lunes, 5 de mayo de 2025

GENEALOGÍA Y EMIGRACIÓN EN EL SEÑORÍO DE FUERTEVENTURA

JUAN MANUEL RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ

 

Betancuria, 1592

 
Antecedentes históricos y geográficos

En el capitulo setenta y uno de la versión B de Le Canarien (Aula de Cultura de Tenerife), en los episodios que describen como llegó Mons. de Bethencourt a la isla de Fuerteventura, llamada Erbania, se nombra el castillo de Valtarajal, donde se refugiaban Haníbal, hijo de Mons. Gadifer de la Salle compañero de Bethencourt en la expedición, - y no sabemos hasta que punto corresponsable, según las versiones de sus cronistas - con parte de una compañía a donde se dirigió Bethencourt con la suya tras abandonar “la fortaleza” de Rico-roque asediada por los aborígenes. En las notas de Cioranescu en este libro, localiza este último castillo de Baltarhayz, como se denomina en el manuscrito el primer asentamiento en la isla que tomaría el nombre como Betancuria en fechas posteriores en honor al conquistador, y que no debe confundirse con Gran Tarajal poblado que se situó posteriormente en el sur de la isla (Jean Le Verrier y Pierre Boutier, 1419?). La villa de Betancuria fue fundada sobre 1404, en una isla de señorío con privilegios feudales, fue cabecera del gobierno insular hasta su sustitución en esta función por la villa de La Oliva a mediados del Siglo XVIII. Se ubica precisamente en una pequeña colina que domina el cauce del barranco, quedando bajo su control el curso de agua y las vías naturales de comunicación con el exterior, incluido el paso hacia un puerto de mar. La elección situada hacia el interior de la isla se justifica por sus condiciones de salvaguarda y defensa de ataque piráticos de barberías y portugueses. Por ello se funda en un pequeño altozano situado en la ribera derecha del Barranco de Río de Palmas. Partiendo de este núcleo original, la villa crecerá ocupando ambos márgenes del curso de agua y siguiendo su recorrido como eje de desarrollo. Desde el punto de vista religioso la Villa de Betancuria es el centro religiosos y también la única pila bautismal de toda la Isla (1405-1711), y donde se concentra todo el poder político y militar, aparece como parroquia en el sentido eclesiástico y oficial del término en 1533 (Martínez Encina, 1980), y  fue constituida como sede del efímero obispado de Fuerteventura que realmente en primera instancia se situaba en El Rubicón, Lanzarote, entre 1424 y 1431 – Martín V nombró obispo de Fuerteventura a Martín de las Casas de la orden de los mínimos, “primero y último obispo” de esa diócesis (Cazorla y Sánchez, 1997), cuyo ámbito se reducía a los límites de la Isla (Aznar, E. y Larraz, 2006). En las proximidades de la villa se ubicó el primer convento franciscano de Canarias, el de San Buenaventura, que durante los tres primeros cuartos del siglo XV fue la sede canaria de la Vicaría Franciscana y base de las labores misionales en todo el Archipiélago, edificios hoy felizmente restaurados y recuperados del abandono secular hasta fechas recientes (Serra Ráfols, 1960). Cual era la condición social de Fuerteventura mientras fue Señorío de casas aristocráticas de procedencia de la nobleza peninsular: la explotación, despoblación, endogamia, hambruna y migración, factores que redunda e influyen decidamente en sus vertientes económicas y sociales con la quiebra de fuentes regulares de abastecimiento y de extensiones dedicadas al cereal y pérdida de la condición de granero de las Canarias. El sistema de asentamientos correspondiente a las islas de señorío es monofocal. Una entidad de población concentrará todas las funciones: de centro de la administración señorial (secuela de un régimen feudal), cabildo, escribanías, parroquia, etc., con ámbito insular. Este modelo centralizado intentó controlar la libre distribución del poblamiento; como ejemplo se cuenta con un acuerdo del cabildo majorero que ordena a todos los vecinos de Fuerteventura habitar en su capital (Betancuria). Esta tendencia, unida a las fuertes diferencias económicas que devendrán entre las islas de señorío y realengo (al incorporarse éstas), motivarán un trasvase migratorio del primer grupo de islas al segundo (López García, 1988).

