Ponencia del IV Encuentro de Genealogía Gran Canaria, organizado por
Genealogías Canarias y la Real Sociedad Económica del País de Gran Canaria,
celebrado el 14 de noviembre de 2017.
Durante el siglo XIX se dio en España una transformación
política derivada del Liberalismo que llevó a una adaptación a las nuevas
estructuras de poder y los nuevos pensamientos. En este sentido, en Canarias la
antigua nobleza, la burguesía agraria y comercial van a conformar la oligarquía
propietaria o terrateniente, actuando como bloque de poder
durante el
Liberalismo representadas por la burguesía canaria, que van a ocupar un papel
determinante en este nuevo contexto. Es decir, se establecerá un pacto tácito
nobleza-burguesía para ocupar los espacios de poder, mediante estructuras piramidales
de élites, a través de una red caciquil que va a tener el control en las Islas
durante todo este siglo y sobre todo a partir de los procesos desamortizadores.
Agaete, 1891. A. Witcomb, FEDAC |
En la segunda mitad de la centuria, será momento de
consolidación del liberalismo y auge del poder caciquil, en el que determinadas
familias van a ocupar los diferentes espacios gubernamentales y económicos.
En la presente ponencia trataremos de profundizar
en este poder caciquil y para ello nos centraremos en la Familia Armas, del municipio
de Agaete, cuya influencia en la localidad y en la comarca norte-nororeste fue
determinante en el periodo estudiado.
Nos centraremos en el poder local de Agaete, con el
estudio de la citada Familia Armas, tras su ascenso social y económico, y como
en este siglo van a tener un papel determinante los procesos de
desamortización. Analizaremos con más profundidad la figura de Antonio de Armas
Jiménez, paradigma del caciquismo y del control absoluto del poder local, así
como algunos aspectos genealógicos.
La metodología que hemos empleado para la
realización de este trabajo abarca diferentes fuentes directas, como pueden ser
las orales, hemerográficas, documentación histórica en diferentes archivos,
además de la bibliografía general y específica.
El siglo XIX va a desarrollarse en Canarias de
forma convulsa con el desarrollo de diferentes crisis económicas que llevaron a
la adopción de cambios políticos y económicos. El punto de partida de este
siglo va ligado a una sociedad profundamente agraria, dependiente de las
exportaciones y con niveles de analfabetismo muy altos.
Sin embargo, tras el Real Decreto de Puertos
Francos del 11 de Julio de 1852, la sociedad canaria va a vivir en la segunda
mitad del siglo momentos de desarrollo económico y demográfico, pero sin
embargo, el poder de la nobleza y burguesía reconvertida en terratenencia va a
consolidarse y en algunos casos aumentar debido a las reformas agrarias liberales
(Suárez, 1995: 435-436).
“La demografía canaria del XIX responde, pues, al
perfil de una sociedad con predominio del mundo rural sobre el urbano, que se
puede definir como preindustrial o del “viejo equilibrio”, en donde sus tasas
de natalidad y mortalidad son elevadas y fluctuantes, mientras que la
emigración hacia América no paró ni un solo momento en el drenaje de muchos
efectivos humanos” (Millares, Millares, Quintana, et al., 2011: 15).
A pesar de las Reformas Agrarias Liberales que
pretendieron limitar y disminuir el poder señorial y eclesiástico, la antigua
terratenencia y nobleza no vio mermado su poder, y continuó con los usos
feudales, llegando incluso a aumentar su patrimonio a través de los procesos de
desamortización que se desarrollaron entre 1836 y 1844 (Mendizábal: Ley de 19
de Febrero de 1836) y entre 1855 y 1875 (Madoz: Ley de 1 de Mayo de 1855). De
este modo, se fue creando una mano de obra asalariada, jornaleros y campesinos
sin tierra de los que muchos se adaptaron a la aparcería.
Estos procesos desamortizadores tienen una gran
importancia debido a la gran cantidad de capital que va a utilizarse, al cambio
en el status social de un importante sector y a la modificación del sistema de
la propiedad que conllevará la acumulación de poder en manos, sobre todo, de la
nueva terratenencia. La desamortización fue una necesidad para el Estado,
desgastado tras las diferentes guerras, como la que aconteció contra Inglaterra
o la Guerra de la Independencia, que llevaron a la práctica quiebra de la
Hacienda.
“La alta burguesía terrateniente y comercial tiene
orígenes diversos. Se nutre de los antiguos componentes de los estamentos
privilegiados del Antiguo Régimen y con los aportes de la burguesía comercial,
bien local o extranjera [...] y si a esta minoría le añadimos algunos
profesionales liberales y altos cargos de la administración civil y militar y
la jerarquía eclesiástica, tenemos el grupo que conforma el bloque social
dominante” (Suárez, 1995: 435-436).
En muchos casos, como analizaremos en el de Agaete,
existen antecedentes de entroncamiento familiar de medianos propietarios que sientan
las bases de la acumulación de riqueza y poder.
El siglo XIX va a estar marcado en el ámbito
político por el liberalismo, que fue progresivamente implantándose debido a que
los núcleos de poder necesitaban de un nuevo sistema político para mantener el
control de las estructuras políticas. En la segunda mitad del siglo XIX se han
establecido tres divisiones cronológicas, desde el reinado de Isabel II (1843-68),
el Sexenio revolucionario (1868-1874) y la Restauración borbónica (1875-1902).
En Gran Canaria, los grupos liberales se van a
agrupar a partir de final de la primera mitad del siglo en el Partido Canario
hasta 1868, y tendrá el poder absoluto en esta isla, además de Lanzarote y
Fuerteventura. Con el Sexenio revolucionario se van a mantener
las clases que
hasta ahora habían ostentado el poder. Tras la Restauración Borbónica, la alta
burguesía comercial va a ver aumentado su fuerza conformando unas nuevas
élites, cuya figura de mayor exponente es Fernando León y Castillo y su Partido
Liberal Canario.
