MIGUEL RODRÍGUEZ DÍAZ DE QUINTANA
Ponencia presentada en el X ENCUENTRO DE GENEALOGÍA GRAN CANARIA. Homenaje a Carlos Gaviño de Franchy, organizado por Genealogías Canarias y Real Sociedad Económica del País de Gran Canaria, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria del 14 al 16 de noviembre de 2023.
El interés de conocer nuestros ancestros cada vez es más numeroso. Díganlo, si no, las extensas páginas de internet, en donde miles y miles de usuarios preguntan por los orígenes o procedencias de sus apellidos que, dicho sea de paso, cuando la pregunta es relativa a un linaje canario, las respuestas a veces son verdaderos disparates. Un ejemplo, lo tenemos con nuestro característico y popular apellido Monagas. Hay textos que dicen que procede del irlandés Monogan.
Hay que advertir al lector, que la heráldica isleña es extensísima, y de
detenernos en la historia de todos y cada uno de ellos sería una labor
agotadora. Por lo que convendría puntualizar aquellos que por su extensión y
singularidad merecen la pena comentar.
No vamos a profundizar en la historia del nacimiento de los linajes, pero conviene que de manera breve digamos que antes no solía haber apellidos sino puramente el nombre propio. Y fue hacia el siglo siete cuando se empieza a dar a los hijos el sufijo de ez, que significa, “hijo de”.
Así de este sufijo que era para dar la forma de la palabra derivada, de
un Rodrigo, fue Rodriguez, de Gonzalo, González, de Fernando, Fernández, de
Alvaro, Álvarez, de Benito, Benítez, de Domingo, Domínguez, de Ramiro,
Ramírez, de Sancho, Sánchez, de Jimeno, Jiménez, y así de todos los
extensos linajes terminados en zeta que, por lógica, son los más abundantes del
repertorio castellano.
Luego vinieron las referencias. Si una familia vivía en el entorno de un
castillo, pues se apellidaban así. Precisamente nuestra distinguida familia
canaria del Castillo, condecorada con un título del reino, era García de
linaje, pero fueron anexionando al patronímico esta indicación. Así vemos que los que estaban cerca de un
río, fueron del Rio, los de una Torre, Torres, los de una rivera, Rivero, los
de un bosque o un árbol, del Bosque, del Álamo, Manzano, Palmero; cercanos a un
molino, Molina. Prácticamente, de casi todas las palabras que tiene el
diccionario de la Real Academia Española figuran en la heráldica nacional:
Barriga, Conejo, Palacio, Calvo, Feo, Bello, Hermoso, Araña, Niño, Viejo, Nieto,
Gallo, Ganso, Cordero, Vaca, Herrero, Casado, Zapatero y un larguísimo
etcétera.
En nuestro caso concreto, en nuestra popular heráldica isleña, se
entremezclan una serie de diferentes antecedentes. Jugaron un papel primordial
las devociones y advocaciones religiosas. De ahí que todas nuestras vírgenes figuran como apellidos: Del Pino, del Rosario,
Concepción, de las Nieves, Guadalupe. Igual sucede con los santos de los que
proceden muchos apellidos, como Santiago, Felipe, Lorenzo, Jorge, Juan, Luis,
San Ginés, Mateo. Marcelo, El nombre propio de muchos padres o cabezas de
familias también van a originar en nuestras islas muchísimos y actuales
apellidos.
Otras de las características de nuestra heráldica, fueron las referencias
geográficas o procedencias de otros lugares o países que resultaban más
identificables a las familias.
Por último hay que incluir el papel fundamental que jugaron los motes,
alias, apodos y nombretes en nuestro extenso, peculiar y genuino diccionario heráldico insular. Precisamente
el médico analista don Juan Díaz Rodríguez, preparaba con entusiasmo un libro
de esta serie de sobrenombres, pero lamentablemente por su fallecimiento se
quedó sin publicar.
