FANEQUE
HERNÁNDEZ BAUTISTA
Este
escrito forma la tercera parte del que iniciamos con el título
ALGUNAS CURIOSIDADES GENEALÓGICAS EN TORNO A UNA PROBADA ASCENDENCIA CANARIA DE CINCO SIGLOS (picar aquí)
El
análisis genético realizado a mi padre determina, como ya indicamos
en la primera de las comunicaciones, un haplotipo paterno R1b1b2a1a2
que nos conduce cinco siglos atrás hasta el judeoconverso Vicente de
Montesdeoca y un haplotipo materno I que nos lleva, de hija a madre,
en dieciséis generaciones, como pueden comprobar en el cuadro anexo,
hasta Leonor de la Peña casada con Melchor Hernández. Nos vamos a
centrar en este artículo en dicho linaje con algunas curiosidades
genealógicas en torno al mismo.
Barranco de Aguatona. Foto: Cristina López |
En
la actualidad los mapas del ADN mitocondrial con localizaciones de
hace 500 años (antes de la expansión atlántica europea) señalan
una bolsa de efectivos humanos con el haplotipo I en Túnez que
coincide como hemos señalado con la gran Cartago y un foco
secundario en el sur de Portugal y España que coincide con la
antigua Gades. En uno y otro lugar pueden estar los orígenes de las
poblaciones que colonizaron las islas en la segunda mitad del primer
milenio a.C. arribando a bordo de la armada fenicia grupos humanos
que portaban en su ADN algunos de los haplotipos maternos que se
encuentran en las momias indígenas CRS, H, HVR, V, J, T3, L3 y U en
sus múltiples variantes, incluidas las autóctonas U6b y U6c.
El
haplotipo I no aparece sin embargo en la serie de las 65 momias
indígenas analizadas y en los estudios actuales es raro (1% del a
población canaria actual). ¿Es su procedencia Iberia sur o el más
lejano Túnez? ¿Arribó a la isla antes o después de la
incorporación de Gran Canaria a la corona castellana? ¿Las mujeres
como Leonor de la Peña que lo portan en Agüimes a principios del
siglo XVI era indígenas, esclavas moriscas o pobladoras europeas?
Son enigmas que pueden desvelarse si las ciencias genética e
histórica aproximan posiciones. Trataremos, reconociendo nuestras
limitaciones, de ayudar en esa dirección.
Lo
que es evidente para los científicos de una y otra disciplina es que
los apellidos no contribuyen para nada a dilucidar el origen de
nuestros ancestros pues se tiene sobrada constancia de bautismos
forzosos de los nativos, como la ceremonia colectiva oficiada en
Gáldar por el Obispo Juan de Frías a mediados de 1483 en que
centenares de guerreros y sus familias son cristianados. Buena prueba
de ello es la relación que hace Viana de los soldados de la compañía
de Maninidra que participaron en la conquista de Tenerife en la
década siguiente, en la que los nombres y apellidos son, con pocas
excepciones, caracterizadamente castellanos, a pesar de ser nobles
nativos de la estirpe de los Semidanes.
Por
cierto, y solo como curiosidad, debemos señalar que uno de los
indígenas canarios que aparecen en dicha lista de conquistadores se
llamaba Hernando de la Peña, precisamente el apellido que encabeza
el cuadro del linaje que comentamos a principios del siglo XVI.
Carlos
Platero nos habla de otro personaje homónimo que es escribano
público en Gran Canaria en 1527 con el que seguramente no puede
relacionarse el anterior, habida cuenta del dominio de la lengua
castellana que poseen estos funcionarios.
Morales
Padrón en su artículo en A.E.A.“Canarias en el archivo de
protocolos de Sevilla” reseña que Francisco Peña es un
conquistador de la isla que recibe tierras en Gáldar en los primeros
repartimientos que hace Pedro de Vera. Pero nuestros ancestros con el
apellido De la Peña son vecinos de Agüimes a mediados del XVI lo
que hace difícil la conexión.
Nos
propusimos pues buscar noticias concretas acerca de este apellido en
la escribanía de Agüimes. Los datos más antiguos con que contamos
acerca de Leonor de la Peña han sido recabados en una milagrosa
carpeta de protocolos existentes en el Archivo Diocesano:
-
Francisco Yánez DOTE a su hija María Ortiz, doncella, y de su mujer
Isabel Perdoma para casarla con Bartolomé Cazorla, hijo de Melchor
Hernández y Leonor de la Peña. Agüimes 31 de diciembre de 1570
-
Francisco Díaz de Bullón DOTE a su hija Anastasia de la Cruz y de
su mujer Ana Hernandez para casarla con Alonso Casado, hijo de
Melchor Hernández y Leonor de la Peña. Aguimes a 22 de Julio de
1573
-
Alonso Casado, curador de María Arteaga, hija de María de Arteaga,
su hermana, y de su marido Juan López, DOTE para casar con Lope
Franco, hijo de Blas Franco e Isabel Díaz. Agüimes, 5 de octubre de
1589
Tenemos
pues tres hijos de Leonor de la Peña y Melchor Hernández con tres
apellidos diferentes (Cazorla, Arteaga y Casado), lo cual era
frecuente en la época, que viven y trabajan en Agüimes en los
primeros tiempos del señorío episcopal. Con las fechas que están
en liza podemos deducir que Leonor casó en torno a 1540 pudiendo
haber nacido en torno a 1520.
De
su marido Melchor Hernández tenemos más información en los
protocolos del escribano Francisco Díaz Peloz. Aparece con
frecuencia como testigo de la firma de distintos documentos desde
mediados del siglo hasta 1589 en que aparece por última vez en un
reconocimiento de deuda de una viuda, indicándose al pie de la misma
que Melchor Hernández, el viejo, era vecino de la villa. Debió
vivir muchos años pues son sus hijos varones, Alonso Casado y
Bartolomé Cazorla, quienes desde los años 50 ejercen en la Heredad
de Aguatona como cofirmantes de los contratos de los acequieros.
El
matrimonio de su hija mayor, María de Arteaga, que debió fallecer
tempranamente después de dar a luz a su hija homónima, con Juan
López el mozo, hijo del Regidor Pedro de Burgos, parece atestiguar
que procede de una familia de renombre sin que podamos probarlo por
el momento. Lo cierto es que Melchor Hernández era un respetado
propietario agrícola y miembro de la selecta Heredad de Aguatona lo
que en aquel tiempo significaba ser un potentado.
Lo
que realmente nos interesa es conocer la identidad de Leonor que es
quien porta el haplotipo I citado y cuyo origen tratamos de
dilucidar. El asunto es importante para la genealogía canaria pues
no en vano del matrimonio de Leonor de la Peña con Melchor Hernández
proceden linajes relevantes en la historia de las islas como Cazorla,
Casado y Arteaga. Es por eso que nos planteamos, sin éxito, rastrear
dónde y cuándo ejerció de escribano el tal Hernando de la Peña y
si tuvo o no descendencia. Lo mismo nos propusimos infructuosamente
con el conquistador Francisco de la Peña afincado en Gáldar en los
primeros tiempos de la conquista de quien pudimos saber que vendió
sus tierras al genovés Bautista de Riberol por lo que dedujimos que
debió abandonar la isla, como tantos otros conquistadores.
Conjeturamos posteriormente que el apellido de la Peña en la villa
de Agüimes pudiera tener un origen autóctono de manera que pudo ser
impuesto a nativos de las islas en función del lugar peñascoso
donde vivían. Nos dio pie a dicha elucubración el curioso contrato
ante el escribano de Agüimes que a continuación extractamos:
Juan
Rodríguez Cubas, Cristóbal Hernández, Bartolomé Cazorla y Juan
López el mozo, como criadores y vecinos de la villa deben pagar a
Juan de la Peña, vecino de la villa, 12 dbs. para que acabe con tres
perros que matan el ganado salvaje y andan en el barranco de
Guayadeque. Agüimes 26 de abril de 1572
Mural sobre la vida cotidiana en Ingenio. Foto: C. López |
Un
último repaso a los protocolos de la escribanía de Agüimes del
siglo XVI recogidos en el libro “Génesis y desarrollo de Ingenio…”
de mis buenos amigos Rafael Sánchez Valerón y F. Enrique Martín
Santiago nos aporta, creemos, las claves para resolver el enigma
del origen de este linaje.