Fernando León y Castillo |
Ante una sociedad fragmentada, la división de los
estratos es similar al Antiguo Régimen.
En la cúspide, un grupo de grandes propietarios. En el nivel inferior están
ubicados los grandes y medianos propietarios enriquecidos tras las desamortizaciones
y las ventas de tierras tras la crisis de la cochinilla. En el periodo de la
restauración, la oligarquía terrateniente va a ser un grupo impermeable. Ante una sociedad
rural, el poder reside en la acumulación de propiedades (Suárez, 1995: 449-450).
La alta burguesía y la nobleza local, es decir, la
nueva terratenencia, aunque unieron esfuerzos por intereses comunes,
mantuvieron distancia en cuando a uniones matrimoniales. Las clases medias y la
burguesía van a ser soporte de las redes clientelares caciquiles que sostendrán
un férreo control de la gran masa poblacional. Estos grupos de notables, se
concentraban en tertulias, con un contenido ideológico prácticamente
inexistente. Entre los cargos se encuentran los puestos en diferentes
administraciones como las Cortes, la Diputación Provincial y los Ayuntamientos:
“Esta red caciquil constituye el principal medio para garantizar el triunfo de
los intereses de la élite local” (Pérez, 1989: 84).
Los diferentes estudios apuntan que en los inicios
de los primeros partidos eran comités que se creaban ante la celebración de las
sucesivas elecciones. Al contar con sufragio restringido el control es más
factible. La actividad política estaba fuertemente ligada a figuras políticas, con
luchas entre facciones a título personal, donde lo que va a prevalecer es la
capacidad de influenciar (Alcaráz y Millares, 1995: 497).
Los nuevos terratenientes que surgen tras las reformas
agrarias liberales con la desamortización, van a convertirse en los futuros
caciques, ejerciendo un férreo control adaptándose a la nueva realidad de los
municipios liberales. La distribución de cargos facilitó las herramientas de
poder para tener controlada a la gran masa campesina. Así, tenemos una red de
puestos como jueces y fiscales, policía de montes, alcaldes de mar, etc.
Muchos de estos nuevos terratenientes detentarán el
poder local, bien mediante el ejercicio directo de las alcaldías o por el nombramiento
de algún familiar directo, que les garantice su posición. El rédito económico
que obtenían por el control de las administraciones locales era bastante
suculento. La práctica totalidad de los municipios grancanarios estaba
controlada por bloques de familias, como los Henríquez en Teror, los Armas en
Agaete o los Melián en Agüimes. Por su parte, la vieja nobleza del Antiguo
Régimen va a permitir este ascenso del poder, sin perder su status en la
pirámide social (Millares, 2011:131-132).
Hay que destacar la importancia de las tertulias de
notables, en las que se repartían los cargos, destacando las que se celebraban
en la capital de la Isla, y en nuestro caso, las famosas tertulias del Huerto
de Las Flores en Agaete. Esa nueva terratenencia va a posicionarse en un
entorno liberal conservador. Viejos y nuevos terratenientes unieron esfuerzos,
dando como resultado la creación de un nuevo y fuerte bloque de poder.
La legislación electoral facilitaba las redes
caciquiles y el ascenso de poder. El sufragio censitario reducía el cuerpo
electoral en oscilaciones de entre el 0,5% al 5% de la población. Una población
con derecho a voto donde sólo participaban sectores oligárquicos y burgueses (Alcaráz
y Millares, 1995: 496).
Durante el siglo XIX va a ascender de forma notable
en el municipio de Agaete la familia Armas Jiménez, auspiciada por el
entroncamiento familiar, y posteriormente con los procesos de desamortización, ya
mencionados en el presente trabajo, que hicieron de este apellido el más
importante en la segunda mitad del siglo XIX en la localidad del noroeste y en
otras zonas de la isla, como La Aldea de San Nicolás o Artenara. A continuación
vamos a tratar de explicar el origen, ascenso y poder de esta familia, cuyo
máximo exponente va a ser Antonio de Armas Jiménez.
Los Armas de Agaete no pertenecieron a la
oligarquía del Antiguo Régimen, sino que ostentaban cargos en la Milicia de
Canarias y mantenían contactos con la nobleza canaria (Martín, 2015: 4). En
1710, Nicolás de Armas, Ayudante y Alférez de Milicia, realizó testamento ante
el escribano de Santa María de Guía, Pedro Alonso de Medina, y en él se
documenta el arrendamiento de la hacienda de La Aldea al Marqués de Villanueva
del Prado.
El crecimiento de los Armas en el Antiguo Régimen
se debe principalmente a la acumulación de propiedades derivadas de las
herencias y matrimonios, destacando en los antepasados un fuerte grado de
consanguinidad, principalmente entre las familias Armas y Medina, durante los
siglos XVII y XVIII.
A finales del siglo XVIII, Francisco de Armas José (1751-1824)
ostentaba los cargos de Capitán de la Compañía de Infantería de las Milicias
Provinciales en Agaete, dentro del Batallón de Guía. También llegaría a ser
Regidor del Cabildo de Gran Canaria, y posteriormente alcalde del Castillo
Principal de Nuestra Señora de La Luz de la marina de Las Palmas, por la
Justicia y Regimiento en el año 1799. El 1 de septiembre de 1819, Francisco de
Armas toma posesión de la mayordomía de la Ermita de las Nieves, situada en el
Puerto de Agaete. Este cargo, había recaído en el siglo anterior en la familia
de los Castillo Olivares (Cruz, 2011: 107). En el año 1824, fallece de forma
repentina y le sucede su hijo Francisco de Armas Pino (1796-1860), vendedor de
guano y naviero con el pailebot La Rosa,
bautizado como “San Antonio”
(Millares, 2011:80).
