AÑO GENEALÓGICO FRANCISCO FERNÁNDEZ DE BETHENCOURT
Ponencia presentada en el III Encuentro de Genealogía Gran Canaria,
celebrado en Las Palmas de Gran Canaria, los días 15-17 noviembre de 2016,
Publicado en Ponencias del III Encuentro de Genealogía Gran Canaria, nº 3 (2016)
Depósito Legal: 368-2015
LOS PRIMEROS
PASOS
Corría
el año 1981 cuando visité por vez primera vez la villa de Rota, localidad perteneciente
a la provincia de Cádiz y muy conocida por encontrase ubicada en su término, desde
mediados del pasado siglo XX, una base naval hispano-estadounidense.
En
un entramado de calles y muy próxima al Castillo de Luna se encontraba la
Iglesia Mayor Parroquial de Nuestra Señora de la O, cuya construcción fue
costeada en el Siglo XVI por Don Rodrigo Ponce de León, por aquél entonces
Duque de Arcos.
Era
obligado como suele ser mi costumbre entrar y visitarla. Tras un pequeño recorrido
por su interior observé que el templo destacaba por la conjunción de los estilos
Gótico, Barroco, Plateresco y Renacentista.
La
iglesia en sus orígenes había consistido en una sola nave, pero a lo largo del
tiempo se habían ido uniendo, aunque sin ningún tipo de orden, varias capillas
y diversas dependencias, según las necesidades de cada momento. Cuando entré en
la que correspondía a la de la Virgen del Carmen observé que en su interior, adosada
al muro izquierdo según se entraba, había otras dos capillas pero de
dimensiones más reducidas; la más próxima a la puerta, destinada a San Isidro;
la otra, cercana al altar mayor, dedicada al Santo Entierro de Cristo y Nuestra
Señora de la Soledad. Fue grande mi sorpresa al encontrarme a la entrada de
esta última una reja de madera y arco de medio punto que la cerraba, figurando
en éste la siguiente inscripción: “ESTA
CAPILLA ADORNO IDORADO SEISO ADEVOSION DE DOÑA MARÍA DE GRASIA IPENA NATURAL DE
CANARIA – CANARIA AÑO DE 1770”.
Tras
echar una ojeada a mi alrededor me percaté que en el suelo, oculta bajo los
bancos de la capilla principal, había colocada una losa de mármol con alguna
inscripción y que justo antes de entrar a la del Santo Entierro y Virgen de la
Soledad se encontraba otra lápida del mismo material, indicadora de un
enterramiento, cuya inscripción apenas se
distinguía; por lo que en esos
momentos me despertó poco interés.
Aunque
vivo en la península, tal vez por ser canaria de nacimiento aquello quedó grabado
en mi memoria y en más de una ocasión me pregunté quién sería aquella señora, doña
María de Grasia Ipena.
Pasaron
los años y no fue hasta principios de este siglo cuando empecé a interesarme y dar
mis primeros pasos en el mundo de la genealogía. Comencé por saber algo sobre
mi ascendencia y poco a poco fui adquiriendo algunos conocimientos.
La
visita a la expresada villa aún perduraba en mi memoria y el pasado año me
dispuse a volver, con el objetivo de retomar el asunto y repasar todo lo hasta
aquí narrado para ver lo que podía indagar sobre aquella paisana mía.
Entré
en la iglesia, y ya más detenidamente observé nuevamente la capilla, la inscripción
tenían en común.
Partiendo
de la información obtenida me personé en el Archivo Histórico Parroquial, donde
encontré el asiento de una partida de velaciones cuyo ritual había tenido lugar
en la expresada iglesia de Rota el 5 de marzo de 1753[1]; por
ella pude saber que don Manuel era natural de Cádiz e hijo de don Sebastián de
Letrán y doña Isabel Juanes, y que doña María de Gracia era natural de las
“Hislas Canarias” e hija de don Juan Cabrera y doña Beatriz García.
Tan
interesante documento relacionaba la losa existente bajo los bancos con el
esposo de María de Gracia (Manuel de Letrán), sin embargo, aún no sabíamos nada
de la palabra IPENA de la reja, ni tampoco de la otra losa sepulcral.
Sin
dejar Rota, como era obvio, con estos datos se nos abrían dos nuevas vías de
investigación; una en Canarias y la otra en Cádiz.
Los siguientes
pasos fueron buscar el bautismo de Manuel en el Archivo Parroquial de Santa
Cruz de Cádiz[2],
la Antigua Catedral, en los libros y fechas que dedujimos podían encontrarse,
pero nuestras indagaciones fueron infructuosas. Por si acaso, hicimos lo mismo en
el mencionado archivo parroquial roteño, pero su resultado fue idéntico; por lo
que hubo que desistir por el momento, dejando aparcado el asunto hasta disponer
de otras informaciones que nos permitiesen continuar con más acierto.
Nos
desplazamos a Las Palmas, donde la suerte nos acompañó, pues aunque fue ardua
la tarea y sin resultado alguno durante los primeros días de búsqueda,
finalmente en el Archivo Histórico Diocesano de esta ciudad, en uno de los
libros sacramentales de matrimonio de la iglesia del Sagrario, tropezamos con
la partida de casamiento, si bien Manuel figuraba con el nombre de Juan
Francisco Manuel de Letrán; de ahí, el infortunio de nuestras primeras
pesquisas.
Por
encontrarse ausente Manuel, el casamiento se había celebrado por poderes en la
iglesia del Sagrario de la Catedral de Las Palmas el 21 de diciembre de 1749[3],
es decir, algo más de tres años antes desde que se llevase a cabo la velación
nupcial; el contrayente era representado por el Capitán don Diego O’Shanahan,
regidor perpetuo de la isla; y, por último, la madre de Manuel además del de
Juanes, figuraba con un segundo apellido, “Mosquito”.
Continuando
la búsqueda en el mismo archivo hallamos su expediente de soltería, del que más
adelante trataremos, y varias partidas sacramentales que nos permitieron
ampliar algo más los conocimientos que ya teníamos sobre nuestra paisana.
Los
padres de María de Gracia, Juan y Beatriz, habían contraído nupcias en el año
1707, en la misma iglesia donde años después lo hiciera ella. El primero,
natural de la isla de Fuerteventura, era hijo de Juan de Cabrera y de Elena de
Casañas, naturales y vecinos de la isla majorera y ya difuntos; Beatriz era
hija de Ángel García y María del Rosario; los tres naturales y vecinos de la
ciudad de Las Palmas[4].
