GUSTAVO A.
TRUJILLO YÁNEZ
Universidad del Atlántico Medio
Ponencia presentada en el X Encuentro de Genealogía Gran Canaria homenaje a Carlos Gaviño de Franchy, organizado por Genealogías Canarias y Real Sociedad Económica de Amigos del País, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria del 14 al 16 de noviembre de 2023.
Comienzo mi intervención agradeciendo a la organización, y de manera particular a las figuras (me van a permitir que les tutee) de Cristina López-Trejo Díaz y de Eugenio Egea Molina, la invitación para participar en este X Encuentro de Genealogía Gran Canaria. Debo decir que, en su momento, tuve la oportunidad de participar en el I Encuentro celebrado en el año 2014, con una ponencia dedicada a la difusión del apelativo «del Pino» en la parroquia de Teror, por lo que me considero un “viejo” conocido de esta iniciativa cultural.
Ilustración: Carla Fernández "Talamaletina" |
Aprovecho la ocasión para felicitar a los promotores de este encuentro por la celebración de su edición número diez (si aplicásemos la terminología propia de los aniversarios de bodas, diríamos que estamos celebrando las bodas de aluminio). Los que hemos organizado o formado parte de iniciativas similares a esta, sabemos de la dificultad de mantener en el tiempo, en este caso con una cita anual, todo un programa de conferencias con participantes y profesionales de las más diversas procedencias. No obstante, cuando se cuenta con el entusiasmo y la pasión de Cristina y Eugenio, o Eugenio y Cristina (mote heráldico: tanto monta) siempre todo resulta más fácil. Hago extensible mi felicitación a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, y de manera concreta tanto a su anterior director D. Tomás Van de Walle Sotomayor como al actual D. José Joaquín Díaz de Aguilar Cantero, por acoger, durante todos estos años la celebración de este encuentro.
Si me lo permiten, también quisiera
sumarme a los actos celebrados en memoria de Carlos Gaviño de Franchy. A Carlos
tuve oportunidad de conocerlo en el año 2007, con motivo de la exposición
dedicada a la iconografía de la Virgen del Pino celebrada en Teror, comisariada
por la profesora María de los Reyes Hernández Socorro, con la que se iniciaron
los actos conmemorativos del cuarto centenario de la primera Bajada de la
Patrona de la Diócesis de Canarias a la capital de la isla. En aquel entonces,
Carlos Gaviño no tuvo reparos en prestar algunas de sus obras para ser expuestas
de manera temporal. Desde entonces, siempre mantuvimos una relación de mutua cordialidad.
Aún conservo los correos electrónicos en los que me solicitaba la búsqueda y la
transcripción de alguna partida sacramental. De la misma manera, cuando lo
necesité siempre estuvo atento y solícito a ayudarme en lo que fuese necesario.
Por todas estas razones guardaré siempre un recuerdo entrañable de su persona.
Getty Images. BBC-News/mundo |
Antes de entrar en materia, me gustaría comenzar con una advertencia (al modo de las advertencias literarias o escritos, situados al comienzo de una obra o un libro, con las que se advierte de alguna cuestión de interés al lector o al público). En mi caso, la advertencia (o el descargo de conciencia, como se diría en los antiguos protocolos notariales) es la siguiente: el fenómeno de la brujería y la hechicería en Canarias no es mi principal línea de investigación, o lo que es lo mismo, no soy un experto en la materia (no se trata de un acto de falsa modestia). Mi relación con este capítulo de la historia de Canarias tiene que ver más con la divulgación y la enseñanza de la Historia, que un trabajo concienzudo y de conocimiento profundo de este fenómeno.
Antes que yo, historiadores de la talla de Agustín Millares Torres Historia de la Inquisición en las Islas Canarias (1874), Francisco Fajardo Spínola Hechicería y brujería en Canarias en la Edad Moderna (1991) o María Seruyá Moreno Florido Mujer y transgresión moral ante el Santo Oficio de Canarias (1598-1621) (2000) —también Lothar Siemens Hernández, Domingo García Barbuzano, Manuela Ronquillo Rubio, Manuel Lobo Cabrera, Luis Alberto Anaya Hernández o Miguel Rodríguez-Díaz de Quintana, entre otros— han hablado y escrito con mucho mayor rigor y tino que yo, no solo sobre la propia institución inquisitorial, sino también sobre la protagonista del segundo volumen de la colección Historias de Brujas (2022), escrito por el que suscribe y la profesora de la ULPGC, Saray Cruz Ventura. Me refiero a la figura de María García, una mujer natural de Teror, que en 1608 fue condenada por la Inquisición Canaria, acusada de practicar la hechicería y de pactar con el Demonio.