Sobre su biografía, José de Armas Díaz afirma en su
obra inédita Agaete visto por Olivia
Stone (1883), pendiente de publicar, que su infancia transcurrió entre
Agaete y Las Palmas de Gran Canaria, estableciéndose definitivamente en el
municipio marinero tras el matrimonio celebrado con Ana María Jiménez Jorge en
1819, y fruto de cuyo matrimonio nacen nueve hijos.
El 6 de agosto de 1824
ocupa el puesto de mayordomo de la Ermita de Las Nieves, hasta su muerte el 9
de diciembre de 1860 (Cruz, 2011: 108). En ese mismo año -1824-, hay constancia
del ejercicio de la alcaldía de Agaete.
Sus hijos fueron Antonio
(1820-1895), Jerónima (1825-1904), Dolores (1826-1899), José (1828-1894),
Francisco (1831-1885), María Encarnación (1834-1900), Nieves (1835-1906), Juan Sinforiano (1837-1861), y Santiago
(1839-1880).
Esta familia de propietarios va a atesorar una
fuerte acumulación de propiedades, en mayor medida beneficiados por los
procesos desamortizadores de Mendizábal y Madoz. En la desamortización de
Mendizábal de 1836, Francisco de Armas Pino, va a formar parte de los 26
máximos compradores en las islas orientales, ocupando la 21ª posición, con un
total de 302.650 reales de vellón invertidos (Ojeda, 1977: 57).
Dentro de los límites del municipio de Agaete, la
Hacienda de La Concepción, perteneciente al Convento de los Bernardos, fue
dividida en 6 partes, de los cuáles Armas Pino adquiere una parte y además de
otro pedazo conjuntamente con su hermano José de Armas, José María Gutiérrez y
Francisco Armas Reina (Ojeda, 1977: 61-62).
Entre las importantes propiedades que adquirió
Francisco de Armas, se encuentra el Cortijo de La Inagua, compuesta por
diferentes fincas compradas entre 1856 y 1859, por un coste total de 7.048
pesetas y 8 céntimos. Otras de las grandes propiedades adquiridas por Armas Pino
son los cortijos de Tirma, Tijaracás y Tamadaba, pertenecientes al municipio de
Artenara, que suman 13.807 pesetas y 97 céntimos.
En la desamortización de 1855, José de Armas Jiménez,
adquiere una finca por valor de 6.750 reales de vellón, mientras que su hermano
Antonio de Armas Jiménez, adquiere 14 fincas por valor de 52.190 reales de
vellón (Ojeda, 1977: 106). Este último, va a adquirir otros bienes, en varios
municipios además de Agaete, como en La Aldea de San Nicolás, donde se hace con
importantes cantidades de tierras, llegando a comprar en 1873 el 10,36% de
dicho municipio, 1.441 hectáreas (Ojeda, 1977: 121).
Entre las adquisiciones, cabe mencionar el cortijo
de Guayedra, dominio de Antonio de Armas.
Tras la conquista de Gran Canaria, Fernando Guanarteme, último rey de
Agaldar, es beneficiado en los repartimientos con el valle de Guayedra en forma
de término redondo (Suárez, 1983: 91-110).
Las formas que Armas Jiménez usó para incrementar
de forma notoria el patrimonio a través de subastas de la desamortización de
los bienes eclesiásticos van a destacar por el
envío de testaferros a las pujas. En total, más de 200 propiedades,
enclavadas en los municipios de La Aldea, Agaete, Artenara y Tejeda (Millares,
2011: 80).
Por otra parte, de los bienes derivados de las
herencias y dotes familiares, da cuenta el libro de partición de herencia de
Francisco de Armas Pino, que conserva la Familia Armas Díaz, y del cual sería
imposible resumir en unas pocas líneas por su gran extensión, que pudiera ser objeto
de otra investigación.
Sin lugar a dudas, la segunda mitad del siglo XIX
va a estar marcada en el municipio de Agaete por la figura de Antonio de Armas
Jiménez (1820-1895) una persona polifacética y controvertida que marcará la
política, la religión y la sociedad.
El ambiente político vivido durante la infancia y
juventud de Antonio destaca por la consolidación del liberalismo en España.
Debido a la ausencia de escuelas en el municipio, tuvo una formación
tradicional realizada por su familia. Interesado por la historia, contaba en la
biblioteca familiar con los 29 volúmenes de la Historia General de España, del
autor Modesto La Fuente. Por decisión propia, no contrajo matrimonio, para
dedicarse plenamente a la gestión y engrandecimiento del patrimonio familiar. Se
inició en estudios de náutica pero lo abandonó por dedicarse a los negocios
familiares relacionados con el comercio.
De carácter moderado y conservador había adoptado
posiciones liberales. Según narran los descendientes de la familia, en “vísperas de cualquier elección el patio de
la casa aparecía atestado de garrafas de ron (a su costa, claro), que también
estaban destinadas a Gáldar y Guía. Nada nuevo bajo el sol, salvo que hogaño
todos los gastos electorales, incluidos el ron y los enyesques, ya no los pagan
los amos sino el erario público. Con 18 años, en 1838, ya ejercía las
funciones de Comisionado del Ayuntamiento de Agaete ante la Diputación
Provincial de Canarias, y en concreto para los expedientes de deslinde que por
parte de dicho organismo se realizaron en el municipio.
A lo largo de su vida,
Antonio de Armas fue acaparando una gran cantidad de poder, participando en las
diferentes elecciones al senado y congreso como elector, como
mayor contribuyente del municipio. De importancia para comprender su influencia
es la concentración del poder judicial, siendo nombrados jueces de paz o
suplentes en diferentes mandatos el propio Armas o alguno de sus hermanos,
entre los años 1863-67. Este control de lo judicial se ve reflejado del mismo
modo al ser elegido para la reforma de las cárceles en 1878.
