lunes, 28 de julio de 2014

LOS VIAJES DE TENESOR A LA CORTE DE LOS REYES CATÓLICOS (I)

FANEQUE HERNÁNDEZ BAUTISTA

Conferencia pronunciada en el Capítulo Extraordinario del Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme. Gáldar, 24 de julio de 2014.

PRIMERA PARTE: CERTEZAS
Los dos viajes de Tenesor sobre los que tenemos plena certeza tuvieron lugar en 1482 y en 1483, postreros años de la guerra de Canaria, conflicto que se desarrolló, como sabemos, en
Retrato idealizado de Tenesor Semidan
dos períodos bien definidos por la diferente actitud de sus capitanes de guerra. Durante la primera fase (1478-1480) Juan Rejón establece el Real de Las Palmas después de ganar la batalla del Guiniguada y asegura la presencia castellana venciendo a los portugueses en el desembarco de Las Isletas aunque sufre algunas derrotas en sus correrías por el interior debido a la falta de bastimentos y a frecuentes disensiones entre los capitanes castellanos por la estrategia a seguir que culminan con el ajusticiamiento del primer gobernador Pedro de Algaba.
Durante la segunda fase (1480-1483) que es aquella en la que se encuadran los dos primeros viajes de Tenesor, Pedro de Vera con numerosos refuerzos y mando unificado (político y militar) reactiva la campaña con razias de destrucción en ambos reinos indígenas que parten desde el Real y también desde la Torre de Agaete después que esta se construyera en 1481 para abrir un segundo frente. Una de estas correrías supone la muerte en mala lid de Doramas que cambia el signo de los enfrentamientos. Es entonces que se manifiesta la debilidad de los guadartemes que tratan de pactar la rendición salvaguardando libertades y franquezas de los canarios al tiempo que denuncian la crueldad de los métodos de conquista. Primero fue el Guadarteme de Telde, Aymedeyacoán, acompañado de seis guayres, quien se presenta en 1481 en la corte de Calatayud, prestando vasallaje a los Reyes Católicos, aunque luego esta legación iba a ser secuestrada por orden de Pedro de Vera antes de su viaje de vuelta, quedando descabezado el reino. Más tarde en 1482 es Tenesor Semidán el Guadarteme de Canaria, una vez reunificados los dos reinos por muerte de Bentagao y cautiverio de Aymedeyacoán , con cuatro de sus guayres, quien se presenta en la Corte de Córdoba para sellar las paces en unas circunstancias forzadas que trataremos de desvelar en este estudio y que determinarán en un corto espacio de tiempo la rendición de la isla.
1482. LAS CIRCUNSTANCIAS DEL PRIMER VIAJE DE TENESOR
Las correrías de los extranjeros que se parapetan detrás de las murallas y tapias de la torre que recientemente ha sido levantada en la rada de Agaete llevan un tiempo (desde el verano de 1481) asolando las costas y medianías del norte, robando mujeres y ganado y provocando la huída hacia las montañas de los nativos, sobre todo desde que a principios de febrero de 1482 llegaran los refuerzos gomeros y majoreros de Hernán Peraza.
En el valle de Guayedra con toda probabilidad se oculta la familia real canaria después de que, ante el acoso de las fuerzas de Alonso Fernández de Lugo, tuviese que ser abandonada la ciudad de las guayarminas. El modo en que fue capturada la reina de la isla es un enigma por resolver. Es probable que fuera capturada al bajar a la playa para cumplir con los rituales de purificación como ocurriera años atrás con la princesa Tenesoya. En nuestra reciente novela que lleva por nombre Abenchara (Cam –Pds 2014) hemos optado por describir una escena en la que una cuadrilla de soldados irrumpe por sorpresa en la playa de Faneroque, al
Harimaguada
pie de Guayedra, cuando algunas maguadas (mujeres en guanche) se bañaban en la marina.
Marín de Cubas en su obra magna describe con profusión de detalles una de esas correrías: la que tiene lugar en las costas de Tirma cuando dos mujeres, una muchacha rubia y una mujer mayor que la acompaña, después de matar lanzando piedras a un castellano, al verse rodeadas y sin escapatoria deciden inmolarse, despeñándose, prefiriendo la muerte antes que ser capturadas ¿Puede ser esta la crónica de la captura de la reina de Canaria?
