miércoles, 11 de diciembre de 2013

DESDE LA LEJANÍA. UNA AVENTURA DEL DESCUBRIMIENTO DE SU LINAJE POR UN DESCENDIENTE CANARIO DE LA DIÁSPORA

CHARLES PECKHAM ROSARIO
Empecé a preguntarme por mis orígenes a principio de los 90 pero por ese entonces Internet estaba en su infancia y la genética apenas había comenzado su proyecto del genoma humano así que no pude obtener mucha información ni de mi madre ni de mi padre.
Antes de comenzar debo hablarles un poco de mi propia historia. Soy el producto de una mezcla entre el mundo anglosajón (más bien anglo-franco-normando) con el mundo caribeño. Como bien sabrán, el Caribe fue el destino de una gran cantidad de canarios exiliados, más Cuba que Puerto Rico, pero el hecho es que la gran mayoría (por lo menos el 65%) del campesinado blanco en la isla de Puerto Rico es de origen canario, y el canario, al contrario que el peninsular, se quedó y echó raíces en la isla. Tanto es así que el habla, el fenotipo, la comida e incluso la música vienen importados en muchos de sus aspectos directamente desde las Islas Canarias. Conocemos del gofio, de la sexta y de la décima, del cuatro, y de muchas otras cosas. Nuestro hablar es prácticamente idéntico al canario, así que tenemos una profunda ligazón con lo canario.
El problema con mi familia fue que anduvimos por tantos siglos en Puerto Rico (estimo que por lo menos desde el principio del siglo XVIII en los tiempos del tributo de sangre), que nos olvidamos de dónde vinimos. Aunque si ustedes conocieran a mi familia, sabrían enseguida que somos de origen canario. Desde los tiempos remotos de la colonización, mis ascendientes se fueron para los montes a cosechar y se alejaron de la mezcla con extraños. Dependían unos de otros para su supervivencia. Todos participaban en la matanza del lechón y en la limpieza de las tripas para hacer las morcillas. Todos en la comunidad ayudaban a montar una casa, ya fuese de madera y zinc o de cemento. Mis abuelos y tíos bisabuelos eran expertos en la construcción de casas hechas con cemento. Tal es así que las fabricaron en los riscos y en una zona llena de huracanes y de terremotos y sin embargo las casas allí siguen en pie después de varias décadas de embates ¡Y mis ancestros no tienen ninguna educación en la masonería! Son naturales haciendo casas o arreglando casas y carros sin haber sido formados en esos menesteres.
Uno en la comunidad daba arroz a otro que tenía gallinas y viceversa. Y así sobrevivieron todos estos siglos en los montes de la isla. Los montes remotos no se abrieron al mundo hasta mediados del siglo XX con el advenimiento del estado libre asociado de Puerto Rico. Mis abuelos nacieron en los años 30, que eran tiempos de extrema pobreza y de sueños de una vida mejor. Y si el canario no logra vivir con lo poco que tiene en su tierra, va y busca mejores mares. Así hicieron mi abuelo y mi abuela allá por 1949. Arribaron a EE.UU. durante la edad de oro de la industria de ese país. En ese entonces podías tener un buen trabajo con un buen salario apenas sin saber ni leer inglés y apenas con un cuarto grado de educación como lo tenía mi abuelo Santiago.
De Santiago y mi abuela Carmen nació mi mamá, Yolanda, en los EEUU, en un barrio de clase trabajadora. Mi mamá vivió la época hippy durante la cual no se asumían responsabilidades y se quería vivir al día. Así lo hizo con mi papá anglo, Mike, y de ese encuentro fortuito nací yo.
Pero mis padres eran apenas adolescentes y no podían con la responsabilidad de un hijo, así que mi abuelo Santiago me adoptó porque fui el hijo que él nunca tuvo. Mi abuelo se retiró en 1979 y fuimos a vivir a Puerto Rico para cuidar de sus padres, porque es que los canarios ¡siempre cuidan de los suyos! Ahí conocí a mi bisabuelo Eduardo que tenía por entonces 100 años: un canario fuerte de ojos azules. Ya para esa época estaba encamado y ciego, ¡pero tenía la memoria aguda! Ese hombre recordaba a cada hijo, nieto y bisnieto porque el mundo del canario parece ser el de su familia. Esas cosas no pasaban por mi mente porque era yo chico por entonces pero ahora en mi madurez reconozco las cosas.
También conocí a mi bisabuelo Daniel y mi bisabuela Lola. Lola mataba sus gallinas y hacía caldo con ellas en su fogón. ¡Qué rico era ese arroz y ese caldo de pollo! ¡Nunca he vuelto a comer algo tan bueno! Daniel cosechaba tabaco y café (cosa que hicieron los canarios en Puerto Rico desde el 1750). ¡Ese olor tan rico del café y el tabaco-puro jamás se me olvida! Daniel y Lola también llegaron a los 90 y pico de edad. ¡Así que en eso también se parecen a los canarios!
A principios de los 90, estaba yo por Alemania y luego en EE.UU. cumpliendo mi tiempo en el ejército. Fue entonces que empecé a preguntarme por mis orígenes recogiendo una historia de mi abuela que me serviría de mucho, 20 años después, para revelar algunas claves de mi ascendencia materna. Cada cuento, cada mito, tiene su corolario en la realidad. Es lo que siempre he pensado y me iba a quedar confirmado décadas después. Mi abuela me dijo que le contó su mamá Lola que su ascendiente por línea materna fue una princesa aborigen que fue violada por un español. Ella trataba de escapar hacia los montes pero los españoles la atraparon con sus perros. Al cabo de unos meses nació una niña producto de aquella violación. La princesa tuvo esa hija y la amamantó hasta cumplir los cuatro años. En ese momento la princesa decidió darse la vuelta, quedando boca abajo, y rehusó comer y beber hasta que murió de inanición. Al principio todos creímos que esa princesa era una aborigen taína de la isla y me quedé con esa creencia errónea hasta el año 2007.
Durante el invierno del 2007 me hice una prueba de ADN mitocondrial para ver los orígenes de mi linaje materno. Para mi sorpresa, mi haplotipo (L3) era africano y no indígena taíno como había supuesto la familia. Desde ese entonces me puse a investigar si mi ascendiente materno era una esclava o una indígena canaria. ¿Cómo lo averiguaría? No me quedó más remedio que hacer una investigación genealógica a ver si encontraba algo.
Muy agradecido quedé porque las mujeres de mi familia eran longevas y logré llegar hasta el 1790 y no encontré muestras de que mi linaje maternal procediera de mulata o esclava. Encontré sin embargo en el acta de defunción de mi tatarabuela que era clasificada como mestiza. ¿Pero cómo era posible, me preguntaba si ella no era indígena taína? ¿Fue a partir de ese documento que se atribuyó erróneamente a mi linaje materno el origen boricua (nombre que se daba a los indígenas taínos de la isla de Puerto Rico)? ¡Entonces fui consciente de que al canario aborigen se le mal clasificaba constantemente como mestizo precisamente por el fenotipo afro-asiático que tiene!
Pero encontré otro intrigante clave en mi búsqueda genealógica. A mis ancestros maternales en el siglo XIX se le tildaba de Doña en los registros eclesiásticos (véase el portal de familytreemaker). Averigüé años más tarde y fortuitamente que durante el antiguo régimen el título de Don o Doña en letras mayúsculas se podía conceder por dos razones: o bien el portador del título era rico o bien era de linaje noble. Mis ancestros en el siglo XIX no eran ricos, así que tuvo que deberse a que eran de linaje noble. ¿Pero de qué linaje?, me preguntaba.
Y luego tuve un momento de eureka. Encontré en un portal de Internet una persona anónima que era descendiente de Doña Josefa Estévez de Tenerife nacida para el 1730:

Esta persona concuerda con todas mis mutaciones mitocondriales a ese nivel. Eso significa que teníamos un ancestro en común en los pasados 1300 años. Lo curioso de todo esto es que Doña Josefa Estévez era una noble descendiente de los Díaz de Adeje de la isla de Tenerife. Los guanches estuvieron en las Islas Canarias durante los pasados 2000 años, así que era casi seguro que mi linaje noble era de origen guanche.
Pero entonces, ¿quién era esta misteriosa princesa guanche que se suicidó dejando una hija? Tuve otro momento “Eureka” cuando encontré en la red un trabajo sobre los Díaz de Adeje titulado: “El Rey Don Diego de Adeje y su Familia” escrito por Leopoldo de La Rosa. En este trabajo conjeturan que Isabel Díaz posiblemente fuera la hija de la princesa que desapareció después de ser violada por un español llamado Diego de Valdés. El Rey Don Diego dio las quejas a la corte española y Valdés fue condenado al exilio en Berbería pero el daño quedó hecho. La princesa había quedado deshonrada por una violación.
Los documentos históricos no cuentan lo que pasó con la princesa. No se precisa en los mismos la relación precisa de Isabel Díaz con el Mencey Pelinor, pero el cuento que nos contara Mamá Lola llena, a mi parecer, las lagunas históricas que pueden haberse ocultado por su índole escandalosa. Sería razonable pensar que la princesa guanche se inmoló demandando el mismo honor que un varón noble porque los guanches, como los egipcios, honraban la igualdad de sexos, ¡cosa que no se logró legalmente en EE.UU. hasta la década de los 50 del siglo XX! La forma de suicidio de esta princesa no concordaba con el método de suicidio del taíno que era el de guindarse de un palo en honor a la deidad del suicidio.
Esto explicaría también la fiereza de amazona de mi linaje maternal. Estas mujeres de mi familia no son para nada humildes. ¡Tienen un sentido de honor y gallardía que no es propio de una simple campesina! Tristemente, mi Mamá Lola contó que esta violación, producto del encuentro violento entre dos mundos, iba a determinar una maldición familiar. La maldición era que una mujer en cada generación tenía que nacer fuera del pacto matrimonial. Así pasó con mi bisabuela y así pasó conmigo. Espero que mis descubrimientos de alguna manera puedan calmar esta maldición centenaria a la que se han visto sometidas las mujeres de mi familia, que siempre han tenido que soportar con ahínco y fiereza amazónica los embates violentos del varón (¡descendientes del violador español!) a través de los siglos.
Hasta estos momentos, este es la rama maternal que he podido reconstruir después de una media década de esmerado trabajo con la cooperación de genealogistas de Puerto Rico y de información obtenida de fuentes canarias:

