sábado, 23 de noviembre de 2019

RAÍCES MAJORERAS


FANEQUE HERNÁNDEZ BAUTISTA
JUAN R. GARCÍA TORRES 
(Prólogo del libro “Breve Historia de Fuerteventura”,
obra de Roberto Hernández Bautista)

Me complace enormemente el encargo que me hace mi hermano, el profesor Roberto Hernández Bautista, de escribirle el prólogo de su nueva obra “Breve Historia de Fuerteventura”. Con este libro, editado en español y también en inglés, se engrandece el
legado de sus publicaciones siempre relacionadas, como historiador, con el estudio de nuestras raíces. Además de numerosos artículos en revistas y jornadas de historia y de su labor como arqueólogo en distintas excavaciones en las islas orientales y de sus viajes de interés etnográfico por todo el Magreb, deseamos destacar de su currículum el listado de sus publicaciones que, de más antigua a más reciente, son:
-      - Aportaciones al folklore tradicional de Fuerteventura. Ed. Ayuntamiento de Puerto del Rosario, 1994.
-        - Los Semidanes de Canarias. Ed. Anroart, Las Palmas de GC, 2012.
-        - Los naturales canarios en las islas de señorío. Ed. Mercurio, Las Palmas de GC, 2014
-      - Costumbres y rituales bereberes de los indígenas canarios. Ed. Mercurio, Las Palmas de GC, 2016
La obra que hoy presentamos ocupa el cénit de su producción, no por ser la última sino por ser la que más se eleva. Se trata de una síntesis de la historia de Fuerteventura desde los primeros asentamientos indígenas hasta nuestros días. No es fácil la tarea de ofrecer una visión holística de tantos siglos de devenir histórico. Esa tarea solo puede realizarse después de muchos años de estudio de las fuentes arqueológicas, documentales y orales para poder acometer con éxito la empresa de una visión panorámica general, desde arriba, de los hechos e ideas que explican la particularísima idiosincrasia de los habitantes de esta isla hasta hace bien poco nada venturosa, a pesar de lo que parece querer decir su nombre.
Fuerteventura ha vivido algunas etapas de poblamiento y muchas otras de despoblamiento hasta que en el siglo XX, con el desarrollo y democratización de las instituciones locales y más recientemente con el impulso de la descentralización autonómica parece que se ha logrado detener esa sangría secular.
Los primeros contingentes en arribar eran sin duda pueblos norteafricanos que con afán colonizador se embarcan en armadas de potencias mediterráneas, como muy bien nos explica Roberto en uno de sus libros precedentes, para afincarse, bien provistos de  ganados y semillas, en el casi desierto por entonces territorio insular. Esta población inicial,  que en las islas orientales recibe la denominación de majos o majíes, conforma una sociedad indígena muy original que, por su presión sobre el medio natural, sobre todo a través de la ganadería extensiva, inicia el proceso de desertificación del territorio.
Con la cruenta llegada de los aventureros normandos y más tarde castellanos se sientan las bases de una sociedad mestiza, conformándose unos grupos humanos a los que se identifica como familias de las islas que son el resultado de la fusión entre los conquistadores con las mujeres y niños indígenas que fueron preservados, pudiéndose hablar en propiedad de genocidio masculino. Con ellos la degradación del medio se intensifica por la masiva deforestación y sobreexplotación hídrica y todo esto, unido a la dureza de las cargas señoriales y eclesiásticas, conduce a finales del siglo XV a una primera gran evasión de sus habitantes con la huida de la mayor parte de su población libre hacia Gran Canaria primero y, poco después, también hacia Tenerife, una vez que estas islas son incorporadas a la Corona de Castilla gracias a la intervención de un ejército real en el que, es bien sabido,  participan, como caballeros o infantes, centenares de hombres de las islas.
