sábado, 8 de diciembre de 2012

ALGUNAS CURIOSIDADES GENEALÓGICAS EN TORNO A UNA PROBADA ASCENDENCIA CANARIA DE CINCO SIGLOS

FANEQUE HERNÁNDEZ BAUTISTA
Profesor de Historia y aficionado a la Genealogía

I. LOS LINAJES PATERNOS
En nuestro drago de familia, así llamamos al árbol genealógico, penden ya cerca de 7000 personas unidas por lazos de sangre que vivieron en las Islas Canarias desde finales del siglo XV hasta la actualidad, desde la transición entre las sociedades indígena y colonial hasta el mundo de hoy. Es un trabajo en curso, colgado en Internet, al que solo se puede acceder por invitación expresa, realizado en los últimos cinco años con la inestimable ayuda del genealogista Juan Ramón García Torres.
Muchas líneas de nuestra ascendencia llegan ya hasta principios del XVI, momentos en los que a falta de registros sacramentales en la mayoría de las parroquias hemos podido acceder a los entronques gracias a otras fuentes primarias como libros de sepultura, testamentos, protocolos diversos, informaciones de nobleza o de limpieza de sangre, etc.
En esta primera colaboración con blogs amigos de la cultura canaria vamos a centrarnos en dos de las múltiples líneas que partiendo de quien escribe alcanzan los albores del XVI, más concretamente los linajes paternos que me dan los apellidos.
En el doble cuadro que anexamos pueden observarse los linajes patronímicos de mis ascendientes masculinos, Hernández por un lado y Bautista por otro, que determinan por una regla sexista impuesta hace algunos siglos el orden y calidad de los apellidos que me identifican a mí y a mis seis hermanos, todos varones por cierto.
Esto no siempre fue así pues comprobamos en nuestras propias carnes que en los siglos XVI y XVII hijos de un mismo matrimonio podían tener muy diversos apellidos: el del padre, el de la madre, el de alguno de los abuelos según el sexo o incluso adoptaron el apellido de sus padrinos en el momento de la conversión forzosa posterior a la conquista.