A que condujo estas vicisitudes, evidentemente al rescate por parte de la Corona  y su normalización dentro de la administración del Reino y derogación de aquellos privilegios medievales subsidiarios aunque se siguiera considerando la propiedad y relevancia en los asuntos insulares a los arrendatarios y  recaudadores de impuestos que precisamente recaían en las estirpes que, si bien, no fueron valedores del Señorío si eran destacados como una aristocracia preeminente de ámbito archipielágico como fueron los Coroneles de Fuerteventura, figura a la vez militar y administradora de los recursos insulares configurado como una suerte de gobernador insular bajo las ordenes de la Capitanía General del archipiélago con cierta autonomía en el tránsito del Señorío hasta el Régimen Común (Egea Molina, 2015). Hagamos una sucinta relación de Señores de la Isla que en principio fueron de Canarias antes que  la conquista terminara en manos de la Corona como consecuencia de la falta de medios de los Señores previamente encargados y fiduciario de la misma con respecto las islas restantes por someter como fueron Gran Canaria, La Palma y Tenerife, cuando sin dudas sus pleitos de sucesiones y reclamaciones en la Corte no eran propicios  a aquellos Señoríos ni avalados para estas empresas, y aquí fue un punto de inflexión donde el “estado” moderno (entre comillas) se reafirmaba y sustituía  como ente a estructuras mediavalizantes sin posibilidades de continuidad a partir de un Renacimiento como premisa y parangón de un nuevo orden. No obstante subsistió, como hemos apuntado,  una serie de privilegios que fueron tardíos en abolir dentro del concierto de la naciente modernidad:  según el Nobiliario de Canarias y contrastados por historiadores canarios de máxima relevancia donde podemos suponer que abarcan desde Abreu y Galindo, Viera y Clavijo hasta Millares Torres la sucesión de Señores de Canarias, primero, y de Fuerteventura posteriormente cuando las islas de Señorío fueron divididas por herencia en distintos sucesores (Millares Torres, 1977).

Sería, a partir de Fernán Peraza de Ayala (m. 1452) Señor de las Canarias si bien le precede como Rey de Canarias Jean de Bethencourt, le sigue Doña Inés Peraza (m. 1503), y ya dentro del resurgimiento del siglo que genera el Renacimiento y los nacionalismos emergentes de las confluencias imperiales, es Dña. Constanza Sarmiento (m. 1506) Primera Señora de Fuerteventura a la que sigue  su vástago Don Fernán Darias de Saavedra II señor de Fuerteventura (m.1545), continua Gonzalo I de Saavedra Cabrera, III Señor de Fuerteventura (m. 1574), Gonzalo II Saavedra Muxica, IV Señor de Fuerteventura (m. 1610?) – podemos hoy referir la descendencia de hijos naturales de este Señor, que sin embargo no logran ser sus sucesores como Señores, relegados a una especie de bastardía, se trata de en un caso recientemente expuesto en el XI Encuentro de Genealogía Gran Canaria por Lola García Cabrera (2024) -, así continúa la casa Saavedra cuatro generaciones más, donde en sus prolegómenos imperó la línea matrilineal en la sucesión del apellido y del rango y que conlleva el añadido de apellidos que anteceden al primigenio como  el caso de Darias, sabemos que algunas sucesiones vienen salpicadas de conflictos, reclamaciones y con alguna línea de hija natural y donde se entrometen personajes como Argote y Molina en pleitos  referentes a atribuciones de la Casa. Una versión que podríamos destacar de la casa de Saavedra es la dada por Antonio María Manrique en su historia sucinta sobre Lanzarote y Fuerteventura donde nos revela ciertas circunstancia sobre hijos y sucesiones recogidas creemos de autores como Viera y Clavijo y otros apocrifitos (Manrique, 1889, 2011). Con don Fernando Matías Darias Saavedra VII Señor (m. 1704), se extingue el linaje Saavedra, que fue a su vez la constituida como línea preferente matrilineal en el apellido, por la otorgada por su hija Elena Josefa Darias Saavedra Interián (m. 1701) al linaje de Lugo por su matrimonio con Francisco Benítez de Lugo e Interian, y la circunstancia de que su fallecimiento fuera en vida de su padre (1704) (Cuadro I) (Fraga González, 2012; Millares Torres, 1977) . Su hijo varón Don Francisco Benítez de Lugo Darias Saavedra, sería pues VIII señor de Fuerteventura (Memorial, D. Luis Benítez de Lugo Ascanio, X marqués de la Florida, 1958). Como colofón los privilegios de Señorío fueron solo nominal desde la normalización de estas islas de señorío a adoptar el régimen común del Reino como hemos subrayado arriba, salvo la permanencia de algunos privilegios de nombramientos del cabildo y regidores y por supuesto  disfrute de rentas procedentes de las recaudaciones y otras exenciones de carácter social y judicial que fueron poco a poco asimiladas por el Régimen Común, vemos los esquemas de dichas estructuras en el trabajo de Vieira correspondientes a las III Jornadas de estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote (1989), posteriormente la estocada mortal definitiva lo traería la desvinculación de las propiedades nobiliarias (eliminación de la institución del mayorazgo con el Real Decreto de 11 de septiembre de 1820, convertida en ley el 11 de octubre del mismo año) y de Señorío (Wikipedia, visita en 2024), los derechos jurisdiccionales fueron abolidos como se ha apuntado en el primer tercio del XIX, y queda reducida a unos derechos y merecimientos históricos que señalan a unos linajes que lo ejercieron. Como nos cuenta la historia el Señorío de Fuerteventura se dirigiría desde Tenerife a partir de los Lugo, concretamente desde la Orotava,  en sus asuntos tocantes a nombramientos de corregidores, mayordomos y contratos de arrendamientos entre otras facultades de propios (Millares Torres, 1977).