“Se corría la tierra por todas partes y entre los gomeros fueron muy señalados en fuerza y valor algunos veinte que tuvieron luchas y desafíos celebres con los canarios. Saliendo ciertos castellanos y gomeros de la torre de Agaete a traer ganado o cautivos, cogiendo la playa de la mar, vieron salir de una cueva dos mujeres huyendo por sobre unos riscos, la una era madre, algo anciana, y la otra, su hija, muy hermosa, de mucho cabello y rubio con unos faldellines de pieles y lo demás desnudo como en todas se veía. Estas, viendo llegar a querer subir el risco tras ellas, arrojaron tantas piedras que mataron a un soldado, e hirieron a muchos a la subida del risco de Tirma. Mas viendo la resistencia dos castellanos subieron rodeando otro camino por unos andenes bien peligrosos y pudiendo la más anciana huir y escaparse volvió sobre la moza que se ponía en defensa y pareciéndole imposible escapar de cautiverio le desenvolvió el cabello largo a la moza y dándose dos vueltas al brazo derecho con él, se arrojó del risco abajo trayéndosela consigo; se hicieron pedazos y hoy llaman el Salto de las Mujeres”
Un texto extraído de las crónicas puede arrojar una luz distinta sobre el modo en que fue capturada la reina. Relata el cronista de la Matritense que desde el fuerte de Agaete se realizaron exitosas correrías de castigo sobre Guayedra y Artenara.
“De la cual respuesta fue muy agradecido el Pedro de Vera y escribió a Hernán Peraza loando la respuesta de fr. Alonso Jáimez y que le tenía en mucho miramiento, y le encargó que allí acompañase a su alcaide Alonso Fernández de Lugo y que junto hiciesen sus entradas en los canarios como de nobles se esperaba, y así lo hicieron, salteándolos sobre la Guayedra y Aretenara, haciendo presa en ellos y en sus ganados y mantenimientos con ciento y cuarenta hombres que tenían”
La posibilidad de que la reina de la isla fuera capturada en el mismo lugar donde se ocultaba la familia real mientras Tenesor y los guerreros del poblado estaban ausentes con motivo de alguna operación militar, parece más plausible que la de los bañaderos de Faneroque, habida cuenta de la proximidad del fuerte hasta dicha playa (menos de una legua). Nos decantamos pues por esta última posibilidad, la del asalto a Guayedra, aunque en nuestra novela “Abenchara” como licencia literaria por las resonancias trágicas del Salto de las mujeres hayamos preferido situar la escena en los bañaderos de Faneroque.
Desde uno u otro escenario, la reina, que estaba embarazada de pocos meses cuando fue capturada, va a ser llevada al fuerte de Agaete al mando del cual se encuentra el alcaide Alonso Fernández con una guarnición de 140 soldados. Podemos imaginar lo que allí ocurre con las nativas presas pero no tenemos datos para atestiguarlo. Lo único cierto y comprobado es que Abenchara llegó a Córdoba meses después “doliente a la muerte” como diría su protector, el alcaide Juan de Frías cuando le fue confiada. Hemos de suponer que o bien se riscó cuando huía, o bien fue objeto de violencias sin nombre por parte de los acuartelados…o ambas cosas.
Sí sabemos con certeza que en fechas próximas a estos hechos, había pasado a formar parte de la guarnición del fuerte, por encomienda de Pedro de Vera, un nativo de Lanzarote, que llevaba de rehén muchos años en Canaria, llamado como su probable padre Juan Mayor, quien, haciendo las veces de espía y de traductor, pudo advertir al alcaide de la torre de la identidad de la joven señora capturada: Abenchara es la hija de Chambeneder, el que había sido faycán con Egonayga, y la esposa de Tenesor Semidán, el temido Guadarteme de Gáldar que ahora, tras la muertede Bentagao y la desaparición en la península de su hermano Aymedeyacoán, lo es de toda la isla”.
Es razonable pensar que el de Lugo y Hernán Peraza no iban a desaprovechar su suerte para acreditar su mérito ante los monarcas castellanos y escapar así del largo destierro forzado de Agaete donde no se daban las condiciones para coronarse de gloria con la centena de hombres que constituyen la guarnición, incapaces, por sí solos, de decantar el curso de la guerra contra los indígenas. Creemos por tanto que, después de rechazado un ataque al fuerte de Agaete, cuando los nativos prenden fuego a las tapias y los castellanos tienen que desamparar la torre (Residencia de Alonso Fernández de Lugo), la infortunada guayarmina (“reina” en la lengua nativa) fue embarcada urgentemente, a pesar de su grave estado de salud, rumbo a la Península, para ser entregada como cautiva a los que serán conocidos más tarde como los Reyes Católicos.