Durante el Sexenio revolucionario (1868-1874)
extendió su poder hasta la Diputación Provincial, elegido desde 1872 diputado, considerado
miembro del grupo de los “conservadores de la revolución”. Su capacidad de
control del censo y electores es rotunda, proponiendo en 1881 al Juzgado de
Partido del Distrito de Guía a varios vecinos para que formen parte de las
listas de electores.
Su etapa en la Alcaldía de Agaete se desarrolló
entre los años 1859 y 1868, durante la cual toma relevancia su intervención e intento de
resistencia en la Revolución de 1868, La Gloriosa, y de la que dedicamos un
apartado específico debido a su importancia.
De su mandato, no se puede recuperar la información
del Archivo Municipal de Agaete debido al incendio que en 1910 redujo a cenizas
toda la documentación, por lo que, encontramos durante su gobierno diversas
fuentes, como por ejemplo el Boletín oficial de Canarias.
La primera mención como Alcalde está fechada el 14
de febrero de 1859, en el que firma un edicto que se publica días después en el
Boletín Oficial, en el que firma como Alcalde
Constitucional y Presidente del I. Ayuntamiento de este Pueblo de Agaete,
relativo al reparto de la contribución territorial.
Persona de negocios, se dedicó a consignar
mercancías desde diferentes puertos insulares y europeos (Cruz, 2013: 5). Para
un mayor control del comercio, acaparó el cargo de Alcalde de Mar. Hay
constancia de diversas importaciones de productos desde distintos puertos
Europeos. Por otro lado se continuaba utilizando el pailebot San Antonio (La Rosa), propiedad de la familia.
Su control de todo el sistema político-económico
también le llevó al negocio de los seguros, siendo en 1864 Antonio de Armas delegado
en Agaete de La Unión, Compañía General
Española Anónima de Seguros a Prima Fija, autorizada por Real decreto de 31
de diciembre de 1856.
En el año 1876, siendo su hermano José de Armas
Jiménez como presidente de la Diputación Provincial de Canarias, con sede en
Tenerife, se establece una queja del Ayuntamiento de Icod contra Antonio de
Armas por corte de maderas, que se pretendían embarcar sin pago de un derecho
de exportación.
En la carrera militar llegó a alcanzar el cargo de
Comandante en septiembre de 1868, mientras que en 1872 le fue encargada la
jefatura de un depósito de 100 prisioneros de la III Guerra Carlista. Entre las
condecoraciones, destaca la Cruz de Isabel la Católica por Real Decreto el 31
de agosto de 1878 (Cruz, 2011:5-6).
Su gran amistad con Fernando León y Castillo le
llevó a sumarse al Partido Liberal Canario, siendo un miembro importante con
gran influencia, lo que le reportó grandes beneficios personales, como la
adjudicación del contrato para la construcción del muelle de Las Nieves, cuyo
proyecto fue redactado en 1864 y subastadas las obras en 1875 por 105.000
pesetas (Cruz, 2011:321), ejemplo de la configuración de una cerrada red clientelar.
El entramado familiar se ve reflejado en los cargos
que hermanos y sobrinos ejercieron en la política canaria.
Tras la Revolución de Septiembre de 1868, cede la
primera línea política en el consistorio a su hermano Santiago de Armas, quien ejercería
la alcaldía desde 1869 hasta 1875. Fue elegido alcalde en las elecciones
celebradas en la primera quincena de enero, representando al partido
monárquico-democrático. En estas elecciones también se eligió diputado
provincial en el distrito de Guía, resultando elegido su otro hermano José de
Armas.
Estas elecciones municipales serían las primeras en
las que se llevaría a cabo la implantación del sufragio universal masculino
para mayores de 25 años, firmando sus edictos como “Alcalde Popular del Pueblo Agaete”.
Sobre la figura de Santiago de Armas, cabe destacar
que se licenció en derecho en la Universidad Central de Madrid, donde forjó
amistad con Fernando León y Castillo, asistiendo a las tertulias políticas y
literarias y siendo elegido un año después de la graduación, en 1866, diputado
provincial de Canarias. Casado con Leonor Merino, falleció en 1880, y dejó por
hijos a Ana María, Francisco y Juan de Armas Merino. Los dos varones, sus
sucesores políticos y de Antonio de Armas, llegaron a ocupar la alcaldía de
Agaete, entre otros puestos.
Así, en la segunda mitad del siglo XIX Juan de
Armas Merino ostentó la alcaldía desde al menos 1898 prolongándose hasta 1906,
año en el que solicita la baja debido a su estado de salud. Su hermano
Francisco lo sería en diferentes periodos del primer tercio del siglo XX
(Millares, 2011: 285).
Por otra parte, es importante resaltar la
importancia del mencionado José de Armas Jiménez, licenciado en derecho, quién
ocupó los cargos de Juez de Paz de Agaete, Decano del Colegio de Abogados de
Santa Cruz de Tenerife, Presidente de la Diputación Provincial de Canarias,
Magistrado de la Real Audiencia de San Juan de Puerto Rico y Presidente de la
de Santiago de Cuba (Guimerá, 1970:427).
