La genealogía es un mundo
apasionante. La investigación de nuestras raíces familiares nos
lleva de la mano a un mundo de sorpresas. Cuando creíamos que eramos
oriundos de un pueblo la genealogía nos hace viajar por las islas y
a veces por el continente europeo llegando a la vieja Flandes o al
continente vecino de Africa. Así cada día que nos enfrentamos a los
antiguos legajos descubrimos como la magia envuelve nuestra historia.
Pero también encontramos frustraciones, legajos desaparecidos,
interrupciones que nos impiden continuar como por ejemplo la
aparición de un morisco o un indígena cuyo nombre original ha sido
borrado de la faz de la tierra. En este artículo queremos nombrar
solo algunas de las anécdotas con las que podemos encontrarnos día
a día en nuestro viaje por la genealogía.
La
ordenación de los apellidos entre los siglos XV y XIX nada tienen
que ver a lo que hoy conocemos. Los hijos siempre o casi siempre
llevaban apellidos familiares pero no necesariamente el primero del
padre o de la madre. A veces, el nombre propio de un hijo se le
imponía en recuerdo de un bisabuelo o abuela y con él, el apellido
que aquellos llevaban. Así, es normal encontrarnos varios hermanos
con apellidos distintos. Tal es el caso del matrimonio compuesto por
Melchor Hernández y Leonor De La Peña, casados sobre 1540 y cuyos
hijos se llamaron Bartolomé Cazorla, Alonso Casado, Lucía
Hernández, Catalina Hidalgo y María de Arteaga. Para lo que a un
genealogista novato suele ser frustrante no lo es así para otro
experimentado pues un caso como éste suele dar pistas sobre los
antepasados de dicho matrimonio.
María
de Riberol, vecina de Fuerteventura y viuda del morisco Juan Martin
Civerio, de oficio hiladora y tejedora y descendientes de padres y
abuelos moros bautizados a los 50 años de edad, fue acusada en 1587
ante el Tribunal de La Inquisición por haber casado a sus hijas con
cristianos viejos y por cantar y rezar en “lengua de los moros”.
Guía
(Gran Canaria). Las hermanas Antonia y Bernarda Suárez Quintana,
hijas de D. Antonio Suárez Quintana y Dña. Mariana Riverol,
sufrieron abusos carnales por parte de Fray Mateo González, siendo
llevado el caso ante el Tribunal de La Inquisición.
En Gran Canaria, el Alférez Esteban Hernández Hidalgo casa en 1644 con Isabel de Quintana. En la partida de matrimonio aparece el alférez como hijo de Francisco Hernández Hidalgo, zapatero y Violante Pérez, casados en 1601, y nieto de Isabel Hidalgo y Francisco Hernández. En realidad era hijo de mulata y eclesiástico.
El
Carrizal, en Ingenio ( Gran Canaria) recibe su nombre a la flor a la
que llamaban “Carrizo” la cual es la flor del cañaveral. El
origen del topónimo está documentado en la división de
Ingenio-Agüimes el 30 de abril de 1869 , sobre el patronato de
Lucrecia Espino Peloz, cuando se incluye su Hacienda
de regadíos y frutales denominado El Carrizo,
de siete fanegas y siete celemines. Lucrecia era descendiente del
Genovés Onorato Peloz y de Catalina Castellano Baeza y Villanueva,
de las más notables familias de conquistadores y posteriores
pobladores.
Catalina
Zambrana, esposa de Francisco Trejo, fue asesinada por su marido en
Agüimes en el siglo XVI, en un arrebato de celos de éste por haber
cometido adulterio su mujer.
Angela
Hernández Doramas, casada con Juan Romero, era hija de María
Doramas y Juan Gómez de Frenegal y nieta de María Hernández
Canaria y Juan Doramas, hijo del señor de Doramas. A su vez María
Hernández era hija de Bencomo, Rey de Taoro. Ella se llamaba antes
de ser bautizada, Collarrampa.
Francisco
Romero fue conquistador de Tenerife y obtuvo tierras en los Realejos
Altos. Un día su esposa, Juana Ruiz de Murcia se
escapó de casa y se refugió en el hospital de Daute hasta que su
marido le diera seguridades y fianzas de que no la mataría, por
escrituras ante Miguel Jerónimo el 19 de octubre de 1528.
El
libro primero de Matrimonio de Teror comienza el 24 de agosto de
1605. Sin embargo un libro de fábrica demuestra que el registro de
los matrimonios se realizaron desde mucho antes. Los primeros libros
fueron escondidos cuando el pirata holandés Van Der Doez atacó la
isla en 1599. Nunca más se supo dónde estaban depositados los documentos. Además, en las partidas existentes hasta el 11 de junio de 1609, los
contrayentes carecen de padres.