Es a finales de agosto de 1482 cuando Abenchara, que está “doliente a la muerte”, es confiada al Alcaide del Alcázar don Juan de Frías. Su captura sin embargo debió pues producirse mucho antes, a finales del invierno o principios de la primavera, pues debió pasar algún tiempo encerrada en la torre de Agaete antes de ser embarcada y, una vez en la Península, recibiendo atenciones en Sevilla para su curación antes de su traslado final al Alcázar.
Su entrega a los reyes tuvo lugar en la ciudad de Córdoba en el verano del 82 porque allí estaba en aquellos momentos situada, por su proximidad a la frontera con el Reino de Granada, la Corte itinerante. Desde Córdoba se dirigían las acciones de la guerra contra los nazaríes por lo que los reyes, cada año, desde 1482 hasta 1490 durante los ocho en que allí estuvo situado el centro de operaciones, se trasladaban al alcázar de esta ciudad al comienzo de cada campaña militar, a principios de la primavera, tras pasar el invierno en Castilla o Aragón. Así es que, nos cuenta Rumeu de Armas, Fernando llega a Córdoba a fines
Retratos de Fernando e Isabel, Reyes Católicos
de marzo de 1842 e Isabel se retrasa algo, con motivo de estar embarazada, llegando a fines de abril.
Será exactamente el día 31 de agosto cuando Abenchara que está muy enferma es recibida en el Alcázar de Córdoba quedando bajo la protección de su alcaide quien, según Rumeu, no es el obispo de Canaria sino otro personaje homónimo, afirmación que compartimos teniendo en cuenta los sólidos argumentos del historiador.
En las “Cuentas de la conquista de Gran Canaria” que hizo públicas el profesor Ladero, el tal Juan de Frías justifica los gastos que hizo entonces en medicinas, purgas y jaropes y en el salario de un maestro sanador para atender durante todo el mes de septiembre a la joven canaria que se debatía entre la vida y la muerte.
Durante ese mes viven en el Alcázar, más que conviven, la reina de Castilla y la reina de Canaria dado que no pudo haber relación entre ellas por la grave situación de salud de esta última. Curiosamente, cuando llegan a Córdoba, ambas se encontraban en avanzado estado de gestación, habiendo nacido sus hijas con diferencia de tres meses. Primero, a fines de junio, dará a luz Isabel a la infanta María quien de mayor llegará a ser la reina de Portugal y, después, a fines de septiembre, Abenchara alumbrará a su hija Catalina. La coexistencia en todo caso es muy corta puesto que los Reyes Católicos abandonan Córdoba un día después del nacimiento de la hija de la reina cautiva, hecho que no puede ser fortuito.
La niña canaria nace, con la exactitud de las citadas cuentas, el día 30 de septiembre de 1482. Así lo atestigua el alcaide Juan de Frías cuando anota el pago de seis reales a la partera. A partir de entonces se va a producir una pronta recuperación de Abenchara como puede deducirse de la necesidad de confeccionarle vestidos nuevos y del pago de los salarios del sanador. Como anécdota curiosa, referimos ciertos gastos habidos, después del parto, en frisa blanca y pardilla para la ropa de cama de la niña y en frisa verde y lienzo para los vestidos y camisas de Abenchara, además de algunos complementos como tocas y zapatas. Por cierto que Bethencourt Alfonso estima que la recién nacida tuvo también nombre vernáculo, ostentando el mismo de su madre por lo que podríamos llamar, si esto se confirmara, a la infanta canaria como Catalina o Abenchara hija.
Pensamos que uno de los motivos de la recuperación de la reina de Canaria y de la prosperidad de su parto pudo ser la llegada imprevista de su esposo, el guadarteme Tenesor Semidán, quien, tras acordar su entrega, viajó por primera vez a la Península siendo recibido por los reyes en la misma corte cordobesa donde estaba cautiva su esposa.
