, ya viuda de
Honorato Peloz, aparece en tres reconocimientos de deudas[52]: a Juan
Romero, vecino de Telde, hecha en 1546; a Juan Rodríguez, vecino de Telde, el cinco
de agosto de 1546, a quien le ha de dar un total de cinco botas de vino de lo
que se produjera en un parral que dice tener en Temisas, de lo que ya ha
recibido como pago anticipado 16 doblas de oro y seis quintales de orchilla; y
a Rodrigo de Quesada, el dieciocho de junio de 1547, a quien ha de pagar 12.000
maravedíes, sin especificar el origen de esta contraprestación. En otro
documento, fechado el dieciocho de junio de 1547, constituye un censo de 8
doblas anuales para pagar un préstamo de 80 doblas que le ha hecho Bernardino
de Palenzuela, lo cual supone un diez por ciento de interés[53]. Toda esta
serie documental en la que lleva la iniciativa y la titularidad Catalina
Castellanos, ya viuda, en cometidos que parea entonces eran típicos del señor
de la casa y el hecho de no volver a encontrar a Honorato Peloz mencionado en
algún otro instrumento que refleje vida social o económica nos indica que debió
morir un poco antes del primer reconocimiento de deudas, sobre comienzos del
verano de 1546.
La
hija mayor de Pedro Castellanos, Catalina Castellanos, en unión a su marido,
Honorato Peloz, asentarán las bases de un ascenso social y económico que su
descendencia mantendrá y, en algunos casos, incrementarán aún más.
Efectivamente, este matrimonio lo veremos en una gestión poco dada a mantener
un estado de endeudamiento permanente, mientras saben limitar el riesgo en el
sector que predomina en su contratación, el agrícola no especulativo. El caso
contrario lo ofrece la industria azucarera que en los primeros años del siglo
XVI dará unos beneficios considerables, pero con el riesgo de asumir unos
costes también elevados y no poder guardar discreción alguna cuando en esta
actividad se entra en contacto con numerosos intermediarios, isleños y
foráneos, que procuren el mejor margen. El azúcar es un producto que no forma
parte de la actividad principal de Pedro Castellanos y su familia.
A
pesar de este segundo plano conseguirán asentar un cimiento firme que les
permitirá vivir con holgado desahogo económico. Al contrario sucederá con la
hermana menor, Mayor Castellanos, que si bien parte con igual oportunidades que
Catalina, no tendrá su misma proyección. Es de destacar también la
concentración de bienes que se produce en los hijos y nietos de Catalina, pues
en dichas generaciones son reducido los matrimonios con descendencia que puedan
continuar su linaje. En Mayor, una sucesión de generaciones siguientes más
prolíficas hace que la correspondiente división patrimonial contribuya al
empobrecimiento paulatino de algunas líneas de descendientes.
Fueron sus hijos:
1.1.1.
Lucrecia Peloz, mujer de Amador
Espino, hijo de Alonso de Espino y María de Mirabal. Amador era nieto paterno
de Hernando de Espino y Juana de Valera, a quien aludiremos en el texto más
adelante; y nieto materno de Juan Berriel y María de Mirabal, naturales de las
islas de Lanzarote y Fuerteventura.
En el testamento de su pariente
Mateo Cairasco, otorgado el veintinueve de julio de 1531 aparece un legado para
ayuda del casamiento que Lucrecia tiene concertado con Amador Espino[54].
Constantín Cairasco es hermano de Bartolomé Cairasco
de Figueroa. Es curioso notar los vínculos de estas dos familias nizardas, los
Peloz y los Cairasco, con descendientes de judíos como lo fueron las hijas de
Pedro Castellanos y los hijos de Gómez de Ocaña y su mujer, indígena de la isla
de La Palma. Los Peloz ya quedan reseñados en el texto, mientras que los
descendientes del segundo, Gómez de Ocaña, que enlazan con familias nizardas
son los siguientes:
1. Gómez de Ocaña[55],
judío converso, casado con una mujer indígena de la isla de La Palma quien, en
lo que a nosotros interesa, tuvo por hijos entre otros a:
1.1. Antonio Chirino de Figueroa marido de María
Zambrana, hija de Esteban Zambrana e Inés de Bethencourt, los cuales tuvieron como
hijos que a este trabajo interese a:
1.1.1. Catalina de Valera mujer de Pedro Hernández
de Peñalosa y padres de Bernardina de Peñalosa mujer de Bartolomé Peloz,
regidor de la isla (hermano de Honorato y Pedro Antón), y de fray Basilio de
Peñalosa, religioso benedictino compañero de tertulias de su primo Bartolomé
Cairasco de Figueroa.
1.1.2. María de Figueroa casada con Mateo de
Cairasco, sobrino del primero de su apellido instalado en Canarias, comerciante
nizardo. Fueron padres de Constantín Cairasco, el viejo, quien se compromete a
ayudar a Lucía Peloz con cien doblas para su dote; y de Bartolomé Cairasco de
Figueroa.
1.2. Juana de Valera, quien contrajo matrimonio con
Hernando de Espino, uno de cuyos hijos, Alonso de Espino, se traslada a vivir a
Agüimes, en el segundo tercio del siglo xvi,
cuando contrae matrimonio con María de Mirabal, natural y vecina de dicha villa,
hija de Juan Berriel, escribano que fue del señorío, y María de Mirabal.
Lucrecia, junto con sus otros
tres hermanos, acude a la escribanía de Agüimes, el cuatro de agosto de 1555,
para vender veinte botas de mosto a Tomás de Vargas Monleón por las que paga
100 doblas de oro; además, compromete la cosecha pendiente de recoger en dicho
año, para lo cual acuerdan con el mismo comprador, Tomás de Vargas Monleón,
entregarle la misma cantidad y al mismo precio en la referida escribanía, una
semana más tarde, el doce de agosto de 1555[56].
Ambos esposos harán contrato de
tributo el dos de octubre de 1575 con Marcos de León, quien actuará en nombre
de su mujer, María de Cárdenas, la heredera de un cuantioso patrimonio en
Agüimes, como hija de Antón Fullana y Marina de Soleto, de quienes ya hemos
hablado anteriormente.
El matrimonio de Amador Espino y
Lucrecia Peloz tenía también propiedades en Tirajana, como se comprueba en la
escritura de compraventa otorgada el veintitrés de abril de 1577 por la que
venden a Pedro Baez dos casas que tienen en el lugar de Tunte[57].
Habrá descendencia de este
matrimonio entre quienes se cuenta a Félix Espino Peraza de Ayala quien fue el
promotor de la probanza de limpieza de sangre que motivó este trabajo. Y
mientras éste sí consiguió entrar como miembro en la Inquisición, otros tres
parientes suyos, dos homónimos Juan Bautista Espino Peloz, tío y sobrino, y
Martín de Mireles Urruspuru Peloz, canónigos que fueron todos ellos de la
Catedral de Canarias, fueron rechazados tanto por los Peloz-Castellanos como
por los Espino-Valera al poder probarse con más consistencia su condición de
conversos judíos[58].
1.1.2.
María Peloz es citada junto con
todos sus hermanos tal como se ha comentado en el apartado de su hermana,
Lucrecia[59].
Fue
casada con Manuel Godiño, alcalde ordinario de Agüimes. Con este cargo
comparece como testigo en la visita pastoral realizada a la Villa de Agüimes el
veintinueve de septiembre de 1551[60].
María
Peloz, ya viuda de Manuel Godiño, vende, el trece de febrero de 1570, a Pedro
Rivero varios trozos de tierras en Temisas, por precio de 75 doblas, de las que
ha recibido veinte y quedan pendiente de pagar 55 que el dicho Pedro Rivero se
compromete a entregar de la siguiente forma: subrogando en la posición de
acreedor a la vendedora para que cobre una deuda que al comprador le debe de
Francisco Yánez, 12 en doce cabras en las apañadas de dicho año y las trece
restantes se han de pagar en los dos años siguientes con plazo máximo de trece
de febrero de 1572.