Ilustración de Carla Fernández "Talamaletina" |
Historias de brujas se trata de una colección, o lo que pretende ser una
colección, dedicada a las brujas y hechiceras que durante los siglos XVI al XIX
fueron perseguidas y condenadas por el Tribunal de la Inquisición de Canarias. Está
escrita en un lenguaje sencillo y al alcance de todos los públicos, pues se
trata de una obra de divulgación histórica. Como hemos dicho, hasta el momento
han sido dos los libros publicados: Jerónima, la niña bruja (1805) y
Cuentos de brujas en la tradición oral de Tejeda (2021) y María García,
la hechicera de Terore (1608) y Lo que callan los cuentos de brujas de
tradición oral (2022).
A lo largo de los siguientes minutos hablaremos
de manera sucinta sobre la biografía y las circunstancias de María García,
condenada, como hemos dicho, por practicar la hechicería. También de su
relación de parentesco con Beatriz Hernández, otra mujer natural de Teror, sobre
la que la Inquisición también puso sus ojos en 1642. Ante esta situación de dos
mujeres vinculadas por lazos de sangre y por haber sido objeto de escrutinio
por este tribunal eclesiástico, cabría hacerse las siguientes preguntas: ¿Se
trata de un caso singular?, ¿Existen casos similares a este en el que dos
mujeres perseguidas por la Inquisición han resultado también ser familiares?, ¿Beatriz
Hernández aprendió el oficio de hechicera de manos de su tía María García? La
verdad es que no tenemos respuesta.
Ilustración de Carla Fernández "Talamaletina" |
En la primera audiencia que se tuvo con
ella, dijo ser vecina y natural de Teror, donde vendía algunas menudencias de
comer para sustentarse, y ser de edad de más de 40 años (lo que sitúa el año de
su nacimiento en torno a la década de 1560). Asimismo, declaró su genealogía y
dijo que todos sus padres y abuelos habían sido cristianos viejos, y que tanto
ellos como la rea no habían sido castigados ni presos por el Santo Oficio. Era
cristiana, bautizada y confesada en la iglesia de Nuestra Señora del Pino,
según le decía su madre. Oía misa todos los domingos y fiestas de guardar, y
confesaba y comulgaba en los tiempos que lo manda la Santa Madre Iglesia. Se crio
en casa de su madre, hasta la edad de 9 años, en que se casó con Juan Estévez,
quien la llevó a su casa y vivió con él hasta cumplir los 18 años. En ese
tiempo, según ella, su marido la acusó falsamente de adulterio, razón por la
cual fue encarcelada durante dos largos años en la cárcel pública de la ciudad
de Las Palmas. Tras salir libre, su marido no quiso hacer vida maridable con
ella, por lo que se fue a casa de su madre hasta que esta murió, teniendo por
entonces 20 años. Después, como ya se dijo, se dedicó a vender algunas cosas de
comer y a amasar. Declara que de esta manera se había mantenido en Teror, y que
había tratado con la gente honrada, y que no sabía ni presumía la causa por la
que había sido presa.
Quizá fue esta ausencia de marido lo que le llevó a convertirse en la manceba o amante del vecino de la localidad Amaro García, una relación que daría como fruto el nacimiento de un hijo ilegítimo, toda vez que el querido acabó por abandonarla para casarse con la terorense María Gutiérrez. Asimismo, no sería descabellado pensar que fue su condición de mujer abandonada y con pocos recursos, lo que la llevaría al ejercicio de todo tipo de ritos y prácticas hechiceras, como medio para ganarse la vida. Tales rituales y sortilegios le fueron ampliamente demandados por las mismas personas que ―ironías del destino― acabaron denunciándola ante el Santo Oficio. Y es que la condición de «cristiano viejo» no impedía acudir ―llegado el caso― a las artes de una hechicera, una vez agotadas otras vías más ortodoxas. En definitiva, María García encarna a la perfección el prototipo del personaje literario de la Celestina o mujer de «mal vivir».
Ilustración de Carla Fernández "Talamaletina" |
Tanto el genealogísta Miguel Rodríguez Díaz de Quintana en el "Árbol genealógico de los Albardillos de Teror y su descendencia" (2000), en el Centro de Estudios Genealógicos de Canarias Marqués de Acialcázar, como Faneque Hernández y Juan Ramón García en su libro El retorno del hidalgo y otras pesquisas genealógicas (2022) han aportado noticias sobre la biografía de María García, que nos permiten conocer al personaje con mucha mayor precisión. Estos autores, nos desvelan, entre otras cosas, la condición mulata de la propia María y de sus hermanos Francisco y Domingo. Los tres eran hijos del matrimonio formado por Luis García, apodado como «Prieto», y Beatriz Álvarez, vecinos del lugar de Terore. Precisamente, el vocablo prieto se empleaba para referirse a aquellas personas cuyo color de piel era similar al negro. Esta referencia al color de la piel de la familia de María procede de una información de limpieza de sangre, fechada en 1655, a favor de Agustín Rodríguez Ramos, vecino de la isla de Cuba, que aspiraba a convertirse en familiar del Santo Oficio.