Ciudadanos en régimen de señorío y su supervivencia (según autores)

Con la lectura de un pasaje de la obra de Roberto Roldán Verdejo (2002) “El Hambre en Fuerteventura (1600-1800)”, entablamos conversación en torno al esplendor y la decadencia de la agricultura en Fuerteventura con el historiador majorero, Carlos Vera. Para Roberto Roldán “es indiscutible que las hambrunas históricas de Fuerteventura fueron lógica consecuencia de la estructura geográfica y de las condiciones meteorológicas de la isla”. “La dedicación exclusivamente agrícola y ganadera de los habitantes de Fuerteventura desde su conquista, es para el autor, la raíz y arranque de sus males económicos”. La casa de los Coroneles en la Oliva, recuerda Vera, “concentró el poder económico de la isla durante muchos años” y deja entrever el esplendor y también la decadencia de la agricultura en Fuerteventura. La agricultura hoy es prácticamente testimonial en la isla, pero hay que decir que hubo un tiempo en el que se le llamaba el granero de Canarias. En Gran Canaria fue el monocultivo como se ha repetido en todos estos estudios de supervivencia y exportación, fue la caña de azúcar primero, posteriormente estuvo en la vid que ganó peso por las exportaciones a Inglaterra donde eran  muy apreciados, y por último los cultivos de plátanos (no presente en Fuerteventura, salvo algunas huertas insignificantes y testimoniales) y los tomates que aún sobreviven con altos y bajos en lo referente a su explotación y rentabilidad, desplazados por la “industria” del turismo, último “monocultivo” del archipiélago. En las islas de realengo “se dedicó bastante superficie al cultivo de la vid y eso hizo que se abandonase en esas islas los cereales, y el cereal era una cuestión básica para el pan y todo tipo alimentos cualquier dieta equilibrada (entre ellas la producción del gofio). Fuerteventura especialmente, y Lanzarote se dedicaron a cultivar en secano, concentrados en el trigo, la cebada y legumbres”. También tendríamos que considerar la barrilla, que el uso ordinario hasta entonces había sido el de la elaboración de lejías para el jabón y lavadero y orchilla, para la obtención del color púrpura, como un elemento importante de explotación que tuvo un periodo bastante prolongado en su comercialización pero que estas rentas iban a parar a los Señores concesionarios en sus propiedades donde eran obtenidas (Rodríguez Yanes, 2019). Las extensiones más importantes de las islas en secano y siempre al albur de la climatología reinante en la isla estaba dedicada al cultivo de secano. Todo dependía del cielo, en los años cuando había lluvia, la cosecha era muy buena, “es un poco lo que comenta Roldán Verdejo en ese libro... En 1672, Fuerteventura goza de una de la mayores cosechas del siglo. Una gran mejoría se extiende por toda la isla que se encargará de aminorar la sequía…” (Roldán Verdejo, 2002; Sánchez Herrero, 1975). Había años gratificantes, que incluso personas que habían emigrado volvían a la isla, los que habían pasado a otras del archipiélago. En la época de zafra importante venía población incluso de La Palma. Este movimiento de personas era tan importante que “al menos tres alcaldes del municipio de La Oliva procedían de familias palmeras”. Tendríamos que añadir a estos autores que según los impuestos los famosos “quintos” referidos a cualquier producción procedente de la tierra iban a parar a las manos de los feroces recaudadores de los estamentos asignados al Señorío y recaudado por los Coroneles, descendientes de los Cabrera Solier (Nobiliario de Canarias, II), intermediarios de las grandes familias tinerfeñas que, todavía, bien avanzada el siglo XVIII y parte del XIX disfrutaban de este privilegio.