La
vemos también intervenir, el treinta de abril de 1570, en la dote que se da a
Damiana González, hija de Juan González y Beatriz López, para casar con
Francisco de Santa Ana. En este caso, entrega a la dotada una novilla que le
había prometido Bartolomé Peloz, padrino de bautizo de la novia, y que sale a
pagarle María Peloz, su hermana, en su lugar, por haber tenido viviendo en su
casa a Beatriz desde que murieron sus padres. El tres de septiembre de 1573
impone una misa a Nuestra Señora de las Nieves.
El
cinco de noviembre de 1578 es citada por Juan Alonso de Mirabal y María Mayor
como beneficiarios de una cesión que María Peloz hace a favor de los susodichos
en nombre de Bartolomé Peloz. El documento en cuestión es un reconocimiento de
deuda de los beneficiarios a favor de Marcos de León y su mujer por cuanto las
tierras que reciben están gravadas con un censo y tributo que impuso Bartolomé
Peloz.
En
el testamento de quien fue párroco de la iglesia parroquial de San Sebastián de
la Villa de Agüimes, Juan López, otorgado el veinticinco de noviembre de 1578,
María Peloz recibe como legado todas las cabras salvajes que tuviera, excepto
veinticinco que se han de dar a Francisco de Santa Ana. Además, en este
documento recuerda que mandó dejar en casa de María Peloz a la que era esclava
del clérigo, de nombre María, que entonces estaba en estado y a la que daba
carta de ahorramiento, para que la cuidara hasta que diera a luz, con la
condición de que se quedara como esclavo la criatura que naciera, que fue un
niño al que se le puso por nombre Román[61].
María
Peloz fue la heredera de su hermano Bartolomé Peloz al que hacemos alusión a
continuación. Del matrimonio de María con Manuel Godiño no hubo descendencia.
1.1.3.
Bartolomé Peloz. Soltero. Sabía
firmar. Citado con todos sus hermanos tal como se ha comentado en el apartado de
su hermana Lucrecia[62].
Aparece como testigo en las
visitas pastorales realizadas el doce de julio de 1548[63] y en otra
de la que apenas quedan fragmentos sin fecha, pero que se puede datar en 1549 o
1550, aunque no aparezca consecutiva a la anterior en el Libro de fábrica[64].
El cuatro de febrero de 1555
reconoce que debe a María Mirabal, mujer de Juan Alonso, una novilla de dos
años[65].
Manda a su ahijada, Damiana
González, una novilla cuando ésta se va a casar con Francisco de Santa Ana,
encargo que realiza su hermana, María Peloz, tal como se indica en su apartado.
Junto con su hermano Constantín
Peloz vende a Jerónimo Aldón, todas las tierras que tienen en Temisas y que
llaman Hoya de la Palma y tierras del Llano de Arenure, que suman en total unas
cincuenta fanegadas, además de otros bienes que sólo pertenecen a Bartolomé, que
son una cueva de tres que tiene en Temisas, la que tiene un lagar, y otra cueva
que llaman “de Francisco” en alusión al esclavo de Bartolomé, todo por un total
de 50 doblas. Primero realiza la venta Constantín Peloz, el veintiséis de junio
de 1575 y después Bartolomé Peloz, el cuatro de julio de 1575. A Constantín le
pagó con una yegua valorada en 13 doblas y en trigo suficiente para completar
37 doblas, tomando los 11 reales como precio por fanega, pero a Bartolomé le
hizo escritura de compromiso de pago para el día de San Juan de 1576, pero no
se cancelará esta deuda hasta el veintidós de abril de 1584, como consta en
nota marginal, que lo hará Constantín Peloz, en nombre de su hermano,
Bartolomé, que para entonces ya había fallecido.
El dos de octubre de 1575 recibe
una suerte de tierras y una suerte de agua donde dicen San Antón de los bienes
que heredó María de Cárdenes y que negocia el marido de ésta última, el regidor
Marcos de León. El sistema por el que se traspasa estos bienes es por medio de
un censo anual de 3.750 maravedíes que el poseedor, Bartolomé Peloz, ha de
pagar a los censatarios, el matrimonio de Marcos y María. Mientras se realiza
esta obligación, queda pendiente la principal, que es pagar las 105 doblas por
las que el terreno pasaría a propiedad de los obligados al tributo o censo. De
esta forma, el censo sirve como una especie de renta por arrendamiento o
interés por el valor de lo cedido, hasta que se pague la cantidad estipulada
como el valor de dicha suerte de tierra y agua. El interés del censo con
respecto al precio total asciende a un siete por ciento aproximadamente. Según
un documento posterior, este contrato de censo y tributo se había traspasado el
cinco de octubre de 1578 al matrimonio de Juan Alonso de Mirabal y María Mayor.
Lo realiza María Peloz en nombre de su hermano, Bartolomé Peloz.
El veintitrés de marzo de 1577
Artiles, mercader flamenco, reconoce una deuda a Bartolomé Peloz de 324 reales
nuevos de plata por trescientos veinticuatro azumbres de vino blanco que ha
recibido y se compromete a pagarle en el día de navidad de 1577, comienzos de
1578.
Bartolomé Peloz hace testamento
en Agüimes el veinticuatro de agosto de 1578, por el que deja como universal
heredera a su hermana, María Peloz. Del testamento se desprende una gestión
económica solvente, pues no aparece mención a ninguna deuda, mientras que se
remite a un cuaderno de contabilidad para las deudas que otros han contraído
con el testador. Sólo declara como tierras suyas las que llaman “La
Desarrapada” en el barranco de Temisas con el agua que les corresponde y que a
su vez, Bartolomé Peloz, heredó de sus padres. Deja por albaceas testamentarios
al párroco de Agüimes, Juan López, y a su cuñado, Amador Espino[66].
Todavía vive en el verano de
1569, pues su nombre se encuentra en la lista de turnos de vela de Arinaga[67].
Bartolomé
recibe nombre de su tío, el regidor de la isla, y el único del que conservamos
alguna referencia documental que le vinculara con el que fue rentable negocio
de la producción azucarera a principios del siglo XVI. Fue el único de la
familia que hizo alguna entrada de significación en este sector. En esto fue
compañero de otros conversos estantes en Agüimes como Martín de Alemán, ya
citado, Antón Pérez Cabeza o Juan de Tarifa. Es de resaltar como este riesgo
manifestado al dedicarse a la industria azucarera también lo trasladaron a sus
vidas. Pues es precisamente en el núcleo de judíos conversos dedicados a una
actividad así quienes progresaron significativamente en lo económico y social,
y quienes más problemas describen en sus costumbres y, por tanto, con la
Inquisición. Mientras los Peloz, la descendencia de Gómez de Ocaña o la de
Diego de Aguilar no aparecen implicados en procesos inquisitoriales, y menos
aún que fueran reconciliados o condenados, los cañavereros citados tienen
varias causas. Entre ellas destacó por su dramatismo la de Juan de Tarifa quien
prefirió ahorcarse en su propia celda vestido con sus mejores galas, antes de
que la Inquisición ejecutara la sentencia de muerte, que lo hizo de igual
forma, pero en efigie[68].
1.1.4.
Constantín Peloz, quien fue segundo
marido de Blasina Álvarez[69],
la cual estaba viuda de Pedro Martín Moreno. No hubo sucesión. Sabía firmar.
Citado con todos sus hermanos tal
como se ha comentado en el apartado de su hermana. Lucrecia[70]. Citado
también junto con su hermano Bartolomé vendiendo a Jerónimo Aldón las tierras
que ambos heredaron de sus padres en Temisas[71].
