jueves, 12 de diciembre de 2024

¿DÓNDE ESTÁ JUAN MONAGAS?

 ZOE ARMENTEROS MEJUTO

Ponencia presentada en el XI ENCUENTRO DE GENEALOGÍA GRAN CANARIA, organizado por la Real Sociedad de Amigos del País de Gran Canaria y Genealogías Canarias, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria en noviembre de 2024.

Juan Monagas Toledo
Había preparado muchos inicios para esta presentación sobre mi bisabuelo Juan Monagas[1], pero al final, he preferido cambiar todos los comienzos posibles y empezar con el mar de fondo. Este mar que baña las costas canarias y el mar de Cuba, porque es el mar el que acomuna a nuestras islas y es el mar el que nos ha llevado y nos ha traído de vuelta, como salvación, como vía de escape, pero también de muerte y de olvidos: de eso sabemos tanto, nosotros los inmigrantes, los cubanos, los canarios y el resto. 

Mi bisabuelo Juan Monagas fue uno de los miles de canarios que emigraron a Cuba a principios del siglo XX que se convirtieron en mano de obra del sector agrícola en la parte central de una isla, tan parecida a  la suya, pero que en aquellos años vivía un floreciente crecimiento económico. Sin embargo, a pesar de que él se instaló allí durante años y fundó una familia, yo crecí ignorando su existencia:  nadie habló nada de nuestra línea canaria: mi abuela Amalia, hija de este hombre, que atravesó el océano, apenas habló de él.

Él empezó esta historia que yo he tratado de seguir a través del tiempo: desde Tafira (Gran Canaria) hasta la isla de Cuba. Mi bisabuelo nació el 16 de julio de 1886 en San Francisco de Paula[2] y fue bautizado[3] en la Iglesia de la Inmaculada Concepción con el nombre de Juan María del Carmen[4], pero cuando empecé a buscarlo tampoco sabía eso. En realidad, no sabía nada. Los documentos que encontré en Cuba, lo refieren como nacido en “Islas Canarias”.


El jovenzuelo Juan Monagas se asentó en Mayajigua[5], antigua provincia de Santa Clara, actualmente Santi Espíritus y fundó una familia, su familia cubana, de la que su nieta, Zulema Lucia, mi madre, es testigo desde esta sala.  Ambas queríamos rehacer esta historia genealógica con tanto mar de por medio, encontrar un hilo conductor desde unas cartas que guardaba mi abuela, casi borrosas y manchadas por el mar de unas inundaciones en La Habana –otra vez el mar- que llevaban a Tafira, que era la palabra que encabezaba las cartas, estas que llegaron a mis manos, conservadas por mi abuela y después por mi madre.

Él vivió poco más de una década en Cuba, trabajó, se casó, tuvo dos hijas, pero, a decir verdad, hay momentos de su emigración cubana de los que solo nos queda especular para entender o al menos para tratar de entender la vida de un hombre que se estableció en un pueblo, donde las tierras se dedicaban al tabaco y la caña de azúcar y cultivos de todo tipo, que se daban en esa zona tan fértil rodeada de lagos y ríos.


Foto antigua de Mayajigua
Mi bisabuelo, hijo de Antonio Monagas Caraballo, un labrador, originario de Telde (Gran Canaria) y Amalia Toledo Díaz, esta última perteneciente a una familia afincada desde el siglo XIX en Pico Viento y Tafira (Gran Canaria), tenía otros planes.  Según los datos nos constan que era el mediano de tres hermanos Cristóbal, nacido en 1883, declarado prófugo el 30 de mayo de 1904. Miguel, nacido en 1893 fue declarado prófugo el 14 de abril de 1914.

Todos repitieron una historia bastante habitual entre los varones que llegaban a la edad militar. Escapaban del llamado de las armas con mucha probabilidad a Cuba.  Es posible que mi bisabuelo siguiera los pasos de su hermano mayor y este lo ayudara en su desembarco en Cuba, algo que quizá se repitió con el más pequeño. Del regreso a Canarias de los dos hermanos de Juan Monagas no hay noticias documentales y es posible que fallecieran allá lejos en tierras cubanas.