Sin
tratar de remontarnos más en la ascendencia de María de Gracia, pues no era ese
el objetivo de nuestro trabajo, quisimos no obstante aprovechar al límite la
oportunidad que este archivo nos brindaba. Hallamos la partida de casamiento de
sus abuelos maternos, Ángel y María del Rosario; el primero, nacido en Las
Palmas, de donde eran vecinos sus padres Juan García y Micaela Ortiz; la
segunda, de la misma naturaleza y vecindad, era hija de Bernardo García y Juana
García, naturales que habían sido de la isla más occidental del archipiélago,
El Hierro[5].
Seguidamente
fuimos localizando los bautismos de todos los hijos del matrimonio formado por
Juan Cabrera y Beatriz García, que en este orden fueron: Ángela Ana, nacida en
1708; Josefa Antonia, que nació en1716; Juana Josefa, que vino al mundo en
1718, y MARÍA DE GRACIA, uno de nuestros dos personajes, que nace el 27 de septiembre
de 1721 y es bautizada seis días más tarde en la pila de la iglesia del
Sagrario[6].
Aunque
de texto reducido, el contenido de estas partidas nos aportaban nuevos e
interesantes datos: La familia vivía en la referida ciudad canaria, en Triana; todos
los hijos habidos durante el matrimonio fueron hembras; el padre, de profesión
mareante, no llegaría a conocer a nuestra protagonista, pues días o meses antes
de su nacimiento ya había fallecido[7].
Analizando
las inscripciones de los bautismos pensamos que por los períodos de tiempo
comprendidos entre unos y otros nacimientos y, principalmente entre el primero
y el segundo, el padre, debido a su profesión, se ausentaba de la ciudad por
largos períodos y muy probablemente navegando en la ruta a las Indias para el
ejercicio del comercio.
De regreso a
Cádiz volvimos al Archivo parroquial de Santa Cruz donde, esta vez sí, buscando
en uno de los libros de bautismo del Sagrario de la Santa Catedral localizamos la partida de bautismo de Manuel,
el cual había nacido en Cádiz el 8 de julio de 1711 y su bautizo se había
llevado a cabo nueve días más tarde en la pila bautismal de la, hoy, iglesia de
la Santa Cruz de Cádiz, donde recibió el nombre de Juan Francisco Manuel[8].
Ahora sabíamos
que Manuel era diez años mayor que su esposa y que la boda había tenido lugar
cuando contaban 38 y 28 años respectivamente.
Como ya
hiciéramos con María de Gracia, intentamos encontrar alguna otra documentación
que nos permitiera adentrarnos en la familia de su esposo, pero no dimos ni con
el casamiento de sus progenitores ni con los bautizos de sus posibles hermanos,
lo que dio lugar a que retornáramos a Rota para, una vez más, escudriñar en los
libros sacramentales de su parroquia, donde en primer lugar hallamos el
casamiento de sus padres, Sebastián García Letrán e Isabel Juanes Mosquito, el
cual había tenido lugar en la expresada iglesia mayor parroquial el 3 de
febrero de 1695[9].
El contenido de
la partida nos daba a conocer que los contrayentes eran naturales de la Villa
de Rota; que Sebastián era hijo de Juan García Letrán y Ana Pacheco, y que
Isabel lo era de Juan de los Santos y Antonia García.
Continuando la
ascendencia, solo dimos con la partida de casamiento de los abuelos maternos,
es decir, de Juan de los Santos y Antonia García, cuya celebración había tenido
lugar el 13 de agosto de 1663 en la iglesia de la villa[10].
Los padres del contrayente, Diego de los Santos y Mencía López, y los de
Antonia, Juan Bernal Riegos y María Bueno, todos naturales y vecinos de la
localidad.
Para los fines
que nos interesaban dimos por concluida la investigación genealógica ascendente
y buscamos posibles hermanos de nuestro protagonista, encontrando, y en este
orden, a Ana, Antonia y Juan, todos nacidos en Rota y con anterioridad a Juan
Francisco Manuel. Posiblemente por llamarse Juan uno de éstos, nuestro personaje
fue conocido y nombrado en la villa con el nombre de Manuel.
Desconocemos qué
fue de María de Gracia desde su nacimiento hasta poco antes de su matrimonio;
tampoco sabemos nada de la infancia y primeros años de juventud de quien sería
su esposo, pero era ahora el momento de retomar el expediente de soltería
encontrado en el archivo diocesano al que antes aludimos[11], el
cual nos situaba cerca de la ceremonia del matrimonio, para tratar de extraer de
su lectura alguna información que nos sirviera de trampolín para continuar
nuestra tarea.
El
expediente, cuya fecha de inicio se omitía, trataba sobre la solicitud del
interesado para ser declarado hombre libre y poder contraer matrimonio. En él
se hacía mención a la comparecencia del Capitán don Diego O´Shanahan, vecino de
la ciudad y Regidor perpetuo de la Isla de Gran Canaria, quien había presentado
poder notarial otorgado por Manuel, para que en su nombre pudiera contraer
matrimonio con María de Gracia Cabrera, por no poder hallarse de presente en la
ciudad y celebrar el matrimonio que tenía concertado y ajustado, con motivo de
tener que hacer viaje a “la ciudad de Guatemala donde dicen Honduras Indias de
su Majestad”.
El
poder tenía fecha de 11 de diciembre de 1749 y dos días más tarde, el Arcediano
titular de la Catedral y Precursor y Vicario General del obispado de Canarias, declaraba
a Manuel hombre libre y, en consecuencia, le daba licencia para que pudiese
contraer matrimonio, celebrándose éste, como ya indicamos, el 21 de ese mismo
mes.
Indagaciones
posteriores, que más adelante iremos examinando, nos permitieron ir avanzando y
recomponiendo la historia de Manuel, del que deducimos, a pesar del lapso
histórico a que hemos hecho referencia, que, como así lo hicieron otros muchos
conciudadanos de Rota, desde muy temprano se dedicó al oficio de la mar, adquiriendo
tal habilidad y destreza en las faenas marineras que pronto le permitieron
formar parte de tripulaciones de barcos cuya travesía, partiendo desde Cádiz,
transcurriría por puertos europeos y africanos para finalmente recalar en
América.
