lunes, 28 de septiembre de 2020

LA HISTÓRICA LEYENDA DE LA FAMILIA CROISSIER

 MIGUEL RODRÍGUEZ DÍAZ DE QUINTANA

En varias ocasiones la prensa isleña ha publicado en sus páginas la novelesca historia que cuenta esta singular familia sureña que, sin duda, ha sido transmitida a través de varias
generaciones y, por tanto, es legítimo que los descendientes mantengan la veracidad de unas circunstancias que bien pudieran haber ocurrido.

Cuentan los viejos del lugar sobre esta regia estirpe francesa, que al estar amenazado de muerte el delfín francés y futuro Luis XVII, cuya familia, prisionera en la Torre del Temple, iba siendo enviada a la guillotina, al niño heredero pudieron esconderlo y sacarlo del reino. En la búsqueda de un paraje seguro para resguardarlo de todo peligro, y en compañía de un preceptor, terminó avecindado en Los Llanos de Telde. En este lugar creció, se casó y tuvo hijos, cuyos descendientes forman parte de la actual y apreciada familia que honró a la Isla al proceder de ella un ministro del Gobierno de España.

Sobre el heredero de Luis XVI también circularon en su momento en Europa otras historias. Unas dicen que al delfín lo escondieron en el Vaticano, otras que lo camuflaron en Suiza dándole la personalidad de un relojero con el nombre de Karl Wilhelm Naundorff, y otras que fue protegido por los zares de Rusia. También hubo el caso del falso delfín llamado Pierre Benoît. Era un ingeniero francés instalado en Argentina que mantuvo su historia con la mayor discreción. Siempre se especuló que al abrirse las últimas disposiciones de la Duquesa de Angulema se sabría al fin el destino final que tuvo este desdichado príncipe heredero del trono de los Capetos.

Pero al leerse el testamento de la duquesa, cuya apertura se realizó en Viena hace unos años, no se encontró entre sus testimonios el más mínimo rastro que indicará qué fue de su hermano, aquel muchacho enfermizo de diez años de edad, presumiblemente sacado furtivamente de la prisión donde estaba confinado

Los nuevos datos


Todo hasta aquí se ha ido manteniendo tal cual lo ha contado la familia con rotundidad a lo largo de las décadas. Incluso, los descendientes se suelen reunir una vez al año para festejar con alegría y gozo el tener entre sus genes la tan ilustre y aristocrática sangre de los
Borbones de Francia.

Sin embargo, nuevos datos aparecidos recientemente sobre el verdadero origen de esta familia no concuerdan con la historia, publicada en la prensa, acerca de un joven diseñador que acredita que se ha realizado la prueba del ADN y que esta confirma su consanguinidad con la estirpe de los Borbones. Se ha afirmado que ha logrado que se le haya autorizado a acogerse al apellido Bourbon, una función que solo puede acreditar el Ministerio de Justicia a través del negociado de la Dirección General de los Registros y del Notariado y tras un
laborioso expediente documentalmente demostrativo.

El asunto no es que nos importe demasiado, pero al haber llegado la noticia a los legitimistas franceses, que procuran mantener la tradición y la historia de sus ancestros con rigor y veracidad, no comparten las afirmaciones atribuidas al citado diseñador canario tal como últimamente se están aireando públicamente a través de los medios de comunicación.

La historiadora Cristina López-Trejo pronunció hace poco una magnífica conferencia en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria sobre la deportación de prisioneros franceses a principios del siglo XIX: “Prisioneros franceses de la Guerra de la Independencia: su integración en la sociedad de Gran Canaria”. En su charla pormenoriza los expedientes de soltería de todos aquellos súbditos galos que fueron confinados en las Islas y que, dicho sea de paso, fueron de mucha utilidad por las ayudas y servicios que prestaron en aquellos conflictivos años revolucionarios a la región canaria. Sobre todo fue loable el esfuerzo que realizaron en la devastadora epidemia de fiebre amarilla de 1811 que
padeció nuestra isla. La información acerca de estos expatriados también queda confirmada en el magistral trabajo del Profesor Titular del Departamento de Historia de la Universidad de La Laguna, Francisco Fajardo Spínola “Los prisioneros franceses en la guerra de la independencia: Canarias 1809-1815”.