Como anécdota les cuento que podía haber sido el último apellido de
nuestro heráldica el apodo de Espuela. Este distintivo lo llevaba un importante
agricultor de Moya, don Manuel Hernández, que acudía a misa los domingos a San
Juan de Arucas, en donde se veía con su prometida, Dolores Suárez. Como venía a
caballo y con espuelas, al entrar en el templo, el ruido del metal sobre el
pavimento delataba su presencia. Muchos años después, un nieto de Don Manuel,
orgulloso del nombrete de su abuelo, quiso anexionar Espuela a su linaje de
pila para convertirlo en un apellido compuesto. Pero sucedió, que una de las
hijas del agricultor y tía por tanto del peticionario, se lo prohibió
tajantemente pues consideraba que era más bien un desprestigio.
Y entremos ahora, pero de manera estricta, en los antecedentes de los
principales y extendidos apellidos que pueden presumir de ser netamente
canarios. Concretamente nos vamos a ceñir a los más conocidos aquí en Gran
Canaria.
De la A a la Z y por orden cronológico, nos encontramos con la primera
serie: Alejandro, Apolinario, Artiles y Armas. La mayoría proceden del nombre
propio del cabeza de familia. Alejandro
Hernández, vecino de Telde, fue dando a sus hijos de
segundo nombre el de Alejandro, y así nació este popular linaje teldense. Lo
mismo ocurrió con los Apolinario. Don Apolinario Hernández, un chasnero de Vilaflor
de Tenerife, casado luego en Teror y asentado en Santa Brígida. En principio
eran conocidos como los Polinarios, hasta que ya residentes aquí, en la
capital, anularon el apellido de la varonía y ya se significaron
definitivamente con el patronímico paterno hasta el presente.
De Artiles diremos que estuve más de 30 años indagando datos sobre él. Sabía que había procedido de Flandes, pero allí no existe ni se conoce el linaje. Por más que preguntaba a instituciones genealógicas de aquel estado, nadie sabía responder, hasta que hace unos años, al celebrarse unas jornadas históricas antiguas, un flamenco residente en Tenerife me trajo la gran noticia. Lo que un Paco es para un Francisco, un Pepe para un José y un Iñaki para un Ignacio, Artile, sin la ese final añadida en Canarias, era el gentilicio del nombre de Arnoldo. Así era el nombre del flamenco establecido en Agüimes, y así se llamó uno de sus hijos bautizados en Telde. Según siguieron informando, el apellido de familia era el de Westerling, que casualmente llegaría posteriormente también a Canarias por otra diferente y noble línea.
En cuanto al apellido de Armas, que es uno de los linajes más antiguos de las
islas, se origina de un cargo administrativo de la época, como eran los reyes
de armas, una especie de cronistas. De Juan Negrín, que se dice era un
rebautizado aborigen gomero, disfrutó el cargo del primer rey de armas, siguió
su hijo como Juan II rey de Armas, y al llegar al nieto como Juan III rey de
armas, el cargo se convirtió en uno de los más populares y extendidos apellidos
por todas las islas, y en América, sobre todo en Cuba, de cuyo línea caribeña
precisamente procede hoy una de las más admiradas estrellas de Hollywood.
Termino con la A diciendo que fuera de nuestras islas se conoce el apellido Arucas, sobre todo de canarios establecidos en Montevideo. Y también podríamos
decir que la forma fonética del apellido Arencibia se bautizó en Canarias, pues su forma original es
Arancibia, que en Euskera, de donde procede, significa “vado de espinos”.
Llegamos a la B, y tenemos, entre otros, a Barbuzano, Baute, Bencomo, Batista, Berriel, también podemos incluir el distinguido Bravo de Laguna y no digamos el de Bethencourt y sus docenas de variantes. Aquí ya tenemos tres de procedencia autóctona e indígenas. El de Barbuzano, se dice que es relativo al nombre de un robusto árbol de gran talla que el apellido se origina de su sobrenombre, mientras que Baute y Bencomo son de clara voz aborigen. De los guanches tinerfeños.
Del apellido Batista podemos decir que forma parte de esa larga serie de
linajes, que por las características fonéticas empleadas por nuestros abuelos,
por los escribanos, por nuestra manera de hablar, quedaron deformados de su
original y por lo tanto se convierten en propios de las islas. Batista es
corrupción de Bautista, como el Cárdenes que se deriva del andaluz Cárdenas.
