domingo, 27 de octubre de 2024

LOS LERCARO: MERCADERES GENOVESES EN GRAN CANARIA

 JUAN M. RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ

Escudo de la República de Génova
Escudo de la República de Génova

Antecedentes históricos y geográficos

Una de las teorías más convincentes  de la ubicación de genoveses en Canarias y concretamente en Gran Canaria, que según datos históricos tuvieron sus primeros contactos con esta isla del archipiélago, se basa en la proposición  muy acertada que se encuentra suficiente contrastada en el trabajo del Dr. Gambín García, en circunstancias que por aquellas fechas entre siglos XV y XVI, supuso la expansión Otomana que dio un vuelco a las  expectativas comerciales en el tablero meridional europeo, y sobre todo en el Mediterráneo, su poderío militar entonces protegían el comercio en las rutas  de oriente que perjudicaba a las repúblicas y ducados italianos: pudo monopolizar el tráfico de los productos orientales demandados por los europeos e imponer las condiciones en que se realizarían. De esta nueva situación se verían forzados los ligures a desviar su comercio principal hacia el oeste y Atlántico Sur, estableciéndose principalmente en los puertos mas activos de Castilla y Portugal, sin minusvalorar sus acciones en los territorios de sus competidores septentrionales dominado entonces por ingleses y neerlandeses. Sin embargo, esta nueva situación favorecería a Venecia, competidora de Génova,  que por sus argucias diplomáticas y sesión de franquicias, conseguía seguir transitando por aquellos  canales que procuraron una activa exportación e importación de esos productos tan codiciados en Europa y que se habían convertidos de primera necesidad, hablamos de especies y otros géneros preferentes como la seda, por esta razón de manera genérica se identifico este trafico reciproco como la primera Ruta de la Seda. 

No cabe duda como apunta el profesor Gambín que esta nueva etapa abierta a los mercados meridionales, iniciado por los genoveses hacia el oeste, benefició considerablemente a castellanos y portugueses en cuanto supuso mejorar sus técnicas tanto de navegación como así comerciales y financieras. Con ellos llevaron sus técnicas y su conocimiento náutico, que introdujeron o perfeccionaron en los nuevos asentamientos para sus propios intereses, pero que también fueron bien aprovechados por sus anfitriones. No se puede decir que la expansión portuguesa y castellana del siglo XV por el Océano se deba exclusivamente a la presencia de genoveses en sus puertos, pero es indudable que éstos ejercieron un papel importante como motor económico de las exploraciones hacia el sur. El planteamiento era simple, se trataba de evitar los insufribles intermediarios del comercio de larga distancia, e intentar llegar a los lugares donde se producían los objetos deseados y adquirirlos in situ, ganando tiempo y evitando costes” (sic.) (Gambín García, M., 2004). Respecto a la relación Canarias y Génova fue muy intensa desde comienzos del siglo XV. El nombre de las Canarias era familiar a los oídos de los comerciantes genoveses, al menos desde la legendaria expedición a la India por el África, concebida por Tedisio Doria y llevada a efecto por los hermanos Ugolino y Vadino Vivaldi en 1291, que desapareció sin saberse de ellos y de las posteriores incursiones en su busca en unos meridianos del sur desconocidos–nuevos estudios señalan que no naufragaron sino que no volvieron dada la dificultad que conllevaba el viaje de regreso-, y las ya documentadas de Lancelloto Malocello en 1336, como verdadero descubridor de las Afortunadas (Licata, A. 2023) (Millares Torres, A. 1978), y la luso-genovesa de Emmanuele Pessagno en 1341, relatada por el piloto Nicoloso da Recco. Esta ruta pasa a ser considerada como lugar de paso de arriesgadas aventuras, a convertirse en poco menos de un siglo en objeto de Conquista, y posteriormente, poco después de sometidas, en plazas con un comercio regular y seguro (Rosa, de la, L. 1972). Completada la conquista de Gran Canaria y ya en los albores del siglo XVI se crean las condiciones necesarias para el desarrollo comercial de las islas con la implementación de las rutas adecuadas americanas y europeas, hay que considerar que se empezó con el cultivo extensivo de la caña de azúcar e ingenios azucareros, tenemos como pionero al mismísimo Alonso Fernández de Lugo en Agaete a fínales de la conquista en el año de 1494, que traspasa el negocio posteriormente a los hermanos genoveses  Antón Cerezo y Francisco Palomares (Rosa, de la, L. 1972; Gambín, M. 2004; Egea, E. 2012); la orchilla ya había alcanzado pleno auge en su explotación y comenzaba a declinar, este mercadeo amén de implicarse tempranamente los conquistadores y pobladores peninsulares despertó el interés de extranjeros, y desde muy pronto se documenta su presencia en el archipiélago, y entre los mismos destacan los genoveses como los primeros en importar y exportar los productos antes mencionados. Con el tiempo, muchos de ellos pasan a ser propietarios de terrenos de labor, y cambian el rol de simples mercaderes a productores y detentan de esta manera las distintas modalidades del negocio del azúcar el mas rentable entonces. Más tarde, cuando ya no es posible competir con la producción azucarera americana y la de la costa marroquí, se dedican a la exportación de los vinos canarios. Tampoco les son ajenas las actividades financieras, ya que la producción de azúcar y la importación-exportación de los productos isleños exige una gran inversión económica; por ello, los genoveses intervienen activamente en el negocio bancario, sobre todo como dadores y tomadores de letras de cambios” (sic.) (Arcos Pereira, T. y González Monllor, R.Mª. 1998). No fueron ajenos tampoco a las inversiones en las correrías desde Gran Canaria a la captura de esclavos en las costa de Guinea, Cabo Verde y Costa de Marfil, los genoveses intervinieron de manera decisiva en sufragar las expediciones de capturas o compras de esclavos en el África ecuatorial llevadas a cabo por los portugueses que controlaban estas costas cedidas por el acuerdo llegado después del litigio castellano-portugués sobre “el reparto del mundo”, como apuntan algunos autores, con la intervención del Vaticano y mediante el Tratado de Tordesillas,  por tanto establecieron un monopolio relativo a esta depredación, sentado plazas en las costas orientales del África negra como hemos apuntado; los genoveses y otros mercaderes, invertían dinero en estas razzias, que suponían un pingüe negocio que llegaba a triplicar sus inversiones. En cuanto a la trata de negros y su introducción en América, así como en Canarias, vemos que hacían falta permisos, unos permisos que se conseguían en la Casa de Contratación de Sevilla. Muchas veces, todo esto fue ignorado, pues los barcos salían de diversos lugares, no solo de Canarias, sino de Lisboa u otros puertos portugueses y castellanos. A partir de 1518, comienzan a expedirse licencias para la trata de negros en América (Cayero Toste, J. 2016).