El establecimiento y adjudicación del coronelato y gobierno militar en Fuerteventura, expresión de las tempranas reformas administrativas de los Borbones durante la Guerra de Sucesión a la Corona Española, entregó a estos Cabrera nuevos y fundamentales instrumentos de poder al avanzar la centuria ilustrada. De poco sirvió la oposición inicial del señor Francisco Bautista de Lugo y Saavedra a la asignación hereditaria del empleo en la familia, relatada por Viera y Clavijo. Bajo el señorío jurisdiccional y territorial de los absentistas residentes de La Orotava, se hizo cada vez más notorio el dominio de unos vasallos principales que, al afincarse en La Oliva, consolidaron paulatinamente los influjos sobre el territorio insular (sic.) (Millares Cantero, 1977 y 2018). En Genealogías Canarias las consideraciones en el trabajo “Raíces majoreras” de los autores Faneque Hernández Bautista y Juan R. García Torres (2020), encontramos unos párrafos muy reveladores sobre este epígrafe que reproducimos: Fuerteventura ha vivido algunas etapas de poblamiento y muchas otras de despoblamiento hasta que en el siglo XX, con el desarrollo y democratización de las instituciones locales y más recientemente con el impulso de la descentralización autonómica parece que se ha logrado detener esa sangría secular – se refiere a la época postfranquista que tímidamente superaba su tradicional abandono y ya con tímidas iniciativas en la industria turística y coto de pesca y caza de muchos canarios de las islas capitalinas -  Los primeros contingentes en arribar eran sin duda pueblos norteafricanos que con afán colonizador se embarcan en armadas de potencias mediterráneas, como muy bien nos explica Roberto en uno de sus libros precedentes, para afincarse, bien provistos de  ganados y semillas, en el casi desierto por entonces territorio insular. Esta población inicial,  que en las islas orientales recibe la denominación de majos o majíes, conforma una sociedad indígena muy original que, por su presión sobre el medio natural, sobre todo a través de la ganadería extensiva, inicia el proceso de desertificación del territorio –, se restablece de manera racional y moderna de explotación ganadería caprina y la extraordinaria quesería que se extiende hasta nuestros días - Con la cruenta llegada de los aventureros normandos y más tarde castellanos se sientan las bases de una sociedad mestiza, conformándose unos grupos humanos a los que se identifica como familias de las islas que son el resultado de la fusión entre los conquistadores con las mujeres y niños indígenas que fueron preservados, pudiéndose hablar en propiedad de genocidio masculino – exageradamente se vincula su despoblación a esta circunstancia y añadimos  la forzada endogamia que llegaba a unas cotas que no fueron sostenibles en sus consecuencias y perspectivas sociales -. Con ellos la degradación del medio se intensifica por la masiva deforestación y sobreexplotación hídrica y todo esto, unido a la dureza de las cargas señoriales y eclesiásticas, conduce a finales del siglo XV a una primera gran evasión de sus habitantes con la huida de la mayor parte de su población libre hacia Gran Canaria primero y, poco después, también hacia Tenerife, - a principios de la segunda parte del siglo XVII y principios del XVIII se produce una afluencia de familias o individuos que, dado el censo en Canarias, podría considerarse como importante, desde distintos pueblos de La Palma y Tenerife (Egea Molina y López-Trejo Díaz, 2022), y que posiblemente se debiera a la necesidad de mano de obras agraria en lo que concierne al cereal,  que supondría explosiones de tipo migratorio inverso que posteriormente algunos historiadores tratarían de dilucidar - una vez que estas islas son incorporadas a la Corona de Castilla gracias a la intervención de un ejército real en el que, es bien sabido,  participan, como caballeros o infantes, centenares de hombres de las islas – nos tememos que estas riadas de personal de la milicia se explica en la defensa de la islas por levas financiadas por los Señores después de la racha de incursiones berberiscas, que posteriormente se invierten en incursiones de los señores a Berbería, recordemos el establecimiento del Río de la Mar Pequeña base de distintas incursiones de los Señores de Canarias, Condes de la Gomera y Sres. de Fuerteventura (Rumeu de Armas, A.1956-57; Hernández Bautista, y García Torres, 2019).