En
el Libro I de Bautismo de la Iglesia de Guía (Gran Canaria)
encontramos en la década de los setenta del siglo XVI, algunas
partidas escritas mitad en castellano y mitad en portugués. Al
parecer, cuando el párroco de la Iglesia se ausentaba, las partidas
las firmaba el cura de Moya, el portugués Gaspar Magayanes el cual
debía armarse un lío con su lengua mater y el castellano.
Partida en castellano y portugués |
En
el mismo libro anterior, en el asiento 224 y a 9 de septiembre de
1572, encontramos la partida de bautismo de “Agustina, hija de
Albarianes,
carpintero, y de María Básquez, su mujer......”. El nombre de
Albarianes es portugués y se traduciría por Albar ianes, o lo que
es lo mismo, Alvaro Yánez.
Juan
de Troya, canónigo de la Catedral de Santa Ana, fue también cura de
Teror en 1514. Al parecer tuvo varios hijos con la indígena
bautizada como Antonia Ramírez. Su condición de cura no le impedía
hacer ostentación de “tener una familia”, llevando incluso a sus
hijas al altar como padre y después casarlas. Por ello fue procesado
por la Inquisición en 1524. A Antonia Ramírez la pasearían subida
a un asno por las calles siendo finalmente encarcelada. Hoy en día,
los Arencibia proceden de esta peculiar pareja.
No
es raro encontrar a la misma persona bautizada en dos lugares
distintos. Es el caso de Juan hijo de Juan Vizcaíno y María Pérez,
vecinos de Agüimes, el cual fue cristianizado en la Iglesia de San
Juan de Telde a mitad del siglo XVII y vuelto a bautizar en la
Iglesia de San Sebastián de Agüimes unos años después.
Nos hallamos casos en los que se registran bautizos careciendo de
todas las condiciones dispuestas por los mandatos episcopales. Así,
en 1799 se registra en la Iglesia de San Sebastián de Agüimes a
José Antonio nacido
en el mar viniendo su madre de Fuerteventura y no se pudo averiguar la
forma de bautismo........ aunque
sus padres, José Antonio del Castillo y María Isidra Saavedra,
residentes en El Carrizal, daban por buena su sacramentación.
La
imposibilidad de casarse al no existir el consentimiento de los
progenitores por carecer los novios del mismo rango social impedía
que apareciera el nombre del padre en el registro de bautismo de los
hijos tenidos en dicha relación. Así por ejemplo, en la familia
Estupiñán Cabeza de Vaca, la cual ostentaba un alto rango social, nos encontramos a Doña Ana, Doña Angela, Doña Catalina, Doña Sebastiana, Doña Juana y Doña Lorenza, las cuales tuvieron varios
hijos que debieron registrar el baustismo con padres desconocidos, a
pesar de que la sociedad conocía el nombre de los mismos. De igual forma, nos encontramos el caso de Doña Juana Peloz la cual se enamoró de un hombre pobre
por lo que no pudo casarse con él por el impedimento de los padres
de ella. Entre 1710 y 1716 bautiza a sus tres hijos sin aparecer el
nombre del padre.
Menos
frecuente es encontrarnos casos como el de Isabel De La Cruz en el
siglo XVIII, de padre conocido y madre desconocida. Este apasionante
relato lo podemos leer en el artículo de Eugenio Egea Molina, en este blog.
A
fines del siglo XV el canónigo de la catedral de Las Palmas de Gran
Canaria, Fernández Alvares, investiga casos de herejía judaica,
reuniendo pruebas contra muchos judíos conversos entre los que cabe
citar a Pedro Dorador, Rodrigo Evora, Juan de Crespo y esposa,
Gonzalo de Burgos y otros. Remitiendo la información a la Suprema de
Sevilla. Diego de Muros, el obispo en Gran Canaria, actuando como
Inquisidor Episcopal, promulga el 28 de abril de 1499 un Edicto
contra la herejía judaica. Se constata así un gran número judíos
en la isla y la existencia de una sinagoga secreta.
Ya en 1485, antes de que se produjera la conquista de Tenerife, existía una familia judía española en la isla.Se trata de la familia Beltrán, Diego Beltrán y su esposa Beatriz González. Con la Inquisición, su hija Leonor Beltrán fue condenada a llevar sambenito**.
**El sambenito era una prenda utilizada por los penitentes católicos para mostrar en público arrepentimiento de los pecados humillando a los condenados por sus delitos religiosos. El sambenito de la Inquisición era un escapulario en forma de poncho. En la actualidad utilizamos la expresión "colgar o llevar un sambenito" para referirnos a cargar con una culpa inmerecida.