La economía familiar, reflejo del panorama canario, no iba bien para los Monagas Toledo, las plagas de langosta, la amenaza de las guerras en África[7], llevaron a mi bisabuelo a huir con 21 años de Tafira a la tierra prometida, que era entonces la isla de Cuba. Se largó para no hacer la mili[8] y de paso hacerse rico.  Un bando publicado en 1907 declaraba prófugo a Juan Monagas, en busca y captura al no presentarse al servicio militar obligatorio; quizá en ese momento ya estaba escondido o quizá ya había embarcado rumbo a Cuba. No sabemos con precisión.

Estos detalles no lo recogen los documentos y son parte de la historia que ha quedado dispersa en las esquinas del tiempo. Cuando empecé a buscar a mi bisabuelo canario ni siquiera sabía cuál era su segundo apellido. Ahora ya sé que era Toledo. Mi madre no recordaba que mi abuela lo hubiera mencionado. Era muy pequeña y los mayores entonces también eran más reservados con sus penas y dolores. Aquí he preguntado a los descendientes de Juan Monagas y tampoco recuerdan que les hubieran contado qué hizo en Cuba, cómo le fue, por qué volvió.

Lo que sí sabemos es que Juan Monagas y sus decisiones son las responsables de que mi madre y yo estemos aquí en Las Palmas de Gran Canaria en un viaje de ida y vuelta: la de mi bisabuelo y es la historia que voy a contarles y también la vuelta nuestra, en este empeño, que llevo adelante desde hace dos años, por rehacer mi árbol genealógico.

Me centro en ese joven que llegó a La Habana en 1907 y como todos los recién llegados pobres antes de tocar sus calles empedradas y ya iluminadas con lámparas de gas, tuvo que pasar la cuarentena y los controles médicos habituales en Triscornia o Tiscornia. Este campamento, que fue construido en 1900 durante la intervención militar de Estados Unidos para controlar a los que llegaban en tercera clase, sin dinero, ni contrato de trabajo. La mayoría, españoles.

Triscornia[9] era una especie de “Ellis Island, un campamento, imitación del de Nueva York, que se conformaba en varios módulos construidos en Casablanca, un pueblo al otro lado de la Bahía de la Habana; allí esperaban los emigrantes hasta que algún familiar o amigos los garantizaba (es decir, garantizaban que tenían un trabajo que darle), también foco de escándalos de corrupción, explotación y hasta prostitución que reflejó durante años la prensa de la época.

Por Triscornia habían pasado 111. 556 inmigrantes, entre octubre de 1900 y agosto de 1907. Uno de estos, más allá de los números y poniéndole cara fue Juan Monagas.  Pensamos que algún amigo o familiar logró sacarlo de allí, quizá fue su hermano Cristóbal, aunque también era habitual que empresas intermediarias recurrieran a estos campamentos a por mano de obra barata para la construcción de ferrocarriles, centrales azucareros, la pavimentación y alcantarillado de las grandes ciudades cubanas, que crecían de forma vertiginosa por aquellos años.

Un importante periódico cubano de la época: El Diario de la Marina publicaba, en febrero de 1908, que era tanta la demanda de ‘braceros’, que ese año no había inmigrantes arribados por el Puerto de La Habana haciendo cuarentena en Triscornia. Este centro siguió funcionando hasta 1959 que se clausuró definitivamente.

Esta misma fuente publicó la distribución por provincias de los emigrantes españoles en Cuba, entre agosto de 1907 y enero de 1908: La Habana concentraba a 12. 444; Santa Clara a 985; Camagüey, 996; Matanzas, 817; Santiago de Cuba, 816 y Pinar del Río, 450. 

Allí a la provincia de Santa Clara, más tarde Las Villas, llegó mi bisabuelo, a Mayajigua, como tantos otros emigrantes canarios[10] siguió rumbo adonde había trabajo, adonde conocía a alguien, para apoyarse en su nueva vida.