Betancuria. FEDAC

 


Arribo de ciudadanos majoreros a Gran Canaria

Nosotros nos ocupamos en el presente trabajo a lo que podríamos determinar  el “pueblo llano”, proposición que no corresponde en todas sus vertientes a lo que queremos referir, que aunque este sufriría diversas contrariedades y sacrificios sin reparación encontraron en una especie de ámbito poco proclive a su emancipación como ciudadanos, o siquiera habitantes del común con ciertos derechos, que no privilegios en un medio hostil, pero siempre los seres humanos sean de la condición que sean luchan por obtener un estatus que, si bien no alcancen las dignidades de la aristocracia, si los avances de la civilización de la que no son ajenos dentro de la cultura occidental por muy mediavalizantes que fuera su entorno, y se pusieran las cortina e impedimentos para  retrasarlas o revocarlas como puede ser el acceso a la cultura y formación; se trata en vano de encorsetar un entorno en donde estamentos desde donde la misma Corona y la misma Iglesia estaban involucrados y  que convenía entonces  por su propio beneficio dar pasos hacia principios y posturas más igualitarias con cierto paternalismo y con principios maximalistas de conservación,  entre otras consideraciones,  porque se venían produciendo con cierta periodicidad movimientos levantiscos e insurrecciones por el explicito apoyo a  situaciones de abusos en desacuerdo con los principios y espíritu de los propios fueros del Reino y las recomendaciones en el púlpito en las Iglesias hacia una feligresía fiel “…Después, en 1721, el hambre hizo que la población secuestrara el arca de quintos, donde se guardaba el dinero de los impuestos señoriales, y el coronel, con 500 milicianos, restableció el orden a toque de tambor», explica Hernández. En el siglo siguiente, «peor les fue aun a los 500 amotinados de Villaverde, que reclamaban en 1829 el poder coger el cosco para comer en la dehesa de Guriame, puesto que sus dirigentes fueron encarcelados en los castillos de Caleta y El Tostón, y el alcalde de Villaverde estuvo en la cárcel de Las Palmas hasta 1833” (Sic.) (Hernández Bautista, R. 2018. Cfr.).  Así se toma en consideración una nueva estructura en las relaciones  del Reino con los Señores, como hemos apuntado, recortando muchas de sus prerrogativas como consecuencia de los movimientos de ciudadanos ya apuntados y que sería muy prolijos en enumerar y que los encontramos estudiadas y puntualmente desarrollada en la Historia General de Canarias por diversos especialistas “…, la expulsión estacional de efectivos poblaciones en algunas de las islas (Fuerteventura y Lanzarote primordialmente), que tiende a dirigirse a aquellas con mayor abundancia de recursos, no es asimilada sino de modo temporal, entre otras razones porque las inversiones dinerarias no permitían la intensificación de otro tipo de actividades productivas que no fueran las agrícolas…” (sic.) (Santana Godoy, 1977; Millares Torres, 1977).

Desde hace muchos lustros Gran Canaria fue destino y receptora de familias de Fuerteventura acogidas en distintos pueblos y barrios circundantes a Las Palmas de Gran Canaria que ejercieron  múltiples actividades, jornaleros, canteros y artesanos, es así muy proverbial que una de las calles en esta ciudad de Canarias se denominara el callejón de los Majoreros, situada  en los aledaños de Vegueta y próxima al barrio de San José que hoy puede identificarse como parte de  la calle Hernán Pérez de Grado en la actual planta de la capital, aunque relativamente moderna en la localización geográfica que nos ocupa este trabajo (Martín Galán, 1984). Entre tanto no podemos olvidar el traslado a Gran Canaria a finales del XVII como consecuencia de la hambruna de numerosas familias que se cifran en más de quinientos individuos  ordenada por el alcalde mayor de la isla Sebastián Trujillo Ruiz (hay que subrayar que había una sola capitalidad Betancuria con jurisdicción sobre toda la isla), célebre además por el secuestro de las Arcas de “quintos” a favor de la abolición de los mismos como medida de mitigar la penuria de los arrendatarios explotados por los Señores de la Isla (Hernández Bautista, R. 2014).