Aparece como testigo en
documentos de los protocolos de Agüimes 2484 y 2485 comprendidos entre el doce
de agosto de 1546 y el veinticuatro de abril de 1579[72]. Aparece
en la lista de los turnos de vela en Arinaga del verano de 1569.
Hizo su testamento ante el
escribano Francisco Díaz Peloz el veintisiete de febrero de 1600, y codicilo
por ante el mismo escribano el once de julio de 1601. En ambos instrumentos
indica que se encuentra enfermo y nombra como heredera universal suya a
Catalina de Alvarado, mujer de Melchor Ordóñez, por atenderle y haberle curado
en sus enfermedades. A este matrimonio constituye en único albacea, tras
suprimir en el codicilio al otro que aparece en el testamento, Amador Espino,
su cuñado por ser marido de Lucrecia Peloz, que tiene intención de irse a vivir
a la ciudad de Las Palmas.
1.2.
Mayor Castellanos, mujer de Pedro
Antón Peloz, hermano de Honorato Peloz, citado anteriormente como marido de
Catalina Castellanos y, como él, mercader nizardo. Mayor también es citada en
la declaración hecha ante la Inquisición por su padre, en 1525, donde dice ser
de veintinueve años de edad y ya viuda de Pedro Antón Peloz, por lo que en
todos los documentos que encontramos de él en la escribanía de Agüimes aparece
como difunto[73].
Si en 1525 Pedro Antón, aparece como difunto y su mujer nació sobre 1496,
debieron de casarse como mínimo en 1514, de forma que sobre 1520 ya habían
nacido los tres hijos que tuvieron. No sería descartable que Pedro Antón se
viera afectado por la epidemia de peste que asoló la isla en 1524.
El
doce de julio de 1533 se traslada hasta la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria
para otorgar poder a Roque Díaz de la Rosa, su yerno, y así este gestione el
cobro de todo lo que se le pueda adeudar, así como arrendar los bienes que
tiene en el heredamiento de Temisas[74]. En el
citado documento figura Bartolomé Peloz, hermano de Pedro Antón, con el cargo
de regidor de la isla.
A
diferencia de su hermana, cuyo mayor número de contratos protocolados que
encontramos se refieren a reconocimientos de deudas, Mayor prefiere vender el
extenso patrimonio de tierras que posee. En este sentido, pasa por la
escribanía de Agüimes el trece de febrero de 1551 para vender tierras en
Temisas[75].
Posteriormente, el veinte de enero de 1570, vende a Francisco Jiménez todo lo
siguiente: una huerta de árboles junto con unos pedazos de tierras de regadío
en Temisas; un pedazo de tierra que llaman La Hoya de las Colmenas y “lo del
Juncal” sobre unas cuevas que tiene Bartolomé Peloz y lo que “desmontaron los
portugueses”; el pedazo de tierra que dicen la Ladera , también en Temisas;
diez días con diez noches de agua de los quince que tiene Mayor en la acequia
que va a dar a dichas tierras por sus dulas; los derechos de agua sobre
manantiales y remanentes que corresponden a todas estas tierras; y la mitad de
los solares donde dicen la Casa de Purgar, que tiene un horno de hacer tejas
que hasta que no se haga la partición con su hermana, Catalina Castellanos, no
se sabe dónde cae dicho horno, pero que si entra en la parte de Mayor se añade a la escritura de venta. El precio de
todo esto será de 70 doblas de oro. Francisco Jiménez pagará con una vaca y dos
fanegas de trigo y queda debiendo hasta 62 doblas, de las que se compromete a
abonar 42 en los siguientes veinte días y otras 20 el día de San Juan de este
año de 1570. Sin embargo, no será puntual en sus pagos, por lo que tiene que
pedir un aplazamiento de la deuda el veintiuno de enero de 1571, cuando indica
que pagaría 42 en los siguientes veinte días y otras 20 el día de San Juan de
1571[76].
Finalmente, tal como consta en la nota marginal del documento al que hace
mención la nota marginal anterior de enero de 1570, una nota con fecha propia
de ocho de julio de 1571, Mayor Castellanos se da por pagada de toda dicha
deuda. El pago lo realizó la ya entonces viuda de Francisco Jiménez, Juana
Méndez.
El
dieciséis de febrero de 1550 aparece en la escribanía de Agüimes para dar
recibo de pago de ciento veinte cabrillas que le debía Jorge Pérez[77].
Mayor
Castellanos hizo promesa de dote a su hija Lucía Peloz para casar con Diego
Ramírez, cuyo documento no hemos encontrado, pero sí el de ejecución de éste
último contra aquélla por quedar pendiente de entregar 40 doblas el dieciocho
de diciembre de 1573[78].
Pedro
Antón Peloz aparece como testigo en la compraventa realizada entre su suegro,
Pedro Castellano, y su hermano, Honorato Peloz el año de 1514 a la que ya hemos
hecho referencia.
Fue
la descendencia de Pedro Antón Peloz y Mayor Castellanos:
1.2.1.
Ginebra Peloz, segunda mujer que fue
de Roque Díaz, hijo de Francisco Díaz y de Mayor Crespo. Ya aparecen casados en
1533, cuando Mayor Castellanos da poder a Roque Díaz, al que llama su yerno.
Pero debió ser muy cerca de esa fecha, no más allá de los dos años anteriores,
cuando verificaron su matrimonio. Esta cronología se deduce de la estimación
del nacimiento de Mayor Castellanos sobre 1496, lo que la hace casada con unos
dieciocho años de edad, aunque no sería desechable que lo hiciera hasta con dos
años menos. De esta forma, Ginebra, que sería la hija mayor, nacería en los dos
años de casar sus padres, en torno a 1515, y ya podría estar casada en 1533
cuando contaría unos dieciocho años.
Sobre las referencias a su vida
en los protocolos tenemos dos datos agrupados en varios documentos.
En primer lugar están las
gestiones realizadas notarialmente para cobrar los bienes dejados por la muerte
de Mayor Crespo, suegra de Ginebra, madre de Roque Díaz, su único hijo. En este
sentido, da poder en 1562 a Constantín Peloz, hermano de Ginebra Peloz, quien
es tutora y curadora de sus hijos, para que pueda presentar el testamento otorgado
por dicha Mayor Crespo, la cual deja como herederos a sus nietos, hijos de
Roque Díaz[79].
Sin embargo, los trámites a realizar en la ciudad de Las Palmas de Gran
Canaria, donde se ubicaban estos bienes heredados, los llevará a cabo Francisco
Díaz, hijo de la dicha Ginebra Peloz y futuro escribano público de la Villa de
Agüimes, para lo cual pedirá comisión al teniente de gobernador de la isla, el
doctor Ángel Lercaro, quien la otorgará, para poder actuar en nombre de sus
hermanos por no haber podido trasladarse su madre, que al mismo tiempo es su
tutora y curadora y por ser Francisco y sus hermanos menores de veinticinco
años, aunque mayores de doce. Dicha comisión se eleva a escritura pública por
ante el escribano del Cabildo de la isla, Pedro de Escobar, el cinco de octubre
de 1562. Cuando Francisco Díaz regresa a Agüimes comparece ante el escribano de
la villa, Hernando Estévez, el ocho de diciembre de 1562, para dar cuenta de su
gestión incluida su petición de comisión para poder actuar. En este último instrumento
consta la ratificación de Ginebra Peloz, quien jura estar enterada y conforme
con todo lo realizado. Tras esto se expone un breve inventario de la masa de
bienes hereditarios. De estos bienes se volverá a hablar en el siguiente
documento[80],
pues Ginebra, en nombre de sus hijos, vende un contrato de censo a Lorenzo
Bermejo por el que se obliga a pagar a éste una cantidad de 3 doblas de oro
anuales por una deuda contraída con el dicho que sumaba un total de 30 doblas,
así que estamos ante un diez por ciento de interés anual, impuesto sobre las
casas ubicadas en el barrio de Triana. Estas casas estaban situadas de la
siguiente manera: una en la misma “calle larga” de Triana dando su espalda al
mar y la otra en la calle que baja desde San Francisco hasta nuestra Señora de
la Conciliación colindante con las casas de Batistina de Espíndola y
Constantina Cairasco. Este tributo volverá a ser motivo de otra transacción en
la negociación que llevarán a cabo Lorenzo Bermejo y su suegro, Bartolomé de
Tubilleja, en 1579.
La segunda ocasión que la vemos
en el protocolo agüimense es por la venta de los dos tercios de las tierras de
Temisas que posee su madre, Mayor Castellanos (un tercio como
heredera de
Constantín Peloz, quien ha fallecido para entonces, y el otro tercio sobre el
que tendría derecho su hija Ginebra, por lo que aparece como titular de dicho
contrato de compraventa), a Francisco Jiménez por un precio de 70 doblas de
oro, llevada a cabo el veintiuno de enero de 1570. Francisco Jiménez paga sólo
8 doblas reconociendo el mismo día y ante el mismo escribano el resto de la
deuda que pagará sobre el día de San Juan de 1571, lo cual se llevó a efecto
según consta de la nota marginal del documento que indica que dicho compromiso
de pago de deuda se canceló en ocho de julio de dicho año[81].
Temisas |
Hubo sucesión de este matrimonio.
1.2.2.
Constantín Peloz, del que sabemos
que aparece como testigo entre el dos de marzo de 1547 hasta el cuatro de
agosto de 1555 donde resulta bien diferenciado de su primo de igual nombre por
constar en estos documentos su relación familiar. El último documento en que
aparece es el poder que le otorga su hermana Ginebra para que la represente en
los trámites de sucesión de su suegra, Mayor Crespo, en 1562[82]. Llama la
atención que, una vez hecho la escritura de apoderamiento, quien lleve esta
gestión no sea Constantín, sino el hijo de Ginebra, Francisco Díaz, quien
todavía es menor de edad y que, para actuar legalmente, debe pedir comisión
especial al teniente de gobernador de la isla. Lo cierto es que para el verano
de 1569, el hecho de que aparezca un solo Constantín Peloz, y que en enero de
1570 Mayor Castellanos aparezca vendiendo dos tercios de sus tierras en Temisas
(una conjunta con su hija Ginebra y la otra en nombre propio que debería pertenecer
a Constantín Peloz, su hijo), nos hace pensar en que ya había fallecido. No
casó ni tuvo sucesión.
1.2.3.
Lucía Peloz casada sobre 1550, según
las fechas de bautizo de sus hijas, con Diego Ramírez, hijo de Pedro Mayor y
Catalina Ramírez, vecinos de Telde. Lucía Peloz se trasladará a la cercana
ciudad de Telde una vez efectuado el matrimonio, donde nacerán y se bautizarán
sus hijas.
Hacemos un inciso para tratar otra familia conversa
que ofrece cierta relación con Agüimes. Deriva de Luis Bristol, hermano de
Diego Ramírez, mencionado en el cuerpo de texto principal, y casado con María
de Solís, nieta de Diego de Aguilar. Su genealogía queda como sigue:
1. Diego de
Aguilar, quien tuvo que declarar su genealogía ante el inquisidor de
Canarias, Martín Ximénez el veinticinco de septiembre de 1525. Era hijo del converso
del judaísmo Hernando de Aguilar y de Inés Hernández, naturales y vecinos de
Sevilla. Nieto paterno de Manuel de Paneque y María Hernández, vecinos de
Sevilla, difuntos a la fecha de la declaración y están enterrados en Santa
Bárbara. Nieto materno de Juan Hernández y Catalina González, también vecinos
de Sevilla, difuntos y enterrados en San Juan. Todos nacieron judíos y fueron
conversos. Diego con su mujer Mayor de Palma son los primeros de la familia en
establecerse en la isla de Gran Canaria donde llegaron sobre el año de 1497. Mayor
de Palma falleció sobre el año 1507[83].
En la profesión de mercader aparece, el nueve de marzo de 1528, en un documento
de la escribanía de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria en el que Salvador
Jiménez, vecino de Agüimes, le reconoce como acreedor por una cantidad de
33.000 maravedíes por diversas menudencias que le compró[84].
Fueron sus hijos:
1.1. Inés de
Aguilar, la hija mayor, nacida sobre 1504, había casado con Francisco de
Solís, mayordomo del señor gobernador algo después de 1520. Fueron hijos de
Francisco e Inés:
1.1.1. Melchor
de Solís, escribano público de la ciudad de Telde. Casó en esta población
con Isabel de Morales, hija de Alonso de Morales e Isabel Martín, pobladores y
vecinos de Telde. La proyección social y económica de la descendencia de este
matrimonio será vertiginosa. Su hijo, el licenciado don Alonso de Solís y
Aguilar, fundará mayorazgo de sus bienes a favor del hijo varón primogénito de
su hermana, Inés de Solís. Ésta había casado con Juan Vázquez Pacheco, hijo de
Juan Pacheco, regidor de Gran Canaria, y de su mujer Isabel Vázquez de Alcalá,
nieto paterno de Alonso Pacheco, nombrado por Felipe II visitador general de
castillos, armas y fortificaciones de las Islas Canarias, Alférez Mayor de las
islas de La Palma y Gran Canaria, Regidor Perpetuo de ésta última, y de su
mujer, doña Teresa de Herrera y Contreras; y nieto materno de Juan de Alcalá y
Susana Ramos. A partir del matrimonio de Juan Vázquez Pacheco con Inés de Solís
se formará el apellido de Pacheco Solís componente durante varios siglos del
estamento nobiliario fundamentalmente de la isla de Tenerife donde se
trasladará la siguiente generación inmediata[85].
1.1.2. María
de Solís, mujer de Luis Bristol, hijo de Pedro Mayor y Catalina Ramírez.
Luis era hermano de Diego Ramírez, ya nombrado por su casamiento con Luisa
Peloz, nieta de Pedro Castellanos y Guiomar de Baeza.
Luis
pasará a Indias de su Majestad junto con su nieto, Mateo Hernández, como se
indicará más adelante al historiar a éste último. Conocemos la descendencia de
Luis Bristol por la carta de pago que él mismo expide, el diecisiete de agosto
de 1565, a los hijos de su primer matrimonio con María de Solís, por haber
entregado a éstos bienes que heredaron de la dicha[86].
De Luis Bristol y María de Solís conocemos como hijos a:
1.1.2.1.
Ana Bristol, casará con Andrés
Hernández, natural de Agüimes, con el que pasará a vivir a esta villa.
1.1.2.2.
María de Solís, quien contrajo
matrimonio por primera vez con Esteban Falcón y, una vez viuda, volvió a
celebrar nupcias en la villa de Agüimes, el 10 de octubre de 1611, con Juan
Álvarez, quien a su vez también estaba viudo de Ana María de Mireles. María de
Solís tuvo sucesión de ambos matrimonios.
1.1.2.3.
Los otros hijos que no casaron ni tuvieron descendencia fueron: Inés, Pedro Mayor, Catalina
Ramírez, Francisco, Juan y Andrés Bristol. Además tuvieron también a una niña que falleció en
la infancia llamada Beatriz[87].
1.1.3.
Antón de Solís, bautizado en la
ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en su única parroquia entonces, llamada
del Sagrario, el quince de junio de 1528. No sabemos nada más de él.
1.2.
Juana de Aguilar, nacida en 1506,
casada con Pedro de Castro, mayordomo que es, dice su suegro en su declaración
de 1525, del gobernador de la isla. En este cometido se le encarga de la
administración del Ingenio de Aguatona en un momento en que fue requisado por
el gobierno de la isla tal como se recoge en el documento de comisión otorgado
en la escribanía de Las Palmas de Gran Canaria el cuatro de febrero de 1527[88].
Antes de llegar a Gran Canaria había sido poblador de la isla de Tenerife. A
esta isla volverá y en ella le vemos el lunes, ocho de enero de 1526, en la
escribanía de Bernardino Justiniani en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna,
para hacer reconocimiento de deuda a Juan Pacho y Lorenzo García, mercaderes,
por ropa que les había comprado antes de su traslado a la otra isla. El valor
total es de 6.936 maravedíes de la moneda de Tenerife y queda en pagar durante
el mes de agosto. Y el 16 de marzo de 1526, Jordán López, da poder general por
ante el escribano de la isla de Tenerife Bernardino Justiniani, a Francisco de
Lucena, procurador de causas, para resolver querellas y cobrar sus deudas.
Entre estos cometidos, el poderdante da por buenas las gestiones que su
apoderado ha realizado en el pleito que mantiene con Pedro de Castro, quien ya
ha vuelto a la isla de Gran Canaria, al que le reclama la entrega de una esclava
con su crianza. Le apodera para que siga el pleito hasta la sentencia.
Fueron
sus hijos:
1.2.1.
Mencía de Castro, la mayor de las
hijas, nacida sobre 1525. Casó en torno a 1545, con el labrador de Arucas,
Francisco Hernández. De aquí descienden los de este apellido en la isla de Gran
Canaria. De entre esta descendencia destacar la de su hija menor Catalina de
Castro casada con el agüimense Francisco de Tubilleja cuya descendencia vivirá
mayoritariamente en esta villa. Sus otras dos hijas fueron: Juana de Castro,
nacida y bautizada en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, el tres de enero
de 1546, quien casará y vivirá en Arucas con Felipe de Rosales, hijo de Antonio
de Rosales y Cecilia de Troya, quienes también tuvieron que presentar su
genealogía e identificarse en 1525 por ser hijos de judíos conversos; e Inés de
Castro nacida en dicha ciudad en 1548.
1.2.2.
Otros hijos de Pedro de Castro y Juana de Aguilar fueron: Jerónima de Castro, bautizada el trece de abril de 1526; Juan de Castro, el catorce de junio de
1527; Sebastián, el veintisiete de enero de 1530; Juana, el veintisiete de
octubre de 1532; Bernardo, el veintitrés de junio de 1534; Jerónimo, el
veintitrés de mayo de 1536; y Andrés, quien recibió su bautizo en la misma
parroquia que sus hermanos, la del Sagrario, el veinticinco de julio de 1537.
Sin
embargo, siendo todavía sus hijas niñas, el matrimonio de Diego y Lucía tendrá
que instalarse en Agüimes por los nuevos cargos que va a ocupar él en la villa
y cámara episcopal. Diego Ramírez es el escribano público de la villa y en la
visita pastoral de seis de febrero de 1556 se le nombra mayordomo de la iglesia
parroquial en sustitución de Juan López, clérigo, que pasa a ser párroco de la
misma. Sin embargo, el veintiséis de octubre de 1557, apenas un año después,
Diego Ramírez comparece ante el obispo Diego Deza y pide que se le releve del
cargo de mayordomo por no poder atenderlo como se debiera por tener que
ocuparse de su hacienda. En la visita pastoral de veintiocho de mayo de 1559 actúa
como testigo y sigue con el cargo de escribano público de la villa, pues así se
le menciona en la constancia de su testificación[89].
Lucía
ya debió fallecer en el año 1570, cuando su madre, Mayor vende los dos tercios
de las tierras de Temisas a Francisco Jiménez[90], pues en
lugar de mencionar a su hija como la colindante de las tierras anexas y la
verdadera beneficiada de ellas, sólo aparece su marido, Diego Ramírez.
Diego
Ramírez, nacido sobre el año 1520[91],
ejecutará a su suegra, Mayor Castellanos, el dieciocho de diciembre de 1573,
por no haberle pagado uno de los apartados de la dote, 100 doblas de oro en
total, en que se comprometió. Y ello a pesar de que el compromiso fue mediado,
pues quien realmente se había obligado en dicho concepto fue Constantín Cairasco,
el viejo, mercader nizardo, aunque, cuando llegó el momento de efectuar el
pago, Mateo Cairasco asume el encargo de su padre pero sólo en la cuantía de 60
doblas, negándose a realizar el resto. Tras el pleito es la propia Mayor
Castellanos quien debe cargar con este pago[92].
Hubo
sucesión del matrimonio entre Diego Ramírez y Lucía Peloz. En la descendencia
más próxima señalar a su nieta María Peloz, casada en Telde el treinta y uno de
julio de 1606, con Juan García Gallego[93], quien fue
familiar del Santo Oficio de la Inquisición. Con sucesión.
APÉNDICE
- Se
añaden unos árboles genealógicos de las familias mencionadas en el texto.
- Cuando
se trate de nacidos judíos se les pone fondo azul claro.
- Para
los vecinos de Agüimes, el fondo es de color tierra clara.
- Los
subrayados son aquéllos que sufrieron alguna condena en proceso ante la
Inquisición.
- Los
que tienen un signo de admiración son los condenados a ser relajados.
- Quienes
figuran en letra roja son los que fueron vecinos de Gran Canaria, pero no
tuvieron- descendencia.
- Los
que aparecen en letra azul son vecinos de Gran Canaria que tuvieron
descendencia.
- En
letra negra sobre fondo blanco los que no se relacionen con ninguno de los
supuestos anteriores.
ACOSTA
GONZÁLEZ, A. “Inquisición y mentalidad (Reflexiones en torno a un tema
polémico)”, en Homenaje a Antonio de
Bethencourt Massieu (Ed. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de
Gran Canaria, 1995), 33-57.
ANAYA
HERNÁNDEZ, L. A., “La Problemática de los inhabilitados por el santo oficio de
la Inquisición en las Islas Canarias”, en STRENAE EMMANUELAE MARRERO OBLATAE.
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WOLF, L., Judíos
en las Islas Canarias (J.A.D.L., La Orotava, 1988).
[1] El
conjunto legal que contiene la expulsión de 1492 se compone de los siguientes
documentos: el escrito de veinte de marzo de 1492, otorgado en Santa Fe, del
Inquisidor General fray Juan de Torquemada al obispo de Gerona; el decreto de
Isabel de Castilla válido para sus reinos citado en el texto; y el decreto
correspondiente para la corona de Aragón con misma fecha y lugar que el
anterior pero con la firma del rey Fernando.
[2] Libro de Bulas y Pragmáticas de los Reyes
Católicos (1503), folios, 6-7 y 8 respectivamente.
[3] Rom 3, 29; 9, 24 (Cf. Tb este
sentido Gal 3, 28 y Col 3, 11); Gal 2, 13-15; 1Cor 1, 24; 12, 13.
[4] En el
evangelio según san Juan es abundante el uso de este término y en este sentido.
Lo raro es encontrar algún que otro capítulo en que aparezca, mientas en las
otras referencias aludidas su uso es más puntual y sin un sentido tan
encontrado como aquí.
[5]
AMC. Colección Bute. III y IV.
[6] L. WOLF,
o. c., 10-11.
[7] A.
RODRÍGUEZ HERRERO, o. c., 9.
[8] Y.
QUESADA MORILLAS, o. c., 2099-2106.
[9] AGS.
Registro General del Sello. Legajo IV. 1485.
[10] De
estos descienden todos los que portan el apellido de Espino con origen en Gran
Canaria. Además de otros tantos más que, aunque descendientes también de los
mismos, han perdido a día de hoy tal apellido.
[11] AMC.
Fondo Inquisición. Signatura IV-12 y CV-32.
[12] Todos
los datos de este apartado proceden de AHN. SECCIÓN
INQUISICIÓN. Legajo 1439. Expediente 4. Carpeta 1. Folio 73ss. 85.
88-92.
[13] De las penas que aplicaba la
Inquisición: la reconciliación es la que con más abundancia vemos. Para un
estudio sobre las mismas cf. el artículo de L. A. ANAYA HERNÁNDEZ.
[14]
APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 2. Esta cita permite precisar más el dato que
el propio Pedro Castellanos dio a la Inquisición en 1525 de llevar unos veinte
años en la isla.
[15]La
prohibición de que los reconciliados por el delito de herejía o apostasía, y
los hijos y nietos de quemados y condenados por el dicho delito hasta la
segunda generación por línea masculina y hasta la primera por línea femenina
puedan tener oficio público en la administración central y en la local consta
en Libro de las Bulas y Pragmáticas de
los Reyes Católicos (1503), fº 9-10. Y una ampliación de las anteriores
hasta abarcar cualquier “oficio de honra” lo tenemos en Nueva Recopilación (1567), 3, 3, lib. 8.
[16] APG. Libro de Fábrica 1, fº
2vto. Disposición dada el veinticinco de mayo de 1506.
[17] AWM. Copia certificada sacada
por Sebastián Espino Peloz, por mandato del alcalde de Agüimes Juan Álvarez
Ortiz, de la venta de Pedro Castellanos a Honorato Peloz, su yerno, celebrada
por ante Pedro Ortiz, escribano público. 29/junio/1514.
[18]
No se debe confundir esta familia Alemán con
otra que también lleva origen andaluz y judío que encontramos en el norte de la
isla de Gran Canaria (Alemán Segura). Ni tampoco con otras dos que son
pobladores procedentes de Fuerteventura, una de ellas establecida como vecina
en Gáldar y la otra vecina de Agüimes. Sí sería más verosímil que entre estas
dos últimas exista algún tipo de parentesco, pero hasta la fecha no hemos dado
con documento alguno que así lo justifique. Las desarrollamos a continuación en
sus primeras generaciones en la isla de Gran Canaria:
ALEMÁN
SEGURA
1.
Hernando de Alemán quien es citado por su nieta, Inés, en la
declaración que hace en 1525 por ante el Inquisidor de Canarias, Martín
Ximénez. La referida no sabe a la sazón si su abuelo fue reconciliado por algún
motivo por el tribunal de la Inquisición. Tampoco se acordaba del nombre de su
abuela. Fueron sus hijos:
1.1.
Juan de Alemán, tesorero de la Casa de la Moneda de Sevilla.
Había casado en esta población, algo después de 1480, con Beatriz de Jaén, hija
de Alonso de Jaén y Florentina Rodríguez, vecinos de Sevilla. Juan de Alemán
había fallecido cuando Beatriz de Jaén viene a la isla de Gran Canaria,
acompañando a su hija, Inés de Alemán. Beatriz había nacido en Sevilla sobre el
año de 1468, pues dice ser de más o menos cincuenta y siete años en 1525 cuando
comparece ante la Inquisición de Canarias. En dicha declaración añade que su
madre murió en Sevilla, hacía cuarenta años y que está enterrada junto a su
marido en Santa Inés.
Fueron sus hijos:
1.1.1.
Hernando de Alemán, nacido en Sevilla, sobre 1483. No había sido reconciliado
y vive casado en Valencia.
1.1.2.
Álvaro de Alemán, quien murió joven, sobre 1500, en Indias. Había
casado con Leonor de Marmolejo, y al igual que su hermano mayor, no había sido
reconciliado por la Inquisición.
1.1.3.
Inés de Alemán, nacida sobre 1485 en Sevilla. Había casado con Gonzalo de Segura,
hijo de Pedro Boniel e Isabel Morena, naturales todos de San Juan del Puerto.
Ambos esposos comparecen por ante el Inquisidor Martín Ximénez en 1525 para
declarar su genealogía. En ella Gonzalo dice ser natural de San Juan del
Puerto, y vecino posteriormente de Sevilla. Vino con su esposa, a la isla de
Gran Canaria sobre el año de 1507, era de oficio labrador. Posteriormente
compró y fue dueño del ingenio del Aumastel, en el actual barranco de Azuaje.
Gonzalo de Segura tuvo varios hermanos, vivos todos en 1525, alguno de los
cuales participaron también en relaciones comerciales con la isla, viniendo y
residiendo en ella. Estos fueron: Francisco Boniel, quien tenía carta de
inhabilitación por la Inquisición para ejercer cargo público que rescató
posteriormente; Antón Boniel quien fijó su residencia en Sevilla; Juana
Hernández; y Beatriz Núñez, mujer de Alonso Núñez; Leonor Hernández, vecinos
como todos sus hermanos en San Juan del Puerto, salvo la excepción sevillana.;
e Inés de Ayala, mujer de Juan de Ayala, vecinos también de Sevilla. Todos los
miembro de esta familia hasta ahora nombrados tuvieron la consideración de
conversos del judaísmo.
En mujer soltera de nombre
María del Alcázar, natural de Fuerteventura, que vivía en la calle de la
Carnicería de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, tuvo una hija natural
que se cita al final de los habidos de su matrimonio.
Fueron hijos:
1.1.3.1.
Juan Alemán Segura, nacido sobre 1501, mozo soltero en 1525, vive en
la isla como labrador.
1.1.3.2.
Beatriz bautizada en la Parroquia del Sagrario de la ciudad de Las Palmas de
Gran Canaria, el primero de mayo de 1510. En 1525 vive casada en Sevilla.
1.1.3.3.
Álvaro de Alemán Segura, bautizado en la citada parroquia el diecinueve de
julio de 1512.
1.1.3.4.
Bartolomé de Alemán Segura, quien recibió el bautizo el veintiséis de
septiembre de 1513.
1.1.3.5.
Francisco de Alemán Segura. Bautizado el diez de octubre de 1514
1.1.3.6.
Catalina, citada en la declaración de su madre por ante el Santo Oficio de la
Inquisición en 1525, cuando dice tener unos siete u ocho años.
1.1.3.6.
Isabel de Segura, casada con Pedro Álvarez, vecinos y moradores de
la ciudad de Las Palmas.
1.1.3.6.1.
José Álvarez de Segura, natural de la ciudad de Las Palmas de Gran
Canaria, casado con Beatriz Hidalgo, natural de Guía, hija de Pedro Luis e
Isabel Rodríguez, vecinos de Guía. Isabel Rodríguez era hija de Juan Hidalgo,
el viejo, y Francisca Rodríguez Zapata, vecinos y moradores de Guía.
Fue hijo de José y Beatriz:
1.1.3.6.1.1.
Jerónimo Álvarez de Segura, arcediano de Tenerife, prior y chantre, fundador
de la capilla de San Jerónimo en la Catedral de Las Palmas. Hará declaración de
su genealogía en diecisiete de enero de 1607.
1.1.4.
Ana de Alemán, quien murió doncella hacia el año de 1504, está enterrada en
Sevilla, en San Juan.
1.2.
Gonzalo de Alemán, vecino de Sevilla en 1525.
1.3.
Álvaro de Alemán, vecino de Gibraleón.
ALEMÁN DE GÁLDAR
1. Lucas de Alemán y María Rodríguez Perdomo fueron naturales y vecinos de
Fuerteventura, tuvieron por su hijo, que a efectos de este trabajo interese, a:
1.1. Salvador de Alemán, natural de Fuerteventura,
poblador tardío de Gran Canaria, avecindado en la población de Gáldar. Allí
casó dos veces en la parroquia de Santiago de dicho lugar: la primera, el
dieciocho de enero de 1589, con María de Quintana Miranda, hija de Pedro de
Miranda Valderrama y Tapia y de María de Quintana Cabrera; y la segunda, el
diez de octubre de 1600, con Leonor de la Guerra, hija de Antón López e Isabel
Ruíz, nieta materna de Lorenzo Baez y Leonor de la Guerra. Fueron sus hijos:
1.1.1.