Una nueva cita de Marín de Cubas puede resultar esclarecedora acerca de los motivos de la entrega voluntaria de Tenesor cuando explica que en la cueva donde fueron apresados los canarios “algunos dormían con mujeres y la espía (la palabra espía era en aquella época de género femenino) dijo que el uno de ellos que tenía una mozuela era el Guanarteme de Gáldar, que por sus amores vino allí”. En nuestra opinión las palabras puestas en boca del informante o espía Juan Mayor se prestan a confusión, mereciendo otra interpretación: lo que el Guadarteme habría comunicado al lengua es que él ha decidido su entrega en el lugar pactado, en compañía de sus leales, para acudir al rescate de Abenchara la mujer que ama y que le otorga su legitimidad como rey.
Asimismo,el profesor Wölfel en su espléndido trabajo sobre el Obispo Juan de Frías nos argumenta la imposibilidad de una captura a tenor de la forma en que esta se produjera y en el modo en que fuera recibido por el general de Vera según atestiguan las crónicas, decantándose claramente por la hipótesis de una entrega voluntaria aunque yerra en cuanto a los motivos de la misma y a la fecha del evento.
Puesto que Abenchara fue capturada en los primeros meses de 1482 y alumbra a su hija Catalina a finales de septiembre, tuvo que ser en torno a mayo o junio cuando Tenesor Semidán habría acordado su entrega, aceptando o incluso proponiendo que Abenchara fuera liberada a cambio de su vasallaje a los reyes de Castilla. Es la única posibilidad que contempla, como hemos planteado, de mantener su legitimidad como rey de todos los canarios y de evitar la guerra civil entre los nobles indígenas que gobiernan los doce cantones en que la isla está dividida.
La estancia de Tenesor tuvo que ser por tanto necesariamente breve. Después de su bautismo y del nacimiento de su hija, embarca para el viaje de vuelta a principios de octubre de 1482, en el Puerto de Santa María en una nave fletada por Miguel de Mujica como se acredita en las cuentas:
“Relación de la partida de Michel de Moxica e de las cosas que llevó. Parece, por una carta firmada de Miguel de Moxica, su fecha en la villa del Puerto de Santa María a primero día de octubre de 1482, por do paresce que a la sazón partió el dicho Michel de Moxica para la Grand Canaria,…”
Antes de su partida ha sellado en Córdoba una capitulación casi incondicional, con muy pocos derechos; entre ellos, los de ostentar la propiedad y el gobierno del término redondo de Guayedra, “donde estaba el espíritu de sus antepasados”, el de asegurar la protección para las libertades y costumbres de la nobleza canaria, y la permanencia en la isla de cuarenta familias canarias; y muy gravosos deberes, como los de aceptar la sumisión a los Reyes Católicos, cristianarse renegando de sus creencias hasta el punto de perder su

Mezquita de Córdoba. Foto: wikipedia
nombre y apellido, contribuir militarmente a la pacificación de la isla y comprometerse como vasallo del rey a acudir con su hueste a las acciones de guerra contra los infieles a las que fuera convocado.
El 24 de este mes, será recibido en Las Palmas por Pedro de Vera quien muestra su sorpresa y satisfacción por la antelación con la que llegan los esperados refuerzos y bastimentos. Después de hacer honores al capitán gobernador, Fernando Guadarteme, envía emisarios a sus súbditos para cumplir con la capitulación. Más tarde, abandona con sus guayres el Real, sin custodia alguna, y se dirige hacia el interior de la isla. Será alrededor de noviembre de 1482 cuando tenga lugar un Sábor, al parecer en Cendro, en que el guadarteme converso trata de convencer los nobles canarios de las ventajas de la capitulación, alzándose en su contra Tasarte, junto a su protegido Bentejuí, de ahí el apelativo de Tasartico que le ponen los castellanos, para continuar con la resistencia.
Sobre este primer viaje de Fernando Guadarteme a la Corte el debate entre los historiadores ha sido amplio. La mayoría de ellos confunden la fecha de la “captura” de su esposa con la de la “captación diplomática” de Tenesor, que, según Rumeu y Ladero, se realiza un 12 de febrero de 1483, una fecha “imposible”, pues tenemos la certeza histórica de que a finales de 1482 el rey canario participa del lado castellano en la batalla de Ajódar, y de que está presente, a principios de 1483, en el cerco del Bentayga, para ser protagonista en abril de ese mismo año de la rendición de Ansite, por lo que su entrega a Alonso Fernández de Lugo tuvo que ser muy anterior: a fines de primavera o principios del verano de 1482.
Miguel Santiago y Rodríguez es el investigador que más se aproxima a estos asertos cuando plantea la hipótesis, a la vista de las Cuentas de la Conquista, de un primer viaje a la Península en la “primavera” de 1482 pero sin atreverse a reconocer la extorsión a la que se somete al guadarteme. Prefiere hablar de que este acompaña a su mujer embarazada hasta la Corte y de que la reina de Canaria permanecerá allí como rehén tras haber alumbrado a su hija.
El único cabo suelto que debemos reconocer en nuestras conjeturas en cuanto a la fecha de su entrega es la extrema cortedad de ese primer viaje. Pero sabemos de las urgencias de los reyes para conseguir que el cautivo Fernando Guadarteme regresara cuanto antes a la isla para así culminar la conquista de Gran Canaria, como bien recoge Marín de Cubas a través de sus privilegiadas fuentes, cuando Fernando el Católico insta al Guadarteme a volver “luego que fuese cristiano, con la brevedad posible”.
Si un viaje entre Gran Canaria y Andalucía podía durar en torno a una semana, dependiendo de los vientos y el tipo de embarcación, debemos calcular tres semanas para el viaje en barco de ida y vuelta y al menos dos meses para, después de presentarse ante los Reyes en Córdoba y ser allí bautizado, esperar por la leva que hace Miguel de Mujica en Vizcaya de 200 ballesteros y 100 colonos para después retornar al puerto de Santa María y poner rumbo al puerto de Las Isletas. Todo esto debe suponer un mínimo de tres meses y puesto que existen pruebas, en las Cuentas, de que el barco de vuelta parte a “primero día de octubre de 1482” desde el Puerto de Santa María, podríamos concluir que pudo ser a principios del verano, algún tiempo después del rapto de Abenchara, cuando Tenesor debió entregarse a las cuadrillas de Alonso Fernández de Lugo y Hernán Peraza con la mediación del intérprete Juan Mayor.
No obstante, el esquema cronológico se podría simplificar si pensamos que Miguel de Mujica no acompaña a Tenesor en su primer viaje a la península sino que es a la reina de Canaria a quien acompaña realmente en su tornaviaje de marzo de 1482, con lo que los plazos para organizar la leva de ballesteros y espingarderos se amplían considerablemente. Tenesor habría embarcado hacia la Península con posterioridad, a principios de verano, después de contrastar alguna prueba de vida de su esposa, con lo que su estancia de tres meses en la Península de julio a septiembre sería un tiempo más que suficiente para cumplir los objetivos que le han marcado pues la leva de Mujica se habría realizado entre abril y septiembre de ese mismo año. Concluimos pues con la idea de que Mujica lleva hasta la península a la reina de Canaria en marzo-abril de 1482 y regresa a Gran Canaria en octubre trayendo de vuelta en su embarcación a Tenesor.
Monumento en Calatayud. Foto: Manuel Moreno M.
En cuanto al bautismo del rey canario ponemos en cuestión los lugares donde se dice que tuvo lugar la ceremonia. Algunos autores hablan de Calatayud, confundiendo este viaje con el realizado en 1481 por un guadarteme de Telde, cuyo nombre es un enigma, aunque el investigador Rumeu de Armas no duda en identificarlo como Aymedeyacoán, hermano del, en esas fechas ya fallecido por una epidemia de modorra, rey de Telde Bentagao, y padre de Tenesoya y Autindana. Otros historiadores sitúan equivocadamente el evento en Toledo por el hecho de que quien dirige la ceremonia es el recién propuesto Arzobispo de Toledo don Pedro de Mendoza. Otros, como Rumeu y Ladero, sin documentación de apoyo, lo sitúan en Madrid porque datan incorrectamente el hecho en febrero de 1483 cuando la corte castellana estaba efectivamente situada en el Alcázar de dicha ciudad.