 

Génova. Willen Blaeu

Negocios genoveses en el Reino de Castilla

El reino de Granada y la ciudad de Sevilla, salvando las distancias –nosotros destacaríamos Sevilla, integrada con anterioridad a la Corona de Castilla-, tanto una como otra pueden considerarse como el nuevo horizonte comercial genovés con proyección a las Canarias y consecuentemente americana, los mercaderes genoveses que residen en ambas ciudades, y otras comarcas andalusíes antes de 1492, se dedicaban tempranamente al comercio a ambos lados de la frontera. Las crónicas apuntan que el reino nazarí antes de ser sometido fue comercialmente colonizado por genoveses. Los trabajos de Geo Pistarino medievalista italiano y Adela Fábregas ponen esto de manifiesto (Fábregas García, A. 2006). Después de terminada la conquista de los reductos musulmanes, en los siglos XVI y XVII, los comerciantes genoveses pasan a ser, a partir de 1528, bajo los Austrias y su connivencia, en un motor económico que trasciende también en lo social. Gran parte del levante peninsular, estará bajo control comercial genovés, es más, si nos atenemos a las finanzas de la Monarquía y a los asientos genoveses, la afirmación de Cristóbal de Figueroa “las Indias destos son nuestra España” no parece tan descabellada.  Los enlaces entre genoveses y andaluzas-castellanas frecuentemente de familias de alcurnia permiten a los ligures aumentar sus contactos y redes sociales. Como otras tierras andaluzas colonizadas por cristianos tendrán asentamientos comerciales genoveses, al socaire de sus privilegiadas gestiones con la Corona y a su no menos habilidad en la financiación, contabilidad y dominio de las redes comerciales con una especie de consulados tejido entorno a sus compatriotas. Esto no quiere decir que “los reinos andaluces” no contaran con mercaderes castellanos o que redes de comerciantes burgaleses y toledanos y otros italianos (milaneses y florentinos, sobre todo) primero, flamencos y portugueses después, intentaran introducirse en el mercado granadino y de hecho lo harán como veremos; pero así como los castellanos -en su mayoría judeoconversos de origen toledano- monopolizaron el comercio de la seda, los genoveses coparon algunos sectores claves como el comercio de la lana o la importación de manufacturas, papel, pastel, etc. (Girón Pascual, R.Mª. 2012). Las grandes familias dedicadas al comercio indefectiblemente pasaron por Andalucía, como anteriormente se ha anotado el caso de Granada, pero quizás es Sevilla entonces centro soporte del tráfico de la ruta americana, además de albergar los organismos competentes del Reino como Casa de Contratación, las rutas con singladuras en Canarias, después de la conquista de las Islas, es la que tiene verdadera importancia como trampolín del negocio genovés en la nueva esfera de occidente. Y allí encontramos una familia de los albergos más destacados de estos comerciantes genoveses: los Riveroles y los Cibo de Sopranis. Con este perfil debieron de irrumpir seguramente en el espacio comercial andaluz los Lercari, próximos y vinculados a los anteriores y formalmente competidores, no sabemos en que escala en lo referente a actividad comercial o capital, pero dado que estos también fueron integrantes de las 28 principales familias de los diferentes albergos genoveses –Alberghi: especie de clanes familiares no necesariamente con vínculos de sangre  que defendían las mismas posiciones político-sociales comunales en la república ligur-, Lercari que se le clasifica como la Decimosexta, entre estas notables familias alcanzaban sin duda un estatus importante en estos establecimientos mercantiles (Rosa, de la, L. 1972).  Antes de seguir es notorio destacar que como República, Génova conservaba entre sus familias abolengos rancios, suponemos desde la época remota del ducado ligur, representada por la figura del Dogo – como el Dux veneciano en ligur, electo entre las familias mas importantes entre los distintos Alberghi- pero que en esencia consiguió estabilidad frente a las ansias de anexión francesas gracias a Andrea Doria que se alió con el emperador Carlos I de España y Emperador  del Sacro Imperio Romano Germánico para expulsar a los galos y restaurar la independencia de Génova, que supuso una continuidad con perspectivas renovadas: 1528 marcó el primer préstamo de los bancos genoveses al Emperador que garantizaba la soberanía genovesa y cuando quiso ser revocada con la anexión al Imperio, fue rechazada de plano por el pueblo genovés que exigió inmediatamente la devolución de los empréstitos que sirvieron para la expansión de este en Italia. Después de la reformas de Doria la república gozó de salud mercantil y autónoma hasta finales del siglo XVIII, decenios antes de la unificación italiana (Wikipedia, visita sept. 2024).

Este preámbulo nos concita, al menos a nosotros, el hecho que esta republica que incluso se denominaba “marítima”  fue un antecedente de los venideros imperios como el británico que cimentaron su creación en los múltiples establecimientos comerciales, pero que como salvaguarda incluían una potente Armada en  las distintas rutas y con propósitos anexionistas de territorios de ultramar,  cuestión que los genoveses no contemplaron como necesario para su República y sus intereses que desde luego no eran expansionistas, sino ejercían comercios generadores de riqueza y estabilidad social que fue un ejemplo en el concierto europeo.

No tenemos constancias de permanencia mercantil en Andalucía de los Lercaro que pasaron a Gran Canaria avaladas documentalmente, pero si de su estancia en la península en principio de uno  de sus miembros el Ldo. Ángel Lercaro que se Doctoró en leyes en la universidad de Salamanca, discutiremos mas adelante, la cuestión si desembarcó en Gran Canaria junto a su padre y su hermano con la licenciatura bajo el brazo, o de Canarias partió a la península para desarrollar sus estudios, nos da una pista, que puede arrojar alguna luz al respecto, la llegada (1550) y fallecimiento (1563) de Jerónimo II Lercaro, un periodo muy limitado de tiempo para amasar una fortuna por lo que suponemos que arribó con posibilidades que disfrutan posteriormente a lo largo de varias generaciones en la isla de Tenerife. Decididamente, al carecer de datos que avalen su ruta andaluza, creemos que no existió tal periplo y que, salvo alguna singladura de avituallamiento pensamos en Madeira arribaron desde Génova a Gran Canaria. Otrosí, de este albergo encontramos, como se anotó más arriba, hacia finales del siglo XVI, Lercaro en Sevilla y Granada, familiares seguramente de los desplazados a Gran Canaria, con dedicación a diversas actividades comerciales y bancarias que caracterizaron a los ligures (Girón Pascual, R. Mª. 2012).

 



Establecimiento e historia de Lercaro y otros genoveses en Gran Canaria

La genealogía Lercaro esta muy bien descrita en los distintos tratados clásicos que se consultan y se citan con abundante bibliografía y por magníficos genealogistas, desde Fernández Bethencourt, al que acudiremos sistemáticamente en la redacción de este trabajo, hasta otros más recientes referentes a su estancias y actividades comerciales que se han ido investigando en diversas publicaciones y revistas de historia de fechas cercanas. Nosotros hemos decidido abordar ciertos aspectos de su recorrido corto en Gran Canaria, junto a una breve genealogía o decencias en esta localidad, y poner de relieve algunas consideraciones y lagunas que han surgido dentro de las investigaciones en curso. 