Entre los franceses deportados en las Islas en 1808 figura Jean Croissier de la Cruz, que por la edad y naturaleza que acredita su expediente, que hoy custodia el Archivo Diocesano de Canarias con el número 526, no tiene la más mínima relación con el hipotético delfín. El joven marinero francés relata personalmente su tragedia:

“Que hallándome en esta isla como uno de los prisioneros franceses, deseaba situarme en ella siempre que se me diera permiso para ello, venida la orden de que nos volviéramos a nuestra patria. Con el contento de efectuar matrimonio que tengo tratado con María de los Remedios Expósito, natural de Tenerife y residente en esta ciudad. No puedo realizar el matrimonio sin acreditar la libertad de mi persona y catolicismo por no haber traído conmigo la partida de bautismo. Solicito dispensarme en presentar la cartilla de bautismo que fue realizado en la pila de San Pierre en 1782. Manifiesto que teniendo la edad de 15 años (en 1797) salí de mi patria con el fin de navegar en el ejercicio de marinero. Estuve en las Américas francesas. En Guadalupe permanecí 6 meses. Posteriormente se declaró la guerra contra los franceses y hallándome en un buque en el puerto de Cádiz fui aprehendido y conducido al cuartel de San Carlos donde permanecí 8 meses. Posteriormente me enviaron a esta isla donde he permanecido 7 años". Se le pregunta si contrajo matrimonio y declaró que habiendo salido de Francia a tan corta edad no podía haber celebrado matrimonio ni en tierra ni navegando, ni contrato alguno. Afirmó que profesaba la religión católica.

Croissier dice ser hijo de Honoré Croissier y Catherine Plisson, que son como él naturales de Montier-en-Der, en Francia. Es testigo de su declaración el francés Francisco Lacoste, natural de Aguiem, que dijo que le conocía, "por lo que sabe que no casó y que le ha visto ir a misa y ejercer la religión".

El Fiscal General del Obispado visto el expediente, dice que Jean Croissier ha justificado la libertad de su persona y catolicismo por el tiempo que permaneció ausente de la marina francesa, por cuya causa no hubo reparo en acceder a la solicitud y se le dispensa de presentar la partida de bautismo. El obispo don Manuel Verdugo lo rubrica, y el regocijado francés, de 33 años de edad, lleva a la chicharrera al Sagrario de Santa Ana en la primavera de 1815 para contraer con ella matrimonio. Es padrino del enlace el doctor en medicina, don José de Matos (Libro 12 de matrimonios, partida 554).

La esposa tinerfeña, que en ocasiones dice ser de Tacoronte, aunque también acredita que es de La Laguna, llamada María de los Remedios Exposito Hernández, tiene entonces 23 años de edad. Aparte de la dote que pudiera haber aportado al enlace, llevó un hijo de una anterior relación, Juanito, también tinerfeño, apellidado hasta entonces Perera Expósito.

Una vez contraído aquellos esponsales en 1815, Croissier, su mujer y el entenado se trasladan a Telde y, en efecto, abren casa en el pago de Los Llanos de San Gregorio. En el nuevo hogar nacen dos nuevos hijos, Carlos Pablo, en 1816, y Clemente Antonio en 1820, que se han de criar felices con su hermanastro. La relación entre todos ellos debió de ser agradable y afectiva, porque el francés terminó por adoptar a su hijastro y le autoriza a que en adelante usase su propio apellido.