Siguió su periplo a lo que era considerado entonces territorio canario: esa zona central de Cuba, donde los isleños tuvieron una fuerte presencia, desde el siglo XVII, cuando  fundaron la provincia de Matanzas y poco a poco se fueron extendiendo por Sancti espíritus, Santa Clara, donde fueron decisivos en el desarrollo del sector agrícola fundamentalmente el tabaco y la caña de azúcar, un negocio este último, que permitió el surgimiento de la sacarocracia, como se le llamó a los que hicieron fortunas con el comercio azucarero.  Ya les digo, él no fue uno de estos. La emigración canaria fue en un ‘in crescendo’ paulatino desde mediados del siglo XIX: en censos de 1846-1862 la presencia canaria en Cuba representaba el 42% de toda la inmigración española.  Pasaron de 19.759 canarios en Cuba a 1862 cuando ya eran 45.814.  

Toda esta parte de la historia de búsqueda de datos y pistas llegó a obsesionarme y durante horas he buscado el nombre de mi bisabuelo de forma aleatoria y –a veces desordenada-  en los archivos históricos de emigrantes canarios que embarcaron por esos años, donde aparecen miles y miles de personas, ordenadas en casillas, que dicen que era vecino de, estado civil, edad, o la casilla identificada como ‘otras características’, en la que incluían al parecer desde el oficio de los viajeros hasta las razones para viajar.  Estas razones, anotadas en aquellas larguísimas planillas que me hablaban de vidas, me dio mucho qué pensar.

He encontrado entre ellas las de tantos canarios desconocidos, pero quizá también fueran las razones de mi bisabuelo: “asuntos propios”, “variar de domicilio”, “reclamo hermano”, “mejorar fortuna”, llamada hijos, “negocios propios”, carpintero. No he encontrado a ningún Juan Monagas por esta vía, pero supongo que si huía de las autoridades en 1907 no habría viajado con su nombre real.  Me pregunto qué nombre habrá usado mi bisabuelo para embarcar y qué razones puso en esta casilla.  ¿Fugado de la mili, unirme a hermano, reclamo primo o “diligencias propias”?  Sigo preguntándomelo.  Quiero imaginar que al ser preguntado respondió claramente ‘mejorar fortuna’, que era lo que más le pegaba a aquel joven moreno, de baja estatura y ojos penetrantes, pero también a casi todos los que emigramos.

En Mayajigua, seis años después de su llegada, mi bisabuelo canario se casó con la cubana Matilde Torres Hernández, mi bisabuela, según consta en la inscripción que hizo un diligente cura de la parroquia de ese pueblo y que desde allí transmitió por carta al párroco de Tafira, que lo anotó en los libros que conserva el Archivo histórico diocesano de la Diócesis de Canarias. Así aparece como una nota marginal, su boda en Cuba el 1 de septiembre de 1913, cuando tenía 27 años.

De este matrimonio tuvieron dos hijas: Amalia, la mayor, mi abuela y madre de la señora que me ha traído al mundo y otra niña, que se llamaba Matilde. Una tenía el nombre de la abuela canaria y la otra, el de la cubana. No sabemos exactamente cuánto duró ese matrimonio, pero probablemente no llegó a 10 años. Era muy fácil morir en esos tiempos: había tifus, viruela, fiebre amarilla, tuberculosis y mi bisabuela murió en Yaguajay[11], donde la familia se había trasladado y dónde mi madre escuchó decir a la suya que su padre tenía una parcela de tierra. Juan Monagas enviudó y se quedó a cargo de sus dos pequeñas: mi abuela Amalia que no llegaba a los 10 años y Matilde, que apenas había cumplido los siete.

Amalia Monagas Torres

La expedición cubana de mi bisabuelo canario terminó así, tras enviudar, dejó a las niñas al cuidado de unas tías, una aquí y la otra allá. No sabemos qué motivos tuvo para salir de Cuba y dejar a sus hijas. Quizá la situación económica no era tan boyante como en años anteriores y ya se sentían los primeros síntomas de una crisis que culminó en 1929 con la Gran Depresión[12].