                                                                                  ATBITOCAZPE
17º abuelo
DIEGO DE ADEJE (1450 – 1505)
hijo de Atbitocazpe
Hijo de Diego de Adeje
Hijo de Juan (primo) (Delgado) González Benza
Hijo de Cristóbal González Delgado
Hijo de  Pedro Díaz
Hijo de Pedro Díaz Gasapo
Hija de Esteban Yáñez
Hijo de  María Estévez Yáñez
Hijo de Nicolás Pérez
Hija de Sebastián Delgado
Hija de Josefa Estévez
Hija de Bárbara Maldonado
Hija de María Vicenta de Rivera Maldonado
Hija de María Juana de León de Rivera
Hija de Encarnación Flores y León
Hija de María Fonseca y Flores de Mulero

El esposo de Bárbara Maldonado fue Don Juan de los Santos. Parece que tanto Don Juan como Doña Bárbara nacieron en Toa Alta a mediados del siglo XVIII. Toa Alta fue fundada por canarios. Seguramente ahí fue donde empezaron a cultivar el tabaco y particularmente el café que fue introducido a mediados del siglo XVIII en Puerto Rico. Los papás de Don Juan fueron Pedro de Rivera y Juana Rodríguez, ambos nacidos para el 1730. Pedro pudo haber sido de Lanzarote y Juana Rodríguez de Tenerife. Pero esa información está guardada en los anaqueles de los genealogistas en Puerto Rico y no he podido tener acceso a esos datos, desafortunadamente.
Mi prima, bisnieta de Eduardo y Lola
Tampoco digo que Doña Josefa Estévez sea la mamá directa de Bárbara Maldonado. No tengo constancia de eso. Lo que sí sé es que son del mismo linaje guanche. Simplemente no tengo los medios para obtener más información de la que tengo hasta estos momentos. Mi sueño un día es que una hija de Adeje, descendiente de Isabel Díaz o Josefa Estévez se haga una prueba mitocondrial para así completar el reencuentro. Quisiera un día también encontrarme en Tenerife sintiendo el pulso de mis ancestros como lo hice en Alemania cuando fui soldado hace 20 años (averigüé recientemente que mis ancestros paternales llegaron a Alemania del norte hace unos cinco mil años procedentes del Mar de Azov en Rusia). ¡Hasta ese entonces me conformo con contar mi cuento al mundo para honrar a mis ancestros!
Adjunto unas fotos para demostrar el fenotipo guanche que tienen mi familia por las dos ramas. Otro aspecto interesante de mi familia que no les he comentado es que se casaban primos segundos, así que todos los nietos y bisnietos aquí mostrados tienen madre y padre de las dos ramas de mi familia (bisabuelo Eduardo por un lado y bisabuela Lola por el otro). Como pueden comprobar, tenemos una gran cantidad de caracteres recesivos como los ojos claros y pelo claro (ver foto a la derecha)
El autor, bisnieto de Eduardo y Lola, en los años 90, comparación con un arquetipo guanche
Nieto de Eduardo y Lola con un dibujo de guanche
El autor, en el centro, con un canario actual y un guanche del siglo XVI
Mi prima Lucy (izquierda) y mujer bereber
Mi abuela Carmen con fenotipo guanche
Mi tío bisabuelo Alberto y un canario en la actualidad
Mi bisabuela comparación fenotipica con momia guanche
Canaria actual y mi mamá adolescente
Princesa canari en un documental y mi abuela




Este es un estudio genético que realicé con el genoma de 30 canarios puros y canarios descendientes de cubanos, portorriqueños y uruguayos entre otros. Utilicé un programa estadístico espacial creado en la universidad de California (polishgenes) y con un modelo creado gracias el El Polako del proyecto Eurogenes (Da su permiso con tal que se le cite en los créditos). De las 30 muestras analizadas, mi abuela es la que más cerca está de las Islas Canarias. Esto constata que mi abuela es descendiente de aborígenes canarios. Cada punto azul representa un genoma analizado espacialmente. Las identidades de cada muestra de genoma se mantienen anónimos por respeto a la privacidad de cada persona. 

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