Juan de Alemán Miranda, el único que dio tiempo a
nacer del primer matrimonio, que casó el veintisiete de noviembre de 1622, con
Isabel Mayor, hija de Luis Rodríguez y María Sánchez. Con sucesión.
1.1.2.
Antón López, quien se traslada hasta la
ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, para casar, el veintiséis de noviembre de
1628, con María Lorenzo, hija de Domingo Frías de Talavera y María Lorenzo.
1.1.3.
Lucas de Alemán, casado el veintiocho de
diciembre de 1634, con Francisca de Cabrera, hija de Pedro de Miranda y Tomasa
de la Concepción. Nieta paterna de Francisco Pérez Vizcaíno y Francisca de
Cabrera Miranda, hermana de María de Quintana Miranda ya nombrada. De Lucas y
Francisca hubo descendencia.
1.1.4.
Ana Ruíz de Herrera, que contrajo matrimonio, el
cinco de noviembre de 1645, con Pedro de Miranda, hermano de Francisca de
Cabrera. También sucesos.
1.1.5.
Juana de Alemán, que verificó nupcias el cinco
de agosto de 1658 con Pedro Jorge, hijode Alonso Jorge y María López. Con
sucesión.
1.1.6.
María de Alemán, desposada desde el día ocho de
agosto de 1631, con Salvador de Miranda,
hijo de Juan de Quintana Miranda, quien a su vez es hermano de la citada
ya dos veces, María de Quintana Miranda, y de Juana de Jesús. Con Sucesión.
1.1.7.
Melchor de Alemán, casado dos veces: la primera
con Jerónima de la Ascensión; y la segunda en Gáldar, con Francisca de Miranda,
hija de Francisco Pérez Vizcaíno y Juana de Jesús, hermano a su vez de los
otros dos ya citados, Pedro de Miranda y Salvador de Miranda.
ALEMÁN DE AGÜIMES (cf. L. C. GARCÍA CORREA Y
GÓMEZ Y R. M. RODRÍGUEZ DE CASTRO, o. c.,
128-139).
1.1. Juan de
Alemán y Juana Negrín, naturales de la isla de Fuerteventura y vecinos de la villa de
Agüimes. Fue un matrimonio longevo, pues ya le vemos Fueron sus hijos:
1.1. Juan de
Alemán casado
con Juana Melián, de quienes vienen los de este apellido en el señorío de
Agüimes por la descendencia de sus hijos que fueron los siguientes:
1.1.1. Melchor
Ordóñez, que
sería el primero de los hermanos en casar dos veces: una con Isabel Afonso
desde 1568; y otra posterior, con Catalina de Alvarado. Con sucesión.
1.1.2. Gaspar
Ordóñez, casado
dos veces: con María Eufemia desde aproximadamente 1581; y en 1602, con
Sebastiana López. Con descendencia de ambos matrimonios.,
1.1.3. Lorenzo
Melián, cónyuge
que fue de María Alonso. Tuvieron hijos.
1.1.4. Lucas de
Alemán, casado
dos veces: la primera sobre 1569, con María Guillama; y la segunda, hacia 1580,
con María de Salas. De quienes continuó descendencia.
1.1.5. Luis de
Placeres.
Soltero.
1.1.6. Baltasar de
Alemán.
Soltero.
1.1.7. Juan de
Alemán.
Soltero.
1.1.8. Pedro de
Cervantes,
contrajo matrimonio con María Sánchez y hubo continuación de la familia en sus
hijos.
1.1.9. Salvador de
Alemán.
Soltero. El hecho de que los nombres de Salvador y Lucas sean tan propios de
esta familia como la de Gáldar antes mencionada es un indicio más para
sospechar un posible parentesco entre ellas en generaciones anteriores vecinas
de Fuerteventura.
1.1.10. Isabel
Rodríguez,
quien verificó nupcias con Baltasar Martín. Tuvieron hijos.
1.1.11. Felipa
Melián, casada
dos veces: la primera, sobre 1600, con Alonso Tejera; y la segunda, en 1604,
con Antonio de Almeida.
1.1.12. María
Ordóñez,
contrajo matrimonio con Juan López. De estos dos últimos matrimonios no hubo
continuación de la familia.
[19] Sobre
los negocios de Martín Alemán y su familia en torno al ingenio de Agüimes cf.
R. SÁNCHEZ VALERÓN y F. E. MARTÍN SANTIAGO, o.
c., 61, 89, 102-114.
[20]
F. MORALES PADRÓN, o. c., 7, nº 90 y
102.
[21] AMC. Fondo Inquisición,
Signatura CLII-1. Folio 181 y 205.
[22] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 736. Escribano Cristóbal de San Clemente.
15/febrero/1524. Folio 42-43 y 210.
[23] AMC. Fondo Inquisición,
Signatura CLII-1. Folio 153.
[24] F. MORALES PADRÓN, o. c., 7, nº 90; 8, nº 372.
[25] AMC. Fondo Inquisición. Signatura: CLII-1. Folio 61ss.
Declaración de Beatriz de Toledo sobre su Genealogía (A esta declaración
nos remitimos como fuente cuando, al hablar de los parientes de Beatriz de
Toledo, indicamos de algún dato numérico que toma como referencia el año de
1521); Folio 153. Declaración de Beatriz de Alemán, mujer de Pedro Ortiz,
escribano de Canaria, hermana de García de Gibraleón; folio 181. Declaración de
Martín de Alemán, hermano de García de Gibraleón. F. MORALES PADRÓN, o. c., 7, nº 55. 182; 8, nº 372, 416,
418, 433, 435 y 436.
[26] Para la
estancia en el señorio de Agüimes y negocios en este lugar de Martín Alemán y
sus hijos cf. R. SÁNCHEZ VALERÓN y F. E. MARTÍN SANTIAGO, o. c., 59-62; 88; 107; 118; 245-248.
[27] Bartolomé de Tubilleja y Juan de
Ávila piden acta de notoriedad al gobernador de ser propietarios de
heredamientos entregados por el obispo, cuyo único documento era el firmado por
éste, por miedo a que se los arrebatara (Cf. M. RONQUILLO RUBIO y E. AZNAR
VALLEJO, o. c., 130-131).
[28] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2316. Escribano Alonso de San Clemente.
23/septiembre/1523. Folio 240vto.
[29] AMC.
Colección Bute. Vol IV. 1s. folios 24-26.
[30]
APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 60.
[31] Además
del expediente de Félix Espino Peraza de Ayala que contiene un certificado de
esta declaración se conserva el original en AMC. Fondo Inquisición. CLII-1,
folio 257s.
[32]
AMC, Colección Bute, IV y V.
[33]
L. C. GARCÍA-CORREA GÓMEZ y R. M. RODRÍGUEZ DE CASTRO, o. c., 173-174; J. A. CEBRIÁN LATASA, o. c., 95, 195-197 y
279.
[34]
AHPLP. Sección Escribanos. Legajo 733. Escribano Diego de San Clemente.
1/febrero/1516. Folio 38 vto.-39.
[35]
APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 56, 58 y 64.
[36]
AHPLP. Sección Escribanos. Legajo 740. Escribano Cristóbal de San Clemente.
Julio/1528. Folio 11.
[37] AMC.
Colección Bute. Volumen I, 1º, s/f, 115r.
[38]
María Mayor, quien también añade de apellido el de Martín, una vez viuda de
Juan Vélez de Valdivieso casaría con Gonzalo de Jaraquemada, conquistador,
quien estaba a su vez viudo de María de Cabrera, sobrevivirá a sus dos maridos
y aparece como viuda administrando el patrimonio familiar conjunto con sus
respectivos hijos en documentos fechados desde el año 1519 (AHPLP. Sección
Escribanos. Legajo 2572. Escribano Diego de León. 27/agosto/1519. Folio 87 vto;
y 1/septiembre/1519. Folio 91).