Los Señores de Canarias sustituyeron entonces, paulatinamente, a las familias de las islas por pobladores moriscos tras cruentas y repetidas razias de captura en la cercana costa africana de donde traen, a la fuerza, a multitud de esclavos bereberes y subsaharianos. Como bien refiere el viejo Rumeu de Armas, las campañas de saqueo en Berbería iban muy pronto a tener la merecida respuesta con las cruentas expediciones de represalia berberiscas, que asuelan las islas orientales y apresan y conducen a cárceles africanas a buena parte de su habitantes. Se produce entonces por miedo a dichos ataques una segunda gran evasión hacia las islas de realengo que no está suficientemente estudiada aunque los genealogistas de Gran Canaria bien la atestiguamos.
A partir de entonces, y a lo largo de toda la Edad Moderna, Fuerteventura es una isla
Casa de los Coroneles. FEDAC
olvidada hasta de sus propios señores, que son absentistas, dejando en manos de sus mayordomos primero y más tarde de los coroneles de las milicias el control de la economía y la sociedad en el marco de un opresivo régimen señorial con unas cargas impositivas desmesuradas para la paupérrima población residente, cargas propias de la servidumbre semifeudal que se mantuvieron sin embargo en Fuerteventura hasta fechas muy cercanas.
Las crisis demográficas causadas por epidemias, sequías y hambrunas determinan continuos trasvases de población hacia las islas centrales del archipiélago. Son situaciones que se compensan, en parte, en los años de lluvia y bonanza, como bien se ejemplifica en el proyecto dirigido por Manuel Lobo La Oliva, Historia de un pueblo de Fuerteventura, con la arribada de miles de jóvenes trabajadores de las islas de realengo durante el periodo de la recolección. Muchos de esos trabajadores temporales se quedarán en la isla casando con jóvenes majoreras, pero la escasez de agua va a seguir dando lugar, con ocasión de sequías y plagas, a la huida de los labradores libres y también de los esclavos libertos. De estos siglos queremos destacar como hito histórico el memorable motín de 1720, cuando tras una de esas terribles hambrunas, la población en vez de buscar la evasión por mar, participa, siguiendo el reciente y sonado ejemplo del motín de Agüimes de 1718, en una asonada popular en la que se requisa el arca de quintos y se consigue de  la Audiencia, al año siguiente, el uso de los fondos secuestrados para abastecimiento de trigo a la población.
En la Edad Contemporánea no dejan de seguir fluyendo episódicamente hacia Gran Canaria contingentes de trabajadores que huyen de la miseria y el hambre en busca de una vida mejor. Multitud de pequeñas embarcaciones traen a los majoreros hasta las costas orientales de la Gran Canaria, isla en la que se integran fácilmente asumiendo labores agrarias y pastoriles en cumbres y medianías sureñas, o trabajando en caleras y pesquerías junto al mar y, ya en el siglo XX, incorporándose a la Ciudad de Canaria como operarios en las pequeñas industrias de la salazón y tabaco, o como estibadores y cambulloneros en las florecientes actividades portuarias. Mientras tanto Fuerteventura se convierte por entonces, como signo de su máxima degradación histórica, en el destino último de los desterrados de la España peninsular.
Después de glosar al autor y su obra me propongo romper los esquemas de lo que es un prólogo al uso, ejerciendo de genealogista con la ayuda de mi apreciado colaborador Juan Ramón García Torres, para estudiar la ascendencia majorera de Roberto y su familia hace trescientos años.
Roberto Hernández Bautista, nacido en Las Palmas en 1957, vive y trabaja como profesor en Fuerteventura desde mediados de los años 80 y aquí funda su familia al unir su destino al de Fabiola Herrera Melián, también profesora, nacida como él en Las Palmas, pero, como ahora veremos, una y otro provienen de antiguas estirpes majoreras asentadas en torno al 1700 en los pagos norteños de Tefía o la Roza de Zapata, o en aldehuelas situadas al sur de la isla como Toto, Bárjada y La Florida. La sangre los ha llamado y los ha traído hasta aquí,  de modo que hoy Roberto y Fabiola, establecidos en la isla, tienen ya casi
Tétir. Proveedora: Ana Rodríguez.
criados a sus tres apuestos hijos majoreros, Rubén Idafe, Yaiza y Fayna, a los que este libro está cariñosamente dedicado.