Como en el origen de la mayoría de los pueblos isleños, la villa de Arucas se empezó a gestar a partir del caserío que se fue apiñando en torno a la ermita de San Juan Bautista. La actividad generadora por los ingenios azucareros, los cañaverales, las obras de regadío, el transporte y la artesanía procuraron suficiente demanda de empleo para ocupar a numerosos jornaleros, esclavos, criados, comerciantes y artesanos, los cuales figurarían registrados como los primeros habitantes que contó la villa. En efecto, inicialmente el impulso poblacional se correspondió con los cuantiosos beneficios provenientes del negocio azucarero, su industria y exportación a los mercados locales, peninsulares y, en particular, a las florecientes ciudades de la Europa central y occidental (Díaz Hernández, 2010).

Es muy complejo fijar familias majoreras o individuos desplazados a los distintos municipios de Gran Canaria, con contingentes significativos, motivaciones laborales o incluso la busca de trabajo o la “llamada familiar” con posibilidades respecto a su integración en negocios ya creados o facilitar con cierta influencia, imaginamos que mínimas, para recomendar a los parientes dada su credibilidad constatada, obediencia y laboriosidad, y sobremanera falta de mano de obra en todos los aspectos en Gran Canaria debido a su crecimiento vegetativo y escasez de laborantes en múltiples oficios y también como razón sociológica (Sosa Henríquez y González Rodríguez, 1991), es sintomático que se emigrara entres islas que fuera entonces una opción con éxito en una travesía que no era fácil aunque existiera cabotajes y líneas frecuentes, a lo que sucede con tantas dificultades hoy en las rutas inmigratorias desde África. Hay al menos 3 periodos críticos que lógicamente coinciden con años de crisis en Fuerteventura. Estos periodos serían, de 1674 a 1676, coincidiendo con los años estériles de 1674 y 1675, con un empeoramiento en 1676, que ocasiona la muerte del ganado y obliga a la evacuación urgente de los vecinos más necesitados, lográndose transportar a Gran Canaria 1.000 personas. Y de 1683 a 1685, que sería el período más crítico, donde observamos la mayor afluencia de inmigrantes (Rodríguez Calleja y Viera Ortega, 1996). Poco nos aclara la bibliografía sobre este colectivo: Vicente Suárez Grimón, en un trabajo dedicado a las descripciones y sucesos acontecidos en este municipio durante el siglo XVIII expone que entre los oficios más citados y practicados destacan los labradores, pedreros o canteros, sombrereros y laneros, luego seguido de zapateros, carpinteros, herreros, tejeros y algunos pescadores. Entre las profesiones menos ejercidas se citan los jornaleros, arrieros y albañiles,respecto Arucas y su demarcación parece que según autores en relación a la industria además del trabajo de la cantería de piedra azul, destacaban la producción de tejidos de lino (gusanillos, cordoncillos, mantas, bureles, capotes, enaguas, etc.), de lana y estameñas. También se producía seda, aguardiente y algo de aceite de tártago (Euphorbia lathyris), cal, sosa, etc. Además de los productos ganaderos y agrícolas se elaboraban cera, miel y queso. En toda la jurisdicción llegaron a establecerse seis molinos harineros y de gofio, así como también siete ermitas (San Pedro, San Sebastián, La Trinidad, Los Dolores, San Francisco Javier, San Andrés y Cristo de la Salud), la parroquia de San Juan Bautista y el convento de dominicos de Firgas (sic.) (Quintana Andrés y Jiménez Medina, 2022). Estos autores Quintana Andrés y Jiménez Medina nos describen entre otras estadísticas basadas en padrones los núcleos poblacionales importantes de la ciudad de Arucas en los años 1794 y 1815, el entorno a la iglesia parroquial primigenia de San Juan antes de la erección de la “catedral” gótica que hoy caracteriza y e identifica a la ciudad. Parece ser que las casas mas importantes en este núcleo eran la del párroco de la iglesia y su familia donde se incluyen sus allegados próximos, sirvientes y prohijados. Por otra parte, el centro de Arucas, con sus principales calles: La Goleta, Bañaderos, El Tabaibal y El Cerrillo concentraron buena parte de los vecinos de Arucas. Haciendo desde luego abstracción del Mayorazgo aún en pervivencia y otras haciendas como el Mirón, de Matos, etc., comenzaban ya a despuntar el acaparamiento de tierras de personajes aruquenses: Don Bruno González y Francisco Gourié, posterior al periodo que nos ocupa y después de la venta y fragmentación del Mayorazgo  y del marquesado del Buen Suceso, que serían fuente para ganarse el jornal de labradores y de arrendatarios en régimen de medianeros  o de ganancias de propio (Rodríguez Rodríguez, 2021). Si nos interesan otras anotaciones que redundan en la interconectividad entre Fuerteventura y Arucas, en este sentido los empadronamientos que se anotan en libros sacramentales como estantes en Fuerteventura de algunas familias registradas, abonando la tesis del trasiego hacia la isla majorera desde Gran Canaria que confirman en esas fechas la bonanza en el campo y comercio majorero, y que ya hemos señalado como bidireccional. Tomadas de los libros sacramentales, por lo cual, los vecinos incorporados o dados de baja se tienen en cuenta a la hora de realizar las contabilidades y estadísticas. Uno de esos casos fue la familia integrada por Andrés de Cerpa, 31 años y María Déniz 29, más dos hijos –Antonio y Miguel de 7 y 5 años respectivamente- sobre cuya casilla se anotaba «Fuerteventura», lugar al cual, presuntamente, se habían trasladado tras hacerse el recuento eclesiástico. En parecidos términos se hacía una anotación junto al registro familiar de Francisco Montesdeoca –vecinos de la calle de las Cereras- con un total de cinco miembros. Finalmente, se sumaba a ellos María del Rosario (64) –a la cual se le puso al lado de su nombre «forastera», que con su hija Bárbara (34) se les registró estar en Fuerteventura  (sic.) (Quintana Andrés y Jiménez Medina 2022).