Mi abuela y su hermana crecieron huérfanas de padre y madre, separadas y ya de adultas apenas mantuvieron relación. Mi abuela Amalia emigró poco después de llegar a la mayoría de edad, a La Habana, mientras que la pequeña se quedó en Yaguajay viviendo en la casa familiar.

Juan Monagas regresó a Tafira[13], alrededor de 1928, al lugar de donde había partido y nunca más regresó a Cuba, ni volvió a ver a sus hijas, aunque mantuvo una fluida correspondencia con la mayor, con mi abuela Amalia: algunas de esas cartas y un par de fotos me ayudaron a seguir su rastro hasta estas tierras.



Mi abuela Amalia creció en Yaguajay, otro pueblo muy próximo a Mayajigua, a pesar de todo siguió escribiéndose con su padre y al menos un par de cartas están escritas por Carmela, su nueva esposa, su prima, una joven guapa con la que se casó en 1929 y con la que creó otra familia. Ella tenía 19 años y mi bisabuelo, 43.  Con ella tuvo tres hijos: Carmen, Juan y Francisco. La niña falleció de pequeña y los dos varones, aparecen mencionados en las misivas.

Gracias a estas cartas fechadas entre 1933 y 1937, supimos de mi bisabuelo, tras su regreso a Tafira en los que cuenta de la pobreza, las pequeñas alegrías y la resignación.  Canarias en plena Guerra Civil no ofrecía un panorama alentador para una familia. 


LA ÚLTIMA CARTA DE JUAN MONAGAS

La carta con la última fecha más cercana a la muerte de mi bisabuelo es del 26 de mayo de 1937[14] y hablaba de su regreso a Cuba.  En esa misiva le contaba a su hija Amalia, mi abuela, que había un barco que zarpaba de Lisboa rumbo a Cuba y contabilizaba los gastos correspondientes para el billete, un dinero que mi abuela le iba a mandar.  Le pide exactamente que le gire “la cantidad de 30 pesos para ir arreglando papeles y comprando alguna ropa”.

En esta última carta, que mi abuela Amalia conservó, Juan Monagas soñaba con el reencuentro: también pedía a su hija que averiguara con esa compañía italiana porque había un barco que salía el 7 de julio de 1937 en el que podía viajar si el precio era aceptable.  Le daba instrucciones para hacerle llegar el dinero a través de un canario, llamado Don Eugenio Galbán[15], que vivía en Centro Habana, a este le depositaba el dinero en dólares y su hermano, aquí en Las Palmas Don Fernando Galbán se lo abonaba “en pesetas y al precio que corre”.  Así escribió mi bisabuelo con su letra afilada.

Al parecer la enfermedad truncó ese viaje planeado por carta y mi bisabuelo no volvió a Cuba ni en ese mes de julio ni nunca más. Mi abuela Amalia no se reencontró con su padre.  Mi madre escuchó de trasmano, cuando mi abuela contaba a alguna de sus primas, que este viaje estaba planificado hasta el último detalle y que el reencuentro con su padre era ya inminente y solo estaba a la espera de que la llamara para que le confirmara la fecha de llegada a La Habana. Cuando recibió esa llamada la única noticia que le dieron era que su padre había muerto.

El teléfono sonó el sábado 16 de diciembre de 1939.  Juan Monagas fue velado en la casa familiar de Tafira Alta y enterrado a las tres de la tarde del día siguiente en el cementerio de esta localidad. Así lo confirma la esquela que publicó un periódico canario.


Con el fallecimiento de mi bisabuelo las relaciones entre los Monagas de ambos lados del Atlántico se interrumpieron: no hubo más contactos.  Los hijos de allá y de aquí ni siquiera tenían muy clara su mutua existencia.  El tiempo había hecho su intento por borrar sus huellas y casi lo consigue. Han pasado 83 años y ha sido aquí en la Sociedad Económica Amigos del País, de Gran Canaria, donde por fin los Monagas de ambas islas nos hemos abrazado, para saldar ese reencuentro que quedó pendiente entre mi abuela cubana con su padre canario. Ese no pudo ser, pero el nuestro nadie lo puede impedir.