Empezaremos hablando de la ascendencia de su mujer, Fabiola Herrera Melián. El segundo apellido que porta, Melián, es de indudable procedencia normanda como bien saben todos los aficionados a la genealogía canaria. Este linaje Melián se inicia en Gran Canaria con el conquistador de esta isla Diego Melián de Betancor, hijo de Juan Melián el viejo y de Elvira de Betancor, quien, casado con María Mayor, la hija del alguacil Juan Mayor, también por cierto hombre de las islas, deja en esta isla notable descendencia. Un hermano de este, Juan Melián, puede estar asimismo en el origen. El tal Juan Melián, casado con Mayor Álvarez, hija del alférez mayor de la conquista Alonso Jáimez de Sotomayor, también dejó descendencia en la isla, lo cual Cebrián Latasa parece desconocer.
La línea que conduce hasta Fabiola, bien venga de uno u otro hermano o bien de otros familiares llegados tras la conquista, como parece deducirse del hecho de que el Juan Melián, el casado con Violante de los Reyes, consta en un documento como trabajador,  es sin duda una línea fuerte, económica y socialmente hablando, puesto que sus ancestros de este apellido enlazan con Pinelos, Salvagos, Quintanas, Sarmientos y Balboas, y porque además tenemos acreditado que contaron con amplias posesiones en medianías y cumbres a barlovento de la isla.
El documento más antiguo con el que contamos del linaje Melián que estamos trazando es, por el momento, el matrimonio en 1601, en Santa María de Guía, de Francisca Melián, hija de Juan Melián y Violante de los Reyes,  con Gaspar de Almeida, hijo de Bartolomé Rodríguez Collado y de Margarita de Quintana, vecinos todos de La Vega.
Muy cerca de su origen majorero se encuentra pues este linaje, una de cuyas líneas de descendencia se establece en el pago de La Culata de Tejeda donde naciera, la muy apreciada por todos cuantos la conocemos, Lita Melián Marrero, la madre de Fabiola.
LOS MELIÁN EN GRAN CANARIA

EL PAGO DE TEFÍA EN 1700
Vayamos pues al linaje paterno de los Herrera. Por esta línea, en tan solo dos generaciones podemos comprobar en el cuadro adjunto que Alberto Herrera, el abuelo de Fabiola, fue bautizado en la iglesia de Casillas del Ángel, aclarándose en la partida correspondiente que sus padres eran vecinos del pago de Tefía. Subiendo la escala, observaremos que durante algunas generaciones los Herrera de Tefía se dedican a la labranza y a la ganadería por esos predios norteños si bien pronto accedemos al primero de los Herrera de este linaje majorero que nada tiene que ver con el del Señor de las islas en el siglo XV, don Diego de Herrera, sino con un humilde labrador viudo procedente de la isla de La Palma, llamado Juan Herrera, nacido en Garafía en 1770 (bautizado en la iglesia del Rosario de Barlovento), hijo de los garafianos Salvador Herrera y Catalina Pérez, el cual en torno al año 1813, año de lluvia y buenas cosechas, después de una grave sequía que se había prolongado desde 1807 a 1811, se embarca hacia Fuerteventura para tomar parte en las tareas de recolección del trigo. En esta isla conoce, bajo un tórrido sol durante las tareas agrícolas de la siega, a Francisca Alonso, hija de los vecinos de Tefía Antonio Pérez y Clementina Hernández, con la que casa ese mismo año de 1813 en la parroquia de Casillas del Ángel.