Arucas. Foto: La Provincia.

Un particular ejemplo controvertido de progenie majorera

Nos interesa una serie de apellidos que se repiten y que forman parte del imaginario genealógico de varias familias radicadas en la villa que se encuentra en el cuadro de flujo número dos de la ascendencia que tratamos de  ilustrar, como Montesdeoca, Hernández, Pérez, Bosa y otros muy comunes enraizados en estirpes aborígenes que como apuntan muchos autores serían los apellidos más corrientes con los que se cristianizaban a los canarios bautizados después de la conquista, en muchos casos prohijados por soldados y matrimonios mixtos entre canarias y conquistadores y que afortunadamente de todo hubo en las posibles combinaciones (Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen, 2011. Rodríguez Díaz de Quintana, y García-Alcalde, 2018). Entre la familias anónimas en el sentido que presentan características comunes como tantas otras en el contexto económico y social del los siglos XVIII y XIX, elegimos la de Rodríguez que parecen proceder del Llano de Betancuria, de la que contamos con algunas generaciones pero que no se remontan mas allá de principios del siglo XIX pero seguramente conectadas con estirpes procedentes de Tenerife si consideramos la casuística de este apellido en base a los matrimonios celebrados en la villa desde finales del XVII y principios del XVIII, que hemos tratado de cribar en los sacramentales matrimoniales que arriba hemos apuntado en la reveladora transcripción de Eugenio Egea y Cristina López-Trejo, y que sería digno de estudiar el flujo de estas familias que desde Tenerife, la isla más extensa y rica del Archipiélago, que tantas  eligieran Fuerteventura  (realmente en el periodo estudiado era la única parroquia donde se celebraran actos sacramentales hasta 1711, por tanto los esponsales que reflejan en el estudio los contrayentes en Betancuria podrían pertenecer a distintos pueblos que de hecho se señalan en las partidas).