FOTOS CHEQUES/CARTAS

He leído y releído tantas veces esas cartas, como si cada palabra encerrara un enigma por descifrar. Busqué dónde quedaba Tafira, ese lugar que aparecía en el timbre del sobre de papel, medio deshecho, que había sobrevivido al olvido y al silencio, de esas imágenes, de la letra cariñosa de Carmela, al “tu padre que te abraza” descubrí que había un hilo que llevaba desde Canarias a Cuba y de Cuba a Canarias.

De ese hilo empecé a tirar y el resultado es esta aventura genealógica que llevó tiempo, paciencia y muchos altibajos emocionales.  Primero escribí una decena de correos electrónicos que nadie respondió, hice llamadas sin resultados y ya cansada decidí hacer mi propia travesía a mis orígenes. Compré un billete aéreo que nos aterrizó a mi madre y a mí en un lugar húmedo en lo alto de Tafira, adonde ya la gente está harta de unos que vienen a preguntar a ver si le dan el pasaporte español.  Nosotros ya lo teníamos y nuestro impulso no era un documento ni ningún otro objetivo material. ¡Solo queríamos saber!

Una tarde de octubre de 2021 en la que no podíamos salir de aquel hotel rural en Tafira, mientras miraba cómo caía la lluvia no paraba de preguntarme dónde estás Juan Monagas.  Encontré una web de genealogía y escribí un último mensaje pidiendo ayuda: se me habían acabado los hilos y aquel pueblo estaba silencioso. Ya cuando estaba a punto de darme por vencida la genealogista, Cristina López-Trejo Díaz junto a Eugenio Egea Molina me pusieron tras la pista real de mi bisabuelo facilitándome la esquela de su muerte publicada en un diario isleño[16] en 1939.  De ahí llegué hasta su casa en la carretera de Tafira, kilómetro 8. No entré, porque ya me parecía demasiado irrumpir desde el pasado en las vidas de los descendientes de Juan Monagas.

Gracias mis genealogistas lazarillos, al padre Manuel Merchant, canónigo de la Catedral de Santa Ana, que me dejó mirar en los libros de Bautismos de la Parroquia de Tafira Alta y descubrir que mi bisabuelo existió y no fue una invención mía, gracias a la generosidad de Laura Monagas[17], por abrir su corazón canario a su familia cubana.

Agradezco profundamente a todas estas personas que me ayudaron a llegar hasta mi bisabuelo, que fue allá y volvió aquí; mientras mi abuela seguía allá, mi madre y yo, allá, en Cuba, y años después, ahora aquí. Parece un juego de palabras, pero es realmente el azar de la existencia, de las migraciones y de la vida el que nos junta y nos separa. Esta vez, sin embargo, nos ha juntado.

Yo empecé preguntándome ‘Dónde estás, Juan Monagas’ y al final he encontrado a cuatro Juanes, todos descendientes de esa familia canaria que él fundó aquí, en Gran Canaria.  Encontré a mi bisabuelo, a su hijo, Juanito, al hijo de este, también Juan y otro, el cuarto Juan de la familia, hijo de José Antonio, bisnieto de aquel joven que se fue a Cuba en 1907, protagonista de esta búsqueda familiar. 


EPÍLOGO

No sabía que podía ser tan emocionante esta búsqueda; los que buscamos y muchos de los que están leyendo este texto saben de lo que hablo, sobre todo del placer de ir encontrando pistas y de que nunca sea suficiente, de que siempre surjan más preguntas sin respuestas, probablemente.

Yo, mientras tanto, pienso volver el próximo año a Cuba a levantar más papeles por Mayajiguay, a buscar los otros porqués de mi bisabuelo, que siguen rondando por mi cabeza, pero también el rastro perdido de los otros Monagas. ¿Por qué dejó a sus hijas y volvió a Canarias? ¿Dónde estuvo los años que faltan desde 1920 en que dejó a mi abuela y a su hermana y volvió a Tafira? ¿Quiénes son los descendientes cubanos de mi bisabuelo que aún viven en esa región central de Cuba?