Figura clave en el entramado familiar es la de
Francisco Bethencourt de Armas (1860-1930), hijo del inspector de hacienda y
natural de Gáldar José Bethencourt Reina y María Encarnación de Armas Jiménez,
hermana de Antonio de Armas. Licenciado en
derecho por la Universidad Central
de Madrid (1879-1885), entre su amplio currículum, se encuentra la de redactor
del periódico El Día en 1888 y nombrado ese mismo año Secretario particular del
Director general de Instrucción Pública. Fue dirigente del Partido Liberal
Canario de Fernando León y Castillo, cercano a la corriente de Agustín Bravo
(los agustinos), llegando a ser elegido vocal y secretario de su Junta, siendo
máximo responsable accidental del partido en 1907. Diputado provincial de
Canarias en los años 90, ascendió a gobernador militar -Delegado del Gobierno-
a finales de la década, cesando en el cargo en noviembre de 1899. Alcalde de
Las Palmas de Gran Canaria en 1909 por un periodo corto de tiempo, era favorable
de la causa de la división provincial de Canarias trasladándose en 1912 a
Madrid para reivindicarla. Fue miembro fundador del Cabildo de Gran Canaria en
el mismo año y finalmente Presidente de la Real Sociedad Económica de Amigos
del País (1923-1930). El Diario de Las
Palmas le rinde homenaje en su fallecimiento afirmando sobre su figura de “prestigioso nombre en cuanto significara
progreso y adelanto para la ciudad de Las Palmas, a la que siempre prestó su
patriótica cooperación”.
Francisco Bethencourt de Armas |
Los caciques eran caracterizados por un pensamiento
que les hacía considerarse a sí mismos como “bienhechores” del pueblo, “patriarcas”
de la familia, es decir, los encargados de mantener el orden, el progreso y el
trabajo, cuando en realidad ejercían un control férreo de la población, de sus
vidas y hasta pensamientos. En el caso de Antonio de Armas Jiménez, diversos ejemplos
reflejan esta actitud, y quizás, quien mejor lo retrata es la viajera británica
Olivia Stone, quien recorrió todas las islas anotando cada detalle en su diario
de viaje que publicó en su libro “Tenerife y sus Seis Satélites”. En 1883,
durante los días 9, 10 y 11 de diciembre recorre el municipio de Agaete y se
hospeda en la casa de Armas.
Quizás, de los relatos más interesantes por su
contenido social es el que tuvo lugar el sábado 10 de diciembre, concerniente a
la actitud de la familia Armas con respecto a los “pobres” del municipio, que
acuden a ellos para pedir limosna y comida, ejemplo de la actitud paternalista
del cacique:
“Cuando
abrimos nuestra puerta para subir al comedor, nos encontramos con un grupo de
personas distribuidas por el patio. Eran, principalmente, mujeres y niños que,
a pesar de sus harapos, o quizás debido a ellos, tenían un aspecto pintoresco y
además eran bastante atractivos. La familia Armas es extremadamente caritativa
y reparte mucho entre los pobres de los alrededores que, por lo consiguiente,
se congregan aquí para recibir las limosnas” (Stone, 1995: 60).
Esa imagen de “patriarca” se ve reflejada en las
múltiples suscripciones para la recaudación de fondos para diversos fines, en
los que la familia Armas y especialmente Antonio, participaban siempre.
Una de las referencias contemporáneas a la vida de
Antonio de Armas es la que realiza el polifacético profesor José Sánchez y
Sánchez, quien en la semblanza publicada tras su muerte, que analizaremos en
posteriores capítulos, lo califica de distinguido
patricio, mientras que según el mismo relato, el consistorio municipal aportó
una corona con la consigna El
Ayuntamiento al BIENHECHOR del pueblo”. Esta es una referencia clara del
sistema caciquil que durante décadas se instauró en el municipio, auspiciada
por los Armas y sostenida por el aparato de Fernando León y Castillo.
Uno de los acontecimientos más importantes que
rodea a la figura de Antonio de Armas Jiménez es el vivido en el municipio de
Agaete en septiembre de 1868, en el marco de la Revolución de La Gloriosa con
la proclamación de la I República en 1973, cuya
trascendencia cruzó las
fronteras, derivando en un enfrentamiento periodístico entre varios medios
escritos de la época, que han posibilitado la reconstrucción de los hechos,
junto a otros testimonios y fuentes. Este acontecimiento puso de relieve las
dos facciones políticas enfrentadas en el municipio entre la familia Armas y
Medina.
Antonio de Armas Jiménez |
El contexto político se enmarca en el derrocamiento
de la reina Isabel II tras el golpe del General Prim en septiembre, que llevó a
un vacío de poder que fue cubierto con la creación de juntas provinciales y
locales, de carácter revolucionarias, donde se propugnaba el sufragio
universal, la libertad de prensa, la libertad de pensamiento, sistema de
contribución igualitario y creación de Cortes Constituyentes, entre otras
medidas (Mendoza, Noreña y Pérez, 1978:76). En Canarias van a crearse dos
Juntas Superiores. La de Gran Canaria, formada por progresistas y republicanos,
y la de Santa Cruz de Tenerife, caracterizada por un matiz
conservador-monárquica.
Tras la constitución de la Junta Superior de
Gobierno de Gran Canaria, en Agaete se nombra una Junta local por parte de
Antonio de Armas, quién en un primer momento muestra su adhesión a la Junta
Superior. Sin embargo, ésta no acepta la constitución de la Junta local por la
política caciquil de los Armas y en la reunión celebrada el 8 de octubre la
Junta Superior nombró a los nuevos miembros del Ayuntamiento de Agaete donde se
realizan los siguientes nombramientos: Alcalde 1º Francisco de Medina, Alcalde
2º Pedro Ramos, Síndico Pedro Armas y Ramos, Concejales a Carlos Falcón,
Domingo Ramos, Juan de Medina, Fulgencio Álamo, Miguel del Pino, Clemente de
Medina, Francisco Herrera Ramos, Mateo Jiménez Cabrera y Antonio María del
Rosario, quedando fuera del Ayuntamiento, y por lo tanto del control
institucional, Antonio de Armas y su grupo de poder. Este hecho fue el
detonante para que Antonio de Armas y sus aliados dieran un paso para preservar
así sus intereses políticos y comerciales.
El líder opositor de los Armas, Francisco de Medina
Jorge (1836-1889) era presidente del Partido Republicano en Agaete,
ideológicamente contrapuesto a los pensamientos de Antonio de Armas (Cruz,
2011: 111). No podemos determinar las causas concretas de dicho enfrentamiento,
aunque sí existen una serie de datos objetivos que nos podrían indicar la
dirección correcta, en referencia a la disputa por el patronazgo de la Ermita
de Las Nieves, que se tradujo en un enfrentamiento durante la función religiosa
de la Virgen de Las Nieves en 1873, transcurridos varios años tras La Gloriosa.
Según recoge el historiador Cruz y Saavedra, el 24 de septiembre el párroco
Antonio González Vega escribe al Obispo “poniéndole
en conocimiento sobre la existencia en el pueblo de dos partidos que
rivalizaban entre sí y que una de sus pugnas giraba en torno a la gestión de la
administración de la ermita”. La importancia de la gestión de la mayordomía
reside sobretodo en la gestión de las limosnas de los fieles, además del
encargo de la conservación del templo, realización de las fiestas, etc. Al
terminar el mandato se debían realizar la debida declaración de cuentas ante el
obispado (Cruz, 2011: 110-111).
La reacción de Antonio de Armas ante su destitución
no se hizo esperar y en un intento de preservar el poder, envió una carta con
cuarenta firmas reconociendo a la Junta Superior de Gobierno de Santa Cruz de
Tenerife, solicitando justicia contra las resoluciones que la Junta Superior de
Gobierno de Gran Canaria había tomado respecto al municipio de Agaete. El
periódico La Libertad, de Tenerife,
que defendía a la Junta de dicha ciudad y por lo tanto los postulados caciquiles
de Armas Jiménez (Mendoza, Noreña y Pérez, 1978: 86), afirmaba en sus relatos
que “esta representación, que bien puede
llamarse historia del depotismo, ha provocado un grito de indignación en todos
los libres corazones, por que es inconcebible que á la sombra del liberalismo,
se atropelle la autonomía de un pueblo que en uso de sus derechos, se halla
debidamente constituido.” Este relato, de marcada tendencia ideológica
manifiesta a favor de Armas, hay que ubicarlo en el contexto de la prensa del
“aparato” conservador y monárquico que se dio en la isla de Tenerife.
Antonio de Armas, a las peticiones de la Junta
Superior de Gobierno de Gran Canaria para que se le reconociera su autoridad
única en la Isla, contestó que ya “había
reconocido como Soberana á la Junta de Gobierno de Santa Cruz de Tenerife
(¡pásmate!), que se constituyera desde los primeros momentos: que lo sentía
mucho; (¡pásmate más!) pero que no podía menos de decir á la de Las Palmas;
tarde piacher, ó cosa así” (Cirilo, 1899:45).
A petición de la Junta Superior de Santa Cruz de
Tenerife, Antonio de Armas, convocó unas elecciones con sufragio universal
–masculino y mayores de 25 años-, para la elección de una nueva Junta local. La
votación se celebró el 25 de octubre a la salida de misa, siendo elegidos los
mismos que habían constituido la primera Junta de Agaete. La Junta Superior de
Gobierno de Gran Canaria rechazó este nuevo nombramiento e intentó obligar a
que se disolviera y se respetara la junta nombrada por ésta.
Sobre la elección de la segunda Junta de Armas, el
periódico El Guanche realiza una
crónica minuciosa de los hechos. Se convocaron a los vecinos mediante edicto,
con la colaboración del párroco, Antonio González Vega. Congregados los vecinos
a misa, durante la salida de la misma se llevó a cabo la elección, con
presencia de la fuerza armada bajo el mando del Comandante de armas que había
nombrado la Junta Superior de Gobierno de Gran Canaria, formando en la calle la
compañía. El resultado de la elección no fue novedad, siendo elegidos los
mismos que componían la primera Junta, con solo un cambio. Esta nueva Junta
nombró el nuevo Ayuntamiento, pero la Junta Superior con sede en la capital
grancanaria, la rechazó y ordenó su disolución, siendo las fuerzas armadas del
Batallón de Guía quienes la noche del 25 de octubre devolvieron la Alcaldía a
Francisco de Medina Jorge, el Alcalde
impuesto, quien como represalia contra los que participaron en la elección
de la Junta Revolucionaria, instruyó causas contra ellos, elevando parte de lo
sucedido al Juzgado de primera instancia de Guía, y contando con el apoyo de
muchos vecinos, que “rechazaron la
conducta del Alcalde y sus partidarios” (Mendoza, Noreña y Pérez, 1978: 86).
La representación de la Junta Superior de Gobierno de Gran Canaria estaba encabezada
por el Presidente de la Junta, Julián Cirilo Moreno y el Jefe del Batallón de
Guía, el Teniente Coronel Juan Díaz Berriz, quienes fueron recibidos por
Antonio de Armas en el Huerto de Las Flores.
Poco después Armas fue ascendido a Comandante y
propuesto para la Cruz de Isabel la Católica. Tras la disolución de las Juntas,
en enero de 1869 se celebraron elecciones municipales en las que, como ya hemos
señalado en anteriores apartados, fue elegido alcalde Santiago de Armas
Jiménez, representante del nuevo partido Monárquico Democrático, conocido como el
Partido bombero, proveniente de la disolución del Partido Canario (González, 2015:
137).
Nos parece oportuno realizar un análisis de los
componentes de la nueva corporación nombrada desde la Junta Superior de
Gobierno de Gran Canaria, por sus vínculos personales.
El teniente de Alcalde, Pedro Ramos Ponce, mantiene
una estrecha relación con Francisco de Medina, debido a que es el padre de su
esposa María Dolores Ramos Cuevas. Viudo por segunda vez, casó en 1850 con
Micaela de Medina Jorge, hermana del que sería su yerno.
Por otra parte, Carlos Falcón ha de guardar algún
tipo de afinidad con la causa republicana, apareciendo como testigo de la boda
de Jacinto Martínez, aliado republicano de Francisco de Medina (Cruz, 2011:322),
natural de la Villa de Almazán en Soria y a su vez casado con Gregoria Medina
Jorge, prima hermana del líder republicano.
Creemos probable el parentesco de hermanos entre
Domingo Ramos y Pedro Ramos Ponce, apareciendo en la lista de mayores
contribuyentes de 1858 y 1878. En estas listas también aparecen Fulgencio
Álamo, Miguel del Pino, Clemente de Medina, Francisco Herrera Ramos y Antonio
María del Rosario. También es posible que Juan de Medina sea hermano de
Francisco de Medina, sin que podamos confirmarlo con rotundidad por carecer de
datos.
Clemente de Medina es otra figura de importancia,
ya que desempeña las funciones de Alcalde en los años 30, finalizando su
mandato en 1837 (Cruz, 2006:4). En 1857 es elegido Juez de Paz de Agaete.
Mantiene relación familiar con Francisco de Medina debido a que es hermano de
su padre, Francisco Tomás de Medina Espino.
Centrándonos en el líder opositor Francisco de Medina
Jorge, cabe señalar que es de profesión maestro de obras y pedrero, vinculado
con movimientos masónicos y firme defensor republicano. Se presentó a varias
elecciones sin éxito, resaltando la publicación que en 1873 en el que afirma
que “los republicanos de Agaete en
Canaria, tomarán parte en las próximas elecciones municipales contra la
candidatura que allí presenten los calamares. Hace tantos años que allí domina
una familia feliz, que ha de costar gran trabajo a nuestros amigos vencer las
maquinaciones de los que no pueden vivir sino al calor oficial. Tal es la
abundancia de Armas que allí existe que es muy difícil vencer, por más que no
estén de su lado la razón ni la justicia”.
En 1874 un fatídico incendio reduce a cenizas la
primitiva Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, llevando a las partes a
una tregua y uniéndose para promover la construcción de un nuevo templo (Cruz,
2004: 8) destacando el papel que Medina va a desempeñar en el desarrollo de las
obras, lo que le llevaría a ser elegido alcalde en 1875, renunciando a la
presidencia de la Junta Directiva para la Construcción del Nuevo Templo, en
favor del hasta ese momento alcalde y uno de los rivales políticos Santiago de
Armas “por el buen hacer”.
Sin que fuera concertado por las familias, sus
apellidos se unieron en 1893 tras el enlace matrimonial de Francisco de Armas
Merino, hijo de Santiago de Armas, con Dolores Medina Ramos, hija de Francisco
de Medina. Un documento anónimo en recuerdo de Medina conservado por sus
descendientes, la familia Armas Díaz, fechado en 1889 recoge los caracteres
particulares y humanos de esta controvertida figura política. Un documento cuya
objetividad es claramente inexistente, y su veracidad cuestionable, pero nos
pone en situación y nos da la visión de una de las partes:
La figura de Francisco de Armas Merino (1955) nos
sitúa en la última fuente de poder caciquil en la Villa de Agaete. Ostentó la
Alcaldía de Agaete (1909-12 y 1919-20) además del cargo de Consejero del
Cabildo de Gran Canaria (1922) y Concejal del Ayuntamiento de la Capital en
1929. Dedicado al comercio y la agricultura, como legado familiar. Importante
destaca las famosas tertulias políticas que realizaba en el Huerto de Las
Flores, centro de toma de decisiones.
Creemos necesario recalcar que los cambios de
poder, y las luchas intestinas entre las dos facciones, no se fundamentan en un
enfrentamiento ideológico sino que se significaba en un cambio de personas, y
por lo tanto, una sustitución del grupo que ostenta el poder, por otro. En el
Sexenio Democrático no va a producirse una auténtica democratización real ya
que esto podría perjudicar los intereses de sendos bandos, cuyo único objetivo
era el legitimar su poder (Noreña: 1977: 60).
Sin lugar a dudas, la figura de la familia Armas
Jiménez y concretamente la de Antonio de Armas ha trascendido del carácter
político al social y cultural, debido a su política, basada en el control
caciquil. Como punto de partida para comprender este hecho, retomamos el panegírico
que José Sánchez y Sánchez dedica a Armas:
“Durante un periodo consecutivo de más de 20 años
ejerció el cargo de Alcalde [sic], y á su iniciativa se debe el incremento que
adquirió la población; la apertura de nuevas calles; el arreglo de la fuente
para el abasto de aguas del vecindario y otras varias obras públicas de
importancia, entre ellas la Pescadería y Plaza de mercado, no existiendo mejora
alguna en aquel pueblo á que no vaya asociado al nombre de D. Antonio de Armas,
siendo una de los principales la construcción de dos bonitas torres en la
ermita de Nuestra Señora de las Nieves”.
Este interés por las obras públicas, se debe en
gran medida a su amistad con Fernando León y Castillo, debido a que su “merced a su posición y á sus excelentes
prendas de caracter, llegó a ser la persona más influente no solo en Agaete
sino en varios pueblos del Distrito del norte. A la amistad que unió al Sr.
Armas con nuestro respetable Jefe D. Fernando de León y Castillo, debe el
pueblo de Agaete el muelle de Las Nieves, declarado de interés general, la
carretera hasta aquel Puerto y la moderna Iglesia que costeó el Estado por
haberse quemado la Parroquia de dicha villa, siniestro que tuvo lugar en 1874,
y todos en Agaete recuerdan el arrojo con que salvó el archivo parroquial”.
Esta amistad le valió para obtener las adjudicaciones de las obras del puerto y
de la iglesia, en beneficio personal, además de la creación de carreteras,
siempre a conveniencia de los Armas.
Vemos, como los Armas configuran una tradición de ocupar los puestos de responsabilidad pública, y obtienen el control de todas las obras e incluso hasta el lugar donde van a tener lugar para beneficiarse de las importantes indemnizaciones por expropiaciones.