La
documentación tanto eclesiástica como notarial que hemos encontrado nos indica
que, además de figurar entre la nómina de marinos que cruzaban el atlántico, era
hombre de pequeños negocios y que económicamente sobresalió entre sus hermanos,
gozando respecto a ellos de una preeminente posición social.
Poseía
en la localidad roteña pequeñas fincas rústicas plantadas principalmente de
olivos y, sobre todo, de viñas de la variedad “tinta”, teniendo bodega con
todos sus pertrechos para la fabricación, almacenamiento y transporte de vinos
y aguardientes. Su amistad con don Diego de O´Shanahan, podía derivar con
bastante probabilidad de sus relaciones con éste, por su condición de mercader[12].
Ignoramos
como se conocieron los cónyuges, pero nos inclinamos a pensar que en sus
inicios, más que por afecto, el matrimonio fue concertado y, aunque no tenemos
datos que así lo avalen, creemos que la familia de María de Gracia continuaba con
los negocios de su padre, al que líneas atrás atribuimos la posibilidad del
comercio marítimo debido a su profesión de mareante; motivo por el que
consideramos que don Diego y los futuros cónyuges mantenían algún vínculo amistoso,
propiciado por sus relaciones comerciales.
En la ruta de
las travesías hacia el Nuevo Mundo, las Islas Canarias acabaron convirtiéndose
en el nexo de unión de los tres continentes mencionados. Era habitual que las
embarcaciones recalaran en alguna de ellas, no sólo para reponer los víveres y el
agua para el gran viaje que tenían por delante, sino en muchas ocasiones para
intercambiar y completar la carga.
Partiendo
de los antecedentes ya expuestos, sabemos que Manuel se encontraba en Las
Palmas en diciembre de 1749, desde donde emprende viaje para Honduras antes del
21 de dicho mes.
Su
regreso lo datamos con anterioridad a los últimos meses de 1751, referencia que
obtenemos por la duración del periodo de gestación de su esposa, quien el 6 de
agosto de 1752 daría a luz a su primer hijo, una niña que fue bautizada el 15
del mismo mes en la iglesia mayor parroquial de Rota, a la que pusieron por
nombre Antonia Josefa[13].
Observamos
que en la partida de bautismo de su hija, María de Gracia llevaba ahora el
apellido “Peña”, habiéndose omitido el de Cabrera; desconociendo por el momento
el motivo de tal transformación, ya que en los antecedentes genealógicos de que
hasta ahora disponíamos, en ninguna de las personas figuraba.
Pese
a ello, una de las interrogantes que aún persistía quedó aclarada; la palabra “IPENA”;
era patente que quería decir “Y PEÑA”; pues aunque desde un principio presumíamos
que así era, sin embargo, la palabra “AÑO” que en el mismo texto de la reja
figuraba, no nos permitió aseverarlo ya que, en este caso, la Ñ llevaba su
correspondiente tilde. No obstante, se cerraba ésta pero se abría otra nueva interrogante,
la de saber de dónde provenía este nuevo apellido.
FACTORES
SOCIOENÓMICOS DE LA VILLA
No
es nuestro intención, en lo que a la parte histórica se refiere, describir por
menor de las características socio-económicas de la Rota del periodo de tiempo
que tratamos, las cuales quedaron perfectamente reflejadas tanto en el Catastro
del Marqués de Ensenada, cuya elaboración tenía lugar por esas fechas, como en
la extensa bibliografía aportada por el actual Cronista Oficial de la Villa[14]; pero
no queremos proseguir sin exponer, aunque muy someramente, que por aquel
entonces, su organigrama social lo constituían los tres estamentos típicos de
la época; es decir, la nobleza, el clero y el estado llano.
En
el estamento de la nobleza sobresalía con sobrada diferencia sobre su reducido
número de componentes, el duque de Arcos, dueño señorial de la localidad.
El
clero lo formaban sesenta y nueve eclesiásticos y entre los edificios
religiosos se hallaban la iglesia mayor parroquial, cinco ermitas y el convento
de la Veracruz de Mercedarios Descalzos; existiendo además, nueve cofradías y
hermandades.
Finalmente
se encontraba el más complejo y numeroso de todos, el estado llano, formado por
diversos escalones[15], en
el que podríamos encuadrar en esos momentos a Manuel.
Fuera
de estos estamentos estaban los esclavos, que eran objeto de compra-venta,
siendo Cádiz uno de los principales centros de tal actividad mercantil en
España. Nuestros protagonistas eran poseedores de alguno de ellos.
El
dominio señorial se llevaba por el Ayuntamiento, cuya máxima autoridad era el
gobernador o corregidor, que representaba al titular del señorío y tenía el
cargo de capitán a guerra, máxima autoridad en la villa; ejerciéndose la vida
municipal mediante Ordenanzas Municipales, refrendadas por el Supremo Consejo
de Castilla.
Junto
a la autoridad y poder señorial convergían en la villa otras varias con
distintas competencias, cuyos mandatos había que obedecer y ejecutar[16].
SUCESOS DURANTE LA
AUSENCIA DEL ESPOSO. SU SEGUNDO HIJO
Tras
el nacimiento de Antonia, avanzamos y, para situarnos, nos trasladamos al
momento en el que tuvieron lugar las expresadas velaciones el 5 de marzo de
1753.
Por
el cúmulo de información que podrían proporcionarnos para seguir reconstruyendo
nuestra historia, visitamos el Archivo Histórico Provincial de Cádiz, lugar donde
se encuentran custodiados los protocolos notariales de la Villa de Rota, centrando
nuestra búsqueda en la localización de los correspondientes testamentos de los
esposos; con tal fortuna que no sólo los hallamos, sino también una serie de
codicilos posteriores, en los que fueron haciendo algunas modificaciones.
El
testamento de Manuel, primer documento para proseguir en el orden cronológico
que llevamos, había sido otorgado el 14 de junio de 1753[17]; por
él pudimos saber que su profesión era la de Contramaestre de la Real Armada y
que las razones que le habían llevado a otorgarlo no eran otras que las de
pensar que existían muchas probabilidades de que le sobreviniera la muerte, por
los riesgos y peligros que ofrecía tanto la mar como sus estancias en cualquier
lugar de los distintos reinos de Indias, a donde por motivo de su profesión se
veía obligado a viajar continuamente.
Determinaba
las directrices para su entierro, tanto si su fallecimiento ocurría en la mar
como en puerto; la forma de cubrir los gastos del funeral y el pago de mil misas.
Declaraba
quiénes eran sus deudores; enumeraba sus bienes y propiedades y el caudal aportado
por su esposa al contraer matrimonio, 1000 pesos de a quince rv.
Instituía
por su única heredera a Antonia, su hija, nombrando tutora y curadora de la
misma mientras perdurara su infancia a su esposa, a quien también designaba por
su albacea testamentaria con la salvedad que para el caso de que su
fallecimiento acaeciera en los Reinos de Indias, sería su albacea comisario
tenedor y depositario de sus bienes y efectos don José Pachino, Capitán y
Maestre del Navío nombrado San Fernando.
Formando
parte de la tripulación del expresado navío y ocupando la plaza de segundo de
abordo con la categoría de contramaestre, parte Manuel el 14 de agosto de 1753.
Aunque con destino a las Indias, el barco inicia su rumbo hacia la costa
africana; transcurridos solo unos días desde el inicio de la navegación, el 1
de septiembre, fallece en Rota su madre, la cual fue enterrada en la iglesia
mayor[18].
El barco atraca en uno de los puertos de la Guinea, donde recoge a 190 negros,
poniendo rumbo definitivo hacia las Indias, llegando al puerto de Montevideo el
19 de diciembre de ese mismo año[19].
Pero
no solo la muerte de su madre tendría lugar durante su ausencia, pues el 11 de
abril del año siguiente le nacería otra hija, la que cuatro días más tarde fue
llevada a la pila de la iglesia mayor, recibiendo el nombre de María Manuela[20].
El
regreso a las costas españolas se prolongaría en exceso. Tras la arribada del
barco a Montevideo, José Pachino, poco después pasa a Buenos Aires. Su
principal cometido es la venta de los negros que ha traído a bordo, pero al
margen de esa ocupación trae mercancías propias y crecidas encomiendas ajenas
de ropa y otros artículos que debe vender. En esta ciudad instala casa y
almacén, vende a plazos, pero las expectativas de cobro no se cumplen y como no
le pagan se ensalza en litigios que lo retienen en la ciudad[21].
Durante
esta larga ausencia, además de los acontecimientos familiares descritos
tuvieron lugar otros que viviría nuestra protagonista, del que destacamos el
que sin duda fue el más importante, el que más tarde sería conocido como el
terremoto de Lisboa, que tuvo lugar el 1 de noviembre de 1755 y que sería el
más destructivo que conociera la península ibérica. En Rota, sobre las 9:15 de
la mañana comenzó a temblar la tierra y las aguas invadieron la villa causando
grandes destrozos materiales. Cuando los vecinos aún no se habían repuesto del
susto, observaron como el mar se retiraba unos cuatro o cinco kilómetros con
dirección a Cádiz, regresando repentinamente sobre la costa en enfurecidos
torbellinos que chocaron primeramente contra el muelle, dejando reducido el
malecón a un montón de piedras que durante unos minutos movían las olas a su
antojo[22].
Dado
que el muelle y espigón no fueron reparados tras el maremoto, la acción del mar
continuó durante años originando daños a la población; muchas casas de la zona
de levante fueron borradas del mapa y otras sufrieron considerables destrozos.
RETORNO Y
RELIGIOSIDAD. NACIMIENTO, Y MUERTE DE SUS HIJOS
El
día 25 de abril de 1759, después de más de cinco años en la ciudad, por fin el
barco parte del Rio de la Plata con dirección a Cádiz, llegando a su bahía el
21 de Junio de ese mismo año[23].
Al
poco es bautizado en Rota, con el nombre de José Trinidad del Pino, un niño
que, según consta en la correspondiente inscripción, fue criado entre los
gentiles de Buenos Aires, catequizado y traído a España a expensas de don
Manuel de Letrán.
Tal vez la larga ausencia de su último
viaje fuera el detonante para que decidiera abandonar definitivamente su
profesión de marino, pues nunca más volvería a navegar.
A punto ya de finalizar el año el
matrimonio realiza poder recíproco para testar, revocando Manuel el testamento
otorgado en 1753 y quedando patente en dicho instrumento que María de Gracia se
encuentra embarazada[24];
circunstancia que daría su fruto en la primavera del año siguiente con el
nacimiento de un varón, cuyo bautizo fue celebrado el día 15 de mayo, cinco
días después de venir al mundo, en la iglesia donde lo fueron anteriormente sus
hermanas, recibiendo por nombre Manuel Nicolás[25].
Aunque a través de su testamento,
anteriormente citado, pudimos observar que la religiosidad era un elemento
importante en su vida, va a ser a partir de ahora cuando su fervor vaya en
aumento. En el año en que nacía su hijo, Manuel seguía dando muestras de su fe
y agradecimiento a lo divino; así, con motivo de las obras de reparación y
ampliación que se llevaban a cabo en la Capilla de Nuestra Señora del Rosario, patrona
de la localidad, la cual había sufrido considerables daños cuando las aguas del
mar penetraron en la iglesia mayor a causa del mencionado terremoto, se dieron
por los vecinos una serie de limosnas para sufragar la obra; siendo de destacar
la aportada por nuestro protagonista, 1204 reales y 21 maravedíes, que, tras la
donada por el dueño señorial de la villa, don Francisco Ponce de León, de 1500
reales, fue la más elevada que se legó entre el vecindario para tal fin[26].
A causa de la desamortización del
ministro Mendizábal, mucha de la documentación existente en los archivos
eclesiásticos españoles fue incautada, quedando depositada con el transcurrir
del tiempo en Madrid, en el Archivo Histórico Nacional. Hasta allí nos
desplazamos y en la sección denominada Clero Secular Regular localizamos documentos
con anotaciones, principalmente de tipo económico, pertenecientes a la villa de
Rota, de los que pudimos extraer interesantes noticias para el fin que
perseguíamos.
Según constaba, el 30 de julio de 1761
se habían reunido en cabildo los hermanos de la Cofradía del Santo Cristo de la
Capilla y Nuestra Señora de la Soledad, imágenes de la devoción de nuestros
personajes, donde se expuso que encontrándose en obras de ampliación la
capilla, y teniendo intención la hermandad de construir en la misma una bóveda
con el número de cañones que cupiesen en ella, había manifestado don Manuel de
Letrán que se le señalase uno de ellos para su entierro, el de su mujer, hijos,
herederos y descendientes, contribuyendo con limosna suficiente para ello,
habiendo de estimarse de su propiedad y privativo de su familia, por siempre
jamás.
Constándole a la hermandad que el
manifestante había contribuido con grandes limosnas para la expresada obra y
adornos de Nuestra Señora de la Soledad, accedieron a tal petición[27].
La vida proseguía y el último día del
mes de noviembre de ese mismo año el matrimonio fue bendecido con la llegada
del que sería su último hijo, el cual, llevado el día 3 de diciembre al
baptisterio parroquial recibió el nombre de José Francisco[28].
Pero las alegrías recibidas con la
venida al mundo de este nuevo vástago no iba a perdurar, pues transcurridos
ocho días desde su bautizo fallecería su primera hija, Antonia, la cual fue
sepultada en la Bóveda de las Benditas Ánimas del Purgatorio de la iglesia mayor
parroquial, el día 11 siguiente[29], dado
que hasta el año 1764 no finalizaron las obras de la capilla del Santo Cristo
en la que se labró la cripta con los correspondientes cañones para el
enterramiento de los hermanos de la cofradía, sobre cuyo acceso se colocó la
losa de mármol donada por nuestro protagonista que, como ya expusimos, pudimos
ver bajo los bancos de la capilla de la Virgen del Carmen, antigua capilla del
Santo Cristo de su nombre.
Con ésta se iniciaba un cúmulo de
muertes en la familia originando que la misma quedase sin descendientes, pues
antes de 1773 los cuatro hijos habidos durante el matrimonio ya habían
fallecido.
Repartiendo el tiempo entre el cuidado
de sus tierras y sus deberes religiosos, se llegaba al año 1768 donde, nada más
iniciarse, Manuel tomaba posesión del cargo de Diputado del Común, para
representar ante el Concejo los intereses de sus vecinos.
Siguiendo el orden de fechas históricas,
correspondía ahora detenernos en la inscripción que vimos durante nuestras
indagaciones en la reja de madera para resaltar que su último párrafo pareció
indicarnos que fue hecha en Canarias en el año 1770; de ser así, como pensamos,
tanto el transporte como lo que nos describe el propio texto inscrito en la
misma, nos da una idea del coste económico que pudo suponer todo ello[30].
ENTRE
LA SOLEDAD, EL DOLOR, LA VIDA Y LA MUERTE
Por esas fechas, sin hijos ni herederos,
María de Gracia decide traerse a Rota a sus sobrinas Josefa y María Vázquez,
hijas de su hermana Juana Josefa, quienes se establecerían definitivamente en
la villa, dejando descendencia[31].
Transcurrían los años, llegándose al
último tercio del año 1772, donde nuevamente se reunieron en cabildo los
hermanos de la expresada cofradía, exponiendo su presidente que don Manuel de
Letrán, mayordomo que entonces era, había solicitado por vía de súplica que se
le concediese el favor y gracia de que, llegado su fallecimiento y el de su
esposa, pudieran recibir sepultura en la capilla de esta hermandad, delante del
altar e imagen de María Santísima Nuestra Madre y Señora de la Soledad,
poniendo sobre su sepultura una losa costeada a expensas de su propio caudal,
entendiéndose esta gracia
única y exclusivamente para él y su mujer, y no para
otra persona.
Teniendo presente el anterior acuerdo de
1761, y en atención a que el citado don Manuel de Letrán había sido y era un mayordomo
de conocido gran fervor y celo, y que a costas de importantes sumas de su
propio caudal y a sus expensas había puesto y se hallaba la expresada capilla y
camarín de la Virgen en la mayor decencia y esplendor, deseando manifestar su
gratitud y premio en cuanto estuviese de su parte a su bienhechor, la hermandad
resolvió afirmativamente en los términos solicitados[32].
Ahora podíamos apreciar con claridad el
motivo y fundamento de las dos losas; la primera, la que vimos bajo los bancos,
donada de limosna por Manuel y colocada en la entrada de la cripta donde
estaban labrados los cañones para el enterramiento de los hermanos de la
cofradía; perteneciendo uno de ellos a nuestro protagonista, donde en principio
debía ser enterrado él, su esposa e hijos; la segunda, expresada en el acuerdo
de 1772, la concedida por la citada cofradía para ser sepultado sólo el
matrimonio, dado que a la fecha se había extinguido su descendencia; pese a
ello, aún no podíamos determinar con exactitud el lugar del enterramiento, pues
aunque este último acuerdo nos aportaba con precisión el emplazamiento de la
losa, sin embargo, el apellido que aún podía leerse en la misma, “GonZAleS”, no
correspondía, conforme a lo hallado en nuestras investigaciones genealógicas,
ni a nuestros protagonistas ni a ninguno de los miembros de sus respectivas
ascendencias familiares.
Por hacerse mención en diversos
codicilos que seguidamente veremos e igualmente por constar en el protocolo del
Convento de los Mercedarios Descalzos de la villa de Rota las Memorias de misas
dejadas por Manuel[33],
sabemos que en 1773 otorgó un nuevo testamento, y aunque el mismo no ha llegado
a nuestros días[34],
sin embargo, a través de los expresados documentos pudimos saber que dispuso en
él todo lo concerniente para que su cuerpo fuera a la tierra y su alma a Dios,
así como el cómputo de sus bienes materiales y el reparto de éstos entre
quienes creyó que debían corresponderle o merecerlos, y otros asuntos que tuvo
por conveniente.
Designaba
a su esposa por su heredera universal usufructuaria y a sus siete sobrinos, de
los que cuatro eran hijos de Antonia y tres de Juan de Letrán, sus hermanos ya
difuntos, como únicos herederos de todos sus bienes, pero después del
fallecimiento de su mujer, a quien también nombraba por albacea, la cual debía
disponer lo conveniente para su funeral, detrayendo la parte necesaria de sus
caudales para este fin. Las misas por su alma debían celebrarse perpetuamente
en la capilla y altares de las dos imágenes de su veneración, por religiosos del
expresado Convento de Mercedarios[35].
Tras 68 años de existencia dejaba este
mundo Manuel de Letrán quien fue enterrado el 19 de junio de 1779 en la capilla del Santo
Cristo. La anotación realizada en el correspondiente libro de difuntos no nos
aportaba ningún dato revelador de la exacta ubicación de su sepultura[36], pero acudiendo al
autor García de Quirós Milán, que en 1955 había escrito sobre
esta iglesia, refiriéndose a la capilla que nos ocupa, decía: “En el suelo, y
delante de la verja, se encuentra una lápida con esta inscripción: <<Aquí
yace D. Manuel Letrán hijo de D. Sebastián Letrán y de Dña. Isabel Santos González,
Mayordomo que fue de la Cofradía del Stmo. Cristo de la Capilla y esclavo de
María Santísima de la Soledad. Falleció año 17… Requiescat in pace.>>”[37].
El citado texto nos aclaraba por fin, la
última de las incógnitas con que iniciábamos nuestras pesquisas, y confirmaba
que aún en el expresado año la inscripción era legible. Pero los apellidos de
la madre, “Santos González”, muy distintos a “Juanes Mosquisto” que eran los
que hasta entones habíamos manejado, nos generaban una nueva interrogante, por
lo que tuvimos que repasar los datos que ya teníamos de su genealogía,
comprobando que el apellido González no figuraba en ninguno de sus antecesores,
aunque no ocurría lo mismo con el otro, pues tanto el padre de Isabel como su
abuelo paterno se apellidaban “de los Santos”, por lo que es de suponer que se
optó por ese apellido a la hora de la inscripción; sin embargo, con los datos
de que disponíamos no pudimos resolver la procedencia del segundo.
Refiriéndose a esta cuestión, el
cronista oficial de la villa añade que en los años 70 del pasado siglo XX, con
motivo de procederse a pulir el suelo sin protección alguna, el texto de la
lápida quedó como hoy lo vemos, prácticamente borrado[38].
Con
estas aclaraciones quedaba explicado que el enterramiento había tenido lugar
delante de la puerta de la capilla de Nuestra Señora de la Soledad, sita dentro
de lo que es hoy la capilla de la Virgen del Carmen y en los tiempos de
nuestros protagonistas, del Santo Cristo de la Capilla[39].
LOS ÚLTIMOS AÑOS
DE MARÍA DE GRACIA.
Los
años que siguieron a la muerte de Manuel estuvieron marcados por diversos
acontecimientos, siendo de relevancia la falta de trigo para el normal
abastecimiento de la población; la aparición de la enfermedad del dengue en
1784, y embarcaciones enemigas inglesas apostadas, con fines belicosos, en todo
semicírculo de la bahía de Cádiz, frente a Rota.
Algunos
de los herederos del difunto, especialmente las hijas de su hermano Juan a
quienes parece que la economía no les iba del todo bien, viendo que la vida de nuestra
protagonista se alargaba propiciaron un acuerdo entre todos para repartir la
herencia anticipadamente, realizándose para tal fin escritura de convenio el 16
de septiembre de 1786, donde María de Gracia condescendía a su petición[40].
Pasaba
el tiempo, llegándose a 1796, en que se iniciaba la guerra de Inglaterra con
España y aunque afortunadamente no causó perjuicio alguno a la población
roteña, tanto en el mes de abril como en el de mayo del año siguiente, las
naves inglesas abrieron fuego contra la villa. Los ingleses, conocedores de la
epidemia de fiebre amarilla que azotaba a Cádiz y pueblos de su bahía, a la que
más adelante nos referiremos, muy lejos de apiadarse, aprovecharon la ocasión
que esta circunstancia les brindaba; fondearon una escuadra de 148 buques,
viéndose obligados los vecinos de Rota a trasladar el cementerio existente en
aquellos momentos en la Playa de la Costilla, a otro más antiguo que estaba
situado a la espalda de la ermita del Calvario[41].
Por
esas fechas, y contando ya con 75 años de edad, otorgaba su testamento María de
Gracia, el cual modificaría ligeramente en alguno de sus puntos, con dos
codicilos posteriores[42].
Lo
primero que nos aportaba nada más iniciar su lectura era la aclaración de la
última de las incógnitas que aún no habíamos sido capaces de resolver, la
procedencia del apellido PEÑA, que
resultó ser el segundo de su padre: “Hija de Juan Cabrera de la Peña”.
Tras
las clausulas piadosas, declaraba los caudales y bienes de su propiedad, que en
esos momentos consistían en una casa en la ciudad de Cádiz y otra en la villa
de Rota, ambas con altos y bajos; varias prendas de plata y oro, y los bienes
muebles.
Disponía
el reparto de 4900 reales de vellón, en metálico, entre diversos vecinos de
Rota y Cádiz que, en su opinión, lo merecían o lo necesitaban y, al carecer
tanto de ascendientes como de descendientes legítimos, ordenaba que cumplido y
pagado lo anterior, y los gastos concernientes a su funeral y misas, por sus
dos albaceas testamentarios, entre los que se encontraba un sacerdote, para el
resto de sus bienes, instituía por sus universales herederos a Josefa Vázquez,
su sobrina, y en representación de María Vázquez, que también lo fue, ya
difunta, a sus tres hijos, y a Juan Manuel Vázquez, igualmente su sobrino, que
se hallaba en la ciudad de La Gran Canaria[43].
Además
de las mil misas rezadas que deberían celebrarse para mayor sufragio de su
alma, disponía que perpetuamente deberían celebrase cantadas a beneficio y
sufragio de su alma, las de sus padres, hijos y marido, dos misas en cada año y
en el Altar de Nuestra Señora de la Soledad, dejando sujeta para tal fin la
casa de su morada en Rota, sita en la calle que conducía al Castillo Palacio de
la localidad.
Como
bien había dejado dispuesto su difunto esposo, y ahora refrendaba en su
testamento María de Gracia, su cuerpo cadáver debería ser enterrado junto a él,
en la sepultura que de su propiedad tenían en la Capilla del Santo Cristo,
delante del altar e imagen de la Virgen de la Soledad, y aunque dejaba
ordenado, y dispuesta la forma de pago para que el día que acaeciera su muerte
le acompañase al completo todo el clero de la iglesia y toda la Religiosa
Comunidad Mercedaria Descalza de la villa, desde su casa a la iglesia, y en
ésta, hasta que se concluyera la función, sin embrago, una vez más la duda nos
asaltaba, pues como ya sabíamos la losa sepulcral bajo la que yacía el cadáver
de Manuel, sólo hacía referencias a él, preguntándonos si efectivamente nuestra
protagonista descansaba junto a éste.
Durante
el siglo en que vivieron nuestros personajes, el lugar de los enterramientos
fue un asunto muy debatido tanto por la iglesia como por el Estado. En 1784
Carlos III dictó una real orden en la que dispuso que a partir de esos momentos
los cadáveres no fueran sepultados dentro de los templos; medida que en 1787,
ratificó por medio de una real cédula en la cual se ordenaba la construcción
improrrogable de los cementerios fuera de las poblaciones[44];
sin embargo, su aplicación se alargaría hasta la primera década del siglo XIX,
tanto por los pocos fondos de las administraciones parroquiales como por la
intransigencia de los feligreses.
Fueron
muy frecuentes en los libros de visitas de los diversos templos de la geografía
española, y los de Rota no serían una excepción, las anotaciones que los
visitadores eclesiásticos hicieron en relación a las sepulturas y construcción
de cementerios fuera de éstos, como igualmente lo fueron las resistencias de
los feligreses a ser enterrados en lugares distintos a los de los templos.
En
relación con este asunto, en fechas próximas a los últimos años de vida de
nuestra protagonista, se realizaron en los correspondientes libros una serie de
anotaciones; así, el 9 de agosto de 1795 giró visita canónica a Rota el Obispo
de Botra y auxiliar del Arzobispado de Sevilla[45], dejando
entre otros mandatos uno, en el que disponía que se ahondasen lo suficiente las
sepulturas de la iglesia parroquial antes de introducir los cadáveres; que no
se escatimase en la cantidad de cal que habría de mezclarse con la tierra,
debiéndose tener durante el día abiertas las puertas del templo para que se
ventilara y evitar así el hedor y demás inconvenientes[46].
Sin
embargo, el Obispo en ningún momento aludía a la real cédula de 3 de abril de
1787, sobre los cementerios fuera de las poblaciones[47].
Ajena
nuestra protagonista a lo que desde tiempo se venía fraguando, el cerco se
estrechaba cada vez más, así el 21 de septiembre de 1798 realizó visita el Obispo
de Licópolis y Obispo auxiliar de Sevilla, quien informado de los problemas que
ocasionaba a la salud los enterramientos en la iglesia, mandaba que se
construyese un cementerio o campo santo junto a la ermita de San Roque[48].
Al
año siguiente un acontecimiento de gran relevancia y de consecuencias muy negativas
azotarían a Rota, declarándose una epidemia de fiebre amarilla, y, por si no
fuera suficiente, el médico titular se fue de la villa dejando abandonado a su
suerte a muchos afectados que hasta esos momentos habían estado a su cargo,
entre los que hubo bastantes fallecidos[49].
Pero antes de ausentarse emitió informe en el que expresaba las medidas que
deberían tomarse para evitar el contagio; entre ellas, la de construir el
cementerio alejado de la localidad; comenzando entonces a llevarse a cabo los
enterramientos en el cerro del Viso y en otros lugares apartados de la
localidad[50].
Aunque
continuaban las muertes, a razón de tres o cuatro diarias, el Ayuntamiento
remitió informe a requerimiento de la Junta Provincial, en el que indicaba que
el número de fallecidos hasta el 28 de septiembre de 1800, ascendía a mil cien
personas, sin contar las bajas de la tropa; aunque se estimó que el número
total fue muy superior, pues muchos no llamaban médico y otros tantos fueron
sepultados sin conocimiento de la iglesia; calculándose la cifra de fallecidos
en dos mil doscientas personas[51];
cantidad muy superior a la habitual en la población, cuya media anual en los
últimos diez años ascendía a unas ciento cincuenta.
Pese
a que en el año que comenzaba, 1801, la epidemia parecía superada, proseguían
las muertes, lo que dio lugar a que las autoridades mantuvieran las medidas
establecidas y continuaran tomando otras nuevas; entre éstas, en el mes de
marzo y a requerimiento del comisionado para el beneficio de la salud pública,
se adoptó una para que se llenasen de tierra o se cerrasen firmemente para
incomunicarlas totalmente con el exterior, las bóvedas que hubiera en las
iglesias[52].
Aunque
no fue alcanzada por la fiebre amarilla, meses más tarde fallecía doña María de
Gracia Cabrera de la Peña, la cual, pese a sus desvelos y los de su cónyuge en
el cuidado y decoro del lugar e imágenes de su mayor devoción, no pudo ser
enterrada en la Capilla del Santo Cristo, delante del altar e imagen de la
Virgen de la Soledad, donde, junto a su esposo, había dispuesto reposar
eternamente.
Finalizaban
aquí nuestras indagaciones al encontrar una sencilla anotación de su óbito, la
cual nos indicaba que el día 20 de julio de 1801 había recibido sepultura en el
Campo Santo del Viso[53];
lugar que con los años quedó dentro del enclave de la base naval y oculto bajo
tierra, desde mediados del pasado siglo, con los trabajos de acondicionamiento
que se hicieron con motivo de las instalaciones militares
hispano-estadounidense de Rota.
FUENTES Y
BIBLIOGRAFÍA
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Rota. Libro de cuentas de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Capilla y
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Sagrario y Expedientes de Soltería.
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el escribano público de Rota don Manuel de Alanís Sevillano: el 10 de abril de
1775, (protocolo 209, fols. 60-61); el 27 de noviembre de 1777, (protocolo 209,
fols. 529-531); el 2 de mayo de 1778, (protocolo 211, fols. 91-95), y el 19 de
junio de 1779, (protocolo 211, fol. 48).
- A.H.P.C. Testamento
de don Manuel de Letrán otorgado el 14 de junio de 1753 ante el escribano
público de Rota, don Juan Jaén Varela. (Protocolo 192, fols. 392 – 395r).
- A.H.P.C.
Codicilos otorgados por Doña María de Gracia Cabrera de la Peña ante el
escribano público de Rota don Manuel de Alanís Sevillano: el 6 de abril de
1797, (protocolo 238, fol. 307) y el 20 de marzo de 1800, (protocolo 244, fol.
75).
- A.H.P.C. Poder
para testar recíproco de don Manuel de Letrán y Doña María de Gracia Cabrera de
la Peña, otorgado el 22 de diciembre de 1759 ante el escribano público de Rota
don Juan Jaén Varela. (Protocolo 196, fols. 299-300).
- A.H.P.C.
Testamento de doña María de Gracia Cabrera de la Peña otorgado el 27 de marzo
de 1797 ante el escribano público y de Cabildo de Rota don Manuel de Alanís
Sevillano. (Protocolo 238, fols. 301-303).
- A.H.P.C.
Escritura de Convenio para partición del Caudal y Bienes dejados por don Manuel
de Letrán. otorgada el 19 de septiembre de 1786 ante el escribano público y de
número de Rota, don Manuel Vicente Chavarría. (Protocolo 221, fols. 208-225).