Además
de Juan de La Peña, el cazador de perros salvajes, aparece como
testigo en distintos oficios un tal Luis de la Peña, a quien se
identifica como vecino de la isla. El documento fechado en 18 de
marzo de 1575 ante Fco Díaz Peloz (pr 2485 s/f) es la prueba
definitiva: en él se encomiendan determinadas suertes para el
cultivo de caña a ciertos labradores. Lo firma un representante del
doctor Ángel Lercaro teniendo como testigos a Juan Delgado, maestre
de azúcar, y a Luis de la Peña, portugués, vecinos de la isla .
Se
constata de este modo que el apellido de la Peña en Agüimes en el
siglo XVI es oriundo de Portugal traído por especialistas en el
cultivo de caña en y la producción de azúcar en los ingenios que
darán nombre a la población que surge al otro lado del Guayadeque.
Este aserto genealógico es perfectamente coherente con el mapa de la
distribución del haplotipo I (23 and me.com) que comentábamos al
principio de este artículo. Nos enorgullecemos pues de contar con
laboriosa sangre portuguesa en nuestras venas.
Este
descubrimiento vale la pena celebrarlo con uno de las octavas de mi
poema histórico El drago milenario referido a este influjo
identitario, aunque tengamos que autocorregirnos pues la llegada
masiva de portugueses se produjo con anterioridad, como estamos
comprobando con los de la Peña de Agüimes, a la integración de
Portugal en el reino de España.
También
el portugués es recio roble
en
nuestra intrincada arboleda humana.
Venidos
cuando eran españoles
de
la Corona Unida de los Austrias,
dirigen
con ingenio plantaciones
de
oro blanco en los valles de Canarias,
¡y
merced a su vena laboriosa
adquirimos
acento y parsimonia!
Todas
estas disquisiciones en torno al apellido de la Peña, que espero que
hayan podido interesar a los lectores, permiten comprobar a los
recién iniciados en los estudios genealógicos la dificultad de
peinar el siglo XVI por la inexistencia de los libros sacramentales,
con la excepción de Las Palmas y Telde donde existen registros de
dicha centuria aunque, dado su estado, no puedan ser hoy consultados
por lo que los estudiosos demandamos su pronta digitalización.
Los
protocolos notariales son por tanto la fuente más importante de
investigación en dicho siglo. En general, linajes relevantes como
los descritos, por el hecho de ser propietarios agrícolas y
herederos de aguas, pueden ser respaldados con los protocolos que
conservamos en el Archivo Histórico Provincial, pero no así el de
nuestros ancestros más humildes que no dejaron huella alguna en
testamentos, dotes, y otros protocolos mercantiles porque no tenían
propiedades que legar a sus hijos, o recursos para dotar a sus hijas
o medios para hacer negocios de ningún tipo, ni mucho menos dinero
para pagarse una información de limpieza de sangre o de nobleza.
Es
por eso que tantos linajes en nuestro árbol aparecen
irremediablemente cortados en torno al 1600, fecha a partir de la
cual el Concilio de Trento empieza a ver hechos realidad sus acuerdos
de que se abran en todas las parroquias libros sacramentales de
nacimientos, defunciones y matrimonios, amén de establecerse un
control sobre las dispensas. Por suerte para todos los interesados en
la genealogía canaria, en este caso, el linaje maternal de mi abuela
paterna, con el apellido De la Peña por estandarte, ha podido
alcanzar casi el 1500 y gracias a la colaboración entre genética y
genealogía hemos podido quizá dar algunas certezas acerca de su
origen.
-Las
fechas entre paréntesis de los matrimonios en el siglo XVI son
proyecciones, no datos concretos estableciéndose un promedio de solo
30 años entre generación y generación al estar referidos a un
linaje materno.
-Los
nombres de lugares de nacimiento y defunción están referidos a las
parroquias donde se registran excepto en el caso de Aldea Blanca,
cuyos eventos fueron registrados en la Iglesia de San Sebastián de
Agüimes.
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