Pero sabemos que en el verano de 1482 los reyes estaban en Córdoba y si, como ya se ha dicho, abandonan esa ciudad a principios de octubre, al mismo tiempo que Tenesor emprende su viaje de vuelta a Gran Canaria, hemos de concluir que la ceremonia de su bautismo fue oficiada en la misma ciudad califal. Esta presunción ya fue adelantada en 1947
por el insigne Juan del Río Ayala quien en su poema Tirma; Romance de la conquista describe de este modo el evento:
“En el alto minarete/ en que rezaba el muecín/ tañen campanas, hogaño,/ la alegría del Señor,/y bajo las arquerías/ de pórfido y alabastro/ de la mezquita de antaño/ las aguas de gracia y vida/ recibiera Tenesor”
¿Por qué se empeñan sin embargo Rumeu y Ladero en llevar la ceremonia hasta Madrid cuando en las propias Cuentas de la Conquista se hace constar el pago del traslado de ida y vuelta del guadarteme desde Sevilla a Córdoba en 1482:
Relación de objetos recibidos por Miguel de Muxica para su partida de El Puerto de Santa María en octubre de 1482…Que dio o pagó más por el gasto de un escudero que fue por lengua con Noguadarteme (sic) de Sevilla a Córdoba: mil e quilla a Córdoba : mill e quinientos maravedíes. Que pagó por alquiler de un mulo en que fue el dicho escudero que iba como lengua: setecientos maravedíes.
¿Por qué no se da crédito por parte de los historiadores en general a la declaración de don Fernando de Álvarez en la Información Guadartémica de 1526 cuando en respuesta a la pregunta nº 13 nos dice que: “sabe e vido que el dicho don Fernando Guadnarteme fue presentado ante sus altezas en la Corte e que oyó decir que sus altezas lo mandaron bautizar y este testigo lo vido después de baptizado en la ciudad de Córdoba donde a la sazón estaban sus altezas”?
De confirmarse nuestra hipótesis, el templo en que se realiza la ceremonia de bautismo del rey canario y de algunos de sus guayres acompañantes tuvo que ser, como nos anticipa Juan del Río Ayala, la misma Mezquita de Córdoba ahora rebautizada como Catedral de Santa Madre de Dios. Decimos esto por varias razones: la proximidad de una cuadra hasta el Álcazar nuevo donde está el Palacio Real y la magnificencia del acto que se describe en las crónicas, oficiado por todo un Arzobispo aunque no es todavía el de Toledo, como dicen los historiadores citados, sino el de Sevilla. Su nombre es efectivamente Pedro González de Mendoza, el hijo del Primer Marqués de Santillana, quien fue nombrado cardenal y patriarca desde los tiempos de Enrique IV de Castilla que lo tenía en tanta consideración que lo llamaba el Gran Cardenal de España.
El tal Pedro González de Mendoza ejerció el arzobispado de Sevilla desde 1474 hasta finales de 1482. En abril de este año fue propuesto al Papa por Isabel de Castilla como Arzobispo de la sede primada de Toledo pero su nombramiento papal no llegará hasta noviembre cuando Tenesor ya está de regreso en Gran Canaria.
En dicha ciudad de Córdoba tuvo que permanecer la reina cautiva tras el retorno de su esposo. Nada más llegar a Sevilla en la primavera de 1482 debió haberse producido la ceremonia de su bautizo, mientras estuvo cerca de la muerte, recibiendo un nombre cristiano que según fray Juan Suárez de Quintana es Ana y según Nuñez de la Peña es Juana. Por nuestra parte, valorando el trabajo realizado por Miguel Rodríguez Díaz de Quintana, postulamos que Abenchara, la reina cautiva, es la misma persona que él reconoce como Juana Fernández, la madre de Margarita y Catalina.