El primero que se estableció en Gran Canaria, y siempre se apunta procedente de Génova, otros especulan que podría haberse trasladado desde la península (Pellegrini, S. 2004), fue:

Jerónimo II Lercaro (2ª del nombre), desembarcó en Las Palmas de Gran Canaria a mediados de 1550, atraído por las posibilidades comerciales que ofrecía el archipiélago. Dejó hijos en Génova, aunque dos de los menores, varones, que seguían al mayor Juan Bautista, lo acompañaron en la travesía fuera cual fuera su discutida procedencia (Núñez Pestano, J. A.  y González Zalacaín, R.J. 2014): Francisco Lercaro y Ángel Lercaro, que se asentaron junto a su padre en Gran Canaria, restando Marcos, sin descendencia y que quedó en Génova al igual que su hermana, la menor de la familia, Felisa casada con Damián Spínola, perteneciente al albergo de su apellido, de la misma estirpe seguramente de los Spínola establecidos en Canarias, y que en la actualidad se encuentran en Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife. Jerónimo II aparece casado en primeras nupcias con Jeorgeta Sauli, también genovesa y madre de los hijos anteriormente mencionados, perteneciente también a “noble familia” del Albergo Sauli de gran arraigo y con personajes distinguidos en consulados y en la iglesia. En segundas nupcias casa esta vez con Isabel Calva, veneciana, cuya ilustre familia trae por armas escudo de 33 jaqueles, los 17 de plata y 16 de sable (Fernández de Bethencourt, 1878), desconocemos si hubo descendencia o fue matrimonio tardío y si este segundo desposorio se efectuó en Gran Canaria, no aparece registrada en libros sacramentales de la parroquia del Sagrario Catedral.  De Francisco, el mayor de los hermanos que acompaño a su padre a Gran Canaria, no conocemos bien sus derroteros, desde luego casó y tuvo como descendencia a Bernardo Lercaro según el Nobiliario y otras fuentes, también con posteridad, y sin detallarse nada sobre sus vástagos hacemos cábalas sobre el traslado de estos últimos a Tenerife y/o América (Egea, E. 2023) dado que en Canarias sigue la línea agnada su hermano Don Ángel. Jerónimo estuvo relacionado con el comercio de importación-exportación, con la  importación, trató con distintos géneros necesarios en la isla como “romanias” (artesanías) en principio, y también se dedicó a la explotación agraria de la caña de azúcar y elaboración hasta obtener el producto final para su exportación, parece que de entre todas estas actividades comenzó con el negocio de la orchilla en Gran Canaria: en 1559 en un litigio surgido a cuenta de las orchillas de realengo, Juan de Matamoros, residente en Gran Canaria, en nombre de Pedro de Segura, recaudador mayor de las orchillas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, declara que según los libros del almojarifazgo, consultados por él, 71 quintales de orchilla remitidos por Jerónimo Lercaro a Batista Lercaro Burón y compañía se cogieron en Lanzarote, de donde se trajeron en un navío, desde el cual se fondeó a tres naves que la llevaron a Cádiz (Lobo, M. 2008); ya en los aledaños del siglo XVI, la orchilla fue sustituida por el azúcar, fuente principal de riqueza en la isla hasta que, reincidimos, la competencia americana y también se contempla la marroquí la hizo poco viable, y se pasó en último término a otro “monocultivo”: los caldos o vinos canarios de calidad y de gran aceptación en varios países europeos; así mismo no fue ajeno Don Jerónimo a la actividad de banquero que tomaban y negociaban con letra de cambio, pero desconocemos si fue prestamista suponemos que si pero dentro los cauces legales y con destino a la financiación de diversas actividades. Parece que su ingenio azucarero se estableció en la Vega de Aguatona, barranco del Draguillo, donde corría de año a año un torrente necesario e indispensable para el desarrollo de esta industria (en el actual municipio de Ingenio, en ese tiempo jurisdicción de Agüimes) y que su hijo el Dr. Ángel Lercaro continua posteriormente (Sánchez, R. y Martín, F.E. 2003). Igualmente, se registra un Vicencio Interian que forma sociedad con Jácome Lercaro en un poder otorgado ante Luis Felipe en 1572, que se encuentra en legajos del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, documentos que algunos se anotan literalmente en este trabajo (Lobo Cabrera, M. 2008). Su casa familiar parece según el trabajo de Sánchez Valerón y Martín Santiago situada en la calle Juan de Codina, no debe tratarse la actual Obispo Codina que fue denominada así dos siglo después; entonces quizás así se denominase por algún personaje llamado Juan Codina que habitara y fuera un factótum en ella, encontramos a los Muñiz Codina Jaraquemada en Telde, según anota en su árbol genealógico de Pedro Agustín del Castillo (1737), pero seguramente la radicación de sus negocios y viviendas fueran en la conocida hasta el siglo XIX como calle de los  Genoveses, en la actualidad Travieso, que quizás en principio se denominara como Juan de Codina, de todas formas solo existe como única referencia de su ubicación sin encontrar otras en el antiguo callejero de Las Palmas (Sánchez, R. y Martín, F.E. 2003). Fallece don Jerónimo el 21 de noviembre de 1563, y es enterrado en San Francisco “y yace en la Capilla Mayor del Convento Franciscano de Las Palmas en la bóveda de los caballeros genoveses”. Respectos a estas exhumaciones de los genoveses y tal privilegio daremos cuenta en otro apartado referentes a ciertos usos y costumbres de esta colonia. Le sigue en Gran Canaria su hijo:

Ángel II Lercaro, Ldo. y Dr. en Leyes. Jurista por la universidad de Salamanca. Nacido en Génova calculamos que sobre finales de 1535, según cotejos de distintas fechas, si estimamos su arribo sobre 1550, como se anotó anteriormente, suponemos  que entonces tendría 15 o 16 años edad, suficiente como para emprender con su padre una larga travesía, y además fuera de alguna manera junto a su hermano Francisco, colaboradores en los quehaceres mercantiles de su padre al establecerse en Gran Canaria; este cálculo de su llegada  a la isla nos puede despejar la incógnita de su anterior o posterior licenciatura en Salamanca a su arribo, aspecto este que plantea serias dudas  de la posibilidad que pasara a la isla ya con la titulación, cuestión esta última poco probable, aunque ciertos autores entendemos que dejan entrever que pudiera haber estudiado en la península antes de  establecerse en Las Palmas (Machado, J.L. 2018). El Dr. Ángel Lercaro, seguramente,  no comprendemos que viniendo tan joven a establecerse en Las Palmas con su padre haya tenido tiempo de estudiar en la península con anterioridad, todo indica que después de establecerse en Las Palmas se trasladaría allí y obtendría la licenciatura en Jurisprudencia y Cánones en Salamanca, y posteriormente ejerciera como abogado en la Audiencia y ante el Santo Oficio, llegó al empleo de teniente gobernador de Gran Canaria algo que parece confirmar su pronta integración y queremos creer a su competente ejercicio de la profesión. El Dr.  Ángel Lercaro celebra su primer  matrimonio y único en el Sagrario Catedral en 1597 -podemos enmarcarlo como la primera relación de estos ligures con castellanos-, con  Leonor León Osorio,  viuda del genovés Lázaro Mayuelo (Maggiolo) y prima hermana por una y otra línea de Pedro de León, canónigo de la Santa Catedral de Canarias (López-Trejo, C. y Egea, E. 2022), que hizo  información de Hidalguía ante Antonio Lorenzo, escribano de Las Palmas en 1575, y de Tomás de León, regidor perpetuo de Gran Canaria, hijo esta señora de Diego de León, natural de la Villa de los Santos junto a Zafra en Extremadura, vecino y poblador de la ciudad de Telde en Gran Canaria y tío de los anteriores (ver árbol genealógico y consideraciones  que señalamos a continuación): Cairasco de Figueroa, en su Templo Militante  (San Pedro 1602), como conquistador de Gran Canaria. Hay que tener cautela con este apellido, ya que en Gran Canaria, que es la línea que quiere enaltecer Cayrasco, los había procedentes de los llamados de las Islas y berberiscos. Sin embargo, Cayrasco está concretándose a la familia que formaron el regidor y escribano público Alonso de León, natural de Santos, en el Reino de Castilla, que no fue conquistador, y Juana Osorio, natural de Gran Canaria. Y lo hacía atendiendo a su colega el canónigo Pedro de León, uno de los hijos de aquel matrimonio y nacido en Gran Canaria. Juana Osorio fue hija de Pedro Álvarez Osorio, natural de Ocaña, y de María Dumpiérrez que lo era de Fuerteventura, hija del converso Gutierre de Ocaña, escribano público, y de Margarita Dumpierrez. Los antecedentes familiares los averiguaría el tribunal inquisidor de Canaria por causa de Gutierre (AMC Fondo Inquisición; Cebrián Latasa, J.A. 2003). Los hermanos Pedro y Tomás de León fueron hijos de Alonso de León –suponemos que hermanos de Diego de León padre de Doña Leonor-, natural de la Villa de los Santos, regidor perpetuo de la Gran Canaria, citado por Don José de Viera en el tomo 11 de su Historia de Canarias, libro XIII, capítulo 7, y de Juana Ossorio Dumpiérrez, su mujer, hermana de Doña Ana Osorio Dumpiérrez, madre de Doña Leonor, de ahí la doble línea de parentescos con estos hermanos, los que también fueron padres de Doña María de León, mujer de Hernando de Vera, nieto del celebre Pedro de Vera, gobernador y capitán general de la conquista (Fernández Bethencourt, F.). El Dr. Don Ángel que comenzó el cursus honorum de la familia, carrera de etapas para obtener currículo por diversos cargos honoríficos y/o ejercidos y optar a presentar méritos para acceder a la nobleza archipielágica, utilizando el desempeño de los mismos en la burocracia regia como plataforma de ascenso social: abogado de presos del Santo Oficio, regidor de Gran Canaria y teniente de gobernador de esa isla como hemos señalado al principio (Gutiérrez de Armas, J. 2016). Sin embargo, como han señalado Núñez Pestano y González Zalacaín, fue su nieto Bernardo Lercaro-Justiniano quien comenzó a acumular pruebas positivas de nobleza para lograr el ennoblecimiento del linaje. Por mandato de su madre, Catalina Justiniano, se protocolizó una información instruida en Gran Canaria en 1607 por Ángel Lercaro Moxica, hijo de Bernardino Lezcano Moxica y Jerónima Lercaro, para acreditar la ascendencia, nobleza y pureza de sangre de sus antepasados castellanos y genoveses. Entre diciembre de 1607 y enero de 1608 comparecieron siete testigos, de entre 60 y 80 años, entre ellos tres regidores y dos canónigos, que ratificaron lo preguntado, a pesar de que esta información genealógica había sido instruida por una rama colateral de la familia, la autentificaron porque certificaba el origen genovés del doctor Ángel Lercaro y de su parentela, “descendientes de una de las veinte y ocho casas [principales] de Génova” como ya hemos descrito en algún párrafo de este estudio. De su matrimonio con Leonor de León, concibieron a Francisco Lercaro, estudiante así mismo como su padre en Salamanca, aunque no existen documentos que lo acrediten, pero no hay mejor prueba que lo verifique que el ejercicio de estas funciones que le otorgara su titulación siguiendo la tradición familiar y del que ampliaremos su biografía a continuación; le siguieron sus hermanos Susana, Jerónima y ¿Francisca? Lercaro, de los que haremos mención aparte en sus respectivas trayectorias en lo referente a sus matrimonios y continuidad.


Licenciatura en Salamanca de Don Ángel Lercaro: consideraciones

Como hemos estudiados en algunos apartados de anteriores trabajos y considerando a algunos otros de genealogistas canarios, solo añadir o recapitular en lo que ya fue materia de discusión.  Esta, como tantas otras en el archipiélago,  se puede colegir que se tratara de una familia bastante ilustrada, procedente en este caso de círculos elitistas y adaptados a un medio no demasiado favorable pero, como norma para prosperar en todos los ámbitos, tenían como lema “donde fuéredes…”, la mayoría de sus miembros tuvieron estudios en Italia, no sabemos precisamente que universidad pero suponemos que tanto en Bolonia, o Padua donde las “facultades de  artes, medicina o derecho” eran universidades independientes, como en la actualidad no formaban un conjunto interdisciplinar, y, aún dentro de las mismas, había, según el origen de los estudiantes, una universidad "cismontana" y otra "ultramontana" (de estudiantes italianos o de fuera de Italia) que eran autónomas. Lo mismo ocurría con los "colegios doctorales" de los profesores, los cuales eran independientes agrupándose por especialidades. Si bien es cierto que a pesar de la separación de las universidades estas cooperaban estrechamente unas con otras.  En este mundo bajomedieval no faltaban cátedras al respecto, pero no eran entonces convalidadas en tierras hispánicas tales estudios si exceptuamos el Derecho Canónigo, y también existen serias dudas al respecto; entonces la Universidades por excelencia y de prosapia en el conjunto de los Reinos de España fueron la de Alcalá de Henares y Salamanca con cátedras con  relevantes profesores, sabios  e influyentes, ceñida a la doctrina católica, que fueron pilares de la Contrarreforma que todavía se esforzaba en demostrar la Doctrina Católica como única y universal. Pero en estos párrafos quisiéramos poner de relieve las circunstancias que comprenden los estudios de un canario que tiene que desplazarse a la península, sin que poseyera ciertos privilegios y  mecanismos de inscripción, admisión y financiación, basada en pliego aprobatorio y de suficiencia extendidos por la Iglesia, con toda una suerte de currículos suponemos, con el sello del Santo Oficio como condición previa, y estancia en lo que al principio serían los gérmenes de los Colegios Mayores que, en todo caso, fueron Seminarios Seculares, sin obviar alojamientos en casas particulares de vecinos de la ciudad, deudos y seguramente siempre con alojamiento de débito: De la escasa decena con grados reconocidos existentes en 1475 se pasó a las 32 existentes hacia 1625, 18 de ellas en la Corona de Castilla, incluyendo las tres denominadas «mayores», Salamanca, Valladolid y Alcalá, además de 8 colegios-universidad y 5 conventos-universidad (Hernández González, M. V. y Casado Arbonés, M., 2004) (Rodríguez J.M. y Egea, E. 2022; Egea, E. 2023). Hemos bosquejado algunas circunstancia de la vida y obras del Dr. Ángel Lercaro, que se procuró un digno hueco en la sociedad Gran Canaria, y alcanzó como hemos visto puestos de relevancia que entonces para hijos o nietos de europeos que no hubiesen intervenido en la conquista fueron muy meritorios y difícil de obtener. Bajo que circunstancias fueron añadidos a su currículo, aparte de sus prósperos negocios heredados de su padre: sin duda la abogacía ejercida dentro del Santo Oficio y en otros menesteres relativos a distintas intervenciones ante la Real Audiencia de Canarias jugó a favor de los mismos. Como quiera que Don Ángel II Lercaro fue el prototipo de personaje que consiguió el culmen del inmigrante, con una base económica desde luego, adaptado a un medio del que fue destacado partícipe y promotor del engrandecimiento de Gran Canaria. Han llegado a través de diversos contratos en documentos, escribanías y actas notariales etc. algunas de sus actividades empresariales; en el apartado sobre su padre hemos anotados su continuidad en la gestión de los ingenios azucareros en Aguatona, municipio de Ingenio en la actualidad, que heredó, suponemos que conjuntamente con sus hermanos. A esta actividad se encuentra contrastada las exportaciones e importaciones y para ilustrar esbozamos algunos documentos extraídos de varios archivos: Lázaro Mayuelo se había hecho con un almacén en el puerto de las Isletas, donde a la espera de los navíos guardaba la mercancía. Este establecimiento lindaba con la capellanía de la Luz, con otro almacén y con el mar, en la venta comparece la viuda, doña Leonor de León, con su segundo marido, el doctor Ángel Lercaro, y se hace mención que le fue adjudicado a ella en la partición realizada entre ella y sus hijos habidos de su primer matrimonio con Lázaro de Mayuelo (Lobo, M. y Rivero, B. 1991). El precio de la venta es 60 doblas, y se incluye en el precio una casa de almacén, con las tinajas y jarras en donde se echan las remieles en 1568, se vende el azúcar blanco a 1.310 maravedís, según consta en una carta de venta, en donde el doctor Ángel Lercaro y Francisco de Azuaje, vecinos, venden a los mercaderes italianos Vivencio Interian y Andrea Buggio 150 arrobas de azúcar blanco, 35 de escumas y 15 de rescumas   -conjunto de impurezas o materias insolubles del jugo o caldo de las cañas que asciende a la superficie de este extracto- (Lobo Cabrera, M. 2008); estos son algunos ejemplos de las noticias relacionadas con su aspectos comerciales y económicos, tenían él y su padre como receptores en Génova a su hermano Batista Lercaro y en general a la familia Lercaro. En documentación contrastada los relacionan con la familia de Batista Riberol, una de sus hijas Guiomar Añasco, apellido seguramente de una de sus abuelas, estaba casada con otro genovés, Luis de Loreto, de ilustre familia, adscrita al albergo Lercaro, así mismo con los comerciantes burgaleses entre ellos Francisco Manrique por mediación de Lázaro Mayuelo en la exportación del azúcar (de la Rosa Olivera, L. 1972; Lobo, M. 1990). Falleció en Las Palmas sobre 1590?. En la línea agnada masculina le sucede su hijo Francisco.

Los hijos de Don Ángel en Las Palmas: algunas notas y entronques con la nobleza local

Dr. Francisco Lercaro de León, recibió el bautizo en la Catedral de Las Palmas el 27 de septiembre de 1557, trayéndolo a la pila bautismal el Doctor Don Juan Salvago, su pariente –no tenemos claro este parentesco salvo de que proceda de Génova -, Dignidad de Arcediano de Fuerteventura en la dicha Catedral. Siguió a ejemplo de su padre la carrera del Derecho y fue como su padre gobernador militar pero en este caso alcanzó el grado de Gobernador de Tenerife en 1589, lo que supuso su traslado a esta isla después de ejercer en La Palmas puestos en la Audiencia y la Milicia, según se desprende de ciertos documentos y como pasos previos para alcanzar esta dignidad poco probable si antes no se ejercen otros de responsabilidad intermedia y, por supuesto, avalada por su capacidad y formación previa. Contrajo en la ciudad de La Laguna matrimonio con Doña Catalina Justiniani y Justiniani, única hija de Francisco Justiniani y de Doña Argenta Justiniani, su mujer y prima, a quien Bernardino Justiniani (Viana, A. 1968), regidor Perpetuo de Tenerife, su tío materno, hizo carta de dote en 6 de mayo de 1593 ante Juan de Anchieta, no aparece esta familia entre los 28 albergos genoveses pero si se encuentran en el registro de El Libro de Oro de la República genovesa., La familia Justiniani se remontan a los propios orígenes de esta república con privilegio de blasón cedidos por sus Majestad Segismundo, Rey de Romanos de Hungría; los Justiniani aparecen como tempranos pobladores de Tenerife con extensos repartos de tierras, proceden de Esteban Justiniani, establecido en Tenerife al finalizar la conquista, casado en La Laguna con Doña Catalina Rodríguez, y Tomás Justiniano recibió datas en Tenerife (Fernández Bethencourt) (de la Rosa Olivera, L., 1966; Serra Ràfols, E. 1978). Don Francisco que como hemos señalado se desplazó a la península a estudiar la carrera de leyes en Salamanca, no constan como en otros tantos casos ya discutidos en la historiografía examinada, desde luego hemos consultados los escasos trabajos sobre los estudiantes Canarios en Salamanca en el siglo XVI sin encontrar rastros de ellos (Santana Sanjurjo, V. 2000). Con Don Francisco desaparece la línea masculina agnada en Gran Canaria, pero pasa a Tenerife después de su desposorio y el nombramiento como Gobernador de esa isla, como quedó anotado al principio, que supondría este traslado. Creemos, y esto es una apreciación nuestra, que a raíz de lo supuso la devastación efectuada por el ataque pirático de van der Does en Las Palmas se estableció definitivamente en La Laguna de Tenerife, pues posiblemente con anterioridad se desplazaba frecuentemente entre ambas islas dado sus propiedades e intereses que restaban en Gran Canaria. No tenemos ya que añadir nuevas aportaciones y nuevos acontecimientos de su vida en Gran Canaria ya que se desarrolla en La Laguna, y no es motivo de este estudio.

Por tanto seguimos con sus hermanas que si parecen radicar en Gran Canaria al menos en el periodo de infancia y juventud, pasando una de ellas después de su matrimonio a Tenerife:

Doña Susana Lercaro de León, bautizada en la Catedral de Canarias a 5 de mayo de 1560, que fue mujer del Capitán Juan Martel Peraza de Ayala, su primo, alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición y regidor perpetuo de Canaria, este Juan Martel fue uno de los valerosos defensores de la ciudad y de la isla contra el desembarco beligerante del vicealmirante holandés Pieter van der Does en 1599, según consta en las noticias sobre el ataque, junto al gobernador Alonso Alvarado y  capitanes Pamo Chamoso y Torres; hijo mayor de Fernán Peraza de Ayala, también alguacil mayor Perpetuo del Santo Oficio, jefe de la rama primogénita, desheredada, de Diego García de Herrera y Doña Inés de Peraza, Señores de las Islas Canarias. Doña María Martel Lercaro, único fruto del matrimonio de Doña Susana Martel Lercaro, murió en Las Palmas sin tomar estado (Nobiliario de Canarias III) (Ver árbol Cuadro I).

Doña Jerónima Lercaro de León, que también nació en Las Palmas, se bautizó también en el Sagrario-Catedral a 13 de noviembre de 1562 y fue sepultada en San Francisco el 7 de febrero de 1633. Casó dos veces: primera, con Bernardino de Lezcano Muxica el Mozo, Mayorazgo de su Casa en la Gran Canaria; segunda, en 24 de agosto de 1608 con el capitán Francisco de Rojas Cabrera, vecino y regidor perpetuo de Tenerife. Don Bernardino de Lazcano, sucedió en el Mayorazgo fundado por su abuelo y homónimo (Nobiliario de Canarias I). Doña Jerónima Lercaro ostentó el Patronato de la capellanía fundada en la parroquial de Telde por Elvira Leal, según resulta de escritura que hizo en Las Palmas, ante Antón de Zerpa en 1616, y otorgó su testamento en La Laguna, donde se encontraba después de su segundo matrimonio, ante el escribano Salvador Fernández Villarreal en 1632, dejando de su matrimonio con Don Bernardino de Lazcano los siguientes hijos:

a) Don Cristóbal de Muxica Lercaro, nacido en Las Palmas el 24 de febrero de 1582, poseedor del Mayorazgo fundado por Bernardino de Lazcano y Patrono de la capellanía que instituyó Elvira Leal al igual que sus madre, así como de la capilla de San Miguel en la Catedral. No nos consta el nombre de su esposa, pero que fueron sus hijos legítimos los siguientes: 1) Don Gregorio de Muxica Valdés, vecino de Puerto Rico, que otorgó testamento en Las Palmas el 10 de abril de 1631, ante el escribano Francisco Gallegos, por el que declara estar casado con Doña Paula Carreño, de la que había tenido por único hijo a Don Sebastián de Muxica-Lazcano, a la sazón de trece años de edad, al que instituye por su heredero y sucesor en el Mayorazgo de su Casa y en el Patronato de la capilla de San Miguel, en la que manda ser enterrado, en el lugar en que lo estaba su abuelo Bernardino de Lazcano, y 2) Don Sebastián de Muxica, Clérigo Presbítero, en quien recayó el Mayorazgo y Patronato de su Casa, por fallecimiento, sin descendencia, de su citado sobrino y homónimo.

b) Doña María de Muxica Lercaro, nacida en Las Palmas, el 7 de abril de 1585, casó en la parroquia de los Remedios de La Laguna, el 12 de febrero de 1619, con el Capitán Juan de Vergara y Alzola, Regidor Perpetuo de Tenerife en 1638, sargento mayor y maestre de campo de la gente de guerra de Tacoronte, El Sauzal y La Matanza, amparado como Noble Hijodalgo notorio en 5 de agostode1630, ante Gaspar Yáñez, escribano de La Laguna. Sin descendencia (Nobiliario de Canarias I).

          c) Don Ángel de Muxica Lercaro, capitán de milicias y sargento mayor, que nació así mismo en Las Palmas, el 31 de agosto de 1588, hizo información de su linaje ante el escribano Juan de Quintana, el 17 de diciembre de 1607, y se estableció en Puerto Rico, donde casó con Doña Isabel de Sierra y tuvo nutrida descendencia (Fernández Bethencourt).

d) Francisca de Muxica ¿Lercaro?. Esta Francisca aparece en la relación y filiación de las religiosas del Monasterio de la Concepción, como monja de clausura de esta institución creada en la ciudad de Las Palmas: relató hace tres siglos fray José de Sosa: "Siendo  decimo obispo de Gran Canaria el señor Don Femando de Rueda, algunas doncellas nobles y virtuosas, hijas de señores principales de esta ciudad se quisieron recoger de su motivo propio a mayor perfección de su estado y vida, renunciando las vanidades y pompas y dando de mano a la tentación de el mundo, y con licencia y beneplácito de sus padres y consentimiento de dicho señor obispo se retiraron a unas casillas que estaban inmediatas a una ermita pequeña que tenia por titular a la Concepción Pura de María Santísima, reina y señora nuestra, y estaba a un lado de la ciudad que mira a la parte norte. Allí hicieron choro y algunos aposentos cercados y celdillas cortas, en donde vivieron algunos años en gran austeridad y penitente vida." (Alemán Ruiz, E. 1998); en su filiación aparecen como padres Bernardino Lazcano Muxica y Jerónima Lercaro. Sobre este supuesto cabe varias interpretaciones al no encontrarse rastro de esta hija en el Nobiliario de Canarias. Podría también tratarse de Doña María de Muxica Lercaro, que enviudó sin descendencia y es posible que se “recogiera” en este Convento y tomara el nombre monástico de Francisca, cuestión esta especulativa por nuestra parte, pero como hemos supuesto Doña María residía en Tenerife después su matrimonio, seria poco probable tal conjetura. En caso de tratarse de una hija del matrimonio no sabríamos el lugar que le correspondería por natalidad. 

 

Segundo matrimonio de Doña Jerónima Lercaro de León y confusión sobre un tercero

Consta como cierto y documentado en la bibliografía sobre los genoveses y la nobleza en Gran Canaria, un segundo matrimonio de doña Jerónima Lercaro de León, como hemos bosquejado más arriba, el 24 de agosto de 1608 con el capitán Francisco de Rojas Cabrera, vecino y regidor perpetuo de Tenerife. No consta en el Nobiliario de Canarias descendencia de esta matrimonio, pero si la hubo estarían establecidos en Tenerife donde suponemos radicaría Doña Jerónima dado las funciones inherentes al cargo de su cónyuge, como en el caso de su hermana Doña María. 

Escudo de Muxica-Lezcano

Hemos ya anotado con anterioridad la existencia de una hija de Doña Jerónima de su primer matrimonio con Bernardino Lazcano y Muxica, enclaustrada como novicia y suponemos que monja en el Monasterio de la Concepción de esta ciudad, como quedó anteriormente descrito, en la relación o nómina que recoge en un apéndice el trabajo de E. Alemán Ruiz sobre las monjas de clausura en Las Palmas de Gran Canaria entre los años 1592-1634 y sus progenitores. Nos encontramos sorprendentemente a: “Ángela de la Madre de Dios (o Mater Dei, como se la suele llamar también) es una de las firmantes de los estatutos fundacionales. Se trata sin duda de Ángela de Azuaje, a quien menciona los autos de 1781 como una de las jóvenes que bajo la dirección del monje benedictino Basilio de Peñalosa se instalaron en la obra primitiva del monasterio; si es, como creemos, la hija de este nombre de Damián de Azuaje y Jerónima Lerca(ro) nacida en 1546, en 1572 (esto es, cuando da inicio el proceso burocrático que conducirá a la erección del convento) tendría ya 26 años” (sic. Alemán Ruiz, E., 1998). No creemos que pueda tratarse de una hija de Doña Jerónima Lercaro de León hija del Dr. Ángel Lercaro si tenemos en cuenta el desfase que existe entre las fechas, la llegada de este último a Gran Canaria se estima en 1550, junto a su padre, joven y soltero, su primer matrimonio además viene  fechado en 1597, por tanto no sabemos si se trata de otra persona o existen errores en las anotaciones de las fechas de tales efemérides en el trabajo consultado, parece que se trata de Jerónima Lerca y no Lercaro, como más adelante veremos (Egea, E. 2024).  


Breve relación genealógica de Azuaje

En todo caso nos parece oportuno establecer a bases de retazos que aparecen en distintos trabajos y el Nobiliario de Canarias y por alusiones anteriores, la genealogía de las familias genovesa Soagi o Zuagii, castellanizada como Azuaje, en Gran Canaria. Según se desprende de la bibliografía sesgada y extraídas de notas de otros linajes, actas notariales, que mencionan puntualmente personas pertenecientes a esta estirpe por matrimonios y toponímicos, e identificados en muchos casos estos mercaderes establecidos en Gran Canaria por aspectos comerciales y económicos. Según dichos datos comenzamos con Damián I Azuaje, regidor de Gran Canaria desde 1530, perteneciente en Génova al albergo Usodimare y según algunos autores se podría tratar del primer genovés que aparece en nuestra historia. Contrajo matrimonio con Doña Jerónima Lerca, hija de Francisco Lerca y María San Bernardo (A. Acialcázar, leg. Bachicao). Tuvo sin embargo fuera del matrimonio con la genovesa Victorina Rapallo a Magdalena Azuaje Rapallo casada con Alonso Fernández de Saavedra, natural de La Laguna, regidor perpetuo de la Gran Canaria y capitán general de la artillería, hijo de Juan Fernández de la Fuente y de Doña Elvira de Saavedra, nieto del conquistador de Tenerife Alonso Fernández de la Fuente y, su mujer, Catalina González La Verana (Fernández de Bethencourt).

Los Lerca se encuentran establecidos en Gran Canaria con anterioridad a los Lercaro, como se puede colegir del siguiente Protocolo: 16 noviembre 1523 fol. 274v.Pedro de Vargas, vecino de Gran Canaria y Juan de Vargas, alcalde de Gáldar y vecino de Gran Canaria, como fiador, reconoce deuda a Polo de Rizo [en la anterior aparece como Polo de Mateo] y Francisco Lerca, mercaderes genoveses, estantes en la isla, doce arrobas de azúcar blanco que compraron al primero y que ha de poner en uno de los Ingenios de Gáldar del Barranco de Aumastel, a fines de Mayo. Firman, Juan de Vargas y Pedro de Vargas (González Sosa, P. 1985). Hay aquí que diferenciar el apellido de Lerca de Lercaro que parece se tratara de una abreviatura de este último, sino de una familia también radicada en Gran Canaria de la que existen varias anotaciones en la historiografía sobre los genoveses en Las Palmas; otros autores designan como mujer de Damián I de Azuaje a Jerónima Lazcano pero nosotros esto no lo hemos podido confirmar con documentación que lo acredite y desde luego no aparece esta señora en el Nobiliario de Canarias. Los Azuaje tuvieron su residencia en la actual calle de López Botas, en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria, según la sitúa algunos documentos y que entonces parece que fuese conocida por tal motivo como la rúa de Azuaje. Fue uno de los que junto con otros genoveses y españoles establecieron ingenios para producción azucarera en el barranco de Ausmastel entre Firgas y Moya, -que no hemos localizado como una denominación que se nombre en la historiografía de la conquista, ni posteriormente, si bien se denominaba así todos los tramos de este barranco hasta su desembocadura antes de la irrupción de esta actividad del azúcar (Pérez Herrero, 1994) -, denominado en la actualidad barranco de Azuaje por esta circunstancia que alude a su promotor; su hijo y sucesor en nuestra isla, pues es posible  que existiera otra descendencia en Génova como el caso de Jerónimo II Lercaro, fue  Pedro de Azuaje que casó con Jerónima Portes, de ascendencia también genovesa, entonces las primeras generaciones de inmigrantes genoveses en Las Palmas constituían una sociedad que aunque no podemos calificar de cerrada  no se solían producir matrimonios fuera de los círculos de su procedencia, no así sucedía con su hija Doña Magdalena de Azuaje Rapallo, ya mencionada. A Pedro de Azuaje le sucedió su hijo Damián II de Azuaje nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1564; Damián nieto casó con Antonia Laura Mayuelo (Maggiolo) -quizás prima del primer marido de Doña Leonor de León, en Las Palmas -llamada así por su abuela materna, ya que sus padres fueron el lagunero Francisco Núñez de la Peña y la grancanaria María Rodríguez Vargas Machuca– no hemos encontrado su ascendencia a partir de Sancho Vargas ¿Machuca? (González Sosa, P. 1985)-; tuvieron como hijo a Pedro de Azuaje y Vargas casado en México con Isabel Ramírez de Çantillana, padres de la poetisa del barroco Sor Inés de Asuaje Çantillana conocida como Sor Juana Inés de la Cruz (Schmidhuber, G. y Peña Doria, O.M. 2017; Robert Ricard en Rosa Olivera, de la L., 1972; Nobiliario de Canarias I; López-Trejo, C., Egea Molina, E. y Alemán González, F. 2018; Rosa Olivera, L. de la, 1972). Sabemos que un Gabriel de Azuaje casa con Doña María de Quintana, y según las fechas que barajamos puede tratarse de un  hermano de Damián II,  su mujer sin sucesión de este descendiente de genoveses, instituyó Mayorazgo de todos sus bienes en testamento ante Alonso de San Juan, el 8 de marzo de 1582, a favor de su sobrino Juan de Quintana, hijo de su hermano Gonzalo, seguramente aquí se extinguió en Gran Canaria este apellido genovés, pasando a los Quintana la primogenitura, de todas maneras existen aún muchos interrogantes y personajes con el apellido difícil de conectar en una sucesión genealógica reglada sobre esta estirpe, que tampoco es motivo de este trabajo (Nobiliario de Canarias II).Por otra parte, tenemos la vinculación de esta familia genovesa en Gran Canaria con el conde Juan Bautista Amoreto 1º de su nombre, casado en Génova con Doña Blanca de Rapallo, título de Saboya que desde luego no figura aquí en Gran Canaria, y tememos que en todo caso lo ostentaría  en su país y no homologable en España, hija de Alejandro de Rapallo, senador de la República, y de Peregrina Soaggi o Azuage -de la misma saga de los Soaggi de Gran Canaria pero desconocemos grado de parentesco-, establecidos en Las Palmas en el último tercio del siglo XVI, como consta en el testamento de aquella señora, que otorgó ante Francisco Jáimez el 9 de junio de 1601 (Fernández Bethencourt; Egea, E. 2012). 

Lauda de Antonio Rapallo en la Santissima Anunziata del Vastatato

Escudo de Rapallo: En campo de azur dos bandas de oro con tres estrellas de seis puntas dispuestas en franja entre las mismas (Nobilità di Genova).

 

Los enterramientos de Genoveses en el Convento de los Franciscano

En torno a 1518, cuando los comerciantes genoveses avecindados en Las Palmas de Gran Canaria, que con el negocio del azúcar habían logrado importantes fortunas, acuerdan bajo escribano con los frailes del monasterio de San Francisco el derecho a ser enterrados en la futura capilla mayor, intervinieron  entonces en un documento suscrito por el Padre Comisario de la Congregación, suponemos, los comerciantes y mercaderes genoveses que como compensación aportaban una importante suma de dinero para la construcción de la misma. La colectividad genovesa fue numerosa e influyente en Las Palmas, como extranjeros aunque católicos fueron también puesto bajo la lupa del Santo Oficio, gozaron de una discreta aceptación entre la población, y salvo alguna anécdota que atañían a comportamiento cívico, sus costumbres eran muy acorde con la población autóctona. Acordémonos de un suceso que protagonizaron alguno de ellos antes del establecimiento de Jerónimo Lercaro: el relato de un incidente ocurrido a varios genoveses, el 21 de noviembre de 1525, el gobernador de la isla Diego de Herrera entró en la casa de Federico Panigarola y encontró a varias personas jugando a los dados, de los que se incautó, así como de 39 reales viejos y 8 nuevos, que estaban sobre la mesa. Mandó prender a Panigarola, a Juan Agustín Adorno, Esteban de Bassignana, Juan de Casares, Ángel Moreno, Juan Badenar, Nicoloso de Orerio y Leonardo Burón y dio sus casas por cárcel a Francisco Lerca y Francisco Saluzo. Orden de abrir información, de la que resultaron también complicados Vicencio Milla y Doménico Soficia. En consecuencia, el gobernador dictó mandamiento para prender a los complicados; ordenó al escribano que notificase a Juan Leardo su obligación de conducir a la cárcel, dentro del día, a Vicencio Milla y a Lerca y a Saluzo, [por ser personas ancianas y honradas], les dio sus casas por cárcel