A. El apellido Montesdeoca
Lo realmente curioso, increíble hasta para quien esto escribe si no lo tuviéramos contrastado, es que ambos linajes masculinos, paterno y materno, Hernández y Bautista, confluyen en el mismo apellido Montesdeoca a principios del siglo XVI y muy probablemente en la misma pareja de genearcas: Vicente de Montesdeoca y Juana Hernández.
Del tal Vicente de Montesdeoca sabemos realmente bien poco. El topónimo Montes de Oca está referido a unas estribaciones montañosas del Sistema Ibérico en el reborde nordeste de la meseta castellana y a un pequeño afluente del Ebro constituyendo en la actualidad una comarca de la provincia de Burgos. De allí puede proceder el linaje de nuestro ancestro.
Villafranca de Montes de Oca
¿Puede tener relación dicho personaje con el conquistador Antonio Montesdeoca, natural de Villafranca del Bierzo (León) que, según el profesor Manuel Lobo, formó parte de las huestes castellanas que conquistaron la isla en 1483? De él sabemos que en la década siguiente fue soldado a caballo en la compañía del capitán Castillo en la conquista de Tenerife. Nos dice además el genealogista Carlos Platero que un hijo suyo, Juan Francisco de Montesdeoca, vecino de Gran Canaria, casó con Catalina Ramírez y que de ese consorcio proceden buena parte de los Montesdeoca de las islas.
Quizá nuestro linaje Bautista pueda proceder del dicho conquistador pero no lo creemos. Pensamos, por el contrario, que Vicente y Antonio Montesdeoca son dos personajes no emparentados y que tanto mis Hernández como mis Bautista proceden de un mismo tronco derivado del primero de los citados.
Por lo pronto, para poder establecer dicho enlace por la parte de los Bautista, solo tenemos una muy dudosa nota en una página genealógica de Internet que dice: “los Montes de Oca tomaron parte en la conquista de Gran Canaria, donde fundaron nueva casa, siendo su progenitor Vicente Montes de Oca, llamado “el Viejo”, Conquistador de Gran Canaria por los Reyes Católicos, que obtuvo en premio de sus servicios repartimientos de agua y tierra. Estuvo casado con Dña. Juana Hernández, a la que hizo madre de Juan Montes de Oca y Hernández, progenitor de la rama primera, y Francisco Montes de Oca y Hernández, tronco de la rama segunda”.
No sabemos nada sin embargo de un conquistador con dicha denominación ni de que nadie con dicho apellido haya sido premiado con repartimientos en la isla de Gran Canaria. Sabemos no obstante de las extensas posesiones de Vicente de Montesdeoca y sus descendientes pero conjeturamos que este las adquiriera por compra y no por méritos de conquista.
Nos falta pues la certeza del último entronque por la parte de los Bautista (Francisco de Montesdeoca y Ana de Miguel). El recurso al ADN podría tal vez ayudar a resolver esa duda. Nuestro haplotipo paternal, en el análisis realizado en una empresa californiana, es R1b1b2a1a2, un linaje europeo que, aunque también está presente en el 10% de las momias indígenas cuyo ADN ha sido analizado, en nuestro caso podemos establecer, gracias a esta investigación genealógica, la certeza del origen peninsular. Pues bien bastaría contrastarlo con el haplotipo de algunos de mis primos hermanos de apellido Bautista, los hijos varones del único de los hermanos de mi madre que tuvo ascendencia masculina, para respaldar la hipótesis de dicho tronco común. En eso estamos.
En el linaje Hernández sí podemos probar, con documentación fiable, que Vicente Montesdeoca es el origen ibérico de nuestro linaje. No fue este personaje, como ya hemos adelantado, un conquistador sino un poblador de la isla de Gran Canaria desde el primer momento de su incorporación a la Corona de Castilla. Si así lo hubiera sido, sus descendientes lo hubieran atestiguado como motivo de honra y, bien al contrario, ocultan su procedencia indicando tan solo que era natural de España, quizá para evitar que se practicaran informaciones en el lugar de origen que pudieran comprometer la limpieza de sangre solicitada pues sabían que tenía una ascendencia que no interesaba airear.
Este fue el caso Vicente de Montesdeoca Lorenzo, nieto del tal Vicente de Montesdeoca el viejo, quien a fines del XVI, deseando ser Comisario del Santo Oficio, una especie de vigilante de la puridad cristiana en su isla de residencia, privilegio que obtiene, declara una genealogía del tenor siguiente: “que sus padres son Juan de Montesdeoca, natural de esta Ciudad de Canaria (sic), vecino de La Vega, y María Lorenzo, natural y vecina de La Vega; que sus abuelos paternos fueron Vicente de Montesdeoca, natural de España, pero no sabe de qué parte vino porque hace mucho tiempo que fue vecino de esta ciudad y Juana Hernández, su mujer, natural de España y tampoco sabe de qué parte vino. Como abuelos maternos declara a Isabel Lorenzo, natural de las islas, y a Domingo Hernández, natural de Portugal en la ciudad de Évora, ambos vecinos de La Vega”.
En este cuadro genealógico de las primeras tres generaciones de un linaje que se sitúa en la transición entre el mundo indígena y el colonial encontramos una prueba palpable del mestizaje de la sociedad canaria de finales del siglo XV: varones castellanos y portugueses que enlazan con mujeres naturales de las islas, es decir, indígenas.
De la tal Juana Hernández, la mujer de Vicente Montesdeoca el viejo, tenemos dudas acerca de su origen. Si bien su nieto señala que era natural de España, de no sabe dónde, algunos autores hablan de un origen nativo. El siguiente documento, fechado en 1534, por el que se liberta a una esclava negra de su propiedad parece sin embargo confirmar su origen castellano pues sus abuelos son Bartolomé Sánchez de Córdoba y Juana Hernández y el escribano nos la presenta como vecina de Gran Canaria y no como natural de la isla.
1534 /IV /11 Las Palmas folio 359 r y v
Escribano Cristóbal de San Clemente Protocolo 741 AHP
Juana Fernández, mujer de Vicente de Montesdeoca, vecina de Gran Canaria, dice que cuando se casó recibió en dote de sus abuelos Bartolomé Sánchez de Córdoba y Juana Hernández una esclava negra de nombre Isabel Sánchez y de edad de dos años poco más o menos con condición de darle libertad al cumplir los 20 según escritura otorgada ante escribano público el 26 de enero de 1511. Como la esclava ha cumplido ya los 20 en el servicio suyo y de su abuela la declara libre.
Testigos: Juan Gómez, labrador, vecino de Tenerife, Alonso Muñoz, Juan Salvago, Bernardino de Vesga, Francisco de León y Diego de Montalvo

B. La pérdida del apellido Montesdeoca
En el cuadro anexo resulta igualmente sorprendente comprobar cómo se pierde el apellido originario Montesdeoca después de transcurridas varias generaciones en ambos linajes.
Durante todo el siglo XVI y la primera mitad del XVII Montesdeoca es un apellido ilustre, propio de potentados de la época, como se refleja en la antigua casona junto a la iglesia de San Antonio Abad de Las Palmas, situada junto al lugar de la fundación de la ciudad; en los cargos eclesiales que ostentan y en las extensas propiedades de las que disfrutaron a uno y otro lado del barranco Guiniguada.
Patio de la Casa Montesdeoca en Vegueta
¿Qué pasó a mediados del XVII para que los Montesdeoca del norte (descendientes de Francisco Montesdeoca) afincados inicialmente en Arucas, más tarde en Guía, adoptaran el apellido Bautista en honor de la advocación de San Juan Bautista de Arucas y los de La Vega (descendientes de Juan de Montesdeoca) optaran por el apellido Hernández? Es un interesante enigma que conviene esclarecer pero del que ya hemos avanzado alguna consideración: los herederos de este linaje Montesdeoca posiblemente intentaron, ante las presiones de la Inquisición, librarse del estigma de que Vicente, el primero de la saga, tuviese un origen judío.
El rótulo que hay en la puerta de una antigua casona de Vegueta es la única pista que tenemos acerca de dicho origen: “Esta casa de estilo colonial canario la construyó la familia de origen judío Montes de Oca, avecindada aquí desde el siglo XVI y que ha dado nombre a la calle”.
El hecho de que el apellido desaparezca por ambas líneas en fechas parejas del siglo XVII parece ser otra apoyatura a la teoría, que sostengo, de que ambos linajes sean en realidad solo.