Tanto Berriel como Bethencourt son originarios de Francia, pero curiosamente, de este último, se dice que es el único apellido del mundo que siendo el mismo se escribe y pronuncia de 22 maneras diferentes: Betancor, Betencur, con la H intercalada, sin ella, con la t final, con V. Y además el histórico linaje está extinguido en Francia y hoy todos los que se timbran con él proceden indiscutiblemente de nuestras islas, o de América, a donde llegaron procedentes del Archipiélago.
Le Canarien |
El distinguido linaje Bravo de
Laguna lo formó un escribano zamorano apellidado Bravo a
secas, que se establece en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, y que al
trasladarse poco después y definitivamente a Gran Canaria se le empezó a
conocer también por su procedencia tinerfeña, como podía haber sido Bravo de La
Orotava, o Bravo de Tacoronte.
De la C nos viene a la memoria el de Calero, Curbelo, Calixto, Casimiro y Calderín. La etimología del primero está relacionada con la profesión que muchos canarios desempeñaban en los laboriosos e imprescindibles trabajos para obtener la cal, que se sacaba de los fragmentos rocosos de nuestras montañas, un producto que se hacía necesario en la construcción.
Mientras que los Curbelo proceden de la isla más pequeña del archipiélago de
Azores, llamada Corvo. llamada así por los abundantes cuervos marinos que la
rodeaban. De 1583 procede la presencia de los Corvelos portugueses en Lanzarote
y Fuerteventura que con el tiempo fueron
dando la pronunciación y ortografía que en la actualidad conocemos. Por lo
tanto, su voz es genuina canaria. Hay, sin embargo, autores que acreditan que
es italiano, y que procede de Antonino Crivelo, contratado por el infante don
Henrique para montar unos ingenios de azúcar, y luego sus hijos fueron los que
le dieron la forma actual. Calixto y Casimiro son nombres propios que la descendencia
lo adoptaron como apellidos. Y Calderin, originariamente Calderine, procedente de Génova, se
popularizó más tarde en Telde.
De la Ch conocemos a tres: Chil, Chinea y el de la curiosa y atrevida
pronunciación, Chocho. Chil forma parte del apodo que recibió una familia
apellidada Hernández en Santa Brígida. Sobre los alias o sobrenombres al paso
del tiempo resulta muy difícil conocer los motivos que causaron la designación.
Vemos que era tan abundante el apellido Hernández, se dice que es el segundo
más extendido de España, que se buscaban referencias para poder mejor
identificar unas familias de las otras. Los Chil o Chile, que era como en
realidad se les empezó a conocer, posiblemente sea por la relación con huertos
de ese pimiento pequeño, muy picante y apreciado que abunda por nuestros
campos. Lo cierto es que anularon el apellido familiar y ya en Telde se
empiezan a conocer por Chil.
Sobre Chinea, que abunda más en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, se dice que es relativo a la corrupción del nombre de una princesa gomera, en cuya isla es muy popular.
En cuanto al feo linaje Chocho, que al final solo quedó entre Fuerteventura y Gran
Canaria en familias muy conocidas, tiene un origen curioso. Procede de la
Orotava, y se dice que su original era Cocho, y de procedencia genovesa. De la
isla vecina pasó a Fuerteventura en donde se le dio el cambio, y de ahí a
nuestra Isla. Hoy las nuevas generaciones que lo llevan en primer apellido lo
están sustituyendo por otros linajes de su misma familia, pues se acogen a la
ley del Notariado del Ministerio de Justicia que dice que todo aquel que tenga
un apellido ridículo, malsonante, o que al casar con el segundo sea motivo de
burlas, como aquella señora llamada Dolores Fuerte de Barriga o Margarita Pérez
Gil pueden sustituirlo.
Llegamos a la D. Aquí la preposición de ha jugado un importante papel a la hora de la formación de muchos apellidos. Se suele hoy decir que la de en los linajes es un signo de distinción, pero no, antes todos la llevaban: De Herrera, de Medina, de León, de Armas, que era como la marca de la procedencia familiar de la que veníamos. Y en este caso que estudiamos la mencionada de se fue fusionando a muchos apellidos. Así tenemos nuestros genuinos linajes Dávila, Deniz, Dévora, Dieppa, Dorta, Doreste y Dumpierrez. porque de Ávila, fue Davila, de Évora, Dévora, de Horta, Dorta y de Umpierrez, que también se conoce así, Dumpierrez.
Hago un inciso con el apellido Doreste porque durante mucho tiempo la familia mantenía la
tradición que procedía de Florencia, pero no, vino de Portugal con el
patronímico de Oreste, que es un popular nombre de pila. Establecidos desde
viejos tiempos en Telde, los de Oreste, terminaron por exhibir el apellido que
hoy todos conocemos.
Mientras que otro de los apellidos más extendidos en las islas es el de Déniz, que también arranca de un nombre propio portugués, de Dionisio, que al
paso de los tiempos tomó esta conocida denominación. Había una opinión antigua
que decía que los Déniz venían de Niza, porque en francés se pronuncia Nis que
con la citada proposición, lo cuadraba.
Sobre Dieppa, procedente de la época bethencuriana, se deriva de
la ciudad francesa con este nombre, de la que debía de proceder uno de los
intervinientes en aquella conquista y que luego sería padrino de pila de algún
aborigen.
Saltamos a la letra F. en la que podemos incluir a los Fabelo, Fe, o de
la F, Fumero y Franqui. Sobre el primero, también de voz lusitana, se dice que
podría haberse formado de Rabelo y por esa mala transcripción que han sufrido
muchos linajes en nuestra historia se
transformó en Fabelo. Pero también se dice que
podría derivarse de Falero que unos nos dicen que es relativo a una pieza
ornamental que se le ponía a los arneses de las caballerías. Pero hay otros
tratadistas que aseguran que procede del cargo de aquellos que vigilaban los
faros en nuestras costas. Sea como sea, su etimología es propia de las islas.
De la Fe, es otro de los tantos apellidos que proceden de advocaciones
religiosas. Tuvo su cuna de nacimiento
en Moya, donde curiosamente se ha mantenido desde entonces muy presente
en la villa norteña. Actualmente nuestro primo y colega, Eugenio Egea investiga
sobre su formación y antecedentes.
De Fumero, muy presente en Tenerife, se dice que procede de un
mote originado en la villa chasnera de Vilaflor.
En cuanto a Franquis es la pronunciación italiana de Franchy, por lo
tanto la exhibición insular lo hace genuinamente nuestro.
Pasamos a la G, solo tenemos apuntado el de Guanche, Gopar y Guadalupe, que debió de originarse el
primero de algún corpulento isleño que mereció, bien por su canariedad o
aspecto este popular sobrenombre. Gopar nos llegó con los franceses de Juan de Bethencourt,
pero en el vecino país es desconocido, y Guadalupe se extendió en Lanzarote por ser la virgen titular
de la Villa de Teguise. En principio servía para timbrar a los niños y niñas
expósitos.
En la H posiblemente se puede incluir el de Hormiga, que se dice puede derivarse del Formiga portugués.
Con los apellidos extendidos por todos los rincones de las islas se acredita,
una vez más, la gran influencia lusitana en nuestra archipiélago, tanto es así,
que la primera calle rotulada de Vegueta se llamó calle de los portugueses.
De la I, solo tenemos el Izquier y el Infante, derivado el primero
del antiguo Gesquier, un antiguo y noble linaje procedente de Brujas y que hoy
es prácticamente desconocido. En cambio el Infante canario tiene unas características curiosas. El
hijo y heredero del último Rey de la Isla de El Hierro tomó en el bautismo el
nombre de Alonso, y los europeos y residentes lo apodaron el Infante,
posiblemente por su procedencia regia. Y, como solía suceder, sus descendientes
lo tomaron luego como apellido.
De la letra I saltamos a la L, siendo el más destacado en este grupo el
popular Lantigua, también apellido devocional que se motiva por el
gran fervor que en siglos pasados disfrutaba la virgen de la Antigua de la
Catedral de Santa Ana. Era tanta la devoción a esta imagen, que sin serlo se
llegó a venerar como la verdadera patrona insular, y su nombre se imponía de
segunda filiación tanto a niñas como a niños, por lo que se fue arrastrando el
sobrenombre como apellido.