Torre de S. Francisco
”Como se puede comprobar una amplia nómina de ociosos genoveses en Las Palmas de Gran Canaria, que en la actualidad se trataría de una inocente timba entre amigotes (Rodríguez, J. M. y Egea, E. 2024). Sin embargo como ya hemos apuntado fue una colonia muy trabajadora, adaptada y muy colaboradora en los asuntos políticos y religiosos amén de cursar muchos de sus jóvenes miembros estudios de leyes y teología en prestigiosas universidades españolas, son varios los ejemplos, y como hemos visto accedieron a importantes cargos dentro de nuestros estamentos administrativos. En torno al negocio de la orchilla, azúcar, y vinos como ya se ha apuntado se hicieron importantes fortunas y en la isla arraigaron familias como las de Lerca, Riberol, Lercaro, Espínola, Salvago, Cairasco, Sopranis, Imperial, Azuaje, Mayuelo, Interián, etc., de los que muchos deudos de estas familias fueron exhumados en el convento. La relevancia social alcanzada por este grupo de grandes propietarios y comerciantes explica el deseo de poseer un enterramiento privilegiado en el mismo centro de la capilla mayor de San Francisco, la primera iglesia conventual de la ciudad, las mayoría de estas laudas llevaban esculpidas las armas de su familia no conservadas en la actualidad después de sucesivos derribos y reformas en el transcurso de los últimos siglos: “En el arco de la Capilla mayor, a la izquierda mirando desde el altar, aparece el mismo emblema (…) y a la derecha la cruz de gules en campo de plata de la República de Génova en acertada alusión a la colonia genovesa que tuvo el patronato de esta capilla” la vanidad de la colonia quedaba bien servida con las estipulaciones hechas con la Orden Seráfica (Gómez–Pamo, J.R. 1997; Alzola, J.M. 1986; Cárdenes, F. 2012). Tenemos así mismo otros documentos sobre este derecho o pacto de exhumación con nuevos personajes que se suman a los anotados en el anterior documento, y que también consideramos para poner de relieve la dimensión que pudo alcanzar esta colonia establecida en Las Palmas de Gran Canaria: 24 noviembre 1544. Escritura antes Diego Alarcón, por testimonio ante Bartolomé Joven en 1546 acerca de la capilla de los genoveses en el convento de San Francisco de Canaria: Mateo Cairasco regidor de Canaria, Jerónimo Lercaro, Damián Ayala de Azuaje, Jácome Lomelin, Polo de Morteo, Antonio Sauli (Soali), Juan Bautista Amoreto, Bernardino Canino de Ventemiglia, Luis Solier?, Bernardino?, Jácome Grimaldo, Pedro Juan?, Jácome Labroque, Juan Antonio Casanova, Esteban Boran. Dan poder a Teodoro Calderín. Todos de Canarias –ninguna de la fechas señaladas en este protocolo se ajusta a la llegada de Jerónimo a Las Palmas, entendemos que su adscripción a este derecho fue a posteriori– (Machado, J.L. 2018).

 

Retorno a Gran Canaria de algunos de sus  vástagos en el pasado siglo XX

Como colofón apuntaremos algunos descendientes directos que por diversas circunstancias pasaron a vivir en Gran Canaria en fechas recientes después de cuatro siglos del establecimiento de Jerónimo Lercaro en la isla desde Génova, y que supone a nuestro parecer una especie de retorno a sus orígenes en el archipiélago después de que su nieto Francisco Lercaro pasará a Tenerife y allí se radicaran generación tras generación hasta la actualidad. Primero haremos algunas consideraciones respecto a la sucesión genealógica recogida e historiada en el Nobiliario de Canarias I, y una de ellas sería la extinción del apellido por línea agnada o de varonía en la primera mitad del pasado siglo XX en la descendencia del Dr. en medicina Don Osmundo  Lercaro-Justiniani Machado (1856-1933), aunque hubo un varón de su matrimonio, este murió en la flor de la juventud sin haber tomado estado y sin descendencia. Sus hijas lo ostentaron y sus nietos no tuvieron interés pensamos mantener el apellido que entonces suponía trámites engorrosos, aunque no estamos plenamente seguros, o posiblemente se enorgullecían e hicieran gala en cada caso del apellido paterno. Solo recoger en estas breves líneas como homenaje a una familia que entre otras contribuían al desarrollo de Canarias y ponerlas en el mapa y candelero del comercio en el Atlántico. Una de las nietas Doña Magdalena Fernández Lercaro, también hija de un Ldo. en Medicina, el Dr. Don Antonio Fernández de la Cruz, casó con Don Pedro González de Chávez Fernández, en diciembre de 1941 e inmediatamente se vinieron a vivir a Gran Canaria. En Las Palmas tuvieron en abril de 1943 a su primer hijo Antonio González de Chávez Fernández -Lercaro –nosotros nos hemos permitido componer el segundo apellido por considerarlo ilustrativo y comprensible para el trabajo- y en septiembre de 1944 nació en esta ciudad su hermana Magdalena. Este matrimonio después de este periplo en Las Palmas donde emprendieron algunos negocios regresaron a La Orotava, y ya no volvieron a vivir en Gran Canaria. Su hija Magdalena se estableció en Las Palmas de Gran Canaria en 1974, ya casada y donde desarrollo su profesión inherente a sus estudios universitarios de Ingeniería Agrícola. Doña Magdalena ha permanecido hasta la fecha en esta capital donde radicara por primera vez su antepasado Jerónimo II Lercaro. Igualmente su hermana María Asunción González de Chávez Fernández- Lercaro la menor de los hermanos que aunque nacida en la Orotava, se instaló en Las Palmas de Gran Canaria sobre el año 1976, contrajo matrimonio en esta ciudad y desarrolló su profesión como facultativa en psicología. Don Antonio González de Chávez Fernández-Lercaro, el mayor, según terminó la carrera ha vivido en Tenerife, luego en Bruselas, muchos años donde desarrollo su profesión como Ingeniero Agrícola agregado en la Comisión española de la Unión Europea, a continuación se traslada a trabajar a Madrid hasta su jubilación del Ministerio correspondiente. Actualmente vive entre Madrid y Tenerife. La tercera de los hermanos María Teresa ha vivido en Madrid desde que cursó sus estudios universitarios, excepto unos años que vino a cuidar a su madre Doña Magdalena Fernández-Lercaro en sus postreros años hasta su fallecimiento, y continuó en la ciudad de La Orotava durante 3 ó 4 años, hasta que de nuevo se traslada a Madrid donde continúa viviendo hasta la fecha (González de Chávez Fernández-Lercaro, M. 2024).


Blasón de Lercaro


Descripción de Lercaro siguiendo cánones heráldicos: Tres fajas de oro en campo de gules. Viene asociado en Canarias al de Justiniani, y describiremos, en tal sentido el descrito en el Nobiliario de Canarias I, de Fernández de Bethencourt: Escudo fajado de gules y oro, que es de Lercaro. En gules un castillo de plata, en jefe de oro el águila volante de sable coronada y linguado de gules, que es de Justiniani. Timbre: Corona ducal. Cimera: El águila volante coronada de sable. Como la mayoría de los blasones italianos los contornos son ovalados o almendrados que rememoran, como otros tantos otros países europeos, los escudos de los caballeros del medievo en los combates y en las justas o torneos (Messía, L. F., 1990).


FUENTES

Archivos

Archivo de Acialcázar.

Archivo El Museo Canario (AMC). Fondo de la Inquisición.

Archivo Histórico Provincial de Las Palmas (AHPLP).

Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife (AHPSCT).

Archivo Histórico Diocesano de Canarias (AHDC).

Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de La Laguna (AHDSCL).

Archivo Lercaro.

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