Vemos, como los Armas configuran una tradición de ocupar los puestos de responsabilidad pública, y obtienen el control de todas las obras e incluso hasta el lugar donde van a tener lugar para beneficiarse de las importantes indemnizaciones por expropiaciones.
Los diferentes cargos que la familia Armas ocupan
les va a conferir un poder y al mismo tiempo lo van a utilizar para ir
ascendiendo en diferentes escalas políticas y así lograr un mayor beneficio
(Noreña, 1977: 132-133).
Aspecto fundamental en esta red clientelar es el
nombramiento de los cargos, entre amigos y familiares, en la administración
local, ya ejemplificados como jueces de paz, funcionarios, censo, etc. En otra
escala superior, la recomendación para ocupar cargos va a ser una práctica habitual,
propia de los hábitos caciquiles. El miedo será una baza fundamental, ya que la
“autorepresión y el temor a perder bienes
o empleos, será uno de los instrumentos más eficaces en la captación de
sufragios” (Pérez, 1989:177).
Del mismo modo, es importante señalar que este
engranaje caciquil se va a sustentar en la gran propiedad, y los Armas van a
ocupar en este aspecto un papel fundamental, que viene favorecido por las
relaciones de producción semifeudales con un campesinado desmovilizado y alto
nivel de analfabetismo (Millares, 2011:273).
Su fallecimiento, transcurrido en noviembre de 1895,
significó el fin de una etapa pero no de su obra e influencia, ya que el
entramado caciquil va a perpetuarse, al menos hasta la II República. Como
curiosidad a destacar, el Diario de Las
Palmas, del lado de Armas, publicó en sus páginas sobre el entierro de
Antonio un artículo, señalando que se transformó en una “manifestación de duelo resultó en suma digna demostración de que aquel
pueblo no es ingrato a los beneficios recibidos por mediación de D. Antonio de
Armas, cuya memoria se perpetuará, según nos indica el corresponsal, poniendo
el nombre de Armas y Jiménez á una de las calles abiertas en Agaete”. Este
hecho se produjo en 1913, cuando la influencia de los Armas continuaba gozando
de buena salud, siendo descubierta la placa durante las fiestas de Las Nieves,
el día 16 de agosto, dando nombre a la hoy antigua Calle del Carmen, donde se
encuentra situada la antigua casa familiar de los Armas, actual sede de las Casas
Consistoriales de Agaete.
Pero su mayor legado es la creación de la red
caciquil que va a marcar el municipio, donde el poder iniciado por Francisco de
Armas Pino, y aumentado por Antonio de Armas, va a continuar con los sucesores
de la familia, quienes utilizarán las mismas formas para controlar el poder, y
condicionar a una población mayoritariamente campesina y dependiente del sector
agrario.
A partir de lo analizado, entendemos que tras la
llegada del liberalismo, el cambio político se basó en el traspaso de poderes a
lo largo del siglo XIX a manos de la burguesía con acceso al control del poder.
Los aires liberales no se tradujeron en una modernización del país, que
continuó con una economía atrasada y una industria en claro estancamiento.
La política, a pesar de esta nueva concepción
ideológica, no se transformó sino que continuó estando en manos de unos pocos,
en forma de bloque de poder que va a aglutinar a la aristocracia del Antiguo
Régimen y la nueva burguesía, que continuó con una manera elitista de entender
las relaciones entre el poder y la sociedad, formando en un primer momentos
agrupaciones políticas, basadas en una red de poder clientelar desde la capital
de la Isla hasta todos los pueblos de Gran Canaria.
En el caso de Agaete, tenemos a la familia Armas
como principal red familiar caciquil, que hemos visto que basaba su sustento
político por el entramado político creado a raíz de la figura de Fernando de
León y Castillo.
Podríamos considerar a Antonio de Armas Jiménez como
un gran estratega político, que desde su juventud convivía con ideas
conservadoras, fieles a la monarquía pero que se adaptaron fácilmente al
sistema liberal, no por su ideología pues no era el centro del debate, sino
para sostenerse en el poder local y favorecer sus intereses. Va a ir
aglutinando en torno a su persona o a la de su familia, hermanos, sobrinos y
primos, todos los puestos de poder, para beneficiar los negocios familiares
comerciales, marítimos y agrícolas así como la industria. Es en este aspecto
cuando toma importancia la licitación de las obras públicas en beneficio
propio, pues los Armas contaban con hornos de cal, y de infraestructuras
suficientes para afrontar los proyectos, como el del Muelle de Las Nieves, la
carretera Las Palmas-Agaete, la construcción de la Iglesia de la Concepción o
la ampliación de la de Las Nieves.
De vital importancia son los testimonios orales que
narran como se creaban festines electorales a cargo del erario público. Las
elecciones eran puro trámite, pues el control del censo por parte de los Armas
está contrastado, ganando todas las elecciones a las que se presentaban, con
escaso apoyo para la oposición, cuyos resultados no eran suficientes como para
significar un peligro.
Los Armas se encargaron de tener controlado su
posición social, destacando diputados provinciales, abogados, alcaldes, jueces,
delegados gubernamentales, etc, que hicieron de esta familia una de las más
influyentes en la comarca noroeste de Gran Canaria. Podríamos asegurar que
Antonio de Armas Jiménez y su familia es el paradigma de caciquismo y de
adaptación al liberalismo en el norte de Gran Canaria, siguiendo los patrones
propios de la mentalidad de ese pequeño núcleo de poder.
Es por ello que podemos afirmar que este sistema
caciquil estuvo sustentado por el miedo y el paternalismo del cacique, desde el control absoluto de la administración
local, de la economía de una sociedad perjudicada por las graves crisis.
Hemos visto como desde un punto de vista
genealógico se puede entablar los parentescos que hacen del caso de Agaete un
complejo entramado político que marcó sin duda el siglo XIX en la localidad.
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