Este linaje palmero entronca en origen con colonos europeos de apellido Ferrera o Herrera establecidos en el norte de La Palma en el siglo XVI.  El documento más antiguo que tenemos relacionado con el mismo es, en 1633, la partida de matrimonio  en la iglesia de Barlovento de Juan Pérez Herrera (hijo de Sebastián Herrera y Ana Pérez) con Ana Rodríguez (hija de Francisco Rodríguez y Ana Pérez), vecinos todos de dicho término. El
Juan Herrera García y familia
hijo de este matrimonio llamado Pedro Rodríguez Ferrera (sic) casará en 1674  en la iglesia de Ntra. Sra. de la Luz de Garafía con Catalina Rodríguez, hija de Baltasar Rodríguez, difunto, y de su mujer, Catalina Pérez, vecinos de dicho lugar en la Lomada de los Franceses. Se aclara por otra parte en esta partida, que los padres del novio, difuntos por entonces, habían sido vecinos del lugar de Barlovento en Los Gallegos. Tenemos pues algunas pistas que nos acercan a un origen franco o galaico para el Herrera o Ferrera del norte de la Palma que pasa a Fuerteventura en el siglo XIX.
Los estudios de ADN son de gran ayuda para la genealogía. Puesto que se trata de un linaje masculino, trasmitido de padres a hijos varones durante muchas generaciones, gracias a la colaboración de un hermano varón de Fabiola hemos podido conocer algo más acerca del origen remoto de los Herrera. El informe genético realizado a su hermano nos indica que los varones de este linaje tienen un haplotipo masculino caracterizadamente europeo, M-269, con una variante, R-L21, relacionada con el mundo céltico, que es muy frecuente en las culturas gaélicas de Escocia, Gales e Irlanda hasta el punto de que hoy lo porta entre el 25 y el 50 por ciento de la población masculina de dichos territorios.
Continuaremos ahora nuestra tarea tratando de husmear en los orígenes majoreros de esta familia Hernández-Herrera a través de la ascendencia del propio Roberto, el autor de esta Breve Historia de Fuerteventura.
EL PAGO DE TOTO EN1700
En primer lugar estudiaremos un linaje que nos lleva hasta lugares perdidos al sur de la isla a comienzos del siglo XVIII. Bárjeda (o Bárjada) y Tetuy (o Toto) son pequeñas aldeas del actual municipio de Pájara, próximas entre sí, que constan en los acuerdos del Cabildo del siglo XVII como poblaciones de la parte de Ayose “en las que se ha establecido vega de pan sembrar y en las que por tanto han de guardarse los ganados que andan sueltos y que tanto daño hacen a los cultivos”. De Toto nos dice Madoz en su Diccionario geográfico que “su vega es fértil si hay lluvias, pero los vecinos adolecen todos del mismo error: anteponen la cría de una cabra al más robusto árbol”. Trapero en su Diccionario de Toponimia Canaria: Los guanchismos tiene documentado en 1644 en los acuerdos del Cabido la siguiente nota: “Se da comisión a Baltasar Dumpiérrez para que averigüe qué personas han cortado árboles en la isla y en particular un aceituno que está cortado arriba de Toto”.
Como puede seguirse en el cuadro adjunto, Roberto es tataranieto de Micaela Montesdeoca, la cual fue bautizada en la iglesia  de Pájara en 1823 como hija de Manuel Montesdeoca y Bárbara del Cristo, y la misma que contrae matrimonio en 1846, a los 23 años, en Gran Canaria  con José Vega Yánez, natural de Las Palmas. Sus padres y abuelos eran vecinos del pago de Toto, si bien su bisabuelo paterno, Manuel Montesdeoca, el primero de su apellido en Fuerteventura, había nacido en Montaña Cardones de Arucas (Gran Canaria) en 1717 para venir a casarse a esta isla en 1745, con 28 años, con la joven majorera Mª Concepción Cabrera, hija de Casiano Betancor Cabrera y Magdalena Cabrera, vecinos del pago de Bárjada. La irrupción de los Montesdeoca en Fuerteventura  parece estar relacionada con la existencia de antiguos lazos familiares pues el dicho Manuel era hijo de los vecinos de Arucas José Montesdeoca y Francisca Cabrera, esta última de un más que probable, aunque no probado, origen majorero.
Volviendo a los San Juan de Toto diremos que durante varias generaciones todos sus ancestros tuvieron su residencia en dicho pago. El documento más antiguo que conservamos para atestiguarlo es la partida de matrimonio en 1698 (iglesia de la Concepción de Betancuria) entre Diego de San Juan, viudo de María Diepa, con María del Rosario, hija legítima de Silvestre Rodríguez y María del Rosario, todos vecinos de Toto. Diego de San Juan había casado efectivamente en primeras nupcias en 1680 con María Diepa, haciéndose constar en la partida que él era hijo de Manuel de San Juan y María Marichal y ella, de Juan Diepa y Ana Liria.
Tenemos algunas sospechas, no probadas, acerca del origen de este linaje. Consta en la obra de Manuel Lobo Los antiguos protocolos de Fuerteventura  un acuerdo firmado en 1599 ante el sargento Juan López Peña entre Juan Aljeves, prieto, vº de Lanzarote y estante en Fuerteventura, en nombre de sus nietos Juan, Domingos, Miguel, Francisco y Ana Perdomo, hijos de Pedro Saavedra, su yerno difunto, y de su hija Melchora de San Juan, con Gonzalo de Viveros el mozo, como nuevo marido de su hija, para que los menores nombrados puedan gozar de los frutos de la hacienda de su padre. El arreglo se alcanza al poner Aljeves de su pecunio, para evitar la continuidad del litigio,  30 cabras y un camello.
De confirmarse nuestra hipótesis, tendríamos que los Sanjuán majoreros son descendientes de un morisco llamado Pedro de Saavedra y de Melchora de San Juan, una mulata lanzaroteña cuyos hijos, una vez su madre ha vuelto a casarse, son puestos a soldada por el padre de menores, el sargento Juan López Peña, para trabajar al servicio de distintos labradores en los desolados campos sureños. Original linaje, sin duda, que explica la color de alguno de mis hermanos… sin señalar a Roberto.
Hemos comprobado efectivamente en la obra de Manuel Lobo Moriscos de Canarias que Pedro de Saavedra es uno de los privilegiados moriscos majoreros que consiguen una provisión de seguro real en 1588 por la que se consigue que ni él ni sus convecinos de igual origen sean expulsados de la isla, como pretende el conde de Lanzarote para apropiarse de sus posesiones, ni tampoco pudieran ser molestados por los escasos cristianos viejos que en ella se mantienen. Poco le duró la alegría a Pedro por cuanto nos consta su defunción en 1600,  tan solo un año después de publicado el edicto real.
LA ROZA DE ZAPATA EN EL 1700
En segundo lugar nos vamos a retrotraer otra vez en el tiempo hasta el 1700 a través de otra línea que nos lleva en esta ocasión hasta el centro-norte de la isla, hasta un lugar denominada la Roza de Zapata, situado en el actual municipio de Antigua.  Sabemos bien que una roza, en castellano, es un terreno que ha sido limpiado de maleza para su aprovechamiento agrícola. Para hacer dicha tarea, entre otros útiles se emplea la rozadera, una especie de podona gruesa y ancha sujeta a un mango largo, según la definición que nos aporta la Academia Canaria de la Lengua. En Fuerteventura el término roza se escribe incorrectamente, con ese en vez de con zeta. Son ejemplos de ello: La Rosa del Taro en Puerto del Rosario, La Rosa del Coronel en La Oliva y la Rosa de Zapata en Antigua.
Tenemos documentado el origen preciso de este último topónimo en el testamento de María Perdomo, viuda de Simón de Umpiérrez, dictado en Las Palmas en 1557 ante Pedro de Escobar (legajo 765) que viene a decir en una de sus cláusulas, cuando procede al reparto de la herencia familiar entre sus hijos e hijas,  que “Marina Perdomo, mi hija, mujer de Francisco Zapata, si quiere tomar parte, que traiga a colación doscientas doblas que le di en dote”.