Y para acabar con la L, queremos señalar que también podríamos incluir en nuestro diccionario la composición del apellido Lang Lenton, de procedencia inglesa, pues eran simplemente Lenton de varonía a secas y mister Jorge Guillermo Lenton, que fue el que se establece en nuestra ciudad en 1898, anexionó el Lang de una de sus abuelas al linaje. El motivo fue porque al casarse con una isleña católica, doña Margarita Rodrigo-Vallabriga y Brito, al extranjero anglicano le convenía bautizarse. Así lo hizo en la pila de San Telmo, y como en nuestra legislación, tanto civil como eclesiástica tenemos que tener dos apellidos y él tenía uno solo, pues lo organizó de esta manera. Al querer inscribirlo el cura en los libros sacramentales iba a poner don Jorge Lenton Lang, pero al nuevo cristiano no le sonaba bien y le indicó al sacerdote que le diera la vuelta. Así es que todos los Lang Lenton que veamos por el mundo proceden de Gran Canaria,
De la M. Aquí tenemos varios: Marrero, Monagas, Macario, Mauricio,
Marcelo, Melian, Marichal y Melero.
De Marrero, procedente de Portugal, hay dos versiones. Unos dicen que
arranca de un tal Gil, maharrero de oficio, que era el nombre que se les daba a
los herreros que fabricaban las maharras, pero otros dicen que el oficio del
portugues era el de marrero, una especie de agrimensor o medidor de tierras. Lo
cierto es que en Portugal no existe como apellido, y aquí en todas las islas es
uno de los más extendidos y singulares.
De Monagas no se ha sabido con exactitud su significado. Sabemos que era el nombre de una heredad de Valleseco perteneciente a una familia apellidada Hernández de Teror, y que para identificarla de las otras tantas que abundaban en la villa mariana, a estos vecinos se les llamaban los Hernández de Monagas. Y como ha ocurrido con otros tantos apellidos, terminaron anulando el linaje para significarse por aquella referencia geográfica. Hay quien llegó a decir que monagas era una abundante hierba que crecía en aquel barranco donde estaba enclavada la hacienda de esta familia. Hoy el apellido es muy popular en Venezuela, incluso en donde hay un estado con este nombre, que se hermanó con Valleseco, ya que destacaron en aquella República dos hermanos que fueron presidentes de la nación y a quien se les atribuyen la abolición de la esclavitud.
Macario, procedió de un nombre propio. De un Macario Domínguez que era un
galdense avecindado en Telde donde lo empezaron a señalar por su onomástica y
así lo siguieron llevando sus descendientes hasta llegar a incluirlo en uno de
los linajes caraterísticos de la ciudad de los faycanes. Lo mismo ocurrió con
los Marcelo y
Mauricio, que de simples nombres de pila proceden estos
apellidos en nuestra isla.
En cuanto a Melero, pertenece a la línea de las profesiones, como
calero. Así se designaban a los que se dedicaban al cultivo de la miel en la
extensísima industria existente desde los primeros siglos de nuestra historia.
Aunque hay que advertir que al ser una profesión tan extendida existen ramas
con este mismo apellido en otras provincias españolas.
De esta letra destacan Melián y Marichal que arrancan, una vez más, de la época normanda que capitaneó el barón Juan de Bethencourt. Marichal, traducido es mariscal, mientras que Melián, los historiadores lo relacionan y traducen como fortaleza o refugio y también con la expresión de cuatro soles, tal vez por aquello que en su escudo de armas lleva tres medias lunas.
De la N, tenemos al antes mencionado de Negrín, que según parece es de procedencia italiana y que
aquí lo usamos con cierta deformación.
Posiblemente de la O tengamos el más genuino apellido aborigen de Gran
Canaria, que es el de Oramas, originado por nuestro invicto caudillo Doramas, tan
celebrado en nuestra historia, y que hoy está mucho más extendido en Tenerife y
en América, especialmente en la isla de Cuba.
Con la P destacan Penichet,
Peñate y Perdomo. El primero, que una vez
más su familia y varonía eran de apellido Hernández, procedieron de la ciudad
portuguesa de Peniche, que en la Matanza de Tenerife, donde primero se
asentaron, van a ser más conocidos por el lugar de procedencia. Estos Penichet llegaron a escalar puestos muy
altas en la magistratura nacional, y muchas isleños con esta filiación se
establecieron en América, concretamente destacó la avecindada en Cuba, que
curiosamente se asentaron en el poblado también llamado de Matanzas, unas tierras llamadas así porque fue el
lugar donde se había perpetrado la mayor
masacre de indígenas cometida en la historia cubana.
Peñate, que se formó en la Vega de Santa Brígida de una familia también
apellidada Hernández, y que debió de originarse de una referencia del lugar
donde debía de residir. Peñate viene de algún mote o de alguna derivación de Peña.
El característico y extendido Perdomo tiene una similitud con el apellido Armas, que de
igual modo se derivó de un cargo oficial. Enrique de Bethencourt, pariente
cercano del barón conquistador, se le conocía con Arriete Prudhomme, que
traducido al francés expresa decir hombre prudente, una especie de procurador,
o hombre de leyes. Y con el tiempo se formó este característico
y popular linaje canario.
Mientras que Roque es otro de la extensa lista de nombres propios
convertidos en apellidos y que se encuentra muy extendido en Santa María de Guía,
de donde procede y en la isla de Cuba.
Otro de nuestros populares linajes es el de Reyes. En el antiguo régimen, cuando se bautizaba a un
niño o niña con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar se les añadía el de
los Reyes, posiblemente como homenaje a los magos de Oriente. Fueron entonces
muy populares los Garpar de los Reyes y las Melchora de los Reyes, por cuyos
segundos nombres iban a ser más conocidos hasta llegar a originarse este
extendido apellido.
En cuanto a Robayna, su origen en nuestro Archipiélago es muy curioso.
En la Edad Media había una de las entonces llamadas Encomiendas en Andalucía
con este nombre que gobernaba la Orden de San Juan. Al sustituir al gobernador
de Gran Canaria Pedro Cerón en 1529, el nuevo mandatario llegó con el título de
Licenciado Robayna. No era propiamente su apellido, pero debía de querer
significarse por este título que debía de estar muy arraigado en su familia. El
Licenciado tuvo un hijo de amores en junio del año siguiente, Juan, apadrinado por
el grave inquisidor y Tesorero de la Catedral, Luis de Padilla. De este Juan
Silverio de Robayna desciende la gran familia que se desarrollaría primeramente
por Fuerteventura y Lanzarote y hoy por todas las islas y en América, Y una vez
más, por toda la isla de Cuba, donde linaje es muy popular.
De la S, Santana,
Socorro, San Ginés y Sierra. Sobre Santana, que ya arranca de una deformación lingüística, pues su verdadera
fonética es Santa Ana, se han comentado diferentes orígenes. Inicialmente se
trató de un apellido de advocación derivado de la patrona de la ciudad y del
templo catedralicio. En Agüimes hubo una familia en el siglo XVII apellidada
Martín que prefirieron sus descendientes distinguirse por Santa Ana. Otro
origen arranca de la casa cuna de expósitos de Santa Ana, de criaturas que al
no conocerse sus apellidos se les daba el nombre de la institución. Hoy hay que
advertir que los que llevan este apellido no todos tienen este último origen,
ya que proceden de diferentes situaciones familiares.
0 tenemos que decir que eran Hernández de apellido, se les empieza a
conocer entre finales del siglo XVII y principios del XVIII por los zumbados.
Durante bastante tiempo exhiben en la documentación de la época juntos el
Hernández Zumbado hasta que terminaron prescindiendo del linaje de la
baronía. Según el diccionario de la Real Academia, zumbado se emplea para
expresar que la persona es poco juiciosa, mote que debió de haber recibido uno
de los antepasados de esta hoy singular estirpe, que al paso de los años fue
alcanzando ilustre notoriedad, hasta tener sus viviendas la denominación de
palacetes. Su última y conocida residencia es donde hoy se encuentra
establecida la Orden del Cachorro Canario en la Plaza de Santo Domingo.