1483 LAS CIRCUNSTANCIAS DEL SEGUNDO VIAJE DE TENESOR
Poco sabemos de cómo transcurrió el encierro de Abenchara en Córdoba hasta que un año más tarde pudo regresar a Gran Canaria. Una nota de Rumeu señala que la reina Isabel no apareció por Andalucía durante la campaña de 1483, en la que sí participó el Rey Fernando, por lo que debemos suponer que ambas reinas no volvieron a verse. Imaginamos en todo caso que, después de sellada la Capitulación de Córdoba y recuperada su salud, su estancia en el Alcázar fue todo lo plácida que puede ser la vida de una cautiva por mucho que sea su prisión un palacio real, es decir, añorando su tierra, su familia y la libertad perdida. En las cuentas del Alcaide del Alcázar se dice: “gasté con la dicha reina de Canaria, de su mantenimiento de once meses y medio que la tuve en mi poder, hasta quince días de agosto que la entregué a su marido por mandado del Rey nuestro señor, para llevarla a su tierra…, 4000 maravedíes”
Es efectivamente en 1483, tras la capitulación del 29 de abril en Ansite, probablemente a fines de julio, después de recogidas las cosechas, cuando Fernando Guadarteme, una vez entregada en el Real de Las Palmas su sobrina Arminda Masequera como símbolo de la soberanía indígena, acude por segunda vez a la corte, situada de nuevo en Córdoba, para acudir al rescate convenido. Después de cruzar el mar hasta Sevilla y recorrer, esta vez a caballo, la distancia que le separa de la ciudad califal, Tenesor se presenta en la Corte. La entrega se realiza el 15 de agosto de 1483, momento a partir del cual, después de una estancia en Sevilla, regresará a la isla acompañado de Juana, su esposa, y Catalina, su hija pequeña. Ambas llevarán en su honor los apellidos Hernández o Fernández, como indistintamente se escribía en el lenguaje de la época.
Durante este segundo viaje el guadarteme canario va a tener la oportunidad de compartir el séquito del rey Fernando con otro ilustre cautivo, Muhamad XI, el rey de Granada, cuyo nombre castellanizado suena algo así como Boabdil. Ambos fueron exhibidos en el verano de 1483 en una cabalgata por las calles de Córdoba como símbolos del poder regio. Boabdil será
Boabdil
pronto liberado de su cautiverio, a fines de agosto, pudiendo regresar a su reino, al igual que había sucedido con Tenesor un año antes, con la finalidad de provocar la guerra civil entre los nazaríes, lo que habría de favorecer los intereses castellanos. Marín de Cubas nos lo cuenta a su modo: “Vino a visitarle y estuvo con Guadarteme durante tres días Muyel Adaly, rey de Granada llamado el Chico porque, vivo el padre, reinó él”.
Rumeu de Armas lo describe de esta manera: “La ciudad de los califas le iba a deparar el raro espectáculo de contemplar a otro monarca cautivo: el rey Boabdil de Granada prisionero de los andaluces de resultas de la derrota de Lucena. Relatan las crónicas que al Rey Católico le enorgullecía pasear a caballo por las calles de Córdoba, llevando a diestra y siniestra a los dos monarcas prisioneros”
En la Información guadartémica el canónigo Fernando de Álvarez describe el evento de un modo más directo: “este testigo lo vido andar en la corte de sus altezas en Córdoba encabalgado e ataviado como buen caballero, que andaban juntos por mandado de sus altezas el dicho don Fernando Guadnarteme, rey de la Gran Canaria, y el rey chiquito de Granada”
Por último señalaremos que, también en la información guadartémica, otro testigo viene a corroborar los hechos. En respuesta a la misma pregunta 14 el conquistador Alonso Hernández de Arévalo, contesta “Que así lo oyó decir a muchos que vinieron de la Corte: que andaba el dicho Guadnarteme y lo traían sus altezas en Corte con el rey chiquito de Granada y que así lo oyó contar al dicho Guadnarteme don Fernando venido a esta isla de Castilla y lo contaba a sus parientes, los canarios, y a los conquistadores y decía y nombraba las ciudades donde anduvo y que así fue notorio en esta isla”
Las circunstancias diplomáticas de la liberación de Boabdil en 1483 tienen algún correlato con las vividas por Tenesor un año antes. Las concomitancias las deja patentes el propio rey, Fernando el católico, en una carta que dirige a fines de ese mes de agosto de 1483 a su hermana, la reina de Nápoles: “en cuanto al rescate de dicho rey, después de muchas particularidades, hemos capitulado con aquel, que por poner en división y perdición el reino de Granada, hemos deliberado soltarle de esta manera: que él haya de estar a nuestra obediencia y sea vasallo nuestro; y ha de librar 400 cristianos y ha de hacer la guerra a su padre, y nos ha de dar un tributo de 12 mil doblas cada año de los dos que de tregua le otorgamos; y ha de venir a servirnos con 700 lanzas cuando sea llamado … Por seguridad de todo lo cual, nos da en rehenes a su hijo y a su hermano y 10 hijos de los más principales de aquel reino los cuales esperamos de día en día; venidos que sean, pondremos en libertad al dicho rey porque todo esto cumple mucho al servicio de Dios y nuestro”.