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Villa de Rota, Primera y Segunda Parte. Editorial: Autor Editor. Imprime:
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cementerios extramuros: Un aspecto de la lucha contra la mortalidad en el
antiguo régimen. En Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad
de Alicante nº 17, pp. 33-35. Alicante: Secretariado de Publicaciones
Universidad de Alicante.
[1] Libro 9 de Matrimonios, p .80 Vtª., de la Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de la O de la Villa de Rota
[2] La actual Iglesia de la Santa Cruz de Cádiz fue la antigua
catedral de esta ciudad. En su Archivo parroquial se encuentran los libros
sacramentales y demás documentación de la parroquia del Sagrario de la catedral
de Cádiz.
[3] Libro 8 de Matrimonios,
Tomo I, Asiento 382, de la Iglesia del Sagrario de la Catedral de Las Palmas de
Gran Canaria.
[4] Libro 6 de Matrimonios, p. 48 Vtª., Asiento 233, de la Iglesia del Sagrario de
la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria. (celebrado el 23-06-1707).
[5] Libro 4 de Matrimonios, Asiento 1410, de la Iglesia del Sagrario de
la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria. (celebrado el 03-10-1689).
[6] Libro 18 de Bautismos, p. 190 Vtª. de la Iglesia del
Sagrario de la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria.
[7] Por encontrarnos ya en la península, el genealogista grancanario Juan
Ramón García Torres, a quien desde aquí damos nuestro agradecimiento, realizó
esta búsqueda, informándonos que por causas que se desconocían, el 23 de febrero de 1721 finalizaba el libro
2 de defunciones de la Iglesia de El Sagrario, iniciándose el Libro 3, el 13 de enero de 1728; motivo por el que la fecha del óbito no pudo concretarse.
[8] Libro 36 de Bautismos de la Iglesia de la Santa Cruz de Cádiz,
p.173.
[9] Libro 5 de Matrimonios, p. 176, de la Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de la O de la Villa de Rota.
[10] Libro 4 de Matrimonios, p. 158, de la Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de la O de la Villa de Rota.
[11] A.H.D.L.P. Expediente de Soltería de don Manuel de Letrán, año
1749.
[12] Según el Catastro del Marqués de la Ensenada, p. 45,
había en Rota 13 traficantes de vino, aguardiente y aceite para fuera del reino
y otras inteligencias.
[13] Libro 25 de Bautismos, p. 45 Vtª, de la Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de la O de la Villa de Rota.
[14] Annales Eclesiásticos y Seculares de la Villa de Rota. Segunda
parte.
[15] Annales Eclesiásticos y Seculares de la Villa de Rota. Segunda
parte, pp. 9-13.
[16] Ídem.
[18] Libro 3 de Difuntos, p. 180, de la Iglesia Parroquial de Nuestra
Señora de la O de la Villa de Rota.
[20] Libro 25 de Bautismos, p.
129, de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la
O de la Villa de Rota.
[21] Catálogo citado, p. 96.
[22] Annales Eclesiásticos y Seculares de la Villa de Rota. Segunda
parte, p. 95.
[24]
A.H.P.C. Poder para
testar recíproco de Manuel de Letrán y María de Gracia Cabrera de la Peña,
fols. 299-300.
[25] Libro
27 de Bautismos, p. 72, de la Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de la O de la Villa de Rota.
[26] Annales Eclesiásticos y Seculares de la Villa de Rota. Segunda
parte, p. 119.
[27] A.H.N. Sección clero, Libro 2294, sin foliar.
[28] Libro 27 de Bautismos, p.151
Vtª., de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la
O de la Villa de Rota.
[29] Libro
4 de Difuntos, p. 91, de la Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de la O de la Villa de Rota.
[30] No existe referencia alguna en el Libro de cuentas de la cofradía
(1737-1772).
[31] Según su testamento, otorgado en Rota el 6 de julio
de 1818 ante el escribano Antonio Mateo de Verea, Josefa casó en dos ocasiones
y tuvo un total de cinco hijos. En cuanto a María, según figura en el
testamento de su tía María de Gracia, de su único matrimonio tuvo tres hijos.
[32] A.H.N. Sección clero, Libro 2294, sin foliar.
[33] A.H.N. Sección clero, Libro 2078, Memoria de misas nº 159, f. 394
v.
[34] Testamento
otorgado el 1 de julio de 1773 en Sanlúcar de Barrameda ante el escribano don
Juan Francisco Rosillo Carreño. Fue quemado junto a los demás protocolos alrededor
de 1931 en un incendio.
[35]
A.H.P.C. Codicilos
otorgados por Manuel de Letrán, año 1775, fols. 60-60 v.; año 1777, fol. 530;
año 1778, fols. 94-94 v., y año 1779, fol. 48.
[36] Libro
5 de Difuntos, p. 91 Vtª., de la Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de la O de la Villa de Rota.
[37] Rota: Estudio Artístico-Religioso, p. 169.
[38] Annales Eclesiásticos y Seculares de la Villa de Rota. Segunda
parte, p. 192.
[39] La imagen de la Virgen del Carmen fue puesta en esta capilla a
mediados del siglo XIX, en el lugar donde lo había estado con anterioridad la
imagen del Santo Cristo, de la que se desconoce su paradero.
[40]
A.H.P.C. Escritura de Convenio para partición de
bienes de don Manuel de Letrán, fols. 208-208 V.
[42]
A.H.P.C. Testamento
de doña María de Gracia Cabrera de la Peña, fols. 301-303, y Codicilos, año
1797, fol. 307, y año 1800, fol. 75.
[43] Josefa, María y Juan Manuel eran hijos de Vicente Cabrera Vázquez
y Juana Josefa Cabrera de la Peña, hermana de María de Gracia.
[44] Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante
nº 17, pp. 33-35.
[45] Rota en aquellos momentos, y hasta mediados del Siglo XX,
pertenecía a la diócesis de Sevilla.
[46] Dicho mandato puede leerse literal y completo en Annales Eclesiásticos y Seculares de la Villa
de Rota, Tomo II, p. 252.
[50] Ibídem. p. 277.
[51] Ibídem. P. 278.
[52] Ibídem. P. 284.
[53] Libro
7 de Difuntos, p.42, de la Iglesia Parroquial de
Nuestra Señora de la O de la Villa de Rota.