El linaje majorero del que hablamos se inicia  en el peldaño VII del cuadro con Domingo Antonio Mateo, bautizado en 1798 en la iglesia de Antigua y casado en Las Palmas en 1821 con Teresa Gutiérrez Rivero que es una de las retatarabuelas de Roberto. El tal Domingo Antonio era hijo natural de Antonia de la Cruz Mateo quien era a su vez hija  del matrimonio formado por Ángel Mateo y Brígida Antonia de Serpa, casados en la iglesia de Antigua en 1766, siendo él hijo de Juan Mateo y Ana Umpiérrez y ella, de Antonia Melián y de Antonia de Serpa, todos vecinos de la Rosa de Zapata según precisa la partida correspondiente.
Siguiendo ahora por el ilustre apellido Umpiérrez observamos que Ana Umpiérrez (nacida en 1711 y casada en 1721 con Nicolás de Torres, natural de Chasna en Tenerife) es hija de Lucas Gutiérrez Mateo y de Isabel Ana, naturales de Tenerife  y por entonces vecinos en la Roza de Zapata, casados en Antigua en 1708.
De Lucas Umpiérrez Mateo, aunque nacido en Tenerife, podemos asegurar que es de una indudable progenie majorera que de seguro nos lleva tiempo atrás a su entronque con el matrimonio formado por Simón Umpiérrez y su esposa María Perdomo, cuyo testamento de 1557 antes citamos. No es necesario glosar que el apellido Umpiérrez tiene orígenes betancurianos pues así se apellidaba uno de los aventureros de la mesnada del normando  Jean de Bethencourt  que asolaron la isla a principios del siglo XV. Según Cebrián Latasa el primero de tal nombre que está documentado en la historia de Canarias fue Rubin Dumpierres, de la islas, natural y vecino de Fuerteventura, casado con Isabel Sánchez
Pájara, circa 1890.
Morales, con quien tuvo amplia descendencia que se avecinda en Tenerife.
Hay muchas más  líneas en el árbol familiar de Roberto que provienen de  Fuerteventura. Citaremos de pasada, sin escalas genealógicas de respaldo, dos de ellas cuya presencia en Gran Canaria  se relaciona con la gran hambruna de 1721-1723 pues son familias que se establecen por aquellas trágicas fechas en las cuevas de La Atalaya de Santa Brígida. Por una parte la pareja formada por Sebastián Pérez, (hijo de Diego Pérez Umpiérrez y Florencia Ruiz) y Feliciana de León (hija de Luis de León y María Umpiérrez) que habían casado en Pájara en 1717.  Por otra, la pareja casada en Betancuria en 1700 formada por Cristóbal Mirabal (hijo del majorero Juan García Mirabal y de la herreña Ángela Pérez) y María Gutiérrez (hija de Juan de Umpiérrez Espino y Beatriz de Aguiar),  vecinos estos de La Vega de Río Palmas.
Para indagar acerca de la presencia de estas familias en las cuevas de La Atalaya acudimos a la opinión de Pedro Socorro, cronista oficial de Santa Brígida, quien nos dice lo siguiente: “En los archivos parroquiales se registra en el siglo XVIII un grupo destacado de inmigrantes procedentes de Fuerteventura, especialmente de Pájara y Vega de Río Palmas. Quizá muchos de ellos llegaron huyendo de las hambrunas que se suceden en la isla majorera a comienzos de esa centuria, pero también otros llegaron como siervos o esclavos para servir al que había sido canónigo de Fuerteventura Luis Fernández Vega quien una vez establecido en Gran Canaria construyó entre 1733 y 1737 en la parte alta de la Atalaya la ermita de la Concepción”.
EL PAGO DE LA FLORIDA EN 1700
Pero concluyamos este repaso a las raíces majoreras de Roberto en torno al año 1700 acudiendo a su ancestro más relevante. Nos referimos a Pedro Domínguez, héroe de la primera batalla de Tamasite, acaecida en octubre de 1740, personaje a quien Roberto dedicó un memorable artículo histórico presentado en las XVI Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura.