Imaginémonos como emigrantes en busca de fortuna y empleo, quizás habría que considerar también que aunque Tenerife y La Palma no eran islas de señorío, si es verdad que la terratenencia de una aristocracia rentista voraz mantenían privilegios cuasi señoriales y abocaba a una clase de labriegos y medianeros al filo de la indigencia o eran forzados al repoblamientos de las tierras de aquellos señores absentistas en las islas de señorío (Martínez Encina, 1980). También hemos señalado las principales tareas y oficios que usualmente se dedicaban estos inmigrantes procedentes de Fuerteventura, que a resultas de  consultas al actual cronista oficial de la ciudad de Arucas (comunicación personal), en las fechas que situamos el  matrimonio del que haremos posteriormente referencia, seguramente se acogían a las tareas de la labranza en las explotaciones agrícolas de la caña de azúcar que ya en declive se mantuvo hasta el primer tercio del XIX (Hernández Socorro y Luxán Meléndez, 2010) como peones de los ingenios receptores, alternativamente como canteros y labrantes de la piedra, oficio duro que esquivaban normalmente los lugareños. Parece que en una de esta familia no fue el caso y hacemos referencia a un ejemplo recurrente, pero que al parecer lo sufrieron en origen,  y que después de alguna coyuntura, imaginamos favorable, se dedicaron al comercio no descartándose la dedicación parcial otros oficios como solía ocurrir en la época: según tradición oral de sus sucesores este majorero casó ventajosamente con la hija de propietarios acomodados en Arucas. 

Explicaremos el Cuadro II, y recogeremos ciertas circunstancia de una de estas familias arraigadas en Arucas al principio de su periplo grancanario. En este apartado seremos muy breve y cedemos todos nuestras especulaciones al cuadro segundo. 


Trataremos sucintamente discutir en varios puntos o apartados:

1. Don José Rodríguez Navarro, que en la partida de bautismo de su hijo Don Rafael Rodríguez Pérez, aparece como natural de Betancuria y en la misma se señalan sus padres que suponemos con el mismo origen.

2.  Sin embargo, no se encuentra, en las relaciones matrimoniales por el momento anotado su desposorio en Arucas con Doña Mª Ascensión Pérez Hernández (entre 1826 hasta 1876 [L. 8- L. 12]), que aparece como desposados en Arucas en la partida de bautismo de su hijo Rafael, ni tampoco en los libros sacramentales.

3. Tampoco aparece Don José Rodríguez Navarro en las partidas de nacimiento de los libros sacramentales de Betancuria, en una horquilla razonablemente estimada, ni la del matrimonio de sus padres, es posible que Betancuria sea su procedencia (empadronamiento) pero no su lugar de origen, si bien este no es el dato que suele anotar las partidas sino donde se nace. Se supone en el Cuadro II una ascendencia no comprobada fehacientemente y basada en un tronco supuesto barajando posibilidades y confluencias dado el endogamismo característico de Fuerteventura.

4.  Aparece, sin embargo, en Arucas en las partidas matrimoniales el desposorio de Doña Mº Ascensión Pérez Hernández con Don Bonifacio José Pino Liria, de Tuineje, en 1861. No se contempla su viudedad, ni se encuentra un segundo matrimonio de la contrayente en esa parroquia. Concuerdan en esta partida los nombres de los padres de la contrayente con las del bautismo de su hijo Don Rafael.

5. Por los distintos datos aportados Don José Rodríguez Navarro y Don Bonifacio José Pino Liria no parece tratarse de la misma persona, como cabria interpretar según una apresurada conclusión, y que por tanto se descarta un cambio sustancial de apellidos de D. Bonifacio, pero según cronología y de acuerdo a la partida matrimonial se trata indudablemente del primer marido de Doña María Ascensión

6. El tiempo que transcurre desde este matrimonio documentado, 1861, al nacimiento del que pudiera ser hijo del matrimonio de Don Rafael, n. 1873, es bastante dilatado si bien entra esta fecha de una posible natalidad pero se descarta por:

7.  Un cambio radical de apellidos en la época, que no estuviesen relacionados con parientes próximos y cercanos como abuelos, tíos, e incluso políticos como es la acepción moderna, por motivos de herencias y que además tuvieran relevancia en el ámbito social eran muy complejas en la jurisdicción y normativas de las inscripciones parroquiales al uso. Y esto no parece el caso de Don Bonifacio José por distintos motivos considerados (García Torres, 2025).

No tenemos más que argumentar en esta pérdida de la ascendencia familiar pero ganada en lo que presupone todo un entorno socio económico de la ciudad y el aventurarnos a atravesar las difusas líneas de sucesión en el contexto majorero. 


Consultas de Artículos y Libros históricos

- Archivo parroquial de San Juan Bautista de Arucas.

 

- Archivo Histórico Diocesano de Canarias,

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