Al paso de los años, dos de los muchachos contraen matrimonio con encantadoras doncellas teldenses. Juan Perera, el de la vecina isla, celebró dos matrimonios, primero, con Juana Calderin Díaz, que murió del cólera morbo asiático en 1851, y al quedar viudo, llevó al altar a Lucía Suárez Ramírez. De ambos enlaces nacieron cinco hijos: Jerónima, Blas y Juan, del primero, y José Agustín y Juana del segundo. Serán del segundogénito Blas de la Candelaria Croissier, que nace en 1840, y de su hermano Juan, nacido tres años después, de donde proceden hoy todos los que llevan de patronímico el apellido Croissier a través de una larga descendencia de veintitrés hijos. Blas se desposó con Rita Moreno, y Juan, con Carmen Milán, y estos últimos serán los bisabuelos de Luis Carlos Croissier Batista, el joven economista y político español que fue ministro de Industria y Energía en el segundo Gobierno de Felipe González.

Clemente Antonio Croissier, segundo hijo de sangre del francés y el único en tener descendencia, fue un entendido artesano y contrajo nupcias con Francisca Calderín de Béthencourt. También tuvo varios hijos, pero quien siguió la descendencia legítima de la saga fue solamente una hembra, María Jorgina, nacida en 1849 y casada 1878 con José Ojeda Martín, que le daría a la teldense siete hijos que fueron enlazando con las laboriosas estirpes sureñas de Cabrera, Cáceres, León, Nuez y Medina.

El bulo

La publicación en 2017, en los medios informativos, de la sensacional noticia de que el modisto canario Gabriel de Bourbon había cambiado su apellido tras los resultados del análisis genético realizado por el Instituto de Medicina Legal de Las Palmas, ha sorprendido a historiadores y, sobre todo, a los legitimistas franceses que desde 1830 reivindican a los Borbones como los únicos herederos al trono de Francia y son los que nos han sugerido que denunciáramos la incorrecta atribución genealógica y que exigiéramos por mediación del Juzgado al llamado Instituto de Medicina Legal de Las Palmas la comprobación de ese perfil genético que parece que acreditó el director del laboratorio canario.

En la información publicada en la prensa se dan los datos de los progenitores y abuelos del modista. Desconocemos si el llamado Laboratorio de Medicina Legal cotejó a los bisabuelos y tatarabuelos del diseñador, ya que de ser así llegaría hasta los Perera de Tacoronte. Entonces, la pregunta que tenemos que hacerle al señor director médico que realizó la prueba es qué métodos usó para constatar el grupo étnico y sanguíneo de los Borbones de Francia con el del modista para revelar que coincidiera el ADN de ambos.

Según la nota aparecida en la prensa, el estudio del cromosoma se hizo a la señora madre de don Gabriel Macías Estupiñán, doña Manuela Estupiñán Croissier, el cual se lo debió de transmitir inmutablemente su progenitora, doña Eulalia Croissier Betancor, nacida en 1907 y casada con el vecino de la histórica Villa de Ingenio, don Manuel Estupiñán Espino. Doña Manuela era nieta de don Juan Croissier Moreno, que vio la luz de sus días en Telde en 1875, en donde casó con doña Juana Betancor López, y el cual era nieto del antes citado, Blas de la Candelaria Croissier Calderín, que había matrimoniado en la ciudad de los faycanes en 1862 con la referida doña Rita Moreno Santana. Y, como quedó referido, don Blas era hijo de Juan Perera Exposito, llamado posteriormente Juan Croissier por deseo expreso de su generoso padrastro, como todo ello puede comprobarse en el libro de matrimonios número 11, folio 220 de la parroquia teldense de San Juan Bautista.

Estos datos históricos aportados por nuestros archivos públicos no concuerdan con el resultado que, según se ha publicado, acreditó el Laboratorio de Medicina Legal. Los legitimistas franceses consideran que la mencionada afirmación de la descendencia de la casa real francesa sin pruebas concluyentes podría considerarse un grave delito de falsificación y usurpación ilegítima.

 

FOTOS: 1. Retrato del Delfín., anónimo 1793. Colección  Ulysse Moussali. 2. Luis Carlos Croissier. Wordpres. 3. Bahía de Cádiz. 4. Abadía de Montier-en Der. Wikipedia. 5. Las Palmas de Gran Canaria. FEDAC.