Como puede verse en el cuadro, Roberto es tataranieto de Agustín Domínguez Perdomo, quien, bautizado en la iglesia de Tuineje en 1856,  emigró muy joven con su madre viuda  a Gran Canaria, estableciéndose primero en La Isleta y más tarde en el barrio de San Roque una vez se casa  en 1879 con la vecina de dicho barrio Teresa Socorro Mateo, de ascendencia grancanaria por la parte de los Socorro (de San Mateo) y majorera (de Antigua) por la parte de los Mateo.
Agustín Domínguez y sus ancestros fueron vecinos de La Florida durante muchas generaciones hasta que llegamos, ascendiendo por la escala genealógica, en el peldaño XI, hasta Pedro Domínguez, nuestro héroe familiar de Tamasite, nacido en 1675 en Chasna, Tenerife, hijo de los también chasneros Pedro Domínguez el Viejo y María Trujillo, la cual resulta ser pariente cercana del poderoso mayordomo y sargento mayor de Fuerteventura don Sebastián Trujillo. Esto ayuda a explicar el motivo por el cual su familia al completo, abrumada por la epidemia que asuela Tenerife a principios del siglo XVIII, huye hacia Fuerteventura y se instala en unas tierras de pan sembrar en el sur de la isla, cedidas por el sargento mayor, tierras a las que bautizan con el nombre de La Florida en recuerdo de las así llamadas en las cumbres de Tenerife de donde proceden. Pedro Domínguez el mozo casará al poco de llegar a Fuerteventura en 1712 con María García de León, hija de Matías de León y Catalina García, naturales y vecinos de Pájara, con la que tiene numerosa descendencia. Entres sus hijos está Ginés Domínguez, nacido en 1723,  que tenía 16 años cuando se produjo de madrugada el asalto a su casa y es el muchacho al
que se llevan los ingleses como rehén y guía, habida cuenta de la avanzada edad de su padre quien, a pesar de contar con 65 años, luchará bravamente en las laderas del Cuchillete hasta conseguir, encuadrado en la milicia sureña que está al mando del Teniente Coronel Sánchez Umpiérrez, la derrota de los británicos y el rescate de su hijo.
Los Domínguez de Chasna tienen su origen en asentamientos indígenas canarios en la zona de cumbres de Tenerife durante el siglo XVI. El ancestro más antiguo que tenemos bien documentado por esta línea es el capitán Antón Domínguez que casa en el último tercio del XVI con Francisca Delgado de Frías, hija de Francisco Delgado y Lucía de Frías, todos ellos descendientes de indígenas canarios que fueron conquistadores de Tenerife. Estimamos, sin haber podido probarlo hasta el momento, que el dicho Antón Domínguez es hijo de Hernán Domínguez y Bastiana Mayor, nieto por línea materna de Pedro de Vega y Catalina Hernández y bisnieto por parte de madre de Fernando Guadarteme y Juana Hernández, reyes que fueron de la isla de Canaria hasta 1483, fecha en que la isla fue anexionada a la Corona de Castilla. Se trata en todo caso de un linaje, el de los Domínguez, que se inicia en Gáldar, al norte de Gran Canaria, a fines del siglo XV, que se traslada hacia Chasna en los XVI y XVII para saltar a Fuerteventura (Tesejerague y La Florida) a principios del XVIII y retornar por último a Gran Canaria (Las Palmas) en el siglo XIX.
Tiene pues Roberto Hernández , el autor de  Breve historia de Fuerteventura, el honor de ser parte inseparable del paisaje y paisanaje de una isla del archipiélago que, después de tantos estragos y sufrimientos, parece que empieza a ser, por fin, entrados en el siglo XXI, verdaderamente venturosa. Del respeto a la idiosincrasia mestiza de sus habitantes y del cuidado de su naturaleza depende ciertamente su futuro.