El mismo documento se refiere a la
familia de María con el mote de los «Albardilla», y a la propia María como la
«Estaquilla». Los mismos autores coinciden en calcular el nacimiento de nuestra
protagonista en torno a la década de 1560, y su enlace con Juan Estévez a los 9
años. También nos ofrecen el nombre del primer amante de María, Pedro Melero,
así como de la mujer que hizo las veces de alcahueta, Luisa González. Unos y
otros fueron castigados por la Real Audiencia de Canarias durante los años 1575
y 1576, fecha en la que María García ya habría cumplido los 18 años. Finalmente,
nos desvelan el nombre de su hijo, concebido de manera ilegítima con Amaro
García —Bastián— nacido en torno a 1596, así como la posibilidad de su más que
seguro regreso a la isla de Gran Canaria, tras los sucesos ocurridos en 1608,
como tendremos ocasión de comprobar.
Hacemos una pausa en este punto para reflexionar sobre una cuestión, ya conocida por los historiadores y los genealogistas, como es la de la importancia de los documentos generados por la Inquisición (tanto los procesos como las informaciones de limpieza de sangre) como fuentes indispensables para la Genealogía y la Historia Familiar. De manera sucinta, esta cuestión ya ha sido tratada por Eugenio Egea Molina y Javier Gil Pérez en su trabajo «Fuentes para el estudio de la genealogía en la Provincia de Las Palmas» (2012), publicado en el blog Genealogías Canarias[2].
Ilustración de Carla Fernández "Talamaletina" |
Ilustración de Carla Fernández "Talamaletina" |
Ciertamente, todas las sospechas y
acusaciones recayeron en la persona de María García. Sin embargo, tales
imputaciones parecían carecer de toda consistencia pues estaban fundamentadas,
más en la «mala fama» de la sospechosa, que en pruebas o evidencias objetivas.
Lo cierto es que todas las acusaciones vertidas contra ella tuvieron como consecuencia la siguiente sentencia que reproducimos de manera literal:
Ilustración de Carla Fernández "Talamaletina" |
En ese mismo auto de fe, celebrado el
13 de noviembre de 1608, fueron castigados tres herejes flamencos, llamados
Hans Hansen, Jaques Marsen y Conrado Jacobo, a los que se quemó en forma de
estatua o efigie, colocadas para la ocasión sobre un cadalso en la propia
catedral. También recibió su castigo el joven maestro de capilla Gabriel Gómez,
al que se le colocó una coroza de bígamo.
Ilustración de Carla Fernández "Talamaletina" |
Desconocemos qué fue de la vida de
María García tras el destierro al que fue sometida. Los investigadores Faneque
Hernández y Juan Ramón García plantean la posibilidad de que regresara a Gran
Canaria, donde vivió hasta cumplir al menos los setenta años. Dicha afirmación
se basa en una anotación realizada en 1630, en la que una tal María García,
vecina de Teror y mujer de Juan Estévez, vende a su sobrino Francisco García
unas tierras en el Solapón de Valleseco, que, previamente le habían dado en
dote sus hermanos Domingo y Francisco García. Sin duda, se trata del mismo
personaje.
Los mismos autores también han podido averiguar el destino de su esposo, Juan Estévez, quien acabó sus días en el lugar de Tirajana, donde otorgó testamento el 3 de marzo de 1607. En él dejó ordenado que su cuerpo fuese enterrado en la iglesia parroquial de San Bartolomé de Tunte.
Ilustración de Carla Fernández "Talamaletina" |
Años después de la muerte de María García, en 1642, Teror recibió la visita de fe del señor inquisidor D. Francisco Messía Frías Salazar. Durante los días 6 al 8 de agosto se recogieron varias testificaciones por parte del vecindario, en las que salió a relucir la mala conducta de una mujer llamada Beatriz Hernández, mujer del capitán Juan de Quintana, quien aseguraba que el grano de helecho cogido en la mañana de San Juan traía la felicidad y la buena suerte a quien lo llevase consigo. Precisamente, Beatriz Hernández resultó ser la sobrina de nuestra protagonista, como afirmaron dos de las testigos que declararon en su contra, Isabel de Ojeda y María de Quintana. También se menciona al propio Juan de Quintana en calidad de tío de Beatriz ¿Fue Beatriz Hernández, al igual que su tía, una hechicera?, o aún sin serlo ¿Aprendió de esta el remedio de los granos de helecho? Sea como fuere, parece que, al menos en este caso, las cuestiones relacionadas con la brujería y la hechicería fueron cosa de familia. Sin duda, el recuerdo de María García seguía vivo entre los terorenses muchos años después de su muerte.
[1] Contra María García, vecina de Teror (Gran Canaria), por hechicería y brujería. Código de referencia: ES 35001 AMC/INQ/CB-0044.002.
[2] Añadimos el enlace: http://geneacanaria.blogspot.com/2012/08/fuentes-para-el-estudio-de-la_29.html
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