[39]
APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 64. 70, 77, 78vto y 86.
[40]
M. RONQUILLO y E. AZNAR VALLEJO, o. c., 267.
[41]
Para los documentos a que se refieren estas tres operaciones cf. AHPLP. Sección
Escribanos. Legajo 740. Escribano Cristóbal de San Clemente. 4/octubre/1542.
Folio 380vto; 6/julio/1531. Folio 137; 20/septiembre/1531. Folio 277.
[42]
Para los datos incorporados en este párrafo de las distintas visitas pastorales
cf. APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 53vto; 54vto-57; 60; y 64.
[43]
AHPLP. Sección Escribanos. Legajo 743. Escribano Hernando de Padilla.
22/septiembre/1531. Folio 305-306 vto.
[44] R.
SÁNCHEZ VALERÓN y F. E. MARTÍN SANTIAGO, Génesis y desarrollo de Ingenio
durante el siglo xvi (Ed.
Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Ingenio, Ingenio [Las Palmas], 2003), 207. AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 737. Escribano Cristóbal de San Clemente. 26/octubre/1525.
Folio 201vto-202vto.
[45] R.
SÁNCHEZ VALERÓN y F. E. MARTÍN SANTIAGO, o. c., 227.
[46] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 743. Escribano Hernando de Padilla. 22/septiembre/1531.
Folio 414s; 1532. Hoja suelta sin foliar; AHN. Sección Inquisición. Legajo
1439. Expediente 4. Carpeta 2. Folio 11vto-12.
[47] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 740. Escribano Cristóbal de San Clemente. 16/diciembre/1531.
Folio 297-299.
[48] Nacido
sobre 1530, pues el dieciséis de febrero de 1605 comparece como testigo en las
probanzas de Hernán Vázquez de Siverio y dice ser de unos setenta y cinco años
(Cf. AMC. Fondo Inquisición. Signatura CXXVII-7).
[49] Sobre Bartolomé
Cairasco de Figueroa hay unos datos biográficos muy amplios e interesantes,
donde se especifican sus amistades y relaciones sociales incluida la de fray
Basilio, en el completo artículo recogido en
A. CIONARESCU, “Cairasco de Figueroa, su vida, su familia, sus amigos”, Anuario de Estudios Atlánticos, 3, (Ed
Casa de Colón, Madrid-Las Palmas de Gran Canaria, 1957), 357ss.
[50] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 740. Escribano Cristóbal de San Clemente.
16/diciembre/1531.
[51]
APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 78vto-86.
[52] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 4/(..x.)/1546;
5/agosto/1546; y 18/junio/1547.
[53] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 2/marzo/1547.
[54]
AHPLP. Sección Escribanos. Legajo 743. Escribano Hernando de Padilla.
29/julio/1531. Folio 414-415.
[55] Cf. J.
A. CEBRIÁN LATASA, o.c., 181-182.
[56] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 4/agosto/1555; 12/agosto/1555.
[57] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2485. Escribano Francisco Díaz Peloz.
2/octubre/1575; 23/abril/1577.
[58] AHN. SECCIÓN INQUISICIÓN. Legajo
1439. Expediente 4. Carpeta 1. Cuaderno 2. Folio 5-7.
[59] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 4/agosto/1555;
12/agosto/1555.
[60]
APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 128.
[61] Para
todas las transacciones citadas cf. AHPLP. Sección Escribanos. Legajo 2485.
Escribano Francisco Díaz Peloz. 13/febrero/1570; 30/abril/1570;
3/septiembre/1573; 5/noviembre/1578; 25/noviembre/1578.
[62] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 4/agosto/1555;
12/agosto/1555.
[63]
APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 25.
[64]
APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 128.
[65] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 4/febrero/1555.
[66] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2485. Escribano Francisco Díaz Peloz. 30/abril/1570;
26/junio/1575; 4/julio/1575; 2/octubre/1575; 5/noviembre/1575; 23/marzo/1577; y
24/agosto/1578.
[67] L. C.
GARCÍA-CORREA GÓMEZ y R. M. RODRÍGUEZ DE CASTRO, o. c., 220-221.
[68]
AMC. Fondo Inquisición. XCIX-20.
[69]
AHDLP. Caja 26: Índice de protocolos. Carpeta: índices de escrituras de
protocolo. Folio 18 vto.
[70] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 4/agosto/1555;
12/agosto/1555.
[71] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2485. Escribano Francisco Díaz Peloz. 26/junio/1575;
4/julio/1575; y 7/julio/1575.
[72] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Roque Díaz. 12/agosto/1546; Diego
Ramírez. 2/marzo/1547; 18/junio/1547; Legajo 2485. Escribano Francisco Díaz
Peloz. 22/septiembre/1571; 23/abril/1572; 3/mayo/1574.
[73] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 13/febrero/1551;
Legajo 2485. Escribano Francisco Díaz Peloz. 21/enero/1570;. 21/noviembre/1573.
[74]
AHPLP. Sección Escribanos. Legajo 741. Escribano Cristóbal de San Clemente.
12/julio/1533. Folio 259.
[75] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 13/febrero/1551.
[76] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2485. Escribano Francisco Díaz Peloz. 21/enero/1570.
[77] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 16/febrero/1550.
[78] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2485. Escribano Francisco Díaz Peloz.
18/diciembre/1573.
[79] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Hernando Estévez. ..x../ ..x..
/1572.
[80] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Hernando Estévez. 8/diciembre/1562;
y 9/diciembre/1562.
[81] Para
los documentos respectivamente cf. AHPLP. Sección Escribanos. Legajo 2485.
Escribano Francisco Díaz Peloz. 29/abril/1579; 21/enero/1570.
[82]AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 2484. Escribano Diego Ramírez. 2/marzo/1547;
4/agosto/1555; Escribano Hernando Estévez. ..x../..x../1562.
[83] Todos
estos datos biográficos e incluso los referentes a sus dos hijas se recogen en
la declaración que tuvo que hacer por ante el Santo Oficio de la Inquisición
(Cf. AMC. Fondo Inquisición. CLII-1. Fº 272ss).
[84] AHPLP.
Sección Escribanos. Legajo 739. Escribano Cristóbal de San Clemente.
9/marzo/1528. Folio 83.
[85] F. FERNÁNDEZ DE BETHENCOURT,
Nobiliario de Canarias I (Ed. J. Régulo, San Cristóbal de la Laguna, 1952),
576ss.
[86] AHPLP. Sección Escribanos.
Legajo 852. Escribano García Ortiz. 17/agosto/1565. Folio 262.
[87] APTLb
2. Nº 419.
[88] AHPLP. Sección Escribanos. Legajo
738. Escribano Cristóbal de San Clemente. 4/febrero/1527.
[89]Para
el año 1556 cf. APAG. Libro 1 de Fábrica. Folio 113 vto. y 147 vto. Para los
datos de 1557 y 1559 cf. Folio 114 y 151.
[90] AHPLP.
Sección Escribanos. Escribano Francisco Díaz Peloz. Legajo 2485. 21/enero/1570.
[91]
Según su propia declaración como testigo para las pruebas de limpieza de sangre
de Juan Rico para ingresar en el Santo Oficio de la Inquisición como familiar
hechas en 1586, pues para entonces dice tener unos sesenta y siete años de edad
(AHN. Sección Inquisición. Legajo 1470. Expediente 1. Folio 93).
[92] AHPLP.
Sección Escribanos. Escribano Francisco Díaz Peloz. Legajo 2485.
18/septiembre/1573.
[93]
AHDLP. Caja 26. Índice de protocolos. Carpeta: Noticias e índice de testamentos
(1547-Siglo xviii). Folio 75. Letra
M. S/n.