En realidad, creo que todos deberíamos buscar algún pariente perdido, algún abuelo, bisabuelo, tatarabuelo. Yo lo recomiendo especialmente, porque buscando a alguien, lo encontremos o no, siempre terminamos por encontrar algo de nosotros mismos.


[1] El apellido Monagas surge en el pago Monagas del actual municipio de Valleseco (hasta 1842 Valleseco pertenecía a la jurisdicción de Teror, hasta en que dicho año consiguió tener ayuntamiento propio). El apellido familiar en realidad era Hernández. Para diferenciarse de otros Hernández que convivían en la misma época en Teror, se les empezó a llamar Monagas, por su lugar de origen. Domingo Hernández Monagas, nacido en Teror en 1608 vendió a su hermano Diego, siete fanegadas de tierras que tenía en el pago de Monagas y marchó a Telde con su mujer Isabel de la Cruz con la que había casado en septiembre de 1629. El matrimonio tuvo, al menos, seis hijos. Una vez viudo, Domingo vuelve a casar con Isabel de Soto, viuda de Gaspar Rodríguez, el 27 de diciembre de 1659.

 [2] Nació a las dos de la madrugada.

[3] Parroquia de la Inmaculada Concepción de Tafira. Libro 5 Bautismos, folio 13 vto., asiento nº 377. Fue madrina del bautizo, su tía materna María Toledo Díaz.

[4] Nació el día de la onomástica de Ntra. Sra. Del Carmen. Su abuela materna se llamaba Carmen.

[5] Mayajigua está ubicada al norte de la región central de Cuba.

 [7] Tras la pérdida de las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipina en 1898, se produce el impulso de expansión de España en África. Más de dos mil quinientos canarios fueron enviados a la Guerra del RIF (1909-1927) y muchos no regresaron.

[8] Boletín Oficial de la provincia de Canarias, nº 76. Miércoles, 26 junio 1907. D. Ambrosio Hurtado de Mendoza, alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas publica el dictamen del Sr. Regidor Síndico, una vez evaluados los expedientes de 379 mozos, en sesión de 24 abril de 1907, declararlos prófugos y sujetos a las consiguientes responsabilidades

[9] El registro de entrada producido por el Negociado de Inmigración de la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo, tiene una fechas extremas de la documentación que van de 1909 a 1935. Lo componen 13 tomos encuadernados, ordenados cronológicamente, correspondientes al control que se efectuó en el centro de recepción de inmigrantes creado en 1900 en Triscornia, en el lado este del Puerto de La Habana

[10] La mayoría de los emigrantes canarios eran varones jóvenes que trabajarían en las plantaciones de azúcar, tabaco. Muchos querían evadir el servicio militar, trabajar duramente y reunir una cantidad de dinero que les permitiera regresar y comprar un terrenito. La mayoría de ellos, en la primera década del siglo XX, viajan a Cuba con el pasaje pagado en tercera clase, dinero que se les descontará del jornal.0

[11] A catorce kilómetros de Mayajigua.

[12] La economía cubana se desplomó como consecuencia de la Gran Depresión.  La producción azucarera se redujo en un sesenta por ciento y el precio del azúcar un ochenta por ciento debido a la sobreproducción mundial del azúcar. La dependencia de Cuba en la exportación de azúcar la hizo vulnerable a la crisis mundial. Los trabajadores fueron despedidos masivamente. Las fábricas cerraron sus puertas, el desempleo se incrementó y el nivel de vida de los cubanos bajó considerablemente. Como respuesta a esta crisis, el partido comunista ganaría cada día más influencia. Muchos canarios intentaron regresar a su tierra.

[13] Ante el caos reinante en Cuba, el consulado español comenzó a repatriar, desde 1921, a los inmigrantes españoles con una bonificación en los billetes para facilitar el regreso pero llegó un momento en que el precio de los pasajes de tercera clase se incrementó demasiado y las navieras consiguieron hacer su agosto a costa de los que necesitaban volver pero carecían de medios. Hubo una protesta masiva ante el Consulado, por parte de los que querían regresar a Canarias, demandando ayuda para poder embarcar. Varias empresas navieras de otros países mediaron en el conflicto para poder ofertar pasajes a bajo costo. Hacia el mes de julio ya se habían repatriado a unos 35.000 emigrantes.

[14] En 1937 se daba por concluida la época de “guerra social y política prácticamente incesante”. Sube a la presidencia Federico Laredo Bru. Durante su mandato se aprueba la Ley de Coordinación Azucarera, en 1937 para defender a los pequeños colonos. En septiembre de 1938 legalizó el primer partido comunista cubano. Federico Laredo también pasará a la historia por ser el presidente que negó la entrada a Cuba a los pasajeros del San Luis, un crucero alemán con 937 pasajeros, incluidos más de 900 refugiados judíos, que en 1939 habían obtenido visa de entrada en Cuba y de los que más de doscientos cincuentas terminarían sus días en los campos de concentración nazis.

[15] A mitad del siglo XIX, el grancanario José Antonio Galbán Pagán, nacido en Santa María de Guía, marcha a Cuba donde crea una sociedad mercantil dedicada al comercio de todo tipo de mercancías. En 1872 regresa a Canarias haciéndose cargo del negocio su sobrino Luis Suárez Galbán el cual llegó a fundar el Banco Nacional de Cuba en 1901. En 1904 fue nombrado presidente de la Cámara de Comercio de Cuba. Eugenio Galbán fue socio de Luis Suárez Galbán en la empresa Galbán Lobo Company Import and Exporting Association.

[16] Falange: diario de la tarde. 17 diciembre 1939

[17] Nieta de Juan Monagas Toledo y Carmen Jiménez Toledo e hija de Juan Monagas Jiménez y Dolores González Castro. El encuentro entre Zoe y Laura se produjo en noviembre de  2023 durante el X Encuentro de Genealogía Gran Canaria. Ambas estaban sentadas en el salón de actos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria pero aún no se conocían.

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FUENTES

Archivos

-Archivo Histórico Diocesano de Canarias (AHDC)

Bibliografía

-AZCÁRATE LUXÁN, B., RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, J.J. (2017). Pasajeros de tercera clase. La odisea migratoria trasatlántica a través de las Memorias de viaje de los Inspectores de Emigración. Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social.

-GALVÁN TUDELA, J.A. (1997). Canarios en Cuba, una mirada desde la antropología. Edit. J. Alberto Galván Tudela.

-HERNÁNDEZ GARCÍA, J., HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Cuba: crisis económica y repatriación (1921 y 1931). Anuario de Estudios Atlánticos, 39 (1993), p. 593. Patronato de la Casa de Colón.

-PACHECO GONZÁLEZ, M.C., MARTÍN FÁDRAGAS, A. Fisionomía y dinámica del empresariado canario en Cuba. XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana (2008).

-SÁNCHEZ MOLINA, R. (2016). Identidades Canarias que cruzan Fronteras. Ponencia presentada en el III Encuentro de Genealogía Gran Canaria, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria, los días 15-17 noviembre de 2016, Publicado en Ponencias del III Encuentro de Genealogía Gran Canaria, nº 3 (2016). Depósito Legal: 368-2015. Visto el 12 de junio de 2024.                                                              

-SUÁREZ BOSA, M. Empresarios canarios en Latinoamérica. El caso de Cuba. Universidad de La Laguna. Anuario Americanista Europeo nº 4-5, 2006-2007, p. 317-344.

-SUÁREZ VIERA, F. El emigrante retornado a Canarias desde América, 1870- 1940. Tesis doctoral. Noviembre 2015. Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

-YANES MESA, J.A. La repatriación de los emigrados canarios tras el hundimiento del sector azucarero cubano,1920-1935. Anales de Historia Contemporánea, 25 (2009). Publicado en febrero de 2009.





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