C. Desfases generacionales
Curioso resulta también comprobar en el cuadro adjunto que desde el origen hasta la actualidad hayan transcurrido hasta 16 generaciones por el linaje Bautista y tan solo 13 por el lado de los Hernández.
Para explicar esa disimetría acudimos a las partidas de defunción que hemos podido rescatar en los archivos parroquiales. Comprobando las fechas en que fallecen mis ascendientes, observamos que los Hernández son más longevos que los Bautista y también más prolíficos en cuanto a descendencia, procreando en edades bastante avanzadas.
El caso de mis ascendientes en las generaciones más próximas es buena prueba: Juan Hernández tiene 92 años cumplidos; Lorenzo, mi padre, ya va por los 86; y el padre de ambos, mi abuelo Rafael, a quien recuerdo con su bigote enrabiscado, con su cachucha y su faja negras y su naife a la cintura, vivió hasta los 75, habiendo fallecido en 1959, lo que no está nada mal para la época.
Sin embargo por la línea de los Bautista no pudimos siquiera conocer a nuestro abuelo Modesto que falleció en 1956 cuando él tenía 62. Nuestro bisabuelo Francisco Bautista Miranda, alcalde de Gáldar, a fines del XIX, había fallecido mucho antes, en 1915, con tan solo 55 años. Y así sucesivamente pues el siguiente en la lista de los Francisco Bautista de la ciudad de Guía vivió tan solo 48 años y el siguiente, 53, y el siguiente, 56, y el primer Francisco Bautista, que vivió a mediados del siglo XVIII en dicha localidad norteña, tan solo alcanzó los 41. Los Bautista varones están pues bichados y eso parece trasladarse hasta las generaciones más próximas pues nuestro tío Francisco Bautista falleció también tempranamente.
El caso más relevante de longevidad y fertilidad por el linaje de los Hernández es el de nuestro tatarabuelo Antonio Jerónimo Hernández Toledo, bautizado en la Iglesia de Santa Brígida en 1773, que casó dos veces, primero con María del Pino Robaina, nacida en 1774, fallecida tempranamente en 1821, y más tarde con nuestra tatarabuela Francisca Reyes Cárdenes, nacida en 1806, a quien llevaba por tanto 33 años. Para remate de la jugada hemos de decirles que nuestro bisabuelo Agustín Hernández Reyes fue el último de la prole en dicho segundo matrimonio, habiendo nacido en los Barrancos de Las Palmas en 1843 cuando su padre contaba con 70 años y su madre tenía 43.
Pero es que este hecho se produjo reiteradamente por la línea de los Hernández. Dos generaciones atrás, el abuelo del antedicho, José Vicente Hernández de Sosa, vio la luz en 1725 cuando su padre, Juan Hernández Sánchez, cumplía los 63, cuatro meses tan solo después de su casorio.

D. Endogamia insular
Como última nota de esta colaboración genealógica sin pretensiones, quisiéramos resaltar que todos los datos de nacimientos, matrimonios y defunciones recogidos en nuestro árbol, Canarii family tree, en relación con estos linajes están situados espacialmente en la islas Canarias excepto el dato de nacimiento de nuestra abuela materna América que como su propio nombre indica nació al otro lado del charco, en Remedios, Cuba, allá por el 1906, para viajar con sus padres, al poco de nacida, a la tierra de sus ancestros en un regreso forzado por las circunstancias al haber contraído su padre unas enfermedades tropicales que abortaron su aventura americana.
Aunque en el árbol completo están representadas las siete islas, en los linajes patronímicos cuyos rasgos más relevantes hemos comentado, todos los individuos que las conforman son naturales de Gran Canaria. Solo en su origen, 500 años atrás, aparecen colonos castellanos y portugueses enlazados con nativas indígenas con lo que creemos que este árbol es muy representativo de la idiosincrasia canaria y es manifiestamente coherente con las resultados de los estudios genéticos que atestiguan el mestizaje de la población canaria actual con un altísimo nivel de pervivencia indígena en los linajes femeninos y como contrapartida trágica, por lo que podemos suponer que esto significa, con un escasa presencia de haplotipos norteafricanos en los linajes masculinos.
(Continuará esta colaboración con los linajes maternos de mis padres, aquellos de los que se pierde el apellido y que suelen quedar por ese absurdo motivo relegados de los estudios genealógicos. Los haplotipos de ADN mitocondrial de mi abuela materna y de mi abuela paterna son respectivamente J2a2 e I, provenientes, según los expertos, de Próximo Oriente y África del Norte lo que parece caracterizar una probable ascendencia indígena de los albores del poblamiento de las islas).


Cuadro elaborado por su autor

Continuación en el artículo: